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Amor
y Lujo©
Parte
5 Capitulo 5
Ludo
Mentis
( Un vestido cortitíto, cortitito, muy pegadito y chiquitito... Toda una ganga )
* * *
Después
de aquel exabrupto, volviendo hacia la calle principal caminaba Yo por detrás
de ella sin lograr apartar de la mente la escena ocurrida, al tiempo que
mirando la manera en que tomaba firmemente la mano de David, sin perder
atención del entorno, también observaba el inevitable contoneo de caderas que
tenía en su andar, cuando repentinamente, bajo los rayos del sol al cruzar ella
la calle con el niño, me pareció poder apreciar la tenue imagen de diminutos
cuadros blancos y grises, trazados bajo la tela de su vestido. De inmediato,
pero consciente de no soltar de la mano a Daniel regresé a pensar en aquellos
sujetos.
Vaya
festín que se habrían dado aquellos desdichados de haber conseguido ver lo que
llevaba ella puesto debajo, pensaba para mis adentros, antes de recordar las
puercas palabras que le habían dicho; e inmediatamente volver a mi mente la
actitud prometedoramente cariñosa y extremadamente excitante que ella había
mostrado ante mí, luego que la salvara.
¿Era
acaso que le había excitado que mi actuar bravío en aquel momento, al salir en
defensa de su persona e intimidad?... O
tal vez, quizás… ¿Por alguna extraña y
retorcida perversidad de la mente, podría haberle gustado que semejante tipo de
hombres se atreviera a propasarse con ella, por el osado intento de saltar
tantas barreras sociales e intentar atacarla?... ¿Por qué siendo que tenía, y Yo sabía que
había traído, otro tipo de prendas, precisamente había escogido las que traía
puestas para ir a aquel sitio de tan poca monta?‑ Intentaba dilucidar Yo sin lograrlo, mientras
veía el acompasado vaivén de aquel par de glúteos, que resultando imposible
dejar de mirarlos e impedidos los mismos de ocultar ante los ojos de cualquiera
toda su gloriosa opulencia, llamaban la atención de todos los que pasaban cerca
de ellos.
“¿Cómo
era que unos saltapatrás como aquellos, pudiesen pensar conseguirse con esas
maneras a una señora como esta?”… “Toda
una señora con clase, que casada, con niños, y sexy, nunca se fijaría en
sujetos así”… ‑ Recuerdo que pensaba mientras seguía fascinado con la imponente
visión de su andar.
Cierto
era que desde que empezáramos lo nuestro y hasta después de cumplir sus 37,
siempre había sabido o al menos querido pensar, que Patricia me había sido fiel
y jamás hubiera imaginado posible que siquiera fuese capaz de pensar hacer ni la
mitad de las cosas que ahora ella hacia…
Se había enredado y estado, entre otros, con su padrastro; aquel otro
vicioso, vejete situacional obsesivo que insistiera en que todos nos
dirigiésemos a él con el sobrenombre de “El Coronel”, cuando tuvimos que
acceder a sus condiciones a cambio del conseguir la licitación por la que ahora
habíamos conocido al lugarteniente ese, el baboso que se creía dueño de la
fábrica embotelladora de todo el país; pero de ahí a que ella algún día
siquiera, aparte de mis oscuras suposiciones o habladurías que se dieran luego
de que aquel par de morenos aspirantes a jóvenes promesas del balón, que como
bono por parte de mi suegro para tenerlos contentos, había mudado a la casa, y
de los que prefería ya no pensar más; o ahora, por sin ninguna razón aceptara
ella tener contacto con un negro cambujo de piel sudorosa; sí, de tipo
francamente negroide, simplemente era algo impensable ya para mí.
Bastante
difícil me era suponer lo aquellos viriles mozalbetes que vivían a lado de
nuestra casa podrían ofrecerle para que ella probara en su cuerpo, para ahora,
al verla ingresar a la tienda a la que entraba con la idea de hacer algunas
compritas, tener que lidiar con la imagen de estos tres prietos haciéndole
cosas si no hubiese alcanzado Yo a impedírselos cuando llegué con mis hijos.
