Los
Regalos de Sandra
Apenas hace unos días , conversando con un nuevo
amigo me preguntaba él si acaso yo conocía algún hombre que de alguna manera
hubiera tenido que tolerar la infamia de ver a su mujer siendo acariciada y
manoseada íntimamente por otro hombre, y que a la mitad del camino no hubiera
atinado a aventurarse a saber que hacer, si dejarle continuar con sus ilícitos
romances, o salir a su encuentro e impedir que ella siguiera manchando su
reputación y buen
nombre.
Aquí les mando el relato que me hiciera otro amigo
que precisamente se encontró en esa situación., espero que lo disfruten y me
digan si allá afuera hay alguien más a quien le haya ocurrido algo similar.
* * *
Los
Regalos de Sandra ©
Rogger, G
O Tigers , LudoMentis
Hace apenas unos meses, a finales del año pasado,
acompañé a mi esposa a la boda de una de sus compañeras de trabajo, y aún
cuando Sandra no era parte de los familiares u organizadores de la fiesta, pude
notar que la mayoría de los amigos de la novia la conocían, así como también
toda la gente de la compañía en que ella labora se hallaban presentes.
Para mí, la dichosa fiesta se convirtió en
algo que en vez de divertido, más bien resultó embarazoso, dado que aun cuando por-
el supuesto recato que mi mujer tenía hacia esos temas-, no se hablaba
abiertamente del tema, y ella nunca lo
ha confesado; y por mi parte Yo no la he acusado de nada, la realidad resulta casi
del todo obvia, y no sólo para mí, si no que ya desde antes sabía que mi esposa
estaba teniendo un romance, o al menos engañadme con alguno de los hombres de
su oficina.
Y lo sabía simplemente por cómo se fueron dando las
cosas, y aquellas ocasiones en que siendo yo el que contestaba el teléfono, del
otro lado al escuchar mi voz simplemente colgaban, o empezando a notar cómo
cada vez resultaba más frecuente la necesidad de Sandra por quedarse fuera del
horario en que supuestamente ya tendría que haber regresado a casa como todos
los demás empleados, y en cambio, de manera por demás sospechosa y evidente, de
pronto, ella tenía que atender hasta muy tarde en su oficina para terminar
algún inesperado reporte que inesperadamente surgía.
Además de todo esto y cuando alguna ocasión yo le
había comentado que me había sido imposible localizarla en su trabajo después
de las seis de la tarde, ella me había contestado que al salir, junto con sus
amigos y algunas secretarías de la compañía se habían detenido a tomar una copa
en la algún bar cerca del oficina, antes de regresar a casa.
Y que al parecer sin ella darse cuenta, aquellas
paradas para tomarse una copa, cada vez más frecuentemente la estaban haciendo
que llegara tarde a casa; y más, especialmente cuando de jueves o viernes se
trataba.
Resultando que en una ocasión cuando acompañé a su
hotel a un par de extranjeros clientes de mi negocio, descubrí que al menos por
esa ocasión la reunión de la empresa de mi mujer debía de haberse llevado a
cabo en el lobby del mismo hotel en que se hospedaban mis visitantes, pues
desde el restaurante donde yo me encontraba sentado, y sin comentárselo a
ellos, pude ver en la recepción a mi mujer junto con un hombre que tras
registrarse recibía la tarjeta llave de una de las habitaciones.
Aunque lo que sí me causó aún un poco más de
sorpresa, fue el considerar que sin duda ellos dos se encontraban solos sin
nadie más de las personas con quienes se suponía que normalmente ella venía a
tomar la copa, incluso resultando que por la hora no consideraba yo que apenas
siendo las tres de la tarde, nadie más se les fuera a unir, y que en cambio de
alguna manera sin haberlo notado Yo mi semblante había cambiado al grado tal, en que uno de mis clientes volteando hacia la
recepción me pregunto si había yo visto a alguien conocido o quizás alguien que
no se suponía que debería de estar allí en ese sitio en ese momento.
Y claro está que, cómo supondrán, yo no le revelé a
mis acompañantes aquel bochornoso descubrimiento, así como tampoco – movido, no
sé por qué sensación de apremio aderezado con un súbito toque de masoquismo
revuelto con ansias y celos, que hasta aquellos momentos me resultaban
francamente confusas y extrañas, al llegar a casa, aunque se me ocurrió
preguntar a mi esposa, el por qué tenían ella y su acompañante que conseguir
una habitación en aquel hotel a la hora de la comida o que les sirvieran
algunas copas. Decidí callar y quedar soportando la enorme andanada de dudas.
Pero si, aun con todo lo anterior, y mi constante
estado de zozobra, pudiera no parecer ya suficiente, a Sandra no le bastaba con
ello y frecuentemente los fines de semana me pedía que la acompañara a hacer
las compras de la despensa sin recordar luego que muchos de los productos que
decía necesitar, frecuentemente durante la misma semana, al llegar tarde a casa
ella misma me decía que había pasado al supermercado para buscar las mismas
cosas que antes compraba conmigo, pero sin percatarse de que yo me daba cuenta
que –aparte de las mentiras‑, ella
volvía a casa apenas sí trayendo consigo alguna pequeña bolsa con víveres, o en
ocasiones absolutamente ningún paquete; y que por mera coincidencia resultaba
que yo notaba que en esas mismas noches fuera de casa para hacer las supuestas compras
o pasadas a tomar la copa con sus compañeros, invariablemente al regresar ella lo
primero que hacía era ir a prepararse un baño caliente para después bajar a
merendar y preguntar qué tal me había ido durante el día y si acaso, ‑como
frecuentemente ocurría‑, los niños ya se habían dormido, saber si estaban bien
o si habían tenido algún problema en la escuela.
Pasado algún corto tiempo después del que surgieron
todos estos indicios que apuntaban hacia la descarada infidelidad de mi mujer, finalmente
yo quise tener un poco más la firme certeza sobre el doble juego que ella
estaba jugando; siendo por ello que una noche cuando ella ya se había dormido
después de una de sus acostumbradas escapadas nocturnas, que yo entre al baño y
vestidor contiguo al mismo, para buscar alguna prueba más tangible sobre sus
ilícitas actividades fuera de casa; encontrando en el cesto de la ropa sucia,
unos diminutos panties color vino que aun cuando yo sé los había obsequiado,
nunca había tenido la oportunidad de vérselos puestos, pues ella me decía que
aunque al usarlos, la hacía sentir sexy, la prenda de resultaba algo incómoda
de llevar puesta, por lo que únicamente la usaría en ocasiones especiales,
cuando le quedara con alguno de sus ajustados vestidos o se sintiera
especialmente "sensual y dispuesta" para modelármelos y permitir que se
los quitara.
