Un poco de ayuda humanitaria ©
G.O.
Tigers , Ludo Mentis ®
Parte 1 Capítulo 2
Apenas
minutos más tarde después de un silencio mas que incomodo, si introspectivo
respecto a las cosas que se habían dicho, eran casi las dos cuando habiendo
notado que la mayoría de los invitados
o bien se habían marchado a sus casas o a algunas de las habitaciones
que la compañía había reservado, la embriagada y soñolienta pareja se disponía
ya a despedirse de algunos de los conocidos que aun quedaran cuando a punto de
pararse Ernesto, Hana se le adelantó excusándose para ir al tocador en lo que
él comenzaba a hacer los honores y decidía si tomaban un cuarto o se encontraba
en estado conveniente para manejar de vuelta a su casa.
Entre
despedidas y algunos saludos a gente que no había visto durante la animada
reunión, de pronto Ernesto se encontró esperándola a que regresara, cuando volteando
a ver su reloj de pulso, se percató que pasaban del cuarto después de las dos,
por lo que le extrañado de la tardanza intentó llamarle a su celular sin éxito
alguno pues la artificial voz le indicaba que el mismo se encontraba apagado o
fuera del área., y sin más opción que ir a ver si a ella no le había ocurrido
algo que la entretuviera se decidió a ir a buscarla., pero al salir al aire
frio del corredor que había afuera del enorme salón, como una pesada lápida
cayó sobre él un repentino mareo que lo hizo tener que apoyarse sobre la pared
para no terminar de perder el equilibrio y desplomarse hasta el piso.
…¡Madre
de Dios! Ernesto., ¿Qué cosa te dieron?¨‑ Lampareado también pos las intensas luces
del corredor que conducía hacia los baños, intentaba asegurarse de que su
cabeza aun pudiera por lo menos tener consciencia de lo que le estaba pasando hasta que a lo lejos, al final del
pasillo le pareció ver la figura de Hana que aparentemente conversaba o
discutía con alguien.
…¡Ay!
Que mal me siento… debería de ir a
pedirle a alguien de la recepción o del baño que me ayudara a llamarle o irme ya a conseguirnos un cuarto. Pero si la dejó aquí y por alguna razón no
me encuentra se haría todo un enredo…
No puedo irme… ‑ Entre brumas de
alcohol e ideas torpes decidió que a no ser que alguien pasara en dirección
hacia donde ella estaba parada hablando con aquel hombre, tendría que
alcanzarla.
‑
¿Pero quién era este tipo con el que parecía estar alegando cerca de una de las
pequeñas y discretas salitas de espera con lámparas y mullidos sillones color
maple?‑ Su cabeza se preguntaba sin
reconocerlo mientras se acercaba hacia ellos
en el momento que para su sorpresa parecieron moverse tras del cobijo
que uno de los monumentales pilares minimalistas les daba para que continuaran
lo que fuera que estuvieran hablando.
Pese
a que a Jan le parecía haberla visto que manoteaba mientras le hablaba a aquel
hombre, dado que no la veía pidiendo o haciendo señales de auxilio cuando el
tipo ese la conducía hacia la columna Ernesto pensó que no debía de tratarse de
ninguna situación que pusiera en riesgo su seguridad, por lo que intrigado
comenzó acercarse teniendo cuidado de
que no fueran a verlo para así poder enterarse de que cosas hablaban., hasta que ya hallándose cerca de ellos con
todo y su cabeza pesada se agazapo entre las sombras para escuchar sin
interrumpirlos a no ser que fuera necesario.
¡Chotto!
‑ Alcanzó a oír Ernesto a Hana dando a
entender que algo le molestaba...
El
tipo que estaba con ella seguía siendo
un misterio para Ernesto aunque le parecía familiar la corpulenta figura y modo
de moverse que le había visto antes de que se girara y ya no le fuera posible identificarlo, pero la respuesta a es
duda pronto llegaría hacia sus oídos de labios de su propia mujer cuando la oyó
reclamar:
‑¡No
Víctor!... ¡Ya te dije que no!. No vengo sola, por favor suéltame… ¡No me hagas esto!...
El
fulano en cuestión no era otro menos que el chocante jefe de su esposa que la
acosaba en el sala contigua. Al tiempo
que sin que su atolondrado marido la viera, ella intentara apartarse de él empujando su pecho
con ambas manos que simplemente desafortunadamente para la tremenda tarea que
pretendía realizar al mover toda la mole del necio sujeto eran poco menos que
inútiles y nada más se reía de los fútiles intentos que hacia ésta por alejarlo
de su persona.
