Con afán de que no se piense que tengo intención de no cumplir, disculpando las dilaciones, aquí posteo un breve fragmento del relato confesión que supongo habré concluido de revisar hoy mismo para proceder a publicarlo íntegramente en la sección de En Letras.
Lo que mi marido
no © ( Helena )
G.O. Tigers ,
Ludo Mentis ®
Capítulo 01- 1ª Parte ( Lo que Mi Marido no
Sabe )
07/ -01-2012
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A
continuación la historia o al menos una de las anécdotas contadas por una amiga
sobre como por proteger el bienestar de sus hijos y esposo, ella se inició en el
camino hacia la infidelidad terminando por
convertirse en una dulce señora casada e infiel.
Helena
¿Cómo empezó? – La
verdad que yo creo que como muchas
cosas suceden antes de que nos demos cuenta de que hemos entrado a una etapa o
situación de nuestras vidas, que antes de que nos ocurrieran, jamás pensamos
que pudieran llegar a sucedernos de maneras tan contundentes y definitivas.
Así que creo que
puedo decir que quizás fue un accidente que ocurrió, mientras buscaba cierto
documento dentro de la computadora de mi esposo, cuando revisando entre los
distintos directorios me encontré un archivo de respaldo de Word que supongo
que sin darse cuenta él, quedó registrado.
Al abrirlo confirmé
lo que hacía tiempo atrás yo me imaginaba, pues en el mismo, ni marido
detallaba los hechos ocurridos en nuestra casa, cuando por vez primera se
enteró o me vio siendo gozada por otro hombre; aunque en realidad y cómo pude
descubrir, hasta ese día él no estaba del todo consciente sobre algunas otras
de las escapadas que ocasionalmente tenía yo con alguno de sus parientes, jefes
o amigos. Y es que hasta no ser en ese momento en el que finalmente fui llevada
a la cama por su sobrino; él solamente había considerado la posibilidad de que
juntos intentáramos abrir nuestros horizontes. Pero en verdad fue ya mucho tiempo atrás cuando él me comentó lo
mucho que le gustaba y le encendía cuando íbamos a alguna fiesta , discoteca o
restaurante; notar algunas de las miradas libidinosas que ocasionalmente los
hombres me dirigían.
Resultando que a
instancias de dicha observación, yo comencé a notar y disfrutar del efecto que
un buen par de tacones, minifalda y blusas escotadas producían entre mis jefes,
compañeros y uno que otro familiar; del mismo modo en que también percibí
facilidad con que algunos de los
clientes de las empresas en las que yo trabajaba, se mostraban más dispuestos a
escucharme y comprar nuestros productos mientras más escotados y ajustados eran
los vestidos que yo usaba cuando atendía alguna entrevista.
Sin embargo, y como
toda mujer que busque darse a respetar a si misma y evitar las habladurías acerca de ella y sobre su novio o marido
también, busqué la manera de no propasarme del límite que consideraba yo prudente
y no estando segura de lo que podría ocurrir con nuestra relación, nada de lo
que ocurría durante mis horas de oficina o citas de trabajo le contaba yo a él,
aunque de vez en cuando mientras teníamos relaciones yo le azuzaba
"inventándole" una que otra "mentirijilla" sobre la
reacción de algún cliente o compañeros de trabajo que comentaban sobre mis
piernas en alguna determinada ocasión.
