Asuntos de Intereses y Negocios
( ) Adaptación*
Ludo Mentis G.O. Tigers.
1ª escena Un asunto de Interés e
importancia ( El Cardenal )
Tiempo después de nuestra separación y posterior re- encuentro entre Verónica
y un servidor, bajo reglas distintas y un tácito nuevo arreglo de la relación
que llevó a no concluir la firma de nuestro divorcio, y en cambio, sostener una
relación que aún hoy día, puede decirse que resultaría un tanto confusa para
muchas personas que pudiesen llegar a leer este relato, acerca de lo sucedido
recientemente entre nosotros y un asesor financiero con quien, —a la sazón—
tuve que conocer para que me ayudara a decidir que hacer al respecto de una
inversión que me venía preocupando desde hacía algún tiempo.
Como algunos de ustedes que me conocen ya saben, y sin querer entrar en
grandes detalles acerca de nuestro arreglo, durante la separación Verónica
comenzó a salir con algunos caballeros que —al saberla sola y disponible—, se
acercaron a ella para recomendarle tanto legal como financiera, y según supuse
desde el inicio, —confirmándolo más tarde—, principalmente en el aspecto
emocional aparte de el del “mercado de oportunidades”, motivo por el cual
alguno de ellos, y en área más que cercana a la privada familiar en la que aún
tenemos nuestro domicilio, le consiguió
un departamento al cual, junto con los niños, ella se mudó por algún tiempo
antes de volver a re encontrarnos.
Para cuando volvimos a restablecer nuestra actual relación, y entre
otras cosas más que cambiaron tanto como aquel acuerdo cuasi Clintoniano de “No preguntes, no digas”
que se dio luego del inquietante sueño que yo le confesara haber tenido acerca
de la posibilidad de que alguno de sus inicuos romances hubiese acarreado consecuencias
mayores y claramente latentes, más allá de algún probable beso robado por
alguno de los galanes que la asediaban, y pudiese ella estar volviendo a mí habiendo
quedado en cinta.
Luego de volver a reunirnos y hablar acerca de tal sueño y las razones
por las cual aun siendo esposos bien podría convenirnos sostener la existencia
de ambos domicilios cercanos, ella decidió conservar el departamento donde actualmente
hace sus cosas mientras que dada la cercanía nuestro hijo puede elegir si desea
quedarse donde ella o conmigo si es que su madre va a hallarse ocupada.
Así las cosas, recientemente y
con motivo de revisar y considerar la
necesidad de encontrar nuevos instrumentos de inversión para nuestros recursos,
Verónica me había estado acompañando a algunas reuniones y citas de negocios
para hablar con distintos asesores que sin resolver verdaderamente nuestras
dudas tan solo pretendían recomendarnos que invirtiésemos en fondos e
inversiones que no terminaban de convencerme.
Luego de un encuentro con uno de esos “jóvenes tiburones” que más que
una solución efectiva para el traslado de nuestros recursos, parecían estar
queriendo vendernos un condominio vacacional de tiempo compartido en algún
sitio turístico., nos hallábamos en un restaurante de elegantes y blancos
manteles mientras miraba la carta de los almuerzos, prestando yo más atención
al transcurrir de la arbolada avenida que a lo que el menú sugería para
comenzar el día, cuando de la nada y sin dejar de mirar ella a su carta de
pronto esbozó:
— Está éste Romeo, el amigo del que te conté…
—¿Romeo?... A ver Verónica., ¿Y ahora quien es Romeo o Romero y qué
tiene que ver en esto?. No sé. – Más
confundido que sorprendido que me dijera que yo conocía o hubiera escuchado
antes el nombre de algún conocido de ella le pregunté de inmediato volteando a
mirarla. A lo que ella sin apartar la
vista de las sugerencias del día me indicó.
Sí sabes quién es… El que trabaja
en la casa de bolsa que ya te conté que me invitaba a salir hasta que Federico
se enteró. ‑ Repuso ella mencionando
el nombre de aquel otro a quien si conocía yo.
—Ah, sí, creo que ya sé quién dices.
