Un Poco de Ayuda Humanitaria© ( Tercera "Instalación" )
G.O. Tigers , Ludo Mentis ®
* * *
De manera diametralmente opuesta a
la que habitualmente se nos ha enseñado que debe ocurrir o se ve en las
producciones cinematográficas, en las que el buen hombre sale al recate de la
injuriada honra de la dama a la que se le ha insultado, Ernesto, en vez de haberse parado a jalonear
o echar de aquel sitio al temerario ofensor, pusilánimemente evito enfrentarlo
delante de su amada esposa, y actuando como si nada hubiese ocurrido se limitó
a irse con ella en cuanto pudo.
Así ya en el restaurante comenzó a
volver la calma hacia él. No
obstante sin atreverse a comentar con
Hana absolutamente nada de lo sucedido, mientras comían de su cabeza no se
apartaban todas aquellas palabras e imágenes de lo que el atrevido René le
había dicho. Hasta que sin querer o
proponérselo de repente al verla a ella
comiendo a su mente llegó la angustiosa visión que sin remedio comenzó a
agobiarlo.
En la misma, y aun teniendo plena confianza en los buenos principios y fidelidad que Hana siempre le había demostrado, de pronto la visualizo teniendo íntimo contacto con el cuerpo de aquel negro desagradecido.
En la misma, y aun teniendo plena confianza en los buenos principios y fidelidad que Hana siempre le había demostrado, de pronto la visualizo teniendo íntimo contacto con el cuerpo de aquel negro desagradecido.
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Días mas tarde luego de aquel
desatino, y sin que Ernesto de la Riba atinara a poner una solución a lo
sucedido, como fuera pedirle a su jefe que lo echara fuera de la compañía,
pretextando que quizás se había presentado a laboral bajo el influjo de alguna
sustancia psicótica que lo hubiera hecho comportarse como lo había hecho,
aparentemente todo había vuelto a la calma,
aunque para asegurarse que el alebrestado inmigrante fuera a buscar
meterse en problemas o con su esposa, el apocado marido de la belleza oriental
que tanto parecía haber inquietado al muchacho no dejaba de llamarla cada vez
que podía y llegar a casa en cuanto le era posible.
¿Qué otra cosa puedo
hacer?... ¿Decirle a los Méndez lo que
hizo y es mejor que pidan que lo cambien de residencia o saquen ya de este
país?... ‑ Pensaba sin poder concentrarse en su trabajo Ernesto cuando
hasta su escritorio le fue llevada por un mensajero la invitación para celebrar
un aniversario más de la compañía.
‑ Es que no sé… Dirán que eso lo debí de haber arreglado de
un puñetazo en vez de dejar pasar
cuatro días para ir a quejarme… ‑
Intentaba concluir lo mal que había hecho en no actuar de manera inmediata
y dejarlo que se saliera con la suya.
La fiesta de aniversario, como
tofos los años se llevaría a cabo en el salón de un lujoso hotel de la zona sur
de la ciudad, donde como parte de los beneficios que la empresa ofrecía a sus
empleados, tanto los visitantes del interior
como todos aquellos que desearan quedarse después de la fiesta tenían
disponible el uso de alguna de las habitaciones para que pernoctaran y no se
expusieran a tener algún accidente de tráfico al regresar a sus casas o ser
aprehendidos por la policía del alcohol, pues el mismo corría incluso en mayor
abundancia que los bocadillos, risas e indiscreciones de los convidados al
fastuoso banquete.
* * *
… ¿De veras tenemos que ir
Jan?., tú sabes que a mi esas fiestas
ya no me gustan… Todos los años acaban
con algún empleado borracho llorando porque lo dejó la esposa o el Señor
Corcuera no lo valora como él se lo espera.‑
Alegaba Ernesto por la mañana de aquel sábado, intentando evadirse de la
celebración.
