Con
mi eterno agradecimiento y reconocimiento para José, “El implacable y feroz escrutador
de palabras”; sin cuya colaboración y geniales aportes, este nuevo proyecto quizá,
se encontraría aun en estado embrionario, vaya este relato a la memoria de Don
Alberto, mi suegrito de siempre.
In Memoriam AFA 27 Jun 1935- 21 Dic 2014
*
* *
°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°
Amor
y Lujo©
Parte
5 Introducción ( El 59, o poco más del 55 por ciento )
Ludo
Mentis
* * *
Según
datos que recientemente leía acerca del aumento reportado por la infidelidad
femenina en tiempos recientes, que inusitadamente ha ido a la alza de unos
cuantos años a acá; hasta que ahora más del 59 por ciento de las mujeres con
relaciones estables, ya sea de noviazgo, comprometidas para matrimonio próximo,
casadas o hasta casadas y con hijos, entre las que se incluye a la mía, han
confesado que si bien no todas han llevado hasta las últimas consecuencias
alguna aventura que ocultan de sus parejas, sí al menos, reconocen, que durante
el intercurso sexual habitualmente suelen imaginar que se entregan a algún otro
hombre distinto al que se encuentran enlazadas emocionalmente. En tanto que, por 7 puntos más del 55 por
ciento del universo femenino de mi país, admitió haber engañado a su pareja al
menos en alguna ocasión; según datos arrojados por las entrevistadas, un 5 por
ciento confesó hacerlo de manera habitual o frecuente, reincidiendo constantemente
en el adulterio o engaño en contra de sus parejas.
Si
bien dicha encuesta menciona que las entrevistadas esgrimieron la decepción,
venganza e insatisfacción como causa principal de los ilícitos lances amorosos
en los que se enredan con otros hombres fuera de sus matrimonios, y que a la
mayoría de éstas, el remordimiento suele aquejarlas hasta que finalmente
terminan por confesarlo a sus parejas. El estudio no sugiere o menciona la
actitud que los afectados adoptan al tomar consciencia plena de las
infidelidades, ni mucho menos cuando, como he mencionado anteriormente, ésta se
da manera reiterativa y no como mero acto de una sola ocasión.
El
asunto por el que hago esta breve pausa para exponer lo anterior, se debe a que
para el momento en que por fin cayó dicho artículo entre mis manos, ya muchas
cosas habían pasado en nuestras vidas; no obstante, al leerlo de alguna manera
obtuve el alivio del tonto que al menos
se consuela de saber que a otros también les ocurre el mal que a él
mismo le aqueja, y aunque con ello no encuentre la cura del mal, por lo menos
le hace sentir un poco más comprendido y no el único ser del planeta que sin
saber cómo resolver la medida de su drama, moralmente se va consumiendo de a
poco ante la tremenda ignominia que resulta al saber que algo para lo que desde
temprana edad se le ha preparado a no tolerar, súbita y contrariamente a lo que
esperaba sería su propia reacción, como ha sido mi caso, ha comenzado no sólo a
serle admisible si no hasta incluso,
llegar a resultarle extrañamente placentero por alguna de las retorcidas
razones que su subconsciente sólo comprende.
*
* *
°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°
Amor
y Lujo©
Parte
5 Capitulo 1 (
La Gente Rumora )
Ludo
Mentis
***
Habían
transcurrido apenas unos meses luego de que mi Esposa de pronto de ser una
intachable mujer digna de todo respeto tanto en el trabajo, como la familia y
el vecindario, hubiera brincado a convertirse en la amante del hombre que aparte de ser no sólo su jefe, a
la postre se convertiría en el Esposo de su madre. Muchas cosas habían sucedido en un periodo
tan corto de tiempo.
En
el trabajo se había convertido en la noviecita del jefe que incluso a
instancias de éste para ayudar a solucionar el problema laboral en que me
encontraba había salido con él y mi jefe a una noche de juerga en la que todo
ocurrió también entre ella y el hombre del que dependía mi negocio; con la
familia -supongo Yo- que alguien aparte de mí y de su nuevo pariente, bien
podría haberse enterado ya de lo que sucedía; mientras que con los vecinos, tal
como ya lo conté, de durante algún tiempo, de pronto se convirtió en algo
habitual que ella pasara a visitar al par de muchachos que habitaban la casa de
al lado mientras que Yo, procurando que nuestros hijos no se dieran cuenta de
lo que ocurría entre los jovencitos con los que ellos jugaban por las tardes,
luego de que los niños ya se hubieran ido a la cama a dormir, su madre lo hacía
buena parte de la noche metida entre las sabanas del que deseara entretenerse
con ella cuando, las diversas ocupaciones del par de jóvenes atletas no los
tuvieran alejados de la ciudad.