El que decías que según tú tenía un gran… Bueno, tú sabes…‑ No me animé a terminar de
decir lo que en su momento supuse que ella había querido darme a entender
cuando me comentó que había salido con alguien con quien ahora yo creía identificar la referencia que me
hacía acerca de esta persona.
‑No., yo no dije que tuviera otra cosa más que un gran cuerpo pero que
era muy joven y que supongo yo que por no tener aclaraciones con Federico había
dejado de llamarme luego de que saliera conmigo.‑ Me aclaró sin dejar tener clavada las narices
dentro de la carta.
‑¿Bueno, pero y si ya no te llamó ni tú volviste a buscarlo, tú crees
que él pueda o esté interesado? – Le pregunté ahora yo dentro de la confusión
que ahora tenía entre los números, las inversiones, la imagen del tal Romeo y
ahora éste nuevo nombre que de pronto surgía como posibilidad, ya fuera de
salvaguardar mis intereses o enterarme de una nueva historia acerca de lo
sucedido entre mi esposa y alguno de esos hombres que conoció durante nuestra
separación.
—Oh sí, ten por seguro que cuando te digo que estaba, está y estará
interesado, te aseguró que si le hablo para que nos veamos él de inmediato verá
cómo hacerle para ayudarme o poder vernos‑
Confiada de si me contestó ella
antes de levantar la mirada.
Intrigado aún más por el tono de sus palabras, noté que aparte de
plantear la posible solución o consejo para nuestras finanzas, Verónica de
seguro estaba jugando conmigo de nuevo tanteándome, y sin ser del todo directa,
haciéndome esperar deliberadamente y que yo supusiera cosas antes de no poder
contenerme y que seguramente terminara pidiendo, si no era que casi suplicándole
porque me diera tan siquiera unos cuantos detalles acerca de su posible
relación con aquel asesor que de repente
ahora aparecía en aquellos momentos en los que nos hallábamos. No obstante, con todo y la curiosidad que
comenzaba a invadirme , decidí no mostrar gran interés en aquel tema que, aunque
secundario, de pronto en ese momento
comenzaba a convertirse en algo primario para mí.
Así, mientras intentaba conservar la postura serena, por un breve
momento recordé cómo en nuestra relación, anteriormente a nuestro rompimiento,
frecuentemente cuando ella buscaba provocarme con aquel tipo de jueguitos que
le gustaba jugarme, únicamente conseguía que terminara enfadándome, y sin
embargo después de nuestra reconciliación aquellos enojos y angustia que a
veces sentía, se habían convertido en una extraña mezcla de excitación y
frustrante estado de anticipación y morbosa congoja. No obstante, también ahora que ella me conocía más y sabía que de
una o alguna otra forma esto siempre terminaba venciéndome y le deleitaba verme padecer y retorcerme en
la condición de mi inopia., especialmente ahora que sabía cuan tolerante podía
llegar a ser yo., así como lo tanto que me gustaba sufrir y enredarme en
aquella mismísima e irremediablemente casi absoluta inopia en la que he
aceptado vivir a su lado desde nuestro regreso.
Y es que luego de la conversación acerca de aquel sueño que precedió a
nuestro re encuentro, ella bien ha descubierto que moviendo los hilos de manera
correcta y colgando delante de mi nariz la zanahoria adecuada, —cual percherón amansado—,
puedo convertirme en el marido y ser más tolerante, especialmente si aliciente
de carnada que usa ella para ponerme enfrente y que yo pique, trae aparejada en
su anzuelo la promesa del sexo.
Sexo o cualquier clase de morbo sensual, que para el caso en ese momento
sentía yo que ya había tardado bastante tiempo en volver a presentarse, o al
menos había sucedido sin que yo llegara a enterarme.
***
Luego de algunos instantes que
transcurrieron sobre nuestra mesa en silencio, acudió el joven mesero a tomar nuestras órdenes y
recoger los elegantemente sobrios menús.
Retirando de enfrente de ella el escudo tras el cual había estado
esquivando mi vista.
“Bueno, por lo menos así ya no tendrás como esconderte y no habrá donde
te escondas para tener que decirme y soltar toda la sopa…” ‑ Pensé para mis adentros por un breve momento
que sin más pasó delante de mí sin que ella se inmutara o mostrara ninguna
señal de querer continuar con la explicación que yo sabía que ella bien conocía
que yo ansiaba escuchar.
