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jueves, 29 de enero de 2015

Putas o Prostitutas... La historia – no oficial – de ¿Una mala Palabra?...




La historia – no oficial – de ¿Una mala Palabra?...


Recientemente que conversaba con un conocido, salió el tema de las infidelidades, de las supuestas “malas” aunque adorables mujeres, que a decir de él, al comentarle acerca de cierta persona cercana a mí que estando casada se había liado sexualmente con el Jefe de su Oficina, y sin afán de ofender a nadie, le dije a este amigo, que entonces ella se había convertido en una Puta. Él posteriormente me preguntó si eso era tan definitivo como Yo se lo decía.

Pretendiendo excusar: ‑ Bueno, sí, ya me dijiste que empezó a tener relaciones con su Jefe, pero ¿por qué lo de Puta?...‑

Entonces fue que le pregunté: bueno Tú sabes que digo esto sin verdadero afán de agravio o insulto, pero ¿Qué acaso no se entiende, que si ella está casada o así fuese tan sólo comprometida o en medio de una relación amorosa con otro a quien –sabiéndolo éste o no‑ ella no tuviera como único amante, y ajena a esa relación alternase sexualmente también con otro u otros, se entendería que en realidad es una Puta?.

A esto, “el amigo” dijo no estar de acuerdo pues según su entender, ser Puta era algo así como prostituirse; e incluso, me dijo que de acuerdo a algún supuesto diccionario, cuyo nombre no precisó, pero asumo que podría haber sido hasta el de la RAE, Puta es la mujer que se prostituye, y estando él de acuerdo con tal acepción, la palabra Puta era una especie de apocope de Prostituta. Quedando entonces así según él Prostituta – Puta.

Salté entonces y le dije, que tal aseveración era un error, pues aunque existan vasos comunicantes entre lo uno y lo otro, asegurar eso era como aquello que -hace no mucho- estuvo de moda cercano al surgimiento de Windows y sus iconos, y que siendo uno joven, trataba de comprender el concepto “icono” por resultarnos completamente inusual utilizar la palabra en el contexto cibernético, y leí en diccionarios que:

Un icono es una representación gráfica.  Muy usado en representaciones religiosas del cristianismo ortodoxo; principalmente en la Rusia zarista. Un icono es una imagen, mas no toda imagen es un icono.

Ahora, en un mundo tan icónico, todo nos es muy claro, pero en ese entonces, a finales de la década de 1980, resultaba algo confuso para comprender, así, a primer golpe. Tanto como que ser Prostituta no es lo mismo que ser toda una Puta; ni una Puta necesariamente es una Prostituta.

* * *

Me explico:

Desde niño, cuando durante las vacaciones escolares, iba uno descubriendo el encantador mundo del pariente pobre de la literatura, llamado pornografía, con diccionario justo al lado de uno, para no quedarse con dudas y “colorear” bien las imágenes mentales que iban surgiendo a cada palabra leída, me encontré con la que a la postre considero, amén de bella, que es una de las palabras más emblemáticas en nuestro idioma.  Había descubierto la misteriosísima palabra: Puta.

Decía el diccionario, -y esto lo juro- que entre otras cosas, una Puta era una mujer perteneciente a un cierto culto que la hacía Puta, como si fuera una congregación o algo así. Que ya después entendería y terminaría asimilando a las vestales, aunque tampoco sea correcto tal uso o asociación.

Pasaron así pues los años Yo leía con mi diccionario Sopena al lado, todo de color anaranjado con su filo blanco con la “S” de su logotipo; conocí ya luego a mi primer novia, debo aclarar, a mi primer verdadera novia, Cristina – o Christianne pare ser más acorde con sus orígenes; si hablo de verdadera, también debo rememorar su verdadero nombre –, junto con quien hice el primer manuscrito, pretendidamente erótico o pornográfico; se incluían las infidelidades y peripecias en las que  involuntariamente se veía inmiscuida la protagonista de tal ocasión, llamada Marianne.  Luego de Christianne vinieron otras novias, ‑ algunas de ellas muy importantes también‑; y otras cuyos nombres por desagradecido olvidé; y otros, por fortuna.

Aunque todas o casi todas ellas teniendo en común el ser imborrables en mis recuerdos.  Así, he sido un hombre más o menos común, hasta que me casé, y de pronto, empecé a reunirme con mis “raíces” y gustos literarios, lo que me hizo volver a escribir y ahora a dibujar -también- acerca de los asuntos que reconozco como meramente sicalípticos o al menos incitantes hacia la sensualidad.