Sin embargo y aunque yo ya me encontraba supuestamente
bastante consciente de lo que podía encontrar al husmear entre sus cosas, no
puedo dejar de recordar aquel momento en que sentí aquella sorpresa al ver que
la diminuta prenda que hasta ese día ella no había querido estrenar para mí, se
encontraba hecha bolita bajo algunas otras prendas. La sensación de vacío en mi
estómago cuando al extenderlas sentí una sustancia algo viscosa que se me
embarró en la yemas de algunos de mis dedos y que no fue sino hasta que los
hube desarrollado por completo, que noté una clara mancha húmeda y pegajosa al
centro del puente de algodón de la entrepierna de las pantaletitas; e
indudablemente no era más que la prueba tangible de una olorosa combinación de
sus esencias femeninas mezcladas con restos de semen de algún hombre.
Y especialmente me causó aquella sensación de salto
al vacío, cuando tras el shock inicial de mi descubrimiento, recapacite en las
obscuras implicaciones y circunstancias de aquélla mancha secándose en sus
pantaletas delataba., pues yo sabía bien, - o al menos creía saber‑, que Sandra
no usa píldoras anticonceptivas, y normalmente extremaba sus precauciones,
tanto así como para no dejar que la penetrara yo sin usar protección, dado que
por el momento no queríamos tener la sorpresa de un nuevo miembro que inesperadamente
se sumara a la familia.
No obstante todo lo anterior y aunque se qué quizás
para quien haya leído hasta este punto; podría señalar y decir que simplemente
soy o era un loco, poco hombre por no reaccionar de alguna otra manera, lo
cierto es que me encontraba sumamente confundido y envuelto en un mar de
contradictorias emociones., por lo que y tal como lo dije anteriormente, no
hice nada o siquiera le comenté sobre mis descubrimientos, de los cuales
supongo que ella aún no se había percatado.
Así como tampoco le hice saber en aquella ocasión
cuando un viernes por la noche ella me llamó a casa alrededor de las 10:30 PM
para decirme que había ido de compras y quería entrar al cine con su cuñada,
por lo que aprovechando que su hermano se encontraba de viaje, ésta la había
invitado a quedarse a dormir en su departamento, y acompañarla así durante la
noche.
Yo, sin más acepté la situación, aún cuando sabía
de labios de su propia cuñada que ella estaba al tanto de algunas de las
escapadas de mi mujer, mismas con las que no estaba muy de acuerdo pues sentía
que tarde o temprano estas le traerían problemas con su marido, e incluso ya es
más de una ocasión por teléfono ella me había relatado como en alguna ocasión alrededor
de las 11:00 de la noche, Sandra había llegado a tocar el timbre de la puerta
de su edificio para pedirle que le hiciera favor de prestarle las llaves de un
departamento que ellos tenían desocupado para ofrecer en venta o renta; ya que,
según le explicara Sandra, alguien se había interesado en éste, y quería ella
misma hacerles el favor de mostrárselo a dicha persona. Sin embargo con lo que
mi mujer no contaba era con el hecho de que al hacerlo, ‑ y suponiendo ella que todo mundo es tonto‑, su
cuñada no hallando como negarle las llaves, al bajar a prestárselas, bien se había fijado en que unos metros más
adelante de la entrada de su edificio, curiosamente a mi esposa la esperaban a
bordo de un par de lujosos automóviles, las personas a las que se supone que a
esas horas ella les iba a mostrar el inmueble, tratándose en todos los casos de
hombres solos cuyas siluetas ella alcanzaba a distinguir dentro de los
vehículos, aunque – habiéndose repetido la situación-, en un par de ocasiones,
me contó, que a bordo de los mismos iban no uno sólo si no dos o más de dos
hombres que la esperaban mientras ella se bajaba a saludarla y por las llaves
del inmueble que se había ofrecido a mostrar a nombre de ellos.
Pero lo que definitivamente en esa ocasión en que a
mi mujer se le ocurrió decirme que se quedaría en casa de su cuñada., y con lo
que Sandra quizá nunca contó, fue que apenas tres o cinco minutos más tarde, y
sin saber yo a la fecha si, por mera coincidencia, o afán de desenmascarar a mi
esposa, su cuñada me llamó pidiéndome
que la comunicara con Sandra.
Situación ante la que, y sin apenas darme tiempo
para qué le contestara y le dijera que según lo que yo entendía mi esposa
estaba con ella o sino pronto la vería., cuando ella me pidió que le dijera que
no se hiciera la pesada y contestara el teléfono, pues aquel cuento de que
ahora Sandra se sentía mal y en vez de salir con ella y sus amigas, le había
dejado un mensaje en la contestadora de su teléfono, diciéndole que se sentía
mal y se regresaría a casa para meterse en la cama y dormir. Cosa y caso que
ella no se la creía.
Yo sin más traté de fingir desconocimiento de lo
que pudiera estar ocurriendo y le dije a mi concuña qué quizás Sandra le había
llamado de su oficina o algún otro lugar pero que de cualquier manera yo le
avisaría de su llamada en cuanto ella regresara. Pues tal y como era el caso de
suponer, para esas horas yo tampoco creía que mi mujer fuera a llegar a mi casa
o la suya y si bien suponía que mi esposa efectivamente se habría de ir a la
cama, al menos por esta noche no se refería a la cama de nuestro dormitorio
conyugal.
Tal y como lo supuse desde el momento en que
colgaba el auricular, aquella fue una larga noche para mi qué pase entre
intentos de dormir y distraerme con algún programa de televisión que me
permitiera apartar de mi cabeza las imágenes de mi mujer entregándose a otro
hombre en algún lujoso hotel del centro de la ciudad o quizás sobre la cama de
algún sucio motel de paso que hay en las afueras de la misma.
Y no fue sino hasta la siguiente mañana cuando por
fin ella regresó, y aunque como era costumbre suya, entró al baño, esta vez no
fue a bañarse y salió apenas unos minutos más tarde para irse a la cama y
dormir hasta bien entrada la tarde. Tiempo que tal y como era de suponerse
aproveché para checar nuevamente dentro del cesto de la ropa, donde por cierto
encontré su porta bustos, medias y portaligas, con claras manchas de semen ya
seco sobre las mismas, y las atrevidas medias copas del primero de los
estropeados atavíos, amén de aquellos tremendos rastros delatores embarrados en
la entrepierna de sus pantaletas que aún se encontraban húmedas y pegajosas con
la misma olorosa sustancia combinada de jugos femeninos y masculinos, que de inmediato
penetraron por mi nariz hacia mi conciencia.
