Un
poco de ayuda humanitaria ©
G.O. Tigers , Ludo Mentis ®
Parte
1 Capítulo 3 - 3 Continuación (10ª Instalación
)
Mientras su esposa una vez más a las puertas
del éxtasis puro comenzaba a jadear nuevamente las manos del negro ahora habían
vuelto a apropiarse de la suave tersura del encantador par de pechos maduros
que con su leche materna habían alimentado a su hijo, y sin respeto alguno por ellos juagaba con
estos como si solamente fueran dos enormes saquitos de trémula carne pensados
para su entretenimiento cuando súbitamente el muchacho le impidió que siguiera
encajando su distendida oquedad contra al falo que él le había estado
ofreciendo para que lo gozara.
Al verse
impedida de continuar encajando el órgano en sus entrañas Hana reaccionó
alzando la vista a mirar extrañada al garañón que apartando su cuerpo un poco
más del de ella, la dejó con las abiertas y la flor de su ser enteramente
expuesta ante él, cubriendo con su palpitante capullo tan sólo la dilatada
cabeza de aquel inmenso aguijón que permaneció enterrado entre los maltrechos
pétalos de su feminidad
‑¿Qué pasa
mamita?... ¿Lo quieres?...‑ Malvadamente el muchacho la hizo padecer al
negarse a llenar el vacio que había dejado su arma.
‑S-s-si… me
gusta…‑ Abochornada y melosa cual
gatita oriental maulló Hana sin ocuparse ya de la humedad que nublándole la
visión con los rastros de aquellas acongojadas lagrimas que habiendo corrido el
rímel de sus ojos hacia las sonrojadas mejillas y le impedían ver con mayor
claridad el taimado gesto del aprovechado jovencito cuando le insistió:
‑¡Dámelo!... Quiero más…
‑¿Lo
quieres?... ¡Entonces tómalo
cabrona!... – De un solo empellón que tanto de los pulmones como de aquel hueco
expulsó todo el aire de Hana y la hizo volver a maullar como gata en celo
apareándose ante el inesperado embate que volvió a tocar el fondo de su vagina.
…Ooouuuhhhsssii!!!...
¡Tooooda!... ¡Tan dentroohh ogghhh!‑ EL
ultimo gemido de ella quedó ahogado por la palma de su mano que usó para
cubrirse la boca al sentirlo tan dentro de su persona cuando él descendió con su
ariete dentro de ella y arrimó hasta donde pudo todo el mango de su impetuosa
masculinidad.
‑Urghhh! ¡Que rico lo tienes!... Con un hoyo tan rico como éste serías toda
una atracción si te llevara conmigo cuando vuelva a la Ayiti…‑ Después del gruñido de satisfacción
profirió la grotesca declaración que en
realidad y para la distorsionada mente del haitiano pretendió ser más un halago
que una obscenidad.
‑Papito… Te
siento todo dentro de mí con tu cosota…
¡Dámela toda!... ¡Lléname con tu
cosota de caramelo y mira como me tien…!
¡Cógeme toda! ‑ Las emocionadas palabras de Hana se
interrumpieron cuando el adolescente
comenzó a arremeter violentamente con todas sus fuerzas tal y como la
esposa de su vecino se lo pedía.
‑Ohh
Jani… Te sientes tan rica… ‑
Exclamó inmediatamente después el muchacho., al tiempo en que aparte de
las candente sensación que rodeaba su miembro, del cuerpo de ella comenzó a surgir un acuoso sonido que
escapaba de la encharcada vulva de Hana acompañaba al de los erráticos suspiros
que ella emitía cada vez que él llegaba a clavarle hasta el mango de su
virilidad.
…¡Oh!. ¡Me vengo!... ¡Me vengo!... ¡Si!.. ¡Me vengo toda!… Me vengo en tu pene… Si… Si… ‑ Con los dulces labios
entreabiertos y el bello rostro de Hana contorsionado en lo que sería la visión
más delirante del extático amancebamiento que se había desencadenado allá atrás
mientras René decidido a usar cuanto recurso disponible del cuerpo de ella que
le fuera posible utilizar, y en franca muestra del control que ahora tenía
sobre ella la sujetó de los pechos para arrimarla con mayor ímpetu hacia su
recio pistón invasor.
