Un
poco de ayuda humanitaria ©
G.O. Tigers , Ludo Mentis ®
Parte
1 Capítulo 3 - 3 Continuación
‑¡Oh no!, por
favor ¡no!... Es enorme no cabe… Me vas
a matar René… Por favor no., piensa en mi hijo.‑ Le suplicó asustada la indefensa mujer cuando
sintió la enorme cabeza del falo tratando de abrirse paso hacia la empapada cueva
de su feminidad.
‑No, tú no te
apures putona… ya verás que te gusta‑ Respondió él sin dejar de ejercer presión
hacia aquel punto de la bella anatomía de la oriental ama de casa, ejecutiva, madre
de un hijo y esposa, que resoplaba debajo de él cuando sintió que como un bulbo
su cuerpo comenzaba a abrirse para recibirlo.
…E-e-esso. Así mami,
tú tomaras lo que tengo aquí para ti y le vas a dar gracias a todos tus
dioses por cada centímetro que te clave allá dentro para que goces como la puta
que eres Janita… Si tu marido estuviera
despierto y te viera, de seguro le maravillaría ver como vas a ponerte y
descubrir lo que un hombre de verdad puede hacerle a una mujer como la
suya… ‑ Bramó el de color chocolate,
sabiendo que aunque la mujer de su víctima supusiera otra cosa él se encontraba
escuchando y pendiente de lo que sucedería a continuación con su joven esposa.
Te aseguro que
si estuviera despierto de seguro estaría masturbándose viendo lo linda que te
ves a punto de tomar verga por primera vez en tu vida.‑ Continuó también el asalto hacia la
consciencia de Hana antes de sugerirle que lo tomara del falo y lo ayudara a
entrar dentro del tibio cuerpo de ella.
Anda putita,
se una buena mamita y acomódatelo bien para que te lo meta… Quiero que tu mano toque y sienta el palo que
esta por cogerte. Si no lo haces te juro
que te la meto de un solo golpe hasta que se te salga por las orejas… ‑
Amenazó con hacerle daño. Por lo
que ella temerosa de que verdaderamente pudiera llegar a dañarla con aquel
gigante de carne fue a buscar con su mano la barra candente que ya tenía
pugnando por apartarle labios de la vulva para empezar a colarse en su cavidad
femenina, y como toda mujer de piel blanca experta en el arte de atender las necesidades de un hombre tan
bien dotado como René hubiera hecho, simplemente alineó la cabeza de aquel falo
para que pasando los delicados vellos del exterior de su pequeña caverna, para
que como una de esas llaves antiguas de hechas de madera de roble o grueso baobab africano, intentara alinearse
contra la ranura de la ajustada cerradura que abriría el cofre de los íntimos
secretos que hasta ese momento ella había reservado tan sólo para su marido
allí dentro.
Sin duda que
aquella era una imagen sobrecogedora e increíblemente inquietante de verse con
el hermoso y delicado montículo de Hana y aquella lanza flameante de ébano
disponiéndose a ultrajarla de una vez y por todas.
Ehh
eh-e-e-essso… Janita… Agárralo bien en esa manita y acomódatelo
mamita. Se ve tan lindo mi palo junto a
ese anillito de bodas… Si Ernesto
pudiera verte bien ahora agarrándome mi camote de negro con la misma mano en
que te puso ese anillo, se volvería loco de morbo y vergüenza viéndote como te
lo acomodas para que te coja ., ¿no crees?...‑
Escupió el burlándose del indefenso marido sin realmente tener plena
consciencia de que desde su asiento y con el corazón en un hilo el marido de
ella observaba como su esposa se aprestaba a facilitarle las cosas al jovencito
para que violentara su cuerpo.
…Ahahghh
ooghhoohhh.‑ En cuanto la menuda mujer
comenzó a sentir la lanza del prieto René resbalar hacia dentro de su remojada
hendidura gimió con culposo placer, y alentado por la tentadora sensación de
tener su pene aprisionado por esas paredes de terciopelo mojado que se abrían
para intentar recibirlo ocasionó que el muchacho comenzara a empujar con mayor
firmeza contra la estrecha y acogedora humedad que le envolvía la punta del
falo.
Desde el
asiento del convidado de piedra.,
abrumado Ernesto percibió el momento en que el miembro del muchacho
irrumpió en la feminidad de esposa cuando ella soltó aquel resoplido que escapo
de boca de Hana seguido de lloriqueos semejantes a los lamentos de gata en celo
que surgieron de su garganta conforme la barra invasora de René empezó a
resbalar para hacerse camino. Así pese
a la natural resistencia del cuerpo de ella por dejar avanzar a tan tremenda
columna de carne invasora dentro de su ser, en franco contraste y gracias a la
extrema saturación de jugos que había producido su vagina para recibirlo, pudo
él terminar de encajar la cabeza del enhiesto tolete para una vez ya con el
agarre que producía sobre éste el
empapado terciopelo de aquella feminidad, y una vez que se acostumbró a la
sensación que producía el cuerpo de ella sobre el grosor de aquella arma, con
suaves empujones comenzó a hundírsela avanzando de centímetro en centímetro
cada vez. Aunque para la bella esposa
de Ernesto aun faltaba mucho camino por recorrer y ni con el extremo cuidado
que de repente el muchacho parecía querer tener para ir despacio con ella, la repentina invasión de aquella virilidad no
le sería algo fácil de concretar en su pequeña anatomía femenina.
…Oh no. ¡Muy
grande!. Por favor para.
Lo tienes muy grande. ¡No cabe!‑ Entre gemidos y resoplidos le pedía
ella abriendo ojos y boca en franca señal
de incomodidad.
Pero el
muchacho ya había llegado demasiado lejos en ese momento para detenerse con esa
mujer por detalles tan nimios, por lo que ignorando la suplica de una sola
embestida sumió dentro de ella los siguientes poco mas de 8 o 9 centímetros de
regia carne de macho mientras desde su asiento el mudo marido al verla
arqueando la espalda la momento en que los ojos de ella parecían volver a
cerrarse hasta que las largas pestañas de Hana le negaron la vista de sus
dilatadas pupilas, solo acertó a imaginar el aspecto que tendrían los
distendidos labios vaginales de Hana esforzándose al máximo para recibirlo
dentro de sí sin que se desgarrase su cuerpo ante la masiva invasión.
¡Ahhghh!...
¡No!... ¡No!... Despacio René la tienes enorme… ¡Ehhgg! Me rompes…‑ Entre
ahogados suspiros y quejas continuaba pidiéndole la atormentada esposa con
algunas lagrimas rodándole por las mejillas.