Más tarde ese mismo día, mientras Sandra aún dormía
y yo jugaba con los chicos, de pronto sonó el teléfono que yo fui a contestar,
resultando qué para empeorar aún más las cosas, era una llamada que hacían
desde la administración del Four Seasons de la Avenida Reforma, informándome en
uno de los buroes de la habitación que habíamos utilizado la noche anterior mi
esposa y yo., habían quedado olvidados un par de zarcillos y que la camarera
siempre atenta a la honestidad y calidad de su servicio, había entregado para
su devolución.
Tal y como era de esperarse, mi primer reacción fue
la de suponer que simplemente estaban haciendo una llamada al número
equivocado, pero la señorita al otro lado de la línea tomó los datos de la
ficha de registro e incluso me leyó el nombre de mi esposa y número de tarjeta
de crédito con que había pagado la habitación. Por lo que finalmente y ya sin
mucho que alegar le agradecí la cortesía de haberla buscado para entregárselos
y le aseguré que más tarde durante el día o el transcurso de la semana pasaría
yo a recogerlos.
Sin embargo cuando terminé la llamada, simplemente
me parecía que sería ya el colmo de mis estupideces hacer delante de ella el
papel de idiota avisándole de la llamada que había recibido o mucho más aún
siquiera el pensar en pasar a recoger las cosas que mi mujer había tenido a
bien dejar olvidadas en un hotel al que se supone que había ido conmigo y no
con otro hombre. Así como también me pareció que ya rebasaba el colmo de los
descaros el pensar como mi infiel y adúltera esposa, no sólo me engañaba a mí y
a la demás gente frente a las que aún pretendía comportarse como una respetable,
leal y muy propia mujer casada, sino que
ahora también pretendía hacerme contribuir a perpetrar sus golferías y pagar
por las mismas, mediante el uso de su tarjeta extensiva que se cargaba a mí
mismo número de tarjeta de crédito y de la cual para ser muy honestos,
prácticamente nunca revisaba yo el estado de cuenta.
“!Al menos, si ya te convertiste en la Putita
Institucional de la Empresa, deberías de pedirles que carguen a la cuenta de
gastos las cogidas que te dan esos cabrones!”…
‑ Recuerdo casi estremeciéndome
aun hoy día como, al menos por vez primera la sangre ardió dentro de mí al
pensar en la dimensión de tanto descaro.
Finalmente llegó a esa noche de la fiesta cuando
por haber ido a atender unos asuntos de negocios, yo en vez de llegar a la
ceremonia me dispuse para alcanzarla ya en del salón donde se llevaría a cabo
la recepción., resultando qué al entrar fui conducido hasta una mesa donde se
encontraban sentadas ya otras personas quedado solamente un lugar vacío al lado
del mismo.
Sin más me senté en mi asiento mientras que de
manera general saludé a los que serían nuestros acompañantes durante la cena,
aunque ninguno de los ahí presentes consideró necesario presentarse a si mismo.,
por lo que sin preguntar por Sandra comencé a buscarla con la mirada en la
pista de baile o alguna otra de las mesas que pudiera yo alcanzar a ver.
Resultando que cuando por fin la encontré, sentí algo similar a un golpe en la
boca del estómago, que más bien me pareció una puñalada directa a mi dignidad,
al verla bailar tan pegada y cerquita del cuerpo de su acompañante, y usando
aquel casi obsceno y provocativo vestido blanco que había comprado
recientemente, y que por fin ahora le veía usar, aunque de inmediato lamenté no
habérselo visto antes para decirle que era tan corto que apenas cubriría la
banda elástica de sus medias mientras ella no se moviera demasiado o tuviera
cuidado de bajar el dobladillo en tanto caminara o permaneciera sentada; y que
la tela del mismo resultaba tan ajustada que claramente delataba cada una de
sus curvas y además de ofrecer a todos aquellos ojos extraños el escandaloso
espectáculo de la redondez de sus glúteos, del mismo modo en que desde mi sitio
en aquella mesa, así como Yo, cualquiera más que volteara a verla, podría ver
sobre la tela del vestido como se delineaban las costuras que marcaban el
contorno de la confección de sus pantaletas.
Ella se encontraba bailando con este hombre a quien
yo no reconocía, aunque después me enteré que se trataba de uno de los mejores
clientes de su compañía, flirteando abiertamente con él, mientras que le
lanzaba miradas francamente insinuantes, y ambos se movían de manera muy
sensual. Ella movía sus caderas suavemente mientras que con sus altísimos
tacones que elevaban su figura, le seguía en sus movimientos, al tiempo que
pese a no ser Sandra una mujer de baja estatura, resultaba verse un tanto
pequeña al lado o enfrente a los casi dos metros que debía de medir su
acompañante, y para mantener contacto visual con el tipo, ella levantaba el
rostro para mirarle mientras le dedicaba la más insinuante de sus sonrisas.
Así siguieron bailando por un buen rato hasta que
terminando una de las melodías fueron hacia la mesa donde él se sentaba, pero
ella en vez de sentarse hizo un ademán de excusarse y que al ver su actitud
corporal, me pareció que a la vez ofrecía la promesa de un poco más tarde, tras
lo que tomando su diminuto bolso se dirigió hacia el área de tocadores; lugar
hasta donde me apresuré para ir a encontrarla.
Afuera del tocador de damas fue que la esperé hasta
que unos minutos más tarde ella con los labios recién pintados salió para
encontrarme y aunque noté su sorpresa y nerviosismo al verme allí parado,
mientras se acercaba a saludarme, yo no pude sino reconocer que todo su
voluptuoso cuerpo, con aquellos majestuosos senos que el escote de su vestido
ofrecía en buena e indiscreta porción ante la mirada mía, y de quien la hubiere
ya visto dentro de éste, y el ajustado talle de la prenda, que dejaba apreciar
las formas y abruptos cortes de su angosto vientre hasta donde este desaparecía
y daba paso a ver aquellas contundentes caderas que parecían estar a punto de
reventar las ajustadas costuras de su vestido a cada paso que ella daba. Y que más se hacía notar con el movimiento
de la tela al ajustarse sobre sus deliciosos muslos.
Al verla, aunque conmovido por una sensación de
abrumadora congoja y rapto de celos, definitivamente tuve que reconocer el
hecho de que por mucho que a mí me pesará, su figura era dinamita dentro de
aquel ajustado vestido y que de no haberse tratado de mi mujer, también le
hubiera lanzado algún piropo o proposición indecorosa.
