Asuntos de Intereses y Negocios
( ) Adaptación*
Ludo Mentis G.O. Tigers.
Todo por un Precio Especial
3er Acto - Escena 5ª . (¿Y ahora?… ¿Quién podrá defenderte?… )
Podía yo notar que, mientras sin pararse del sillón sobre el que se
hallaba expectante, sin decir todavía ni media palabra, ya había comenzado a
zafar su camisa, desabotonándola por completo, la reacción de Verónica era de
franco temor, vergüenza, y resignado rechazo
ante la situación que ya iba entendiendo, que de una u otra manera tendría que
aceptar. Y así, la vi, que sin otro
remedio más que el de comprender que para pagar la palabra, promesas, antojos y
culpas, ‑ ajenas y suyas también‑ tendría
que atender a ese hombre , inmolando su cuerpo de la forma en la
que se lo había prometido el bribón con quien ahora salía a divertirse antes de
dejarse llevar a la cama por él., de a poco, o de un último golpe hacia su
consciencia finalmente ella desmoronó por completo cualquier intento por
defenderse o impedir que hicieran con su persona lo que más ellos quisieran.
Mientras ella resignaba una vez más la deshonrada nave de su decencia
como señora casada y madre de dos, de a poco, y nerviosa, daba la impresión de
ir asimilando lo espeluznante de la difícil situación en que de pronto se
hallaba metida y probablemente le sucedería a continuación, ante su vista iba
apareciendo la abultada camiseta que intentaba cubrir torso moreno de aquel hombre
con panza de borrachín cervecero, que dejándose ver desde su ombligo, escapaba
fuera de esta con un par de tatuajes oscuros que aparecieron ante el visor de
la cámara, acompañando a unos con figuras de diablos, flamas y representaciones
de la muerte que también llevaba permanentemente marcados en los antebrazos, ya
cerca de sus dos hombros fornidos y
bíceps, que pese a su edad aun lucían por demás musculosos.
—“Oh no”… “¡Por Dios
Veró!”… “ ¡¿Y ahora quien te va a
ayudar!?”…— Casi mascullé sin dejar de
observar., pendiente de lo que se pudiera venir enseguida. Pero cómo si con aquellas palabras pudiera yo
conseguir invocarle la ayuda de algún místico o mítico súper héroe, que con
antelación, bien sabía yo, nunca vendría.
Si no es que, y si acaso, en verdad existiese la ínfima posibilidad de
que un ser prodigioso acudiera en esos instantes, ‑ muy probablemente‑., éste
incitado ante el predicamento en que se hallaba mi esposa en esos momentos,
tampoco la auxiliaría, al menos no sin antes él mismo regodearse un poco la
vista a sus expensas, y lleno del mismo morbo que ahora me consumía por
completo al querer enterarme y ser testigo del siniestro giro que habían tomado
las cosas para aquella mujer que con todo y las reservaciones hachas para la
cena y los boletos comprados para la función a la que la llevaría, sin más
había dejado plantado a su esposo, y pronto terminaría siendo usada por un tipo
que la había podido comprar junto con sus favores sexuales.
—“De ésta, ni el Chapulín ya te salva mamita”-— Recuerdo maliciosamente haber pensado para
mis adentros ya corroídos enteramente por la venenosa ponzoña de mi propia y
retorcida lasciva. Teniendo claramente
en cuenta lo oprobioso de mi situación al estarla observando estando a menos de
cinco o seis metros del lugar donde pronto todo sucedería.
Y es que por prohibido, retorcido e inmoral que antes pudiera haberme
resultado saberla una adultera hecha y derecha.
Soñado mil situaciones en las que bien me podría ya ella engañado antes
de reconocer durante nuestra separación que lo había hecho., y que a espaldas
de mí, se veía primero con uno de sus jefes y luego con otros jóvenes
ejecutivos de la empresa en la que laborara en aquellos entonces. Para luego terminar enredada en este nuevo romance con este tipo., que sin contemplaciones
ni más ahora la ofrecía cual moneda de cambio mientras yo los espiaba., me hizo
pensar que por muy casquivana que mi mujer fuera, una cosa muy distinta era
saberla toda una golfa insaciable que salía o aceptaba las caricias de hombres
guapos elegantes, afeitados; de posición y bien parecidos., y otra más
diferente y de extrema ruindad que el tal Romeo ése, aprovechándose de la baja autoestima de ella, fuera a
forzarla a tomar en sus labios la virilidad de un viejo decrepito, sucio,
gordo, tatuado y seboso, que de otra forma nunca hubiese tenido oportunidad de
lograr nada con una criatura de tan despampanante presencia y figura como la de
mi resignada y por demás sumisa mujer.