Oh
Dios... Eres enorme René…
¡No Dios, no!... ‑ Se quejaba
cerca de su marido al sentir como su temblorosa persona intentaba acomodar
dentro aquella lanza que parecía querer empalarla bárbaramente para irla
partiendo en dos partes.
‑Hasta ahí van
sólo doce o catorce centímetros de mi jamón…
‑ Complacido ante los resultados
que producía en el cuerpo de ella le comentó divertido el muchacho al ver como
se convulsionaba la atormentada figura de Hana.
… Y aquí van
otros cinco centímetros para que te entretengas con mas de lo que tu marido ha
de tener para ti. ‑ Se mofó de ella al arrimarle otro par de
pulgadas dentro del palpitante capullo que se cimbró en inquietante espasmo que
se recorrió hasta los firmes pechos de ella que volvieron a hincharse y caer al
mismo tiempo que los rasgados parpados de Hana se apretaban con mayor fuerza al
sentirlo cada vez mas dentro, mientras que sin darse cuenta del morboso e
indeseable espectáculo que con su vilipendiada
persona le estaba dando a su esposo, lo dejo ver el momento en que sin
preocuparse ya de cuidar las buenas maneras comenzó a separar ya por completo
las piernas para poder continuar recibiendo aquella insultante ración de carne
del hombreo que tenía montado encima de ella.
Al sentirla
tiritar debajo de él René continuó encumbrando sus instintos de macho cabrío y
sin compasión por la atormentada fémina o el esposo de ésta gruño al avanzar
otro poco y mirando hacia abajo mientras lo hacía al pasar de los ojos y
lagrimas que rodaban por las mejillas de Hana, al bajar la mirada hacia el
vientre de ella notó algo inusual o que al menos nunca antes había notado con
ninguna de las mujeres a las que había poseído., cuando al penetrarla pudo
distinguir el abultamiento que formaba la cabeza de su serpiente al moverse
dentro de ella en dirección al convulsionado ombligo de la mujer.
Divertido ante
su inusitado hallazgo, René quiso asegurarse de que aquello era cierto y tras
dejar reposar unos instantes a Hana para que ajustase su cuerpo al inmenso
tamaño que tenía alojado dentro y tomándola por las caderas levantar él mismo
su cuerpo para preparar una penetración más intensiva, ocasionando que al
alzarse el muchacho encima de la figura de ella, el atormentado Ernesto tuviera
una clara visión de los labios de la
vagina de su lindísima esposa estirándose alrededor del cilíndrico miembro
oscuro del juvenil garañón que había llegado para domarla., y dejando a la
vista del atribulado e inerme marido aparte de los pesados testículos del
negro, lo que sin duda sería otro tanto de la mitad que ya le había entrado a
sus esposa.
Y para colmo
de males y afectar aun más la malograda autoestima del marido de aquella mujer,
con el corazón encogido Ernesto se dio
cuenta como con el haitiano levantando su fornida figura encima de ella,
después de unos cuantos segundos de tenerlo acomodado de esa forma,
aparentemente de manera inconsciente Hana se dejó llevar por sus impulsos
sexuales y sin mediar otra palabra una vez que se había acostumbrado al extremo
tamaño de la barra que tenía acomodada comenzó a arrimar las caderas hacia el
largo aguijón que él le ofrecía para que se encajara, y alzando su feminidad
hacia él irse clavando de a poco en aquel espolón que como el muchacho ahora
veía si iba marcando visiblemente el trayecto que seguía dentro del cuerpo que
lo acogía para recibirlo y bañarlo con la amorosa tibieza de aquellos jugos que
ella producía para él.
Oh Dios, eres
hermoso Papito… Mira como me
tienes… ‑ Musitó en tono amoroso la
mujer perdida entre las mieles de la infidelidad al sentir que su cuerpo se
abría para él y conseguir que aquella columna de carne suavemente avanzara
dentro de su empapado canal amoroso., hasta que al voltear a mirar hacia abajo
y percatarse de que aun quedaban fuera de ella lo que debían ser al menos otros
ocho centímetros o más de carne de macho, comenzó a angustiarse debajo de él.
Uurghh… Que rico mamita… que hoyito tan apretado… si no conociera a tu hijo ni tu marido
chinita, pensaría que eres virgen y nunca te han cogido…‑ Exclamó el muchacho sintiendo vibrar aquel
cuerpo alrededor de su aparato sexual antes de comenzar a dejar caer sobre ella
el peso de su humanidad y ver como se abría paso dentro de ella la serpiente
que tenía encajada dentro del vientre.
‑Ehhh
ahhhh ahahayyy… No, no…
Ohhhhh ahgggg…‑ El
desfallecido aullido vino cuando el
joven Adonis de ébano empezó a descender en un movimiento hacia el
frente empujando con sus caderas otro par de centímetros de palpitante y
dilatada virilidad contra las estiradas paredes de la vagina que con reticencia
se le ofrecía entre los abiertos muslos de Hana.
Ohh Dios Santo…
¡Dios mío!... – Hana lloró intentando hacer uso de toda la capacidad de
su cuerpo para acomodarlo y abriendo las piernas hasta mas no poder dentro del
limitado espacio de la camioneta para permitir que el robusto pene del muchacho entrara otro poco al tiempo
que René parecía no poder ir mas lejos dentro de ella y haber llegado a su
tope. Aquella funda natural que ella
proveía para su virilidad daba la impresión de haberse atascado como sellada
por un profundo vacío. Las húmedas
paredes de la vagina de la delirante mujer parecían selladas alrededor del
cilíndrico miembro y la única salida que se avizoraba para René era la de
contenerse ante el suave cobijo de seda y luchando para retroceder con su
miembro dentro de ella intentar atacar luego con mayor fuerza en contra de
aquel punto que le impedía acabar de ensartarla con los últimos centímetros de
su virilidad que aun no había conseguido sumir en su cuerpo casado.
Ahhhh, ahhhh‑ Pareció desfallecer al sentir que se
retiraba.
Aaaooooodiiiooos!... ¡No!.
¡Oooodiiioosss!. ‑ Hana parecía perder el sentido al invocar el
nombre del creador cuando el muchacho después de una pausa se decidió atacarla
de nuevo.
Ohhhsiiii,
´¡Sí!, así tómala toda. Tu conchita se
siente toda apretada como si me lo agarraras allá dentro chiquita… ¿Así se lo haces a tu marido?... Tómala toda zorrona, tú sabes que la
quieres mojándote toda Janita…‑ Bramó el
muchacho apretando los dientes al sentir como golpeaba su miembro contra el
tope que había en el interior del cuerpo de Hana.