Finalmente llego frente a mi y tras darme un beso
en la mejilla me preguntó si ya tenía mucho de haber llegado a la fiesta, por
lo que y adoptando mi papel de marido molesto por su vestimenta y actitudes que
le había visto con su acompañante, le indiqué que no tenía mucho tiempo de
haber llegado pero si el necesario para haber visto los suficiente., por lo que
le pediría en cuanto le fuera cortésmente posible se despidiera de sus
amistades y me acompañara a la mesa para cenar y después del saludar a la novia
regresáramos a la casa.
Ella no contestó nada aunque me dirigió una
enigmática mirada que acompañó con un gesto mezclado de molestia y ansiedad,
antes de darse la vuelta y disponer a regresar al salón principal; por lo que
un tanto molesto le pregunté si me había comprendido o que me quería decir con
ésa mirada. A lo que ella me contestó con voz un tanto nerviosa que trataría de
hacerme caso y en cuanto se lo permitieran sus jefes se reuniría conmigo, pero
que si acaso estaba enojado ella no quería hacerme enojar aún más y entendería
si es que yo quería regresarme solo a la casa en ese momento.
Tal fue la respuesta que me dejó totalmente
desconcertado y para cuando por fin pude reaccionar y estaba por ir a
alcanzarla para aclararle de una vez que no era yo ese idiota con el que ella
pretendía estar casada, Sandra ya se encontraba a la mitad del salón fuera de
mi alcance y la única manera de haberlo hecho hubiera sido ocasionando un
escándalo de magnitudes bestiales., por lo que me contuve de hacerlo y sólo
sentí la sangre arder cuando nuevamente la vi sentarse al lado de su
acompañante. Incluso ahora recuerdo como aún sin estar seguro de ello, alcanzar
a distinguir que al momento de hacerlo primero les dirigió una sonrisa que
permaneció mientras que al descender sobre su asiento volteaba hacia donde
instantes atrás me había dejado parado con la palabra en la boca, me produjo
aún más casi un estallido de ataque de rabia.
No sabiendo que hacer y con ganas de calmarme un
poco entré a los baños para caballeros con la idea de refrescarme un poco y dar
tiempo a que se me bajara el enojo cuando de pronto un par de hombres entraron
y sin prestar mucha atención a mi presencia se dirigieron hacia los mingitorios
mientras que continuaban su conversación.
Así mientras orinaban uno le preguntó al otro: ‑..."¿Como
la ves?; ¿ A poco no está buenísima la
pendeja esa?"
A lo que el de la otra voz le contestó con otra
pregunta ‑"¿Quién tú?... “¿La Sandrita?”‑
Y luego notando que era efectivamente de ella a
quien su amigo se refería añadió... ‑"Puta, pero si ya vas de caliente de
nuevo”… “¿Para qué me preguntas, si ya sabes lo que voy a decirte?”… ‑ E hizo
una pausa antes de exclamar en tono mas exaltado:
No, sí no nada más está buena… “Si no que no sólo está más que buenísima, si
no que se ve riquísima con ese vestido, y esta que se coge solita esa Cabrona”…‑
Quiso culminar cuando el otro lo interrumpió.
"¡Sí!, me cae que no tiene madre pinche vieja… Además de que no es puta"... ‑ Contestó
animadamente el que había iniciado la plática.
... "¡¿Cómo no?!"‑ Buscó increparle de inmediato el otro, por
lo que tras atajarlo, le señaló: ‑"Si
se ve que a esa vieja nalgona, no le gusta sino que le re – encanta el místico
tubérculo, y lo consume de a diario"‑ añadió la enigmática y elaborada
declaración.
Entonces el otro aclaró: ‑ " Por eso te digo
que no es puta sino que..."‑ Iba a
terminar de decir, cuando sorprendido del comentario, no pudo contenerse las
ganas de preguntar a que se refería ahora el otro individuo, por lo que, aún
creyendo saber a donde era que su amigo quería llegar, se vio precisado a
preguntarle:
‑¿Místico
Tuberculo?... ¡¿Qué chingados es
eso?!... Te estoy hablando de la
nalguita del Jefe, y me sales con tus payasadas… ¿Qué es eso del Místico
Tuberculo?...‑
“¡El Santo
Camote!”… “De veras que como eres
pendejo”…‑ Al terminar de proferir la
afrenta en contra de mi mujer, acompañó a su ocurrencia una risotada que soltó
sin contemplaciones. El otro entendió a donde quería llegar su compañero y
uniéndosele, ambos en coro y a vos en cuello terminaron ..." Es
putisima!!!"...
Sin poder revelar de ninguna manera mi presencia en
aquel sitio, padecí lo indecible al oírles hablar sobre la reputación de
Sandra, al momento que ambos hacían aquel morboso y vulgar comentario acerca de
ella, cuando entre sus risotadas y obscenidades que proferían en contra de mi
mujer, alcancé a escuchar que se abría nuevamente la puerta de servicio de los
baños, y dejar entrar a otro de los invitados, que seguramente era también
amigo de los otros, pues los saludo, mientras que yo queriendo evitarles a
ellos una situación embarazosa y a mí mismo la posibilidad de verme humillado
si acaso alguno de ellos se le ocurría asegurarse de que los oídos equivocados
pudieran reconocerles hablando de tales maneras acerca de una de sus compañeras
de trabajo, y con la poca dignidad que aún me podía quedar en ese momento me
aseguré de que el gabinete en que me hallaba escondido, se hallase bien cerrado
y asegurado con el pestillo.
... "Que hay?., de quien hablan? " ‑
Escuché al recién llegado preguntar. Y
sin darles tiempo para contestar, lanzarse a adivinar: ‑" De Helenita la Putita o Sandrita la
Casadita ?
" De Sandrita" ‑ Contestó uno de ellos, añadiendo
enseguida. ‑" Le digo a éste que
está como para cogérsela aquí mismo, nada más me levantarle la faldita y
encajarle la riata hasta el fondo"‑
Añadió procazmente.
"¡Sí!...
¡Es que no mames!... Y que no invente la muy güila, ¡¿Ya viste cómo se
le ven las nalgas bajo del vestido?!"…
Corroído por el morbo que le despertaba la presencia y vestimenta tan
provocativa de mi esposa, preguntó ansiosamente el otro, y se extendió luego:
‑..." Hasta los calzoncitos se le notan y se
le ven bien lindos y ricas las nalgas con lo ajustadito y corto de lo que trae
puesto”…‑ Soltó primero la ansiosa y por
demás libidinosa observación, acotando enseguida acerca del tipo con quien la
había visto bailando.
‑“Y aquel pinche mono que mientras se las agarra se
la ha pasado viéndole las tetas y arrimándole el palo para que la muy cabrona
sienta lo que le van a dar antes de llegar a su casa…” ‑ Culminó el exabrupto.
