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Amor
y Lujo©
Parte
5 Capitulo 2 ( Una mujer diferente… ¿ … ? )
Ludo
Mentis
* * *
‑¿Ya
vas a decirme por qué estás tan molesto conmigo?...‑ En la quietud de la noche, ya a solas en
nuestra espaciosa habitación, después de haber ido con los niños a dar una
vuelta por el boulevard de la costera, entrado a cenar algo en un restaurante
cercano al hotel y habernos asegurado que apagasen la televisión del dormitorio
contiguo, comunicado por doble puerta, que permitían pasar de uno hacia el otro
sin tener que salir al pasillo; me preguntó Patricia en tono sereno.
…Bueno
Patricia discúlpame. ¿Si?... Es que ya sabes que a veces no me es fácil, ni tantito.‑ intentaba
pedirle a Patricia comprendiera mi situación.
Aquí
estábamos en lo que parecía la más costosa habitación de un hotel digno de un
rey o Jefe de Estado. Toda ella costeada
o al menos reservada con la tarifa preferente debido a la cuasi incestuosa
relación de ella con aquel hombre que habiéndose aprovechado de mi situación
para lograr enredarla y hacer de mi mujer su juguetito sexual. Para colmo, Yo
había tenido que aprender a tolerar toda la situación sin casi objetar o decir
palabra alguna, o que el par de angelitos dormidos al lado, callesen en cuenta
de que su madre hacía con el nuevo abuelo, o los vecinos con los que pasaron
buena parte de las tardes del caluroso verano.
Si
bien, como Patricia había casi jurado hacía un par de meses atrás, trataría de
ser lo más discreta posible para procurar que nadie se diera cuenta de las
ilícitas relaciones que había establecido, y asegurándome que prácticamente
todo ya había terminado con ellos; todavía quedaban muchas cosas por resolver
en cuanto a nuestra confianza, temores y celos, que amén de otras tantas
cuestiones que ahora inundaban mi ego, afectado al extremo de resultarme
difícil ya dejar de pensar en ella siendo seducida por cuanto hombre se le
cruzaba por delante mientras Yo, con la esperanza de que esto realmente fuera
pasajero, me hacía el desentendido de casi todo lo sucedido hasta entonces,
confiando sólo que la buena fortuna evitara que aquél o algún otro cualquiera
se lanzara en busca de suerte con mi mujer.
Pero dentro de todo, entendía que el problema era exclusivamente mío y
no de ella.
…No;
no te apures mi vida. Sólo te pido que
me tengas confianza de nuevo y no te enojes conmigo si alguno de ellos me llama
para que lo vea… Sabes que he tenido
que hacerlo, y como siguen un poco difíciles las cosas desde la cancelación de
tus contratos, no puedo negármeles o decirles que no así nada más porqué sí, y
prefiero decírtelo, a que pienses que de veras te engaño, lo que definitivamente
no me gusta, es que me andes celando o me salgas a cada rato, con algo como lo
que ibas a decirme cuando llegamos a la fábrica o almacén ese.‑ Expuso ella sus puntos.
‑No,
es que no es eso nomás Paty… Aparte de
ellos, y que mira que ya de por sí nada más eso es ya difícil tener que
aguantar y saber; Tú ya no eres la misma…
Ese short que traías…
Olvidándonos de que te lo pusiste o de que quién lo compró para que te
lo pusieras, fue uno de esos mocosos…
Ahora te lo pones conmigo… Y no
sé si notaste cómo te miraba el tal Ramón ése; o Don Ramón como tú le llamaste
al pelado ése que mientras Tú casi le hablabas de Usted, él cómo perro baboso,
delante de los niños, nada más te veía queriendo quitártelo ‑ Le
señalé en tono de sorna antes de seguir reclamándo:
‑ Antes, jamás lo habrías hecho Patricia, Marta
Patricia o Marta como ahora ellos les da por llamarte, nada más … Patricia, la mamá de mis hijos no se lo
hubiera puesto para salir a la calle; ni aceptado que Yo mismo y menos alguien
más se lo regalara, ni mucho menos un impertinente mocoso para ponértelo cuando
fueras a verlo. Y ahora, usarlo y que te
viera con él un mugroso moreno… ‑
Culminé mi reclamo antes de preguntarle:
¿Qué
no vas a decirme que no te diste cuenta de cómo te veía cuando subías a David?...
