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Amor
y Lujo©
Parte
5 Capitulo 3
Ludo
Mentis
(Dejas la puerta entreabierta… Te
sorprendo en mi cama… M. Naranjo)
* * *
Terminando
de bañarme me disponía ya a salir de la suite cuando pensé que sería buena idea
bajar con la cámara para tomar algunas fotografías de Patricia y los niños
jugando en la alberca por lo que antes de cerrar la puerta me dispuse a volver
a buscarla entre las cosas de nuestro equipaje, sin ningún éxito hasta que por
fin, abriendo uno de los maletines pequeños que mi Esposa había dejado regados
entre las desarregladas sábanas la encontré perdida cercana a algunos de sus
artículos de uso personal junto a una bolsa de tonos morados y lavanda de
sedoso tacto, finamente decorada que llamó mi atención de inmediato tanto por
su delicada apariencia como por el
emblemático texto que anunciaba lo que seguramente debía contener… “Wicked Secrets—Intimidad para la mujer
Audaz”…
Movido
por la curiosidad, y como un pez, que no desconociendo que tras la carnada se
encajará el anzuelo y luego el sedal, pronto mordía Yo este, y no tuve otro
remedio más que abrir los listoncillos que cerraban el bolsito para encontrarme
primero con un minúsculo traje de baño de colores rosados y angostos listones
fucsia que unían los inusualmente pequeños triangulitos de tela que aunque
suponía deberían de ser suficientes para cubrir sólo parcialmente los pechos de
la mujer que se atreviera usarlo para salir a la playa y lucirlo; nada más de
verlo, me causó la impresión que en caso de que Patricia se lo pusiera,
escasamente alcanzaría a cubrir sus pezones y quizás era por eso que la pieza
del también diminuto calzón aún conservaba la etiqueta de la marca.
“Ay,
ay, ay… ¡Pero si mira nada más
esto!... ¡No es cierto Patricia!... ¿Quién te regaló esta cosita?... No me digas que de veras piensas ponértelo
para que te lo vean”... ‑ Recuerdo cómo
mientras tomaba entre mis dedos nerviosos la pieza que cubriría su pubis y
glúteos, musité entre dientes, al imaginar cómo se vería mi mujer con semejante
traje de baño y la cara que seguramente pondría el afortunado que la viera con
el puesto. O bien era un descaro de
traje que nunca -hasta hacia unos cuantos meses atrás- hubiera imaginado que mi
Esposa se atreviera a ponerse, o algo tenía que estar mal con la talla de
aquellas prendas que al menos serían dos medidas más chicas de las que yo
recordaba o creía bien era su talla.
Pero
de cualquier forma, si la primera prenda me había causado escalofríos de tan
sólo imaginarla puesta en Patricia, cuando dejándola sobre la cama me atreví a
mirar el resto de las que había adentro, mi corazón comenzó a acelerarse hasta
la taquicardia.
Revueltas
allá dentro, se hallaban lo que parecían ser al menos un par de prendas íntimas que llevaba Patricia consigo para
nuestro viaje; de los que mientras unas de éstas, y a excepción del panty de
éste que siendo, si apenas poco más que una tanga bastante pequeña, le hacía
juego al robusto corpiño de media copa con bordes de color rosa pálido y tejido
a cuadritos grises y blancos que sin asomo de duda la harían lucir juvenil e
inocentemente romántica, al extremo que por unos momentos me hizo sentir
avergonzado fisgonear entre las intimidades de las ropas de mi mujer, mientras
ella sin sospechárselo de ninguna manera me esperaba a que volviera a la
alberca como le había prometido; no empero, cuando descubrí la otra combinación
que acompañaba al segundo atavío sentí la sangre arder dentro de las venas al
ver que aunque en toda justicia podría decirse que era de elegante factura,
confeccionada en finísima lencería marrón bordada con finísimos encajes de
intensos tonos metalizados con forma de florecillas de distintos tamaños, dada
la brevedad del pequeñísimo panel frontal de la pantaletita que le hacía juego
a la pieza que se suponía debería ser el portabustos, a claras luces del sol
que iluminaba la habitación podía verse que se trataba de un juego
escandalosamente provocativo no pensado más que para ser usado por la mamá de
mis hijos en ocasiones muy especiales.