Prefiriendo
mantener cierta decencia o decoro respecto a las distintas posturas en las que
la vida nos había situado poco habíamos hablado ella y Yo acerca del súbito
cambio que de pronto había sucedido después de aquella noche en la que Yo mismo
la había visto en aquel burdel de altos vuelos siendo ofrecida, usada y abusada
como un simple juguete sexual por Eduardo y aquel otro baboso que -sin más- se
había aprovechado de mi situación para beneficiarse de la desgracia que yo
estaba pasando aun antes de que el par de jóvenes promesas deportivas de
nuestro país también probaran suerte con ella cuando se mudaron por algún
tiempo a la privada en la que vivimos, o el mismísimo señor que sin poner
límites a sus aberrantes lujurias de hombre mayor había venido a poseerla
delante de mí una noche en la que los niños no estaban mientras yo haciéndome
como el que no estaba o marido que no se enteraba de nada; y agazapado entre las sombras de nuestra casa mientras la
arrebatada escena ocurría, paso a paso observaba como había sucedido toda la entrega.
Si
bien ya no tanto en mi propia imagen o autoestima de macho dominante al que le
resultaría siquiera inadmisible considerar la posibilidad de tolerar para sí
una circunstancia como la mía, en la que había aprendido a lidiar con los celos
y la ansiedad que produce ya no saberse único en el derecho y consciencia de
haber estado con ella, al menos en lo económico después de haber consentido que
ella estuviera con el jovencito del que dependía la prestación de mis servicios
dentro de la embotelladora y algunas de sus filiales, parecía ya haber
comenzado a aliviarse un poco, y no obstante aun no tenía el mismo nivel de
ingresos, la promesa de una nueva licitación tras de la que sería re instalado
en la matriz arrojaba una nueva luz a esa porción de nuestras vidas.
A
instancias de Eduardo que después de aquella escena ocurrida en mi casa lo
había hablado con el intemperante muchachito ése había conseguido que en una de
las filiales aceptaran que me presentara a realizar un proyecto de mejoramiento
de sus instalaciones, decidimos que, siendo que Eduardo no tenía ningún
compromiso para el que requiriera la presencia de Patricia como su acompañante,
aprovecharíamos la ocasión para relajarnos un poco de las tensiones y tomando unos
días del fin de semana largo que se avecinaba, iríamos en plan familiar hasta
el destino turístico cerca del cual se encontraba la Planta que revisaría. Así tal vez, si todo salía como lo tenía
previsto, yéndonos en la camioneta de mi mujer, podría Yo pasar el jueves o
viernes a conocer las instalaciones para hacer algunos cuantos cálculos
mentales y darme una idea más clara de lo que se necesitaba presupuestar y nos
quedarían al menos dos o tres días más para pasear y despejar un poco la mente
de todo lo que había sucedido.
No
sé, quizás también pensé que hallándonos lejos de todas las difíciles
circunstancias que habíamos tenido que encarar, pudiéramos aprovechar para
hablar un poco sobre toda la situación que, aunque lo dijéramos o no, pese a
que intentábamos aparentar que no era necesario se comentara mucho al respecto,
bien sabía Yo que a ambos nos incomodaba tanto como el sentido de culpabilidad
había derivado en un bastante tácito y subrepticio nuevo estado de nuestro
acuerdo matrimonial. Que mi mujer
aceptara las insinuaciones o ya francas invitaciones que otros hombres le
habían hecho para llevarla a la cama, había generado un cambio profundo en
nuestra relación y la actitud general de Patricia.
Durante
años de bonanza las cosas habían sido diferentes en nuestras vidas, ella había
sido el ama de hogar ideal al cuidado de nuestros dos hijos; habíamos viajado
por muchos lugares de nuestro país y el extranjero, yo había costeado nuestra
vida de lujos y mimos, hasta que hacía apenas unos cuantos meses atrás todo
había cambiado; por un lado, Yo perdiendo mi lugar preponderante en la casa
primero había tenido que aceptar que ella volviera a trabajar, luego al
quedarme momentáneamente sin recursos económicos, tolerado que ella aceptara
dinero del hombre con el que su madre se casaría, para enseguida poco después
enterarme de que por mal visto y reprobable que esto fuera junto con el dinero
y supuestas ayudas que habíamos recibido por parte de él, llevaba aparejada la
aceptación de mi nueva condición de marido que dada la magnitud de la
desventaja ante la que me encontraba, de pronto había visto caer mi imagen de
hombre dominante y seguro de su posición ante los demás y su propia mujer,
cediéndole espacios a otros que, como ocurrió con Eduardo, otros tantos
vinieron a aprovecharse del momento para seducir a mi Esposa, y antes de que me
diera bien a bien cuenta del cómo era que todo aquello hubiera ocurrido, entre
otras cosas había tenido que aprender a tolerar que ella estuviera saliendo con
otros o verla arreglarse especialmente para salir con alguno de ellos y aceptar
toda clase de regalos e invitaciones que a menudo le hacían aun sabiendo que
estaba casada conmigo.