Entrando
después de ella a la tienda de conveniencia, que al menos me hizo sentir en lo
que consideraba Yo un territorio mucho más seguro que el anterior; encontré que
a diferencia de los establecimientos que habitualmente había en la ciudad; en
éste, aparte de sodas, helados, botanas, diarios y revistas que comúnmente se
hallan separados de los cigarros, botellas de licor y preservativos normalmente
ubicados tras el mostrador; en éste había otros productos más dirigidos hacia
la zona en la que estábamos: calzado para la playa, trajes de baño, bronceador
–de la marca que anunciaba la sensual chica del espectacular por el que casi
tengo aquel accidente por la mañana-, lentes para el sol y algunos cuantos
shorts para hombre, y vestidos que, aparentemente, tenían algún tiempo sin que
pudieran haber sido vendidos.
En
realidad no había nada muy interesante como para vérseles, pensé para mí
mientras mi Esposa se dirigía hacia el frigorífico para tomar las gaseosas que
los niños exigían. Pero eso sólo fue
hasta que de repente, y cómo decimos coloquialmente, se me fue el santo al
cielo al ver allí colgado delante de mí, un vestido que cautivó mi atención. Si a lo que Yo veía pudiera habérsele llamado
un vestido, éste era excepcionalmente pequeño y de apariencia totalmente
descarada e inadecuada para vérselo puesto a la mayoría de las mujeres; y pese
a que ciertamente, el aspecto era algo barato, sólo de verlo allí guindando mi
vista, se entendía que ninguna de las muchachas locales se atrevería a pensar
siquiera en probárselo, y mucho menos, comprarlo.
¡¿Qué
era lo que no había Yo aprendido o siquiera entendido después de lo que casi
nos acababa de suceder?!... En verdad
no lo sé; pero nada más de ver la maldosamente delgada y casi diáfana tela que difuminada
desde el azul chillante al blanco resplandeciente con que había sido maquilado,
quedaba claro que pese a lo barato que ésta pudiera llegar a costar, por lo
mucho que revelaría de la atrevida que se la pusiera, era una prenda
exclusivamente hecha para el torcido gusto de algún turista que al cobijo del
pasajero anonimato, se topara con éste durante sus vacaciones, más nunca ser
vista sobre el cuerpo de las mujeres del sitio. – Pensé hacia mis adentros, sintiendo la
boca cada vez más seca al acercarme hacia éste y encontrar una etiqueta que con
formas de centella color chillante sobre la cual habían garabateado el reducido
precio que tenía para su venta.
La
sola idea de ver las sólidas curvas de mi Esposa enfundadas dentro de aquella
maravilla creó dentro de mí la más absoluta ansiedad de llevarlo con nosotros y
no dejarlo allí expuesto a la posibilidad de que, aún pese a haber estado
colgando de aquel sitio por algún tiempo como ostensiblemente lo había hecho,
de repente pudiera entrar algún otro hombre con tan umbrosas necesidades como
las mías y se lo llevara. De cualquier
forma que fuese, el vestido ese no pasaría un solo día más pendiendo de ese gancho
en el que lo tenían montado…
‑
Paty… ‑ La llamé primero.
…
Marta.‑ En seguida. Y noté que llamó su
atención que usase aquel nombre para llamarla a que viniera porque de inmediato
volteó a mirarme anticipando que algo extraño me sucedía.
¿Qué?... ¿Qué pasa?... ‑ De pronto me pareció que parpadearon sus
ojos, si apenas una mili fracción de segundo antes de que su boca se abriese
ligeramente para quedar boquiabierta e
incrédula de lo que se había dado cuenta que le señalaba Yo con la vista.
