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viernes, 2 de enero de 2015

Amor y Lujo Pte 5 Caps 3 y 4



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Amor y Lujo©
Parte 5 Capitulo 3            
Ludo Mentis

(Dejas la puerta entreabierta…  Te sorprendo en mi cama…  M. Naranjo)

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Terminando de bañarme me disponía ya a salir de la suite cuando pensé que sería buena idea bajar con la cámara para tomar algunas fotografías de Patricia y los niños jugando en la alberca por lo que antes de cerrar la puerta me dispuse a volver a buscarla entre las cosas de nuestro equipaje, sin ningún éxito hasta que por fin, abriendo uno de los maletines pequeños que mi Esposa había dejado regados entre las desarregladas sábanas la encontré perdida cercana a algunos de sus artículos de uso personal junto a una bolsa de tonos morados y lavanda de sedoso tacto, finamente decorada que llamó mi atención de inmediato tanto por su delicada apariencia  como por el emblemático texto que anunciaba lo que seguramente debía contener…    “Wicked Secrets—Intimidad para la mujer Audaz”…

Movido por la curiosidad, y como un pez, que no desconociendo que tras la carnada se encajará el anzuelo y luego el sedal, pronto mordía Yo este, y no tuve otro remedio más que abrir los listoncillos que cerraban el bolsito para encontrarme primero con un minúsculo traje de baño de colores rosados y angostos listones fucsia que unían los inusualmente pequeños triangulitos de tela que aunque suponía deberían de ser suficientes para cubrir sólo parcialmente los pechos de la mujer que se atreviera usarlo para salir a la playa y lucirlo; nada más de verlo, me causó la impresión que en caso de que Patricia se lo pusiera, escasamente alcanzaría a cubrir sus pezones y quizás era por eso que la pieza del también diminuto calzón aún conservaba la etiqueta de la marca. 

“Ay, ay, ay…  ¡Pero si mira nada más esto!...  ¡No es cierto Patricia!...   ¿Quién te regaló esta cosita?...  No me digas que de veras piensas ponértelo para que te lo vean”... ‑  Recuerdo cómo mientras tomaba entre mis dedos nerviosos la pieza que cubriría su pubis y glúteos, musité entre dientes, al imaginar cómo se vería mi mujer con semejante traje de baño y la cara que seguramente pondría el afortunado que la viera con el puesto.  O bien era un descaro de traje que nunca -hasta hacia unos cuantos meses atrás- hubiera imaginado que mi Esposa se atreviera a ponerse, o algo tenía que estar mal con la talla de aquellas prendas que al menos serían dos medidas más chicas de las que yo recordaba o creía bien era su talla.

Pero de cualquier forma, si la primera prenda me había causado escalofríos de tan sólo imaginarla puesta en Patricia, cuando dejándola sobre la cama me atreví a mirar el resto de las que había adentro, mi corazón comenzó a acelerarse hasta la taquicardia.



Revueltas allá dentro, se hallaban lo que parecían ser al menos un par de prendas  íntimas que llevaba Patricia consigo para nuestro viaje; de los que mientras unas de éstas, y a excepción del panty de éste que siendo, si apenas poco más que una tanga bastante pequeña, le hacía juego al robusto corpiño de media copa con bordes de color rosa pálido y tejido a cuadritos grises y blancos que sin asomo de duda la harían lucir juvenil e inocentemente romántica, al extremo que por unos momentos me hizo sentir avergonzado fisgonear entre las intimidades de las ropas de mi mujer, mientras ella sin sospechárselo de ninguna manera me esperaba a que volviera a la alberca como le había prometido; no empero, cuando descubrí la otra combinación que acompañaba al segundo atavío sentí la sangre arder dentro de las venas al ver que aunque en toda justicia podría decirse que era de elegante factura, confeccionada en finísima lencería marrón bordada con finísimos encajes de intensos tonos metalizados con forma de florecillas de distintos tamaños, dada la brevedad del pequeñísimo panel frontal de la pantaletita que le hacía juego a la pieza que se suponía debería ser el portabustos, a claras luces del sol que iluminaba la habitación podía verse que se trataba de un juego escandalosamente provocativo no pensado más que para ser usado por la mamá de mis hijos en ocasiones muy especiales.