—Es que no sé Rom.— Se notó
nerviosa su voz, ahora ya, que sin haberse quizás ella cuenta de ella en
realidad el infeliz ése le había soltado los brazos y sólo la contenía
apretujando sus senos por encima de las copas de su vestido. Luego repuso y terminó de decirle: —En verdad no pensaba venir…
Tendría que estar con Alonso y los niños en el concierto… Pensaba que íbamos a estar solos cuando me
llamaste… No que tú pensaras que… Pensé que te urgía verme…
Parecía no poder lidiar con sus emociones tan encontradas y querer
hallar una manera de excusarse buscando palabras que se quedaban a medias,
cuando sin más él la mandó a que callara interrumpiéndola al tiempo que
soltando sus pechos la empujó hacia el grasiento y sonriente Pacheco que ya
ansiaba sentirla más cerca de él.
—¡Ándale tú!... ¡Puta!. ¡No
me vengas ahora con tus teatritos!...
Que ya todos, hasta tu marido sabemos cómo te gusta besar y mamar palos
y buenos camotes con esa boquita!...— De
forma cuasi simultánea al insultó, él la
empujó hacia el frente. Y antes de que tras el empellón, Verónica pudiera
recuperar el control de sus pasos para no ir a caer encima del otro sujeto.,
comenzó a caminar tras de ella., de
forma que estando todavía al alcance de aquel aprovechado que la
amedrentaba con su maltrato, le dio una suave pero certera nalgada.
¡Ora´!… ¡Pinche vaca tetona y nalgona, no me hagas quedar mal ni te
hagas pendeja!... Aquí viniste a mamar y
a coger… ¡Así que empieza antes de que
me encabrone!... — Escalofriantes
llegaron a mi conciencia las indignantes palabras que acompañó con otro suave
empellón, ahora aplicado a la grupa de mi señora, que vacilante sobre sus altos
tacones se encaminó por el cuarto hacia el sujeto que ya la esperaba., hasta detenerse
justo enfrente del hombre, y en actitud completamente sumisa arrodillarse ante
él.
Sintiéndome yo como el más vil de todos los cobardes traidores, por un
momento pensé en por lo menos, ya que no iba a impedirlo, si concederle la
privacia de no ser yo mismo quien estuviera fisgoneando la humillante rendición
de mi mujer a las manos de aquel par de canallas, y apagar el dispositivo con
el que estaba capturando para la posteridad toda aquella ordalía de la que
pronto sería sujeto mi esposa. Pero al
manipular el aparato sobre su base, me di cuenta que al moverlo, tanto cambió
ligeramente el ángulo de su encuadre como el enfoque que se acercó para
mí.
—¡Ay, Dios Mío!...— Unos cuantos instantes más tarde, de pronto volví a
escuchar la nerviosa voz de la madre de mi hijo, cuando habiendo zafado la
hebilla y broches del pantalón de Pacheco., al bajarle al zipper y sin tener
que hurgar mucho dentro de sus calzoncillos, se topó de repente con una gruesa barra
de carne que aun no hallándose enhiesta de todo, lució enorme entre sus pulcros
y delicados dedos blancos de señora casada.
Al ver el tamaño de aquella lanza., nerviosa volteo a buscar al gañan
dueño de esta, y luego al abusivo que la había conminado a tener que atenderla
y someterse ante esta. Como si siendo el
motivo su extremo tamaño pudiera excusarla de no tener que ir más lejos con él.
Saliendo en ese momento un poco fuera de encuadre el malnacido Romeo,
no le vi, pero si pude escuchar su voz que con firmeza decía: ‑ ¡¿Y qué te esperabas?!... ¿Un caramelo?... Yo te he visto tragarte unas de esos
tamaños. Así es que no te me hagas ahora
la de la boca chiquita…
Y mientras yo buscaba volver a tener un plano más ajustado de toda la
escena, en vez de apiadarse de ella, enseguida excusó en otro sentido: —Usted disculpe Pacheco, no que le pasa esta
noche a la princesa mamona…
Volviendo yo a ajustar el encuadre del aparato en un modo adecuado, lo
resolví justo para ver cómo, entre divertido y orgulloso de haber puesto
nerviosa a mi esposa con su lustrosa virilidad de tono marrón, el muy granuja
le sonreía a mi mujer con clara anticipación de lo que se vendría.