Ohhh No… ¡Por Dios no René! Dios Santo, mi vida… ‑ De repente la aturdida mujer sintió que
aparte de aquella lanza candente de macho la invadía un ataque de pánico al
escuchar aquellas palabras en el
mismísimo instante que algo en su interior que comenzó a abrirse en su cuerpo para recibirlo como nunca
lo había hecho con ningún otro hombre.
Lo que ella experimentaba en esos momentos estaba llevándola hacia
nuevos confines de su sensualidad reprimida por tantos años de matrimonio y
abnegada pasión a su hijo y esposo.
Puntos neurálgicos de placer casi infinito que ni siquiera sabía que su
cuerpo albergara parecían estar colapsándose y enviando descargas eléctricas a
todo su ser ante la estimulación de la que estaba siendo sujeta desde el
comienzo al verse forzada a ensancharse su vulva como nunca antes lo había
hecho con un hombre u otro objeto que hubiera tenido allí. Y sin que el gandul hiciera mayor esfuerzo
que alojar dentro de aquel ajustado hueco su recia masculinidad, ocasionar que
ella empezara convulsionarse en rededor de su falo.
…Ufggh. Urggh.
¡Cosssita!... Te siento alrededor de mi palo… Tu hoyo mojado y caliente… ¿Esta así mojadito por el palo caliente de
René?.... – Gruñó con su enorme falo encajado en la corrompida feminidad.
Gatita…‑ Gimió el negro al sentir como se convulsionaba
todo el cuerpo de ella en torno a su enorme barra de chocolate aun antes de que
entre dientes él comenzara a gruñirle de nuevo:
‑ Mi
Janita… Pobre mamita… Con este cuerpo de puta que tienes y un
marido que por lo que se nota tiene un pene que no te llena… Debe de ser terrible ser virgen aun estando
casada…
‑No René no…
Otto no… Solo que las pastillas… ‑ Sintiéndose quizás ella algo apenada de si
misma y por ambos, pese a la circunstancia en que todo se hallaba ya en ese
momento, quería ella defender la posición de su marido respecto a aquel punto.
…Se sabe que
tiene una cosita porqué con todo y un niño te siento apretada como virgen… Pero
eso es rico., y no te preocupes que yo aquí tengo lo que necesitas para que te
cambie esa carita…‑ Se burló el joven
al tiempo en que sin apartar la mirada de las reacciones que ella tendría fue
haciéndose para atrás hasta extraer casi por completo de la receptiva oquedad
todo aquel leño de carne marrón para detenerse cuando sólo la enorme cabeza
quedó por salir del cobijo de terciopelo que ella le daba. Y deteniéndose fuera
por unos cuantos instantes mientras la veía como pese a que pretendiera la
aturdida mujer decir otra cosa, su cuerpo parecía ya estar extrañando el regio
pedazo de carne que le había ofrecido a probar.
No hagas esa
carita mi Mami… ¡Ahí te va todo de nuevo!...
– Gruño al final en contra de Hana cuando de un solo empellón ya con el
pene lubricado con los jugos que ella lo había cubierto, volvió a hundirle
dentro la mitad de la estocada para que ella gozara y él disfrutar del gutural
grito que ella pegó al sentirle de nuevo invadir su ajustada y estrecha
abertura.
Ohhhrggg
Dios… Otto… Que rico el hoyo de tu chinita… Ve como la tengo clavada con mas palo del que
tu nunca podrás darle.‑ Bramó en contra del indefenso marido mientras sentía
como el cuerpo de ella se abría para recibirlo de nuevo antes de que él
queriendo rebajar aun más a la pareja añadiera:
‑Mira que yo
he estado con zorras aparte de esta.
Pero este es un hoyo de primera…
De primer mundo., y con ella tan chiquita que se siente rico como te lo
moja todo palo…
La humillación
de Ernesto era total e indescriptible al ver tiritar el cuerpo vencido de su
adorada esposa entregándoselo por
completo a aquel chico que ahora la poseía de manera más profunda de la que él
nunca podría. Y no contento con ello, tomándola por la cadera para conseguir
mas agarre para la penetración deslizar dentro de ella todo el resto de falo
que había vuelto a quedar fuera de Hana.
Una, otra y luego
una más de aquellas gruesas pulgadas de falo volvieron a invadir la santidad
del cuerpo de Hana mientras ella con los ojos cerrados., la cabeza agitándose
de un lado hacia otro sobre el asiento y gemía al sentirlo avanzar en esta
nueva incursión.
‑Ohh
René… Mu- u-uy dentro… ¡No!…‑ Soltó un chillido abriendo los ojos para mirar a los de su
atacante al momento que sintió la cabeza de aquella barra pugnando por empujarse contra la cérvix
.
‑Si te lo
empujo mas dentro te planto un bebe allí dentro mi virgencita…‑ Exclamó el tipo feliz de su hallazgo y la
incomodidad que causaba su enorme pene queriendo taladrar aquella barrera final
del cuerpecito que abrazaba y recibía al suyo para darle la bienvenida hacia
aquel territorio inexplorado.
¡¿Te está gustando?!...
¿Verdad mi Gatita?.... ¿Te gusta el palo de este negro en tu cuerpo de puta
nipona verdad zorra?...‑ Escupió las humillantes palabras.
¡Estás hecha
para coger!... Mira como te pones con
mi verga clavada allí Gatita… ¿Te
quieres venir en mi palo?...‑ Le dijo
él antes de sentirla estremecerse de
nuevo alrededor de su miembro y comenzar
a fornicarla con mayor intensidad tomándola de las nalgas para levantarla y
conseguir un mayor control del cuerpo de ella.
Los gemidos y
suspiros de Hana continuaron aumentando en frecuencia e intensidad con el
bombeo de aquel pistón invadiendo todo espacio posible y el sentimiento de
total posesión que las manos de el moreno le producían al afirmarse sobre la
tierna carne del delicioso trasero de la mujer parta controlar mejor cada uno
de los embates que ahora propinaba contra su objetivo.
Dime
Gatita… Dime que te quieres venir en mi
palo de negro…‑ Demandó él al sentir las
empapadas paredes de la vulva acariciando su pene al cerrarse sobre el venoso
embolo de placer.
¡Ohhhh Rennééééé!…‑
Al escuchar el sofocado lamento Ernesto entendió que estaba ocurriendo…
Su esposa estaba por explotar siendo violado su cuerpo por aquel zángano. El alborotado cabello de Hana lo hizo
desviar la mirada hacia la cabeza de ella para encontrar el bello rostro de su
mujer alzándose del asiento intentando mirar el punto de penetración mientras que con dientes apretados, queriendo
mantener la boca cerrada para impedir que otro agónico grito de placer se
escapara hacia la noche y los oídos de su marido, ella después de mirar su
propio cuerpo unido al de él por aquella candente barra de chocolate empezó a
mecer la testa de un lado hacia otro como si incrédula de lo que le ocurría
quisiera negarlo.
