Un
poco de ayuda humanitaria ©
G.O. Tigers , Ludo Mentis ®
Parte
1 Capítulo 3 -1
…¿Qué hacemos
Emilio?. De verás ya no hay cuartos.‑ Preocupada aun sin ver el maltrecho estado en
que su esposo volvería preguntaba Hana a
Emilio Corcuera, sabiendo que en verdad ella tampoco se hallaba en condiciones
de manejar.
‑Pues haz lo
que te digo… el chico puede llevarlos
Jan., y así de pasada lo llevan… Que a
estas horas ya es tarde y aunque sea
empleado y me haya pedido venir de mesero me da pendiente que se quede aquí hasta
estas horas‑ Le ofrecía una salida a
modo el jefe de su marido y del hombre con que había organizado la gresca luego de que ella los dejara hablando
allá solos.
La verdad es
que después de todo lo sucedido Hana tenía un fuerte temor de lo que pudiera
decirle Ernesto en esos momentos si se quedaba a solas con él en el estado que
seguramente estaría, y aunque no pudiera manejar ella, no estaba convencida de
lo que ganaría realmente con aplazar el encuentro y la discusión que
tendrían, tampoco sabía si
verdaderamente fuera buena idea que el muchacho los llevara de vuelta y así dar
tiempo para que se les pasaran a ambos los severos efectos del alcohol ingerido.
‑ René., ve por tus cosas… Me harás favor de llevarlos hasta su casa y
así de pasada te vas y nos vemos el lunes.‑
Con toda voz de mando se dirigió Emilio Corcuera hacia el muchacho sin
dar más oportunidad para que ella le
refutara la decisión.
… Ya mujer,
tranquila. No creo que vaya a pasar
nada… De seguro que no le dijo nada y
ya mañana con un café o lo que se tomen para la resaca, veras que no si
acuerdan de lo sucedido. ‑ Le aseguró el hombre intentado confortarla
antes de ofrecerle que se llevara algo puesto encima de su vestido.
‑No. Así estoy bien, de veras no tengo frio…
* ¨* *
Minutos más
tarde el dolorido marido de la mujer por la que se había batido en duelo y que
ahora iba sentada en el asiento trasero de su camioneta, le indico de no muy
buena manera que no fuera a pretender
pasarse de listo, después de que el jefe de ambos los hubiera obligado a tomarlo como chofer
designado para regresarlos a casa después de aquella noche tan larga.
– Y vaya que aquella había sido una noche muy
larga para todos los implicados nada más hasta ahí cuando para concluir le dijo al muchacho:
Está bien tú,
“simpatías”… No intentes ninguna de tus
chistosadas mientras manejas y sólo ve por donde yo te vaya diciendo‑
‑Tranquilo Don
Otto, no se ponga fiera conmigo, yo sólo manejo para usted y mi Señora
Jan. ‑
En tono sarcástico e irreverente le contestó el expatriado al tiempo en
que echaba un nuevo vistazo a todo aquel espectáculo de piernas, ajustados
escotes y curvas que veía en el espejo pensando en lo que sentiría al poder
descargarse dentro de ella luego de una semana de no haber podido tener sexo
con ninguna otra mujer., ni siquiera la del Señor Méndez, y haber observado las
miradas que le había echado durante la fiesta.
‑“Ni en sueños
esto pudo haber salido mejor para mí”…
“Seguro que será rico cogerme a la japonesita de este cretino y regarla
por dentro en su jardincito mientras él la ve como me la monto como a una perra
en celo hambrienta de semen”‑ Pensaba el
exaltado muchacho al ver que los efectos del alcohol que les había estado
sirviendo había cumplido su cometido, y
tanto ella como su marido se hallaban apenas conscientes sin saber que les
había pegado tanto en esas bebidas.
Aunque todo
aquello lo había hecho con el único fin de meterlos en cualquier clase de
problemas y evidencia ante sus conocidos, ahora la mujer de sus sueños iba casi
tendida y dormida sobre el asiento de la
propia camioneta que ambos habían comprado para cuando la familia
creciera, y antes de que llegaran al
segundo semáforo de la avenida, su
marido se encontraba próximo a caer rendido también.