—Anda chiquita., no hagas enojar aquí a Don Romeo… Al menos dame un beso en la punta y lamela un
poco preciosa… Ya verás que te
gusta… —
Por primera vez escuché a hablar al sujeto con una voz serena y bastante
madura. Pretendiendo ser dulce en su
trato hacia ella si Verónica lo obedecía.
—Ándale., dale un besito con esa
boquita… ¿Si mami?...— En tono mesurado pero asertivo y seguro de
que la convencería, el inesperadamente
sutil dueño de aquella tremenda lanza le insistió a mi mujer que probara a
regalarle en beso en la punta del mástil que crecía de a poco y ya terminaba de
enderezarse ante ella.
Sibilino., no obstante el engañoso buen trato que le profesaba a
Verónica con sus palabras., supongo yo que sin que ella se diera bien cuenta de
ello, mientras le hablaba y le pedía que le besara la rechoncha cabeza del
glande, los brazos y manos de él fueron moviéndose hacia la abundante mata de
pelo sedoso de mi mujer, y enredando entre sus dedos algunos de los ondulados
mechones de sus rojizos cabellos, comenzó a halarla suavemente hacía su barra
de carne, hasta que sin haberle sido necesario dar algún fuerte tirón, pronto la tuvo
donde quería, y ahora los labios de mi mujer se encontraron a escaso par de
centímetros de aquel gran champiñón que el pretendía que ella besara y comiera.
—A ver… Así… — No dejó de aplicar algo de fuerza para que
Verónica acabara de cerrar la breve distancia que aun separaba sus labios
pintados de aquel capuchón. Y siguió…
—Hum… Que linda boquita tienes
mamita. Te vas a ver toda bonita
dándole un beso con esa boquita toda pintada en mi puntita… — Oírlo hablarle de aquella manera a mi esposa
mientras yo les grababa me tenía vuelto loco.
…Ándale, otro poquito y dale otro besito en la puntita con esa boquita
putita que tienes bien pintadita mamita putita…— De pronto creí haberme perdido el momento en
que todo ocurrió, y mi esposa le había obsequiado los labios besándole la punta
de su supremo garrote.
…Hum que rico!!!— Aunque después
ya en mi casa más adelante vería aquella tremenda décima de segundo en que mi
esposa, formando un protuberante capullo color carmesí con sus labios para
besarlo, y lo tuvo en sus bezos por primera vez., en esos instantes él la hizo repetir para mí
aquel inquietante momento en que rindiéndose por competo hacia él, volvió a
besarle su miembro, aplicando sobre éste un beso que por extraño que pudiera
llegar a sonar o leerse, máxime aun pese a las circunstancias en que todo había
comenzado entre ellos, me pareció hasta algo inquietante y perturbadoramente bello
y romántico, siendo este casi un cariño que surgió de sus labios, mezclado
entre rendición y señal de respeto ante el dueño de aquella cabeza viril, y que
ella le plantó desde arriba para colocárselo justo en la cúspide de su
virilidad.
Pero aquel alucinantemente perverso espectáculo de ver a mi esposa
regalando a aquel tipo la suave caricia de los mismos labios conque después me
sonreiría no solo a mí que ya lo sabría, sino a todos los demás que sin imaginar
lo que la había visto yo hacerle con estos al glande de ese hombre, sin
sospecharlo siquiera o nada de ella le devolverían sus sonrisas, muy poco duró,
y en cambio pronto llegó un momento aún más inicuo, que comenzó cuando le oí
pedirle que ahora le comiera su lanza morena, cada vez más enhiesta.
…Que linda chiquita. Con esa
boquita. Ahora con tu boquita imagina
que es un trozo bien grande chocolate y lámelo con esa lengüita. — Usando hacia ella todos aquellos diminutivos
melosos y muletillas, escuché como le iba pidiendo a Verónica lo que quería
mientras que, guiándola por los cabellos la dirigía hacia un costado de la
imaginaria barra venosa de tono cacao. Así, conduciéndola por el pelo la hizo
girar la cabeza hasta que por unos instantes la misma quedó regostada sobre la
áspera tela de sus pantalones rugosos, y ante la lente que los captaba en tan
cerriles momentos, y el rostro de mi mujer, quedo expuesta la obscena erección
de su masculinidad, que se alzó justo frente a los labios de ella para que
empezara a lamerle.
