La historia – no oficial – de ¿Una mala Palabra?...
Recientemente que conversaba con un conocido, salió el tema de las
infidelidades, de las supuestas “malas” aunque adorables mujeres, que a decir
de él, al comentarle acerca de cierta persona cercana a mí que estando casada
se había liado sexualmente con el Jefe de su Oficina, y sin afán de ofender a
nadie, le dije a este amigo, que entonces ella se había convertido en una Puta.
Él posteriormente me preguntó si eso era tan definitivo como Yo se lo decía.
Pretendiendo excusar: ‑ Bueno, sí, ya me dijiste que empezó a tener
relaciones con su Jefe, pero ¿por qué lo de Puta?...‑
Entonces fue que le pregunté: bueno Tú sabes que digo esto sin verdadero
afán de agravio o insulto, pero ¿Qué acaso no se entiende, que si ella está
casada o así fuese tan sólo comprometida o en medio de una relación amorosa con
otro a quien –sabiéndolo éste o no‑ ella no tuviera como único amante, y ajena
a esa relación alternase sexualmente también con otro u otros, se entendería
que en realidad es una Puta?.
A esto, “el amigo” dijo no estar de acuerdo pues según su entender, ser Puta
era algo así como prostituirse; e incluso, me dijo que de acuerdo a algún
supuesto diccionario, cuyo nombre no precisó, pero asumo que podría haber sido
hasta el de la RAE, Puta es la mujer que se prostituye, y estando él de acuerdo
con tal acepción, la palabra Puta era una especie de apocope de Prostituta.
Quedando entonces así según él Prostituta – Puta.
Salté entonces y le dije, que tal aseveración era un error, pues aunque
existan vasos comunicantes entre lo uno y lo otro, asegurar eso era como
aquello que -hace no mucho- estuvo de moda cercano al surgimiento de Windows y
sus iconos, y que siendo uno joven, trataba de comprender el concepto “icono” por
resultarnos completamente inusual utilizar la palabra en el contexto
cibernético, y leí en diccionarios que:
Un icono es una representación gráfica.
Muy usado en representaciones religiosas del cristianismo ortodoxo;
principalmente en la Rusia zarista. Un icono es una imagen, mas no toda imagen
es un icono.
Ahora, en un mundo tan icónico, todo nos es muy claro, pero en ese
entonces, a finales de la década de 1980, resultaba algo confuso para
comprender, así, a primer golpe. Tanto como que ser Prostituta no es lo mismo
que ser toda una Puta; ni una Puta necesariamente es una Prostituta.
* * *
Me explico:
Desde niño, cuando durante las vacaciones escolares, iba uno
descubriendo el encantador mundo del pariente pobre de la literatura, llamado
pornografía, con diccionario justo al lado de uno, para no quedarse con dudas y
“colorear” bien las imágenes mentales que iban surgiendo a cada palabra leída, me
encontré con la que a la postre considero, amén de bella, que es una de las
palabras más emblemáticas en nuestro idioma.
Había descubierto la misteriosísima palabra: Puta.
Decía el diccionario, -y esto lo juro- que entre otras cosas, una Puta
era una mujer perteneciente a un cierto culto que la hacía Puta, como si fuera
una congregación o algo así. Que ya después entendería y terminaría asimilando a
las vestales, aunque tampoco sea correcto tal uso o asociación.
Pasaron así pues los años Yo leía con mi diccionario Sopena al lado,
todo de color anaranjado con su filo blanco con la “S” de su logotipo; conocí ya
luego a mi primer novia, debo aclarar, a mi primer verdadera novia, Cristina –
o Christianne pare ser más acorde con sus orígenes; si hablo de verdadera,
también debo rememorar su verdadero nombre –, junto con quien hice el primer
manuscrito, pretendidamente erótico o pornográfico; se incluían las
infidelidades y peripecias en las que
involuntariamente se veía inmiscuida la protagonista de tal ocasión,
llamada Marianne. Luego de Christianne vinieron
otras novias, ‑ algunas de ellas muy importantes también‑; y otras cuyos
nombres por desagradecido olvidé; y otros, por fortuna.