¿Cómo va mi
jefe Ernesto?... ¿Todo bien?‑ Quería asegurarse del grado de conciencia en
que iba su acompañante mientras el conducía,
por lo que luego de verlo estirarse a moverle el espejo retrovisor para
que no pudiera continuar viendo el abandonado estado en que se hallaba su esposa
allá atrás, y una vez habiéndolo acomodado par ser él el que pudiera observarla
desde su siento, acomodarse enseguida de lado para checar lo que su improvisado
chofer hacía al volante, antes de
contestarle cuando insistió en hacer platica al preguntarle:
‑¿Por qué te
dice Otto a ti Jan?...
‑En japonés
eso quiere decir “mi esposo o esposito” , y como se parece a Ne-ehhh-toohh‑ Terminó de tratar de explicarle la inocua
pregunta al muchacho cuando un bostezo
lo interrumpió antes de acurrucarse viendo a su esposa sobre el reflejo del retrovisor
y caer rendido ante los efectos de las fuertes dosis del narcotizado alcohol
ingerido.
‑ Y… Tu esposa se va a tragar toda mi leche… ¿Si sabrás tú cómo se dice o se dirá en
japonés?...‑ Sabiendo que la pareja ya estaba totalmente perdida preguntó al
aire el joven rufián sin esperar ninguna respuesta antes de detenerse afuera de
una tienda de conveniencia y bajo la luz que le daba el letrero buscar entre
las cosas que llevaba una pequeña bolsita y extraer algo de su contenido para
soplarlo cerca de las narices del desprotegido marido.
* * *
“Chotto“... ‑ Sin
tener plena conciencia del tiempo que había transcurrido, cuando oyendo la
voz a su esposa pidiéndole a alguien que
se esperara o se detuviera de hacer lo
que hacía, Ernesto despertó y pudo mirar
el reloj del panel superior de instrumentos de la camioneta, se dio
cuenta que se acercaban las tres de la mañana, y aunque reconoció la hora y que
se encontraba a bordo de su lujoso vehículo, se sorprendió de ver que el asiento del conductor se hallaba
vacio y por la ventanilla no aparecía ningún lugar que reconociera. De hecho el motor estaba apagado y salvo por
la música que apenas y perceptiblemente surgía de los altavoces tenía la
impresión de que lo habían abandonado en una calle desierta y oscura. Hasta
que acostumbrándose sus pupilas a ver con tan escasas condiciones de
luz, de pronto un ruido proviniendo de los asientos traseros lo hizo voltear al
espejo que había acomodado antes de caer dormido.
“¿Qué diablos
pasaba allá atrás?., ¿Qué hacían aparcados en aquel lugar tan oscuro?, y ¿Qué
hacía su esposa platicando en voz baja con ese muchacho allá atrás?”‑ En el confundido estado de mente buscaba
hallar la respuesta a todas aquellas preguntas recordando los últimos recuerdos
que parecía guardar en su mente, pero todo era en vano… ¡No recordaba nada y no comprendía porque
parecía que tampoco podía moverse ni hablar!...
Entonces luego
de más platica y algunas risas que escuchó y observó por el espejo todo fue
peor cuando vio que su esposa y aquel negro acercaban sus bocas para darse un
suave beso…
En su boca y
fosas nasales se ahogó un suspiró que soltó Ernesto al momento en que sus ojos
vieron como los labios de ambos se unían.
Pero el que siguió a ese primer contacto por poco le vuelve loco al
pobre cuando dentro de su narcotizado estado se percató que el siguiente que se
daban en forma ninguna era un beso amistoso.
¡La lengua de aquel miserable negro estaba profanando los labios de su
querida Hana!... ¡ Y lo que era aún
peor!., ¡Ella le estaba devolviendo aquel beso voluntarioso que en su cabeza
mientras los observaba pareció durar la infinita eternidad de un solo momento!.
