Deseandoles lo mejor para este nuevo año , les saludo y aprovecho para compartir lo que va de dste nuevo intento por crear algo nuevo que sea de su agrado .
Saludos L.M.
PS: Pïdo disculpas pr los errores de tecla o redacción que en él puedan hallar , pues aun no lo he revisado .
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Tan Sólo Cosa de Chismes
Cosas Entre Buenos Vecinos .-
100% Real © Dra.R.Mani © Jordy Xors y © El Relator.
Ludo Mentis y G.O. Tigers
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Dicen que : Mientras más grandes son los pecados del hombre, más le satisface a Dios contemplarlos ‑y poder perdonarlos.‑
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Tan Sólo Cosa de Chismes
Cosas Entre Buenos Vecinos .-
Capítulo 1- 1a Parte. ( La Gente Rumora ) .-
… ¡Pues no sé!... – ¡No estoy seguro de haber visto nada de lo que dices, pero no sé; tampoco me gusta que ahora haya tantos de ellos por aquí afuera de la privada…! ; ¡¿Qué, o qué se supone que de a cuantos nos toca tener que aceptar por familia?!. – Tratando de disimular su incomodidad tras lo que acababa de oírle decir a su vecino, Ernesto buscó enmascarar la verdadera ansiedad que le provocaran aquellas palabras oídas arremetiendo contra su estabilidad emocional.
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‑“Pues nada más te digo lo que yo vi”… ‑ Era un vestidito rojo, muy cortito y bien pegadito que dejaba notar muy bien su figura y esas curvas de ella… ‑
‑Digo; ¿para qué voy a mentirte, Mi Neto…? Se le veía muy bien y era uno de esos numeritos que ellas sólo se ponen para cuando… ¿Pues tú sabes, no?… ‑ Casi socarrón por un momento; ya a solas recordaba Ernesto, como apenas pareció contenerse el soliviantado vecino al decirle a éste lo que se ufanaba de suponer haber descubierto, acerca de su esposa para luego acabar de soltar hacia él en tono descarado y mordaz: ‑Bueno, no sé yo , pero sí se veía muy rica cuando los vi… A mí sí me inquietaría saber o ver a mi esposa vestida así de esa manera para andar haciendo quien sabe qué cosas con ese pinche naco moreno.
“Sobre todo, con ese cuerpazo que tiene su Jana, vecino” ‑ Sintió de nuevo un tremor recorrerle por dentro de sí mismo el apesadumbrado marido de la voluptuosa mujer al volver a su mente la expresión usada por “Morales”, ‑su entrometido vecino‑ al referirse hacia su bellísima esposa Hanae, empleando aquellas maneras. – Mismas que él concedió al susodicho e inoportuno, latoso y parlanchín individuo.
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Lo cierto es que aunque por supuesto que para sus adentros las libertades y formas tan familiares a veces empleadas por su vecino con relativa frecuencia nunca le habían acabado más que de incomodar, de algún modo Ernesto reconocía que en ocasiones, ‑ y movido por una especie de confusa renuncia que le impedía a pararle la lengua al tal de Morales, encontraba en ellos cierto macabro placer escucharlo cuan insidioso y morboso llegar a ser éste viperino individuo.
Y él , Ernesto , aparte de todo sabía bien que aquello casi seguro era tan cierto lo uno como lo otro : ‑Sabía él bien de que vestido le había estado hablando Morales. Eso y quien era el “Moreno ése” del que le decía haber visto tan amigable con Hanae.
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… “ ¡¿ A ver Hanae , Janita… Mamita, de veras será cierto que te volviste a poner ese vestido rojito?!” “¡¿Qué no se supone que dices que “ese” te da algo de pena por cómo te miran algunos cuando lo traes puesto?!...” ¿Entonces? … “No me digas que este metiche tiene razón, ¿o que te lo pusiste nada mas para que te lo viera este pinche morenote centroamericano, Hanaecita?” , “¡¿O sí…!?” “¡¿¡No!?!”… ¡…Por favor no me digas que si es cierto que andas por ahí de putita, Mi Vida ! ‑ Conmovido casi hasta la medula ante sus posibles sospechas , la acelerada cabeza de Ernesto se formulaba todas aquellas palabras que casi balbuceaba él en extremo alterado al tiempo que intentaba ubicarse dentro del dormitorio y pensar con claridad mientras procuraba encontrar algún rastro que delatara la concupiscencia de su mujer.
No… No lo encontraba por ningún lado. Por un momento consiguió apenas calmarse hasta que de repente brincó a su consciencia la imagen de éste ahí tirado entre las otras prendas que se que junto con el mismo se dibujó en la cabeza. Y así, se dirigió al cuarto de baño a buscar …
“ ¡Ay Dios…!, ¡Pero si mira que es cierto, cabrona!...” ‑ Casi le vino un sincope cardiaco al alterado marido cuando tras de hurgar un poco entre las ropas tiradas dentro del cesto de la ropa para lavarse encontró algo de lo que buscaba.