‑Parecía
como si hubiera querido lanzársete encima y arrancártelo allí mismo en el
estacionamiento si no hubieras ido conmigo Patricia…‑ Dejé que afloraran mis
tribulaciones antes de culminar:
‑Y
te digo algo más Paty… No es que Yo
quiera ofenderte, pero no sólo él, sino creo que si cualquiera de nuestros
otros vecinos te hubiera visto con algo así hubiera imaginado lo mismo de ti…
‑¿Ah,
si Daniel?... ‑ Hizo una pausa antes de dejar de mirar hacia
el mar que reflejaba la luna y comenzar a cuestionarme ahora ella. ¨‑¿Y qué?... ¿Supongo que no vas a decirme
qué era lo que se imaginaba ese hombre o hubieran pensado nuestros vecinos y
qué a ti ahora te molesta ya tanto como dices?... ¿O sí?...
‑¡No
Patricia!... En eso tienes razón, no
pienso decírtelo, definitivamente… En
eso ya habíamos quedado y no quiero pronunciar por descuido algo que pudiese
ofenderte, sabes que nunca lo haría… Es
sólo que, no me gusta que ahora te veas o te vistas así sin motivo y parezcas o
seas tan…‑
¿O
sea tan qué?... ¿Por qué no lo dices
Daniel?... ¡Ándale!... De una vez, di lo que piensas, pongamos todo
en claro. Sí eso es lo único que te falta decirme... Pero después Tú me escuchas a mí… ¿Vale?... ‑
Lanzó el reto olvidándose ya del paisaje nocturno para fijar la vista en
mi persona.
‑No
mira Patita… No voy a dignificar tus
arranques y tonterías contestándote ya nada; Tú bien sabes a lo que me refiero
y no creo que haga falta que lo dig…‑ Me
quedé a medias.
…¡¿Tan
Puta?!. ¿Por qué no lo dices?... ¿Que ahora, si no dices lo que piensas de
mí, eso evita que lo sea? ¿Nada más para ti o para los otros que tú
dices?... ‑ No dejó de mirarme fijamente mientras que con
toda calma cuestionaba y con frialdad inquisitoria.
‑No,
yo no quise decir eso‑ Intenté evadir la
responsabilidad en que me situaban sus palabras.
‑Pues
sí Daniel, quizá sólo eso sea Yo después de todo… ¡Sólo una puta!... Pero esta puta es la puta con la que te
casaste. La misma que te ha dado dos hijos…
No se te olvide eso…‑ Soltó el
tremendo bofetón a mi orgullosa consciencia.
‑No
Paty; por favor no hables así… Para mí
no eres eso… ¿Qué no ves que te adoro y
pese a todo lo que hagas te quiero y te lo perdono?‑ Me lamenté mirándola también fijamente a los
ojos mientras le respondí.
‑No,
si no necesito que me perdones… Si ya sé
que para ti no soy más que eso Daniel, pero Tú si dejaste que lo fuera de
ellos, cuando sabiendo lo que querían conmigo dejaste que fuera a verlos y me
vistiera como le gusta a Eduardo, y a esos muchachos a los que ya ni siquiera
soportas porque me regalaron algo de ropa y zapatos… ‑
Recriminó de manera inaudita antes de llegar incluso más lejos de lo que
Yo hubiese considerado posible
‑Sé
que esto no es lo más correcto de todo, o lo que pensamos que sucedería cuando
nos casamos… Pero por favor, no me salgas ahora como el padre Macías cuando me
preguntó por qué no había ido ya a confesarme, y se enojó cuando le dije que si
tan solo escuchara la mitad de los pecados que tendría que confesar, en ese
mismo momento se le quemarían los oídos, y eso, si estaba dispuesto a oir lo
que pudiera contarle…‑ Me dejó casi
pasmado al recordar la ocasión en que ahora comprendía lo que había sucedido al
salir aquella vez de la iglesia, diciéndome se quería ir antes de que la
mandaran a tomar baños de agua bendita.