Aunque todas o casi todas ellas teniendo en común el ser imborrables en
mis recuerdos. Así, he sido un hombre más
o menos común, hasta que me casé, y de pronto, empecé a reunirme con mis
“raíces” y gustos literarios, lo que me hizo volver a escribir y ahora a dibujar
-también- acerca de los asuntos que reconozco como meramente sicalípticos o al
menos incitantes hacia la sensualidad.
Y me re-topé, con la dichosa palabra aquella, la que nunca abandonó mis
neuronas. Sólo que en esta ocasión, ya con más juicio e idea de cómo o por dónde
buscar, lo que heredé o aprendí de mi madre: la forma de investigar o iniciar
un texto. Esta vez, me decidí a llegar un poco más lejos en la posible reivindicación
de este tan interesante vocablo.
* * *
Las Putas:
Decirle Puta a una mujer, especialmente cuando se sabe o se entiende que
difícilmente lo sea, a modo de insulto, es todo un agravio de mil formas. Es
sumirla o relegarla a la escala de lo marginal e indebido; tacharla pues, de
mujer prohibida o casi maldita.
Esto es así, pues aunque nos consideremos “modernos” (Toooooda otra palabra a considerar, así
como la de “romántico” tan en indebido uso aún en estos días), resulta que
mientras la sexualidad del hombre no cae en compromisos de esta índole, a la
fecha, la sexualidad de la mujer “decente” o “bien vista”, se supondría, en el misógino
idealismo de machos, debiera reservarse únicamente para fines reproductivos.
De tal manera, para eso son las novias, prometidas y esposas; para
casarse y tener hijos; mientras que las Putas, son mero objeto de deseo y
complacencia, solamente receptáculo de las pasiones viriles. Así pues, y obviando aclaraciones tanto
psicológicas como culturales y más aún, las religiosas, se entiende meramente
que derivado de nuestro actual, ‑ y cada vez más amenazado y endeble‑ sistema
patriarcal y machista, las madres, hijas, hermanas o parejas de “Uno”, se
pretenden virtuosas y honorables; mientras que, aunque –habitualmente‑ a las Putas
no se les quiere como parejas o ser relacionados con ellas emocionalmente, y la
supuesta separación entre ambos “estratos o tipos de mujer”, es tajante, a las Putas
sólo se les acostumbra ver como desahogo de la instintos sexuales masculinos,
con las cuales tener sexo sin fines de procreación. Y es la Puta a su vez, el
chivo expiatorio de nuestro sistema social-cultural.
Así pues, cuando se insulta a una dama o una mujer sencilla llamándole
de tal manera, lo que en realidad se hace es querer desahogarse uno mismo
llamándola depositaria de nuestros propios instintos que buscan corromper el
pretendido orden social y “buenas enseñanzas” dadas tanto en el colegio como en
nuestras propias casas. Pues lo que se
supone también vemos en ellas es producto de los mismos temores de nuestro
subconsciente. Por lo general, si es que
ella lo es, esto sería porque no nosotros también de una u otra manera
necesitamos percibirla de tal forma, con urgencia por conservar un balance.
Alguien a quien sin querer robarle la idea, pero habiéndome gustado su
dicho, cito aquí lo que alguna vez escribió:
Aquel que se mira en una Puta, cree que lo que ve en la superficie, es
otra persona, cuando en realidad es que es él ‑o ella‑, misma a quien ve…
¿Pero de dónde surge esto?...
* * *
Las Budzas:
Leyendo, buscando y queriendo reafirmar el conocimiento de algunas cosas
o conceptos, muchos de los cuales daba por sentados, encontré cierto día, un
supuesto origen que da a esta palabra una connotación muy especial para mí, y
es que en esta ocasión -casi con reverencia- al leer distintas acepciones, de entre las cuales - al toparme mayormente con lo dicho a Julio Cesar Londoño -,
hallé con ansias propias de un cazador presintiendo que por fin había
conseguido atrapar de una vez y por todas a su esquiva presa, de todo este
tiempo que había ido en pos de ella, hasta resolver el misterio de la singular
palabra.