Al
aceptar ella todas aquellas atenciones por parte de sus galanes de pacotilla y
demás tipos que sin importarles su condición de señora casada y madre de dos,
para otros, se convertía simplemente en un número más dentro de las encuestas
que ahora ubican a las mujeres latinas como unas de las más infieles, pero no
para mí que siendo ella mi Esposa no es solamente un punto más del porcentaje
sino la mujer especial en la que todo se añora, atesora y anota. En la que sin importar lo que ella sea, quizá
uno mismo buscó excusarlo; o al menos, darle un distinto cariz que fuese más
allá de lo estadístico que simplemente marca, que al ser ya en estos tiempos
las mujeres mucho más autosuficientes económicamente, buscan la igualdad de
condiciones y oportunidades, incluyendo la variedad sexual y multiplicidad de
compañeros que antes -por no ser mal vistas- se negaban a sí mismas. Mientras que cada vez, son o somos más los
hombres como Yo o parecidos a mí, los que aceptan verse envueltos en semejante
tipo de situaciones sin poner alto.
Durante
los meses en los que esto había comenzado a tomar forma, a querer o no que Yo
hubiera tomado parte de su nueva actitud de mujer, por decirlo de alguna
manera, más “desenvuelta y consciente del efecto que su cuerpo causa en los
hombres”, la confianza en sí misma había crecido rápidamente hasta
transformarla meridianamente, de una simple y conservadora Esposa, madre de
dos, y convertirla en una señora joven, imán de las más diversas atracciones,
principalmente carnales. Empero, la
diferencia que mayormente, de acuerdo a lo que he leído respecto del tema, he
encontrado entre mi Patricia y las demás mujeres, trata al bajo perfil que casi
todas ellas tienen o sostienen ante sus maridos y conocidos acerca de sus
aventuras, pese a lo súbito del cambio que nosotros hemos experimentado al
haberme enterado de todo, por alguna extraña cuestión me parece haber
procrastinado, pretendiendo hablar lo menos que se pudiera del asunto y evitar
de esa manera tener que aclarar o entrar en debates en los que no tenía ni
tengo aún muy clara cual es mi postura, aunque sí mi situación; pero sabiendo
que por mas que esto se postergase, en algún momento tendría que ser hablado.
Pensé que tal vez, aprovechar la neutralidad que daría transitar por la
carretera o la estancia en el hotel durante el viaje, sería la mejor ocasión
para aclarar, -sin tantas presiones- algunas posturas o aspectos de nuestra
relación que no solamente sería bueno ya que precisáramos entre los dos, sino
urgente.
* * *
En
esta ocasión veníamos en otro plan; con los niños, a despejarnos y divertirnos
como una familia. No estarían ni su
madre, ni Eduardo ni ningún otro de los hombres que a mi parecer, intervenían
en nuestra relación. No obstante, en
casa las cosas parecieran ahora tan cambiadas como ella, suponía Yo que
principalmente todo estaba en nuestras cabezas, y salvo por aquellos muchachos
que habían estado con mi mujer, en el fondo no creía Yo, o al menos quería
pensar para mí, que para el resto de los vecinos que nos conocían así tanto
como algunos de los conocidos con los que ella trabajaba en la oficina de aquel
hombre, poco podrían realmente saber o intuir acerca de las aventuras que había
estado teniendo mi Esposa con los hombres con los que salía; supongo que, de
haberse imaginado ella que alguien fuera de los que habíamos intervenido o presenciado algunas de sus escapadas
hubiese podido imaginar siquiera, que aquella mujer con la que me hallaba
casado desde cerca de diez años, y la asumían como bien portada, honorable y
decente, de un tiempo a la fecha se había convertido en algo no más que el
juguete sexual de su propio padrastro y cosa segura para un par de hombres más,
aparte de los avispados jovencitos de al lado, seguramente se habría muerto de
vergüenza. Pero así era ya en ese
momento; aquella linda mujer de cabello
rojizo, ligeramente claro, por el que le llamaban “güera” o “güerita”,
saliéndose del convencionalismo del matrimonio, en menos de un mes se había
entregado a ese sujeto con el que estaba casada su madre, y antes de tres meses
después, había ya duplicado la cantidad de hombres con los que había estado en
la cama aparte de mí.