…Ya
tú. ¿ que tiene de malo?. ‘¿Qué crees que no me he enterado que tu
marido a veces ya no puede contigo?...
Ándale Hana., mi putita oriental…
Déjame verlas o déjame aunque sea ver los calzones que traes puestos…‑ Mas que pedirle o intentar convencerla,
parecía como si aquel hombre diera por hecho quelas cosas tenían que ser como
él las pedía. Pero lo que mas le dolió
a Ernesto de escuchar todo aquellos fue pensar que su esposa hubiera cometido
la tremenda indiscreción de haber comentado lo del efecto que le hacían las
pastillas y ahora aparte de ese reverendo animal, lo supiera más gente de la
compañía.
No
Víctor ya te dije que no, y no tiene
nada que ver que mi marido a veces no pueda…‑
Siguió enterrando la puya en su afectada dignidad de macho.
Pero
sí vamos Janita… Tú sabes que tu
cuerpecito lo necesita… Si ves lo que
tengo aquí para ti te aseguro que te va a cambiar la carita y no pararás de
pedírmelo que te lo dé el lunes en la oficina en cuanto llegues a
trabajar… ‑ Insistía el muy puerco sin respetar la lealtad que le había
jurado su esposa y que la obligaba a no dejarse rendir ni por él ni por nadie.
Mira
esto‑ Ente ruidos de forcejeos,
respiraciones entrecortadas y ropa friccionándose contra la del otro o las
manos de ellos, de pronto se hizo un
silencio que aprovechó el abusivo ése
para decirle:
Mira
esto… Tu boquita puede estar diciendo
que no, pero todo lo demás de ti, dice
que si quieres que te lleve a la cama.
No te mientas…‑ Terminó de
decirle a la asustada mujercita al tiempo en que comenzaba a bajar su rostro hacia ella para besarla en
los labios., pero ella fue más rápida que su boca y moviendo de lado la cara
aparto de éste los suyos para impedírselo.
Ernesto
al alcanzar a oír y ver el forcejeo de ambos sobre el vago reflejo del cristal
que separaba el amplio jardín del área de la construcción del hotel entendió
que tenía que hacer algo para impedir que el tipo ése siguiera intentando
aprovecharse de la humillada figura de aquella mujer que no sólo era su
queridísima esposa si no la madre del pequeño tesoro que los esperaba en casa a
que volvieran.
Debería
de tomar una silla de las que había enfrente de donde él se hallaba parado
escuchando mientras sucedía todo aquel intento de ultraje en contra de la madre
de su hijo. Debería ir a cogerla y
para que entendiera que cuando una mujer decía ¡No!, eso quería decir ¡no!...
reventársela en la cabeza a aquel hombre., lanzarla encima de aquel monstruo
que sin importar que ella estuviera casada pretendía enredarla para que
cometiendo un acto de naturaleza tan ilícita como la que le pedía, ella perdiera la honorabilidad y respeto que,
como toda señora decente había jurado tener a su esposo.
Sí.,
para Ernesto lo correcto en ese momento era romperle la cara a patadas a tan
osado animal y arrastrarlo fuera de allí
para exhibirlo ante todos y ella
lo demandara por acoso sexual., pero en vez de eso se quedó paralizado en el
sitio, completamente tieso y parado sin atrever a mover su cuerpo un solo
ápice. Y cual pequeño ratón temeroso
nada dentro de él daba la impresión de ser capaz de moverse o querer dar
señales de vida que lo delataran.
Nada
salvo aquella sensación que como había ocurrido aquella noche fuera de casa,
inesperadamente comenzó a crecer y tomar forma dentro de sus pantalones al
tiempo que por el reflejo del vidrió veía la pequeña figura de su esposa
oponiéndose a ser acariciada por aquel insensato que no más no la soltaba
mientras él se excitaba viéndola forcejear en aquella batalla que a todas
luces, y ya de antemano tenía perdida con él.
No
podía entender que le ocurría., ¿ que
le pasaba?., ¿era simplemente miedo? , o ¿algo muy oscuro y dentro de él
parecía despertar al verla y sentirla tan desvalida sin poder evitar que un
hombre de aquellos tamaños se aprovechara de ella?‑ pretendía encontrar el verdadero motivo por el que no intervenía
aun cuando luego de jugar forcejeando
con ella de un solo movimiento el
enorme hombretón la dejó aun mas
desvalida al tomarla de los brazos para forzarla a que los dejara atrás de su
empequeñecida espaldita sin serle
necesario emplear la fuerza mas que de una sola de sus enormes zarpas de oso
gigante.