Di de esa manera, que tanto el verbo latino, puto, putas, putare, putavi, putatum, imputare, así como el
concepto P.P. tan usado bajo el
nombre Pepe como apocope de José para nombrar o referirse al Pater Putativus,
San José, esposo de María la Virgen madre de Jesús, tenían un origen común en
una extraña mutación que se dio con el correr del tiempo, proviniendo muy
probablemente del mismo vocablo griego: Budza, empleado entre otras connotaciones
para referirse también, a la sabiduría.
Resultando que aun cuando por aquellos entonces los pueblos que formaban
la Hélade, se consideraban ya civilizados, cultos, y próximamente serían
considerados como cuna de la civilización occidental allá por el siglo VI antes
de Cristo, habiendo tenido ya un Homero, su Pitágoras, y otros, también
incurría en el mal de la humanidad conocido como esclavitud, homosexualidad y
total subestimación de la figura, ‑ o mejor sea dicho quizás‑ dignidad de la
mujer, a la que aunque se usaba como motivo ornamental, en realidad era
socialmente relegada.
En pocas palabras, para el hombre helénico, la máxima creación de los
Titanes y Dioses, era el hombre mismo, más no como especie, sino como género, y
así en Atenas, las féminas de hecho carecían de los más elementales derechos, y
cuando llegaban a tener, fácilmente podían vulnerarse con leyes o prácticas, de
entre las cuales y por tan sólo citar la primera que viene a mi mente, sucedía
que aunque una mujer podía ser susceptible de heredar, también ocurría que si
se hallaba casada y se le “descubría” en adulterio, a modo de reparación del
daño, aparte de la disolución del vínculo matrimonial, perdía sus bienes en
favor del ofendido y estos podían ser enajenados. Razón por la cual, a muchos
griegos podía resultarles harto conveniente, encontrar a su mujer “siendo
infiel”, y así hacerse de una riqueza.
La “Mujer, Esposa ideal” tebana o de algunas de las polis o ciudad-estado, que conformaban aquel mundo, aparte de
cuidar a los hijos y procurar el bienestar familiar, no debía asistir a
fiestas, aunque las mismas tuvieran escena en su propia casa. Se dice que un
poco al estilo de las bodas judías, desde un área contigua a la de los hombres,
podían fisgonear un poco lo que sucedía, escuchar la música y seguir
medianamente algunas de las conversaciones, pero no debían entrar al salón
donde el convite estaba teniendo suceso, ni alternar con los invitados, músicos
o hetairas convocadas como atractivo placentero de la reunión.
Sin embargo, siendo Grecia conformada por varias ciudades-estado que más
que nada de sostenían un pacto de conveniencia, esto no aplicaba para todos los
estados que la conformaban, siendo así entre otros el ejemplo de Mileto, ‑ de
donde surgió el propio Thales, Thales de Mileto…‑
Región donde más a gusto las hetairas, no era tan bien visto el “uso” de
los eromenos, o distintos gustos y usos de la homosexualidad masculina, y por
en cambio, más liberales y progresistas, la mujer sí era apreciada e incluso
podía asistir a la academia o liceo y participar de la vida pública.
Pese a esto, ¿Cómo fue entonces que sucedió todo?. –Podríamos preguntarnos‑. Atenas era el centro intelectual del mundo
Egeo y Helénico, no así Mileto en particular; pero resulta que así como en Roma
todos los caminos después conducían hacia…
Acá, en lo que ahora llamamos Grecia, filósofos, artistas y casi todo
tipo de gente quería encaminar sus pasos hacia la metrópoli, y las milesias
también, abandonando el terruño tomaron rumbo hacia aquella ciudad, Atenas. Sitio donde los atenienses quedaron
sorprendidos ante estas mujeres que además de bailar, cantar y otras artes que
dominaban, sabían historia, astrología, filosofía, y muchas otras ciencias,
desde luego matemáticas, y eran pues, mujeres con las que se podía disertar y
reír antes de hacer el amor, y después de hacerlo, continuar compartiendo
experiencias e ideas acerca de la vida.