Pero luego vino lo peor.
…No
me hagas esto Daniel. Ya hemos hablado
lo que teníamos que hablar de todo esto; y ambos sabíamos en lo que nos
metíamos cuando aceptaste el cheque o que fuera a ver a Eddy con la ropa que me
regaló... A ti también te gusta que
sea así… Ten valor y acepta las cosas
como son; reconoce tu parte y tus gustos… Sabes que como tú seas, Yo de todas maneras te amo, aunque
ahora digas que soy Tu Esposa y la puta de otros…
*
* *
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…Podía
ser que todo aquello fuera simplemente cierto; que a mí se me quemaran los
oídos como ella le había dicho al cura…
Que sin mayores ambages ella fuera lo que aparentemente tan ufana de
serlo, decía que ahora era… ¿Pero
entonces, en qué me convertía a mí eso? ‑
A la mañana siguiente, luego de recibir
semejantes declaraciones por parte de mi mujer, me desperté temprano
para volver a la distribuidora, y mientras me distraía con el paisaje al ir
manejando hasta aquel sitio -sin poder apartar de mi mente aquellas palabras-
procuraba pensar al respecto cuando al ir acercándome al pintoresco poblado, me
topé con el anuncio espectacular de una marca de bronceadores que presentaba
una encantadora modelo que quizás, y para mi gusto a pesar que sin duda parecía
la encarnación misma de la tentación, tal vez luciera innecesariamente
provocativa en la pose que aparecía promocionando el producto del que se
trataba. – Pensé para mí, sin querer ser
timorato.
♪…Cuerpos de gloria, grandes
historias… queremos más, queremos más…♫*
Fue
entonces, que al atender a la letra de la canción que se escuchaba en los
altavoces de la camioneta de Paty, acabé trayendo a mi cabeza la propia
circunstancia que me aquejaba, me puse a pensar en cómo sería la vida de
aquella modelo. ¿Acaso era también
atribulada como la de mi Esposa?, ¿tendría a su lado un hombre con tantos
complejos e inseguridades, tantos como los míos?...
♫Somos esos ídolos que inventamos
locos Ellos son como Tú y Yo ♪*
Seguí
atento a la voz de la cantante, entendiendo que no era precisamente el caso
pero al repasar la sugerente figura que en tan mínima parte el bikini cubría,
no pude dejar pasar de largo cuestionarme en qué cosas podrían pasar por la
mente de los pretendientes, novios, esposos, padres o quizás hasta hijos de las
mujeres, que como ella o mi Esposa, si es que había casos en los que así
ocurriera, o ya fuesen modelos, vedettes o actrices que aparecen en esos
anuncios, los de ropa íntima o trajes de baño para mujeres, las portadas o en
páginas centrales ya no tan sólo de revistas para caballeros, sino simples
revistillas de espectáculos o posters que, por decirlo de alguna manera, engalanan
los talleres mecánicos?...—
♪…Héroes adorados tan
ciegamente Condenados a vivir ♫*
Para
mí, de pronto me resultaba muy conocido pensar o entender lo que aquellos
hombres casi siempre anónimos tenían que padecer, como Yo ahora lo hacía, al
saber que mi Esposa era capaz de despertar tales deseos en quienes la
rodeaban. Allí estaba aquella modelo
sonriente y sugestiva que invitaba a comprar el producto de una manera un tanto
corrupta; ¿pero cómo lo había hecho? …
Seguramente
no era una mala mujer nada más por el hecho de aparecer a los cuatro vientos en
tan diminuto bikini para que la vieran todos cuantos pasaran por aquel camino;
pero ¿cómo le había dicho a sus padres?... ¿Cómo a su novio o Esposo?... ¿Qué les diría algún día a sus hijos si, cuando
los tuviera, estos llegaban a ver fotos tan provocativas de la mujer que los
había traído a este mundo?.