En vez de hacerlo o comentar nada más, la miré volteando ahora a
intentar distraerse a mirar dentro de su bolso de mano, por lo que sin poder ya
contenerme, y entendiendo que una vez más sería yo el que terminara cayendo,
opté por intentar preguntar y saber sin delatarme del todo.
—Bueno., ¿pero y entonces?...
— Quise evitar llamar por su nombre al amigo de mi mujer o
indicarle directamente si quería yo saber acerca de la relación de ella con él
o si se trataba del asunto de la inversión.
—¿Entonces?. ‑ Me devolvió la
pregunta actuando como si no tuviera ni la más mínima idea de lo que yo hablaba
o quisiera saber. Pasando apenas los
ojos cerca de mi mirada, antes de dirigirla hacia el distinguido moño que
adornaba y cubría de la sobre exposición la tentadora transparencia del frente
de su galante blusa de chifón color negro, debajo de cuyo material se
alcanzaban a distinguir claramente algunas de las florituras de encaje que
enaltecían la sensual confección del sujetador de media copa que usaba aquella
mañana.
…¿Entonces qué?., ¿de lo de la inversión o de hablarle a Romeo para
verlo y pedirle que vea si puede ayudarme para que te asesore?... ‑ Sin
apartar la vista de aquel punto en que parecía distraerse a verificar el estado que guardaba sobre su
blusa aquel moño, concedió aparentando
no dar importancia al asunto.
—Sí , ya sabes que sí… De eso…
— Solté primero la respuesta antes de conseguir la frialdad de poder ir poco
más lejos: — Tu amigo el del buen cuerpo según tú dices… ¿Crees que estaría interesado?‑
—¿Interesado?... ¿En qué?... — —
Retrucó contestando primero, antes de que yo pudiera decirle:
—Bueno., tú ya sabes— Ella bien
sabía a lo que quería referirme pero no iba a decirlo y venderme barata mi
propia derrota. Estaba yo ya casi caído
y ella disfrutando mi desventaja., por lo que continuó:
… No, no sé. ¿En ayudarnos o abrirnos una cuenta en la casa de bolsa y
trasladar allí tu dinero? — Buscó devolver la pelota hacia mi lado de la cancha
con un fuerte spin que me hizo casi imposible contener un suspiro que apenas conseguí
guardar dentro de mi persona antes de que continuara su fulminante ofensiva.
¿Eso?., ¿ En tener una cita o
volver a estar conmigo si lo llamo y lo busco?‑
—Bueno sí, eso también. ¿Crees
que él quisiera? — Comenzaba a resultarme confuso poner las
respuestas en las preguntas precisas. Y
así algo turbado de estar siendo enredado y llevado a sostener aquel tipo de
pláticas en un lugar tan público y rodeado de gente que —aunque atenta a sus
cosas —, bien pudiera llegara a escucharnos.
De cualquier manera que fuera, el asunto del que habláramos era algo
delicado., por lo que me acerqué un poco hacia ella y en voz baja le dije:
—Sabes a que me refiero aparte de lo del dinero… ¿Quisieras volver a
verlo?... ‑ terminé preguntando antes
pasar saliva y atreverme a sugerir: —Y
bueno., no sé… No sé. ¿Tal vez tener
una cita con él?...
—Ay Lonsi… ¿Qué clase de
preguntas me haces?... ¿ Que a ti tu mami nunca te enseñó que hay
cosas que un hombre nunca debe de preguntarle a una dama y mucho menos si esta
es una señora casada y su esposa…
— Comenzó a devolverme con aquel
cuestionamiento que llegó hacia mis oídos mientras ella cerraba un poco más el
espacio que nos separaba de frente sobre la mesa y aquellas copas con rodajas
de lima sumergidas dentro de la cristalina agua que dispusiera el mesero desde que se presentó a nuestro arribo.
Dime Papito., ¿estás pidiéndome que vuelva a verlo y tal vez tenga algo
más que una cita con él?— La tremenda pregunta vino hacía mí envuelta en un
tono de pretendida incredulidad ante la cual ella fingía sorprenderse de que yo
fuera capaz de proponerle semejante tipo de insinuaciones.