Los
confundidos sentidos de Hana hacían parecer como si con aquel longo y vigoroso
pene encajado dentro su pequeña figura se encontrara ella a punto de
desvanecerse al ir escalando la intensidad del abrumador orgasmo que continuaba
creciendo para desbordarse de forma masiva.
Las palabras ahora surgían de sus labios ya de manera irracional e inconexa. La longitud completa de aquel órgano con
medida de pie clavado hasta el fondo mientras el muchacho que sin soltarle los
pechos la fornicaba gruñendo cual feroz animal la hacía sentir como una hembra
siendo usada por vez primera por un macho.
Aparte del
marido que aun tenía problemas para asimilar lo que sucedía con su esposa,
probablemente nadie más que no lo hubiera visto con sus aquiescentes ojos
tampoco podría haber siquiera imaginado las condiciones en que, Hana, la
encantadora señora de Ernesto De la Riba, la empleada, vecina, hija, esposa y
madre ejemplar de un niño menor, y miembro distinguido de la asociación de
padres de familia del colegio al que este asistía con algunos otros de los
hijos de sus conocidos, lejos de aquella inmaculada imagen de mujer envidiable
y por demás respetable ante los otros se hallaba en esos momentos si alguno de ellos se pudiera haber asomado a
mirar por la ventanilla del vehículo familiar la escabrosa escena protagonizada
por ella justo enfrente de su marido.
Tirada allá
atrás con aquel negro acomodado entre las piernas y recibiendo de éste la mejor
jodienda de no sólo de todo el tiempo durante el cual había estado casada, sino
quizás de toda su vida., el delicado rostro de Hana continuaba contorsionado
por el placer que le ocasionaba tanto aquel cuerpo que la invadía sino saberse
siendo usada y gozada sin
consideraciones ni mayores ambages cuando el rudo moreno, soltando uno de los
maltratados pechos de la mujer, agarró entre los dedos un rojizo mechón de
flecos para darle un tirón y hacer que la trastornada señora levantara la vista
para mirarlo.
‑¡Así
Mami!... ¡Así!... ¡Cógete!...
Cógete tú sola con mi palote de negro…
¡Apriétamelo!... ¡Que rica te
ves con mi palo chinita… Te sientes bien
rica y chiquita…‑ La encomió para que
continuara estrechando sus músculos femeninos en rededor de su falo encendido.
… ¡Ay
Dios!. O-o-ohg otra vez…
¡Ya casi!. ¡René!... ‑ En
clara respuesta a las palabras y tratamiento que recibía, estalló de los labios
de ella el nombre del garañón que la gozaba.
Los guturales
maullidos de hembra en celo siendo montada pronto se tornaron en gritos de
éxtasis amoroso que retumbaron en la atormentada consciencia de Ernesto para
agravarse todavía más cuando entre resoplidos y lamentos entrecortados la
escuchó anunciarle:
“¡Ssssí!... ¨¡Sí!...
¡Más!... ¡Yyya!”..‑ Al momento en
que de la manera más natural e involuntaria las paredes del empapado recinto
que Hana tenía invadido por aquel miembro se ciñó de alrededor de éste de forma
más ajustada, como si quisiera abrazarse a toda la extensión de la formidable
columna de carne.
… ¡Oh
Dios!. Me vengo… ¡Me ve-eh-eh-engo!...‑ Lloriqueó al sentir sus músculos vaginales
constriñéndose sobre el ardoroso falo que la tenía trastornada.
‑Oourgh… ¡Que rico lo aprietas!.... Parece que me lo arrancas mamita…‑ Aunque ella se encontraba mas allá del punto
en que los remordimientos tuvieran cabida, o del bien y del mal., complacido de
la sensación y el dominio total que desde minutos atrás tenía sobre la voluntad
de la madura vecina, el soberbio varón exclamó divertido para mortificarla otro
poco con sus palabras.