Y me re-topé, con la dichosa palabra aquella, la que nunca abandonó mis neuronas. Sólo que en esta ocasión, ya con más juicio e idea de cómo o por dónde buscar, lo que heredé o aprendí de mi madre: la forma de investigar o iniciar un texto. Esta vez, me decidí a llegar un poco más lejos en la posible reivindicación de este tan interesante vocablo.

* * *

Las Putas:

Decirle Puta a una mujer, especialmente cuando se sabe o se entiende que difícilmente lo sea, a modo de insulto, es todo un agravio de mil formas. Es sumirla o relegarla a la escala de lo marginal e indebido; tacharla pues, de mujer prohibida o casi maldita.

Esto es así, pues aunque nos consideremos “modernos” (Toooooda otra palabra a considerar, así como la de “romántico” tan en indebido uso aún en estos días), resulta que mientras la sexualidad del hombre no cae en compromisos de esta índole, a la fecha, la sexualidad de la mujer “decente” o “bien vista”, se supondría, en el misógino idealismo de machos, debiera reservarse únicamente para fines reproductivos.

De tal manera, para eso son las novias, prometidas y esposas; para casarse y tener hijos; mientras que las Putas, son mero objeto de deseo y complacencia, solamente receptáculo de las pasiones viriles.    Así pues, y obviando aclaraciones tanto psicológicas como culturales y más aún, las religiosas, se entiende meramente que derivado de nuestro actual, ‑ y cada vez más amenazado y endeble‑ sistema patriarcal y machista, las madres, hijas, hermanas o parejas de “Uno”, se pretenden virtuosas y honorables; mientras que, aunque –habitualmente‑ a las Putas no se les quiere como parejas o ser relacionados con ellas emocionalmente, y la supuesta separación entre ambos “estratos o tipos de mujer”, es tajante, a las Putas sólo se les acostumbra ver como desahogo de la instintos sexuales masculinos, con las cuales tener sexo sin fines de procreación. Y es la Puta a su vez, el chivo expiatorio de nuestro sistema social-cultural.  

Así pues, cuando se insulta a una dama o una mujer sencilla llamándole de tal manera, lo que en realidad se hace es querer desahogarse uno mismo llamándola depositaria de nuestros propios instintos que buscan corromper el pretendido orden social y “buenas enseñanzas” dadas tanto en el colegio como en nuestras propias casas.  Pues lo que se supone también vemos en ellas es producto de los mismos temores de nuestro subconsciente.  Por lo general, si es que ella lo es, esto sería porque no nosotros también de una u otra manera necesitamos percibirla de tal forma, con urgencia por conservar un balance.

Alguien a quien sin querer robarle la idea, pero habiéndome gustado su dicho, cito aquí lo que alguna vez escribió:

Aquel que se mira en una Puta, cree que lo que ve en la superficie, es otra persona, cuando en realidad es que es él ‑o ella‑, misma a quien ve…


¿Pero de  dónde surge esto?...

* * *

Las Budzas:

Leyendo, buscando y queriendo reafirmar el conocimiento de algunas cosas o conceptos, muchos de los cuales daba por sentados, encontré cierto día, un supuesto origen que da a esta palabra una connotación muy especial para mí, y es que en esta ocasión -casi con reverencia- al leer distintas acepciones, de entre las cuales - al toparme mayormente con lo dicho a Julio Cesar Londoño -, hallé con ansias propias de un cazador presintiendo que por fin había conseguido atrapar de una vez y por todas a su esquiva presa, de todo este tiempo que había ido en pos de ella, hasta resolver el misterio de la singular palabra.

Di de esa manera, que tanto el verbo latino, puto, putas, putare, putavi, putatum, imputare, así como el concepto P.P. tan usado bajo el nombre Pepe como apocope de José para nombrar o referirse al Pater Putativus, San José, esposo de María la Virgen madre de Jesús, tenían un origen común en una extraña mutación que se dio con el correr del tiempo, proviniendo muy probablemente del mismo vocablo griego: Budza, empleado entre otras connotaciones para referirse también, a la sabiduría.

Resultando que aun cuando por aquellos entonces los pueblos que formaban la Hélade, se consideraban ya civilizados, cultos, y próximamente serían considerados como cuna de la civilización occidental allá por el siglo VI antes de Cristo, habiendo tenido ya un Homero, su Pitágoras, y otros, también incurría en el mal de la humanidad conocido como esclavitud, homosexualidad y total subestimación de la figura, ‑ o mejor sea dicho quizás‑ dignidad de la mujer, a la que aunque se usaba como motivo ornamental, en realidad era socialmente relegada.