Por oposición a esta “mejora”, la esposa habitual ateniense estuvo aún
en mayor desventaja ante este insospechado tipo de mujer. Ellas, las mujeres de Atenas, estaban ya
acostumbradas a que los maridos se dieran sus “escapaditas” para tener algo de
sexo, o con un erómeno; o bien, para que una hetaira les “robara” la atención y
el cuerpo por una noche; pero estas mujeres conocedoras de tantas otras cosas
aparte de la sensualidad de los deseos carnales; estas sabias, estas Budzas,
les robaban no solo el cuerpo de sus hombres, sino el corazón y el interés de
estos por ellas.
Una cosa era tolerar que un muchachito le arrancara sollozos a su
marido, o que otra mujer también retozara con él tras el ayuntamiento carnal, y
otra, era verles reír, conversar y retozar con otra; lo cual era más de lo que
sus pobres almas podían estar dispuestas a soportar.
Y fue así, que la que antes había sido una palabra noble y antigua para
referirse a la sabiduría, en las cabezas y labios celosos de las mujeres que se
veían más amenazadas que nunca, fue tomando la entonación y un uso más áspero,
con significados más maliciosos; cómo el de “Sabihonda”, “La Conocedora”, o “Sabida”,
y el suave fonema bilabial de la Beta griega, comenzó a endurecerse de a poco, hasta
convertirse en el de la Pi del alfabeto, propiamente dicho así Alfa y Beta, que
aunque también bilabial, resultaba más explosivo o que se pretendía retumbase
en los oídos de quien las escuchasen decirles Pudza.
En tal mutación fonética se enmascaraban apenas sus ansias y enojos de
todo el odio que albergaban hacia esas mujeres milesias, instruidas y cultas,
por encima de ellas, las agraviadas Esposas. Y como tal, de a poco fue
perdiéndose la idea original que había suscitado tal cambio, cuando el vocablo
llegó por fin a la Roma antigua que para entonces había ya conquistado casi
todo el Mediterráneo; donde la palabra dejó de serlo, y pasó a ser más bien, un
espumarajo en la cara.
De tal forma que, un tanto confuso resultó por un buen tiempo para el
ciudadano de a pie, ¿por qué era que hacia el siglo I de nuestra era, la
Palabra Puta, significara a la vez, sapiencia que emplearse para referirse a quien pudiese tener la calidad de meretriz.
Se dice, aunque no me puede constar, que fue tal uso el que se dio a
esta palabra entre los romanos, que llegó incluso a ser una especie de cándido
pleonasmo decir “mujer puta”, y,‑hay quienes sostienen‑, que Cicerón decía
“Basta con decir romana”, para que se entendiera el resto.
Resultando que por un inesperado aunque irónico giro de la vida -que
siempre juega con todo- aquella palabra que en la Grecia antigua se había
degradado hasta perder su virtud, en las libertinas tierras del César, se Roma
como epicentro y Capital, también por cierto, del Vicio y los excesos, donde adquiriera
niveles majestuosos que agrandaron su gracia. Pasando después de ser sustantivo,
a convertirse también en un necesario verbo y sinónimo de sapiencia, astucia y
pensar, perdiendo en ese trayecto algo de su despectiva connotación, moralista
y de tan revanchista afán.
Llego así después, la connotada palabra a Hispania, donde fue escuchada,
usada y ¿por qué no decirlo? paladeada, degustada, saboreada, usada y en su
forma menos docta y letrada, escupida a los oídos de moros y cristianos que se
llenaron las orejotas al escucharla ser dicha sin conocer -bien a bien- sus
nobles inicios. Pero por lo general el
pueblo es el que acaba venciendo y sin poder ser rescatada por estudiosos de la
lengua y la gramática, la gente fue perdiendo la idea de que Putar y Putear, eran en el fondo cosas muy parecidas y con una misma cuna.
