Un Poco de Ayuda Humanitaria ( Epilogo )

Un poco de ayuda humanitaria ©

Ludo Mentis

Epilogo.

Como en toda guerra en la que según el prisma con que se les vea a los sucesos, los traidores de unos  son héroes de otros, ni hay mentira ni verdad absoluta más que la del ánimo de quien cuente la historia, poco importaba todo ya en ese instante, cuando poco a poco las distancias volvían a alejarse tanto como la sensación de aquellas oleadas del maremoto que había arrasado con todo dentro de la camioneta de la familia De la Riba.  De pronto, después de soltar el sudoroso cuerpo del muchacho que la había estado montando como a una hembra cualquiera, Hana sintió odio por él y todo lo que había hecho con ella., pero, ¿ que importaba?.,  o ¿ de que le servía ya en ese momento?...

¿Acaso era odio?,  o ¿quizás la mera añoranza de lo que no se sabía perdido por que no se tenía?, ¿y que al haber descubierto hasta esa noche el placer que durante tantos años no había conocido y temía que ahora sólo cayendo en la perversión de abandonarlo todo por un sujeto como aquel desposeído podría volver a brindarle como mujer y que ahora sentía que necesitaría? …‑ En la  atormentada cabeza de Hana se confundían las ideas mientras se lamentaba de lo sucedido en su menuda figura.

Ni el amor por su marido o respeto a las enseñanzas y principios morales inculcados por su familia se comparaban con la verdadera delicia que había experimentado.   El tamaño del pene normal de su marido comparado con el del monumental falo que el muchacho le había regalado era demasiado grande, y aunque no fuera amor sino arrebato carnal lo que había experimentado con el jovencito invitado de sus vecinos, Hana sabía que siendo sincera consigo misma, tendría que volver a tenerlo sin importar lo que sucediera con ella después.  Sabía que quería y tendría que volver a tenerlo y  gozar las maravillosas sensaciones que con éste podía él hacerla sentir.

Por su lado, para Ernesto todo había terminado o al menos cambiado en su vida ya en ese momento, y más aún cuando, luego de ver a su esposa soltando al moreno, vio el cuerpo de éste separándose del de su adorada mujer arrastrando consigo algunos espesos hilos de semen que comenzando a estirarse cual telarañas babosas de la punta del aparato sexual hacia la desalojada hendidura de Hana. Aquello había sido ya todo lo que podía resistir su alma y el resto de su maltratado orgullo de macho, y sin poder tocarse siquiera, de pronto empezó a derramarse dentro de sus pantalones al tiempo en que sus ojos contemplaron el grotesco espectáculo que daba su esposa tirada allí sobre el asiento cuando una copiosa gota los restos de aquel vital jugo de proteínas con que había quedado impregnada empezó a escurrir hacia el velour.   que al tiempo empezó  escurrir.

Tal y como sucedía en algunas de sus más siniestras e inconfesables fantasías, Ella, su señora, la madre de su pequeño, su Hana  era ahora la mujer de René, el muchacho le había robado a su esposa con aquella recia masculinidad.

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