Vamos Gatita.,
dile a Otto que quieres venirte para René…
Dile a tu negro que quieres que te coja
mas rico con mi cosota y díselo al cornudo de tu marido…‑ Gruño apretujando las nalgas sustanciosas nalgas
de Hana antes de preguntarle:
¿Cómo dicen
cornudo ustedes?...‑
Ne-e-e-tohhh
ohhhh‑ Entre resoplidos intentaba
contestarle la enfebrecida mujer
sintiendo aquel trozo de carne pulsar dentro de su feminidad.
¿Neto?... ¿Cómo Ernesto?... Divertido de la coincidencia el muchacho tenso el cuerpo para que su
herramienta masculina pulsara dentro de ella.
‑No… Tora-ahhh.. Ha-are. ¡Netorare!.
¡Netorare!…‑ Alcanzó a aclarar
ella antes de callar repentinamente al sentir como si el miembro de él se
inflara aun mas dentro de su cuerpo y
con la irregular fisonomía de los venosos conductos que cubrían aquel tremendo
falo ocasionara inconmensurables descargas de placer al tocar los puntos
sensibles de la palpitante vagina que ella le ofrecía también para que se
deleitase y la usara.
‑¡¿ Te está
gustando, verdad mi Gatita?!... Siento
tu hoyito todo mojado apretándome como si quisiera zafármelo el palo para
quedártelo allí dentro por siempre… No
mas no te atrevas a venirte sin avisarme putona. Quiero oírte cuando te vengas y ver la carita
que pones cuando te chorrees con mi palo allí dentro…
Entre
resoplidos demandó el invasor de su otrora virtuosa y reservada feminidad antes
de bramar en su contra: ‑ ¡Anda mi puta
cógeme rico con ese hoyo!… ¡Sácame la
leche y vente sobre mi palo!...
‑¡Oh
no!... N-o!… ¡N-o-o-o-ohhhhh!... – La poca fuerza de
voluntad que aún podía residir en la persona de Hana se resquebrajaba de tranco
en tranco como un torbellino que arrasaba cada neurona de razonamiento al ser
superada por la trepidante sensación que inundaba la mente al sentir su cuerpo
siendo tomado de aquella manera tan contundente.
Así, mientras
sendas lagrimas que después de inundarle los bellos ojos ligeramente rasgados
para terminar escurriéndose de estos por los pliegues conjuntivos de sus
parpados y escapar rodando hacia los lados del rostro de la aturdida belleza de
aquella hembra, trastornada como nunca antes lo había estado, Hana intentaba
pelear para no terminar entregándosele por completo al muchacho pero como
ocurre con los tornados que acaban por arrancar todo a su paso su cuerpo
también comenzaba a apartarse del suelo
y toda conciencia.
‑Ahh
¡A-as… sssí!... Así… sí mi gatita… ¡Rrrri-i-ico!… ¡Vente!., vente
sobre la boa… Siéntela y dime
como se siente realmente coger con la boa de un macho., ¿Sí?... ¡Anda gózala toda y dime quien es tu papí y
de quien es ese hoyo!... Quiero oírte
decir el nombre de tu macho mientras te vienes en mi garrote putona!...‑ Le
gruñía René al sentirla estremeciéndose alrededor de su pene., pero a Hana le
resultaba difícil articular palabra alguna con aquella reciedumbre del hombre
alojada tan dentro de su frágil persona y tan sólo alcanzaba a emitir algunos
sonidos guturales que se escapaban de su garganta al sentir los vellos de su
monte de Venus aplastándose contra los del otro al entrar en contacto los
huesos los pisos pélvicos de ambos y friccionarse .
Por increíble
o poco posible que le hubiera parecido a ella o a Ernesto al principio de
aquella faena ahora tenía acomodado a aquel animal completamente dentro de
ella.
Aun con lo
sincopado que parecía todo allá atrás a los ojos de Ernesto y más aún para Hana
que era quien experimentaba el fragor de aquella violenta posesión, de alguna
forma en que su cerebro le pudiera estar protegiendo de pronto al acongojado
hombre le daba la impresión de que los hechos fuesen sucediéndose en cámara
lenta., primero haberla visto vestida con aquel provocativo vestido pensado
para causar desvelos en las camas de sus conocidos y sus esposas., luego el
incidente en que prácticamente la había visto a punto de ser violentada por el
patán ese que prácticamente la había
desvestido en el lujoso corredor del hotel., para después caer en aquel estado
semi catatónico en asiento delantero de su camioneta, tan sólo para descubrir
instantes mas tare de despertarse que su esposa se encontraba a punto de ser
usada por aquel discípulo de Changó., y sin poder él hacer nada por impedirlo o
moverse siquiera ni decir media palabra ahora la tenía totalmente a merced de
su antojo y el de su descomunal pene que la hacía tiritar de placer .
Nada más que
un desposeído., cuasi hasta confeso expatriado delincuente juvenil que clamando
por un poco de ayuda humanitaria, ahora aparte de envilecer a su esposa se
encontraba a punto de corromper para siempre la preciada santidad del canal
amoroso que ella le ofrecía para conquistarlo cuando para la propia sorpresa de
Ernesto el muchacho descendiendo el ritmo de adagio de sus embestidas hasta
llegar a un suave scherzo sexual volvió a cerrar sus negros belfos sobre los de
Hana para besarla apasionadamente al tiempo en que al dejándola descansar de su
ataque le permitió que el extenuado cuerpo de la fémina acomodara dentro de su
receptiva vagina todo el soberbio tamaño
de aquella barra de carne y lo bañara con los cálidos jugos que seguía
produciendo alrededor de la misma.
…Ahhh.
Ahhh. E-e-es que es mu-u-u mu- uy grande
René.‑ Aun dentro de aquel paso lento
para Ernesto escucharla tartamudear balbuceando tales palabras que eran las
únicas que de la boca de Hana escapban cuando el moreno le daba un espacio
entre besos le resultaba algo similar a una pesdilla morbosa de la que no
conseguía despertarse. Aquello era
irreal.
‑Así es
Gatita… Yo grandote y tú chiquita con
ese hoyito tan rico… Como la coneja y el
burro… ¡Pero no te apures., no se te
salen los ojitos!…‑ Soltó a medias el
morboso chascarrillo que seguramente el muchacho habría aprendido luego de su
llegada al país.
