Nota

Te recordamos que las aportaciones incluidas en este blog son propiedad intelectual de sus creadores y estan registradas, por lo que su uso o publicación previamente no consentida constituye una violación a los derechos de autor internacionales vigentes. Antes de "Tomarlas Prestadas" sin aviso te agradeceremos contactarnos si requieres su uso.

sábado, 23 de abril de 2011

Un poco ayuda humanitaria 2

Sorprendentemente incluso para el propio que después de ver que el renuente muchacho aceptara asistir  al día siguiente para entrevistarse con el gerente de recursos humanos,  René  consiguió una oferta para realizar trabajos eventuales para la empresa, mismos que aun con su aspecto desaliñado y sin alejarlo de la escuela podía ejecutar por las tardes y alguno que otro fin de semana,  y para no terminar las sorpresas aun el jovencito luego de un par de semanas le agradeció la oportunidad que le había conseguido de reformarse, asegurándole que no lo defraudaría.  Y así una quincena después la tensión en el exclusivo vecindario comenzó a disminuir cuando un día por la tarde el protegido de sus vecinos le comentó que el supervisor le había dicho que el Señor Corcuera en persona le había solicitado que le dijera que esperaba verlo en su oficina para comentar algunos aspectos del proyecto en el que trabajaban, y sin querer molestarlo con una llamada su celular no le quedó más remedio que ponerse a revisar algunos reportes atrasados mientras esperaba para ver de que se trataba lo que quería comentarle su jefe.

 
Pasaron los minutos, luego la hora, y finalmente cuando ya a eso de las siete treinta de la noche Ernesto por fin se dio cuenta que ni el Señor Corcuera volvía ni, a nadie aparte del guardia de seguridad  se encontraba ya en la oficina, supuso que seguramente el chico debía de haber malentendido la instrucción que le había dado, pasó a dejar una nota pegada en el monitor de la recepcionista para dejar constancia de que lo había estado esperando hasta casi las ocho.
Atravesando el trafico de aquellas horas recorrió el camino de vuelta molesto con el jovencito por todo el tiempo que lo había hecho perder lejos de casa, habiendo podido estar con su esposa y su hijo en vez de en su oficina esperando una reunión que nunca ocurrió.

…¿Qué pasa papi?.,  ¿Por qué no has llegado?.  ‑  Escuchó la voz de Hana que le contestaba cuando llamó para informarle que llegaría más tarde de lo que normalmente lo hacía.

‑Ay Jan… ¿Ya que cosa te digo?...     Éste menso me tuvo esperando a que el Señor Corcuera llegara‑   Comenzó a quejarse con su esposa antes de comentarle el motivo de su retraso y hacer un poco de plática y  acordar que ella se metería a la regadera para bañarse después de acostar al niño a dormirse.

‑Bueno sí,  yo creo que debo llegar más o menos dentro de media hora o poco más de cuarenta minutos…    Te veo más tarde cosita.    ‑  Se despidió para concentrarse en el camino y evitar mayores congestionamientos que lo entretuvieran.

Casi llegando a las nueve, las estilizadas manecillas iluminadas del reloj de su auto, por fin entró al residencial para dirigirse sobre los adoquines hacia la privada donde vivían, y tras apagar el motor del vehículo, en vez de meterlo hacia la cochera lo dejó aparcado a la entrada de la rampa para bajarse., pero cuando  se hallaba por entrar a la casa un ruido proviniendo del jardín trasero llamó su atención y lo movió a investigar de que se trataba.   Le parecía haber escuchado algo semejante a un resoplido.

Al acercarse hacia el punto del que suponía que provenían los sonidos y ver la luz del baño de su propio baño encendida pronto descubrió que se trataba del ruido que hacía el agua al caer dentro de la regadera y estaba por regresar hacia el área del frente cuando se dio cuenta que a través de los pequeños cristales traslucidos de la ventana se alcanzaba a apreciar la evocadora silueta del cuerpo de su mujer bañándose y se quedó a observar un poco más la encantadora escena que sin duda alguna su Jan, no suponía que estaba protagonizando en momento tan íntimo.    Y allí se mantuvo mirando hasta que de repente aquel sonido que lo había hecho ir a allá atrás volvió a escucharse del otro lado de la cerca de setos que delimitaba la casa de sus vecinos  por lo que alertado puso una rodilla en el pasto para investigar que o quien los causaba.