"Shhhhs"... ‑Los calló el último que había llegado
‑"¡No manchen !‑ Terminó de callarles, antes
de pretender llamar su atención e invocarles a hacer lo correcto. ‑ Y y no anden hablando así de una mujer que
ni siquiera los oye… ¡¿Qué no saben que Sandrita es una señora casada, y su marido
anda por aquí?... ¿Y la verdad no creo que le gustara oírlos hablar así de su
mujer, y sin pruebas" ... ‑ Les
conminó
Para entonces yo pude distinguir por las pisadas y
ruidos que hacían, que ya se encontraban en los lavamanos, cuando uno de ellos
insistió:
‑ "Bueno pues no sé., pero yo supongo que si
estas casado con una vieja así de buena y la dejas que vaya vestida como ella
va a la oficina o cuando se va disque a atender a los clientes, pues sabrás que
al menos alguno de todos los demás cabrones, ya se la ha de estar cogiendo o de
menos metiéndole mano. O su Jefe dándole sus arrimones cuando la llama a su
privado o se la lleva a tomarse la copa"...
…"¡Si!, ¡no mames !" ‑
Agregó el otro ‑" Como crees que el buey de su marido no va a saber
la clase de puta que tiene en casa, si la deja venir a restregarle las nalgas a
los clientes de su jefe, y hasta la acompaña… Habría que ser un estúpido
cornudo o su padrote para dejar que se la cachondeen así delante de sus
narices" – Concluyó contumaz.
"Bueno pues haga lo que quieran que al fin
ella les dije y en verdad no creo que el pobre buey sepa de las cosas que su
mujercita hace"... ‑ Les comentó en torno más que decente su amigo.
Aclarando después:
"Hace un rato, cuando él llegó a la mesa yo no
sabía quién era pero luego los vi discutiendo"… ‑ Terminó de decirles.
"Pues si es así, de veras que, pobre mono,
aunque no me digas que no lo sabía antes de casarse, si a esa se le nota que va
por la vida pidiendo guerra o dárselas a quien más le convenga"‑ Dijo uno de los que llegaron primero.
"Eso sí es cierto"‑ Comentó el otro. ‑ "A mi Lety, la secretaria de su jefe
me ha contado como le ha ido haciendo para que la promovieran y aumenten el
sueldo., y muy seguido le ha tocado contestar el teléfono y decirle al marido
que no está o se encuentra en otra llamada, mientras que la muy putona está
encerrada en la oficina con el jefe y ya cuando salen se le nota en la ropa o
el cabello despeinado de ella, sale desarreglada, aunque haciéndose la que nada
pasó. – Se explicó primero, antes de continuar delatando:
‑Tratan de actuar como si nadie supiera que
seguramente aquella no le pudo contestar el teléfono no por estar ocupada en la
línea, sino más bien con la boquita bien llena con el "micrófono" del
jefe que la tenía bien ocupada comunicándose con los marcianos"...‑ Por
fin terminó la descomunal andanada de chismes, verdades e imágenes que me inundaron
el alma, aun antes de que el de la supuesta voz serena, y si no buenas, al
menos si más mesuradas palabras, terminara cerrando el atróz carpetazo.
‑Bueno, pues sí, será que ni como defender lo
indefendible, ¡Más que Helenita la Putita del Septimo Piso, Éstá que está bien
casadita, ¡¿será Sandrita Bonita es la mas Putona de todas entonces?!...
Sandrita Santa Putita…‑ Fueron las últimas palabras
que les escuche decir antes de que salieran de la habitación y la puerta se
cerrara detrás de ellos.
Tras unos minutos más que empleé para recomponerme
luego de tan irrefutablemente honestos testimoniales y ofensas lanzadas en
contra de la indefendible reputación de mi esposa, procuré calmarme antes de, intentando
pasar desadvertido, regresar hasta la mesa para recoger mi boleto del
estacionamiento y disponerme a salir del lugar sin que nadie notara mi
afrentada partida; pero aquel intento se vio saboteado, cuando una de las
muchachas que se encontraba allí sentada, me reconoció y por cortesía entabló
una plática conmigo que me fue imposible cortar sin hacerle alguna
grosería. Razón por la cual, aun sin ser
enteramente mi antojo me encontraba presente cuando la cena nos fue servida, y
no me quedó más remedio que, intentando aparentar buen ánimo, continuar cenando
y conversando con ella hasta que terminamos nuestros platillos, los platos nos
fueron retirados y nuevamente un grupo musical invitó a todos a bailar.
Aunque yo no hallaba ya el momento para despedirme,
la amiga de mi esposa me pidió que la esperara unos segundos a que regresara de
saludar a alguna persona y ya después me despidiera. Por lo que no queriendo
delatar mi molestia y ser mala gente con una persona que tan bien me había
tratado, impaciente quede esperándola por un rato mientras que nuevamente busqué
a mi mujer en la pista de baile, encontrándola esta vez, tal y como lo habían
descrito sus compañeros de trabajo, con el trasero embarrado al frente de los
pantalones de aquel hombre, que para situarse en tal posición flexionaba las
piernas, mientras que al compás de la música, apenas guardando la menor discreción,
se mecía de delante hacia atrás encajando con cada movimiento entre las nalgas
de mi mujer aquel bulto que se le formaba sobre la oscura tela del pantalón de
su traje, en tanto que sin ceder el mas mínimo espacio y contacto, acomodaba
una de sus manos sobre la cadera de Sandra, al tiempo que con la otra de sus
extremidades, casi rodeándola a ella, se situaban sus dedos muy cerca del pubis
o la pelvis baja de Sandra, en punto tal que, indudablemente sí ella no llevara
ya puesto el vestido, ésta se encontraría colocada sobre el triángulo de tela frontal
de sus pantaletas.
Al notarlo y caer en cuenta de que así como me
había topado con alguna de las amigas de Sandra, probablemente me encontrara
sentado junto a algunas otras personas que la conocieran e incluso me pudieran
identificar como su marido, traté se evitar la humillante situación de permitir
que los posibles compañeros de mi mujer me vieran allí sentado mientras que en
la pista de baile otro hombre tocaba de manera tan descarada a mi esposa, y pretendí
voltearme hacia otro lado, para al menos así poder fingir que no les había yo
visto ni les veía, y me hallaba ajeno a los desmedidos lances y aceptaciones de
aquel hombre y la mamá de mis hijos.