Aunque estoy segura
de que para este momento ustedes pensarán que en realidad no soy yo otra cosa si no una mujer fácil, lo
cierto es que Daniel fue apenas mi tercer novio y a pesar de que aún antes de
casarme con él tuvimos relaciones., a
los demás hombres siempre lo detenía en sus avances y salvo en contadas
ocasiones no los dejaba que se propasaran conmigo más de la cuenta y aunque
frecuentemente acababa yo algunas de mis reuniones paseando en él asiento
trasero de alguno de mis jefes o posibles clientes de estos, esforzándome por
mantener a raya sus manos que intentaban meterse bajo mi falda o desabrochar
algún botón más de la cuenta, lográndolo casi siempre. Salvo en un par de reuniones cuando sin haber tenido tiempo para
impedirlo de pronto llegué a encontrarme con toda la blusa abierta, mis pechos salidos
por encima de las copas del brassiere y la falda enrollada hasta el ombligo,
sin poder evitar que me manosearan a placer, antes de toquetearme por encima de
mis delicados panties, hasta hacerme que involuntariamente los empapara por
completo y les pudiera finalmente pedir que se detuvieran antes de hacerme
faltar a mi promesa de poder seguir siendole fiel a mi prometido.
Así las cosas, una
vez ya casados, y tal como él lo anotó en su confesión, tuvimos dos hijos y yo
comencé a dedicarme al hogar, asumiendo con toda propiedad mi papel del
respetable mujer casada y madre de dos niños; hasta que impensadamente un buen
día las cosas comenzaron a ir mal económicamente y debido a un par de
discusiones que tuvimos al respecto; decidí buscarme un empleo de medio tiempo,
el cual me permitiera concluir mis estudios y no ser tan dependiente
económicamente de mi marido.
El caso es que
volviendo al tema que pensaba contarles , hasta esa noche mi marido jamás me
había visto con otro hombre y todas aquellas historias que teniéndome como
protagonista yo le contaba a modo de "fantasías" que supuestamente
compartíamos, en realidad eran sucesos que me habían ocurrido en el pasado y
que si él no se había dado cuenta de los cambios que poco a poco se habían ido
dando, supongo yo que era simplemente por un afán de pensar como la mayoría de
los hombres lo hacen; que todas las mujeres son susceptibles de ser infieles y
hasta ofrecer favores sexuales a cambio de alguna promoción o mejoría en el
trabajo; pudiendo caer en la categoría de que le había yo oído mencionar entre
sus amigos como "ejecutiva express" o "amiguita para las fiestas
del jefe". Todas absolutamente
todas eran capaces de verle la cara a su marido... Todas menos la propia.
Y es quizás por eso
mismo que en aquella ocasión cuando fuimos invitados a la casa del quien
entonces era su jefe., él no notó como desde un principio cuando me pidió que
bailara una pieza con él, el señor se me pegaba mucho más de la cuenta e
incluso allí mismo, y casi delante de todos comenzó a arrimárseme al vientre
cuando bailábamos y en un momento dado mientras que colocaba una de sus manos
sobre mi cintura muy por debajo de lo correcto o permitido por las buenas
costumbres, aunque sin llegar por
completo a tener el descaro de posarla sobre mis glúteos de señora casada, me susurraba
al oído las cosas que le gustaría hacer conmigo si, como él esperaba que fuese,
fuera tan complaciente yo como para
acompañarlo al menos cinco minutos a la planta superior de su lujosa residencia
para que entre otras cosas que quería mostrarme, conversáramos en su estudio
acerca de la comprometida posición de mi esposo dentro del área que el dividía
en la empresa.
Propuesta a la que,
como podrán suponer me negué categórica aunque cortésmente para intentar
excusarme enseguida y apartarme de él cuando sentí que la mano que me tenía
sujetada comenzaba a bajar hacia una de las mejillas de mi amplio trasero.