‑“¡No
Paty, por favor no me digas que ya te has puesto esto para alguno de ellos!”… “!Está
peor que el que te pusiste con el “Pinche Coronel”ése”… ¿Te
habrán dicho de seguro lo golfa que te ves con esto cuando te lo pones?... Eres peor que la puta esa Cassandra al que
tu Eddy va a ver al congal ese… ‑
Corroído por la angustia y los celos, recuerdo también haber balbuceado
al sentir la curiosa e imprevisiblemente rasposa textura de su material
exterior entre las ansiosas yemas de mis dedos.
Pero
si exclamé para mis adentros aquella sentencia, no fue únicamente por la
picante sensación el tacto que mis dedos sentían, si no de verlas colgar entre
mis pulgares e índices, y notar que mientras por una parte, ni a la tal Cassandra
la imaginaba paseándose con semejante
tipo de prendas por la pasarela del exclusivo prostíbulo al que mi suegro había
hecho que llevara Yo a Patricia para verla iniciándose como su puta de lujo; pues aunque la sensual chica usaba ropas que
insinuaban sus encantos de manera bastante discreta, con algún collarcito de
perlas; baby doll, zapatillas altas; panties de reducidas medidas y aretillos
de discretos tamaños; las prendas que yo sostenía colgándome entre los dedos
eran ridículamente pequeñas.
De
lo que pretendía ser el sujetador,
podría sólo decirse que el mismo no era
ni siquiera algo cercano a las medias copas, sin aspirar a cubrir los vastos
pechos de mi señora; sino meramente, servir para alzarlos desfachatadamente
presentándolos ante la vista del macho que gozara del privilegio de verlos
desparramándose por encima de aquellos medios arreos femeninos toda la gloriosa
opulencia de su maternal busto de hembra madura. Mientras que el otro atadillo de listones,
costuras elásticas, encajes y de la tela que fuere aquel material tan exiguo,
no se quedaba nada lejos en la inmoralidad de su apariencia que al ser tan
pequeño, un repentino tremor me recorrió por completo al imaginar cómo podría
verse mi Esposa con él puesto.
Si
por la inexistente parte trasera del mismo sólo podían apreciarse unas tiras
elásticas que surgiendo de las esquinas superiores del diminuto panel frontal
corrían a ambos lados del indiscreto vestuario digno de la más impúdica golfa,
que lo hacían parecer no otra cosa más que un arnés concebido únicamente para
crear la tramposa sensación de entenderla casi completamente desnuda. Al ver la
muy baja y transparente parte delantera de la desvergonzada pieza de lencería,
se adivinaba que, aunque para consuelo mío, o si pudiese decirse, quizá, que sino
más pudorosa, siquiera de aspecto algo más decente, con aquellos encajes
disimularían algo de lo muy poco que cubriría de los rizados vellos de la mamá
de mis hijos: aún resultaba evidente que ‑siendo ésta muy similar a la otra que
le había visto usar anteriormente‑, la mitad de su pubis quedaría fuera y por
encima de éste, dejando al aire la mayor parte del hispido matorral que
anunciaba la cercanía de la zona más íntima de su feminidad.
Como
un cretino, después de aquellas consideraciones quedé embobado mirando
fijamente cada detalle de las prendas que ahora yacían encima de la cama, hasta
que antes de atreverme a mirar qué otra cosa más pudiera haber dentro de la
elegante bolsita que tan llena de sorpresas parecía estar, volví a contemplar
el impúdico calzoncito que ahora mi Patricia entre otras cosas usaba y sin
haber tenido nociones de su existencia y por mero azar del destino ahora
colgaba entre mis dedos mientras ella jugaba con los niños en la piscina sin
poder imaginarse nada de lo que Yo hacía con sus cosas o pensaba de que usase
semejante tipo de prendas y la mujer en que se había convertido ante mi
persona.