… ¡Ya no tardo
Janita!. Si sigues así me vas a hacer
que me riegue en tu barriguita.‑ Escapó la macabra advertencia que cual redondo
sartén de acero asestándose contra el rostro de Ernesto, lo hizo recalar ante
las posibles implicaciones de que cuestión tan abominable sucediera entre su
esposa y el potente falo de ébano del juvenil garañón.
Si todo lo
sucedido durante la noche hasta esos momentos había sido torcido y corrupto.,
aquello era impensable‑ ¡Aquel tipo se aprestaba a venirse dentro de su mujer!.
‑Me voy a
venir dentro de ti mi Gatita… ¿Los
quieres?...‑ Gruñó René preguntándole
a la aturdida vecina sintiendo que se aproximaba el momento en que su semen
saldría disparado hacia el pulsante útero de Hana.
Aunque bajo
circunstancias normales y apegadas a las buenas costumbres, tabúes y valores
enseñados por la restringida moral enseñada a todas las mujeres consideradas
decentes, para Hana todo aquello hubiera resultado siquiera impensable hasta
ese momento, en el paroxismo de aquel efervescente orgasmo que parecía no
terminar nunca, como ocurre en esos instantes dentro del cerebro de la mujer,
en el de ella no mandaban las enseñanzas ni buenos modales sino el deseo y la
aceptación de su papel como hembra fértil y dispuesta a ser tomada, gozada y
usada por el mejor macho que hubiere a su disposición., y aún cuando evitó
darle su expresa aprobación, a modo de silente
consentimiento, sólo apartó de él la mirada cerrando los ojos y
volteando su rostro hacia el respaldo del sillón sobre el cual estaba siendo
montada.
‑¡Ahí te
van!... Ya vienen… ‑
Como un destello que llegara en ráfagas hacia la cabeza de Ernesto, no
pasó inadvertido ya en ese momento lo que vendría ya enseguida. ¡Su esposa acababa de darle permiso a aquel
chango para que terminara dentro de ella sin usar protección!...‑ La realidad golpeó una vez más al agobiado
marido. Pero el colmo de la ignominia
vino enseguida luego de las primeras palabras con que le anunció que se
disponía a regar con su animosa simiente la fértil matriz de su esposa, cuando
volteando la vista hacia éste añadió:
‑Tú no te
apures Nettito… ¡Aooougrghh! Si te
pierdes algo de la acción tu esposa se irá bien cargada de con mi semen cuando
acabemos aquí atrás y se baje de la camioneta… ¡Eso si no es que regresa a la casa con un
niño en la panza!… ‑ Entre gruñidos terminó casi soltando una
carcajada que quedó interrumpida en el momento que de repente su pene comenzó a
agitarse violentamente dentro de la funda que lo cobijaba para que se regara
cuando sintió que no podía contener más su naturaleza de macho exaltado.
Si apenas un
par de segundos atrás Ernesto pensaba haber llegado al punto más bajo de la
dignidad que cualquier otro hombre o él mismo pudiera tolerar cuando
traspasando la imaginaria frontera que se había autoimpuesto antes de que
escuchando gruñir al muchacho luego de soltar el aborrecible comentario que terminó
de hundirlo en la enorme miseria que tendría que acarrear a partir de esa
noche, comprendió que al no cuidarse con ningún medio anticonceptivo, o haber
tenido el recaudo de pedirle al muchacho que usara protección, sólo un milagro
de esos en los que solamente con su religión ella creía podría evitar que
quedara embarazada de aquel hombre cuya descendencia ‑ por si no fuera ya de
por si suficiente el casi doblarle en la edad‑, en caso de suceder lo
indeseable, seguramente nacería un hijo del cual no podría ocultarse su
herencia de raza.
Así, mientras
el negro continuaba con el estertor de su clímax,. concentrado únicamente en la
embrutecedora sensación de terminar de vaciarse dentro del envilecido cuerpo
violado de Hana que parecía desvanecerse entre espasmos, Ernesto intentaba forzarse a voltear la
mirada de aquel sitio o cerrando los ojos dejar de mirarlos pero hacerlo le
resultaba imposible, simplemente la vista de lo que sucedía a menos de medio
metro de distancia de donde él se
hallaba sentado lo tenía hipnotizado y sin remedio alguno que le permitiera
dejar de observar el momento en que seguramente su esposa podría estar quedando
en cinta.