Sin embargo pude reconocer la cara de desconcierto
de una de ellas a quien había llegado a conocer de vista en alguna ocasión
cuando había pasado a recoger a Sandra a su trabajo; y quien supongo que, sin
darse cuenta bien de quien era yo, me encontré cerca de ella al justo momento
en que otra de ellas les comentaba: ‑ "Sería mejor echarles agua fría a
esos dos y que se le baje la calentura a tu amiguita que parece estar como
perra en brama"
"Sí" Dijo otra ..."Mas vale que los
separen de una vez antes de que el amigo de tu jefe la dejé embarazada y la
mande bien cargada a su casa".. Terminó de decir en tono un poco burlón
ella misma; mientras que yo sentía mi cabeza calentarse y mi rostro encenderse
de color rojo.
Luego ya a punto de no poderme contener más y estar
listo para pararme de mi asiento, de manera furtiva y por el rabillo del ojo,
alcancé a notar que ahora aquel hombre girando el cuerpo de mi mujer lo volteaba
hasta quedar meciéndose frente a frente,
y halándola hacia sí mismo, la hizo cerrar todo espacio que había entre
ellos dos, hasta que los voluminosos senos de Sandra, terminaron por pegarse
hacia él y fueron a aplastarse contra el
robusto pecho de su acompañante, casi al
tiempo en que éste llevaba, de manera ya
por demás descarada una de sus manos a colocarse sobre las redondas nalgas de
mi esposa.
... " No sé"‑ Ahora dijo una de las
mujeres ‑"Alguien debería de decirles algo y que no se pasen, esto no es
un burdel como para andar haciendo esos desfiguros y ya si a ella le gusta ser
una cualquiera, que al menos se vaya a un cabaret o se busque un hotel para
hacer esas cosas"
... " Cierto" ‑ Contestó la otra sin notar los gestos que le
hacía la única de ellas que permanecía callada y que era quien me conocía, y me
había reconocido ya en ese momento, pero sin atinar a una manera de hacerle
saber la necesidad de cerrar la boca .a la otra. Por lo que está alcanzó a terminar: ‑"Yo no sé cómo puede permanecer casada
una tipa así, o que al marido no le importa ella sea la putita de la
compañía?"
"Al menos debería de hacerla que se vistiera
de manera menos descarada y no pareciera que va por la calle siempre
ofreciéndose"‑ Contestó la primera
"Si no la hacen que dejé de usar esos
vestiditos de zorris, y su marido le compra ropas menos ajustadas y
escandalosas, en una de esas y pronto ya no le van a quedar por un buen rato"
‑ Le dijo la otra antes de que la interrumpiera
su amiga.
‑.." Ni esas ni ningunas otras más le van a
quedar sino hasta dentro de nueve meses"‑
Sin percatarse de la prevención que intentaba marcarles la tercera de
ellas, entre ambas rieron al unísono,
antes de que ya preocupada, la que me reconociera terminara acercándose a
una de ellas y le susurrara algo al oído;
con lo que causó que de inmediato ésta callara y ‑no con mucho éxito‑
intentara voltear a verme disimuladamente.
Para mi aquello ya había sido más de lo que podía
soportar, por lo que intentando aparentar no haber escuchado su conversación,
me aparté de la mesa y fui a buscar la salida, resultando que al pasar cerca de
los teléfonos públicos del lugar nuevamente me encontré a la amiga de mi mujer,
quien nuevamente me entretuvo mientras me pedía que me quedara un poco más y no
me fuera; sin embargo y tal como era de suponerse yo me negué a hacerlo, mintiéndole
y pretextando tener cosas que hacer por la mañana siguiente. Aunque mientras me
despedía de ella alcance a ver que por la otra puerta salía mi mujer acompañada
del hombre con quien había pasado la velada, y quien llevándola de la mano la
guiaba hacia el estacionamiento.
Ya para cuando pude salir al aire frío de la noche
y movido por un extraño morbo, decidí constatar en toda su magnitud los
alcances de mi adúltera mujer, por lo que en vez de ir a buscar mi carro,
decidí buscar a mi esposa y saber si ya había abandonado el lugar o si acaso se
encontraba en algún apartado rincón dejándose manosear a placer por aquel
hombre.
Sin poderlos encontrar, busqué afuera de la
construcción, por el amplio jardín y cerca de una elegante piscina que había en
el lugar; en vista de lo cual supuse que ya no los encontraría y me dirigí
nuevamente hacia el estacionamiento donde tras evitar a los del servicio de
Valet Parking, no muy lejos del mío encontré el automóvil de Sandra, hacia el
cual me dirigí con la intención de dejarle una nota expresándole mi más sincera
reprobación a sus actos, así como la necesidad de replantearnos la idea de
permanecer unidos; más cuando me acercaba hacia éste de pronto pude notar que
una de las portezuelas traseras del mismo se encontraba abierta y del interior
surgían algunos sonidos, suspiros y risas entrecortadas, por lo que alertado y
lleno de ansias, sigilosamente me acerqué con la esperanza de no ser
descubierto y poder así ser testigo de lo que pudiera estar sucediendo allí
adentro.
Lo que a continuación vi, aún lo recuerdo
perfectamente y dudo de alguna manera poder expresarlo con palabras tan
certeras como para detallar la profunda impresión que ocasionó que me
conmoviera hasta el infinito, y todo mi mundo girara de polo magnético. Pues sé que a pesar de parecer una
perversidad, ese momento cambió y marco de manera indeleble la imagen que yo
tenía del matrimonio, mi vida futura y personalidad de mi mujer.
Así, casi sin más; y allí se encontraba a ella;
junto con aquel hombre sobre el asiento trasero del vehículo de mi esposa,
recostados a lo largo del sillón en posición de cucharas y con ella delante de
él que la sostenida firmemente por la cintura mientras la penetraba desde
atrás.
Ella tenía el vestido totalmente levantado y
enrollado alrededor de la cintura mientras que no habiendo sido completamente
despojada de sus pantaletas, las mismas pareciendo colgar de uno de sus
tobillos, habían quedado ondeando al aire, enredadas entre su talón, alguna de
las tiras de piel de sus zapatos de diseñador y los tacones de estos.
Pero fue entonces, mientras que sin poder salir de
mi estupor al observar como su amante, o al menos quien yo consideraba su acompañante
de turno por esa noche, la hacía levantar una de sus piernas para poder
acomodarse detrás del cuerpo de ella y penetrarla mejor en dicha postura,
cuando descubrí aquel tremendo miembro que él se esforzaba por retacar dentro
de mi mujer. Haciéndome incluso sentir algo de vergüenza por saberlo mejor
dotado de lo que reconocía yo mismo jamás haber estado nunca, y poder así ofrecerle
semejante órgano para qué ella se lo gozara.