‑ Ay Otto… Ya sabes que sí tenemos que ir… El Señor Corcuera me dijo que si acaso
empezabas a querer inventarle que estabas enfermo con lo de la gota, te dijera
que hasta en muletas te llevaría… Hasta
me dijo que si lo intentabas te recordara que le debías el favor de lo de René
y que te lo cobraría sólo con que me llevaras y si querías luego te regresaras.
‑ Con una delicada sonrisa de sus
labios rosados terminó de explicarle Hana que no había como pudieran evitar
asistir a la fiesta, al tiempo en que se agachaba a darle un beso a su pequeño
retoño al regresar de las tiendas que había visitado durante la mañana y en
seguida checar su figura sobre el reflejo del enorme espejo de cuerpo completo
que adornaba el elegante mueble del recibidor
de su casa. Tras lo cual, más
que cómo una promesa, un anticipo, tentó al renuente marido:
‑ Si no vamos, no verías lo que me
compré Ottito, y creo que te gustará saber que nunca me había comprado algo tan
así como tú dices… Tan descarado, de
“mírenme que ya llegué”… ‑ Volvió a referirse de aquella manera
cariñosa en la mezclando algo del japonés al español usaba para decirle esposo
o esposito.
Bueno, pues ya que… ‑
Aparte de la genuina curiosidad que le causó saber de que pudiera
tratarse el atuendo que tan animada tenía a Hana porque la viera con el puesto,
se dejó convencer que no tenía ya otra salida después de que el mismísimo jefe
prácticamente había invocado la carta de obligatoriedad para que asistieran al
evento y tomaría a mal que lo dejaran plantado.
Más tarde en casa de los De la
Riba, Ernesto se hacía cargo del niño mientras Hana comenzaba a prepararse
cuando ella le llamó a que subiera a la recamara para que viera un anticipo de
cómo luciría con el vestido que planeaba usar para ir a la fiesta, pues aunque
le gustaba como se le veía comenzaba a tener dudas al respecto de ponerse algo
tan atrevido como lo que había comprado pero no sólo se le vería él puesto sino
más gente de la oficina que le incomodaba lo que fueran a pensar cuando la
vieran llegar a la fiesta.
…A ver Ernestín espérame aquí a
que vaya a ver que se compró tu mamá. ‑
Dijo al pequeño movido por la inquietud de subir a verla.
‑¿Qué pasa?... ¿Adónde está el vestido? – se
sorprendió de verla sin el puesto
cuando entró al vestidor de la alcoba principal.
…Es que no sé si me atreva. Está muy entallado y no sé si me sienta
cómoda usando algo así en público o que
me lo vean los de la oficina. ‑ Se excusó Hana antes de pedirle que también
él se apurara a cambiarse.
‑Si Jan., yo me apuro, pero
si ya me lo cargaste a la tarjeta y me
estás haciendo que vaya a la chocante fiesta ésa., ¡Tú te lo pones lo que se
a que te hayas comprado o no voy!... –
Movido por estresante morbo curioso la exhortó chantajeándola.
‑Pero es que está demasiado sexy
Otto… No sé si parezca shirigaruonna,
yariman‑ Dijo sonrojándose al usar
aquellas palabras tan temidas y poco honorables que en muy raras ocasiones
había escuchado ser utilizadas por sus padres y abuelos para referirse hacia
una mujer.
‑Bueno Jan, no sé exactamente que
quieras decir con eso… ¿Qué si te
refieres a que enseñes de más o los compañeros tengan ideas de que se les va a
hacer contigo., ése ya es problema de ellos porque el que va y regresara a la
casa con mi señora soy yo aunque se les antoje como te veas… Así que ya te dije., no sé que te hayas comprado pero si no te lo
pones no voy aunque Corcuera me lo reclame el lunes.‑ Declaró contundente pasando hacia la regadera sin darle tiempo
para que la apenada Hana no alegara ya más.
La suerte estaba echada y sellada
aun antes de que la moneda cayera hasta el suelo…
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juan Para Cuando la vas a seguir
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