Y
en eso estaba cuando volviendo a dedicar una mirada a los escandalosos panties
que tanto me había cautivado tan sólo saber que ahora aceptaba ponerse, y tras
contemplarla un instante más, la alcé hacia mi rostro con la intención de tener
un contacto más cercano con ellos, con la nariz desde luego, y quizá hasta con
la lengua; sí, estaba dispuesto incluso a lamerlos… ‑ Recuerdo que casi temblaba al imaginar cómo
sería ver en su cuerpo la pequeña tela delantera no más ancha que el grueso de
las yemas de dos de mis dedos en la porción correspondiente al refuerzo de
algodón, más como un decorado sin utilidad práctica que para el uso de las
delicadas intimidades de mi mujer, no siendo quizás más ancho que la medida de
un dedo gordo o la uña de éste, antes de que ésta comenzara angostarse ya de
forma definitiva para circular por entre los glúteos y que abrazando sus
caderas iría al encuentro del triángulo sacrolumbar de Patricia cuando la
usara. Sí, pensar en ello me provocaba a lamerlos.
‑“Dios
mío Paty… Te adoro aunque ahora tan sólo
seas una puta de esas que se pone éstas cosas cuando se acuesta con otros”… ‑ Recuerdo como me estremecí al sentir el grado
de excitación que me producía todo aquel bagaje de emociones, pensamientos,
celos y angustias. Al pasar las prendas por mis labios, sentí la boca de
Patricia tocar la mía.
Quería
vérselas, tocarlas, palparlas, sentir la textura que la envolvería,
imaginárselas puestas, o aunque tan sólo fuera saber o imaginar el momento del
día en que las usaría bajo su ropa de calle.
‑ Sentí que me perdía ante la
tentación de lamerlas una y otra vez.
Había
algo más… ‑ Quería además, saber cuando las hubiese usado; revisarlas, acariciarlas, olerlas… Embeberme
en su aroma a suavizante y mujer… Lamerlas.
“!Por
Dios Daniel!... ¡No!... ¡¿Qué cosas haces?!...
¡Son las calzones de puta que usa con ellos!”...‑ Recuerdo que por un momento hasta pensé en
que, sin estropearlas o siquiera maltratárselas me habría gustado sentir su
áspera textura recorriendo mi virilidad…
Incluso si fuera posible no corromperlas fatalmente no solo hacer eso,
sino intentar probármelas para experimentar en mi piel lo que era el contacto
que ella sentiría rozando su cuerpo al usarlas para alguno de sus amantes o
salir a la calle con estas puestas.
“¡Daniel!... ¡¿Qué estás haciendo?!... ‑ Alejando de mí dicha posibilidad, que de
repente confundía y atormentaba mis pensamientos, de pronto sentí que tenía que
decidir entre ver que más había en aquel bolso, o guardar todo o acercarlas
hacia mi rostro aún más para inhalar su femenina fragancia y lamerlas cuando,
intempestivamente, la puerta del cuarto se abrió y sentí que el mundo se me
venía abajo.
*
* *
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Amor
y Lujo©
Parte
5 Capitulo 4
Ludo
Mentis
( Soy la perfecta para ti, la tuya… M.Naranjo )
* * *
…Oye Paty; ¿Por qué no mejor t-e-e
c-am-bias… Y- y vamos a la playa esa
cerca de la refresquera… ‑ Aún con los
nervios de punta después de casi haber sido sorprendido por la mucama que de
improviso había entrado sin anunciarse, debido a la hora, pues era improbable
que un huésped estuviese dentro, siendo el espacio para hacer el aseo de la
habitación, las piernas todavía me temblaban al momento en que -para
complicarme aún más todas las emociones- al llegar a la piscina con el corazón
palpitándome aceleradamente, me topé con la chocante presencia de dos
jovencitos que codeando uno de ellos al otro para que volteara hacia el agua,
le indicaba ver a mi esposa flotando boca arriba mientras él intentaba
manipular la cámara de su teléfono celular para conseguir un mejor y más nítido
encuadre del ansiado objetivo enfocado: la figura de mi mujer.