Si la mayor
impresión entraba por el embebido sentido ocular de Ernesto, los penetrantes aromas a rancio sudor del
negro y sexo que pareciendo surgir principalmente del punto que unía la
entrepierna de ella con el macizo y oloroso pistón del haitiano e inundar con
su pesado bochorno todo el interior de la camioneta emanando también de los
saturados cuerpos de ambos. Y con cada
estocada que ya con reducido ímpetu y profundidad él aun clavaba justo debajo
de los remojados flecos que como suave felpudo que aparte de marcar la proximidad
a la entrada hacia placentero hogar, parecía pensado por la madre naturaleza
con la idea de dar el anticipo de la acogedora bienvenida y placeres que
disfrutaría quien lograra traspasar el decorado portal que flanqueaban sus
delicadas puertas.
La entera
longitud del enorme pistón permaneció clavada hasta el fondo de la receptiva
vagina que con sucesivos espasmos le acogía ordeñando todo el pesado néctar de
macho que de este brotaba para mezclarse con los jugos que ella había producido
para lubricar y bañarlo.
Hana se
hallaba perdida en el delirante placer que traspiraba su cuerpo., y como loca
conversa la tenía trastornada. Nunca en su vida había imaginado o siquiera
soñado posible ser penetrada tan honda e intensamente por el aparato amoroso de
ningún hombre.
Segundo,
tercero., el cuarto, el quinto o más de la serie de orgasmos cada uno más
fuerte y intenso que el anterior atiborraban su cuerpo. Veinticinco, veintisiete, veintinueve o
treinta centímetros de recia carne., poco importaban esos o cuantos más fueran,
todos se encontraban allí dentro derramándose en el ajustado canal de la esposa
que esa noche se estrenaba de puta.
* * *
Los punzantes
nervios de Hana hacían palpitar todo su ser con aquel pene insertado tan dentro
que la hicieron sentir cuando, intentando abrirse camino hasta el útero mismo,
la embravecida punta del miembro buscando alojarse más dentro del ajustado
canal que habiendo vista sobrepasada su capacidad habitual, volvió a tocar la
cérvix de la extasiada mujer que continuaba sintiéndolo como si la enorme
cabeza del moreno hubiera conseguido entrar aquel punto.
¡Oh
Dios!... ¡Sí!.. ¡Cógeme!...
¡Lléname!... Lléname toda…‑ Ya sin cuidado alguno ni control sobre las
palabras que surgían de su boca, Hana pedía sin importar que con sus
exclamaciones de gozo Ernesto pudiera despertar del sueño en que lo hacía
sumido. Pensaba que caía hacia un
abismo de interminable placer que la hacía perder el control de su persona con
aquel estado de orgásmico de prolongado delirio que recorría su pequeña figura
desde la punta de sus dedos hasta los cabellos.
* * *
En tanto que
ocupada tan sólo de la suprema sensación que le embargaba al sentirse tan
llena, e impedida de hacer otra cosa más que atender el tremendo orgasmo continuo
que le arrebataba toda posibilidad de pensar o importarle el entorno inmediato
más allá de lo que sucedía con su cuerpo la aturdida madre y esposa, no podía
sospechar que su esposo escuchaba mientras ella soltaba toda clase de suspiros
y palabras de encomio que le surgían desde el alma, y mientras que para el moreno en realidad
aquellos eran halagos que incrementaban la sensación de victoria que el joven
violador experimentaba sobre la pareja no sólo al escuchar a la corrompida
mujer entregándole ya todo su ser, al saber que a diferencia de lo que ella
podía imaginar, en realidad el pobre de Ernesto no tenía otro remedio que
continuar escuchando a su esposa disfrutando con el descomunal falo de éste
ensartado hasta el fondo de su feminidad.