‑“¡No Paty, por favor no me digas que ya te has puesto esto para alguno de ellos!”… “!Está peor que el que te pusiste con el “Pinche Coronel”ése”…   ¿Te habrán dicho de seguro lo golfa que te ves con esto cuando te lo pones?...    Eres peor que la puta esa Cassandra al que tu Eddy va a ver al congal ese… ‑   Corroído por la angustia y los celos, recuerdo también haber balbuceado al sentir la curiosa e imprevisiblemente rasposa textura de su material exterior entre las ansiosas yemas de mis dedos. 

Pero si exclamé para mis adentros aquella sentencia, no fue únicamente por la picante sensación el tacto que mis dedos sentían, si no de verlas colgar entre mis pulgares e índices, y notar que mientras por una parte, ni a la tal Cassandra la imaginaba  paseándose con semejante tipo de prendas por la pasarela del exclusivo prostíbulo al que mi suegro había hecho que llevara Yo a Patricia para verla iniciándose como su puta de lujo;   pues aunque la sensual chica usaba ropas que insinuaban sus encantos de manera bastante discreta, con algún collarcito de perlas; baby doll, zapatillas altas; panties de reducidas medidas y aretillos de discretos tamaños; las prendas que yo sostenía colgándome entre los dedos eran ridículamente pequeñas. 

De lo que pretendía ser el  sujetador, podría  sólo decirse que el mismo no era ni siquiera algo cercano a las medias copas, sin aspirar a cubrir los vastos pechos de mi señora; sino meramente, servir para alzarlos desfachatadamente presentándolos ante la vista del macho que gozara del privilegio de verlos desparramándose por encima de aquellos medios arreos femeninos toda la gloriosa opulencia de su maternal busto de hembra madura.   Mientras que el otro atadillo de listones, costuras elásticas, encajes y de la tela que fuere aquel material tan exiguo, no se quedaba nada lejos en la inmoralidad de su apariencia que al ser tan pequeño, un repentino tremor me recorrió por completo al imaginar cómo podría verse mi Esposa con él puesto.    

Si por la inexistente parte trasera del mismo sólo podían apreciarse unas tiras elásticas que surgiendo de las esquinas superiores del diminuto panel frontal corrían a ambos lados del indiscreto vestuario digno de la más impúdica golfa, que lo hacían parecer no otra cosa más que un arnés concebido únicamente para crear la tramposa sensación de entenderla casi completamente desnuda. Al ver la muy baja y transparente parte delantera de la desvergonzada pieza de lencería, se adivinaba que, aunque para consuelo mío, o si pudiese decirse, quizá, que sino más pudorosa, siquiera de aspecto algo más decente, con aquellos encajes disimularían algo de lo muy poco que cubriría de los rizados vellos de la mamá de mis hijos: aún resultaba evidente que ‑siendo ésta muy similar a la otra que le había visto usar anteriormente‑, la mitad de su pubis quedaría fuera y por encima de éste, dejando al aire la mayor parte del hispido matorral que anunciaba la cercanía de la zona más íntima de su feminidad.

Como un cretino, después de aquellas consideraciones quedé embobado mirando fijamente cada detalle de las prendas que ahora yacían encima de la cama, hasta que antes de atreverme a mirar qué otra cosa más pudiera haber dentro de la elegante bolsita que tan llena de sorpresas parecía estar, volví a contemplar el impúdico calzoncito que ahora mi Patricia entre otras cosas usaba y sin haber tenido nociones de su existencia y por mero azar del destino ahora colgaba entre mis dedos mientras ella jugaba con los niños en la piscina sin poder imaginarse nada de lo que Yo hacía con sus cosas o pensaba de que usase semejante tipo de prendas y la mujer en que se había convertido ante mi persona.

Y en eso estaba cuando volviendo a dedicar una mirada a los escandalosos panties que tanto me había cautivado tan sólo saber que ahora aceptaba ponerse, y tras contemplarla un instante más, la alcé hacia mi rostro con la intención de tener un contacto más cercano con ellos, con la nariz desde luego, y quizá hasta con la lengua; sí, estaba dispuesto incluso a lamerlos…  ‑ Recuerdo que casi temblaba al imaginar cómo sería ver en su cuerpo la pequeña tela delantera no más ancha que el grueso de las yemas de dos de mis dedos en la porción correspondiente al refuerzo de algodón, más como un decorado sin utilidad práctica que para el uso de las delicadas intimidades de mi mujer, no siendo quizás más ancho que la medida de un dedo gordo o la uña de éste, antes de que ésta comenzara angostarse ya de forma definitiva para circular por entre los glúteos y que abrazando sus caderas iría al encuentro del triángulo sacrolumbar de Patricia cuando la usara. Sí, pensar en ello me provocaba a lamerlos.