El sobrecogido
marido completamente abatido y en estado
de shock solo podía darse cuenta de que le parecía haber dejado de respirar mientras se besaban, por lo que se
forzó a llenar de aire sus pulmones de
nuevo para no sentir que moría al no saber que hacer para impedirles que
siguieran besándose de aquella manera.
Menos de una
hora o cosa similar a cuarenta minutos atrás según el reloj, su esposa había
negado entregarle los labios a aquel aprovechado de su oficina que había osado
forzarla para que se los diera sin que lo acusara de estar intentando
violarla, y sin embargo ahora aquí
estaba ella recibiendo las horrendas
babas de aquel asqueroso muchacho que la besaba sin condiciones.
…Da pena que
Otto no esté despierto para que vea que
rico besas Janita‑ El chico sonriente
se congratuló de su suerte cuando por fin sacó de ella su lengua al tiempo que
comenzaba a pasear sus manos oscuras por encima de las ropas de ella.
…Y si no
despierta pronto tampoco verá a la chinita cuando me la coja como a todas
mis putas con este palote que tengo aquí
ya casi listo para su esposa Janita…‑
Vociferó en su acento de esclavos creole.
‑No René… No digas cosas‑ Como gatita pareció ronronear la aturdida mujer, antes de que él le asegurara:
‑Ya veras la
cosa que tengo aquí para ti… Lo
estuviste viendo toda la noche mientras me enseñabas tus tetas de puta casada,
¡pero ni te imaginas que nunca veras uno más grande que el de René en tu vida gatita putona!‑
‑ No
René… no digas cosas, por favor no…‑ La naturaleza sumisa de Hana daba la
impresión de estar aflorando entre la mezcla de alcohol y aquellas substancias
, cuando intentando acallarlo le ofreció una vez más los labios para que
los besara el muchacho.
Pero tras un
breve beso mucho más corto que el anterior él insistió porque padeciera. ‑…¿Qué tiene mamita?, ¿No me quieres creer que a Otto le gustaría
ver cómo te cojo con esta macana?‑
Confiado del tamaño de su virilidad la retó:
¿Quiere mi
gatita que lo despierte para que nos diga?...
‑¡No!...
¡Ya!... ¡No!., ¡yamete kudasai!...‑ Suplico ella pidiéndole por favor,
inconsciente de que el muchacho no entendería aquella forma de pedírselo ni
media palabra de japonés. Diciendo
después ya de forma más clara aunque arrastrando la lengua. ‑Por favor n-n-o René…
Ya detente por favor... S-e va a de- s-pertar…
No quiero que nos-s vea as-si
aquí atrás…
Entre el rumor de las voces de los
altoparlantes y siseo de las ropas
siendo frotadas, incrédulo de lo que oía Ernesto alcanzó a escuchar la seseante
voz de Hana pidiéndole al jovencito que comprendiera.
‑No te apures
Gatita… ‑ Le aseguró el jovenzuelo consciente de lo
que había preparado e iba a hacer
enseguida con ella sabiendo que el indefenso marido se encontraba sumido en su
propio mundo de pesadilla.
Por un momento
a Ernesto le dio la impresión que el
moreno se disponía a ayudarla a que se enderezara en su asiento arrodillándose delante de ella como si fuese
a arreglar el respaldo cuando de repente
en voz baja le dijo: ‑ Ahora Gatita.,
yo te vi que te pasaste mirándome la macana toda la noche… Ahora antes de que lleguemos me toca ver que
escondes aquí debajo de ese vestido chiquito que traes puesto… “Chat Jan” debe de estar mojadito y caliente esperando que te
lo vea o René se lo coma y luego lo llene…
Y poniendo
manos a la obra el muchacho llevó las manos hacia el escote del vestido que tan
sucintamente contenía los pechos de Hana, y ajustando entre ambos pulgares e
índices de sus dedos callosos y oscuros el terso material de las copas de éste
lo fue levantando de la suave piel de los senos que debería proteger de su
vista hasta llegar a correrlos hacia los hombros y cuello de ella antes de volver a bajarlos
de nuevo con rumbo a la pronunciada hondonada que se formaba en el frente y al
centro de ellos.