Del mismo modo que ese pueblo que actualmente destroza el lenguaje
escrito, bajo el falso supuesto de sus lingüistas que sostienen que da lo mismo
decir una cosa por la otra, mientras -según ellos- se entienda o se medio
entienda lo que se intente decir; ocurre, que sin estos tener la menor idea de
los principios o casi existencia del griego, latín o toda esta historia, y a
veces de ninguna otra historia – marcan el PUNTO FINAL de la discusión‑, y a
partir de esa marca, sólo la emplean sin ton ni son. Sin siquiera imaginar la
tremenda cercanía que existe entre el basto significado de Ser Puta, lo
Putativo, o el Imputar; y en cambio, sólo la usan a modo de látigo, al llamar
de tal forma a una mujer que en el fondo no tiene la calidad, ni los méritos
necesarios para ser dignamente llamada Puta.
Pues para mí ese término, que actualmente pretende más bien ser una
censura, en realidad, debería ser una especie de condecoración dada a la mujer
generosa, sabia, educada, amén de talentosa y por demás obsequiosa con su
cuerpo en la cama.
* * *
Las Putas “Modernas”
Se dice que hasta Pericles, que aparte de ser Regente fue puesto a
prueba al salvar su ciudad de un prolongado sitio, alguna vez cayó víctima del
encanto de las Budzas, pues se citaba, que él había sucumbido a los encantos de
las extranjeras y abandonado a su Esposa por
Aspasia, la más bella y talentosa de las hijas de Mileto.
Habiendo hecho aquí esta última pausa, creo que así como la corrección
que ocasionó el presente intento de ensayo, es oportuno buscar y desenmarañar
un poco esta confusión que – aparte del término cornudo y cabrón‑ se está dando
en la red de redes actualmente, ‑y del cual pretendo ocuparme en otra ocasión‑,
y para tal fin sólo me gustaría, brevemente, también concluir aclarando porque
digo que una Prostituta y una Puta no son lo mismo:
Como ya dije anteriormente, si busca uno formalmente el uso o historia
de esta palabra se lleva sorpresa como las que aquí he ya comentado, y se da
cuenta, de que casi de a poco y mal empleada esta bonita y emblemática palabra,
cual plaga fuera de control, ha ido invadiendo el espacio de otras -quizás-
igualmente muy específicas e importantes. Esto lo ves en YouTube o en cualquier
otra página de internet en donde sujetos que desahogando sus febriles ansias
pero con escaso uso del idioma, sin saber qué o cómo expresar sus antojos o
necesidades carnales de maneras por demás primitivas. al ver las fotos o videos
de cualquier mujer atractiva exteriorizan lo más terrible de la raza humana,
escriben los más cerriles cumplidos, llamándoles siempre Putas, Pirujas, o
Prostitutas, y otro sin fin de cosas a todas las mujeres que llenan dichos
espacios.
Olvidémonos un poco de esos renglones casi ya irremediables e ilegibles
del ingenio humano, y pasemos otra vez a los términos de Puta, Prostituta y
Meretriz, que supuestamente, nos refieren en todos sus casos a la mujer
explotada sexualmente de una u otra manera.
Y digo supuestamente, dado que si ni a la Prostituta, ni a la Meretriz
necesariamente se le atribuye la condición de que dentro de dicha explotación deba
entregar a alguien cuentas del producto de sus ayuntamientos, ya sea en
numerario o en especie, mucho menos se entiende que se dé esto en caso de la Budza o la Puta; sino que estas últimas,
y desde la aparición del vocablo ya bien en uso dentro de la lengua hispana
desde el siglo XIII, se refería y aún debería de referirse, exclusivamente a la
mujer que bajo tal condición y gusto propio, libremente y sin ser obligada por
nadie, se ofrece sexualmente de manera
gratuita, a su propio gusto o modo de conveniencia.
Esto enteramente al margen de las normas “decentes” y convencionalismos aplicables a la época que
les rodeaba en sus distintos espacios y momentos.
Pero… ¿Por qué más que a los hombres, es a las mujeres a quienes
desagradan las Putas?...