♫…No , no soy perfecta. Ya lo sé,
no hay duda… Pero soy la perfecta para
ti… La tuya. ♪*
Parecía
ir contestando cada uno de mis pensamientos la canción; pero ¿Ella como mi
Esposa, tendría también a su lado una pareja celosa a la que todo eso le
desacomodaba?... O ¿acaso habría esa
modelo ya conseguido que a él no lo atacaran los celos que a mí me aquejaban
hoy?... ¿Cómo ocurría que sin que, necesariamente,
ellas fuesen lo que mi Esposa decía que ahora ella y Yo éramos, el, o los
hombres que formarán parte de la vida de esas mujeres lo toleraban y durante el
día o al ir a dormirse lidiaban con los profundos celos que producía no sólo
saberlas deseadas por otros, que sin importarles sus vidas o la de los que las
rodeamos, al verlas no únicamente se conforman con disfrutar dar una mirada a
los muchos encantos que las hacen atractivas, sino que sin reparar en que casi
siempre son todas ellas mujeres ligadas a algún hombre, padre, hermano, Esposo
o hijos, las piensan como meros objetos de deseo para usarlas y pasar un buen
rato en la cama ?‑ Intentaba dilucidar
entre todos aquellos pensamientos sin hallarle salida a ninguno.
♪… Y son como Tú… Asómbrate, son cómo Tú…♫*
…Quizás
fuera que Patricia dentro de lo que a mí me parecía nada más que un descarado
cinismo, que sin poder justificarse plenamente ante mí, tuviera razón y fuera
como esa modelo que seguramente para alguien era importante pero para los demás
-que no la conocíamos ni nos preocupaba su vida-, sólo era una nalgona,
buenota, que se veía de lo más puta anunciando un bronceador con las posaderas
prácticamente expuestas al aire. A la
que no obstante, para unos fuera la novia, la madre o su Esposa, para otros era
solamente un puta cualquiera a la que usarían hasta hartarse de ella si se los
permitía como Patricia lo hacía ahora con ellos.‑
♫ Asómbrate, son cómo Tú… úúúú…ú ♪*
Después
de un largo final, acababa de concluir la canción cuando, sin darme cuenta, al
ir distraído no alcancé a ver tremendo hoyanco que se extendía a todo lo ancho
del carril por el que circulaba; y para cuando alcancé a reaccionar, ya era muy
tarde, porque fui a dar encima de él con las ruedas delanteras de la
camioneta. Ocasionando que, como lo
vería más tarde, los neumáticos delanteros se estropearan irremediablemente
aunque no de manera inmediata ni notoria.
(♪-♫*)Amor y Lujo. Mónica
Naranjo, Tarántula !
* * *
De
cualquier forma en que haya sido el golpe, y a pesar que debí haberlo
sospechado desde que sucedió, lo cierto es, que no me di cuenta de lo
maltratados que habían resultado sino hasta más tarde cuando ya habiendo
terminado de hacer las mediciones e iniciado la planeación de lo que
presupuestaría para la empresa, ya en camino de regreso hacia el hotel, al
detenerme a comprar una gaseosa en la estación de servicio en la que habíamos
repostado la tarde anterior, uno de los encargados me comentó que las dos gomas
delanteras parecían estar desinfladas, por lo que descendí para
inspeccionarlas, notando en ambas, sendos chipotes que evidenciaban el severo
impacto que habían recibido, al venir pensando en mi Esposa y los hombres.
“Bueno,
pues allí hay otra cosa más por la que tienes que pagar de la camionetita de tu
mujer, por andar pensando en idioteces en vez de hacer lo que realmente debería
de hacer un hombre con una mujer como esa”…
‑ Recuerdo el ataque de rabia que
me dio cuando saqué cuentas de lo que me costaría reponer los neumáticos que
acababa de estropearle al maldito vehículo, que según mi consciencia, había
iniciado toda aquella serie de desencuentros que finalmente me llevaron a darme
cuenta de algo que quizás Yo nunca hubiera querido razonar del todo:
“Seguramente, mientras estoy, Yo aquí, ahora ya padeciendo por esto, la digna señora ha de estar ideando en qué otra
cosa gastar para que luego Yo tenga que ver cómo le pago además de las estúpidas
llantas de su camionetita de señora rica”…
‑ Con sarcasmo acabé riéndome de
mi propia circunstancia de marido que se siente usado de las más peores y viles
maneras, antes de ponerme a recapacitar una vez más, acerca de lo que sucedía
en nuestra relación.
