Alguna falla en Blogger no me prmite a mí entrar a ver los posteos. Mientras espero que eso se corrija, aqui les pongo lo que en en realidad es el tercer fragmento del relato. Aclarando que no es necesario que busquen o pidan el segundo , pues el mismo será reservado para quienes quieran leerlo y les interese de alguna manera obtenerlo - Aun no decido si Patreon o Amazon.
Saludos
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Aniversario.
-con Luna Llena-… ( ¿Por qué tan Solita? ) ®
GO
Trigers, Ludo Mentis©
Cap 2o.- 1ª Pte.- ( ¿Otro trago para la Dama? )
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Hundida
en el socavón de sus pensamientos, mientras jugaba con uno de los derretidos
hielitos de su blanca bebida, pudiera decirse que Anna, ni siquiera se dio
cuenta cuando llegando desde ninguna
parte, y enfundado en impresionante traje de caballero bien vestido a la moda,
se apersonó el diablo a pararse bien cerca de ella; y cerrando el espacio entre
ellos se arrimó hacia el sillín periquero de bar que la distraída señora tenía
ocupado con el jactancioso trasero de su adorable persona.
Apenas
se había ella medio volteado hacia la barra sobre el cojín del mueble que de
modo escaso le permitía alcanzar con la punta de sus zapatos el piso, teniendo
que dar un leve brinquito para poder apoyarlos ya fuera en el descanso que se
encontraba a lo largo de toda la cubierta frontal de la barra o del mismo banco
sobre el que se hallaba sentada batallando entre no dejar ver mucho de más y no
resbalar ahora que había girado su cuerpo hacia el frente de esta sin que el
ajustado y bastante corto dobladillo de su ajustada faldita se le subiera más
de la cuenta.
Así
ensimismada en su mundo, luego de reacomodarse a satisfacción, quedó ella por
unos momentos sin darse cuenta de nada de lo que la rodeaba, y tan sólo
considerando si debía distraer al cantinero para pedirle otro trago ahora que
se hubiera acabado ya el suyo, cuando desde atrás, por el flanco izquierdo de
su persona surgió una voz que en tono autoritario a cual más ordenó: A mí ahora un Negroni, y otro igual para la
princesa… Yo se lo invito si ella lo
acepta…‑
Reaccionando
de manera tardía Anna sólo alcanzó a voltear a ver a aquel hombre cuando éste
apuntaba hacia el vaso vacío que ahora ella tenía.
…Espero
no te moleste que yo invite esta vez… Te
vi que dudabas entre si pedirte la otra o ya no, y pensé que sería mejor si yo
te ayudaba a que decidieras de manera correcta.‑ Vino la explicación promovida por el dueño
de aquella voz, que se comportó como si ya hubiera visto o conocido a la dama antes
de ese momento.
Volviendo
a girar en el mueble de nuevo, Anna agradeció con una sonrisa de aceptación que
dibujó en sus labios carnosos apenas unos cuantos instantes, para casi desvanecerse
enseguida cuando vio bien el impactante tamaño del hombre que ahora se hallaba
parado justo en el lugar que dejara vacante su esposo. – Alto en extremo, y si bien algo mayor ya que
Eduardo; sin importar la edad que tuviese, sumamente bien parecido, resuelto, y
con una complexión cuadrada de varón vigoroso. –
Con
todo el porte viril del llamativo sujeto, que en la impresionada mujer primero causó
cierto acuse de timidez, el mismo cedió
paso a un peregrino e indescifrable halo de familiaridad que aunque aminoró la
tensión que de repente ella experimentó en la presencia de éste, tenerlo tan
cerca de sí le ocasionaba un poco el problema de hacerla sentir un tanto
nerviosa e insegura de sí misma. – Aparte
de la estatura, algo había en la elegante apariencia e intensas miradas de
aquel ser, que sin llegar a causarle franca alarma o temor, de inmediato notó
Anna que de algún modo la intimidaba…‑
Algo
indescifrable en ese momento que sin saber el por qué la hizo aceptar el
obsequio, y pese a sus nervios e inexplicable sensación de apremio complicado
con ansias que de pronto y por momentos se hizo sentir en el aire obrando a
favor del llegado, cuando en el estado de apuro y descuido causado en ella por él,
de alguna manera a la vez la hizo voltear otro poco sobre su banco para quedar
con las piernas casi apuntando hacia él.
‑¡Ay,
gracias!… En verdad no sabía si volver a
pedir. Es usted muy Lindo…‑ Sonrojándose un poco terminó de conceder su agradecimiento la bella y
encandilada mujer, dedicando una nueva sonrisa a aquel zalamero sujeto.
‑Soy
un Ángel…‑ Sonriente y jugando con éste,
ofreció él su nombre antes de avanzar dos o tres trancos de un solo jalón.
‑…Y
tú mi primor. Tú debes de ser
Anna. Casada y con dos hijos. – Cual
adivinador quiromante se lanzó el a arrojarle todos los datos de ella; que
sintiéndose por completo expuesta y descifrada por él, casi deja caer la
mandíbula hacia su regazo, al tiempo en que sus ojos se abrieron apenas un poco
menos que sus dos labios hermosos que se quedaron abiertos ante la sorpresa.