‑ ¡Estás
rica!... Con este cuerpecito tan chico y
mal cogido Gatita… Tu Netito se ve que
no sabe cogerte putita… Ve nada mas que
apretadita estás. ‑ Espetó entre
dientes el negro al sentir como el canal amoroso de ella continuaba pulsando y
estrechándose alrededor de su miembro.
…Oh Dios
mío, es que es muy grande esta
cosota. Así., con cuidado René. Que si no, siento que vas a partirme en dos
con tu cosa.‑ Le pido una vez más Hana
que fuera gentil con su pequeña persona y el nido amoroso que ella tenía para
alojar a aquel macho al tiempo que sintió que éste replegaba la enorme columna.
Al echare
hacia atrás, y sin poder evitarlo, ante los consternados ojos de Ernesto fue
surgiendo de a poco la atronadora visión del descomunal falo totalmente
resplandeciente y bañado por los jugos de su adorada esposa que gemía al
sentirlo resbalar por las paredes de su vagina en su camino hacia la escasa luz
de la noche.
Aquello era
inaudito pensaba en su encierro mental la trastornada cabeza de Ernesto mientras
sin poder evitarlo de otra manera o atreverse a cerrar los ojos desde su
asiento observaba como del cuerpo de Hana seguía saliendo centímetro tras
centímetro de aquel portentoso gusano impregnado por los aromas de su mujer
hasta que apareció la bulbosa cabeza del monstruo. Y fue en ese instante que sin importarle a la
confundida conciencia del pobre Neto, que se dio cuenta en que algo más aparte
de la vista, y la respiración reaccionaba en su cuerpo.
Sin importar
lo que la lógica pudiera hacer parecer o decirse su querida Hana se encontraba
totalmente empapada y lubricada para recibir el juvenil falo del muchacho. Y así al instante siguiente en que luego de
haber abandonado la húmeda tibieza de aquel refugio, el jovencito volvió a
probar encajarlo allí dentro la salvo por el estertóreo maullido que escapo de
los labios de ella acompañado del resoplido del ahogado bramido de aquel
delincuente la operación resultó bastante más fácil que antes y el grueso
tolete pareció resbalar con suavidad hacia su anhelado objetivo hasta que sin
detener la nueva avanzada lo llegó hasta el tope de la candente feminidad que
lo sintió detenerse justo a la entrada de su cérvix, donde probó descanso sin
moverse ya más por algunos instantes mientras el dueño del prodigioso instrumento
gruñía del placer que le ocasionaba encontrarse tan dentro de ella.
‑¡Ahhhaaayyy!... ¡No!..
¡Dios no!... No más, no… ¡Por
favor no!... No tanto, por favor…‑ Entre más lagrimas y nuevos sollozos volvió
ella a suplicar al sentir aquella cosa tan dentro como nunca antes había
sospechado jamás sentir a ningún hombre.
…Ahgr – De
repente sorprendió al mismo Ernesto descubrir que de sus propios labios había
surgido un ahogado sonido que acompañando los lamentos de su mujer, al ser
sobrepasados por los de la inusual pareja que ayuntaba allá atrás, resultaron
apenas audibles por él, tan solo
complicaron aún más su existencia.
Ahora sabía
que aunque no le era posible moverse, al menos podía gritar o denotar de alguna
manera su estado de conciencia y hacer algo por impedir por rescatar a su
esposa de las garras de aquel monstruo que contra su voluntad violentaba su
pequeña figura y todo aquello que era sagrado y adorado por él., pero en vez de
eso, decidió permanecer en calidad casi de bulto acomodado sobre el asiento
mientras el aprovechado ese violaba a su esposa. –“¡Vamos!., ¡¿Qué te pasa a ti
idiota?!”... “¡¿Qué ya perdiste toda
dignidad y no vas a hacer nada por defenderla?!”... ¡¿Qué ahora te vienes a dar cuenta de que
eres un pervertido de esos?!”…
Como si una
voz ajena se adentrara en su cerebro para reclamarle su pobre conducta, Ernesto
permaneció sumido dentro de aquel agravado estado de vergonzante ciclotimia sin
querer revelarle a su esposa que la estaba observando mientras era violada por
la inmisericorde fiera.
‑ “¡¿Pero y tú
porque lo dejas Hana!?”… ¡¿Qué no te
importa lo que te está haciendo y lo único que vas a hacer es decirle que te
duele como te lo hace!?”… ‑ La duda fue aún más grande y abrumadora para
la pobre conciencia de Ernesto.
Pero la que
vino enseguida cuando mientras el garañón clavándola sobre el sillón como si
fuese ella una mariposa a punto de ser traspasada en vez de con un delicado
alfiler con un burdo clavo de carpintero, vio al muchacho que dejó caer sobre
ella todo el peso de su onerosa humanidad, en reacción la observó levantar
tímidamente los brazos para aferrarse con sus delicadas manos al enorme cuerpo
de él al tiempo en que éste la penetraba con su majestuosa garrocha
azabache, le fue aun peor… ‑ “¡¿Te está
gustando lo que te hace verdad Hana?!”... ‑
‑¡A-ay!... ¡No!...
¡Sácala!... Así no por
favor. ¡Es muy grande!… ¡Por favor Neto!.‑ Coincidentemente se escuchó el ansioso
lamento de Hana que hundida sobre el asiento de pronto volvió a quejarse debajo
del moreno y pareció contestar la respuesta de su marido cuando sintiendo el
descomunal órgano del muchacho agitarse dentro de ella volteó la vista hacia su
esposo en busca de ayuda aunque fuese esta tan sólo moral o simbólica.
¡Por
Naganga!... Que apretado y chiquito lo
tienes. Quéjate con tu marido pero no
llores mujer… Dile que no es mi culpa
que tu hoyito de señora casada parezca de niña… ‑ Gruñó fijando la vista en el
rostro de ella al tiempo en que lentamente se separaba unas cuantas pulgadas
del maltrecho cuerpo de Hana unos cuantos instantes para luego volver a la
carga con su tremendo garrote hasta el tope de la desprotegida feminidad y ladrar en contra del matrimonio:
…Pero no se
apuren., que con mi palo te lo voy a dejar bien estirado para cualquier otro
macho que te quiera venir a coger.‑
‑¡No!...
Ohh noooo. Por favor no.
Es muy grande… Muy larga… ¡No quiero!... ¡No!...
¡Soy una mujer casada!...
Quieh-eh-e-e-ro a mi esposo… Tu
cosa es muy grande… ¡No puedo!... Por
favor no tan dentro… ¡Me duele!... No
tan fuerte… Cuidado… Despacio…
De forma
aparentemente incoherente la pobre Hana parecía alternar entre melosos
balbuceos y ahogados lamentos que brotaban de sus labios al sentirse retacado y
lleno su cuerpo como nunca antes lo había estado.