La sublime visión
de la doblegada belleza de Hana tremolando alrededor de su portentoso órgano en
el preciso momento en que la cabeza de René se vio bombardeada por pensamientos
acerca de la profunda humillación de la que estaba haciendo sufrir al
empequeñecido marido de aquella mujer finalmente se transformó en una situación
tan intensa que aun cuando el muchacho involuntariamente había comenzado a vaciarse dentro de ella
momentos antes, por fin lo hizo acabar de estallar y estremecerse con su pene
inflamándose aun más al sentir que con el ajetreo arrancaba del cuerpo de ella
un último orgasmo que la hizo primero parecer que soltaría un grito a pleno
pulmón para luego en vez de escapar de su boca sonido alguno, como si hubiere
exhalado de sus pulmones todo aliento posible, enmudecer como animal
desfalleciéndose al ser tocado de muerte.
…Haahgh.‑ De pronto volvió el oxigeno.
‑Te siento
todo… Parece una manguera regándome…
Dámelos… ¡Dámelos todos!…
¡Riégame!... Chorréame toda
… Vente dentro de mí y dámelos todos…‑ Ahora fue Ernesto quien sintió que moría al
escuchar a su esposa.
¿Pero y si la
pancita te crece?... ¿Qué les dirá mi
Gatita a su esposo o sus conocidos?...‑
La denigrante congoja fue aun peor para el humillado marido.
Ohhh
Dios… Ohh Netito…
Perdóname… ‑ Surgió el agobiado lamento de Hana que llegó
hasta su cabeza cuando se visualizo en alguna reunión, ante sus conocidos con
la barriga crecida, sabiendo que dentro cargaba la vida creada por aquel
muchacho marrón en el asiento trasero de su camioneta.
‑No importa
papito… Dámelos todos., los quiero
dentro de mí. – Estalló la una vez
dedicada y leal esposa que ahora ofrendaba su vientre al muchacho para que la
embarazara si tal era el caso que sucediera. Palabras que sin darse cuenta que
durante los erráticos estertores de la faena y aquel estupor inducido por la
aberrante jodienda que había recibido por parte del joven cuyo candente semen
cargado de vivaces espermas en busca de un ovulo que fecundar, le dijo al
momento en que con la mano siniestra fue a tomar la de su marido para sujetarla
entre sus delicados dedos casados sobre el que se destacaba el que lucía el
conyugal anuncio de su supuesta fidelidad ya vulnerada.
¿Los sientes
chinita?... Te voy a hacer un hijo con
mi leche de negro para que tu marido lo cuide y explique a tus conocidos como
es que algo así sucedió… ‑ Sin apartar
la vista del inmóvil marido comentó el malvado muchacho para perpetuar aún mas
la magnitud de su afrenta. Pero los
modos en que su amada y traicionera madre de su hijo eran los que le afectaban
aún más.
¡Sí!... Dame tu leche… ¡Hazme un negrito!... ‑
Escupió la infamia al momento en que sin terminar de experimentar las
finales oleadas del sorprendente orgasmo,
sus finos dedos sujetaron con poco más fuerza los de su querido esposo.
Q-u-que linda
golfita es mi Janita… Me encanta que
seas tan putota. ‑ Al ver el amoroso
gesto exclamó el negro las hirientes palabras que surgieron de sus gruesos
labios al sentir un último espasmo de su pesado instrumento que brotando de los
enormes testículos que permanecían pegados a la entrepierna de la mujer
terminaron arrojando un final chorro de potente semen que terminó de vaciar los
sacos de esperma.
Como en toda
historia en la que no todo es verdad ni mentira, sino un mero punto de vista
encontrado que dependiendo del lado en que se halle quien sufra la derrota o
celebre la victoria., allí había un territorio disputado, perdido y
ganado. El cuerpo de Hana había sido el
campo de batalla vencido; el negro vencedor y el alma de Ernesto la pusilánime
perdedora que había visto caer lo que hasta aquella noche él consideraba tan
íntimamente suyo y siempre había dado por sentado que permanecería siendo su
Campo Eliseo.
El desamparo
era absoluto para el pobre marido que nunca en su vida había sentido tal
abandono y derrota, ni mucho menos sufrirlo de tan viles maneras, a manos de
una esposa que había terminado por sucumbir ante la recia madera de macho de un
marrullero desamparado que había llegado a sus vidas pidiendo sólo un poco de
ayuda humanitaria.