Pese a
encontrarse ella aturdida pero en posibilidad de eludir el contacto,
consciente del peligroso daño que aquellos dedos podían ocasionar a su escote
si forcejeaba con el dueño de estos, prefirió no oponer resistencia y se limitó
a permitir que jugara con el borde de las copas, sintiendo como cada vez más,
de a poco una porción mayor de sus pechos quedaba expuesta a la vista del
atrevido jovenzuelo y su flameante mirada que parecía querer devorarla una vez
se hubiera divertido con ella mientras que imposibilitado de tener cualquier
otra reacción como no fuera observar el efecto que aquellos velados secretos de
la anatomía de su esposa estaba teniendo en aquel chico, a Ernesto comenzó a
producirle una inconcebible excitación.
Situación que
se agravó dentro de los pantalones del noqueado marido quien fingiéndose
dormido, quizás por los efectos de lo que fuera que tampoco le permitía moverse
para ir a defender a su esposa, apenas pudo no delatar su verdadero estado de
incapacitada vigilia sin emitir un fuerte soplido que contuvo entre los labios cuando
viendo como el muchacho deteniéndose por unos breves segundos con los dedos en
el escote de la mamá de su hijo, y de repente, sin mediar aviso previo de lo
que haría, acompañado de un alarmante sonido de tela siendo rasgada arruinó por
completo la costosa prenda que ella había estrenado esa misma noche para la
fiesta en un solo instante que llegó al momento en que con un simple y
despiadado tirón la arrancó de los pechos de Hana para que estos brincaran al
aire delante de él.
…¡A-ah ¡ ¡aeghhhhhh! ‑
Tan sólo un agobiado suspiro
surgió de los labios que quedaron abiertos
de la atontada mujer al momento que ante la vista de aquellos ojos negros que los veían
en detalle rebotaron de acá para allá aquel par de pechos supremos con sus grandes pezones rosados que asemejándose al
remate de dos globos henchidos y llenos estuvieran de algún suave fluido que
los hacía vibrar en oleadas cómo bolsas
o gelatinas de leche que queriendo llamar la atención de sus labios para que
los succionara y jugara con ellos se bamboleaban delante del boquiabierto muchacho que jamás esperó ver tan sublime y
vasta belleza dispuesta para que la
admirara a su entera satisfacción.
‑¡Dios!... ¡Que tetas te cargas!... ‑
Exclamó totalmente extasiado de lo que veía allí enfrente y al alcance de sus manos y boca. Añadiendo:
¡De veras no estaba equivocado!. Pareces vaca nipona!... Aquí tienes leche para tut Ayiti… timoun-yo
lakay… Voy a ordeñártelas y sacarles toda la leche para mandársela a los
hermanos… ‑ Entre el castellano y su creole nativo
escasamente alcanzó a decir con voz entrecortada y hosca antes de lanzar la
tercera ofensiva usurpadora que esta ocasión cayó encima de los tiernos brotes
de exaltados tonos levemente rosados que coronando aquellas delicias que ella
ofrecía virtualmente indefensas apenas se distinguían como dos tenues capuchas
que les adornaban apuntando en dirección al captor que luego de haberlas
despojado de tan poco modesta prenda que las había tenido cubiertas ahora las
conquistaría., y después de tantear con los dedos el palpitante contorno de tan
tembleque tersura por toda la turgente extensión de aquellos encantos,
aprisionar entre las yemas los exaltados botones para divertirse con ellos,
pellizcarlos inmisericordemente y apretujándolos como si en vez de algo tan
delicado fuesen simple dedales de carne o manivelas para alzar los tiernos y
maternales pechos casados de Hana., levantarlos sin mostrar cuidado alguno por
ellos.