Volteó
entonces a otear por el interior de la tienda de manera fugaz y prácticamente
simultánea al momento en que llevando una mano hacia su pecho; fue a posar los
dedos más largos de ésta sobre la clavícula izquierda e incisura yugular; y
quedar cubriendo con la palma de su extremidad las delicadas figuritas de los
dos pequeñines dorados que por encima del amplio busto adornaban aquel punto;
al mismo tiempo en que se me quedaba mirando como para asegurarse de estar
pensando lo mismo que parecía Yo querer darle a entender cuando sin poder
contenerlo más ya dentro de mí asentí.
Parecía
ella más que mi cómplice, con su mirada y rostro perplejo estar preguntándome:
“¿Estás seguro de que te atreverías a comprármelo?”...‑ Cuando sus labios carnosos se entreabrieron
una vez más para dejarme en suspenso por menos de otro segundo que tardó antes
de preguntarme: ‑ ¿De veras quieres me
lo ponga para que me lo veas?...Escuchar esas palabras, que de repente
perdieron los signos de interrogación para convertirse en una franca propuesta,
una invitación, una insinuación, una excitación. Jamás esperé verme pidiendo
algo así, y mucho menos, tener la aprobación de mi compañera, en total
confabulación.
La
idea no era probárselo… Ella sabía que
Yo quería más que eso… ¡El ansia mía era
llevarlo para que lo usase! ¡para admirarla! ¡para gozarla!– Pensé para mí, al
tiempo en que no queriendo desaprovechar el envión de su propia emoción, me
ofrecí de manera inmediata a descolgar el gancho, mientras le decía:
N-n… No creo que se pueda… Mejor llévatelo y ya… Casi no cuesta nada…‑
…Pero;
¿ Y sí ésta muy transparente o me queda demasiado chiquito?... Está todavía más corto que el otro de encajes que
usé cuando vimos a Don Roberto... Mejor sí me lo pruebo… No vaya a
ser que te parezca ya muy descarado como ése otro… Vamos a decirle a la cajera… O déjame pedirle que me lo deje probar y Tú,
ve a los niños mientras Yo me cambio. ‑
Propuso tomándomelo de entre las manos en cuanto conseguí hacerme por
fin de la prenda.
‑Aunque
lo cierto es que me parecieron horas‑, pero en realidad apenas sí habrán sido instantes
o quizás sólo minutos más tarde durante los que revolviéndose en entre mis
ansias y pensamientos, súbitamente tampoco pude apartar de mi mente la imagen
de aquel otro cortísimo vestido que le obsequiara aquel tipo para que se
vistiera con él. Aunándose a la zozobra de ese nuevo momento, muy
probablemente sin haber querido ser más que una advertencia había traído a
colación ella la existencia de dicho vestido, que para complicar aún mi estado
de exaltación, con la memoria de aquel nuevo recuerdo que como un certero
balazo entró a mi conciencia mientras que lleno de nervios vigilaba a los
niños, al tiempo en que intentaba no parecer demasiado evidente o ansioso, tan
sólo esperaba que no fuese a ocurrir algún sin razón por la cual no fuera
posible concretar la compra cuando ella volvió con un cara de pocos amigos y se
quejó: ‑
¡De verás esta gente está loca!…
‑
…Que no aceptan devolución si no me queda, y sólo puedo probármelo una vez que
esté pagado.
‑¿Pero
qué importa?... Ya te dije que no les
preguntes; sólo llé-va-te-lo. ‑ No
resistía el morbo que me producía la sola idea de vérselo puesto; aunque fuese
sólo una vez; así fuera, sólo un instante. Como un sifón, mi mente salió de mi
cabeza y se fue hasta ver a mi Esposa poniéndoselo; estirando la tela de la
diminuta prenda al ir bajando por su cadera.
‑¡Sí
pero no!... Ya le dejé allí un billete por lo de los niños y el vestido… ¿Me prestas mis zapatitos y ves que te dé
nuestro cambio?... Lo que no quería era
prestarme la llave del baño pero voy a ponérmelo; y si me queda, me lo llevo
puesto y Tú ves que la floja esta sólo nos dé una bolsa para guardar lo que
traigo puesto… ¡A ver si eso puede
hacer la muy inútil!, ¿Si Papi?.‑ Me encargó con aire maliciosamente feliz, de
finalmente poder ser capaz de salirse con la suya ante la dependientucha, y dio
la vuelta para ir a la parte trasera del establecimiento.