Por
su parte, y divertido ante la estupefacción que con semejante superchería
causara en la dama; el individuo marcó : … Me llamo Ángel; Ángelo LanzaGorta…
Aunque mejor no te digo como me decían por eso en la escuela los compañeros.
Anonadada
por tal cúmulo de información y aquella inusitada sorpresa, Anna aun no
procesaba la información por lo que confundida por aquel personaje sólo quiso
saber si había escuchado bien aquel nombre que pretendió repasar: ‑
¿Lanza Corta?...
‑No…
de veras que no. Ya tú verás…‑ Aun más
sonriente quedó el tal Ángelo, luego de soltar el doble sentido a costa de su
propio apellido, antes de que sin haber bien comprendido a su interlocutor,
ella apurara la pregunta que le inquietaba.
‑ ¡¿Cómo lo supo?! ‑
Es
que aparte de todo soy buen adivino y sé ver bien las cosas, Tesoro‑ Al final descubrió parte del secreto de su
entelequia cuando sin precisar de mayores permisos por parte de ella, llevó una
de sus firmes manos hacia el redondo cuello de la blusa de Annita, y sin más
extendió dos de sus dedos para dirigirlos hacia el colguije dorado que
sobresalía de la confección y con gesto triunfante alzarlo otro poco para
sacarlo de ésta.
‑…
A veces. ‑ Continuó su acto con voz mas
pausada y solemne ‑ Dicen que si uno se
fija en los detalles pequeños estos te llevan al cielo… ¿No es cierto?...‑ Dejó
por el momento en el aire cuando ella alcanzó de sus dedos gruesos y firmes
aquel reluciente pendiente en que se leían las cuatro letras que formaban su
nombre.
‑También
dicen, que el diablo está en los detalles, y que si sigues el camino dorado que
él a veces te pone y te va señalando, éste te lleva hacia las verdaderas
puertas del cielo en la tierra y consigue que estas se abran y te den sus
tesoros Annita…‑ Cual arcano lleno de enigmas y no cualquier otro embustero,
deslizó el Ángel su cuasi incoherente perorata de embaucador.
‑Pero
lo que si no sé bien Annie… Es, ¿qué hace un encanto como tú sentada aquí toda
solita sin su marido o alguien que la acompañe a tomarse otra copa?... No me
digas que te dejaron,‑ De esa manera
continuó su amasijo de ideas el sujeto, sin darle tiempo a la joven y
sorprendida señora para que se desenredara de la sorpresa y embelesamiento que
de pronto experimentaba ante la presencia de aquel avasallante hombretón.
‑Bueno,
no estoy ni vine a aquí sola…‑ Se decidió a contestar cuando tomó el vaso que
le presentara el cantinero que les atendía.
…Vengo
con mi marido que creo que sólo salió a atender una llamada importante de su
oficina.‑ Experimentando una
intempestiva subida en el ritmo de su corazón, y sin ninguna otra razón
aparente que lo justificase, en esos
instantes terminó mintiéndole un poco al galante sujeto.
‑Vaya
que es buena suerte la tuya y la mía. ¿No crees tú?‑ Sin arredrarse ante nada, ni mucho menos el
comentario de prevención con que Anna señalaba la presencia cercana de una
figura que vería por el debido respeto a su buena imagen de señora casada, Ángel
continuó su avanzada.
Tú
marido no está… Te dejó aquí solita
olvidada mientras atiende una llamada en su noche de aniversario… Pero así yo
que también estoy solo, puedo ayudarle a cuidarte y ver que a la dama mas sexy
que ha venido a este congal esta noche, no se le acerque ninguno otro de esos
chacales hambrientos que andan por aquí sólo acechando a las mujeres guapitas para
seducirlas y luego dejarlas.‑ Terminó
su aventurado discurso al tiempo en que probando otro poco de suerte,
incursionó esta vez mas lejos al arrimar el cuerpo hacia Anna hasta quedar
rozando con la tela del pantalón la rodilla y muslo de ella.
‑Chacales
depredadores que sólo vienen a echarse al plato o comerse inocentes mujeres
como yo, me supongo que vas a decirme. ¿No es cierto Angelito?...‑ Con el supuesto afán de demostrarle que no
se sentía tan intimidada por él o sus avances, y sin evitar el contacto de su
propia rodilla contra el muslo cubierto de él, ella le cuestionó sin apartarle
la pierna.
‑Pero
bueno ya que al parecer sabes todo de mí, pero yo nada de ti, dime : ¿Aparte de
andar cuidando que no les pase nada malo a las otras desatendidas, pobres e
indefensas señoras, Tú a que más te dedicas o que haces aquí LanzaCorta?‑ Sin saber por qué del verdadero motivo de
hacerlo, algo le pareció llamativo en la sonoridad y fonética de aquel nombre
que pese a haber ya entendido, de modo disimulado aunque bastante deliberado
equivocó Anna al usarlo a modo de apelativo en vez de llamarlo por su nombre de
pila.
…Bueno,
está bien. Me parece justo. Tienes razón. ‑ Contestó él bajando la copa a la barra.