‑“Dios mío Paty…  Te adoro aunque ahora tan sólo seas una puta de esas que se pone éstas cosas cuando se acuesta con otros”… ‑  Recuerdo como me estremecí al sentir el grado de excitación que me producía todo aquel bagaje de emociones, pensamientos, celos y angustias. Al pasar las prendas por mis labios, sentí la boca de Patricia tocar la mía.

Quería vérselas, tocarlas, palparlas, sentir la textura que la envolvería, imaginárselas puestas, o aunque tan sólo fuera saber o imaginar el momento del día en que las usaría bajo su ropa de calle.    Sentí que me perdía ante la tentación de lamerlas una y otra vez.  

Había algo más… ‑ Quería además, saber cuando las hubiese usado;  revisarlas, acariciarlas, olerlas… Embeberme en su aroma a suavizante y mujer… Lamerlas.

“!Por Dios Daniel!... ¡No!... ¡¿Qué cosas haces?!...  ¡Son las calzones de puta que usa con ellos!”...‑  Recuerdo que por un momento hasta pensé en que, sin estropearlas o siquiera maltratárselas me habría gustado sentir su áspera textura recorriendo mi virilidad…  Incluso si fuera posible no corromperlas fatalmente no solo hacer eso, sino intentar probármelas para experimentar en mi piel lo que era el contacto que ella sentiría rozando su cuerpo al usarlas para alguno de sus amantes o salir a la calle con estas puestas. 

“¡Daniel!...  ¡¿Qué estás haciendo?!...  ‑ Alejando de mí dicha posibilidad, que de repente confundía y atormentaba mis pensamientos, de pronto sentí que tenía que decidir entre ver que más había en aquel bolso, o guardar todo o acercarlas hacia mi rostro aún más para inhalar su femenina fragancia y lamerlas cuando, intempestivamente, la puerta del cuarto se abrió y sentí que el mundo se me venía abajo.

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Amor y Lujo©
Parte 5 Capitulo 4
Ludo Mentis

( Soy la perfecta para ti, la tuya… M.Naranjo )

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Oye Paty; ¿Por qué no mejor t-e-e c-am-bias…  Y- y vamos a la playa esa cerca de la refresquera…  ‑ Aún con los nervios de punta después de casi haber sido sorprendido por la mucama que de improviso había entrado sin anunciarse, debido a la hora, pues era improbable que un huésped estuviese dentro, siendo el espacio para hacer el aseo de la habitación, las piernas todavía me temblaban al momento en que -para complicarme aún más todas las emociones- al llegar a la piscina con el corazón palpitándome aceleradamente, me topé con la chocante presencia de dos jovencitos que codeando uno de ellos al otro para que volteara hacia el agua, le indicaba ver a mi esposa flotando boca arriba mientras él intentaba manipular la cámara de su teléfono celular para conseguir un mejor y más nítido encuadre del ansiado objetivo enfocado: la figura de mi mujer.

‑ Paty…  ¡¿No me oyes Patricia?!...    Atravesándomeles entre el morboso lente y el objetivo que esperaban captar, como si no me hubiera dado cuenta de lo que intentaban, volví a gritarle un tanto exasperado del inapropiado espectáculo que estaba dándole a aquellos muchachitos que lo que único que querían era tomar una fotografía de sus pechos; capturar el glorioso modo en que al flotar ella en mitad del chapoteadero estos parecían emerger de entre el agua para descubrirse como un par de esplendorosos gemelos o majestuosos islotes bañados por el resplandeciente fluido que descendiendo de nuevo en dirección a la alberca desde los dos pequeños capuchones de tela empapada escurrían hacia abajo el sobrante líquido que parecía regarlos destellando por todos sus flancos y en medio de ellos.

…Mami; te habla mi papi. ‑  Por fin la voz del pequeño Daniel fue la que alertó a su mamá para que abriendo los ojos volteara a mirarme.  Y con eso, al percatarse los chicos de que el pequeño show había terminado, de discreta manera se alejaron como si nada hubiera ocurrido hasta que sintiéndose ya lejos comenzaron a reír entre ellos al mirarse las protuberancias en sus respectivos calzones de baño.