Cuando
llegué a la caja, ya con los niños para ajustar las cuentas de lo que
llevábamos, la verdad es que poco me importaba cuanto fuera a cobrar por todo,
y con la sola excepción de los niños que me mantenían atado a este mundo, por
el pendiente de que no fueran a correr algún peligro mientras bobeaban con
algunos empaques de nuevas pistolas de agua a presión, distintas a las que ya les
habíamos comprado, mi ubicua cabeza que no obstante se hallaba unida a mí por
el cuello, se encontraba desde minutos antes en otro lugar: en el vestidor, en
el hotel, en nuestra casa, y desde luego, estaba mucho más atenta al momento en
que Patricia volviese a salir por la puerta que había pasado.
Conforme
avanzaron los lentos segundos sin que mi Esposa saliera de aquel cuarto, la
situación parecía tornarse bastante chocante entre mi persona y la mujer que
intercambiando confabuladas miradas de molestia e incomodidad con su compañera,
de encontrarse molestas con nuestra presencia dentro de su territorio, luego de
que se sintieran agredidas por Patricia, hasta que finalmente, pude escuchar el
ruido de su andar y verla reaparecer. Casi eyaculo en ese mismo instante; aún
sin siquiera haber volteado a la puerta.
A
ver, ¿qué le parece señor? ¿cómo me encuentra?. – Se dirigió hacia donde Yo la
esperaba sin alcanzar a prepararme suficientemente para lo que vería, cuando de
entre los exhibidores primero surgió el acompasado repiqueteo, curiosamente
semi agudo y metálico de sus tacones marcando la firmeza de los pasos que daba,
hasta que de repente, de forma muy similar al ruido que produciría un estilete
al arrastrarse encima del hielo, aunque poco más seco que dicho sonido, pareció
darle un rayón al piso cerámico antes de clavarse en el suelo y cesar.
¡Scriiiich!
* * *
Quizás
fuera sólo lo encogido y cortísimo que éste resultaba, o lo mucho de su figura
que revelaba el dichoso vestido. – No sé
‑ pero por mucho que alguno más hubiera
ya visto de ella en los pasados meses, ni yo u otro cualquier mortal hubiera
podido imaginarse que vería; cuando apareció ante mí vestida con él y extendiéndome
tanto las prendas que llevara puestas como la llave del baño al que había
entrado a cámbiaselo; y que para devolverla había colocado encima del
montoncito de ropa que me entregaba, e indicándoles que allí iba de vuelta la
llave, enseguida pidió a una de las
mujeres que me diera un bolsa para que junto las ropas que ya no usaría me
encargara Yo de guardar la bolsa en que se hallaban las alpargatas que tampoco
pensaba ponerse para salir a la calle de nuevo, me quedé en estado semi
catatónico.
Aún
era de día... Las muchachas
acostumbraban ponerse cosas así para ir a la noche a bailar… Sin duda que resultaba un dulce bocado a la
vista ver todo lo que ahora veía parado ante mí sobre aquellos estilizados
tacones de diseñador… ¡Pero aquello era
la playa de un lugar de segunda!. No
era ni con mucho la zona turística donde nos hospedábamos, ni mucho menos, o
máxime como ya lo habíamos experimentado después de lo que nos había sucedido
minutos atrás.
Si
el vestido que llevaba puesto antes no era en realidad provocativo, y había
ocasionado aquella reacción en aquel trio.