A
pesar que he mencionado que realmente no habíamos hablado o fijado posturas
concretas respecto a nuestro matrimonio, ni antes de aquella ocasión en la que
ya habiéndola visto vestirse para salir a la calle me dijo que lo hacía para
que Eduardo la viera vestida como a él le gustaba que fuera al trabajo, o
después cuando en aquella noche en la que la acompañé a aquel lupanar la había
visto siendo tomada por los dos hombres que sobre los que ahora descansaba
buena parte de nuestra tranquilidad, al menos hasta esos días había sido claro
que delante de los pequeños ella procuraba que no ocurriese alguna escena a la
que no hubiera lugar. Y así, habiendo
permanecido el balance de nuestra relación entre su nueva personalidad y mi tácita
aceptación, definía que no hiciera falta aclarar aspecto sobre tal punto.
Continuamos
el trayecto tranquilizando cada hora a los niños hasta que casi al llegar a la
desviación de la autopista que tendría que tomar para llegar hasta el boulevard
de la zona hotelera sobre el que entre otros, también con todos los lujos y
estrellas, se ubicaba el hotel donde Patricia había reservado hospedaje, justo
al lado las playas de arena dorada que disfrutarían los pequeños sin siquiera
tener que cruzar la avenida; al detenerme a cargar un poco de combustible me
percaté de que la Planta a la que tendría Yo que acudir para hacer la revisión
ocular de las instalaciones en las que se trabajaría, se encontraba en un
pequeño poblado situado a la orilla del mar que en realidad no estaba lejos del
sitio donde nos hallábamos; por lo que, notando que dada la hora que señalaban
las manecillas de mi reloj, bien podría robar algunos minutos al día de mañana,
si en vez de dirigirme al hotel, giraba hacia el lado contrario y aprovechaba
para pasar a presentarme y realizar mis primera revisión.
*
* *
°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°
…¿Y
qué se supone que podamos ver en este pueblito o la playa a esta hora?. ‑ Sin que pareciera tan profunda su queja, a
Patricia le molestó lo imprevisto de mi decisión, cuando después de maniobrar
con el volante por encima de algunos baches que había al lado de la carretera,
enfilé su camioneta hacia el letrero de colores rojos y blancos que mis
suposiciones indicaban, sería donde –seguramente- se hallaba el inmueble al que
debía dirigirme.
…Mira:
¿Por qué no, si quieres vas Tú con los niños a ver que hay por aquí o en la
playa mientras veo quién está encargado de esto y doy un vistazo?... Les prometo que no tardo. ‑ Después de sortear otros cuantos baches y
algunos charcos que se hallaban en el camino que conducía hacia el enorme
letrero que anunciaba el principal producto que vendía la compañía en la
región, pregunté a mi Esposa al ir deteniéndome frente al enorme portón
metálico pintado con los mismos colores del refresco, volteé a verla para
insistir que no se aburriera esperándome en el sitio con los niños mientras Yo
iniciaba lo que había venido a hacer al lugar.
‑Sí,
pero es que, Yo esperaba llegar primero al hotel para cambiarme, los niños ni
siquiera traen puestos sus bañadores.‑
Mostró nuevamente su ligero descontento volteando a mirarse los desnudos
muslos que mórbidos descansaban sobre el
mullido asiento.
‑
Sólo serán unos minutos, lo prometo… Así estás bien, toda de blanco con ese
shortcito que te compraste para… eh… ‑ Pretendía convencerla de que no tardaría; ni
hacía falta que se cambiaran- cuando de
pronto, no obstante que quizás no lo hubiera ella notado, al sentir que se me
hubiese hecho un nudo en la garganta al mencionar la finalidad del
pantaloncillo, tartamudeé súbitamente antes de quedarme callado, al venirme
como a centella que hubiera estallado por completo dentro de mi cabeza, al caer
en cuenta que, aún a pesar de que no era precisamente que lo hubiera usado para
mí o para estar conmigo durante este viaje o siquiera comprado ella como Yo iba
a decirle, aquella prenda era la que le había regalado uno de nuestros vecinos. Por lo que en cuanto me recuperé, rápidamente
quise salvar la situación recomponiendo:
¿O para qué quieres cambiarte si así te
ves bien?... ‑ ¿O quién supones Tú que te va a ver si aquí
no está ni E…‑ Iba a salir aún mucho
peor mi intento de no ocasionar un problema o se sintiera cuestionada por mí
como habíamos quedado, cuando descubrí que estaba a punto de decirle que no la
vería ni Eduardo ni alguno de los otros con los que ya había estado.
‑Daniel… Por favor no empieces otra vez con lo mismo. ‑ Me recriminaba atenta de que los niños no
percibieran el motivo de los recíprocos reclamos cuando alguien nos interrumpió
‑¿A
quién vienen a ver?... ¿ Es usted quien
viene a ver lo de las instalaciones?... ¿Quiere pasar?‑
Un
moreno de la localidad, vestido con uniforme reluciente se había acercado hacia
mi ventanilla para ofrecerme pasar con todo y vehículo.