Aunque
lo que siguió no fue tan fácil de distinguir a Ernesto que sucedía, quien no
comprendió bien que veía en el cristal, era la forma tan decidida con la que
una vez aseguradas las delicadas manos de ella tras de la espalda, con la otra
enorme mano que le quedaba libre, él fue a tomar con firmeza toda la frágil
mandíbula de ella para hacerla girar hacia donde quería colocarla a modo de
poder así comenzar a besarla presionando sus gruesos labios contra los de ella
que se esforzaba por mantenerlos cerrados a toda costa.
¡¿Qué
te pasa vieja mamona pendeja?!... ¿ De
qué tanto te quejas conmigo si te voy a hacer un favor?... ¡Abre ya esos labios de puta nipona que te
quiero besar en la boca…‑ Le demandaba el troglodita que quería robarle un beso
a su esposa.
Mientras
el grandulón seguía intentando profanar la santidad de los castos labios de su
subordinada, ella sin atreverse a abrirle la boca continuaba intentando decir
algo que el despiadado hombre entre risas no dejaba que se entendiese, para
luego, una vez que la aturdida mujer cejó en su intención de que la escuchara,
comenzar a pasearle la lengua por todo el contorno de aquellos belfos de
terciopelo con sabor a lápiz labial de cereza de marrasquino. Y así estuvieron por algunos instantes hasta
que cansado de batallar contra la entereza de aquellos labios casados que se
negaban a abrirse, soltó por un momento los brazos que le tenía atrapados
detrás y enredando entre los dedos y el puño un girón de cabellos oscuros de la
nuca de la desgraciada mujer objeto de sus bajezas, dándoles un fuerte tirón
hacia atrás que propició la ocasión para que el avezado delincuente abusador de
señoras aprovechase el momento en que de manera natural ella tuvo que abrir la
boca para soltar un quejido provocado por el desprevenido maltrato para colarle
la lengua hasta adentro de la burlada oquedad con que habitualmente sólo comía
y besaba a su esposo en los momentos más íntimos.
Aquella
lengua burlona había violentado el recinto donde habitaban los nacarados
dientes de la afrentada mujer que se había empeñado en besar pese a que ella
así no lo quisiera., y aparte de colarle la lengua, había demostrado que si él
así se lo proponía, no podría detenerla ni hacer nada por impedir que como una
serpiente húmeda e invasiva el tipo aquel envolviera a la suya embarrándola con
su pesada y asquerosa saliva, mientras que él para evitar que ella fuera a
apartarse del contacto y aliento tan pútrido con olor a cigarro y cerveza, cada
vez que procuraba apartarse de él o
cerrarla no le bastaba mas que volver a dar un tirón a los mechones del cabello
que le tenía atenazado entre sus garras para recordarle que pasara lo que
pasara la tenía bajo su completo control y dominio. Hasta que luego de un par de minutos más de continuar abusándola
de aquella forma, decidió salir de su
boca para sonreírle a la aturdida esposa de Ernesto de la Riba.
¿Qué
tal te supo ése, tesoro?... ¿A poco
vas a decirme que no te gustó mi chinita?... – Cambio deliberadamente el
gentilicio meramente por el afán de humillar a la derrotada mujer,
sabiendo de manera muy clara que nada o
pocas cosas aparte de lo que le acaba de hacer y lo quería hacerle enseguida,
le molestaba más a ella que el hecho de que
confundieran sus verdaderas raíces y al hacerlo sin que ella pudiera
objetarle nada ya en ese momento le resultaría aún mas humillante a la esposa
de su conocido.
Pero
entonces sin haberle soltado el cabello que le tenía prensado entre las garras
para que no se escapara ningún lado la
maltratada mujer, acercó muy lentamente su boca al oído de ella para susurrarle
con mucho cuidado de que la oyera:
‑Si
ese beso te gustó espera a ver lo que te hare con esta cosa cosota cuando te
abra de piernas y te la clave hasta al fondo putona… No vas a parar de gritar mi nombre pidiendo que no te la saque
hasta que te vengas conmigo allí adentro…
¡¿ O que pensabas mamita?, ¿ que iba dejar irte así no más esta noche
después de que te la pasaste ofreciéndoteme con este vestido de zorra caliente
y estos zapatos de puta que de seguro te pagó tu marido?.... ‑ Soltó la hiriente pregunta antes de
continuar ofendiéndola al hablarle al oído:
…¡No
mamita esta noche sé que vas a gozarla…
Yo voy a disfrutar cogiéndote cómo se me antoje!... Y tú vas a venirte completa sobre mi palo
cuando lo tengas bien dentro japonesita., ¡que te voy a ensartar una y mil
veces como a un balero de a cincuenta centavos!... ‑ Al final de la procaz letanía terminó casi rugiéndole a la
mujer que para colmo de males, dándole la impresión equivocada de su
disposición, y vencida por él, ya nada más gimoteaba pero sin atreverse a
gritar y pedir por ayuda para que alguien, ‑ quien fuera‑ viniera a salvarla del fatídico
desencuentro.