–“¿Qué sucedería con éste si salía de la tienda con él puesto?”… ‑ El apuro se apoderaba de mí…
Y mucho más fue cuando con mientras con dedos
nerviosos intentaba coordinar bien mis
movimientos para guardarle las otras prendas, la mirada de mis ojos recaló en
la tirante frontera situada entre la porción superior del tope visible de sus
sensuales muslos torneados que daban la clara impresión de, en vez de
simplemente contentarse a ir amoldándose estos a las formas que el opresor
dobladillo ajustado les imponía, al ir encajándose suavemente éste sobre la
mórbida tibieza de su carne para surgir ensanchándose ante mi vista, al verse
estos libres de aquella banda elástica que les ceñía ajustándose en la mayor
parte de su glorioso contorno, para enseguida, después descender mostrando toda la lozanía de sus enceradas y
bastante firmes piernas mimadas de señora madura.
Dejando
en ese momento de lado o relegado a segundo lugar aquel descocado vestido de
encaje que “El Tal Coronel” le había hecho ponerse para que lo modelara la
noche que estuvimos en su apartamiento, ver ahora todo aquello era razón
suficiente para ocasionar allí mismo, y en ese un momento un paro
cardiaco. Y sin poder apartar la ansiosa
mirada de su tentadora presencia, comido por la propia lascivia confirmé que
había ya muy poco que aun quedara libre a la imaginación; ya fuese que mirase
como se dibujaban las curvas me mi mujer, la parte de arriba de éste o por
encima de su llamativo y bajísimo escote, e incluso aún menos por debajo de la
agudísimamente invitante y angosta línea de aquel dobladillo. ‑ Sobrecogido ante la sublime visión, mientras
pasaba saliva no pude evitar inquietarme nada más de pensar en lo riesgoso e
inapropiado que todo esto podía resultarnos a todos.
Por
su parte en el momento en que acabando de mirar de arriba hacia abajo las dos
dependientas a Patricia, cayeron en cuenta de lo atrevida que mi esposa lucía
enfundada dentro de aquel vestido parada allí a la mitad de la tienda sobre sus
altos tacones oscuros quedaron totalmente calladas, y no fue sino hasta que Patricia comenzó a caminar hacia
los niños para tomar de la mano al pequeño Daniel y decirle a David que se me
acercara para que yo lo cargara; cuando al voltear a ver que no se quedara nada
olvidado sobre el mostrador noté la mirada entre burlona y reprobatoria que la
mayor de ellas lanzaba a la mamá de mis hijos con un meneo de cabeza.
* * *
Parecía
como si aun sin palabras hubiera querido decirle a la otra: ‑“¿Ves?...
Así es como se viste una golfa con ese vestido de puta que nunca
habíamos podido vender”…
* * *
Cargando
al pequeño David y las cosas que mi Esposa me había encomendado le llevara, me
apresuré a salir tras de ella para no perderla de vista y poder protegerla en
caso de que algún nuevo gañan de la costa le saliera al paso pensando que iba
sola con un niño y vestida de manera tan descaradamente provocadora.
‑¿Para
dónde queda el Restaurante Daniel?...
¿Si sabes?... ‑ Volteó a
preguntarme asegurándose que viniera detrás de ella.
‑“Eh-
her… Allá enfrente, creo que es ése allá
adelante cruzando la calle; pero si no, es de todas formas metete que no quiero
problemas… ‑ Abrumado de lo estúpido e imprudente que
había sido de mi parte inducirla
y ponerse semejante atavió en aquel sitió, sentí que los pelos de la nuca se me
erizaban.
Presentía
que surgiría algo imprevisto y desagradable de cualquier parte … ‑
“¡¿Había o estaba ocurriendo todo esto por poner en su sitio a las dos
dependientas que se habían quedado quizás riéndose de nosotros y hablando de la
atrevida golfa de ciudad que con todo y su marido e hijos había comprarse el
vestido?!”… ‑ Sería quizás que después de lo sucedido en la
placita, nos hallábamos confundidos por alguna especie de siniestro morbo que
disfrazándose de excitación nos estaba orillando a comportarnos de tan
inapropiada y riesgosa manera?... La
verdad es que, pese a que intuyo muchas posibles respuestas ahora, en ese
momento no lo sabía, en lo absoluto.