‑Eh
ehr… N n-o… No sé.‑ Indeciso titubeé
queriendo dar tiempo a que Patricia se decidiera mientras el lugareño abría la
puerta para que pasáramos.
‑¿Sabe
usted si está el Señor Ramón Gómez?...
No me esperaba hoy, sino hasta mañana… Yo soy Daniel de la O.‑ Le expliqué antes de decidirme a avanzar.
…Dígales
que pasen. Acuérdense que no pueden
tener esa puerta abierta más que para cuando entren o salgan los camiones. ‑
Desde el otro lado del enorme portón se escuchó la ronca voz de tono
severo que aproximándose, llamaba la atención del encargado.
‑Yo
soy Ramón… El nuevo Gerente a quien
Lanzagorta encargó cuidar la plaza. ‑ Se presentó a sí mismo con aire de pocos
modales y diplomacia un hombre bastante joven que por mucho rondaba los 25 años
a lo sumo, y con todo el color de costeño, curtido por años de sol que
sumándose al profundo tono de su piel, el negro característico de la Tercera
Raíz de nuestro gente, daba un matiz subido hacia el negro rojizo; aunándose a
su fornida figura con brazos completamente marcados por los músculos y el corte
castrense del cabello ensortijado del fenotipo negroide , lo hacían parecer más
que el empleado de una compañía, el lugarteniente de la zona militar, encargado
de vigilar e imponer el orden en el lugar.
Ahh…
Sí, Yo soy Daniel. Acordamos que
vendría a evaluar las instalaciones para presupuestar algunos cambios que
quieren hacer… Ésta es mi Esposa Marta
Patricia; y ellos mis hijos Jorge y Daniel… ‑
Presenté a la familia
‑Ah;
hola… ¿A-a ustedes como les va allá atrás?... En un instante les traigo una
soda, veo que tienen los labios secos. Saludó primero a los niños que de
inmediato sonrieron asintiendo con la cabeza, antes de dirigirse a mi Esposa de
manera un tanto curiosa: ‑Buh –eh-
enas tardes Mar… Señora Patricia… ¿Cómo
está señora?... ¿También desea una soda?
¿Listos para irse a la playa con su mamá?‑ Me pareció extraña la manera que usó para
saludar a mi Esposa antes de volver a hablarle a los niños mientras Yo
comenzaba a mover la camioneta para permitir que sus subordinados cerraran la
puerta como él había indicado que hicieran.
Ya
una vez adentro del estacionamiento, en tanto que él se acercaba hacia
nosotros, me apresuré a apearme para saludarlo de forma más correcta y proceder
a preguntarle si tendría algún inconveniente en que mi Esposa usara algún sitio
donde pudiera cambiar a los niños para llevarlos a conocer la playa y ella
viera que más encontraba.
‑Sí,
claro… ¿Pueden usar el baño de mi
oficina, aunque no recomiendo ir a la playa y menos la señora Patricia sola con
ellos entre semana… A veces entre
semana está muy vacío, la gente no llega sino hasta mañana o el sábado. ‑ Debo de confesar que me alarmó bastante con
la advertencia que hizo.
‑¿Qué?...
¿Es muy peligroso por aquí?... Pensábamos ir a la playa… Y ya sabe…
Que se pusieran sus trajes de baño…
nadar un poco y comer algo antes de ir al hotel.‑ Interpuse queriendo parecer amistoso pero
atento a las indicaciones.
‑No
bueno; no… Si sale mucho en las noticias
que ahora este lugar es peligroso pero depende más bien del sitio al que vaya o
con quien ande; no pasa nada si sabe uno adónde no debe acercarse. ‑ Con
hosquedad contestó al tiempo en que estrechaba la mano que le tendí para
concretar el protocolo.
‑No,
pues ya siendo así creo que será mejor que si a usted no le molesta, mejor vea
lo que vine a ver, tome algunas fotos seguramente tienen ya preparado un
archivo con croquis y medidas. Aseguro no entretenerlo. ‑ Sugerí no queriendo parecerle impertinente.
‑
No. Por mí no se apure que para eso
estoy aquí a cargo de todo, si quiere puedo mandar a alguno de los muchachos
con la señora para que los acompañe; igual si quieren ir al mercadito o para
que la lleve a su hotel mientras revisamos las instalaciones.‑ Ya en tono más amigable aunque no por ello
menos formal se ofreció a ayudarnos, cuando sin haberlo supuesto vi que se
abría una de las portezuelas traseras seguida de la de Patricia que se apresuró
a llamar la atención del pequeño David.
‑¡David!...
No… ¿A dónde crees que vas?...
¡sube a la camioneta y cierra la puerta!... ¿Por qué te bajas sin permiso?... Aquí es peligroso… ‑ Le
recriminaba seriamente al más pequeño de nuestros menores.
