Asuntos de Intereses y Negocios
( ) Adaptación*
Ludo Mentis G.O. Tigers.
Todo por un Precio Especial
3er Acto - Escena 8ª ( ¿Hay
alguien ahí?… )
En tanto que la acción en el cuarto contiguo avanzaba sin mayores
reparos ni darme tiempo de espera, apartando la vista del dispositivo -sumamente
alterado- busqué a mi rededor para ver de qué se trataba y giré la vista hacia
la lóbrega estancia con intención de observar más allá de las sombras que
producía la luz proveniente de ella.
Me encontraba nervioso cuando sin poder descifrar que era aquello que me
ocasionaba la sensación de apremio, me incorporé abandonando el banco en que había
estado sentado para encaminarme unos cuantos pasos en dirección del mismo pasillo
por el que había entrado a esa habitación.
Me quedé estático de espaldas a la pared por un momento, mirando al
umbral de aquella angostura; repentinamente, me detuve al percibir un sonido
que aparentemente provino de algún lugar en el techo del baño, por extraño que
esto pudiese parecer.
…¡¿Sí?!. ¿Qué quiere?. Le dije que me esperara y yo lo buscaré
para decirle cuando me vaya.— -En tono
fingidamente sereno hablé hacia la oscuridad, esperando que con esto la
presencia tomara forma concreta y se revelara de su escondite al saber que me
había ya dado cuenta de su presencia en las inmediaciones.
Entonces, proviniendo de un punto dentro del oscuro espacio que me
rodeaba, en esta ocasión, me pareció situar la presencia tras mi espalda,
retirada, hacia el final del pasillo muy cercana a la puerta de la cabaña;
desde ese punto, escuché una voz que decía:
‑ Ah, sí… Ahorita iba ya para
allá… sólo venía a ver si lo dejé por
aquí. ‑
Palabras que para mí confort fueron seguidas de unos pasos que se alejaban
del sitio donde yo me hallaba con el corazón en un hilo, parado escuchando cómo
estás continuaban su marcha, avanzando
sobre la gravilla cercana al sitio donde había aparcado el auto.
“¡El carro!... ¡Si ella o Romeo
salen, se darán cuenta que tú también estoy estas ahí estacionado!...
— Dije para mis adentros, alarmado de mí al darme cuenta del tremendo descuido
que con mi inocentada podría yo ocasionar;
máxime si víctima de mis temores había apartado la vista del aparato a
través del cual podía monitorear y darme cuenta del tiempo que me requeriría a
mi abandonar aquel sitio sin correr riesgo de ser descubierto.
—“Se me hace que mejor ya te vas.
Apagas el mugroso aparato ése…
Coges lo que haya grabado y te largas a ver si alcanzas a llegar al
concierto o la cena antes de que también te pregunten después por qué si de
todas maneras vas tarde, Verónica no pudo llegar; con quién; o haciendo qué se
quedó”…— Aún recomponiéndome del súbito
apremio que me invadía, cavilaba al dirigirme hacia el sitio en donde se había
quedado la cámara.
“¡Vaca nalgona, chichona, putona y adultera!”… “A ver ahí Tú como explicas a todos,
incluidos tus hijos; que no llegaste porqué estabas en el hotel, no sólo con el
infeliz que me recomendaste para que lleve las cuentas de mi dinero, sino
también con el pinche jefe del taller de la agencia en donde compraste tu
coche. Dándoles las nalgas para pagarles lo que yo no pude o ya no quise pagar”.— Víctima de mis emociones por demás
encontradas, ofendiendo infamemente a la mujer con la que ellos se divertían y
sobajaban de tan obscena manera, recalé mi conciencia resumiendo la escena y
las palabras que les había escuchado decirle. S?
Sin más ni más, me disponía yo a tomar la memoria o el aparato completo
si aquello llegara a ser necesario; cuando quedé helado de nuevo ante el
monitor.
…Habiéndose desecho ya de las pantaletas que hasta hacía unos minutos o
unos cuantos instantes habían estado cubriendo el ampuloso trasero y ensopado
monte de Venus de mi mujer, justo detrás de ella se hallaba ya completamente
dispuesto a penetrarla con su arma viril el nefasto ejecutivo de cuenta ante el
cual vendía ahora ella la dignidad de su ser a cambio de unos miserables favores. Y en tanto que el otro moreno, sin francas
señales de fuerza, sino ahora más bien de darle algo de ayuda y soporte ante lo
que los tres sabían que acto seguido vendría, apenas la sostenía en el sitio
tomándola suavemente por los cabellos, dejándola que se apoyara ella con los
antebrazos y manos sobre sus gruesos muslos de pieles oscuras mientras Romeo
con su lanza la provocaba situándola en la tentadora hondonada que separaba los
tentadores hemisferios de sus dos glúteos, para enseguida, y como si fuese esta
una brocha en vez de su miembro, ni dejar de tomar en el puño firmemente la base de su vigorosa
erección, mover la punta de abajo hacia arriba a lo largo de aquella hendedura,
tan sólo deteniéndose brevemente a medio camino para apuntar con la cabeza de
esta en contra del par de objetivos expuestos y vulnerables. Donde probó aguijonearla para que ella se
estremeciera al sentirlo ya de manera tan próxima a comenzar la invasión.
…¿Te gusta Verito?. — Instalado en el morbo que le ocasionaba
aquella conquista ya antes fácilmente ganada por él, le preguntó al tiempo en
que centrando ahora su tentativa de ataque hacia la tentadora e invitante
abertura de mi mujer que se hallaba ya totalmente dispuesta con los femíneos
bezos preñados de cálidos jugos que rebosando fuera de ella, lucían ya
untándose por doquier, incluso en algunos de los flequillos que remojados como
la región interior de sus muslos parecían recién barnizados con la lustrosa
sustancia que los embadurnaba y les hacía aparecer, por algunas partes adheridos
hacia los túmidos labios externos de su feminidad, y algunos otros, rizados y
melifluos, también más hacía abajo, colgándole de su húmedo pubis de señora
casada., y con los que de nuevo jugó a pasearlos sobre la bulbosa cabeza de su
pene inflamado y erecto.
…Anda. Dime si quieres que te la clave mientras tú preparas a
Pachequito y se la pones bien dura con tu boquita. ‑ Insistió en cuestionarle a Verónica mientras
la hacía sucumbir a la tentación de tener al menos ya dentro de ella la cabeza
de aquella impaciente erección. Pero por
su parte, él; divertido de las reacciones que provocaba con la proximidad de su pene justo a
la entrada de la feminidad de mi esposa, en vez de traspasar de una vez y por
todas aquella frontera final, continuó apenas hurgando con la punta del viril
instrumento entre los húmedos belfos que flanqueándole en rededor parecían
querer abrirse más y más todavía para recibirlo completo como queriendo mostrar
el camino, cuando apartándose de aquel punto, en vez de penetrarla con esta, lo hizo surgir de
nuevo impregnada con los flujos de ambos, esta vez, para enseguida, dirigirlo
hacia otro lugar de su anatomía más cercana donde pudiera embarrarle el zumoso
caldillo que sus propios ardores habían producido.
* * *