‑Te decía que si no te subías a cambiar para que vayamos al pueblo ese a comer…   Ahora que fui no se veía mal y ya había más gente; y vi  unos restaurantes con alberca casi en la playa…‑ repetí el ofrecimiento.

‑Hmmm; no sé…  ¿Estás seguro de que quieres volver?...  Pensaba que nos quedáramos aquí.   Hay muchas actividades para los niños y hasta los cuidan por si los papás quieren ocuparse en otras cositas…  Se ve muy seguro…‑    Insistió ella.

…Tienen pescado a la talla.‑  Sabía que no podría resistirse.

¿Sí?...  Pero casi no traemos dinero, y ya sabes que luego esos restaurantes sólo reciben efectivo, y terminan saliendo más caros que uno decente o uno de lujo… ‑  Se lamentó.

‑No, bueno, tampoco exageres, las cosas ya van mejor. ‑  Repuse, añadiendo enseguida:   ‑ Alguien de la compañía me recomendó uno que dice, especialmente bueno y a precio razonable...  Ándale vamos…   Ya mañana, si Yo tengo que regresar y Tú quieres dejamos encargados a los niños con ellos; pero hoy, hoy vamos a comer allá, a ver qué tal está; que Daniel y David jueguen un rato en la playa.

‑Bueno, entonces deja me apuro a bañar y poner encima otra cosa…  Aunque por la hora, creo que ya mejor usaré vestido.‑  Se entusiasmó quitándose los flotadores antes de pedirme que le pasara la toalla para secarse al salir de la alberca.  Distrayéndome de que mirara la parte trasera de su bikini cuando usándola para cubrirse, buscó sus alpargatas al tiempo que me pedía que sacase a los niños del chapoteadero y después de firmar la cuenta, los subiera a bañar y cambiarles de bañador mientras ella hacía lo mismo en nuestro baño y veía qué ponerse…

…“¿Y qué vas a ponerte?.  ¿Los calzoncitos rosas?;  ¡¿ la tanga esa que vi en la bolsita?! O unos de los normales que usas sólo conmigo?”...‑   Sin realmente atreverme a decírselo, pregunté para mis adentros mientras la veía recogiendo sus cigarrillos y otras cosas que había colocado sobre la mesita situada junto al blanco camastro que había usado para asolearse.

* * *

¿Qué era lo que realmente estaba esperando Yo que ocurriera al ir hacia aquel sitio?...   La verdad es que ni Yo lo sé…  ¿Provocar la situación, para qué por mera buena fortuna, ella se pusiera la ropa que había visto llevaba en aquel bolso?...   ¿El todavía más diminuto bikini para que alguien la viera con él puesto?...  La verdad es que resultaba muy improbable y más, si en vez de ir al gran restaurante o centro nocturno, íbamos a una simple playa popular a comer.  Tal vez, mi idea sólo era imaginar que debajo de lo que se pusiese para salir, seleccionaría alguna de las prendas íntimas que tanto me habían cautivado, y saber que la llevaba puesta consigo acomodada y amoldándose a los deliciosos contornos de su figura, y luego pensarla así, cuando la gente de aquel poblado la viera…  O quizás, meramente, movido por el remordimiento era que Yo quería compensarle -de alguna manera- el indebido acto que había estado a punto de cometer a escondidas de ella… 

No sé en realidad que era lo que tenía en la mente, pero aproximadamente noventa minutos después, o un poco más tarde, íbamos todos a bordo de la camioneta, a punto de llegar sin mayor sobresalto.

Pasé aquel vado en el que había golpeado los neumáticos por la mañana, y pronto, luego de éste llegamos hasta el pintoresco pobladito que -aunque como yo mismo había visto por la mañana- no se veía abarrotado ni lleno siquiera; afortunadamente, para la hora de la tarde, sí lucía con gente caminando en las calles e identificables racimos de turistas por aquí y por allá.   Aparte de estos, lo que se notaba más eran mujeres, niños y jovencitos que al igual que los hombres mayores del lugar, casi todos ellos de tez morena, mejor dicho, negra, la Tercera Raíz de la América Meridional, de labios carnosos y cabello negro ensortijado, que al ir de un lado hacia otro se nos acercaban para ofrecer todo tipo de servicios u ofertas. 