‑Mira… el señor se va a enojar y te va a regañar a
ti o a papá para decirle que aquí no puede haber niños… ¿Verdad Don Ramón?‑ No pudiendo haber usado un apelativo que
dada la edad del muchacho pudiese haberme parecido menos apropiado para
referirse hacia, entendí que lo que intentaba era espantar al pequeño David,
cuando habiendo pasado ella ya por el frente del capot lo vio titubear y
quedársele viendo al hombretón que siguiendo un poco el juego a mi Esposa se le
quedó mirando a mi niño.
‑¿Ya
ves?... Ya se enojó porque te quieres ir
sin pedirle permiso. ¿Verdad Don Ramón?...‑
Terminó de espantarlo cuando por fin se extendió para tomarlo de la mano
y volver a hacerlo subir a su asiento.
‑No,
no me enojo; pero si es peligroso, circulan montacargas con tarimas pesadas y
bultos voluminosos. Mejor hazle caso a
tu mami morrito… Aquí mismo les traeré la soda, en este preciso momento; alzó
el brazo y chasqueo los dedos de la mano izquierda al tiempo que grito:
Silvano, tráeme cuatro bien frías.
Por
fin miré sonreír al moreno al dirigirse a mi hijo mientras Patricia giraba su
cuerpo para volver a subirlo y acomodarlo, volviéndose entonces aquella sonrisa
que dejaba ver parcialmente sus dientes de un blanco perfecto y sólido, en algo
más tenue que una ligera mueca de labios ligeramente torcidos al detener la
vista sobre el pantaloncillo blanco bajo el que se dejaban entrever las
apretujadas y firmes curvas de mi mujer que aun intentando amoldarse al
desmedrado y tenso tejido de la ajustadísima vestimenta, en la postura en que
ella se hallaba empinada hacia adelante, parecía estar próximo a reventarse por
las costuras y la hacía lucir de manera por demás desmoderada e insolente, a
tal grado, que aparte de causar una reacción de sorpresa en el joven costeño
que solo alcanzó a medio disimular su apreciativa sonrisa al ver cómo, al
continuar ella moviéndose con medio cuerpo dentro de la camioneta, la tela del
estrecho shortcito iba adhiriéndose como una segunda piel cada vez más pegada a
las redondeces de su trasero conforme más hacia dentro se empinaba mi Esposa.
Sin
querer aventurarme a interrumpirlo y sustraerlo de sus contemplaciones, entendí
que aunque aquella mujer era una visita y por tanto un cierto respeto le estaba
garantizado, a la que él tanto veía ya sin prestarme la menor atención o lo que
fuera que Yo hubiese venido a hacer a aquel sitio, sin importar que ella fuera
conmigo y mis hijos, quizá debido a lo limitado de su cultura o sus sencillo
origen y escaza educación, para él, ella simplemente no era más que un simple
bocado digno de admirar, seguramente el mejor que veía en su vida, y por lo
menos acariciar con la vista cuanto pudiera ya que quizás, ni en sus sueños más
tórridos tendría otra manera de hacerlo.
Y así, tal cual, fue que lo hizo de la misma forma en que cualquier
otro, anónimamente, habría hecho al verla pasar en la calle; hasta que me
dispuse a interrumpir tan impertinente entretenimiento.
Mientras
que además de lo bochornoso que ya de por sí era entender lo que él veía con
tanta atención y que ahora lo había distraído de nuestro encuentro sin que yo
pudiera apelar nada más que el propio sentido de su gentil discreción, que lo
hiciera volver en sí para dejar de observar las nalgas de mi Esposa como lo
hacía, ya sin prestarme atención; o al menos, hacerlo con un gesto de
disimulada caballerosidad, y aparentar ante mí como lo había hecho al principio
que estaba por procurarles las ya ofrecidas sodas; como era de suponerse,
volvió a causarme bastante incomodidad no poder decir nada a ni a él, ni a ella
para que antes de que con la intención de reaparecer en escena como si ni
cuenta me hubiese dado de nada Yo me acercara hacia mi portezuela, y
simplemente en vez de pedirle que se diera cuenta del espectáculo que estaba
dando y recompusiera su imagen de manera más adecuada ante este hombre con el
que trabajaría, llamar su atención al pedirle que me pasara mi cuaderno de
notas.