Lo surrealista y extrañamente aberrante de tan obscena visión era
sobrecogedor para mí ya desde antes, y más en esos segundos en que casi sin
atreverse a empezar, la bella faz del rostro mi mujer permaneció recostada
allí, justo enfrente de la jugosa barra
que pronto tendría que empezar a besuquear y comerse, con los mismos labios que
también usaba para besarme. La cosa de ese sujeto era enorme casi tanto
como mi arrobamiento ante la indeleble imagen que estaba guardando de esta en
mi propia memoria desde aquel ángulo desde donde la cámara registraba el
tremendo garrote de éste alzándose al menos unos buenos 15 a 20 centímetros por
encima, y más arriba sobre el perfil de la abochornada mejilla de mi mujer.,
que cuando escuchó la urgente demanda que enseguida le hizo. se ruborizó
todavía otro poco.
Anda., ¿qué esperas Mamita?...
Puedes chuparla, darle besitos o
comértela toda— La azuzó tirando
ligeramente de sus cabellos para instarla a obedecerlo. Hasta que Verónica para no hacer esperar más
al dueño de ese recio instrumento, un tanto renuente fue cerrando los ojos al
tiempo en que posando sobre éste sus labios abiertos, comenzó a cumplir la
instrucción., colocándolos primero sobre la carne para luego cerrarlos
suavemente encima de ésta y enseguida empezar a subir a lo largo de su venosa
fisonomía.
—¡Eeeso!... Así se hace
Mamita… ¡Que rico!... Mira no más que linda te ves así comiéndome
a mordiditas mi chocolatote con tus labios de señora casada… — La elogió con tan mordaz comentario.
—Humm… Sí , esa lengüita
también… Que rica boquita… ¡Sí!., así vente hasta arriba y muérdeme la
cabecita con esos labios todos pintados…
— Apenas audibles algunos pocos sonidos acuosos y húmedos de la boca de
mi mujer., lo que más se escuchaban eran las palabras de aliento que aquél
dirigía hacia mi esposa que, con todo, aún no llegaba por primera a vez a
colocarlos sobre la punta de su descomunal miembro.
¡Que rico lo besas con tu boquita!... Ahhh… ¡Sí!...
Ahhssí. Sí… ¡Así Mamacita!... ¡Que linda te ves comiéndome el palo!... Estás para fotografía de concurso y luego
enseñárselas a la bola de bueyes que no van a creerme que de verdad estuviste
comiéndomelo con tu boquita… — Extasiado
el sujetó le repetía a mi señora casi siempre las mismas palabras de encomio,
agradecido de su buena fortuna de haber
conseguido tenerla. Y así estuvo
observando los mimos que con sus corruptos labios prodigaba a su órgano mi
esposa Verónica., que habiendo llegando a la punta del glande, se detuvo a
mimarle otro poco, y sin que él lo pidiera, enseguida giró la cabeza para
comenzar a descender por el flanco de su virilidad que aún no le había lamido ni besuqueado. Cuando atento a la acción que se sucedía
frente a sus ojos, de pronto aquella insultante aunque sobrecogedora visión que
capturaba yo de la cabeza de mi mujer recorriéndole el miembro hacia abajo, esta
súbitamente me fue interrumpida en el momento en que, oyendo y haciendo,
reapareció la figura de Romeo pasando por enfrente de ellos, para capturar el
momento con su teléfono celular, al tiempo que por la bocina escuché que
ofrecía:
¿Quieres una dónde se vea que eres tú pero también se vea la cara de la
Reinita comiéndote el palo?...—
—¡A-aghh!... ¡ Sí! Para que en el taller me lo crean… Y tú
no te detengas mamita que a ti nadie te dijo que podías dejar de besar y
mamarme mi palo, Chiquita.— Impedido de
ver, intenté volver a ajustar el ángulo en que mi propio dispositivo apuntaba
hacia el hueco por el que espiaba toda la acción que ocurría detrás de aquella
pared y el relativamente reducido espacio que este me daba para enfocar sin que
me estorbara la presencia de Romeo tan cerca de
ellos.