Divertido del
ultrajante maltrato que ella le permitía que tuviera con estos, el alebrestado
moreno se hallaba extasiado observando cómo, aunque sin duda alguna la rudeza
de la desconsiderada manipulación hacia los mismos brotes de los que se había
alimentado el niño de aquella mujer, los lastimaba solo para disfrutar viendo
como el habitualmente sereno rostro de ella, ahora en señal de incomodidad se
contorsionaba ligeramente al momento en que al verse forzados ambos pezones a
elevarse prácticamente hasta la altura de su barbilla, estos se estiraban como
si estuviesen próximos a reventarse ante el exceso de peso que producían
aquellos globos tiernos y henchidos que dado el encantador volumen natural de
los mismos colgaban como sacos gemelos colmados de leche desde el mismo punto
en que entre los prietos dedos, él los pinchaba para levantarlos y contemplar
como por simple efecto de la gravedad estos parecían querer lamentarse de tan
inapropiado maltrato, caían debido a su gran peso y lucía la victimizada piel
de su aturdida víctima que entreabriendo los labios tan sólo se limitaba a
sollozar entre apagados quejidos pero sin atreverse a oponer mayor resistencia
ante el abuso del que súbitamente ella y ellos eran objeto a manos de aquel
aprovechado que así los sostuvo por unos instantes mientras la veía lamentarse
del perverso trato que estaba sufriendo hasta que los dejó caer para deleitar
las oscuras pupilas al verlos rebotar ante su regocijada mirada.
Confundida
Hana, cuando por fin él los soltó, por un momento pensó que ya habría concluido
el obsceno maltrato que aunque derivado de la inusualmente suave consistencia y
tamaño de sus pechos siempre había sabido que provocaban tentación similar a
los hombres y no solo deseos de admirarlos sino juguetear con ellos de manera
tan desconsiderada e irrespetuosa a los hombres como su esposo, quienes por
prudencia, falta de atrevimiento y decoro hacia la persona de su querida mujer,
y en balde habían contenido a través de los años el impulso de humillarlos en
tan irreverentes formas, únicamente para que en un macabro giro del destino,
ahora el sobrecogido marido de ésta fuera nada más que un simple testigo de
palo de la sumisa e indefensa actitud de su esposa, y en vez de aquel negro que
la manoseaba, pellizcaba y pinchaba a sus anchas, sentado en el asiento
delantero de su propia camioneta, y ante su marido que nunca se había atrevido
a envilecerlos de tan grotesca manera entendiera que con lo más que él se
contentaría sería con observarlos saltar e ir sonrosándose al ser maltratados
por las callosas manos del pillo muchacho que sin Ernesto poder impedirlo de
ningún modo, sí se había atrevido a hacer lo que él nunca había tenido el
coraje de hacerle a los pechos que habían amamantado de leche a su lindo pequeño.
Mientras se
quejaba cuando sintió los gruesos dedos del muchacho apoderarse de nueva cuenta
de la punta de sus pezones para pellizcarlos y alzarlos en segunda ocasión,
ella, avergonzada del mordaz objetivo que con el tamaño y lechosa suavidad de
sus pechos involuntariamente ofrecía al muchacho para su divertimento con aquella
región de su anatomía, y apenada de si,
con la vista que alcanzaba a colar por entre las pestañas apenas y
abiertas de Hana, sin encontrarla sobre el espejo o el asiento de enfrente,
ella buscó la mirada de su marido en espera de alguna especia de apoyo que
simplemente no hubiera podido llegar de forma ninguna pues él se hallaba
perdido en su propio mundo observando a aquel aprovechado abusándola en sus
encantos que ahora palpitaban delante de él subiendo y bajando al compas de la
alebrestada respiración de su indefensa mujer cuando el muchacho volvió a
soltarlos para que cayeran y rebotaran ante sus ojos.
Abochornada
ante la consciencia del involuntario espectáculo que con su cuerpo ofrecía al
jovencito, por fin Hana intentó girarse de lado sobre el mullido respaldo de la
camioneta, pero antes de que consiguiera moverse, la contuvo para hacerla quedar postrada ante
él y luego de una breve pausa avorazarse contras uno de los pezones que cubrió
con sus labios morenos mientras la porción de su pecho que le cabía entre las
manos la alzó para acomodárselo a modo de poder succionarlo con toda firmeza.