* * *
En tanto que
los vigorosos espermatozoides del negro nadaban en aquel torrente de semen y
jugos, al experimentar un espasmo que, más suave, pareció ser ya el último que
recorrería su persona para desvanecerse dentro de su acelerada cabeza, la mano
de Hana volvió a apretar la de su derrotada media naranja cuando comenzando a
descender hacia la realidad, ella empezó
a vislumbrar la inmensidad de la indignidad que había cometido. El enorme pene de aquel barbaján había vaciado sus masivas descargas
de pegajoso semen ardiente dentro de su fértil útero desprotegido.
No sólo eso
había sucedido… Sino que ella misma
habiéndose dejado llevar por el placer del momento y aquella sensación de
saberse por fin dominada como siempre había fantaseado ser tomada como un
simple objeto de placer con el que un hombre usara para satisfacer sus
instintos más bajos., lo había dejado que la usara como a una cualquiera. Sin recaudo alguno ahora sus pingües espermas
nadaban dentro de ella en cercanías de los días más fértiles de su periodo
mensual.
Se sentía ya
toda una adultera iniciada en el engaño cuando mirando a su aparentemente
desfallecido esposo se obligó a soltarle la mano, sintió que por fin el taimado
protegido de sus vecinos por fin comenzaba a extraer del cobijo de su anegada
vagina los restos de aquella menguada erección que había cambiado tanto su vida
como probablemente la de su marido.
Tras la ferocidad del incesante desfile de orgasmos que había arrancado
de ella el tremebundo tolete antes de disparar las severas descargas de esperma
que ahora inundaban el indefenso reducto de su feminidad por fin volvía a ella
su cuerpo y alterados sentidos.
Habiendo
soltado la mano de Ernesto que quedó allí colgando entre los asientos sin que
él pudiera recogerla, volvió a abrazar a
su violador, el muchacho que la había ultrajado, el que había violentado su persona, robado la
dignidad y delante de su propio marido arrebatado sus más profundos principios
morales de señora decente. Para quien,
sin importar lo que ahora fuera, en adelante sería ella su puta chinita o como el muy vil
quisiera llamarle., y este su macho… Su
negro.
un final o un principio apoteosico. gracias don ludo . magoes
ResponderEliminarRecien lo termino, toda una aventura erotica, de lo mejor que he visto en años, sigue asi eres todo un maestro. atte Kanes
ResponderEliminarLudo, se me paso comentar.
ResponderEliminarRespecto a Jan o Hana, ya lo había dicho, pero como los comentarios se perdieron.
Pues lo repito.
No sé por qué? Pero el detalle de traer el vestido hecho girones, me gusta MUCHO.
¿Cómo va a regresar a su casa, Desnuda? ¿Cómo se lo explicara el marido?
Repito no sé porque pero me agrado.
P.D.-Porque soy un degenerado, dijo mi señora en la casa.
Hola creo que llego algo tarde al relato , pero igual me uno a los comentarios de que es de lo mejor que he leido en años ... no se realmente si hay mas continuacion a partir de aqui , pero me gustaria que asi fuera .... por favor , lo que sigue a esto es realmente lo mas delicioso de un relato , la confrontacion con una realidad que no acepta medias tintas, el como la digieren , como la aceptan , como la asumen .... es pura ambrosía ... por favor sigue la historia .... un saludo y un respetuosisimo abrazo.
ResponderEliminarGracias Midnight:
ResponderEliminarSí, definitivamente llegas más que tarde al relato, Pero igual aprecio tus buenas palabras de encomio y te comento:
Yo pienso exactamente igual que tú. Ea situación de tener que encarar las nuevas realidades y distintas posturas que la vida puede traer a patir del impase, son de lo más incitante.
En realidad si existe la intención de culminarlo con otra escena que queda en estado indefinido, pero no sé. A veces uno se va dando cuenta que la vida y el teimpo no son tan lrgos como para dedicar a las cosas todo lo que hubieramos querido o debido.
Ludo Agradecido extemporaneamente.