‑Aunque
en realidad soy Abogado, con el tiempo me he convertido en algo así como una
suerte de solucionador de problemas que a veces condena o hunde a la gente, o
si se puede otras tantas usando favores sólo resuelve algunos asuntos
pendientes que va dejando la gente… Y
Créeme, la gente siempre anda debiendo u ocupa favores.‑ Enigmático reveló
apenas un poco.
...
Oh, ya veo.‑ Aceptó ella antes de preguntar más: ‑¿Y andas aquí Tú sólo buscando a quien
ayudarle con alguno de tus favores, o quedaste de verte con alguien?... ¿Quizás encontrarte con alguna persona que te
deba un favor o algún cliente?.
Bueno,
creo que pudieras decir que un poco de ambas…
Quedé de verme con alguien con quien tengo un pendiente. Creo que me dijo que también aquí se vería el
con alguien, pero cómo ves parece que no han llegado. ‑Explicó él.
‑Se
me hace que mejor será que ya no pregunte más… Todo se escucha tan misterioso que
mejor creo que será que ya no pregunte. no quiero ser indiscreta, y me no saber
que clase de favor sea ese que te debe la persona que esperas que venga a encontrarte.‑ Sonriendo buscó Anna poder dejar zanjado ese
tema sin parecer tan chocante a aquel individuo.
Oh, no te preocupes… Nada que ver…‑ En tono afable concedió el
sujeto antes de, a su vez lanzar otro anzuelo.
– Me encantan las mujeres que se visten así como Tú… En verdad luces fantástica.
E
inmediatamente seguir – Sin duda tu esposo sí que es un hombre con suerte… Mira
que tener a una mujer así como Tú por esposa.
Y tenerla todas las noches en
cama, debe de ser un placer. – Soltando
el inapropiado piropo, preguntó enseguida: Pero cuéntame, ¿Qué salieron a
celebrar esta noche?, ¿y a dónde se fue ese señor que no está aquí disfrutando
a su esposa?...
Hoy
es nuestro aniversario de bodas‑ Le dijo
ella alzando la mano en la que aparte de lucir unas impecables uñas
manicureadas a la francesa, orgullosa portaba el suntuoso solitario de corte
princesa que adornaba su delicado dedo anular que le mostró al tiempo de completar:
‑Bueno… Es que hoy cumplimos once años casados… Pero supongo que eso debería ya
de saberlo el Señor adivino…‑
‑Vaya
vaya, si seré afortunado contigo esta noche.
Como diría el general alemán de aquella película. “ ¡Eso es un Bingo!”‑ Bajando el porte solemne, aquel hombre
expresó imitando el modo en que aparecía en la pantalla tal personaje de la
película al congratularse de la buena suerte que todo le alineaba a favor.
…¿Un
Bingo?‑ Bajando la mano cohibida ante lo desconocido, la curiosa señora quiso
saber bien a que se refería su divertido y apuesto acompañante.
‑Bueno…
Pero si eso sí es algo que cualquiera lo sabe.‑
Volviendo al tono sereno de conquistador mesurado, el comentó: ‑ Tú
vestida así para él… Te aseguro que todo
lo que traes puesto ha de ser tan sexy como lo que yo veo… Has de estar estrenando algo bonito para tu
marido esta noche… ¿No es cierto?.‑
Arrojó sin más esa descarga antes
de proseguir con su asalto al tiempo en que sin pedir ni dar tiempo a que ella
le diese permiso fue a colocar una mano sobre la rodilla de Anna:
‑Tú,
la mujer mas bella de todo este lugar.
Noche de aniversario… Vestida especialmente sexy con algo bonito y
sensual para que el suertudo de su maridito disfrute en su noche de
aniversario.‑ Sin apartar de aquel llamativo paraje su mano, enumeró los puntos
que le habían traído a colación dicha expresión, recalcando en modo especial el
concerniente a la supuesta celebración.
‑Lástima
que tu maridito ande tan ocupado atendiendo llamadas y no esté por aquí a la
vista para disfrutar esta belleza ni acompañarte.‑ Insidioso e innecesario llegó el comentario
que acompañó enseguida con el movimiento que con dos de sus gruesos dedos hizo
trazando con estos alguna especie de suaves círculos imaginarios sobre la
rodilla de ella.
‑Es
decir… Contigo vestida así con disfraz completo de pecadora elegante. Ya hasta yo me imagino que sin duda traerás
algo bonito puesto debajo de esa faldita o un brassiercito muy mono y coqueto
con esa blusita tan linda‑ Intimidante y
casi tan desmedido a cual más, el aventurero sujeto expresó sin mayor disimulo,
ocasionando que todo el ser de Anna diera un vuelco antes de precipitarse hacia
una especie de estupor situado en algún tipo de hoyanco mental en el que de
pronto se sumió la conciencia de Anna.
‑Una
pena que tu esposo tenga que pasar más tiempo en el teléfono que contigo, y se
atreva a dejarte aquí toda solita en una noche tan especial para ustedes‑ Continuó trazando aquellos círculos sobre la
pierna de ella.