En pocas palabras, para el hombre helénico, la máxima creación de los Titanes y Dioses, era el hombre mismo, más no como especie, sino como género, y así en Atenas, las féminas de hecho carecían de los más elementales derechos, y cuando llegaban a tener, fácilmente podían vulnerarse con leyes o prácticas, de entre las cuales y por tan sólo citar la primera que viene a mi mente, sucedía que aunque una mujer podía ser susceptible de heredar, también ocurría que si se hallaba casada y se le “descubría” en adulterio, a modo de reparación del daño, aparte de la disolución del vínculo matrimonial, perdía sus bienes en favor del ofendido y estos podían ser enajenados. Razón por la cual, a muchos griegos podía resultarles harto conveniente, encontrar a su mujer “siendo infiel”, y así hacerse de una riqueza.

La “Mujer, Esposa ideal” tebana o de algunas de las polis o ciudad-estado, que conformaban aquel mundo, aparte de cuidar a los hijos y procurar el bienestar familiar, no debía asistir a fiestas, aunque las mismas tuvieran escena en su propia casa. Se dice que un poco al estilo de las bodas judías, desde un área contigua a la de los hombres, podían fisgonear un poco lo que sucedía, escuchar la música y seguir medianamente algunas de las conversaciones, pero no debían entrar al salón donde el convite estaba teniendo suceso, ni alternar con los invitados, músicos o hetairas convocadas como atractivo placentero de la reunión.

Sin embargo, siendo Grecia conformada por varias ciudades-estado que más que nada de sostenían un pacto de conveniencia, esto no aplicaba para todos los estados que la conformaban, siendo así entre otros el ejemplo de Mileto, ‑ de donde surgió el propio Thales, Thales de Mileto…‑ 

Región donde más a gusto las hetairas, no era tan bien visto el “uso” de los eromenos, o distintos gustos y usos de la homosexualidad masculina, y por en cambio, más liberales y progresistas, la mujer sí era apreciada e incluso podía asistir a la academia o liceo y participar de la vida pública.


Pese a esto, ¿Cómo fue entonces que sucedió todo?. –Podríamos preguntarnos‑.    Atenas era el centro intelectual del mundo Egeo y Helénico, no así Mileto en particular; pero resulta que así como en Roma todos los caminos después conducían hacia…   Acá, en lo que ahora llamamos Grecia, filósofos, artistas y casi todo tipo de gente quería encaminar sus pasos hacia la metrópoli, y las milesias también, abandonando el terruño tomaron rumbo hacia aquella ciudad, Atenas.  Sitio donde los atenienses quedaron sorprendidos ante estas mujeres que además de bailar, cantar y otras artes que dominaban, sabían historia, astrología, filosofía, y muchas otras ciencias, desde luego matemáticas, y eran pues, mujeres con las que se podía disertar y reír antes de hacer el amor, y después de hacerlo, continuar compartiendo experiencias e ideas acerca de la vida.

Por oposición a esta “mejora”, la esposa habitual ateniense estuvo aún en mayor desventaja ante este insospechado tipo de mujer.  Ellas, las mujeres de Atenas, estaban ya acostumbradas a que los maridos se dieran sus “escapaditas” para tener algo de sexo, o con un erómeno; o bien, para que una hetaira les “robara” la atención y el cuerpo por una noche; pero estas mujeres conocedoras de tantas otras cosas aparte de la sensualidad de los deseos carnales; estas sabias, estas Budzas, les robaban no solo el cuerpo de sus hombres, sino el corazón y el interés de estos por ellas.

Una cosa era tolerar que un muchachito le arrancara sollozos a su marido, o que otra mujer también retozara con él tras el ayuntamiento carnal, y otra, era verles reír, conversar y retozar con otra; lo cual era más de lo que sus pobres almas podían estar dispuestas a soportar.

Y fue así, que la que antes había sido una palabra noble y antigua para referirse a la sabiduría, en las cabezas y labios celosos de las mujeres que se veían más amenazadas que nunca, fue tomando la entonación y un uso más áspero, con significados más maliciosos; cómo el de “Sabihonda”, “La Conocedora”, o “Sabida”, y el suave fonema bilabial de la Beta griega, comenzó a endurecerse de a poco, hasta convertirse en el de la Pi del alfabeto, propiamente dicho así Alfa y Beta, que aunque también bilabial, resultaba más explosivo o que se pretendía retumbase en los oídos de quien las escuchasen decirles Pudza.