—Bueno, no. Yo no he dicho nada
de eso— Bajando otro poco la voz para
no ser escuchado por el par de ejecutivos que en sus costosos trajes oscuros se
hallaban sentados a la mesa de al lado., y enredado en su juego intenté
defenderme de aquel sin sentido que ni siquiera había yo provocado
inicialmente, aunque de todas formas lo
hice.
…Dime Alonso. ¿ De verdad
querías que lo viera y si puede ayudarnos, de alguna forma yo se lo agradeciera
de alguna otra manera más adelante?.—
Se agolpó en mis oídos indecorosa pregunta que por unos breves instantes
pensé que estallaría en mi consciencia, cuando a ésta sumó la fulminante
ignominia.
—Te lo pregunto porque ya lo hice… —
Me dejó helado y de seguro hubiera tartamudeado si en ese momento
hubiese tratado de decir algo.
…Dos veces, si quieres que sea precisa y te cuente como cuando luego me
preguntas sobre las cosas que hice o con quienes salía cuando no nos veíamos y
que tú no conoces. — La innecesaria
aclaración casi provoca que se me zafara la quijada y fuera a caer hasta el
plato que tenía situado justo debajo de mí.
—P-p-e- ro… ¿Tú y él?... ¿Federico?...
— Hecho un manojo de nervios y
efectivamente tartamudeando al principio,
por fin pude tratar de articular una especie de inconexa pregunta.
—Bueno., por supuesto que Federico no sabe. Ni mucho menos que… Bueno., tú sabes… — Parecía estar a punto de confesar cuando junto
con su ayudante el enchaquetado mesero volvió con nuestros pedidos.
—Sí… Eso que te imaginas… Y ya lo vi dos veces y quedé de llamarle hoy
si a ti te interesaba que nos diera una
cita.— Encubriendo sus palabras con
una enigmática sonrisa terminó de decirme, sabiendo perfectamente que poco o
más bien nada me atrevería yo a reclamar, ni mucho menos levantar la voz o
armar ninguna especie de escándalo en el restaurante. Menos aún con el mesero ya justo a mi lado.
—¿Ves cómo siempre estoy atenta a lo que sé que te gusta o necesitas
que yo haga por ti?— fue todavía más
lejos mientras el mesero nos presentaba nuestros platillos.
Mi esposa., mi Verónica estaba matándome de a poco, segundo a segundo
clavando pequeñas dagas que se hundían hasta lo más dentro de mi amancebada
figura de hombre cada vez más alejado de la conducta que cualquier otro varón
aprende desde pequeño que siempre debería conservar para mantener vigente su
hombría ante los demás.
Luego de aquellas finales palabras , en cuanto el modoso empleado se
apartó de nuestra mesa, dejándonos solos para que comiéramos., Verónica se concentró en seleccionar cada
pequeño bocado que llevaba a sus labios
para comer. Mientras ella lo hacía, yo
por mi parte para tales instantes tenía verdaderos problemas para comer lo que
fuera que hubiera ordenado y que tenía ahora servido en mi plato sobre el cual
había perdido todo posible interés.
En momentos así es que siempre forcejeo en entre batallas internas entre
la frustrante ansiedad de mis emociones. Por una parte mi instinto de hombre ya mayor al que
habitualmente la gente respeta y hace valer su palabra, de pronto se contrapone
con aquella actitud de quinceañero inseguro al que pareciera que todos pudieran
pasar por encima sin reparo ni condiciones.
Y que dado el caso, habiendo tenido la buena fortuna de que la más bella
y perseguida muchacha le hubiera hecho
caso, ahora se debatía entre imponer su propia dignidad como humano, o con tal
de permanecer a su lado tener que dejar pasar de largo las actitudes de
princesa que se sabe deseada por otros partidos quizás más respetables o
llamativos y confiados de si mismos.
Asumiendo desde hacía ya algún tiempo que parte de mi conflicto
respecto al sexo y mi tolerancia hacia situaciones poco convencionales, se
debía en gran parte a la angustia misma que se deriva de éstas al sentir el
agridulce sabor de sentirme afrentado por una persona que en principio debería
entenderse que por contrato tácito tanto como verbal o hasta escrito debería de
deberse exclusivamente a mí, a mis besos, a mi persona, caricias, y todo
aquello demás que envuelve el saber que es la pareja de uno, y sin embargo de
alguna u otra manera en prácticamente todas mis relaciones había yo propiciado
que acabaran regalándole a otros aquellos encantos y sus pensamientos más
encendidos.