‑
Paty… ¡¿No me oyes Patricia?!... ‑
Atravesándomeles entre el morboso lente y el objetivo que esperaban
captar, como si no me hubiera dado cuenta de lo que intentaban, volví a
gritarle un tanto exasperado del inapropiado espectáculo que estaba dándole a
aquellos muchachitos que lo que único que querían era tomar una fotografía de
sus pechos; capturar el glorioso modo en que al flotar ella en mitad del
chapoteadero estos parecían emerger de entre el agua para descubrirse como un
par de esplendorosos gemelos o majestuosos islotes bañados por el
resplandeciente fluido que descendiendo de nuevo en dirección a la alberca
desde los dos pequeños capuchones de tela empapada escurrían hacia abajo el
sobrante líquido que parecía regarlos destellando por todos sus flancos y en
medio de ellos.
…Mami;
te habla mi papi. ‑ Por fin la voz del
pequeño Daniel fue la que alertó a su mamá para que abriendo los ojos volteara
a mirarme. Y con eso, al percatarse los
chicos de que el pequeño show había terminado, de discreta manera se alejaron
como si nada hubiera ocurrido hasta que sintiéndose ya lejos comenzaron a reír
entre ellos al mirarse las protuberancias en sus respectivos calzones de baño.
‑Te
decía que si no te subías a cambiar para que vayamos al pueblo ese a
comer… Ahora que fui no se veía mal y
ya había más gente; y vi unos
restaurantes con alberca casi en la playa…‑ repetí el ofrecimiento.
‑Hmmm;
no sé… ¿Estás seguro de que quieres
volver?... Pensaba que nos quedáramos
aquí. Hay muchas actividades para los
niños y hasta los cuidan por si los papás quieren ocuparse en otras
cositas… Se ve muy seguro…‑ Insistió ella.
…Tienen
pescado a la talla.‑ Sabía que no podría
resistirse.
¿Sí?... Pero casi no traemos dinero, y ya sabes que
luego esos restaurantes sólo reciben efectivo, y terminan saliendo más caros
que uno decente o uno de lujo… ‑ Se
lamentó.
‑No,
bueno, tampoco exageres, las cosas ya van mejor. ‑ Repuse, añadiendo enseguida: ‑ Alguien de la compañía me recomendó uno
que dice, especialmente bueno y a precio razonable... Ándale vamos… Ya mañana, si Yo tengo que regresar y Tú
quieres dejamos encargados a los niños con ellos; pero hoy, hoy vamos a comer
allá, a ver qué tal está; que Daniel y David jueguen un rato en la playa.
‑Bueno,
entonces deja me apuro a bañar y poner encima otra cosa… Aunque por la hora, creo que ya mejor usaré
vestido.‑ Se entusiasmó quitándose los
flotadores antes de pedirme que le pasara la toalla para secarse al salir de la
alberca. Distrayéndome de que mirara la
parte trasera de su bikini cuando usándola para cubrirse, buscó sus alpargatas
al tiempo que me pedía que sacase a los niños del chapoteadero y después de
firmar la cuenta, los subiera a bañar y cambiarles de bañador mientras ella
hacía lo mismo en nuestro baño y veía qué ponerse…
…“¿Y
qué vas a ponerte?. ¿Los calzoncitos
rosas?; ¡¿ la tanga esa que vi en la
bolsita?! O unos de los normales que usas sólo conmigo?”...‑ Sin realmente atreverme a decírselo,
pregunté para mis adentros mientras la veía recogiendo sus cigarrillos y otras
cosas que había colocado sobre la mesita situada junto al blanco camastro que
había usado para asolearse.