Tras buscar entre las sombras sin ningún resultado dirigió su vista hacia la ventana del cuarto que ocupaba el oscuro muchacho.   No más encontrarlo parado allí cerca del borde ésta, de inmediato entendió lo que había sucedido.   El muy taimado jovenzuelo, sin asomo de duda le había tendido una trampa que con la intención de poder espiar a su esposa lo mantuviera alejado de su domicilio por algún tiempo.

El negro se encontraba sin camisa, y con la luz que proviniendo desde la ventana del baño en que se duchaba su esposa también alumbraba el juvenil cuerpo del intrigante muchacho Ernesto pudo distinguir el musculoso y por demás sudoroso vientre marcado de René, quien con los pantalones bajados seguramente hasta las rodillas y lo que parecía un pequeño rebujo de tela traslucido se masturbaba mientras la observaba bañarse.

‑Oh Dios., ¡No!...   ¿Qué crees  haces estúpido negro?‑      Dominó el impulso de gritarle o ir a buscar a los putativos padres de la sabandija esa para que cargaran en contra de él y lo pusieran de patitas en la oficina de la embajada o migración, cuando algo que lo dejó por completo petrificado lo detuvo a la vez que casi lo hace exhalar pesadamente el aire contenido dentro de sus pulmones.

‑¡Madre de Dios!., ¿Qué es eso pinche negro?...   pareces un chango pero esa cosa es la de un burro…  ¡animal!‑    Quedó atónito al observar el descomunal falo que el muchacho empuñaba en la mano.

Aquello que Ernesto observaba no parecía de naturaleza humana en manera ninguna.   El tamaño de aquella lanza debía de exceder, y con mucho,  los veinte y tantos o treinta centímetros de carne y era tan ancho como el más grueso salchichón de pepperoni que hubiera visto en su vida.  Bajo la tenue luz que bañaba al muchacho lucía tan reluciente y oscuro como el dueño de este.,  solo que a diferencia de aquellas delicatesen  que vendían en las salchichonerías éste aparecía húmedo y cubierto de amenazantes venas que aun a la distancia atestiguaban que se trataba de carne llena de vida  pulsante.  Y en verdad era tan grande que lejos de comparaciones que podían ser imprecisas, al menos el muchacho  aun usando ambas manos para frotar con ellas su concupiscente pasión dejaba escapar fuera del alcance de los puños  la enorme cabeza con forma de hongo que coronaba su miembro.

…  ¡Aaghh!.    Aeerrgghaghh…  Ouddghhhh…   ¡Si Puta!...   Tómalos…    ¡Tómalos todos!  toma mis moocos  oooghhh…‑     De repente  lo escuchó gruñir al momento que el impetuoso muchacho de color explotaba por todas partes  ante la visión de su esposa.  Parecía estar vaciándose por completo en oleadas de semen que no cesaban hasta que súbitamente un ruido proviniendo del interior de la propia casa en que habitaba lo hizo retirarse de la ventana y desaparecer de la sorprendida vista del confundido marido.

* * *

Cuando luego de presenciar el deleznable acto y ver que así como el indecente muchacho se había ido a atender otros asuntos que no delataran la ilícita naturaleza del acto que había cometido, de la traslucida pantalla de vidrios y plomo sobre la que durante el insospechado espectáculo había estado proyectándose y regalándole a éste la sombra del obsequioso cuerpo de su querida esposa, después de unos instantes más que permaneció siendo visible la oscura silueta de Hana se desvanecía por completo, y convenciéndose de que nada mas ocurriría Ernesto  finalmente se decidió a entrar a la casa.

Aparte de contrariado por la reprobable conducta del que ahora ante  los ojos del Señor Corcuera era su joven pupilo., repasando en la cabeza lo que acababa de presenciar y las probables palaras con las que el muy estúpido se excusaría si llegaba a enfrentarlo.