Desde
donde se hallaba la conciencia de Anna, que pese a las libertades que estaba
dejando que aquél se tomara con ella, bien sabía reconocer la clase de pueriles
embustes que el sujeto éste pretendía lanzar en contra de su aturdida persona,
de pronto algo la hizo atisbar una posibilidad; y pretendiendo no dar acuse de
ello, con disimulo oteó en el bar por alguna señal de su esposo.
Bien
pudiera ser que todo esto fuese otra vez alguna de esas tantas escenas
descritas y protagonizadas por algún personaje de las novelitas pornográficas
que gustaba leer su marido, o como
aquella vivida por ambos años atrás con el Director de aquel Banco para
el que trabajaba su esposo. –Pensó para sí en dichos instantes en que sin
ocuparse de apartarle la mano al Galán lo dejó que permaneciera jugando con sus
dedotes sobre sus rodillas.
‑De
seguro ha de haber sido algo importante, y ya no ha de tardar en volver.‑ Continuando su búsqueda, pretendió defender a
su ausente marido. Aunque ahora sí,
comenzando a preguntarse en verdad donde podría haberse metido; si después de
todo, se suponía que sólo había ido al cuarto de caballeros.
‑Bueno
sí… Es cierto. A veces las cosas simplemente suceden. Y suceden por algo… Yo sólo decía que en verdad es una pena que
te deje aquí sola conmigo… Pero sí. Creo que su perdida no es otra cosa más que
mi ganancia.‑ Avanzó él otro poco con
sus intrigantes palabras, tanto como con la exploración de sus dedos que con la
intención de llegar a regiones mas reservadas y suaves sobre la superficie de
aquellos muslos, de a poco iban ganando terreno.
Oh
Mi Señor… Que rico se sienten…‑ De
pronto expresó Él al palpar con sus dedos la prometedora molicie de aquel par
de robustos muslos carnosos de dama cachonda.
‑“Shhh” ¡No!... ¡A dónde vas!‑ Por fin intentó oponer un reparo aquella;
marcando fronteras y un poco de límites con una sola movida de su mano que usó
para barrer al momento los dedos que pretendían adueñarse de aquellos terrenos
prohibidos.
‑¡¿Recuerdas?!... Soy una señora casada; con hijos, y vengo
con mi marido…‑ Sin querer mostrarse en
realidad ofendida, siguió Anna con el movimiento de la mano con que le apartó,
para mostrarle otra vez el juego de alianza de compromiso y sortija de
matrimonio que coronaban su dedo. Y
acompañando entonces por breves momentos a su mano zurda con la diestra, buscó
también enseñarle al desalentado Angelito, la suerte de pulserita de oro con
dijes que colgando de su muñeca completaba el adorno con una dupla de efigies
doradas con figuritas de niños y sendos solecitos que en par aderezaban el
áureo artilugio.
‑Tan
lindos monitos… Tan bonitos deditos, y estos elegantes anillitos dorados, en
una mano tan suave y chiquita como la tuya…‑
Decidido a no dejarse arredrar por la súbita amonestación al temerario Ángel
no le quedó más de otra que la de probar con un arrojo mayor; y tomando la mano
de ella como si fuese a admirar con detenimiento todo el arreglo de ella, se
pronunció:
De
verdad que hay que envidiar a tu Eduardo…
Con una mano tan blanca y pequeña como la tuya, con estos deditos
chiquitos y suaves, aparte de tus anillos cualquier otra cosa se ha de ver
enorme cuando la coges entre tus dedos…‑ Y sin darle tiempo a que recapacitara
o pudiese alcanzar a reaccionar de
alguna manera ante sus palabras; diciendo y haciendo en el acto, fue que Ángelo
ejerció su mayor fuerza sobre la mano de ella para hacerla bajar hacia aquel
bulto que ya palpitaba bajo la bragueta del pantalón.
‑De
veras que se ha de ver más bonito ese anillo o esos deditos de señora casada
agarrando una buena macana como la mía para zarandearla antes de sacarle la
leche y hacer que te explote en la mano…‑ Soez e intemperante a cual más de
pronto casi bramó en contra de Anna aquel hombre sin soltarle la mano que de
momento le tenía bien afianzada y haciendo rozar con el anverso de esta el
paquete escondido dentro del pantalón.
‑¡Ve!...
¡Siénteme el fierro!... Mira como me pones tú, Vieja Cabrona!‑ Misógino y conducido por la lasciva y ansias
que le producía la proximidad con aquella aturdida criatura, el malévolo ser la
humilló sin necesidad; pues por su parte, aunque confundida y muy sorprendida
por la procaz expresión que acompañó al
audaz arrebato de aquél, de pronto – y tal como también sucediera en aquella
otra ocasión ‑, la desmedida actitud de comando o mandamás que el sujeto de
repente tomó hacia ella, causó estragos en la consciencia de Anna.
Estragos
que ni en lo más recóndito de su ser ella sabía bien como enmendar cuando le
habían ya sucedido. –Perdida en su propio mundo de temores e inseguridades de
su propia autoestima, por instantes la trastornada Anna, busco no caer otra vez
víctima de su subconsciente al sentir la mano de aquel Ángel forzándola a
restregarse contra su reciedumbre.
