Agradeciendo
a Magoes por su último comentario del 1 de marzo, después de leer - con mi vaso con hielos, un toque de Ginger Ale y otro poco de Cutty Sark, me puse a
pensar:
Declarándome ferviente gustoso del llamado séptimo arte en casi todos sus
géneros, recuerdo que hace
algún tiempo en una película, me topé con una escena en la que un profesor de arquitectura
interpretado por Woody Harrelson, después de haber perdido a Demi Moore bajo la arrolladora presencia de un
magnate personificado por el gran
Robert Redford,, el primero sufriendo aún por los estragos de la perdida, - y aunque no recuerdo bien el motivo de la
lección -, les muestra a sus alumnos un simple ladrillo cocido y tras ver las
caras de escepticismo y curiosidad de algunos de ellos, les declara:
Esto no
es sólo un ladrillo... Quizás es
un ladrillo que quisiera ser una pared...
El caso
es que considero que así es como sucede en muchos casos a lo largo de la vida ,
y mas a quienes como yo, padecemos de lo que ahora podría bien entrar a
considerarse TDA detectado a edad
avanzada. ( que cuando yo era chico se decía que simplemente era huevon o tarado., o si acaso en el peor de los casos,
tarado, distraído y huevon )
Se le
llamaría entonces ¡¿TDH?!...
En fin,
que para lo que quería era casi una lumbrera y para lo que no, simplemente ni
el libro quería abrir. Ah pero eso sí,
escuchar a mi maestra de Español leyéndonos a Góngora, Espronceda o Bécquer,
era una delicia que junto con las cosas aprendidas de la maestra Julieta en
Artes, sí conseguían motivarme tanto como mi madre alentándome y luego
llevándome a comprar a escondidas de mi padre, lápices, alguno que otro papel y
pasteles más costosos de lo que era la norma en aquel entonces.. Y todavía más aun cuando supongo que
ambas, o incluso la cuarteta completa
de excelentes profesoras ‑ si incluyo a la inusualmente sensual y
maestra Socorro de Historia –, quienes notando que en mí existía ya desde
entonces un cierto afán incendiario de trazar las gloriosas formas de las
mujeres más bellas que pudiera yo imaginar o encontrar en algún recorte de
revista de alguna manera tuvieron los arrestos necesarios para no reprimir mi incipiente
talento.
Lamentablemente ese trastorno de atención ocasionaba que muy
a menudo, una vez satisfecho con algún logro o dominio de alguna materia, dejaba de lado el asunto y me ponía a investigar
de otra cosa que me resultara interesante.
Y así fue como siendo hijo de profesores, habiendo vivido entre
docentes, y una familia de puros personajes notables y titulados, yo llevé la
contraria y habiendo iniciado a los trece años pasados la preparatoria., tal
como decía Facundito Cabral, dejé el
colegio pero me encontré el mundo a los quince años, cuando fui descubriendo
que sin importar las edades, a algunas
mujeres les gustan las almas bohemias y empedernidas. Y tras ofrecerle a la
bella Christiane hacerle un retrato acabé yéndome de la casa por un tiempo que
usé para enamorarme de ella y seguir la encantadora mirada de ojos verdes que
acompañaban a un cuerpo acorde con la sensualidad de la linda francesa.
Ya luego
les contaré lo que siguió de ella y otras mujeres que conocí hasta que me casé
y sin haber vuelto a concluir el colegio de repente entendí que si bien no
había terminado aún nada, al menos me había divertido haciendo las cosas a mi
manera, tenía un hijo, y como todos o al menos muchos matrimonios de los 90s en
mí país me hallaba en crisis y a punto de descubrir los absurdos que mas comete
el amor que el desamor y el divorcio.
Disculpando
todo éste rodeo con lo del TDA, la Cristina, el colegio y todo lo demás, el
motivo de la entrada era y sigue siendo para comentar acerca de esa escena que
se me quedó tan grabada, es por que viene al caso lo del ladrillo para decir
que ahora voy viendo que al igual que ése sencillo pedazo de arcilla
cocida, tanto mis escritos como mis
dibujos siempre han querido crecer y es
por eso que cada vez me resulta un poco más difícil nada más escribir, pues en
vez de pretender hacer relatos simplistas en los que un galán llega y conquista
a une mujer, mi intención de aprender ha ocasionado que con la intención de
enriquecerlo y hacer que “ese relato”
crezca un poco más me lleva a enredarme
con las palabras, los ritmos, los hiperbatones e incesante investigación de
detalles que a veces quiero emplear y
describir de maneras correctas.
Así pues, quizás para algunos mis relatos sean
meros ladrillos, pero mi intención es que ese simple ladrillo quiera sentirse
orgullo de al menos pretender a convertirse en toda una pared.
¡a cabro… que buen apunte!
ResponderEliminarYo también soy, un ladrillo actualmente pero quiero ser pared y poco a poco y aunque me tarde años lo seré.
Federico.