 “No, tú no entiendes Señor Ernesto”…     “No hacía nada malo., ustedes me han ayudado”...  “ Yo René lo respeto a ti y tu esposa Señora Jan”…‑    En su cabeza repasaba las torpes palabras que seguramente  usaría el primitivo e inculto inmigrante.

¡Vaya un estúpido!…‑  Concluyó para sí cuando decidió no decirle nada sobre lo sucedido a Hana para no ocasionar que se mortificara al saber lo que había visto hacer al muchacho mientras ella tomaba su baño o él mismo tener que justificarse al explicar el porque de la repentina e inusual erección que dentro de los ajustados pantaloncillos le incomodaba al andar.

* * *

…¿Tiene minuto Señor Neto?‑   Al día siguiente del bizarro incidente Ernesto se hallaba distraído en su escritorio intentando que dilucidar que hacer al respecto de lo ocurrido cuando de repente la curiosa manera de hablar del expatriado lo hizo volver a la realidad.

‑Bueno, ando algo ocupado en este momento‑   Mintió tratando de evadir al ya no sólo chocante muchacho.

…Es que quería yo pedir una disculpa.    Perdón por ayer…  Creo que equivoque el día.‑   Sonrisa dibujada en el oscuro rostro insistió en pedir que lo disculpara.

Si hombre.,  no te apures René…   Pero sólo te pido que no vuelva a ocurrir…   No fue nada gracioso.‑   Contestó Ernesto, concediendo el escaso asomo de duda que le quedaba para no pensar que el muchacho había planeado toda la confusión.

…Si, gracias Ernesto.  ‑   Ahora dejó de conducirse hacia él con la propiedad adecuada sin emplear apelativo ninguno antes de lanzarse a exponerle:

‑Pero bueno ya que yo estoy aquí, quiero decirle que quiero agradecer y hacer correcciones porque tú sabes., he sido malo…   En especial con tu esposa…   Tú sabes., cosas que le he yo dicho a ella o hablado o hecho con ella‑   Con la confusa gramática le resultaba difícil a Ernesto seguir el orden de las ideas del muchacho cuando lo interrumpió para que dejara de hablar de forma tan errática.

‑Bueno, si es ese el caso, creo que lo primero que deberías de hacer es sólo mostrar tu buen lado y aparte de no comportarte como lo has hecho., no ser tan falso e hipócrita mentiroso…  Que yo sé lo que has hecho…   ¿ O que?...  ¿Piensas que también soy un menos como los Méndez que te protegen sin importar las cochinadas que hagas?‑  Estalló Ernesto.

…¡Oh si!.  Está  bien si tú Ernesto quiere que se los diga, está bien…  No veo porque tú te enojas conmigo ‑   Con gesto de molestia le respondió el muchacho  antes de voltear a ver que nadie los estuviera escuchando y  surgir con el inesperado señalamiento:

‑ ¡Te dije que te quedaras porque sabía que la señora Jan iba a estar sola!...   Yo sólo quería ver los melones enormes que tiene y los pelitos negros que tiene allí en medio en su bollito…   ¿Pero que tiene de malo eso?...   A ella también le gusta que se lo vea cuando se baña., y a tú también te gustó que yo te la vea y sabes que te vi viéndome que la veía…   A ustedes los blancos todos les gusta que veamos a sus esposas y les hagamos cosas con ellas…   ¡Yo no soy malo por eso!….  ‑  Al terminar de decirle estaba sonriendo en actitud de confrontación que duró hasta que sin dar tiempo para que el sorprendido marido se repusiera del tremendo impacto que le había ocasionado el mentecato muchacho, éste le asestara otro golpe que lo dejó boquiabierto.

‑¡Te vi que me viste que me jalaba el camote mientras veía a Jan cuando llegaste!…   ¡Esta cosota que tengo para darle a las mamás , las niñas y las esposas de los esposos  que me lo pidan!…   Mi Palote negro  o camote duro enmielado como  aquí ustedes le dicen.