De
pronto, al avanzar ella delante de mí, me retrase un poco al atravesárseme en
el camino unas personas, y para cuando me disponía a darle alcance; un par de
jóvenes turistas con pinta de extranjeros en bañadores caminaban en dirección
opuesta a la que ella seguía conmigo unos metros detrás, apresurando el paso
para cubrirle la retaguardia. Respiré
como si me estuviera faltando el aire al caminar más deprisa.
Afortunadamente
para mí, cuando sabía que me resultaría humanamente imposible darle alcance
antes de que ellos la interceptaran, en cuanto ellos le abrieron el paso para
que pasara en medio de ellos, por un momento conseguí calmarme al ver que sólo
se concretaban a sonreírle sin que nada indicara la posibilidad de que algo
nefasto ocurriera; pero en cuanto pasaron a su lado y el de mi hijo, tuve que
apechugar primero las miradas que entre ellos se lanzaron. Mientras el más alto y rubio del par, abrió
como dos platos los ojos hacia su compañero, este segundo, de aspecto latino y
con el cabello cortado prácticamente a ras de cráneo, alzó las manos hacia la
altura de su propio pecho y simulando un par de tremendas manos con éstas formó
una “O” con la boca para que lo viera su amigo antes de que los dos detuvieran
sus pasos para quedarse parados para observarla, ahora boquiabiertos.
… “¡Wow!” “Have
You seen those soft puppies up there?”…
“Oh My Sweet Lord… Now that’s what I call a nice rack… Just take a look at those twin babies!”‑ Entre su alboroto y la distancia que aún nos
separaba, ya no sabía Yo ni cuál decía qué cosa o si los escuchaba
correctamente referirse a Patricia. ‑“Just
imagine those soft babies around my big cock before exploding all over and splatting
her cute face with my cream”…
“¡ Yeah man!... I would like to use some of that hot
pussy piñata myself!…‑ “Do you fancy
some mamacita white pussy?... “She is
just too gorgeous man… You don’t even have a chance
there”…
Los
escuché aún más al acercarme y estar pasando ya junto a ellos sin que se dieran cuenta siquiera de
que Yo era el Esposo de aquella mujer a la que estaban nombrando de tan
obscenas maneras.
“¡¿Have you seen what she just did Dude?!... ¡Just look at that sweet ass man!.... ¡The little vixen is showing us her cute panties
under that dress!... ‑ “What a hot momma”…
* * *
Finalmente,
con las orejas zumbándome al alejarme de ellos, luego de escuchar toda aquella
andanada de obscenidades, ya estando cerca de alcanzar a Patricia mi corazón se
sobresaltó todavía más, al momento en que alertado por los sentidos proviniendo
del otro lado de la calle escuché un silbido seguido de un por demás
estridente: “!Que rica te ves mamacita;
mira nomás que leches te cargas allá arriba, preciosa!”…
Había
que salir de allí cuanto antes, me dije a mí mismo, al tiempo en que -como
pude- aceleré para terminar de alcanzarla; pero no sin antes notar que tal como
aquellos dos extranjeros habían dicho en su idioma, dada la transparencia y
tono claro del desfachatado vestido, tanto la forma como el color
predominantemente blanco de la tela de las pantaletas que llevaba puestas
Patricia, se revelaba perfectamente debajo de éste.
En
inglés, español o castellano normal u ordinario; sin importar el origen, cuando
a los hombres les embravucona la lujuria y posibilidad de salir indemnes de
ofender lanzando impúdicos comentarios a una mujer en vez de halagarla, al
parecer es condición humana que embrutecidos por el deseo, estos harán aflorar
al ser primitivo que aún se lleva por dentro.
– Sin ser evolucionista, fue así
que casi en carne propia, aparte de mi propia conducta, y en menos de veinte o
quince minutos, comprobé lo anterior, así como otras teorías acerca de la
conducta de las hembras al sentir invadidos sus territorios.