Pero
al acercarme de vuelta hacia la camioneta, debo reconocer, que aún bajo aquella
chocante circunstancia, de suponer lo que el otro seguramente veía o querría
imaginar que podría ver o hacer con ella ahí parada frente a él; si a mí mismo
me resultaba algo difícil nada más aproximarme sin querer detenerme a mirar
-aunque fuera por unos cuantos instantes-, no sólo el relumbrante color de los
estrechos pantaloncillos, los que de no ser por un falso bolsillo con aletilla
militar que cubría sus glúteos, sino también aquellos níveos trazos angostos
que daban cuenta clara de estos, delineaban la exacta silueta de las diminutas
pantaletas que dibujándose bajo la descocada prenda, de pronto, invitaban a
continuar la mirada hacia el suave hundimiento que empero, formando primeramente,
nada más que por un manso aunque tirante badén cerca de la tensa pretina,
parecía estar siendo halada hacia abajo por alguna mano invisible, que o bien
quisiera asegurarse de que alcanzaría a ser vista la tenue sombra que revelaba la
separación entre aquellos orbes, o tirar de ésta hacia arriba para que, en la
descuidada postura que se exponía, aparte de develar la precisa forma de su
torneada redondez, la prenda terminara de encajársele ‑ya por completo‑ por en
medio de ambos, y ciñéndose los mismos aún más a la invitante hendidura marcada,
que surgía al juntarse los apetecibles almohadones de trémula carne,
evidenciara también de manera más que certera, la disyunción de las delicadas
curvas demarcando con sombras gemelas sendos y dóciles pliegues semicirculares,
producidos por la terminación de sus nalgas que de repente parecían desvanecerse
en rumbo hacia el tentador montículo femenino evidenciando la proximidad de la
vista hacia el ansiado objetivo, que ocultándose bajo los pliegues de la
ajustada tela que le cubría en dichos momentos, de pronto, surgía allí en
medio, justo al centro del tentador altozano, con forma de madalena o suave e incauta
conchita, moldeada y dispuesta por Dios en aquel sitio para que – salvo en
ocasiones contadas tal como la de aquel día, u otras poses de abandono
distinto, propias de momentos más íntimos entre las piernas de Patty‑, en vez
de vulnerable y expuesto ante los ojos de todos su nido amoroso, el mismo
pudiera apartarse para evadir desatinadas miradas,
como las que queriendo inundar sus propias pupilas, aquel hombre colaba a la
habitualmente reservada y tersa región interior de los muslos maduros de mi
mujer para atrapar en su mente cuanta efímera imagen consiguiera llevarse grabada
consigo luego de verla en tan impúdica circunstancia, e incluso, si se pudiese,
ver qué más descubría entre los incitantes perniles que franqueaban el paso de
nuestra mirada.
En
esas me hallaba, también yo perdido y algo confundido no sólo ante el
inconveniente espectáculo que mientras aseguraba el cinturón de seguridad de
David, aparentemente mi mujer daba sin percatarse de ello, sino sumido en mis
propias e inapropiadas cavilaciones acerca de los encantos que dejaba adivinar
de su cuerpo retacado dentro de la ajustadísima prenda o la cada vez mayormente
indiscreta mirada de aquel intemperante sujeto, que más que parecerme ya que
quisiera simplemente guardar en su memoria registros tan íntimos de la anatomía
de mi Esposa, o el modo en que lucía su trasero enfundado de aquella manera,
más bien, daba la franca impresión de querer familiarizarse con las curvas de
su figura, cuando, interponiéndome entre sus ojos oscuros y las arrebujadas
redondeces de Patricia, por fin le interrumpí forzándolo a dejar de mirarla y
atenderme dirigiendo su vista hacia mí.
S-i… si quieren pueden cambiarse en el baño de mi
oficina y mientras usted revisa lo que sea que quiera revisar…le‑ Al bruto parecía costarle trabajo hilar
siquiera sus ideas para ofrecerme de nuevo lo que instantes antes de aquel
impromptu había concedido, casi con las mismas palabras. Pero luego acotó:
…Digo;
revisar lo que quiera de las instalaciones y que alguien los acompañe para qué
vean por aquí cerca o en la playa y vengan el fin de semana con más
tiempo… Hay un restaurancito que vende
muy buen pescado ahí, junto al mar; no es del mercado, sino sacado muy temprano
por pescadores de aquí, así que esta bien fresco y tiene sabor distinto del
refrigerado…desde luego, a la Talla; les recomiendo probar cocinado sólo a las
brazas; ya luego me dirán.
*
* *
°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°
Se nota que has regresado con tu pluma Ludo, es solo que leer por pedazos y en desorden no es exactamete lo mio, me corto al sentir que me falta leer de los vecinos atletas, como se la llevo el suegro a la cama, o el vecino que le regaló el short blanco... en fin, me recuerda al manoseo de los chinos que nunca leimos :) ojo, que soy uno de tus fieles lectores, y se de lo que hablo, los piqueos serian buenos si se trataran de cuentos individuales y con historia propia y completa, pero en una historia como la tuya, es como verse The walking dead pero ya empezamos viendo a los zombies y no sabemos como paso, bueno es mi punto de vista amigo Ludo, no te molestes, lo escrito esta super pero la concatenación de hechos me descoloca. Saludos!