*
* *
¿Qué
era lo que realmente estaba esperando Yo que ocurriera al ir hacia aquel
sitio?... La verdad es que ni Yo lo
sé… ¿Provocar la situación, para qué por
mera buena fortuna, ella se pusiera la ropa que había visto llevaba en aquel
bolso?... ¿El todavía más diminuto
bikini para que alguien la viera con él puesto?... La verdad es que resultaba muy improbable y
más, si en vez de ir al gran restaurante o centro nocturno, íbamos a una simple
playa popular a comer. Tal vez, mi idea
sólo era imaginar que debajo de lo que se pusiese para salir, seleccionaría
alguna de las prendas íntimas que tanto me habían cautivado, y saber que la
llevaba puesta consigo acomodada y amoldándose a los deliciosos contornos de su
figura, y luego pensarla así, cuando la gente de aquel poblado la viera… O quizás, meramente, movido por el
remordimiento era que Yo quería compensarle -de alguna manera- el indebido acto
que había estado a punto de cometer a escondidas de ella…
No
sé en realidad que era lo que tenía en la mente, pero aproximadamente noventa
minutos después, o un poco más tarde, íbamos todos a bordo de la camioneta, a
punto de llegar sin mayor sobresalto.
Pasé
aquel vado en el que había golpeado los neumáticos por la mañana, y pronto,
luego de éste llegamos hasta el pintoresco pobladito que -aunque como yo mismo
había visto por la mañana- no se veía abarrotado ni lleno siquiera;
afortunadamente, para la hora de la tarde, sí lucía con gente caminando en las
calles e identificables racimos de turistas por aquí y por allá. Aparte de estos, lo que se notaba más eran
mujeres, niños y jovencitos que al igual que los hombres mayores del lugar,
casi todos ellos de tez morena, mejor dicho, negra, la Tercera Raíz de la
América Meridional, de labios carnosos y cabello negro ensortijado, que al ir
de un lado hacia otro se nos acercaban para ofrecer todo tipo de servicios u
ofertas.
Fuera
de la molestia que producía decir no en incontables ocasiones hasta llegar a
tener que ignorarlos mientras que caminábamos, siendo esta la mejor forma de
trato, aunque no la mejor. En realidad, el lugar no lucía tan peligroso como
había hecho que imaginásemos el tal Ramón ese, la tarde anterior con sus
advertencias. Mismas que hoy había
suavizado durante la breve plática que habíamos tenido al preguntarme por qué
no había llevado a mi Esposa e hijos para que conocieran mientras Yo revisaba
lo que tenía que evaluar para desempeñar mi oficio y vender mis servicios;
terminó después sugiriéndome que probáramos la comida del restaurancillo al que
nos dirigíamos.
La
mayoría de los lugareños ofrecían caramelos, cigarros -legales e ilegales-,
paseos en lancha, comida,
masajes… Y un sin fin más de cosas que no pensábamos
necesitar.
Patricia,
con todo y sus actitudes acostumbradas de niña mimada, y ahora señora bien,
empero tampoco interesada en las bisuterías y demás cosas mayormente
corrientes, hechas en china o en casa de alguno de los habitantes del sitio con
la intención de sacarle dinero a cuanto turista incauto se los permitiera para
luego encontrarlas en alguno de los comercios establecidos al mismo o menor
precio que el de la súper oferta que ellos decían haber ofrecido; al caminar
todos juntos por entre los puestos, de un mercadito lleno de baratijas parecía
no estarla pasando mal; los niños iban con ojos muy abiertos, viendo todo a su
paso. Y así iba caminando delante de mí,
hasta que al quedar rezagado con los niños que se detuvieron a ver unos
carritos de madera y aviones labrados a manos, que por extraño que pudiese
parecer, llamaron su atención; de pronto, luego de haberla perdido por unos
cuantos instantes, me la encontré inclinada sobre unos botaderos de zapatos
para mujer, arriba de los cuales había un cartel en el que, aparte de
anunciarlos a muy bajo precio, los proclamaba genuinos.