Fuera de la molestia que producía decir no en incontables ocasiones hasta llegar a tener que ignorarlos mientras que caminábamos, siendo esta la mejor forma de trato, aunque no la mejor. En realidad, el lugar no lucía tan peligroso como había hecho que imaginásemos el tal Ramón ese, la tarde anterior con sus advertencias.   Mismas que hoy había suavizado durante la breve plática que habíamos tenido al preguntarme por qué no había llevado a mi Esposa e hijos para que conocieran mientras Yo revisaba lo que tenía que evaluar para desempeñar mi oficio y vender mis servicios; terminó después sugiriéndome que probáramos la comida del restaurancillo al que nos dirigíamos.

La mayoría de los lugareños ofrecían caramelos, cigarros -legales e ilegales-, paseos en lancha, comida, masajes…  Y un sin fin más de cosas que no pensábamos necesitar.

Patricia, con todo y sus actitudes acostumbradas de niña mimada, y ahora señora bien, empero tampoco interesada en las bisuterías y demás cosas mayormente corrientes, hechas en china o en casa de alguno de los habitantes del sitio con la intención de sacarle dinero a cuanto turista incauto se los permitiera para luego encontrarlas en alguno de los comercios establecidos al mismo o menor precio que el de la súper oferta que ellos decían haber ofrecido; al caminar todos juntos por entre los puestos, de un mercadito lleno de baratijas parecía no estarla pasando mal; los niños iban con ojos muy abiertos, viendo todo a su paso.  Y así iba caminando delante de mí, hasta que al quedar rezagado con los niños que se detuvieron a ver unos carritos de madera y aviones labrados a manos, que por extraño que pudiese parecer, llamaron su atención; de pronto, luego de haberla perdido por unos cuantos instantes, me la encontré inclinada sobre unos botaderos de zapatos para mujer, arriba de los cuales había un cartel en el que, aparte de anunciarlos a muy bajo precio, los proclamaba genuinos.

Aprobeche Súper Oferta”…  Calsado para Dama Ferragamo Dior Forzieri Jimmy Choo LM´s”…  Ori-j-inales”…   “Pie-s-as Unica-z”…

Divertido ante tan notorios “horrores” ortográficos que encontraba en el presuntuoso anuncio, pero aguzando mis sentidos para no perderla nuevamente de vista o soltar a los niños, me acercaba hacia ella, al momento en que entre los que nos rodeaban, llamó mi atención, particularmente, la presencia de un trío de lugareños los cuales sin que ni por asomo mi Esposa pareciera notar el modo en que, situados prácticamente a espaldas de la desprevenida e incauta Patricia, observaban con detenimiento lanzando ansiosos hacia su persona, miradas más que apreciativas.   Principalmente, dirigidas al contundente trasero que enfundado en el vestido que llevaba puesto, resaltaba todavía más con el meneo que producía su cuerpo al inclinarse y moverse sobre el borde del botadero para buscar lo que fuese que estuviera buscando entre las distintas piezas de calzado; hasta que sobresaliendo entre ellos, el vivaracho, que seguramente sería el audaz líder de lo que parecía más bien una jauría de famélicos lobos, hambrientos de carne; qué personajes tan pintorescos, casi oscuros. El cínico, fue en pos de ella para colocársele más cerca, mientras los demás, sin perder la atención sobre lo que ocurriría, se me figuró miraban a su rededor en busca de alguna señal que los alertara de algún peligro inminente.

Alarmado, iba a gritarle que cuidara su bolso cuando para mi sorpresa lo único que hizo fue mascullar algunas palabras que no alcance a escuchar que le decía.

No obstante mi imposibilidad de escucharlo, lo que sí oí fue la voz de Patricia cuando sobrecogida por la sorpresa reaccionó volteando a mirarlo, al tiempo en que me pareció iba a asestarle un golpe con el aguzado tacón de una de las zapatillas que había estado revolviendo, antes que, acobardándose frente a la intimidante presencia del procaz hombre, vacilara y todo a lo que se animara, fue a reprenderlo con un iracundo y severo:  ‑… ¡Pelado!

… ¡Así te gusta, y a ti, hasta de lado te entra mamita nalgona!.   ¡Mira no más como me pones el palo!‑ Antes de las risotadas de imbéciles con que el otro par de morenos tarados celebraron el cerril comentario misógino del taimado líder del trío, escuché que éste le retrucaba a Patricia que sin saberlo había caído a modo para sus procaces bajezas.