En tal mutación fonética se enmascaraban apenas sus ansias y enojos de todo el odio que albergaban hacia esas mujeres milesias, instruidas y cultas, por encima de ellas, las agraviadas Esposas. Y como tal, de a poco fue perdiéndose la idea original que había suscitado tal cambio, cuando el vocablo llegó por fin a la Roma antigua que para entonces había ya conquistado casi todo el Mediterráneo; donde la palabra dejó de serlo, y pasó a ser más bien, un espumarajo en la cara.
De tal forma que, un tanto confuso resultó por un buen tiempo para el ciudadano de a pie, ¿por qué era que hacia el siglo I de nuestra era, la Palabra Puta, significara a la vez, sapiencia que emplearse para referirse  a quien pudiese tener la calidad de meretriz.

Se dice, aunque no me puede constar, que fue tal uso el que se dio a esta palabra entre los romanos, que llegó incluso a ser una especie de cándido pleonasmo decir “mujer puta”, y,‑hay quienes sostienen‑, que Cicerón decía “Basta con decir romana”, para que se entendiera el resto.

Resultando que por un inesperado aunque irónico giro de la vida -que siempre juega con todo- aquella palabra que en la Grecia antigua se había degradado hasta perder su virtud, en las libertinas tierras del César, se Roma como epicentro y Capital, también por cierto, del Vicio y los excesos, donde adquiriera niveles majestuosos que agrandaron su gracia. Pasando después de ser sustantivo, a convertirse también en un necesario verbo y sinónimo de sapiencia, astucia y pensar, perdiendo en ese trayecto algo de su despectiva connotación, moralista y de tan revanchista afán.

Llego así después, la connotada palabra a Hispania, donde fue escuchada, usada y ¿por qué no decirlo? paladeada, degustada, saboreada, usada y en su forma menos docta y letrada, escupida a los oídos de moros y cristianos que se llenaron las orejotas al escucharla ser dicha sin conocer -bien a bien- sus nobles inicios.  Pero por lo general el pueblo es el que acaba venciendo y sin poder ser rescatada por estudiosos de la lengua y la gramática, la gente fue perdiendo la idea de que Putar y Putear, eran en el fondo cosas muy parecidas y con una misma cuna.

Del mismo modo que ese pueblo que actualmente destroza el lenguaje escrito, bajo el falso supuesto de sus lingüistas que sostienen que da lo mismo decir una cosa por la otra, mientras -según ellos- se entienda o se medio entienda lo que se intente decir; ocurre, que sin estos tener la menor idea de los principios o casi existencia del griego, latín o toda esta historia, y a veces de ninguna otra historia – marcan el PUNTO FINAL de la discusión‑, y a partir de esa marca, sólo la emplean sin ton ni son. Sin siquiera imaginar la tremenda cercanía que existe entre el basto significado de Ser Puta, lo Putativo, o el Imputar; y en cambio, sólo la usan a modo de látigo, al llamar de tal forma a una mujer que en el fondo no tiene la calidad, ni los méritos necesarios para ser dignamente llamada Puta.  Pues para mí ese término, que actualmente pretende más bien ser una censura, en realidad, debería ser una especie de condecoración dada a la mujer generosa, sabia, educada, amén de talentosa y por demás obsequiosa con su cuerpo en la cama.

* * *

Las Putas “Modernas”

Se dice que hasta Pericles, que aparte de ser Regente fue puesto a prueba al salvar su ciudad de un prolongado sitio, alguna vez cayó víctima del encanto de las Budzas, pues se citaba, que él había sucumbido a los encantos de las extranjeras y abandonado a su Esposa por  Aspasia, la más bella y talentosa de las hijas de Mileto.

Habiendo hecho aquí esta última pausa, creo que así como la corrección que ocasionó el presente intento de ensayo, es oportuno buscar y desenmarañar un poco esta confusión que – aparte del término cornudo y cabrón‑ se está dando en la red de redes actualmente, ‑y del cual pretendo ocuparme en otra ocasión‑, y para tal fin sólo me gustaría, brevemente, también concluir aclarando porque digo que una Prostituta y una Puta no son lo mismo:

Como ya dije anteriormente, si busca uno formalmente el uso o historia de esta palabra se lleva sorpresa como las que aquí he ya comentado, y se da cuenta, de que casi de a poco y mal empleada esta bonita y emblemática palabra, cual plaga fuera de control, ha ido invadiendo el espacio de otras -quizás- igualmente muy específicas e importantes. Esto lo ves en YouTube o en cualquier otra página de internet en donde sujetos que desahogando sus febriles ansias pero con escaso uso del idioma, sin saber qué o cómo expresar sus antojos o necesidades carnales de maneras por demás primitivas. al ver las fotos o videos de cualquier mujer atractiva exteriorizan lo más terrible de la raza humana, escriben los más cerriles cumplidos, llamándoles siempre Putas, Pirujas, o Prostitutas, y otro sin fin de cosas a todas las mujeres que llenan dichos espacios.