‑ Pues si usted no
quiere señora, entonces esta bien., ya veré que decido. ‑
Soltó encima de mí el anzuelo
que sin poder evitarlo piqué para poder saber si de veras estaba en riesgo el
puesto de Daniel en la empresa. Por lo
que prolongado peligrosamente mi
partida de entre sus brazos fui enterándome allí; en ese momento con mi marido
apenas a unos cuantos metros de nosotros, sobre las intenciones que él o sus
jefes tenían de despedirlo para colocar en su plaza a uno de los yernos de los
dueños y diciéndome que aquello era yo la primera en saberlo pues no había aun
querido decirle a mi esposo acerca de la posibilidad de ser despedido. Aunque claro, eso sí –me señaló ‑ que estando muy presente la consideración de
que siendo Daniel un buen ejecutivo de
la compañía, quizás él podría hablar bien de nosotros y hacerles cambiar de
opinión si de alguna manera notaba algún beneficio adicional que la permanencia
de mi marido pudiera representar para él o
la empresa., – dejando entrever la posibilidad de que despidieran a otro
de los empleados y no a él.
Fue así que de golpe y porrazo al
terminar entendiendo en un santiamén la directa implicación de sus palabras
decidí aceptar sus avances con la simple y única idea de salvar el empleo de mi
esposo; sólo que en vez de acompañarlo al piso superior, como
me lo pidiera, de pronto cuando me di cuenta él me tenía en un apartado y
apenas iluminado rincón del jardín cercano a la piscina., donde primeramente comenzó a besarme para después
llevando sus labios hacia mis oídos comenzar a mordisquearme las orejas
mientras me susurraba toda clase de obscenidades que había imaginado hacerme
desde el día en que me conoció.
No sabiendo como
oponérmele mientras trataba de mantenerme atenta para detenerlo si acaso alguien se acercaba., yo
simplemente me dejaba hacer por él y fue poco lo que pude intentar para
detenerlo cuando sentí sus manos acariciando mis nalgas para luego jugar a
recorrer el trazo de las costuras de mis pantaletas por encima de la tela que
las cubría y enseguida de terminar con su divertimento apretujarlas entre las
mismas como si quisiera arrancarlas de su sitio y llevárselas como
recuerdo. Aunque sí tomé conciencia del
momento en que llevando aquellas tremendas manasas hacia mis costados las bajó
recorriendo el contorno de mis caderas y muslos hasta encontrar el dobladillo
de mi falda que de inmediato intentó hacerme subir., ante lo que de manera
inmediata y en un intento por impedírselo, yo rápidamente llevé mis manos hacia
el frente de la misma e intentando halar la tela hacia abajo, hice por
evitárselo.
Sin embargo noté
como mi intento sólo pareció divertirlo pues dejando de besuquearme el cuello
para separarse de mi momentos antes de que al tiempo en que sus labios se
dibujaba una burlona sonrisa con un fuerte tirón levantarme enteramente la
falda que se subió junto con mis manos que ante su fuerza nada pudieron hacer
para mantenerla en su sitio y evitar así la inesperada exhibición de mis
prendas más íntimas, que al quedar expuestas ante su mirada le hicieron
comentar que a él siempre le habían gustado las mujeres que se hacían pasar por
difíciles de tener., pero que cuando se las veía o consideraba por la ropa
íntima que usaban, de inmediato se aclaraban las dudas y se podía saber quiénes
eran las santitas recatadonas y separarlas de las que ‑según él ‑ eran busconas
y .fáciles como yo.
"Oiga no !!!.,
por favor yo no soy
ninguna..." Aún recuerdo como
indignada por la manera de referirse a mi intenté reclamarle. Y de inmediato él
me contestó.
‑"Vamos, no te
ofendas por qué llamo a las cosas por como son; te he visto toda la noche como
dejas que te cachondeen algunos de los invitados y tú bien sabías que a más de
uno se la pondrías bien parada nada más con verte con esos melones que te
cargas y pareces ir ofreciendo en oferta para quien quiera míralos un poco más
de cerca bajo la blusita esta tan transparente que te pusiste" ‑ Comentó en tono claro y preciso.