Batallando
entre sus nervios y aquellas buenas costumbres adquiridas y enseñadas en casa
que ahora ella misma inculcaba a su hija,
Anna no consiguió dominarse del todo y se abandonó un poco al contacto
con aquella gruesa rama de macho que contra su mano ya se notaba crecer y
enderezarse dentro de aquel pantalón de elegante lana peinada.
Ser
tratada con tan desafortunada falta de todo cuidado y respeto, era un descaro
absoluto que sabía que no debía permitirle a nadie, y mucho menos en tan
abierto y poco privado como aquel en que ahora todo ocurría. –Pensó para sí atormentando su mente por
momentos fugaces que se agolparan adentro de su cabeza, al pensar que ni
siquiera a su esposo le permitiría o había permitido jamás tomarse con ella tal
tipo de libertades tan
inapropiadas. Pero –Notó‑… Estaba mojada…
El
delicado tejido de su pantaletita no le mentía ni le jugaba a juzgar lo que
resultaba evidente en ese momento. Cual quinceañera en concierto de rock viendo
a su ídolo brincotear y cantar al moverse, y sin darse bien cuenta de cuando
había sucedido ella tampoco, los toqueteos, mangoneos y apurados maltratos de
aquel aprovechado abusivo habían ocasionado en ella la embarazosa e innegable,
aunque inevitable reacción de mojar el pequeño escudete de algodón que adosado
a la femenina prendita, servía de refuerzo de tela a la entrepierna de esta.
‑No…
Por favor no. ¡Para!... Me aturdes… No seas malo conmigo… Mi Esposo…Por favor te
lo pido…– Experimentando sensación semejante a la de derretirse justo ante él,
ella pidió que parara evitando mirarle directo a la cara y la intensa mirada
que lanzaban sus flamígeros ojos, cuando sin saber de que otro modo oponerle alguna
clase de resistencia para contener lo que pudiera venirse enseguida, presintió
Anna que se aproximaba el embate de otra posible incursión mas decidida que el
insensato ése quisiera intentar en contra de ella, y temiendo correr el peligro
de que al correrle éste la mano sobre su persona, a ella que pudiese abandonarle
su ser interior que amenazaba con desbordarse frente a aquel enigmático hombre
que le arrebataba su plena conciencia de mujer madura, recatada y decente, sólo
atinó a cruzar las piernas delante de él; ocasionando con ello que al levantar
una pierna sobre la otra, el colorido dibujo de su falda floreada y por demás
ajustada terminara corriéndose sobre los torneados muslos que manera inmediata
aquél disfrutó con la vista.
Mientras
gozaba aquella suculenta visión, y el fútil intento que hiciera ella por
devolver por lo menos a su debido lugar el dobladillo de la faldita, el sujeto,
notando que aquella mujer era como masa para moldear en las manos, que si bien
y en realidad no ofrecía mayores ventajas, pero tampoco le ofrecía mayor
resistencia, pronto probó otro poco de suerte con sus avances que de ninguna
manera disminuyeron al momento en que adueñándose de la situación que ahora
había conseguido le retuvo la mano con que intentaba bajarse la falda al tiempo
en que con tono severo espetó: ‑ ¡No, ni de chiste lo pienses Annita!...
Piernas como las tuyas están hechas para mostrarse y que todos las vean…
* * *
Quizás
por la luna, o talvez fuere la sola y misma presencia de aquel hombre que de
manera irreal pero contundente, y en menos de quince o veinte minutos, había transgredido
las fronteras del decoro y reserva que de manera habitual una dama decente como
Annita imponía ante propios y extraños. O quizá sólo fuera el momento y
enjundia con que aquel le supo llegar para conseguir cada propósito que se le
venía en antojo. Anna no lo sabía
que era “eso” que él tenía, pero que al parecer la subyugaba más allá de su
comprensión o dominio a cada paso que daba y ella cedía.
Subyugación
que sin ella poder contenerla, en manera innegable y notoria aumentaba con cada
avance que hasta el momento él daba. Y misma que se acrecentó de un solo golpe
cuando sin haber mediado otra mayor instrucción por parte del confiado hombre, ella
detuvo el intento de reacomodarse de alguna menara la falda sobre sus muslos
expuestos aún antes de que soltando luego la mano de Anna, el ventajoso Ángel
volviera por completo a adueñarse de la pierna de ella para jugar con las yemas
de sus dedos a trazarle círculos encima de ésta antes de ordenarle en modo
tajante que la descruzara y bajara de nuevo.
‑¡Baja
y acomoda la pierna…!
‑¡¿Qué?!...
No, ¿Cómo cree usted?... – Alarmada por entender lo que de seguro se proponía
aquel hombre, y sin saber ni porqué ante el comando severo, por primera vez
Anna hizo el intentó de negársele empleando el modo más formal que pudo ella
usar al dirigirse hacia él como si le hablase a algún comandante o personaje de
alto rango marcial. Matizando después: ‑No,
por favor no. Alguien podría verme o mi
marido volver…
‑¿Qué
pasa Mamita?... ¿A qué viene eso?... Sólo te estoy pidiendo que bajes esta
piernita y la separes un poco de tu otra piernita…‑ Divertido ante el estado de confusión y
predicamento en que había conseguido situarla, El aventurado Angelito, continuó
azuzando a su presa para conminarla a que lo complaciera con esa nueva
instrucción.