‑Ehr… ¿Tú?...   ¡Sí , yo te vi!...  Pero no… ‑    De pronto, Ernesto pareció quedarse sin palabras al ser confrontado con los hechos por el muchacho.

‑No, no te preocupes…   Es un secreto…   No voy a decirle yo a Jan que te gusta ver cuando la ven desvestirse y bañarse…  Mejor la dejaré que ella vea lo que tengo aquí para ella. ‑    Con risa sarcástica  siguió de largo con el inmoderado ataque hacia la consciencia del sobrecogido marido que como si las pupilas fueran a quemársele por los rayos del sol o un hierro más candente  que los celos e incomodidad angustiosa que le produjo voltear a ver hacia el pronunciado paquete que se formaba dentro de los pantalones del intemperante jovencito., lo mas pronto que pudo se obligó a apartar la vista de aquel sitio.   Pero el muchacho aun no terminaba de hablar:

‑ No te enojes Señor Neto…   René les agradece lo que me han ayudado usted y tu esposa, pero tú sabes que antes de que me la voy a coger con ésta.  ¿No es cierto Señor Ernesto?...

En verdad que Ernesto no entendía los alcances que el muchacho podía llegar a tener.   Sintiendo como si dentro de un tubo en el que él se hallara sumergiéndose hacia un remolino que le impedía entender con claridad,  aquella conversación pudiera únicamente estarse dando por algún curioso desencuentro cultural e idiomático., pero shocekado intento salir a la defensiva. 

‑No René…  Eso si te aseguro que no creo que pueda ocurrir… ¿Qué ya te estás metiendo con drogas?... ‑   Se forzó a decirle con voz que aunque pretendió sonar convencida y firme de lo que decía,  resultó temblorosa e insegura.

‑No, claro que no., tú sabes que no…     Pero de lo otro yo sé que sabes que sí.    Hasta yo creo que tú mismo me ayudaras a meterme en sus pequeños calzones de Jan y te gustara ver como se lo hago…  René te apuesta  que ayer en la te acostaste en tu cama pensando en tu esposa con mi cosa clavada adentro de ella…     Humm…  No más de pensar en ella y su pancita delgada….   Me muero por  clavarle la macana allí dentro y ver que caras hace cuando la sienta…‑  Como si estuviese leyendo un script profirió obscenidad una tras  otra.

‑ ¡¿E- estás lo-o-co o que cosa te p-asa?!‑    Tartamudeó Ernesto, incrédulo de la sarta de bajezas que acababa de escucharle decir a aquel jovenzuelo.

…!Vamos hombre!,  ¿Qué te espanta?...  ¡¿No has visto el cuerpecito pequeño que tiene el bombón ese?!...   No me digas que piensas tú que le es suficiente con lo que le puedas dar a su bollito…‑  El muchacho no se retractó de lo dicho y encima echó más leña hacia el fuego.    – Cuando René se la clave, se la va a clavar bien bonito…  Sólo que no sé cuando que ese gatito que tiene entre sus piernas sienta lo que es tener un camote negro y grandote y se estire hasta ya no poder…    Ya verás tú que yo aquí tengo lo que la chinita necesita., y la trataré tan rico con esto que pedirá más…‑ Lo atosigó al cada vez más sorprendido marido, antes de hacer un aspaviento con la mano, juntando sus negros dedos índice y pulgar, en señal del pequeño tamaño que calculaba que el atolondrado marido tendría en aquella área de su anatomía.

Ernesto quería pararse de su sillón para ir a reventarle la cara al muchacho y borrar de una vez y por todas aquel gesto de baboso engreído que tenía el muchacho, cuando de repente por el pasillo observó que se acercaba la grácil figura de Hana quien sin avisarlo había ido a visitarlo para comer en el peor momento de todos.

‑ Hola René…  ¿Qué haces aquí?...  ¿Cómo va todo?...   – Le saludó al muchacho sin imaginar de lo que habían estado hablando antes de que llegara y también saludara con un beso al aturdido Ernesto que simplemente no podía recuperarse de la osadía que acababa de presenciar viniendo de los negros labios de aquel individuo.

Continuará...

No hay comentarios:

Publicar un comentario