Mientras que
las palabras y gimoteos inconexos que surgían de la boca de Hana tenían un
significado, para los del pobre Ernesto tenían una connotación enteramente
distinta, y aún otra más diferente para el muchacho, a quien alentado por los
lloriqueos que arrancaba de ella y llegaban hacia sus oídos, estos parecían
encomios que sin resultarle relevante a él nada más que obtener todo el placer
que aquel delirante cuerpo pudiera brindarle tan sólo servían para alentarlo a
fornicarla con mayor decisión sin importarle los sentimientos de la mujer.
…
¡Tómala!. ¡Tómala toda mi verga putona!. Tú sabes que si puedes… Si se ve que te encanta, te cabe y te
gusta… Un palo bien largo y negro es lo
que a ustedes todas las esposas putonas de estos idiotas andan pidiendo que les
demos a gritos... ¡Y tú sólo estas
recibiendo la ración que te toca!... ‑
Escupió las obscenas palabras antes de mover sus vigorosos brazos hacia
las piernas de ella para atenazar entre sus callosas manos oscuras los
delicados tobillos de Hana y alzarle los pies hacia arriba hasta que los
lustrosos tacones de charol negro de los zapatos de ella quedaron apuntando al
cielorraso del automóvil. Consiguiendo
con aquel sutil movimiento penetrar aun más profundamente dentro de su vagina.
Al acomodarse
ahora hincado con mayor control sobre la indefensa mujer, aparte de penetrar
todavía mas dentro e incómodamente en el tierno cuerpo de Hana, al
desconsiderado moreno le resultó aun más fácil observar los gestos que su
violenta penetración ocasionaba en el rostro de su desamparada víctima., la
cual no era otra más que la genuina expresión de ansia y sorpresa ante el
vicioso e inesperado abuso que estaba teniendo que soportar y siendo sometido
su cuerpo. Aparte de sus gemidos y
expresiones que contorsionaban su bello rostro habitualmente sereno, en
reacción al vigoroso asalto del que estaba siendo objeto la abundante masa de
sus pechos maduros se agitaban de arriba hacia abajo al compas de las
embestidas que comenzaron a sucederse de nuevo al mismo ritmo que los chirridos
de los resortes de la camioneta que empezó a mecerse alocadamente sobre sus
ruedas.
Afuera en el
oscuro callejón no se escuchaba nada más que el ruido de la suspensión del
vehículo, los vigorosos gruñidos del negro y algún delicado gemido sucedido por
los ahogados chillidos de la vocecita de Hana que a través de las ventanillas
escapaban hacia el frio de la noche desde su garganta.
Y tal como
había sucedido ya instantes atrás, aparte de los pechos y rostro de Hana,
involuntariamente el resto del cuerpo de la pobre mujer continuaba respondiendo
ante el inusitado ataque., si antes se había mostrado húmeda ante el invasor,
ahora parecía encontrarse totalmente empapada con aquel miembro alojado allí
dentro. Y pronto aquellos quejidos y
protestas iniciales parecían ir dando paso a suaves plañideros lamentos que surgían
de su adorable boquita entreabierta.
…Ohhh. Ohhh. Oouggh Ohhhhh ¡Neeehhtohh!... Perdón Neto…
No quiero… ‑ Alcanzaba a articular aquellas breves pero reveladoras palabras que
eran las únicas que alcanzaba a decir mientras su cuerpo acababa de acostumbrarse
a la sensación. Ernesto al escucharla
intentando decir su nombre pidiendo perdón lo notaba. Para el arrebatado muchacho sentir toda
aquella humedad que ella había producido para él sólo le daba a entender: “¿Lo ves Hana?”… “No eres mas que otra putita más que ya te
está empezando a gustar como se siente mi macana allá dentro de tu conchita de
zorra”… ‑ Y movido por las palabras que
alcanzó a comprender recordó la presencia del marido de ella en la camioneta.
‑Dile a tu
marido como te está gustando… Voltea a
verlo y dile lo que te estoy haciendo Gatita…‑
Le demandó mientras bombeaba
aquel embolo dentro de la ajustada funda.
…Oh
no. P-p-or fa-a-vor. ¡No
Dios!. Por favor. ¡Due-heh-e-ele!... De-eheh-es-pacio… ¡Oh Dios!...
Muy gra-haha-a-ande… Muy dentro….
Ohh no… Que ri-i-i-co…
¡Se si-i-i… eh- e-e-ente todo!... ‑
Gimió ella sin contestarle realmente al muchacho.
‑Si te
gusta. ¡ Díselo!.... Dile a tu marido lo que se siente tener
dentro el palo de un negro.‑ Insistió
él ocasionando que temiendo algún nuevo insulto parte del alebrestado René,
luego de percatarse de un ligero raspón que había producido con la suela de su
elegante zapato sobre el material de recubrimiento del techo de la camioneta,
por fin Hana se atreviera a voltear de nuevo la vista hacia Ernesto que sin
atreverse a abandonar su papel de farsante, con horror percibía el sutil cambio
de actitud en su esposa. No parecía ya
meramente una víctima de su indefensión y los abusos del tunante ese., si no
que daba muestras claras de haber comenzado a disfrutar del ultraje.
…Oh Neto.,
perdóname.‑ Sollozó primero., y luego
clavando ya bien la vista en su querido esposo, le dijo:
No sé que me
pasa… No puedo evitarlo. M-e-eh está gozando con su cosota. ‑ Se mostro aun más apenada de admitir, pero
después, alentada como por un ente malvado que se apoderada de ella al sentir
tan dentro de su persona aquella pasión animal no pudo contener más los buenos
modales y se confesó.
¡M-e- eh-e-está gozando como nunca lo había
sentido!… Está tan dentro que ohhhh…
ohhh ohh noooo… Que
ri-i-co… Papi, se siente tan grande… Ahhhh
ahhhg siii… Siento como si me fuera a
dejar clavada o partirme en dos con su cosa… ‑ Conmovida ante la inmensidad de
sus propias palabras se detuvo por unos instantes, pero luego siguió:
‑Si estuvieras
despierto lo verías gozándome como si fuera yo suya… ¡Una yariman y su kakutoku Netito!... ¡Me está cogiendo como si fuera su
pu-u-a-a-ahhh!… Y él mi… ¡ooohhh
Dios!... ¡Ne-heh- eeeto!... ¡Netito!...