‑Pero…
La Gente. Mi Marido. ¿Si vuelve?...‑
Buscó excusarse de cumplir el capricho.
‑¡¿De
la gente que te preocupa preciosa?!...
El lugar está lleno y casi ni hay
modo de que alguien se dé cuenta de nada… ‑
Notando que en vez de simplemente negarse a cometer tan desmedido
exabrupto que él pretendía, ésta se apuraba más a en ofrecer algún tipo de
excusa para no hacerlo ante la posibilidad de que alguien o su marido pudiese
llegar a encontrarla dando la nota en tan delicado y escandaloso desplante, mas
no del inapropiado pedido en sí mismo; y haciendo uso de la apostura que tenía
ganada ante ella, retrucó él complacido de la extraviada docilidad de la damita
que la oportunidad le había puesto en suerte para que jugara a hacerla caer en la
tentación de sus garras.
Y
continuó con su asalto en contra de la debilitada defensa que ella intentaba: ‑
De tu marido tampoco te apures, que estando tan lleno el lugar, Tú sólo te
encargas de ver cuando vuelva el Cabrón y con tanta gente que hay tendrás tiempo de verlo antes de que regrese a
buscarte…
‑¡Así
que ándale, has caso y ya baja esta pierna!‑ Al tiempo que acabó en ese momento
aplicando algo de fuerza sobre la rodilla de Anna para azuzarla, y empleando a
la vez con toda firmeza su tono de mando, insistió como si para él eso de
ordenarle que hacer a una señora casada y ésta obedeciera sus órdenes fuese
algo de lo más habitual.
Al
aplicar aquel leve estimulo sobre la pierna de ella, cumplió el objetivo de
hacerle entender a la confundida mujer que ahí no había más lugar para las
negativas por parte de ella, por lo que como si se sometiera a su antojo para
después obrar un milagro. Primero el terso muslo de la joven señora bajó hacia
el cojín donde se posó durante unos cuantos instantes que antecedieron al
momento en que como si todo aquello ocurriese a través del lente de alguna cámara
lenta que ralentizara los asombrosos segundos ante la vista del obsesivo
individuo, el camino hacia el edén se abrió apenas algo menos que unos cinco
centímetros o un par de escasas pulgadas que junto con el suave tremolar de
aquella pareja de sonrosados y suaves muslos de ensueño apenas bronceados con
un suave tono de miel, se apartaron de a poco para regalarse a la vista de él.
‑“Guau”…
Pero si mira que encanto, Preciosa… Eres toda una joya…‑ Conmovido ante su propia lasciva y la
naturaleza del acto que ahora le hacía cometer a la víctima y objeto de sus
perversiones, Ángel lanzó el marrullero piropo en cuanto los regordetes y
suaves muslos de ella cesaron su movimiento, quedando ahora expuesta hasta
dicho momento, de manera tal que, rayando entre lo que bien podría haber
parecido un mero descuido y lo indecente para cualquiera otro que aparte de él
la mirara en tan indiscreta postura.
‑De
verdad que eres una ricura Mi Vida… Mira que piernas y que rico…‑ Celebró él
comiéndosela con los ojos hambrientos de lobo que parecieron fulgurar
encendidos al devorarla con estos. – Tienes unas piernas y muslos divinos,
Preciosa.
Ya
me imagino lo lindo que ha de ser ese biscochito calientito y sabroso que de
seguro tendrás allí en medio y todo peludito y mojado… ‑ Anna se sonrojó al
escuchar semejante modo de referirse a su vilipendiada intimidad. Aunque sabía que existían expresiones tan soeces
como aquellas tan grotescas que él había proferido, nunca nadie las había usado
jamás para referirse a su montecito de venus de tan denigrantes maneras; pero
tal como había ya ocurrido antes enfrente de aquel extraño sujeto, oírlo hablar
de ese modo al respecto de su persona
cobró su cuota de dignidad y humedad propia, que escurriéndose un poco
de los dorados vellitos que poblaban el exterior y cercanías de la entrada de
su feminidad, fluyeron también hacia el refuerzo de tela de sus calzoncitos de
señora casada recién estrenados
Para
su buena fortuna, en la posición que se hallaba sentada sobre aquel banco y el
hombre parado justo enfrente de ella, pocos o no muchos de los presentes
podían darse bien cuenta de los
toqueteos y modos en que el aguerrido hombre ahora la sobajaba y tocaba delante
de la concurrencia.‑ O al menos eso pensó Anna hasta el momento en que
apartándose de todo el cúmulo de femeninas sensaciones que se apoderaban de su
persona, y volviendo a la tierra por algunos instantes para buscar alguna señal
de su esposo, sorprendida de sus hallazgos se dio cuenta de que más alguno que
otro fisgón parecían observar lo que sucedía entre ella y el hombre que sobre el
mobiliario del bar la tenía ya acomodada con las piernas cada vez más separadas
sin importar que los demás la miraran.