“Aprobeche Súper Oferta”… Calsado
para Dama Ferragamo Dior Forzieri Jimmy Choo LM´s”… “Ori-j-inales”… “Pie-s-as Unica-z”…
Divertido
ante tan notorios “horrores” ortográficos que encontraba en el presuntuoso
anuncio, pero aguzando mis sentidos para no perderla nuevamente de vista o
soltar a los niños, me acercaba hacia ella, al momento en que entre los que nos
rodeaban, llamó mi atención, particularmente, la presencia de un trío de
lugareños los cuales sin que ni por asomo mi Esposa pareciera notar el modo en
que, situados prácticamente a espaldas de la desprevenida e incauta Patricia,
observaban con detenimiento lanzando ansiosos hacia su persona, miradas más que
apreciativas. Principalmente, dirigidas
al contundente trasero que enfundado en el vestido que llevaba puesto,
resaltaba todavía más con el meneo que producía su cuerpo al inclinarse y
moverse sobre el borde del botadero para buscar lo que fuese que estuviera
buscando entre las distintas piezas de calzado; hasta que sobresaliendo entre
ellos, el vivaracho, que seguramente sería el audaz líder de lo que parecía más
bien una jauría de famélicos lobos, hambrientos de carne; qué personajes tan pintorescos,
casi oscuros. El cínico, fue en pos de ella para colocársele más cerca,
mientras los demás, sin perder la atención sobre lo que ocurriría, se me figuró
miraban a su rededor en busca de alguna señal que los alertara de algún peligro
inminente.
Alarmado,
iba a gritarle que cuidara su bolso cuando para mi sorpresa lo único que hizo
fue mascullar algunas palabras que no alcance a escuchar que le decía.
No
obstante mi imposibilidad de escucharlo, lo que sí oí fue la voz de Patricia
cuando sobrecogida por la sorpresa reaccionó volteando a mirarlo, al tiempo en
que me pareció iba a asestarle un golpe con el aguzado tacón de una de las
zapatillas que había estado revolviendo, antes que, acobardándose frente a la
intimidante presencia del procaz hombre, vacilara y todo a lo que se animara,
fue a reprenderlo con un iracundo y severo:
‑… ¡Pelado!
…
¡Así te gusta, y a ti, hasta de lado te entra mamita nalgona!. ¡Mira no más como me pones el palo!‑ Antes
de las risotadas de imbéciles con que el otro par de morenos tarados celebraron
el cerril comentario misógino del taimado líder del trío, escuché que éste le
retrucaba a Patricia que sin saberlo había caído a modo para sus procaces
bajezas.
‑¡Hey!... Oye tú imbécil… ¡¿Qué te pasa?! … ¡No viene sola tarado!... ‑ Alzando el pecho y el cuello en actitud de
combate pero sin poder soltar a los niños, les enfrenté temiendo que él, o
todos ellos se atrevieran a querer llegar más lejos con ella. Que el malandrín ése fuera a manosearla
delante de todos o tan sólo buscando crear confusión, en realidad, lo que
buscara -aparte de insultarla-, de pasada tocarla de manera inapropiada
aprovechando el momento y robar su bolso, también cruzó por mi cabeza, al
momento en que, sin soltar a los pequeños busqué acercarme lo más pronto
posible.
‑Ay
mira no más… Si aquí salió el güerito,
su maridito con todo y los niños.‑
Exclamó divertido uno de los otros que ya casi había quedado fuera de mi
visión periférica.
‑¡Pues
que nos la preste no más un ratito y ya verá como le hacemos una parejita para
que juegue con los güeritos!‑ Con su
entonación de costeño, le compuso el tercero de ellos antes de comenzar a
carcajearse los tres, al tiempo que emprendían la huida cual apresurado tropel.