¿Si
tanto la detestaba como en ese momento -y según Yo- tanto me molestaba que me
hubiera humillado y avergonzado con aquellos hombres durante los pasados meses,
por qué no había hecho realmente algo por impedírselo?... ¿Qué me pasaba?... Yo mismo había estado presente en al menos
dos ocasiones, y lejos de nada más parecerme reprobable que la madre de mis
pequeños se comportara de aquellas maneras, y permitiese a esos hombres que se
tomaran con ella tal tipo de libertades, Incluso como prácticamente sucediera
con el tal “Coronel” ése, que me había hecho esperar en la estancia de su
departamento cuando se llevó a Patricia a su cuarto, y de alguna manera había
sido no sólo mudo testigo durante su morboso juego de seducción sobre mi
esposa, sino el más cínico participe de sus correrías, al quedarme callado
mientras lo hacía o aceptar que volviera de nuevo a dormir a nuestra cama luego
de haber estado con cualquiera de ellos.
¿Era
ésta una de esas situaciones que ahora aparecían en la televisión o los diarios
y que nadie comprende cómo es que suceden, más que los que estamos enredados en
medio de ellas?.
Pensaba
al acercarme hacia la costera donde se hallaba el hotel… ‑ ¿Era esta una relación enfermiza de amor,
de arrebato, de ansias perras por escapar de ella, y de odio por no poder
zafarme del todo?. O, ¿quizás sólo era
que así habían sido todas las cosas desde siempre y la amaba ya demasiado como
para dejarla, sin importar lo que hiciera y lo único que me perdía o
trastornaba ya en esos momentos era el propio descontrol que me ocasionaba no
saberme suficientemente seguro de mí mismo como para saber, que en este juego,
no acabaría perdiéndola para siempre aún tal y como ella era ahora?...
Con
una estúpida sonrisa dibujada en el rostro, por fin llegué hasta la rampa de
ascenso y descenso de nuestro hotel donde me limité a decirle al uniformado
moreno que recibió el auto, que tuviera cuidado con los neumáticos de la
camioneta de mi mujer.
‑Si,
usted no se apure caballero, que hasta
si usted quiere lo puedo llevar a donde se los vendan usados pero a buen precio
para que así no batalle en la carretera…
‑No,
mira; ya ahorita lo que quiero es llegar antes de que para colmo, la señora se
entere o se moleste por que no he estado en todo el día con ella y los
niños. ‑ Respondí
a su ofrecimiento.
‑Usted
no se preocupe que para eso estamos…
Para servirle… ‑ Añadió siempre sonriente y orgulloso de la
placa dorada que llevaba su nombre.
‑¿Sí?
¿De veras Anselmo?...‑ Lo conminé a que
se entretuviera conmigo antes de soltarle el macabro comentario.
‑Si
de veras es eso cierto, consígueme una pistola que ya no veo llegar la
mía… Cómo estarán las cosas que si la
señora, cuando llegue a la alberca, me la encuentro con otro que diga que se la
lleva con todo y niños, creo que también me voy Yo con ellos.
‑Ah
que mi Patrón… Pues si usted quiere
nada más dígame adonde me apunto… Que
usted disculpara pero ya desde la otra vez le eché un ojo y Yo no me quejaría
tanto por unas llantitas si está bien bonita la doña…‑ Dejándome atónito terminó antes de soltar
la risotada fingida.
…¿Heh?.
¿ Y tú como sabes quién es o cuando la viste?... ‑
Presintiendo que el indiscreto empleado había cometido un error -quise
salir de dudas-.