Notar
todo esto anterior, y saber que estaba siendo exhibida ante todo aquel que se
interesara en mirar, y –quizás‑ también escuchar o tomar apuntes de las cosas
que él hubiera podido hacer o decirle tan solo sumó otro nivel al grado de
perversión que ya experimentaba y reinaba en su ser todo completo que ya por
poco y ardía.
‑De
veras que estás rica Mamita… No sabes cómo me gusta como se siente mi mano aquí
en medio de tus piernitas… Está calientito y húmedo. – Dejando gozar a su mano
del pleno contacto y tibio cobijo que encontró allí en medio de los muslos de
ella, con disimulo arrimó otro poco la invasión de sus dedos hasta que palpando
la franja de ajustado nylon elástico que delimitaba el borde final de las
medias de Annita y la suave piel que con su tentadora transpiración de pronto
frenó y dificultó un poco la decidida avanzada de aquellos tenaces intrusos que
buscaban colarse hasta rozar con sus propias yemas el material de la
pantaletita que aun protegía a la dueña de aquel escondido paraje. –La sensación que ahora el hombre
experimentaba al toquetear el sobajado escondite de la aturdida mujer era
indecible para sus emociones ‑.
‑No…
Ya no más… Ya no más por favor… Ya no…‑ Con la voz temblando con una clara
mezcla de agridulce excitación combinada con sus propios temores, y sin quedarle
ya más otro remedio a ella que el de darse cuenta que tenía que recomponerse;
no fue sino hasta que abrió los ojos para mirarlo y en tono de súplica pedirle
que detuviera aquella delirante conquista, cuando se percató que al menos por
unos cuantos instantes se había olvidado de todo –incluido su esposo‑, abandonado ante él, y en vez de buscar a su
Eduardo, cerrado los ojos antes de
volver a la tierra buscando recuperarse.
‑¿Qué…?,
¿Qué pasa Mi Annita?... Yo sé que esto te gusta… No me detengas, y sólo abre
otro poco esas piernitas para que yo pueda tocarte…‑ No se dejó rechazar él antes de rematar: ‑
Por lo que siento estás bien mojadita en tus calzoncitos…
Y
después, insistió al intentar describir:‑Si hasta tus muslitos están todos
sudados; exhalan tu aroma; y sin verlos, aun con los dedos puedo sentirlos
tibios y un poco mojados como embarraditos con azuquitar dulce y sabrosa, muy
pegajosos y ricos debajo de esta faldita que traes puesta.
‑Ándale abre las piernas… Quiero sentir ya como te tengo toda mojada…‑ Al sentir que ahora sí por fin ella ofrecía
mayor resistencia, El maduro hombre volvió a emplear su voz y actitud completa
de mando al momento de ejercer más presión en contra de ella que buscó
impedirlo hasta la medida que le fue esto posible, y que se venció en cuanto
que debido a la superior fuerza de él, con una sola mano le fue suficiente al
decidido hombretón para vencer aquel intento de insurrección y terminó el
súbito forcejeo para seguir irrumpiendo hacia el invisible objetivo situado debajo
del corto dobladillo de la falda de Anna.
Así
divertido y contento de sus avances al ir toqueteando y palpando la cara
interior de aquellos muslos, la mano invasora otra vez pasó del borde oscuro y
elástico de las medias de la desarmada señora para rebasar la emblemática
delimitación, apropiarse de nuevo de tales terrenos al acariciar con sus ávidas
yemas llenas de morbo la suavísima e invitante región superior de las piernas
de Anna que pareció volver a querer suplicar y pedirle que detuviera la
desmedida agresión.
‑Por
favor no… ¡Ya no!... Se lo pido… Mi
Marido no puede tardar y no quiero meterme en problemas. – Con el corazón
latiéndole de manera profunda y agitándose como a mil pulsaciones en cada
instante que sucedía, Anna trató de frenarlo recalcando su condición de señora
casada al apoyar su jadeante pedido
probando apelar a la consideración de aquel hombre invocando la cuasi inminente
posibilidad del retorno de Eduardo.
Trastornada
y perdida en tales momentos dentro de sí misma, de pronto la sordidez de todo
aquel episodio pareció increíble o producto de un raro sueño erótico en que
debía de hallarse sumida en esos momentos, cuando se percibió formando parte de
aquel escandaloso espectáculo que por seguro estaría dando en aquel alto sillín
sentada delante de ese dominante hombretón, con las piernas abiertas y la falda
subida hasta el punto donde tras el fugaz forcejeo que tuviera lugar entre ella
y el aprovechado dueño de aquella extraña mano invasiva, y con el ahora cada
vez más tirante y ajustado dobladillo de la floreada prenda lo permitía ya muy
arriba en la morbidez de sus incitantes muslos maduros que sin llegar a
reventar las costuras de ésta tensionaban la tela al grado de casi rasgarla.
Con
todo, y ajeno tanto al esfuerzo de la tela de la confección que se esforzaba
por continuar cubriendo las piernas de Anna, como del predicamento en que tenía
a la bella señora casada sometida ante él en tal grado de exposición, sin
contemplaciones, y como si no hubiese nadie
que los estuviera observando en el bullicioso recinto, pidió más : ‑ Vamos Ternura, Tú solo disfruta… Cuida de
que tu maridito no venga; quita la mano y separa otro poco estas piernitas
bonitas que tienes.