‑¡Hey!...  Oye tú imbécil…  ¡¿Qué te pasa?! …  ¡No viene sola tarado!... ‑  Alzando el pecho y el cuello en actitud de combate pero sin poder soltar a los niños, les enfrenté temiendo que él, o todos ellos se atrevieran a querer llegar más lejos con ella.     Que el malandrín ése fuera a manosearla delante de todos o tan sólo buscando crear confusión, en realidad, lo que buscara -aparte de insultarla-, de pasada tocarla de manera inapropiada aprovechando el momento y robar su bolso, también cruzó por mi cabeza, al momento en que, sin soltar a los pequeños busqué acercarme lo más pronto posible.

‑Ay mira no más…  Si aquí salió el güerito, su maridito con todo y los niños.‑  Exclamó divertido uno de los otros que ya casi había quedado fuera de mi visión periférica.

‑¡Pues que nos la preste no más un ratito y ya verá como le hacemos una parejita para que juegue con los güeritos!‑  Con su entonación de costeño, le compuso el tercero de ellos antes de comenzar a carcajearse los tres, al tiempo que emprendían la huida cual apresurado tropel.

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…¿Qué pasa papi?.  ¿Qué querían esos señores?.‑  Preocupados preguntaban mis hijos en tanto que por fin alcancé a acercarme hasta el sitio donde estaba Patricia

‑Nada papito…  Sólo son unos mugrosos que no saben tratar a las mujeres y por eso les dicen cosas groseras.‑   Francamente exaltada a pesar de intentar mostrarse calmada ante los niños, les explicó cargando al pequeño David mientras Daniel, desde el suelo, la miraba un tanto asustado.

…Gracias papito‑   Por fin se dirigió a mí, un tanto afligida por lo sucedido antes de darme un tierno beso en la mejilla que llegó al tiempo en que acariciaba el cabello de Danielito y lo pegaba a su pierna.

‑No…  ¿Gracias de qué?...  ¡¿No te pasó nada!?.    Le pregunté conmovido por los efectos de la adrenalina, el intenso momento vivido pero más, al sentirme casi desarmado por el beso de Patricia; y más por el beso, por la sensación de sus suaves labios, frescos, húmedos.

…¿Cómo de qué papi?.   Salvaste a tu Esposa de que esos mugrosos se propasaran con ella.  Sí no hubieras estado quien sabe qué cosa habrían querido hacer ellos conmigo.  Perdóname por no haberme dado cuenta que me veían.‑  Murmuró pegada a mi oreja, dejándome algo confundido al oírla.

¿Sería posible lo que sentía en ese momento Yo, dentro de nuestros alterados estados de ánimo?.‑   Ella sonaba entre agradecida y algo excitada.

‑No, discúlpame Tú…   Si quieres, mejor vámonos ya …   Discúlpame por haberte pedido que viniéramos aquí…  Creo que no fue buena idea.‑   Le contesté de igual forma casi en secreto, queriendo prolongar el inusual momento de triunfo que sentía estar experimentando frente a ella.

‑No papi… No te preocupes.   Sólo si quieres, déjame que me cobren estos y ya vámos a otro lado, y luego al restaurancito ese que te dijeron para comer y luego me lleves de vuelta al hotel con tus hijos… ‑   Propuso melosa girando levemente su cuerpo para, sin soltar al pequeño que cargaba en su brazo, pasarme el par de zapatos que había querido escoger antes del percance.

Definitivamente, también dentro de mí había surgido algún confuso estado de excitación al escucharla tan amorosa después del estresante momento en que la había visto siendo acosada por aquella tercia de brutos; y trastornado por ello, me limité a tomarlos e ir a pagar mientras ella quedaba allí parada con nuestros dos asustados retoños.

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13 comentarios:

  1. Antes que nada desearte muy feliz inicio de año mi escritor y que te vaya bien en todos los aspectos ya que de tu bienestar depende el nuestro al poder leerte continuamente, en cuanto a los últimos relatos decirte que están agarrando un ritmo fenomenal, lo que al principio no le encontraba forma ahora si que se la encontré solo era cosa de que no fuera impaciente, me has dejado con la miel en los labios con las últimas publicaciones, porque se ve que esta aventura de Patricia encuentra comienza.
    Saludos de Kosme.

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  2. Nota: Quise decir recién comienza.