‑No,
pues si como no voy a saber quién es la dueña de sus quincenas, Patrón, si
desde ayer los vi llegar y hace rato la vi salir con los niños… Hay pocos huéspedes y… Pues bueno; pues uno se fija en los clientes,
ese es el trabajo de uno: procurar a nuestros huéspedes, para ellos vivimos. Y…
bueno, no se enoje mi jefe pero aunque estuviera lleno el hotel, como
otras veces que ya han venido… A una
princesa así, pues quiera que no, uno la nota; venga quien venga…
‑Pe-ero…‑ Quedé aún mas lleno de dudas por sus
palabras, e iba a decirle, que dado que hacía más de uno o dos años que no
íbamos a pasear a aquel punto del país, probablemente nos estuviera
confundiendo con alguna otra familia o a mi Esposa con alguna otra mujer, pero
no quise ya aclarar más nada con aquel indiscreto, y preferí preguntarle, si la
había visto volver.
‑Ah;
si. Ella venía con un traje a rayas y una faldita, azulita como su trajecito
que traía; y los niños, venían comiendo unos helados… Hace ratito apenas pasaron, creo irían para
la alberca de la cascada.
‑Ah
vaya… Voy a ver si están y luego te pido
ayuda para esto de las llantas… Tú aquí
vas a estar. ¿ No es cierto?.‑ Finalmente me despedí del entremetido empleado
para dirigirme hacia el área de piscinas para buscar a mi mujer y mis hijos.
* * *
Olvidándome
de todos los asegunes que habíamos estado viviendo, en cuanto vi al feliz trío
divirtiéndose dentro de la cristalina agua del chapoteadero, me dispuse a pasar
el mejor tiempo que me fuera posible durante el resto de nuestra estancia en el
sitio, antes de tener que volver a la ciudad a batallar con los problemas que
implicaría re-establecer el equilibrio de mi endeble empresa.
Ambos
niños jugaban a llenar y luego disparar por completo todo el contenido de los
depósitos de agua de lo que parecían un par de flamantes pistolas de agua de
llamativos colores, mientras que Patricia, intentaba calzarse unos enormes
zapatos de hule naranja que servían para hacer la flotar.
¡¿Y
esos?!... ¿de dónde sacaste todas esas
cosas?... los zapatos se ven
geniales… ¿De verdad flotas con ellos?‑ Le pregunté sonriéndole.
‑Pues
tú dirás… No he podido ponerme más que
uno… Cuando intento con el segundo ya no
puedo y tus hijos que no me ayudan en nada, sólo esperan que saque la cabeza
del agua para respirar, para echarme agua…
Los compré hace rato que salimos a desayunar… ‑ Como si casi nada hubiera ocurrido la noche
anterior, ella me contestó igualmente sonriente; aunque con cierta reserva, que
más allá de la sonrisa, se dibujaba en el rostro.
…¿Y
cómo te fue?... Pensé que te
acompañaríamos pero cuando despertamos ya te habías ido solo… ¿Ya acabaste o vamos a ir otra vez?. ‑
Todavía me preguntó cerrando otro poco la recelosa distancia que ahora
nos acompañaba de manera cada vez más frecuente.
‑Sí,
sí… creo que ya acabé. ¿Quieres que te ayude a ponerte el otro
zapatote?; ¿O mejor subo a darme un duchazo y luego bajo a nadar con
ustedes?... ‑ Ofrecí para que notara la
buena disposición en que venía.
…No;
mejor primero me ayudas a ponerme estás cosas y luego subes a cambiarte. Que los niños han estado esperándote para que
juegues con ellos.‑ Contestó ya más
afable, al tiempo en que se dirigía hacia donde estaba Yo parado, sobre el
borde de la piscina.
…!Guau¡. ¡Pero si mira nada más¡… Que bárbara mi cosita… Que bueno que no te vi
con ese bikini antes de irme al pinchurriento almacén ese, que si no, no me
sacas de aquí... ‑ Exclamé genuinamente sorprendido cuando sin
proponerse que Yo la mirara, al moverse para que la ayudara, alzó ligeramente
fuera del agua, la porción superior de su cuerpo y me pude dar cuenta de lo
tremendamente bien que lucía todo su busto, apenas contenido de manera sucinta
dentro de las limitadísimas copas de su bikini.