‑..." A una mujer
que se las diera de muy santa le daría pena andarse cargando semejante par de
tetas aún cuando el muy imbécil cornudo de su marido no le diga nada y la deje
salir así de casa para ir a una fiesta donde ella se la pasará restregándoselas
en la jeta a sus amigos, conocidos y compañeros de trabajo" ‑... Concluyó él y luego volteando a mirar
hacia abajo me señaló:
‑No me vas a salir con el cuento de que las
medias, el liguerito, los zapatitos de golfa y esos calzoncitos de cabaretera,
son simplemente porque a tu marido le gustan... – Soltó la siguiente andanada antes de continuar:
‑ Y me vas a decir
que cuando te los pones no lo haces sino pensando en sentirte la más buenona y deseada vieja de la
fiesta., si a leguas se te nota que eres la más putona de las esposas de los
empleados de la compañía. Mucha hembra
que no creo que tu marido tenga para cuando acabarse.‑... Soltó el irónico y humillante comentario, al
mismo tiempo que llevando sus dedos hacia una de las cintillas elásticas de mis
pantaletas encontró que podían desanudarse y con un sólo tirón deshizo el nudo
que la mantenía ajustada en su sitio sobre mis caderas.
‑¿Ves lo que te
digo?.... ‑ Pregunto él y luego aclaró su teoría respecto a mi persona ‑... Mi mujer tiene trajes de baño y
pantaletas así; pero lo que jamás se le ocurriría sería dejar que con un solo
nudo se detuvieran., normalmente las mujeres decentes cuando usan calzones así,
de mínimo hacen un doble nudito o cosen los elásticos y después le hacen un
moño"...
..."E- es qu- e...Sseñor..." ‑ Iba yo a dirigirme a él para decirle que
aquellos mismos panties eran los que había yo usado durante mi noche de bodas y
que sólo reservaba para ocasiones especiales., cuando sentí soltarse la otra
cinta de mis pantaletas que apenas instantes atrás me cubrían y mantenían
protegida mi intimidad. Mismos que sin
embargo ahora habían dejado de tan fácil manera al descubierto mis rizados
vellos tras los que aún se alcanzaba a esconder mi más privado secreto.
Sin duda alguna
para quien hubiera pasado en ese momento aquella hubiera sido una de las más
sórdidas escenas que jamás hubiera presenciado jamás, al ver a la esposa de uno
de sus compañeros a la que el jefe de éstos la tenía recargada contra una
pared; la falda enrollada hasta la cintura y los panties caídos hasta medio
muslo, detenidos apenas por él elástico de una de las cintas del portaligas que
accidentalmente y de manera fortuita impedía que éstos terminaran cayendo hasta
el piso. Y todo ello apenas a unos
cuantos metros del lugar donde
seguramente su marido se encontraría platicando con sus amigos sin sospechar el
espectáculo que ella estaría brindándole en ese mismo momento al despótico
mentor y responsable directo de su estabilidad económica.
Acto seguido y
después de haberme despojado de aquella manera de mis pantaletas, el hombre se
acercó nuevamente hacia mí, y susurrándome algunas tonterías más al oído
mientras apoyaba sus manos en mis hombros, me ordenó a que me pusiera de
rodillas para que así lo pudiera complacer dentro de mi boca. Cosa que aunque no me era del todo incómoda
ni desconocida, pues habitualmente mi marido me solicitaba que yo mimándolo un
poco hiciera lo mismo por él., reconozco que particularmente no me resulta muy
grata y tan sólo aceptaba hacerle como
preámbulo erótico más nunca para que terminara de esa manera, pues en alguna
ocasión cuando sin habérmelo avisado y sin poder contenerse eyaculó entre mis labios, yo me mostré algo molesta y de inmediato fui
al baño para escupir la viscosa sustancia con que había inundado mi boca.