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…¿Qué
pasa papi?. ¿Qué querían esos señores?.‑ Preocupados preguntaban mis hijos en tanto
que por fin alcancé a acercarme hasta el sitio donde estaba Patricia
‑Nada
papito… Sólo son unos mugrosos que no
saben tratar a las mujeres y por eso les dicen cosas groseras.‑ Francamente exaltada a pesar de intentar
mostrarse calmada ante los niños, les explicó cargando al pequeño David
mientras Daniel, desde el suelo, la miraba un tanto asustado.
…Gracias
papito‑ Por fin se dirigió a mí, un
tanto afligida por lo sucedido antes de darme un tierno beso en la mejilla que
llegó al tiempo en que acariciaba el cabello de Danielito y lo pegaba a su
pierna.
‑No… ¿Gracias de qué?... ¡¿No te pasó nada!?. ‑ Le
pregunté conmovido por los efectos de la adrenalina, el intenso momento vivido
pero más, al sentirme casi desarmado por el beso de Patricia; y más por el
beso, por la sensación de sus suaves labios, frescos, húmedos.
…¿Cómo
de qué papi?. Salvaste a tu Esposa de
que esos mugrosos se propasaran con ella.
Sí no hubieras estado quien sabe qué cosa habrían querido hacer ellos
conmigo. Perdóname por no haberme dado
cuenta que me veían.‑ Murmuró pegada a
mi oreja, dejándome algo confundido al oírla.
¿Sería
posible lo que sentía en ese momento Yo, dentro de nuestros alterados estados
de ánimo?.‑ Ella sonaba entre
agradecida y algo excitada.
‑No,
discúlpame Tú… Si quieres, mejor
vámonos ya … Discúlpame por haberte
pedido que viniéramos aquí… Creo que no
fue buena idea.‑ Le contesté de igual
forma casi en secreto, queriendo prolongar el inusual momento de triunfo que
sentía estar experimentando frente a ella.
‑No
papi… No te preocupes. Sólo si quieres,
déjame que me cobren estos y ya vámos a otro lado, y luego al restaurancito ese
que te dijeron para comer y luego me lleves de vuelta al hotel con tus hijos… ‑ Propuso melosa girando levemente su cuerpo
para, sin soltar al pequeño que cargaba en su brazo, pasarme el par de zapatos
que había querido escoger antes del percance.
Definitivamente,
también dentro de mí había surgido algún confuso estado de excitación al
escucharla tan amorosa después del estresante momento en que la había visto
siendo acosada por aquella tercia de brutos; y trastornado por ello, me limité
a tomarlos e ir a pagar mientras ella quedaba allí parada con nuestros dos
asustados retoños.
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Antes que nada desearte muy feliz inicio de año mi escritor y que te vaya bien en todos los aspectos ya que de tu bienestar depende el nuestro al poder leerte continuamente, en cuanto a los últimos relatos decirte que están agarrando un ritmo fenomenal, lo que al principio no le encontraba forma ahora si que se la encontré solo era cosa de que no fuera impaciente, me has dejado con la miel en los labios con las últimas publicaciones, porque se ve que esta aventura de Patricia encuentra comienza.
ResponderEliminarSaludos de Kosme.
Nota: Quise decir recién comienza.
ResponderEliminarHola Ludo,
ResponderEliminarAl fin termine de leer todos los capitulos de nuevo y ordenarme un poco, me encanta tu estilo, siempre el hecho de que el marido sabe que Patricia es una mujer de virtud facil como dices, aunque claro siempre tiene una excusa, pero lo que mas me calienta es cuando ella le va soltando a poquitos sus secretos, por ejemplo llevar su "ropa" especial porsiacaso y la reacción mental: ‑“¡No Paty, por favor no me digas que ya te has puesto esto para alguno de ellos!”… “!Está peor que el que te pusiste con el “Pinche Coronel”ése”… ¿Te habrán dicho de seguro lo golfa que te ves con esto cuando te lo pones?... Eres peor que la puta esa Cassandra al que tu Eddy va a ver al congal ese… sublime :) , quedamos a la espera de la contnuación, Felicidades amigo Ludo!