Conmovido ante el repentino giro que al menos para mi conciencia de
nuevo daban las cosas, al tener que considerar la terrible posibilidad de que
aquel par de cretinos o amigos y conocidos de estos, ahora también pudieran
acabar haciéndose de semejante tipo de fotos de mi mujer. ¡O peor aún!. Lo que podría llegar a pasar si tales archivos
pudieran empezar a circular e ir a parar a las manos equivocadas o algún sitio
web visitado por alguien que me conociera a mi o a mi esposa.
Cayendo en ese momento ante la pavorosa perspectiva de que algo tan
fatalmente funesto pudiese llegar a ocurrirle, mi sangre se aceleró por
completo dentro de mi torrente sanguíneo, en el justo momento en que sin todavía poder ver nada intenté mover el
dispositivo en que yo mismo intentaba grabar aquellos instantes, de pronto escuché
alguna especie de forcejeo por parte de mi mujer que de pronto volvió a
escucharse agitada mientras más ruidos se oían.
¡Humpgh!… ¡uhmgh!... ¡Nogh!…
¡No, así no!... Por favghh…
¡No!... ¡Quita la cam!...— Sin más, ¡repentinamente el audio calló!. Y alterado, apresurándome a intentar
descubrir que era lo que podía haber provocado la falla, para así poder
continuar escuchando lo que sucedía, cuando de golpe también la señal de video
se perdió sin dejarme ver que tanto era lo ocurría de forma tan intempestiva
entre mi esposa y aquel dúo de alevosos trúhanes.
—“¡No, no, no, no!”...
“¡Maldita mi suerte!”… — Sorprendido maldije en voz baja pensando en que
hacer en ese momento. Y alterado luego
del apagón., por unos breves instantes que en realidad a mí me parecieron
eternos sentí algo muy semejante a lo que hubiera sentido si tal y como la
conocía mi vida acabara ya en ese preciso momento, en el cual, y sin haberme
cuenta de ello., en inicio al mover un cable que ‑según pude notar algunos
segundos más adelante bajo la mortecina luz que aún me alumbraba‑, aparentemente iba extendiéndose hacia el
otro lado del muro de la habitación, mientras que de este lado se enchufaba a
una entrada de micrófono alterno que la cámara usaba.
—“Ni modo que le llame o busque a este tipo y le pida que venga a ver
qué cosa le pasa a este pinche pedazo de mierda”… — Enseguida pensé para mí volteando a ver el
radio que también le había retirado a aquel hombre.
—“No, no seas idiota ni te
aceleres Alonso”... “¿Cómo va
responderte si tú tienes su radio?”… — Yo mismo me respondí intentando
calmarme y recuperar la poca cordura que
aún me quedaba después de todo lo que había visto, y por último alcanzado a
escuchar que hacían con mi esposa. Y
peor todavía. Sabiendo que ni siquiera
acababan de comenzar a hacerla pagar los favores que el infeliz de Romeo y ella,
le debían a aquel hombre que por lo visto se cobraría hasta lo último que
pudiera.
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Uhhh esto se esta poniendo buenisimo Ludo, se not el estilo de tu pluma!
ResponderEliminarGracias Luis:
Eliminar¿Qué te digo?... Aunque sé que en estricto sentido todo el porno debe de ser sexo... También creo que aunque sin que esto sea mas elaborado como para pretender crear una novela de acción o suspenso., es necesario o conveniente crearles "colores", cierta psicología, aflicciones, temores, pequeños trinfos , traicion y sed de "venganza" a los personajes.
Atte. Ludo
como sempre espetacular mestre ludo.
ResponderEliminare nossa modelo y actriz de ocasião quando retorna a continuação
luiz do brasil
Muito obrigado, Luiz do Brasil
ResponderEliminarNo se pa quando retorna a continuação =)
Ludo do Mexico... ( agora en portuñol )
bien don ludo , ni agata sabe como seguira esta situacion . hay que arreglar ese inoportuno aparato pronto . magoes
ResponderEliminar!Pura cosa buena!
ResponderEliminar¡GENIAL! el título del chapulín colorado
¿Y ahora?… ¿Quién podrá defenderte?…
¡GENIAL! las fotos del celular, sentí angustia y emoción.
¡GENIAL! La frase de ella ¡No, así no!... Por favghh… ¡No!... ¡Quita la cam!...
Disfrutable de inicio a fin.