Olvidémonos un poco de esos renglones casi ya irremediables e ilegibles del ingenio humano, y pasemos otra vez a los términos de Puta, Prostituta y Meretriz, que supuestamente, nos refieren en todos sus casos a la mujer explotada sexualmente de una u otra manera.

Y digo supuestamente, dado que si ni a la Prostituta, ni a la Meretriz necesariamente se le atribuye la condición de que dentro de dicha explotación deba entregar a alguien cuentas del producto de sus ayuntamientos, ya sea en numerario o en especie, mucho menos se entiende que se dé esto en caso de la Budza o la Puta; sino que estas últimas, y desde la aparición del vocablo ya bien en uso dentro de la lengua hispana desde el siglo XIII, se refería y aún debería de referirse, exclusivamente a la mujer que bajo tal condición y gusto propio, libremente y sin ser obligada por nadie, se ofrece  sexualmente de manera gratuita, a su propio gusto o modo de conveniencia.

Esto enteramente al margen de las normas “decentes”  y convencionalismos aplicables a la época que les rodeaba en sus distintos espacios y momentos.

Pero… ¿Por qué más que a los hombres, es a las mujeres a quienes desagradan las Putas?...

Creo que la respuesta es más que clara…  Siempre ha habido Rameras, Prostitutas, Meretrices y Putas,  Pero técnicamente, las tres primeras eran ya un riesgo calculado, como las hetairas; pero tomando en cuenta que aun cuando toda Puta en sus actos bordeaba la posibilidad de convertirse en una Hetaira, Ramera, o ser tomada por Prostituta y acabar ejerciendo el Oficio, las Putas en realidad constituían y aún constituyen el más grave peligro que puede acechar a una mujer “decente”.

Consideremos que por cada hombre que llama a una mujer Puta, hay más de cien que hasta en el café de la tarde entre “amigas” llaman de tal forma a la única que no asistió a la reunión. Pues son ellas mismas las más interesadas en establecer posiciones y territorios, e imponer -de pasada- las reglas del juego que de acuerdo a sus entenderes les permitan mantener el statu quo, y tener “seguros” a sus hombres, alejándolos de la posibilidad de “enredarse” con una de “esas”.

Pues aparte de todo, no son las prostitutas de ocasión o de cliente regular de algún prostíbulo las que causan temor, sino las Putas las que en realidad pueden alterar dicha seguridad.  Y esto es algo que a ninguna mujer le gusta tener cerca, rondando sus dominios.  Para lo cual, una de las soluciones más prácticas y sencillas, siempre ha sido el recurso de proscribirla del círculo de mujeres socialmente “decentes”.

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Las Putas, las Vestales , los Lupanares, las Prostitutas y las Meretrices:

Yendo más o menos en una idea de menor a mayor grado, si es que esto es posible. Por último, me gustaría plantear otro error bastante relacionado con las Putas e ideas que la gente les cree afines pero que en realidad, no lo son:

En otra plática alguien, que por “oírlo” más imponente–imagino-, me dijo que si tal mujer, refiriéndose a sus virtudes de Puta, era una Vestal, pero lo cierto es que aunque erróneamente, en aquellos diccionarios viejos de los que ya he hecho mención al inicio de esta entrada, se quería dar a entender que el culto de aquellas supuestas “religiosas” putas, eran vestales, hasta donde se sabe, una Vestal, efectivamente vivía encerrada o enclaustrada pero nada tenía que ver eso con una idea de que estuviese consagrada a la comisión de actos sexuales de índole alguno, y su muerte era consagrada a los dioses en una especie de ritual de vivisepultura y por el contrario, se entendía que debían de ser puras y castas, consagradas al cuidado del “hogar”.