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  3. Hola Ludo,

    Al fin termine de leer todos los capitulos de nuevo y ordenarme un poco, me encanta tu estilo, siempre el hecho de que el marido sabe que Patricia es una mujer de virtud facil como dices, aunque claro siempre tiene una excusa, pero lo que mas me calienta es cuando ella le va soltando a poquitos sus secretos, por ejemplo llevar su "ropa" especial porsiacaso y la reacción mental: ‑“¡No Paty, por favor no me digas que ya te has puesto esto para alguno de ellos!”… “!Está peor que el que te pusiste con el “Pinche Coronel”ése”… ¿Te habrán dicho de seguro lo golfa que te ves con esto cuando te lo pones?... Eres peor que la puta esa Cassandra al que tu Eddy va a ver al congal ese… sublime :) , quedamos a la espera de la contnuación, Felicidades amigo Ludo!

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  4. Gracias Kozme y Luis:

    Vaya que a veces es un poco o bastante frustrante esto de escribir , y tras 200 visitas contadas que apenas llevo a este fragmento del texto, haber recibido dos comentarios.

    De plano lo hacen a uno preguntarse si, es que acaso sólo me leen unos cuantos locos iguales a mí.

    ¿Será también que esto se deba a lo "confuso" que ustedes han comentado que hallaron el comienzo del relato?...

    De cualquier manera lo siento... No sé escribir de otras maneras.

    Así que muchas gracias por permanecer interesados en los relatos que aun intento escribir.

    PS: Por cierto que debería de contarles que la "tal Cassandra" de verdad exisitió y la conocí en en el Club Royale de la Ciudad de México. Con un baby doll satinado en color "Azul Bebé", y panties tipo bikini del mismo color.

    En verdad era un sueño. Y mucho más elegante que la "imagen" que Daniel tiene en su mente al espiar entre las cosas de su mente.

    De hecho,"supongo" que en la cabeza de Daniel, mas que la representación de la vulgaridad, aparecería como en la mía, siendo la visión más antojable de tentación femenina y madura.

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  5. Que descripción tan NÍTIDA
    De las prendas, el sentir y el deseo
    De catedra.
    Ahora también estoy en estado confuso (eso es bueno, para mi)
    De ¿Por dónde nos llevara la historia?
    Más queremos más piezas de este interesante rompecabezas.

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  6. P.D.-Yo apenas reportándome hoy y a “estas horas” ya saben casa llena por las anteriores días de fiesta.
    Y pos los relatos de ludo, se disfrutan más con tiempo y “espacio”.

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  7. Coincido con Luis, las frases:
    “No me digas que de veras piensas ponértelo para que te lo vean”
    “¡No Paty, por favor no me digas que ya te has puesto esto para alguno de ellos!”
    ¿Te habrán dicho de seguro lo golfa que te ves con esto cuando te lo pones?
    Son de antología.

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  8. Pero más por “LA ANGUSTIA” que provocan que me súper excita.
    P.D.-ya quiero sexo, con Paty, (sueño con ella por como la describes) perdón, perdón fue la abstinencia de las fiestas.

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  9. Patricia:=Provoca en mí el mismo efecto que al trío de lugareños
    Como diría Rijo Tovar, Patricia = “Es Amor”
    Patricia para Presidenta.
    Patricia, Por Favor, mora como me tienes!

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  10. Excelente amigo. estoy que babeo por lo que se viene en los relatos. me imagino que algo de sexo marital, pero con mucha conversación morbosa por ambos lados. bueno, espero que no venga un galan y le arrebate eso al maridito, creo que se lo merece después de todo :)
    Frank

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  11. Ya me lo lei señor escritor, lo que yo le puedo decir como mujer, es que esta delicioso, transmite tanto a una, ponerse en piel de ella, sentir esas miradas y emocionarse y a la vez enojarse, yo igual que ella siento y para colmo me encantan los zapatos!

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  12. Yo defiendo a Patricia.
    Defendemos"?!
    No es justo que además que "Pone TODO de su Parte"
    se piense MAL de ella, que su propio Marido piense que es una P...?
    NO ahí derecho.
    !por favor! que se sacrifica.
    (Lo disfruta, SI "y mucho") Pero...?
    !solo para pasar mejor las penas.
    eso de revolcarse "!Con hombres! ¿es tan difícil?"
    mis compañeras de lectura, dicen que "Seas parejo".

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  13. SANTA Patricia.
    Patrona de los hombres, sin Amor.
    Ella tiene toda mi devoción.
    Federico.

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