En pocas palabras, y desde hacía algún tiempo había yo comprendido que
a lo que a mí me obsesionaba eran la infidelidad, algo de la inseguridad, y los
celos morbosos que frecuentemente de ésta derivan.
Mientras que por otra parte y dado el orden de las cosas que la
relación con mi esposa ahora tenía luego de nuestro regreso, en el que se había establecido aquel estado de excepción y unilateral
tolerancia en la que yo respetaba aspectos de su vida privada y frecuentemente
íntima, en la que me limitaba más que nada a suponer cosas que a veces podían
ser o no ser ciertas, sin pasar de meras conjeturas que yo sacaba, y dándole el
espació que habíamos delimitado tanto con el hecho de conservar su departamento
como el no inmiscuirme más que en los asuntos que quisiera compartir de sus
relaciones, tanto laborales como personales
o emocionales que ella pudiera tener con la gente que conocía., esto no
era siempre algo fácil con lo que tener que lidiar sin caer en recurrentes
momentos de angustia apenas si controlada.
Cuestión que pese a todo ocurría y ocurre en esos momentos como el que
estaba viviendo en aquellos instantes al tener que tomar el rol de marido
subordinado a sus antojos y necesidades.
Teniendo que aplacar mi natural ego que junto con las ansias de querer
aclarar ciertos puntos y saber más acerca de las cosas que hacía, se conflictúa
y confronta dentro de mí. Especialmente
cuando se dan situaciones en las que de pronto creyendo ya haberlo visto y
sabido todo acerca de mi mujer, de repente surgen de su boca la existencia de
algún nuevo personaje al que sin conocerlo siquiera yo en persona, o de ninguna
otra forma, para repentinamente tener que incluirlo en mi lista de posibles
nuevos romances o galanes que se interesan por ella, y de acuerdo a lo que
ahora sé que la madre de mi hijo es capaz de llegar a hacer en esta etapa de
nuestras vidas, probablemente haya conseguido ser algo más que un conocido, e
incluso llegado a conocerla más íntimamente o ser invitado a pasar a su
departamento, y no necesariamente nada más a tomarse un café, antes de
extenderle la hospitalidad y ofrecerle a que pase la noche en el sitio, aunque
supongo yo que para hacer algo más que dormir, mientras que en nuestra casa yo quedo al cuidado de nuestro
hijo.
***
Así las cosas, sumido ahora más en aquel tipo de tribulaciones, más que
andar considerando la mejor opción para hacer rendir nuestro fondo de
inversión, casi sin darme cuenta ni de cómo fue que mi plato de a poco fue
quedando vacío hasta que termine de comer, y sin haber comentado más acerca del
tema durante nuestro desayuno, cuando finalmente dispuse mi servilleta sobre el
mantel, me di cuenta de que con la tensión que se había suscitado entre ambos,
de parte de ella no se diría más nada a menos que me intentara yo preguntarle.
—Bueno., ¿y entonces?... ¿Es eso
todo lo que vas a contarme de este Asesor, Señor Mister Musculoso que ahora
aparte de todo resulta que puede ayudarnos a que no pierda yo tanto dinero con
el tipo de cambio de y transferir mi dinero a su Casa de Bolsa?— Pregunté en tono sobrio y sereno.
—Pero, ¿es que qué más quieres saber? — Contestó ella igual de serena, luego de
bajar la taza hacia el lustroso platito y saborearse solemnemente el trago de
la aromática bebida.
…¡Está riquísimo!— Externó en
voz alta y audible para los de la mesa cercana, antes de acotar:
El café., estoy hablando del
café, no vayas a empezar a pensar o creer que te hablo de otra cosa.—
Añadiendo enseguida: —Digo, te
aclaró porque luego tú empiezas a inventarme cosas que yo no he dicho y me
andas colgando santitos que yo ni conozco…
—Sí, tú ya sabes… De seguro
nunca pasa nada contigo, por eso es que ya cuando estamos juntos yo mejor ya ni hablo para que
no vaya yo a ser el inoportuno marido que incomoda a su esposa cuando le llaman
sus pretendientes, novios o amigos.