Empero, no mediando
semejante tipo de afecto con este aprovechado sujeto; ahora sin más ni más, un
hombre al que yo apenas conocía y con quien a duras penas había conversado yo
en un par de ocasiones, sin mayor miramiento y como si fuera la cosa más
natural del mundo me hacía ponerme de rodillas ante él para prodigarle él mismo
tipo de caricias que hasta ese momento tenía yo solamente reservadas para mi
marido. Sin embargo poco o nada
pude hacer cuando de pronto me tenía ya en hinojos y postrada frente a el muy
déspota y pagado de si, quien como si de todo un ritual se tratará y la
bendición me fuera a dar, abrió la portañuela de sus pantalones y tras hurgar
dentro de los mismos, extrajo el miembro más grande que hubiera visto yo hasta
ese momento. y que para colmo de malas pasadas al retirar él la mano con la que
lo sostenía, fue a dar directamente contra mi rostro tomándome totalmente
desprevenida y victima de la inesperada sorpresa sólo terminé pudiendo acertar
a cerrar de manera instintiva los ojos
como si a punto de recibir un gran golpe estuviera yo.
Aunque por mi misma
reacción no pude ver claramente, adivino que al haberme tomado tan
desprevenida, le debe haber hecho gracia pues le alcancé a oír emitir un sonido
similar al que a veces se hace cuando se sonríe., y no fue sino hasta instantes
después que volviendo a abrir bien los ojos
cuando por fin me percaté del singular tamaño de su miembro tremendo,
además de que por primera vez tenía yo un encuentro frente a frente con un pene
totalmente circuncidado.
Así conmigo
arrodillada justo delante de él, en tanto yo me perdía dentro de tantas
consideraciones, aparentemente él no quería perder más el tiempo y tomando con
firmeza nuevamente entre los dedos, su
virilidad continuó humillándome como de seguro
lo haría con una cualquiera cuando sin más la usó para abofetearme con
la misma mi rostro en ambas mejillas, para después restregármela por un lado de
la cara y repetir el tratamiento de la
bofetadas nuevamente, pero frotándome ahora el otro cachete., hasta que poco a
poco yo fui sintiendo como su órgano se iba hinchando y endureciendo cada vez
más contra mi cara, hasta que quizás en menos de uno o dos minutos mas tarde
tenía frente a mis ojos aquel descomunal falo que él pretendía retacar dentro
de mis pequeños labios de señora casada.
Pero, entonces ya
una vez que lo tuvo bien erecto en vez de atacarme directamente los labios, lo
que hizo fue soltarlo de entre sus manos
y agitando las caderas de un lado a otro, me golpeteó por distintas
partes del rostro, y como si de un pincel se tratara, ir dejando por aquí y
allá algunos rastros de la humedad que había producido por mí, y que al
contacto con el fresco aire del jardín parecían secarse rápidamente ante su
atenta mirada, que parecía la de un artista que inspirado por su creación
contemplaba los grandes detalles de alguna obra que estuviera pintando. Hasta que finalmente cuando se hubo
divertido lo suficiente conmigo me
ordenó:
‑" ¡Sácate las
tetas que quiero verte jugar con ellas mientras me lo mamas!" ‑ Y
acto seguido desanudó el moño que al frente de mi transparente blusa pretendía
conferirle cierto recato y evitar la casi completa exposición de mis senos
contenidos dentro de aquellas ajustadas capuchas del brassiere de media copa
que usaba en ese momento.
Demanda a la que
queriendo evitar que de alguna loca manera a él simplemente por diversión
pudiera llegar a ocurrírsele tomar una medida más brusca respecto a mi blusa,
yo de inmediato atendí y en cuanto pude me apresuré a buscar con mis dedos los
botones de la misma, para así poder abrirla lo más pronto posible., resultando
que debido a lo largo de mis uñas, la tarea me resulto un poco más difícil de
lo esperado. Y supongo yo que no pude
hacerlo con la velocidad suficiente, por lo que aun con mi apuro por
complacerle de pronto sentí un nuevo jalón tras el cual ‑o tal vez casi de
forma simultanea ‑, al menos alcance a ver dos botones que arrancados por su
brusquedad, salieron volando por los aires, para desaparecerse lejos de mi
vista.