* * *
‑¡Ya!... Aquí es,
¡es este de aquí! ‑ Sin dejar de observar el insolente vaivén que
los glúteos y pantaletas ejecutaban danzando dentro del desvergonzado vestido,
la apremié a que entrase al lugar lo más pronto que se pudiera y terminar así
con la ordalía que mi trastornado ser estaba viviendo al presenciar las
reacciones que provocaba su paso por la transitada calle.
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aun NO lo leo.
ResponderEliminarpero sin duda, así inicia un gran fin de semana
viernes en la noche, domingo NFL, y nuevo capitulo de Ludo.
gracias por este fin de semana.
pero voy a ponérmelo; y si me queda, me lo llevo puesto
ResponderEliminarpero que le pasa a esta senora? se paso de golfa.... la amoooo
que continuen mas capitulos y massss
Frank
Ya Ludo me estas destruyendo la Psique
ResponderEliminarComentando TODAS esas aventuras de Patricia
(Con los 2 jóvenes, ¡EN SU PROPIA CASA!)
Por favor quiero = ¡YA! un poco de sexo DURO.
Con estos tres prietos haciéndole “MUCHAS” cosas.
(Huy ¡Que rico!)
Patricia, Por Favor, mira como me tienes!
Por ti, “tengo 3 piernas”
Apiádate y déjate.
Patricia Por Favor, como te lo dijo.
ResponderEliminarPatricia, que yo también igual que tu esposo “Casi eyaculo”
De solo imagínate con ese vestido ¿decente?
(Qué manera de escribir, me tienes humeando)
Patricia ya déjate.
Patricia, estas vestida para matar
ResponderEliminar100% sexi
Por favor Ludo.
ResponderEliminarQue si Patricia, sale “viva” de esa calle.
Me declaro en huelga de hambre.
Ludo si es necesario NO duermas ni comas, ni nada, solo escribe las aventuras de Patricia.
ResponderEliminarPatricia “¡Cásate conmigo!”
ResponderEliminarUhh Ludo, <<…Pero; ¿ Y sí ésta muy transparente o me queda demasiado chiquito?... Está todavía más corto que el otro de encajes que usé cuando vimos a Don Roberto... >> espectacular! , ahora me quedo a la espera en que alguna vez subas el relato con don Roberto :) , felicidades amigo, excelente saga!
ResponderEliminarSí, verdad Luis?...
EliminarAunque no lo preguntas, te claro que a mi ese pequeñito detalle de hacer referencia a algo aun mas pecaminoso, cinico y descaado que ella haya podido aceptar ya haberse puesto en otra ocasión; me gustó muchísimo. Y precisamente ese es el tipo de "alegorias" que hacen referencia a otros sucesos, de las que te comentaba que yo mismo cuando me pongo del lado meramente lector de "Algún Grande", tanto saboreo , y hace que mi cabea viaje hacia tales momentos que apenas y se dibujan o vislumbran.
Ludo.
Hola señor escritor, me gustaría escribirle pero de manera más privada, como podría hacerle???
ResponderEliminarDel lado izquierdo del blog esan mis correos, o si no, estos son:
Eliminardsoyarte@gmail.com ó Ludo_mentis@msn.com.
A mi tambien creo me gustaria saber de ti y compartir algunas ideas.
Tambien tengo skype y yahoo messanger por si quieres que fuera mas interactivo
Ludo
Que ricos comentarios de Todos (as):
ResponderEliminarDe verdad que llegan a animar... Y me gusta que les vaya gustando el Collage de "repaso" de escenas ya vividas por los protagonistas.
En especial Tú Luis que estabas en descuerdo al principio.
Federico, Mil gracias por tu emotividad, aunque lamento que no te voya dar gsuto aun de momento jejeje
Ludo agradecido.
Nooooooooo!
ResponderEliminarsniff, llora mi corazón, no me lo rompas que soy cardiaco.
Sexo, SEXO,
¿Que me pasa?
esta Patricia me tiene, vuelto un cavernícola.