Extendiendo
enseguida el morbo de sus sibilinos antojos: ‑Se ven tan ricos estos muslos
jugosos que tienes que parecen jamones de primera y de tan suaves que se te
sienten, se me antoja bajarme aquí mismo para saborearlos todos completos a
mordisquitos y besos para luego clavarme encima de tu pantaletita y antes de
comerme tu bosquecito a lengüetazos jugosos sobre la tela, empujártela dentro
de tu hoyito con la nariz otro poco para que te mojes más todavía sobre la
mojada telita y oler el divino aroma de hembra cachonda que de seguro habrá en
tus calzoncitos bonitos de mamita casada y mojada.
De
entre toda aquella inmisericorde andanada de procaces obscenidades e imágenes que
sin poder evitarlo calaron muy hondo en la cabeza de Anna, la anterior mención
de su esposo y su condición de casada también cobraron la extraña divisa de ocasionar
que al oírlo, otro poco más de humorosa humedad que se impregnó en la remojada
tela del encantador panty con su ardorosa fragancia le delatara a la dama y el
modo en que las lapidarias e insanas palabras conseguían hacerla sentir en
extremo culpable y alterar su consciencia.
Víctima
del embrujo de aquél, la trastocada mujer apenas atinó a darse cuenta del
momento en que descubrió a su esposo Eduardo volviendo por fin de los
sanitarios – o dónde quiera que se hubiese metido durante todo ese tiempo‑.
Hallándose
de pronto Anna con la sorpresa de encontrarlo a su esposo más cerca de lo que
hubiese esperado, y en el súbito apuro que de inmediato le vino y por poco la
hizo saltar de su banco con la intención de alcanzar a enmascarar el impúdico desencuentro
ante la vista de su marido, e intentar ‑ en alguna manera ‑ a la vez que
recomponerse y disimular el subrepticio desliz, escurrirse de las manos de su
acompañante antes de que Eduardo pudiese darse más cuenta de la inmensidad de todo
aquel indecible exabrupto que ella había permitido que tuviera lugar durante la
prolongada ausencia del connivente marido; pero imposibilitada de zafarse con
la premura debida sin comprometer todavía más la integridad de su falda para
poder evitarlo, en menos de una fracción de segundo optó por mejor conservar lo
mejor que pudo la calma para acabar afrontando lo que fuera que se viniese
enseguida.
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que hermos relato, estoy fascinada, la actitud de ella yo pienso que si es reflejo de lo que alguna vez nos puede pasar a nosotras mujeres
ResponderEliminarGracias Jazz, Eso es lo mismo que quiero transmitir...
EliminarLo lei tdo uhmm q rico, y pq le cortas cuando llego el sposo?
ResponderEliminarPorque eso va en la siguiente parte =)
EliminarEstá delicioso, me costo trabajo, pero me decido por esto: "Ya me imagino lo lindo que ha de ser ese biscochito calientito y sabroso que de seguro tendrás allí en medio y todo peludito y moja"
ResponderEliminarOoops!!!... Escribimos eso?...8)
EliminarMe encanto, me tarde como 5 días en leerlo!
ResponderEliminarUuuyyy !!!, que mal... Lo siento.
EliminarHola! que caliente, me gusto mucho, esas cosas ni nos pasan, yo tambien me tarde como 3 días en leerlo jaja
ResponderEliminar...Y lo de la lentitud que mencionan... ¿Se debe a qué?.
ResponderEliminarTarde pero seguro mi estimado, eXcelente post.
ResponderEliminarSalu2!
Excelente relato, me quede con las ganas de leer la continuación, para cuando estimado escritor y gracias por mantenernos calientes, les hace bien a nuestros matrimonios ya que las mujeres pagan el precio de nuestras bajas pasiones :-)
ResponderEliminar...Me gustaría " retener " esa idea, y quizás pedir - si fuera posible -, explicaras un poco a que nos referimos con ese dicho de que" ellas pagan el precio de nuestras bajas pasiones...?
EliminarMw refieroa que ellas hacen de inocentes palomas y nosotros de invitados al azahar que conocen en un bar mientras el marido (nosotros mismos) las observamos desenvolverse nerviosas ante un hombre nuevo, desde como le aceptan los primeros piropos hasta cuando se la empiezan a chupar en el baño, en fin Ludo, tus relatos dan para mucho y avivan la imaginación, a eso me referia que ellas pagan porque poco a poco les gusta el juego de roles y las cosas se ponen calientes, claro que el ir a la realidad es otra cosa mas dificil aunque no imposible en la imaginación.
EliminarPara cuando la continuación de este calienre relato Ludo, es uno de los mejores..
ResponderEliminarPues verás -Anónimo 2 - Asumiendo que seas un 2 , y no un Uno repitiendo o posteando dos veces... =)
EliminarEl asunto es que aprovechando la pausa dada por los Gifs de nuestras animadas lectoras, me dispuse a dibujar y hacer una revisión-corrección de la escena descrita, supongo que a mediados, finales de Marzo este repuesto o editado hasta la escena 2, y luego siga ya posteando la 3a escena.
Hola, muy rico el relato
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