‑ ¡Goao!... Pero sí mire nada más que par de tetas se
carga usted ahí arriba mi señora Helena De Autrey... ‑ Me dijo en tono de sorna e insulto hacia
mi persona y mi esposo., el hombre a
cuya mujer ahora el tenía postrada
delante de él.
‑ Yo no sé como es
que el idiota de su marido, sabiendo la clase de puta que tiene por mujer,
permite que salga de casa vestida así, nada más dispuesta a calentarle los
huevos a sus amigos... ‑ Terminó de hacer su degradante comentario
mas ampliamente. Y sin que yo supiera
que hacer para evitar que él siguiera humillándome; y siempre temerosa de que
alguien nos pudiera descubrir al pasar por allí; solamente quedé muda,
apartando los ojos de él para no confrontarlo con la mirada., por lo que
únicamente trataba de alternar la mirada entre aquel amenazante miembro que se
balanceaba frente a mí a escasos centímetros de mi rostro y alguna posible
sombra o movimiento que pudiera yo distinguir desde mi posición tan cercana sobre
el césped del jardín.
Fue entonces,
momentos después de que él volviera a restregarme por toda la cara su pesada y
ya crecida arma, cuando de manera sorpresiva para mi me percaté de que por
alguna extraña razón, toda la situación de verme allí arrodillada frente al
jefe de mi marido, con casi todo mi cuerpo expuesto ante sus ojos y recibiendo
de él aquel humillante e indigno trato del cual yo jamás hubiera considerado
ser merecedora, me había producido cierta excitación y humedad entre las
piernas que sin haberme dado yo cuenta, habían comenzado a empapar la
entrepierna de mis pantaletas que ahora comenzaban mojadas.
‑¿Te imaginas lo
que dirían de ti las señoras si te vieran ahora mismo?... Aquí en la casa del jefe de tu marido y a
punto de tomar “verga de jefe” por primera vez?”... ‑ Soltó el denigrante
cuestionamiento hacia mi persona al tiempo que se separaba de mí para colocarse
justo al centro de mi rostro y apuntar la hinchada cabeza de su falo hacía el
blanco que con toda certeza él tenía ya dibujado mi cara.
‑... “¿Tú crees que
se lo fueran corriendo a decir o lo llamaran para que saliera a ver lo que su
mujercita sabe y es capaz de hacer con su boca para conseguir que yo vea no lo
despidan?”‑ Aun recuerdo como me dijo
textualmente.
A lo que yo, ya no sabiendo cómo poder apresurarme para
salir de aquel difícil momento., hacerlo callar cuanto antes y evitar que
alguien me pudiera ver en aquella situación o incluso que él mismo quisiera
prolongar el momento y se pudiera dar cuenta de la comprometedora humedad con
que mi cuerpo respondía ante sus insultos y soberbia ., decidí darle a él
cuanto antes lo que pretendía de mí para así poder volver al lado de mi marido
que ante mi ausencia seguramente no tardaría en comenzar a buscarme.
Entonces para
sorpresa de mi captor e incluso la mía, de pronto todos se sucedió de forma
apresurada y tan sólo recuerdo como llevando una de mis manos hacia su enorme
palo, lo sostuve firmemente al tiempo en que acompañando a ésta, con la otra hice un pequeño nido donde
acomodé sus testículos en el mismo acto en que acerqué a él mis labios; para
después sorprenderlo con un suave y delicado beso que le planté sobre la punta
del glande.
***
Continúa en 2ª y última
parte.
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Excelente relato Ludo, felicidades.El manejo de la psicología de los personajes me hace pensar que estoy presente en la escena, encubierto tras unos matorrales, viendo lo que ocurre y leyendoles el pensamiento.
ResponderEliminarLudo, creo que estás alcanzando nuevamente tu gran nivel, no lo vuelvas a perder.
romeo1515