¡Netitooohhh noo Dios Mio!...‑ De pronto con la palabra de su creador en
la boca pareció desfallecerse alrededor de aquel monstruoso miembro gigante de
negro al momento en que su delicado cuerpo de hembra oriental comenzaba a
convulsionarse y ser recorrido por un poderoso orgasmo.
Hana estalló.,
estalló por completo. Estalló por qué
sabía que estaba siendo violada. Porque
su marido se encontraba allí, despierto
o no, ‑ eso no importaba en esos momentos‑
Pero estalló por que se hallaba presente viéndola o sin atreverse a
abrir los ojos para mirarla siendo gozada de aquella manera animal y
salvaje. Por qué la estaban convirtiendo
en una hembra… La hembra de aquel
Svengali de color que había llegado para conquistarla y luego dominarla… ¡Para hacerla su puta!
Sí., en eso no
cabía la menor duda, aquella mujer con aquel miembro que había llegado hasta
donde ningún otro hombre había conseguido llegar nunca antes, era ahora la puta
nipona casada y bustona madura que sin importar su diferencia de edades,
posición económica, colores, peso o tamaños, había reclamado la atención del
muchacho. De aquel macho que ahora la
fornicaba en las propias narices del hombre al que había jurado ser fiel hasta
la muerte.
Llegando al
éxtasis pasaban por su cabeza todas aquellas ideas que estallaban con la
potencia del más fabuloso clímax sexual que la invadía junto con aquel arpón
ponzoñoso que la ultrajaba. Estaba
siendo violada., eso ya lo sabía., pero más importante que todo eso. Estaba siendo violada por el enorme pene de
un negro… Aquel mismo al que muchas de
sus compañeras de la oficina que hubieran querido tener en sus camas.
Mientras la
aturdida cabeza de Hana intentaba tomar algún sendero, la vergonzosa situación
por la que atravesaba en aquellos instantes la llevaba de un extremo hacia el
otro. En verdad le apenaba la forma en
que su cuerpo respondía a los violentos puyazos que el malandrín prodigaba a su
envilecida hendidura, pero era inútil mentirse siquiera a si misma y negar que
lo que acababa de sucederle y hacerla explotar había sido el orgasmo más
maravilloso que nunca hubiera sentido.
Quizás algo en
su memoria genética la predisponía, pero al intentar repasar en su mente en
aquellos momentos, aun dentro del profundo placer que recorría todo su ser, de
pronto vino a su cabeza aquel vergonzoso secreto que aunque la acompañaba desde
muy chica nunca había confesado a nadie más que a la almohada sobre la que en
alguna ocasión apagara sus ansias.
Mientras que
para ella ese oscuro deseo de sentirse usada y tomada a la fuerza que siempre
había estado presente en sus fantasías más íntimas, e incluso resultado
deliciosamente atemorizante y encantador mas allá de lo que se podía haber
imaginado creíble, para el atormentado Ernesto – O Netito como ahora ya la
había oído decirle‑, ver a su esposa gozando el descomunal pene resultaba
humillante al extremo. Y fue así , en
esos instantes que el sobrecogido marido experimentó el más profundo estado de
apocada derrota absoluta ante el avasallante muchacho que la copulaba y
arrancaba del subyugado cuerpo de Hana toda aquella actitud de abandono ante
los placeres que producía aquel miembro que la invadía., y ante el cual ella se
entregaba con abandono.
…¡Por Dios
Hana! ¡Dile que se detenga!. ¡¿Qué no vas a decirle nada?! ‑ Conmovido por el espanto que le producía
estar viendo a su esposa siendo violada por aquel bruto, estaba a punto de
gritarle para pedirle que le dijera que se detuviera y no continuara humillando
su cuerpo de tan obscena manera, pero pensamientos y temores aun mas
vergonzantes que los de las fantasías reprimidas de su mujer se habían
apoderado de la pervertida conciencia de Ernesto. Quien nunca ni en sus pesadillas mas
retorcidas había considerado que la situación de soñar o mucho menos ver la
adorada figura de su dulcísima y bien portada señora siendo tan salvajemente
violada y usada por un animal de raza morena pudiera llegar a provocarle tan
embarazoso placer. Ni mucho menos al
saber que aun siendo esto algo tan profano y contrario a los valores que ambos
decían predicar, el chico acababa de provocarle el más descomunal de los
orgasmos, y ella comportándose como lo hubiera hecho una cualquiera en vez de
continuar oponiéndosele había comenzado a entregarle incluso más que su cuerpo.
Aquello era
aberrante, inmoral e indecente y mucho más para una mujer casada, con un hijo y
que decía deberse por completo a la familia y los buenos valores. A no ser que ‑como pensaba Ernesto mientras
sufría su silenciosa agonía‑, en vez de las apariencias y lo que él había
supuesto a lo largo de los años de matrimonio, durante los que siempre supuso
estar casado con la que él consideraba una dulce e inocente señora., en
realidad hubiera escogido por esposa a la más fácil de todas las casquivanas… ‑“¡No sólo una puta!”… “¡Si no que contigo me casé con una puta que
le gustan los palos largos de negro como el del chango este!”… ‑
Lloraba la ignominia para sus adentros el
pobre marido, mientras para aumentar el oprobio de sentirse un nuevo astado
continuaba escuchando los cada vez más jadeantes gemidos de su mujer, que aparentemente ya sin importarle la presencia
de su marido o que este pudiera salir de su narcotizado estado, parecía ahora
encontrarse sumergida en un continuo momento de orgásmica exaltación.
En realidad
para Hana la presencia de Ernesto se encontraba relegada a segundo o tercer
plano u orden de importancia ya al menos en esos instantes en los que lo único
que parecía poder concentrarse todo su ser, era en el enorme placer que le
proporcionaba la maravillosa barra de chocolate que alimentaba sus más
profundos antojos carnales tanto como su, alguna vez, estrecho capullo ( Estrecha vagina?). Y por fin , sin ser azuzada por su joven
amante sin importar quien la escuchara encomió entre jadeos:
… ¡Oh
Dios!. Me matas. ¡Dámela!.
¡Dámela toda! ¡Lo quiero todo completo tu chocolate!...‑ Hasta los oídos de Ernesto llegaron las
incendiarias palabras de su, hasta antes de aquella noche, recatada y fiel
esposa.
Sabiendo que
la rendición era absoluta ya en ese momento
René se encontraba extasiado de la aplastante conquista que había
conseguido y el placer que de entre aquel par de deliciosos muslos surgía hacia
su enardecido miembro., y en el paroxismo de la tremenda faena soltó las
piernas de Hana para comenzar a bombear como un fuelle que quisiera avivar el
fuego de aquel reducido horno que ardía por la fricción que sobre sus paredes
producía todo su leño empapado.