De ahí “bricamos” afuera de dicho “hogar” o templo, donde teniéndose por los hombres la idea de que la inmaculada pureza podía ser encontrada en las mujeres que pretendían consagrarse a ser vestales y morir de tal forma, por si acaso alguna de ellas terminaba siendo no aceptada, se entendía que afuera y técnicamente en frente del templo de las vestales podía uno hallar Prostitutas y Meretrices.

A las primeras, con su palabra exacta que las denominaba, Prostituta, palabra que se origina y tiene mucho en común con la palabra estatuto o estatua pues se entendía que se hallaban Pro- Delante o enfrente, y Statuere, paradas, estáticas.  

Si templo o no, traemos tal imagen hasta nuestros días y sólo somos observadores y hemos paseado por alguna zona roja o “tolerada” como ahora se les quiere llamar en muchas regiones en las que hasta por las mañanas se les ve paradas cerca o enfrente de la puerta de algún hotelucho esperando a que se acerque algún cliente, ¿creo que no hacen falta más aclaraciones? ¿o sí?...

Ambas apostándose frente o en cercanía al templo.- al que pretendían aspirar a pertenecer-, nada más dejando su anzuelo al viento para ser capturado por algún interesado, Las Meretrices, también corresponden a una especie de deformación del idioma, pues se suponía que en sí, estas eran las “Aspirantes” – De ahí la condición de Meretriz, - La que buscaba hacer méritos-, o supuestamente tener la condición de convertirse a aspirante a Vestal, Bacante, o el rito que supuestamente querían venerar, pero que si algún “guapo” hombre se atrevía a retirarla de tal posibilidad, ella contenta dejaría su intención de tal vida dedicada a lo religioso para consagrarse entonces a su hombre, y cambiar así su vida virtuosa para dedicarla por entero a la de él.    

Que pienso Yo que vaya que siempre ha habido ingenuos. Pues se sobre entiende que muchas de esas supuestas meretrices, en realidad nada de puras tenían en su condición, y dando gato por liebre, si bien no tenían la necesidad o alcances profesional, siendo más bien amateurs en tales lides, probablemente en muchas ocasiones eran mucho más versadas en los temas amatorio sexuales, que las propias Quastuosas, o prostitutas que se ostentaban tal cual.  Llevando así a casa a vivir a un entera “Joyita” en vez de una delicada e inocente criatura.   Aunque eso sí sea dicho de paso, se sabe de muchos casos en los que el futuro marido deliberadamente mandaba a la prometida a modo de meretríz temporal a tomar algún cursillo que le permitiese aprender a satisfacerle posteriormante.

Y el Lupanar, ése sí; ese sí que era, sin tapujos, lo que ofrecía ser, siendo el más famoso de todos ellos, el Gran Lupanar de Pompeya, arrasado por el Vesubio, donde se juntaban Putas y Prostitutas para servir sexualmente a los hombres a modo de Lupas, y satisfacerlos antes de que volvieran a casa. Los unos y las otras; o las otras y los unos.

Lupas, equivale a Lobas, Lupa-Loba…  Lo que hoy día hemos dado en llamar “zorritas” actualmente o “zorrys” como se nombran entre ellas a sí mismas, y que en este caso, remarco que he usado el termino de Putas y Prostitutas – más no el de Rameras, entendidas estas como las que atendían en su propio lugar, generalmente, su casa ‑, pues aquí se juntaban tanto las “profesionales” como las “aficionadas” que tan sólo lo hacían por puro amor al Arte.  

Tiempo después, el cristianismo y su moralidad, de a poco se encargaron de encasillar todo como un solo concepto, para terminar metiendo dentro de un mismo saco a todo este tipo de supuestas malas mujeres.

Siendo ahora que ya saben ustedes, cuáles son unas y cuáles son las otras, son a partir de hoy cancerberos de la palabra. Llamémosle a las cosas por su nombre y dejémonos de mojigaterías, que después de todo, entenderán ahora, porque para mí, Puta no es mala palabra. Dicho sea todo esto con independencia y verdadero respeto a los que “El Gabo” pueda haber opinado en su tan leído libro.

Ludo Mentis



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Aunque ya me ha dicho que no es necesaria ninguna forma de agradecimiento hacia sus bueno oficios, me vale, y agradezco una vez mas el apoyo y corrección del PP, para la realización de este breve ensayito. Y si alguien tiene aun mayor comentario o aclaración pertinente, con todo gusto la recibiré ( mos ) en los comentarios o nuestros correos.


Para saber más:


Mariano Arnal - El Almanaque - Puta

 J Cesar Londoño -Historia de ¿una mala palabra ?  

 Clares - La Pistola de Larra