Gracias Kozme y Luis:
ResponderEliminarVaya que a veces es un poco o bastante frustrante esto de escribir , y tras 200 visitas contadas que apenas llevo a este fragmento del texto, haber recibido dos comentarios.
De plano lo hacen a uno preguntarse si, es que acaso sólo me leen unos cuantos locos iguales a mí.
¿Será también que esto se deba a lo "confuso" que ustedes han comentado que hallaron el comienzo del relato?...
De cualquier manera lo siento... No sé escribir de otras maneras.
Así que muchas gracias por permanecer interesados en los relatos que aun intento escribir.
PS: Por cierto que debería de contarles que la "tal Cassandra" de verdad exisitió y la conocí en en el Club Royale de la Ciudad de México. Con un baby doll satinado en color "Azul Bebé", y panties tipo bikini del mismo color.
En verdad era un sueño. Y mucho más elegante que la "imagen" que Daniel tiene en su mente al espiar entre las cosas de su mente.
De hecho,"supongo" que en la cabeza de Daniel, mas que la representación de la vulgaridad, aparecería como en la mía, siendo la visión más antojable de tentación femenina y madura.
Que descripción tan NÍTIDA
ResponderEliminarDe las prendas, el sentir y el deseo
De catedra.
Ahora también estoy en estado confuso (eso es bueno, para mi)
De ¿Por dónde nos llevara la historia?
Más queremos más piezas de este interesante rompecabezas.
P.D.-Yo apenas reportándome hoy y a “estas horas” ya saben casa llena por las anteriores días de fiesta.
ResponderEliminarY pos los relatos de ludo, se disfrutan más con tiempo y “espacio”.
Coincido con Luis, las frases:
ResponderEliminar“No me digas que de veras piensas ponértelo para que te lo vean”
“¡No Paty, por favor no me digas que ya te has puesto esto para alguno de ellos!”
¿Te habrán dicho de seguro lo golfa que te ves con esto cuando te lo pones?
Son de antología.
Pero más por “LA ANGUSTIA” que provocan que me súper excita.
ResponderEliminarP.D.-ya quiero sexo, con Paty, (sueño con ella por como la describes) perdón, perdón fue la abstinencia de las fiestas.
Patricia:=Provoca en mí el mismo efecto que al trío de lugareños
ResponderEliminarComo diría Rijo Tovar, Patricia = “Es Amor”
Patricia para Presidenta.
Patricia, Por Favor, mora como me tienes!
Excelente amigo. estoy que babeo por lo que se viene en los relatos. me imagino que algo de sexo marital, pero con mucha conversación morbosa por ambos lados. bueno, espero que no venga un galan y le arrebate eso al maridito, creo que se lo merece después de todo :)
ResponderEliminarFrank
Ya me lo lei señor escritor, lo que yo le puedo decir como mujer, es que esta delicioso, transmite tanto a una, ponerse en piel de ella, sentir esas miradas y emocionarse y a la vez enojarse, yo igual que ella siento y para colmo me encantan los zapatos!
ResponderEliminarYo defiendo a Patricia.
ResponderEliminarDefendemos"?!
No es justo que además que "Pone TODO de su Parte"
se piense MAL de ella, que su propio Marido piense que es una P...?
NO ahí derecho.
!por favor! que se sacrifica.
(Lo disfruta, SI "y mucho") Pero...?
!solo para pasar mejor las penas.
eso de revolcarse "!Con hombres! ¿es tan difícil?"
mis compañeras de lectura, dicen que "Seas parejo".
SANTA Patricia.
ResponderEliminarPatrona de los hombres, sin Amor.
Ella tiene toda mi devoción.
Federico.