ResponderEliminarTe puedo entender Luis, te puedo entender:
ResponderEliminarEl asunto es que te pido que tomes este relato como una especie de Star Wars -o Halo mas recientemente -., en donde, con la historia que empezó a mostrarnos George Lucas por el capítulo 4 de Una Nueva Esperanza,alrededor de unos treinta años después , concluyó con el capítulo 3.
Te pido que tomes a modo de "teasers", los detalles que salpico sobre el pasado reciente de Patricia y Daniel. Deliberadamente los he puesto en el capítulo 5 y 4, para crear precisamente esas dudas acerca de tales incidentes previos.
Entre otras cosas, la decisión de hacerlo así fue mi propio gusto al leer ciertos relatos, que , teniendo bastante sustancia por si mismos, me "dibujaban" breves detalles que me dejaban con ganas de saber las escenas "alternativas completas", las cuales sin tenerlas, echaban a volar aún más mi imaginación.
Un saludote Luis
Por cierto:
Eliminar¿Cual es ése relato de los "chinos" que dices?.
¿Es mío?
Pero que verguenza Ludo, no capte tu parte innovadora, claro, he visto series e incluso peliculas que empiezan asi y van dando los hechos por partes para al final armar todo el rompecabezas, excelente! me sorprendistes, pero me da verguenza que me lo hayas tenido que explicar y no lo haya descubierto por mi mismo. Sorry! en cuanto a los japoneses:
ResponderEliminarMonica y los japoneses, yo no se si se la festinaron pero que al menos la manosearon a su antojo eso esta claro, y yo me imagino un gang bang de los japoneses haciendole finalmente un bukake , esto se me vino a la cabeza al leer lo siguiente en el capitulo seis de Monica: cito literalmente
"el auto continuaba avanzando y se acercaba a la zona donde ella trabajaba, hasta que en un semáforo en rojo ella pudo reconocer que se encontraban a menos de un par de calles de donde seguramente su jefe se encontraría en ese preciso momento., celebrando la victoria que había tenido sobre ella y sus contrapartes asiáticos, al hacerla aceptar sus caricias durante aquella junta con los japoneses que al principio se habían mostrado un tanto confundidos por la manera en que se desarrollaba el encuentro. Y recordando como todo cambio en cuanto ella a insistencia de su jefe, había aceptado quitarse el saco que cubría la casi transparente blusa color rojo que el Señor Hernández le había obsequiado por la mañana., descubriendo ante los invitados aquel par de "poderosas razones y armas secretas" que el hombre les había mencionado y que ella apenas alcanzaba a ocultar dentro del bajísimo escote que la media copa de su Brassiere alcanzaba contener como si de un preciado tesoro se tratara. Causándoles una inmediata sonrisa mezcla de nerviosismo y excitación ante su presencia..."
Nada que disculpar Luis:
ResponderEliminarTe conozco siempre respetuoso y cordial, por lo mismo en absoluto tomo a mal tu reclamo o petición.
Sé que este intento puede tal vez resultar algo un tanto confuso, pues yo mismo, entiendo que o bien puede ser una genialidad o mi peor fracaso a la fecha.
Pero siempre que voy retomando viejos proyectos ( este lo inicié en el 2010 o 2009, se me ocurre que pueden hilarse con situaciones que he dejado previmente sembradas.
Al final, espero que sea del agrado de todos, incluido yo mismo.
Ludo el desmemoriado.
Ya vi lo de los "chinitos" japoneses. Y aunque reconozco que efectivamente dejé todo en estado de ascuas, ( indebidamente ), tambien podríamos reconocer que las cabezs de varios se pusieron a trabajar horas extras, imaginando en sus mentes toooodo lo que pudo haber sucedido a Mónica en tal ocasión.
La verdad es que eso estaba tan bueno, que ni parece que lo haya escrito Yo.
PS: A mi muchas veces de veras me encanta leer algo intenso que sin detallar a fondo determinada situación, solo lo deja a uno levantar la mirada del parrafo para ver si en la pared se dibuja la imagen de lo que uno supone que pudo haber ocurrido en las letras faltantes.
Que buena platica, Disfrute leerla Los felicito.
ResponderEliminarYa que aprecio y coincido con mucho de lo que dijeron.
P.D-1.-No quiero interferir, Pero…? Recuerdo mucho "el pecho" de Mónica, ya que por aquellos años yo estaba obsesionado con una compañera de trabajo "pechugona" y al leerlos era un verdadero éxtasis.
De ninguna manera Federico:
ResponderEliminarSabes que debes siempre invitado a aportar tus opiniones e ideas.
Del mismo modo invito tambien al resto que ya con el simple hecho de detenerse a considerar y opinar, me halagan.
Ludo