Creo que la respuesta es más que clara…
Siempre ha habido Rameras, Prostitutas, Meretrices y Putas, Pero técnicamente, las tres primeras eran ya
un riesgo calculado, como las hetairas; pero tomando en cuenta que aun cuando
toda Puta en sus actos bordeaba la posibilidad de convertirse en una Hetaira,
Ramera, o ser tomada por Prostituta y acabar ejerciendo el Oficio, las Putas en
realidad constituían y aún constituyen el más grave peligro que puede acechar a
una mujer “decente”.
Consideremos que por cada hombre que llama a una mujer Puta, hay más de
cien que hasta en el café de la tarde entre “amigas” llaman de tal forma a la
única que no asistió a la reunión. Pues son ellas mismas las más interesadas en
establecer posiciones y territorios, e imponer -de pasada- las reglas del juego
que de acuerdo a sus entenderes les permitan mantener el statu quo, y tener “seguros” a sus hombres, alejándolos de la
posibilidad de “enredarse” con una de “esas”.
Pues aparte de todo, no son las prostitutas de ocasión o de cliente
regular de algún prostíbulo las que causan temor, sino las Putas las que en
realidad pueden alterar dicha seguridad.
Y esto es algo que a ninguna mujer le gusta tener cerca, rondando sus dominios. Para lo cual, una de las soluciones más
prácticas y sencillas, siempre ha sido el recurso de proscribirla del círculo
de mujeres socialmente “decentes”.
* * *
Las Putas, las Vestales , los Lupanares, las Prostitutas y las
Meretrices:
Yendo más o menos en una idea de menor a mayor grado, si es que esto es
posible. Por último, me gustaría plantear otro error bastante relacionado con
las Putas e ideas que la gente les cree afines pero que en realidad, no lo son:
En otra plática alguien, que por “oírlo” más imponente–imagino-, me dijo
que si tal mujer, refiriéndose a sus virtudes de Puta, era una Vestal, pero lo
cierto es que aunque erróneamente, en aquellos diccionarios viejos de los que
ya he hecho mención al inicio de esta entrada, se quería dar a entender que el
culto de aquellas supuestas “religiosas” putas, eran vestales, hasta donde se
sabe, una Vestal, efectivamente vivía encerrada o enclaustrada pero nada tenía
que ver eso con una idea de que estuviese consagrada a la comisión de actos
sexuales de índole alguno, y su muerte era consagrada a los dioses en una
especie de ritual de vivisepultura y por el contrario, se entendía que debían
de ser puras y castas, consagradas al cuidado del “hogar”.
De ahí “bricamos” afuera de dicho “hogar” o templo, donde teniéndose por
los hombres la idea de que la inmaculada pureza podía ser encontrada en las
mujeres que pretendían consagrarse a ser vestales y morir de tal forma, por si
acaso alguna de ellas terminaba siendo no aceptada, se entendía que afuera y
técnicamente en frente del templo de las vestales podía uno hallar Prostitutas
y Meretrices.
A las primeras, con su palabra exacta que las denominaba, Prostituta, palabra
que se origina y tiene mucho en común con la palabra estatuto o estatua pues se
entendía que se hallaban Pro- Delante
o enfrente, y Statuere, paradas,
estáticas.
Si templo o no, traemos tal imagen hasta nuestros días y sólo somos
observadores y hemos paseado por alguna zona roja o “tolerada” como ahora se
les quiere llamar en muchas regiones en las que hasta por las mañanas se les ve
paradas cerca o enfrente de la puerta de algún hotelucho esperando a que se
acerque algún cliente, ¿creo que no hacen falta más aclaraciones? ¿o sí?...