Aunque las
manos de él eran grandes, no alcanzaban a acopar en la mismas mas allá que una
porción de toda la carne que ella proveía como blanco de los pellizcos y
toqueteos de sus dedos que, mientras unos sujetaban el suculento manjar del que
ahora impúdicamente mamaba el muchacho, los de la otra extremidad
desordenadamente pinchaban primero y restregaban después el pezón como
preparándolo para cuando le llegara su turno de ser probado por aquellos labios
rotundos y dientes que pronto terminaron por encajarse en sus mórbidas carnes
como lo habían hecho de entrada con su desprotegido mellizo que Hana sin poder
apartarle de él, no tenía ningún otro remedio más que prestar para que
continuara el obsceno ultraje del que ambos eran sujetos cuando para terminar
de conquistarlos y marcarlos comenzó a alternar su fruición entre el suculento
par alternando sendos mordiscos que dividió entre los dos antes de culminar
empapándolos con su pesada y olorosa saliva de negro que impregno sobre ellos
su aroma al intentar abarcarlos en una misma succión de su emancipada y enorme
bocaza de esclavo.
Costaba
trabajo a Ernesto mirar al espejo y pensar que aquellos mismos pechos que tantas
miradas de admiración de otros recibían y él mismo veneraba por su ternura y
belleza, fueran los mismos que ahora ese muchacho simplemente usaba para su
goce sin reparos ni miramientos, apretujándolos, mordisqueándolos pinchando sus
canes, y dejándolos completamente afrentados y embarrados por todas partes,
empapándolos con sus mugrosas y pestilentes babas.
…¡Por
Naganga!... ¡Mira no mas esto!‑ De
pronto tras un nuevo sonido de tela siendo rasgada René exclamó sorprendido
cuando arruinando aún mas el vestido que habiendo sido comprado exclusivamente
para la ocasión no serviría más que como un simple girón o costoso pedazo de
tela que tal vez iría a parar al fondo del closet de Hana., terminando de
desgarrarla el muchacho abrió por entero la prenda para dejarla completamente
expuesta ante él.
¡Mira no
mas!… No me lo imaginaba., sin sostén estas cosotas, ni calzones acá
abajo… Quien te viera tan puta chinita… ‑ Atrayendo la mirada del desvalido marido
hacia aquel punto de sus hallazgo exclamó lleno de morbo de encontrarla así al
tiempo en que sin soltarle los pechos a Hana de forma en que los mismos
parecían globos que conteniendo agua fueran a reventarse al pasar liquido de un
lado hacia el otro de las burbujas de carne tan sólo para terminar sus manoseos
pellizcando y estirándole las maltratadas puntas de sus enrojecidos pezones.,
mientras que como cera entre las gruesas manos del excitado muchacho la
aturdida mujer dejando vencer su persona ante los inapropiados avances de los
que estaba siendo objeto comenzó a derretirse sobre el asiento de la
camioneta., y sin darse ni siquiera cuenta de ello lamió levemente sus labios
antes de usar sus dientes superiores para mordisquearse el acojinado bezo
inferior en franca señal de aceptación ante el placer de lo que estaban
haciendo con ella y la brutal exposición de su cuerpo ya dispuesto en canal
desde los senos hasta el hispido nido de vellos que anunciaba la inminente
cercanía del santuario de su feminidad.
Entonces René
notando aquella silente aceptación ante su dominio se abalanzó contra los
cálidos y húmedos pechos de su presa para succionarlos de nuevo hasta dejarlos
de manera casi animal manifiestamente marcados completamente bañados con su
saliva, y los llamativos, aunque injuriados pezones, erectos como dos gruesas
puntas redondas de goma que, cual bornes se alzaban al menos un centímetro
entero sobre el torneado perfil de los senos.