Sin duda alguna podría yo reclamar lo que fuera y
mandarla al demonio, pero jamás podría yo competir con el dueño de aquel
tremendo arpón reluciente y venoso, ni respecto a las cosas que con semejante
aparato él podría hacer con el cuerpo de mi mujer.
Se encontraba él a espaldas de Sandra y ya la había
penetrado, cuando aún podía yo notar que pese al bulto del amplio volumen de las
nalgas de mi mujer, había ya introducido más de 15 centímetros de su tremenda
lanza viril, y sin duda le quedarían al menos otras 10 unidades por ofrecerle
para que las recibiera y gozara mi esposa, cuando antes de continuar la
avanzada de penetración, preguntó‑ "Así, ¿verdad Sandrita?... ¿Así te gusta más Mami?... Tú me dices cuando tengas adentro más verga
de la que tu marido te ofrece en casa, ¿Si?”... ‑ Y luego
añadió ‑ " Tú dime que no quiero lastimarte, ni dejarte como a la Coneja
del Burro”.
Confiado de su virilidad, el tipo hasta tiempo
parecía poder darse para bromear mientras hacía tremolar de placer a mi esposa.
"No"…
U-u-uhh-s-ste-e-eh-ed no-oo-o se ah…apu-u-ure David… Don David… U-u-usted
démela toda que quiero sentir hasta dentro… Donde él nunca llega"‑ Entre jadeos, gemidos y voz tiritante escuché
la voz de mi esposa pedir y rendirse ante él.
Ayy..ahhhsssííí… ‑Luego soltó un gritito…
Y siguió: ‑" Sííí paaaapi… ¡Don David!... ¡Mire como me tiene!... Me encanta que me coja toda todita con esa
cosota aahhh "‑ Parecía derretirse
ella en rededor de aquella pesada pieza de artillería masculina, cuando alcanzó
a terminar de decirle justo antes de que
fue sintiendo una nueva y más poderosa embestida de aquel macho. culminó ella
su intento con un suspiro.
"Si lo sé, ¿pero tú dime por qué te gusta
tanto mi verga mamita?"‑ Preguntó
él y luego como si fuera pregunta de opción múltiple ofreció:
‑"¿Es por que no es la de tu marido?, ¿por qué
tu marido está allá adentro en la fiesta mientras tú, su esposita preciosa me las
presta aquí afuera?, ¿O sólo es por qué
te gustan así de grandes gruesas y peludas como la mía?...‑ Terminó las opciones.
"Sí, sí me gusta que me la de así, me gusta
que lo haya conocidoooo ohhh y ¡que la tenga así de grande y gorda para
miiii!... ‑ Exclamó extasiada ella al
tiempo que continuaba recibiendo los vigorosos embates y luego le peguntó:
" ¿A usted le gustó haber conocido a mi esposo
aunque fuera sólo sea de vista?"
" S. Siiiii arrrgghhh!!!"‑ Contestó él arreciando su calentura de macho.
‑" Sabes que quería verle la cara a tu marido,
y al menooss conocer al hombre que me hace pfavoor de prestarme a su esposa"
‑ Terminó la cínica respuesta el
trastornado sujeto, y luego lanzó:
" Digo, s sssi al menos yo también pago por
algunas de las cosas que tú te pones para él y tu jefecito cabrón, cuando menos
también conocerlo, y de vez en cuando menos que él te comparta conmigo no
crees?‑ Sin saber que aclaraba para mí,
mi propia postura en aquel ilícito enredo, le escuché expresar casi gruñendo....
"Shhhh síííí, sííí, calle, y sólo termine ya
de cogerme antes de que alguien más pueda volver a vernos así Don David, que él
ya ha de querer que nos vayamos‑ Controlando
sus jadeos aclaro Sandra, procurando pegarse su robusto maslo contra la enardecida
ingle de aquel hombre a quien pese a la desmedida circunstancia de desleal
intimidad, ella aun insistía en guardarle el respeto que él no tenía o la menos
mostraba por ella. Aclarando por último:
‑ “Estaba
muy enojado hace rato cuando lo vi"‑ Dijo ella.
"Siii, siii, siiii"... Le gritaba él
mientras que aceleraba su paso, ..." sólo dime por qué prefieres tanto mi
verga a la suya".... insistió en preguntar.
" Tú…
-U- u-us-ted, sa – ah-abeeess!"‑ Por fon parecían colapsarse los
sentidos de mi amada adultera cuando intentaba contestar con aquella barra de
carne alojada dentro de su receptiva feminidad; para luego durante un respiro
decir ..." Es que esta cosota me hace sentir llena y no quisiera que nunca
me la sah-ah-ah cara-a–a-a-h-h-h-!... ‑No alcanzó a terminar ella cuando él se
apresuró.
... "Ahhh, aquuuiiiii te va-a-a-ann, ¡Cabrona!...
¡Si no te cuidas!; ¡les voy a hacer un bebé para que le pongan mi
nombreeehhhhh!.... ‑ Abrumado ante la
vileza de semejante idea, le alcancé a escuchar al tiempo en que jadeando
explotaba dentro de la desprotegida vágina de mi mujer...
" Sííí, oohhhhhh, sííí paaapi démelos todos y
riégueme con ellos y márqueme toda bien dentro…
Hágame suya David… Quiero que me
haga suya para siempre… Ser suya… Su
novia y que me ponga un bebe en la barriguita aauuuhhmmm oooohhhhhhhh,,
ssiiiiiiii , asiiiiiiiii ooohhhhhh que lindooooohhhh… Dámelos todos… Riégame toda la barriguita"...
– Incoherente, desarticulada y ruin, escuché aquella reveladora entrega que, quizás,
aunque ya no tan inesperada mi mujer hacía al momento de estallar y rendirse
absolutamente ante él, al tiempo en que
todo su ser se convulsionaba en medio de un atronador orgasmo total.
Vi su cuerpo temblar y estremecerse, mientras que
él levantaba aún más la pierna que le seguía sosteniendo y se empujaba hasta el
fondo, para depositar dentro de ella de una buena vez todo su potente líquido
seminal. Y ella apretaba los párpados al mismo tiempo que en señal inequívoca
del placer que aquel hombre le estaba causando, abrió de par en par los labios,
pero sin dejar escapar más que un casi imperceptible y lastimero gemido,
similar al que las gatas producen al copular con el macho.
Y ya cuando finalmente pude ver que sus cuerpos
dejaban de tensarse tras las convulsiones finales de sus explosiones, vi como
instantes después su amante retiraba de su cavidad el adormecido falo que
apareció totalmente cubierto y embadurnado por los amorosos jugos con que mi
mujer le había regado encima de éste., y que poco a poco conforme él iba
extrayendo de su interior su órgano sexual , aquellos mismas esencias de
lubricación femenina, se iban mezclando con la blanca y espesa substancia de
macho que él había depositado dentro de ella.