Ambas apostándose frente o en cercanía al templo.- al que pretendían aspirar a pertenecer-, nada más dejando su
anzuelo al viento para ser capturado por algún interesado, Las Meretrices,
también corresponden a una especie de deformación del idioma, pues se suponía
que en sí, estas eran las “Aspirantes” – De ahí la condición de Meretriz, - La que buscaba hacer méritos-, o
supuestamente tener la condición de convertirse a aspirante a Vestal, Bacante, o el rito que supuestamente querían venerar, pero que
si algún “guapo” hombre se atrevía a retirarla de tal posibilidad, ella contenta
dejaría su intención de tal vida dedicada a lo religioso para consagrarse
entonces a su hombre, y cambiar así su vida virtuosa para dedicarla por entero
a la de él.
Que pienso Yo que vaya que siempre ha habido ingenuos. Pues se sobre
entiende que muchas de esas supuestas meretrices, en realidad nada de puras
tenían en su condición, y dando gato por liebre, si bien no tenían la necesidad o alcances profesional, siendo más bien amateurs en tales lides, probablemente en muchas ocasiones eran mucho
más versadas en los temas amatorio sexuales, que las propias Quastuosas, o prostitutas que se
ostentaban tal cual. Llevando así a casa
a vivir a un entera “Joyita” en vez de una delicada e inocente criatura. Aunque eso sí sea dicho de paso, se sabe de muchos casos en los que el futuro marido deliberadamente mandaba a la prometida a modo de meretríz temporal a tomar algún cursillo que le permitiese aprender a satisfacerle posteriormante.
Y el Lupanar, ése sí; ese sí que era, sin tapujos, lo que ofrecía ser,
siendo el más famoso de todos ellos, el Gran Lupanar de Pompeya, arrasado por
el Vesubio, donde se juntaban Putas y Prostitutas para servir sexualmente a los
hombres a modo de Lupas, y
satisfacerlos antes de que volvieran a casa. Los unos y las otras; o las otras
y los unos.
Lupas, equivale a Lobas, Lupa-Loba… Lo que hoy día
hemos dado en llamar “zorritas” actualmente o “zorrys” como se nombran entre
ellas a sí mismas, y que en este caso, remarco que he usado el termino de Putas
y Prostitutas – más no el de Rameras, entendidas estas como las que atendían en
su propio lugar, generalmente, su casa ‑, pues aquí se juntaban tanto las
“profesionales” como las “aficionadas” que tan sólo lo hacían por puro amor al
Arte.
Tiempo después, el cristianismo y su moralidad, de a poco se encargaron de encasillar todo como un solo concepto, para terminar metiendo dentro de un mismo saco a todo este tipo de supuestas malas mujeres.
Tiempo después, el cristianismo y su moralidad, de a poco se encargaron de encasillar todo como un solo concepto, para terminar metiendo dentro de un mismo saco a todo este tipo de supuestas malas mujeres.
Siendo ahora que ya saben ustedes, cuáles son unas y cuáles son las
otras, son a partir de hoy cancerberos de la palabra. Llamémosle a las cosas
por su nombre y dejémonos de mojigaterías, que después de todo, entenderán
ahora, porque para mí, Puta no es mala palabra. Dicho sea todo esto con
independencia y verdadero respeto a los que “El Gabo” pueda haber opinado en su
tan leído libro.
Ludo Mentis
Aunque ya me ha dicho que no es necesaria ninguna forma de agradecimiento hacia sus bueno oficios, me vale, y agradezco una vez mas el apoyo y corrección del PP, para la realización de este breve ensayito. Y si alguien tiene aun mayor comentario o aclaración pertinente, con todo gusto la recibiré ( mos ) en los comentarios o nuestros correos.
Para saber más:
Mariano Arnal - El Almanaque - Puta
J Cesar Londoño -Historia de ¿una mala palabra ?
Clares - La Pistola de Larra
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Aunque ya me ha dicho que no es necesaria ninguna forma de agradecimiento hacia sus bueno oficios, me vale, y agradezco una vez mas el apoyo y corrección del PP, para la realización de este breve ensayito. Y si alguien tiene aun mayor comentario o aclaración pertinente, con todo gusto la recibiré ( mos ) en los comentarios o nuestros correos.
Para saber más:
Mariano Arnal - El Almanaque - Puta
J Cesar Londoño -Historia de ¿una mala palabra ?
Clares - La Pistola de Larra