— Un tanto exasperado por su
negativa a definirme si en verdad que éste nuevo individuo del que ahora ella insistía
en haberme contado antes de él, acaso era que se tratara de una relación de
meros negocios, o si aun siendo amigo del mentado Federico, había tenido cosas
que ver ya con ella…
Siendo que a veces uno de los aspectos mas delicados conque uno puede
llegar a toparse al conocer a novios, ex novios, primos lejanos, amigos de los
“primos lejanos”, y viejos amigos de una mujer., es el de saber cómo plantearse
ante tales personas que por lo general, —y máxime si esa mujer es la novia o
esposa de uno— , tienden a comportarse de formas un tanto despóticas o burlonas
hacia nosotros, los que ellos regularmente suponen que somos los cándidos
“afectados” que como habitualmente sucede en nuestras costumbres latinas, ni
nos imaginamos la “historia” que ellos puedan haber tenido con ellas. Y no
queriendo yo necesariamente caer en tal papelote, muy aparte de cuestiones
lúdicas quería yo identificar bajo que circunstancia era que él había tratado
antes con mi mujer, y cual tendría que ser mi actitud hacia su persona dado el
momento que efectivamente llegara yo a conocerlo.
—Tú no te apures… Que si hubiera
algo que no conviniera o yo necesite que sepas ya te lo hubiera dicho o ten por
seguro que yo te lo aviso luego de que hable con él…— Aclaró aparentemente ya fuera de juegos.
—Es como lo de aquel sueño que me contaste hace tiempo… Tú ya sabes, el de que pudiera yo llegar a
quedar embarazada de otro…— No terminó
de decir cuando notó como me ruborizaba delante de ella hasta quedar cual
semáforo encendido en color rojo y con la mirada le suplicaba que dejara el
asunto callado o al menos no lo dijera ante el resto de los comensales.
—¿Pero, y eso que tiene que ver con lo otro, Verónica?— Sobrecogido de
que trajera aquel tema a la mesa, de forma tan intempestiva , en esta ocasión
me resultó tal la alarma que me fue imposible no reaccionar.
—No, bueno, no-., no tiene nada que ver, pero cuando me lo dijiste
entendí que para ti ese asunto y lo que te provocaba para ti era algo
importante… Aunque sólo había sido una
fantasía, un sueño o algo que te apuraba antes de que volviéramos, entiendo que
la idea aún anda por ahí dándote vueltas allí dentro de esa cabeza rara que
tienes., pero finalmente entendimos que queramos o no tenemos ya un hijo aparte
de todo y por eso es que hoy estamos aquí atendiendo estos asuntos de tú dinero
y tal vez del mío…— Buscó hacerse
entender, aunque yo no creía poder entender claramente que tenía que ver una
cosa con otra.
Sí/ , todo aquello era cierto., “mea
culpa”… ¿Pero?... ¿Y ahora, que
tenía que ver con que me dijera que me pondría sobre aviso acerca de éste
sujeto? ‑ Quería yo entender.
—Bueno el caso es que tú no te apures, déjame ver qué cosa hago yo, por
si acaso me dice que no llegamos al monto que ya te han dicho en otras casas o
el banco que ahora por fuerza requieren para seguir considerando como buenos
prospectos tus fondos… — Acortó antes de
conceder:
—Lo otro de lo de tu sueño, es que él otro día me acordé y estaba
pensándolo cuando me revolví.— Al fin concluyó antes de pedirme que solicitara
la cuenta.
… Ya, hay que apurarnos que yo tengo unas citas que atender para lo del
negocio aquel que te comentaba que me ofrecieron entrar.— Me comentó en lo que el solícito mesero tomara
la carpetita con mi tarjeta de servicios.
—¿Te molesta si voy pidiendo mi carro? — Preguntó levantándose de la mesa antes de
acercarse hacia mí y darme en la mejilla un beso afectuoso.