Sin más ya que poder presenciar , me disponía a
abandonar el lugar cuando vi como aquella diminuta prenda que se supondría que
debería de haber defendido la privada intimidad de mi mujer, salvaguardándola
para mí, e impidiendo aquel ilícito apareamiento que acababa yo de presenciar,
finalmente cayó de su pierna y fue a dar al húmedo asfalto del estacionamiento,
a un lado de su camioneta, donde quedó tirada cuando escuché algunas voces que
acercándose hacia mí , me preguntaban si acaso se me había perdido algo o
necesitaba ayuda., por lo que tratando de actuar con toda calma saqué la llave
de mi automóvil y me dirigí hacia el mismo, procurando no hacer ruido al
desactivar la alarma.
Ya desde el interior de mi vehículo, alcance a ver
como apresuradamente aparecía la figura del amante de mi mujer que se paraba
frente a la portezuela para impedir que el guardia viera hacia adentro y
encontrara a mi mujer, a quien supongo yo que no le habrá dado tiempo de volver
a colocarse apropiadamente en su sitio las pantaletas.
Todo eso, tal y como lo dije al principio es estas
líneas, ocurrió poco antes de la navidad pasada y yo regresé a mi casa donde
esperé a que mi mujer llegara, pero sin decirle nada al respecto; cuando por
fin ella llegó fingí estar dormido, y a la mañana siguiente pase a recoger a
los niños a casa de su abuelo y después nos vimos para almorzar todos juntos en
el club deportivo al que asistimos, y continué fingiéndome casi tan ingenuo
como si nada supiera, viviendo a su lado
sin saber realmente qué hacer con mi vida.
Ahora bien y al respecto de lo que alguno de
ustedes podrá preguntarse sobre lo que puede tener mi relato con el título del
mismo, les puedo comentar que esto se debe a lo que ocurrió un par de semanas
más tarde cuando ya estando a unos cuántos días de celebrar la navidad, una
tarde cuando regresé a la casa, me encontré al pie del simbólico árbol repleto
de luces y esferas, cuatro paquetes que de inmediato me llamaron la atención
por tratarse de cajas de regalo de Victoria´s Secrets, Fredericks of Hollywood
y Secret in Lace.
Y tal y como me había ocurrido ya anteriormente, no
pude contener mis ansias por averiguar ahora de que nuevo jueguito de prendas íntimas
se le había ocurrido a mi mujer comprarse, y así, después de saber que me
encontraba sólo en casa, con el mayor cuidado que pude me dispuse a abrir al
menos alguno de ellos para averiguar, aunque pronto noté que al menos dos de
los paquetes ya habían sido abiertos.
De tal forma, y sintiéndome enteramente a
hurtadillas en mi propia casa, en la caja decorada con un moño y franjas en bi-tonos
de rosa de Victoria´s , me encontré un juego de lencería blanco, sumamente
transparente aunque con motivos florales que suponía yo debían de cumplir el
cometido de aunque fuera cubrir parcialmente los -no tan privados-, encantos de
mi mujer. Y así sintiendo que se
sincopaba mi ritmo cardiaco al contemplar dicho tipo de prendas, ya cuando estaba por volver a cerrar la caja,
en el interior de pronto descubrí una diminuta cajita con un juego de aretes de
perla y una nota que decía:
" Espero
que no sigas siendo tan olvidadiza, el resto del juego te lo daré cuando te
vea"… ‑ Y prendida con un alfiler
otra segunda notita que se leía "Estos son para agradecerte por aquella
encantadora noche... Creo así eran los que perdiste en el estacionamiento, los
demás son para que los uses en esta navidad y me recuerdes mientras sirves el
pavo durante la cena , espero que te gusten"…
Firmaba "David"
De inmediato abrí los otros dos paquetes de Secrets
in Lace , donde encontré otro juego completo de sensual lencería color rojo
casi vino, y otro de corpiño o faja color blanco, brassiere y pantaletas,
aunque para nada vulgares, sino que por el contrario, lucían sumamente discretos
elegantes y señorialmente costosos.
Estos segundos incluso con un catálogo de la casa
de lencería, ‑que si por acaso a alguien le interesasen, por ahí encontré más
tarde y conservé‑, con otra nota que decía:
..."Úsese sólo en navidad o en caso de ir a
ver a su cliente favorito"...
Y en la última caja frederick´s , había otro juego
de lencería color negro acompañando a un vestido del mismo color y que después
cuando vi a mi mujer usándolo, pude notar que se trataba de un ‑si no de un
vulgar, al menos sí bastante escandaloso y por demás‑, sugerente vestido que
definitivamente parecía chocar totalmente con el gusto de quien hubiera
escogido las otras prendas íntimas.
Y tal como yo lo anticipe , desde que vi el
contenido de los paquetes, aquella noche de navidad, antes de preparar y
sentarnos por fin a la mesa, uno de los
obsequios había ya desaparecido de su sitio debajo del árbol y mientras mi
esposa nos servía a mí y a todos los invitados, yo sólo podía imaginar cómo
luciría el cuerpo de mi mujer con aquel sugestivo juego de ropa íntima que
llevaba bajo su vestido y que en un cinismo de la más alta escuela , ella misma
había puesto bajo mi propio árbol de navidad, sabiendo que era otro hombre y no
yo el que le había regalado las prendas que ahora ella usaba durante la cena.
Después ocurrieron más situaciones, pero por lo
pronto quise contarles como había comenzado todo., por favor háganme saber si
conocen a alguien en una situación similar a la mía, pues me gustaría saber de
él y quizás entablar comunicación con él
-© Jordy Xors y G.O. Tigers
Hola, me gusto mucho este relato, retratas perfectamente la situación y de tan detallado estuve ahí en la mesa con los protagonistas
ResponderEliminarGracias Jazz!!!... que gusto que te haya gustado el texto..Sé que quizás sea muy inocente de parte mía. Pero te pregunaría ual fue tu Highlight, sobre éste?
ResponderEliminarSuper rico este post, te quiero decir que me quedo con esta parte: "Ella tenía el vestido totalmente levantado y enrollado alrededor de la cintura mientras que no habiendo sido completamente despojada de sus pantaletas, las mismas pareciendo colgar de uno de sus tobillos, habían quedado ondeando al aire, enredadas entre su talón, alguna de las tiras de piel de sus zapatos de diseñador y los tacones de estos. "
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