Perdida en la
delectación de su orgasmo y las crecientes embestidas que le daba el muchacho
con el prodigioso ariete de carne que surgiendo como tronco de lustroso ébano
por encima de aquellos sacos rellenos de esperma que colgaban entre los
musculosos muslos del joven, Hana al sentir los cargados testículos de él
golpeteándola cada vez con mayor frenesí, dejó caer las piernas cuando se las
soltó y no contenta con ello al percatarse del ir y venir de aquellos
alebrestados gemelos y sentirlos estrellándose violentamente contra la tierna porción
interior de sus glúteos, las separó un poco más para facilitarle la entrada y
sumar la de sentirse obscena y prácticamente abierta de par en par para él al
cúmulo de sensaciones que su agitado cuerpo experimentaba.
En tanto Hana,
separando las piernas entregaba lo que quedaba de su persona a su atacante.,
determinada a ofrecer tanto placer como su aun lozano y fértil cuerpo de señora
casada pudiera ofrecerle al muchacho., sin voluntad ya de oponerse en forma
ninguna, y apoyando ambos tacones de sus costosos zapatos Forzieri, uno en el
piso y el otro apretujado entre el formidable macho y el respaldo del asiento,
comenzó a alzar la pelvis para encontrar a medio camino de la estocada el
venoso, amén de robusto, tolete que obnubilaba su trastocada mente y succionar
todo el delicioso goce que pudiera él proveerle.
… ¡Así
Puta!. ¡Tómalo todo!., ¡Toma mi palo y
dime si no te gusta la idea de estar siendo cogida con un palo de negro más
grande que el de tu marido!.‑ Bramó
entre dientes el joven René al darse cuenta del modo en que ahora ella le
respondía.
‑¡S-s-s-sssi!‑
Sin pensarlo casi siquiera Hana
respondió conmovida antes de ir más lejos ya movida por la lujuria que se
apoderaba de ella.
‑S-e siente
enorme… Mucho más grande… T-u pa-a… a-
alo de negro es más grande que el de mi esposo.
Nunca pensé que esto pudiera sentirse tan bien… Por favor dámelo… ¡Cógeme!...
Dámelo todo…
La deliciosa,
aunque ahora infiel esposa, haló por la
nuca al muchacho para pegarle la boca a su oído y susurrarle entre suspiros: ‑ Me gusta que me cojas así… ‑
Y luego de una
breve pausa que hizo al sentirlo penetrándola hasta el fondo una vez más
regalarle a su oscura oreja aquella palabra que tanto esperaba oír el
muchacho. ‑ Me gusta…
“Papi”…
Aunque Ernesto
no pudo escuchar aquel delicado susurro, a sus ojos no escapo la pavorosa
visión que inundo sus pupilas cuando notó como las caderas de su mujer
comenzaban a mecerse agitadamente de lado a lado y de arriba abajo alrededor
del tremendo monstruo de color que tenía sumido entre sus ávidas piernas.
Sabía pues,
Ernesto, que en su derrota no había ya dignidad más que pretender
proteger… Era él el perdedor de la
noche, sino que de muchas noches mas que probablemente vendrían después de la
forma en que veía a su delicada esposa entregándose de tal forma en un
santiamén a un hombre que sin el menor empacho ni contemplaciones había hecho
aflorar sus antojos de hembra. Pero si
la conducta de Hana era reprobable en todos sentidos, Ernesto se sintió sumido
aun mas en su propia vergüenza de tonto cobarde, que, cual Papo el Idiota,
aparte de haber permitido que todo esto pasara, como un animal lujurioso y
lascivo, sin importar la condición en que su imagen quedaría a partir de
aquellos momentos no sólo frente a el muchacho y su esposa, sino ante quien
pudiera llegar a enterarse, o por mera coincidencia alguno de sus amigos, comentara sobre las infidelidades de alguna
otra de las esposas de sus conocidos, y él tuviera que bajar la mirada y
soportar en silencio cargar a cuestas con la ignominiosa cruz de los cuernos
que el mismo había presenciado cuando le eran marcados sobre la frente.,
simplemente no conseguía poder apartar
de su ser la profunda excitación que invadía su persona al estar observando la
forma tan descarada en que todo ocurría sobre el asiento trasero de su
camioneta.
Oh… Sí…
Papi… Se siente tan grande y tan
dentro…‑ Ahora en voz alta Hana repetía
para que la escuchara quien quisiera o pudiera escucharla a esas horas de la
madrugada mientras el juvenil miembro viril del negro la poseía enhiesto e
hinchado, luciendo orgulloso todos los infames jugos de amor que durante la
copula había derramado la adultera Hana sobre su reluciente superficie al
tiempo en que lo devorara para apretujarlo con sus músculos vaginales. Ahora era ella ya la que golosa y llena de
gusto comenzaba a aumentar el ritmo del ayuntamiento carnal.
…Eres una
delicia mamita. Que rico lo
aprietas. ¡Parece como si quisieras
sacarme toda la leche que traigo cargando en los huevos!.‑ Conmovido por el deseo exclamó René al sentir
como Hana acariciaba su falo con sus paredes de húmedo terciopelo.
Mientras veía
a su mujer derritiéndose por completo sobre el pene del humillante moreno, la erección que permanecía cautiva dentro del
pantalón de Ernesto había comenzado a resultar dolorosa en su encierro, pero
cuando – tal como obscenamente lo prometiera René¨‑, en un momento, al dejar de moverse el garañón
que montaba a su esposa, el atormentado cornudo descubrió sobre el vientre habitualmente
plano de Hana el notorio abultamiento que se producía al avanzar el tremebundo
pene de éste como una serpiente dentro de sus entrañas, y en vez de un aparato
viril poseyendo a una mujer, estuviese
viendo a una culebra abriéndose camino bajo la tierra., el pobre marido sintió
que se desfallecía y explotaba de mas no poder contener la escasa ecuanimidad
que aún quedaba en su ser.
El espectáculo
parecía algo dantesco o de burla, digno de la película más aberrante y
obscena. Allí estaba Hana con el aquel
nudo avanzando y luego retrocediendo hasta desvanecerse entre la rizada mata de vellos que cubría su
delicado de monte de Venus, para luego surgir otra vez deslizándose hacia la
panza dentro del ajustado conducto donde lo tenía alojado en camino al ombligo
mientras él continuaba fingiendo hallarse inconsciente.
GENIAL CAPITULO. EXELENTE DESCRIPCION. FELICITACIONES
ResponderEliminarexcelente relato ya devorando la parte que sigue de la historia atte kanes
ResponderEliminarUffff... Simplemente rico..
ResponderEliminarS.A.