—¿Vas a regresar a la casa a continuar escribiendo?., ¿ o te vas a ir
de paseo a ver que encuentras ahora para comprarte antes de que empiece la
temporada?...— Me pregunto enderezándose delante de mí apenas por un breve
momento antes de tomar de la mesa su bolso y girando sobre sus altos tacones,
disponerse a salir.
—Te llamo más tarde para ver que me dijo o te cuenta ya luego en la
noche — Sin darme tiempo siquiera para
contestar a la primera de sus preguntas, terminó de despedirse de mí y comenzó
a andar rumbo a la salida.
Al avanzar sobre el elegante salón de toque post- modernista, noté como
al verla pasar cerca, varios de los comensales volteaban la vista hacia
donde por donde ella pisaba, algunos de
ellos gustosos de haberla visto primero y notar tanto donaire acompañándola.,
sin perder el detalle con los ojos atentos para cuando les diera la espalda,
mientras que otros, atraídos por el inconfundible sonido que producen los
llamativos tacones de cualquier bella mujer al picar con sus tapas sobre el
piso que pisa, y que en este caso por donde ella pasaba era de fina duela
pulida cuando sumándose a los primeros e incluso alguna que otra señora que
bien a bien , parecían no saber si criticarla con sus amigas o francamente
envidiarla por el palmito que se lucía mi esposa sobre aquellos zapatos de
discretas plataformas, lustrosas suelas color cardenal enteramente a la moda, y
mostrando poco más hacia arriba de estos, buena parte de sus torneadísimas
piernas que abruptamente desaparecían justo bajo el corto dobladillo de la ajustada faldita color negro que llevaba Verónica
puesta aquella mañana.
“Sí”… — Dije para mis adentros, mientras unido al
grupo de deleitados pero discretos mirones,también observaba el modo en que la
ajustada costura de la falda de aquella señora a la que casi todos miraban,
parecía no tener más material donde poder esconder las prometedoras redondeces de
sus glúteos maduros que parecían ir ofreciéndose ante la vista de todo aquel
que quisiera admirarlos e imaginar –seguramente- como lucirían en otra forma y
bajo diferentes circunstancias, quizás hasta sin ropa o, —por decirlo de alguna
manera sutil—, apenas vestidos con una de esas diminutas tangas que de un
tiempo a la fecha, — y aún pese a mí
mismo—y en determinado momento haber dicho que no le gustaban por molestas y
descaradas, de un tiempo a la fecha, a
mi mujer por alguna otra razón, parecían no resultarle tan insultantes e
incómodas de llevar puestas y menos, tan a menudo.
“Una señora decente, casada y
con hijos, ya no está para andar exhibiéndose y provocando que todo mundo
quiera mirarla y ofreciéndose a llevarla a la cama” — Según recordaba ella me había dicho en una
ocasión al respecto. Pensé para mis adentros mientras la veía
caminar, y sin poder evitar que el repaso de aquellas palabras trajera a mi
mente varias visiones entre las cuales la imaginé en la cama de nuestra
habitación o en la suya, postrada sobre las sábanas blancas, ataviada
únicamente con sus altos tacones y una de aquellas exiguas tanguitas, mientras
que ella consciente del espectáculo que regalaba con tan incitante exhibición,
volteaba a mirar hacia una cámara imaginaria o los enardecidos anónimos ojos de algún, “alguien” ante quien ella posaba para que la mirara y
gozara tan suculento deleite.
—Sí, aquella era mi esposa —., y que aunque no en una sino en muchas y
muy diferentes maneras ya no era la misma con la que todos nuestros familiares
y amigos me habían visto casarme, quizás era
ahora una mujer más completa que habiendo crecido aún durante nuestra
separación, ahora no sólo lucía más radiante, insinuante, misteriosa y
compleja. Y en suma, aparte de todo, esa encantadora y madura criatura a la que
todos miraban, era ahora una señora que había aprendido a tocarme por nota y
tal como me quería, desde un principio en nuestra relación, tenerme a su antojo,
haciéndome a veces sentir como si fuera ella un experta en el arte de tenerme
como la cuerda de una raqueta, siempre en el punto más alto de la tensión, pero
sin que llegara yo a reventarme ni ceder en el encordado.
* * *
pregunta es una reedición?
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