‑¡Ya!... ¡Déjame!... ¡Quítame las manos de encima animal y vete al infierno!... – Jadeaba Hana al envalentonarse para
reclamar.
‑
¡Eres un abusivo!... Si no me
dejas… Gritaré y vendrá Ernesto o
alguien‑ Continuó con su arrojo por
intentar impedir que la sometiera.
… ¡Ay pinche nipona tetona!… ¡¿Y qué si viene ese pendejo?!... ´¿Querrá que le enseñe cómo debe cogerse a
una puta como tú?... ¡Con este vestido
que te dejó salir para que vinieras luciendo como toda una puta es como si él
mismo estuviera pidiendo que te cojan
porque no puede con su cosita el muy
cabrón y cornudo!…‑ Blasfemó en contra
de la pareja ensañándose con la vilipendiada mujer.
‑No,
no Víctor… ¡No puedes hacer esto!‑ Suplicó
la afectada en vez de pedir auxilio.
‑¡Claro
que puedo! Y más si tu marido y tú es
lo que andan buscando putona… Si no,
¿dime donde ésta él?... ¿Eh?... Vienes a una fiesta para que te vean con
tu vestido y zapatos de puta buscona,
sin brassiere y las tetas casi de fuera para que te las vean mientras él
te espera allá adentro y no viene a buscarte…‑ Siguió el asalto a la turbada consciencia de la joven señora
antes de concluir con simples
preguntas:
Dime
si no ¿ tú que quieres que piense? O
¿por qué te dejó que te vistieras así si él no puede gozarte ni tampoco viene a
buscarte para llevarte a su cama mamita?...‑
‑No,
por favor no Víctor, no es lo que
piensas… ‑ Volvió a apelar a la consciencia del hombre.
‑Con
esté vestido es como si tu marido te estuviera mandando a la guerra y me
pidiera que te de la cogida que te mereces y él no puede ya darte
“pechitos”. ¿Pero que crees?... Has venido con el hombre indicado., sí tu marido ya no puede o sabe como gozarse a una como tú… Aquí tu amigo Víctor sabe lo que tu cuerpecito necesita y te lo
va a dar… Ya verás cómo antes de lo
que te imaginas estarás gritando mi nombre pidiendo que no te la saque…‑ Descubrió
Hana con aquel soliloquio que aunque aparentemente él se estuviera
calmando no habría una salida fácil de todo ese embrollo que se complicaba cada
vez más.
Fue
entonces que tomándola por sorpresa, de pronto él pareció estar liberándola de
su feroz agarre. Tan solo para ser victimizada de nuevo por
él cuando confiándose ella de que ya la iba a soltar, al ir recomponiendo la
tensión de su cuerpo, ser tomada por las vigorosas manazas del hombre que
usándolas como manoplas para manipularla, las acomodó firmemente sobre sus
hombros antes de que sin poder hacer ella nada para oponérsele, hacerla girar
sobre las punteras de sus altos zapatos y empujarla hacia una enorme mesa que
con algunos arreglos y una lámpara que se tambaleó sobre ésta, se hallaba cerca
del sitio donde la tenía ya prácticamente sometida y a su disposición.
‑¡No!.,
¿qué haces?... ¡No Víctor!… ¡Por favor
no!. ‑ Se escucharon las ahogadas suplicas de la mujer, que pese a
que aun sin poder acabar de hacerse a la idea de que aquello realmente fuera a
ocurrirle de tal forma, y a plena vista, en la elegantísima salita del pasillo
de un lujoso hotel pudiera estar sucediéndole semejante barbaridad de manera
tan publica, todavía no se atrevía a contrariarlo del todo, y aunque intentó
levemente oponer resistencia en el momento en que ya habiendo girado hasta
quedar parada de frente a la mesa sintió como le empujaba con la intención de
doblarla encima de ésta y empinarla a modo de que su rotundo trasero, en pompa
quedara apuntando hacia él.
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muy buen relato continua por favor ;)
ResponderEliminarpiton25x9cm: Gracias muy buen aporte ludo segui asi no aflojes
ResponderEliminarapoyo la mosion
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