No era que
René quisiera otra cosa mas que marcarlos como su territorio para que cuando
llegado el momento en que él terminando de lamerlos y succionarlos, comenzara a
bajar en dirección hacia el ombligo de ella, el contrariado e imposibilitado
marido de la mujer que se había convertido en su víctima pudiera observar como
los había él empañado completamente con sus babas y sufriera un poco más con
aquella pequeña muerte que él le estaba ocasionando al violentar de aquellas
maneras a su querida señora.
Y así lo
hizo., cuando bajando la cabeza hasta el agitado estomago de ella, ante la
vista del desvalido Ernesto quedaron los
violentados pechos de su esposa completamente enviciados con la reluciente
saliva de negro que envileciéndolos de una vez y por todas para la posteridad
en su mente les escurría por todos lados que los pudiese mirar.
…¡Humghhrr!. Que rico hueles Janita ‑ Después de un ahogado bramido afirmó el
resuelto joven, al acercar su nariz hacia la estremecida forma de interrogación
del ombligo de Hana que aceleró el ritmo de sus elaboradas palpitaciones al
sentir la proximidad del muchacho en aquel punto mientras que la barbilla de
éste parecía ya estar por entrar en contacto con algunos de los descubiertos vellos de su pubis si ella
continuaba agitándose como lo venía haciendo.
Pero en vez de que esto ocurriera de la forma en que cualquiera de los
dos miembros del matrimonio que estaba siendo abusado por el demonio este.,
René se detuvo un momento para separarse de ella antes de forzarla a que
levantara las caderas de sobre el asiento y así arrebatarle de encima los
finales vestigios de lo que había sido un elegante aunque tentador vestido de
noche y una vez habiéndolos apartado del todo los pedazos de tela revelar a sus ojos de manera definitiva el
acicalado felpudo de pelos castaños que adornaban el encantador pubis casado de
la mujer que pronto haría suya. Y poco
debajo de aquellos rizados vellos, los delicados brillos que relucían entre la
mata de vellos cercanos a la entrepierna de ella y sin importar cualquier cosa
que aun bajo el estupor ella pudiese pretender a llegar a decir, anunciaban
definitivamente al muchacho que aquella hembra que tenía justo enfrente de él,
innegablemente se encontraba dispuesta y receptiva para lo que decidiera hacer
con su cuerpo enseguida.
Aparte de oler
como las diosas de cualquier raza de seguro deben oler, aquella Afrodita o
Benten del Fujiyama era magnifica y
tentadora no solo por su aroma de hembra madura sino por el suave tacto de toda
su tersa piel y cuerpo de trazos lindos y firmes donde debían serlo., aquella
casi increíblemente breve cintura de sílfide enamorada pero que abruptamente
surgía dando paso a las contundentes caderas que, sino fuera ya de por sí
redundante la prueba de haber cargado y traído ya un hijo sano a este mundo
anunciaban la amplitud del espacio necesario para procrear no solo a otro sino
hasta un par de mellizos si la circunstancia lo demandara cuando se convirtiese
en madre de nuevo. Y al ver aquellas
anchas caderas enmarcando todo aquel delicioso bocado, resultó imperante para
el negro empujarla contra el respaldo al tiempo en que haciéndola deslizarse
sobre las nalgas en el asiento la acomodó de modo que éstas quedaron al borde
del sillón antes de separarle las piernas para contemplar con mayor amplitud el
nido de amor que habitualmente escondía allí en medio para su marido.
Teniéndola ya
totalmente expuesta y vulnerable ante él, abierta de par en par René descendió
con ambos pulgares para apoderarse y separar los húmedos labios que franqueaban
la entrada a la cavidad de la indefensa mujer, y tras contemplar su tentadora e invitante madurez
comenzó a hurgar en busca del punto por donde introduciría dos de sus gruesos
dedos que siendo guiados por la resbalosa tibieza producida por el cuerpo de
Hana, en cuanto hallaron la entrada a la palpitante cueva de su feminidad se
sumergieron en esta como candirús oscuros para hacer de las suyas allá dentro
entre ruidos acuosos que los acompañaron desde su acceso a la cavidad.
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