…¡Ay
ya, Tú!. No seas latoso… Mejor cállate y ya ayúdame, que te van a oír
o que dices.‑ Contestó ella cubriéndose
un poco con los brazos antes de voltear a ver a su rededor para cerciorarse de
que nadie me hubiera escuchado o se percatara del motivo de mis asombradas
palabras.
¿Qué?... Digo; ¿Qué tiene?... Estás que te comes sola mi vida… ¿De dónde sacaste una cosa así… Te ves como de calendario. ‑ Pensando en el anuncio espectacular que había
visto y al que le debía ahora la necesidad de comprar unos neumáticos nuevos;
mi mente voló hasta imaginarla a ella posando para la publicidad de esa marca
de bronceador.
…Me
lo compré la otra vez que v-v…‑ De tajo
calló al darse cuenta que había estado a punto de decir una imprudencia. Pero Yo, movido en ese momento por ese otro
ser oscuro que habitaba dentro de mi ego, quise hacerle saber que no importaba
con quien o cómo y cuándo lo hubiera comprado.
‑Pues
mira; no me importa cuando lo compraste.
Lo único que te puedo decir es que quien te haya visto con él se ha de
haber infartado… ¿Fue aquí?... ¿Te lo pusiste en esta alberca?... ¿Con
él?... – Movido de nuevo por eso
estado casi enfermizo que ahora me ocasionaba cierta fascinación o placer que
algunos celos me despertaban, me hizo que a pesar de haber querido evitarlo me fuese
imposible no caer en la tentación de mencionarlo de alguna manera. Pero ya que lo había hecho, intenté suavizar
el tenor de mis preguntas.
‑¿Y
a él?... ¿Le gustó?... Apenas puedo
imaginar lo que habrá dicho al vértelo puesto‑
Aún cuando me di cuenta de que mis preguntas podían ser tomadas en un
sentido perverso, una ladina ansiedad de saber y escucharla decirme lo que Yo
ya bien suponía en ese instante, se apoderó de mi lengua.
‑Ya
Daniel… No sigas… Ya habíamos quedado…
Los niños… Recuerda que soy tu señora. Ya
hablamos anoche… No me preguntes ese
tipo de cosas ‑ Sorprendentemente, en
vez de actuar como a menudo lo hacía cuando sentía que comenzaban a
atormentarme los celos y todo derivaría en una serie de angustiosos reclamos
como había sucedido la vez anterior, en esta ocasión quizás entendió que no
había en mí afán de reclamo ninguno, y volteando
a mirarlos para asegurarse de que no hubieran estado muy cerca, sólo se mostró
apenada de que le preguntase semejantes cosas delante de los pequeños.
‑Sí,
tienes razón; sólo es que quería saber …
Es que luces divina y no me importa que nadie lo sepa… Pero ven; déjame ponerte el otro antes de
subir a cambiarme. ‑ Terminé de incomodarla con mis preguntas
antes de arrodillarme cerca de la orilla para acomodarle el otro flotador en su
pie. Y una vez terminado de hacerlo
darle un beso suave en los labios, antes de apresurarme a subir a nuestra
habitación para cambiarme lo más rápido que fuera posible.
‑Niños… Ya vengo…
Cuiden que nadie me vaya a robar a su mami… Ahí se las dejo para que me la cuiden…
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Siguen pasando los años y el efecto q causan tus relatos es el mismo. Me dejan sin aliento y muy malito al imaginar las escenas que viven los mariditos de tus relatos. Me la imagino con sus shorts blancos, levantando pompa, mostrándose como una yegua, delante del marido. Sin duda, es una mujer diferente. Una mujer q ha abierto sus piernas para deleite de varios. Ella ya sabe el efecto q causa en los hombres y en su marido, que dicho sea de paso, dejó q la situación llegue a este nivel. Ella lo sabe, su marido lo sabe, ellos lo saben ..... Es la puta .... De ellos ..... La puta de tu esposa :(
ResponderEliminarFrank