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sábado, 2 de febrero de 2019

Aniversario -Con Luna Llena - 2 ¿Por qué tan solita ?


Alguna falla en Blogger no me prmite a mí entrar a ver los posteos. Mientras espero que eso se corrija, aqui les pongo lo que en en realidad es el tercer fragmento del relato.   Aclarando que no es necesario que busquen o pidan el segundo , pues el mismo será reservado para quienes quieran leerlo y les interese de  alguna manera obtenerlo - Aun no decido si Patreon o Amazon.

Saludos

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Aniversario.  -con  Luna  Llena-  ( ¿Por qué tan Solita? ) ®
GO  Trigers,  Ludo  Mentis© 

Cap 2o.- 1ª Pte.- ( ¿Otro trago para la Dama? )

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Hundida en el socavón de sus pensamientos, mientras jugaba con uno de los derretidos hielitos de su blanca bebida, pudiera decirse que Anna, ni siquiera se dio cuenta cuando llegando desde  ninguna parte, y enfundado en impresionante traje de caballero bien vestido a la moda, se apersonó el diablo a pararse bien cerca de ella; y cerrando el espacio entre ellos se arrimó hacia el sillín periquero de bar que la distraída señora tenía ocupado con el jactancioso trasero de su adorable persona.

Apenas se había ella medio volteado hacia la barra sobre el cojín del mueble que de modo escaso le permitía alcanzar con la punta de sus zapatos el piso, teniendo que dar un leve brinquito para poder apoyarlos ya fuera en el descanso que se encontraba a lo largo de toda la cubierta frontal de la barra o del mismo banco sobre el que se hallaba sentada batallando entre no dejar ver mucho de más y no resbalar ahora que había girado su cuerpo hacia el frente de esta sin que el ajustado y bastante corto dobladillo de su ajustada faldita se le subiera más de la cuenta.

Así ensimismada en su mundo, luego de reacomodarse a satisfacción, quedó ella por unos momentos sin darse cuenta de nada de lo que la rodeaba, y tan sólo considerando si debía distraer al cantinero para pedirle otro trago ahora que se hubiera acabado ya el suyo, cuando desde atrás, por el flanco izquierdo de su persona surgió una voz que en tono autoritario a cual más ordenó:   A mí ahora un Negroni, y otro igual para la princesa…  Yo se lo invito si ella lo acepta…‑

Reaccionando de manera tardía Anna sólo alcanzó a voltear a ver a aquel hombre cuando éste apuntaba hacia el vaso vacío que ahora ella tenía. 

…Espero no te moleste que yo invite esta vez…  Te vi que dudabas entre si pedirte la otra o ya no, y pensé que sería mejor si yo te ayudaba a que decidieras de manera correcta.‑   Vino la explicación promovida por el dueño de aquella voz, que se comportó como si ya hubiera visto o conocido a la dama antes de ese momento.


Volviendo a girar en el mueble de nuevo, Anna agradeció con una sonrisa de aceptación que dibujó en sus labios carnosos apenas unos cuantos instantes, para casi desvanecerse enseguida cuando vio bien el impactante tamaño del hombre que ahora se hallaba parado justo en el lugar que dejara vacante su esposo.  – Alto en extremo, y si bien algo mayor ya que Eduardo; sin importar la edad que tuviese, sumamente bien parecido, resuelto, y con una complexión cuadrada de varón vigoroso. –

Con todo el porte viril del llamativo sujeto, que en la impresionada mujer primero causó cierto  acuse de timidez, el mismo cedió paso a un peregrino e indescifrable halo de familiaridad que aunque aminoró la tensión que de repente ella experimentó en la presencia de éste, tenerlo tan cerca de sí le ocasionaba un poco el problema de hacerla sentir un tanto nerviosa e insegura de sí misma.  – Aparte de la estatura, algo había en la elegante apariencia e intensas miradas de aquel ser, que sin llegar a causarle franca alarma o temor, de inmediato notó Anna que de algún modo la intimidaba…‑

Algo indescifrable en ese momento que sin saber el por qué la hizo aceptar el obsequio, y pese a sus nervios e inexplicable sensación de apremio complicado con ansias que de pronto y por momentos se hizo sentir en el aire obrando a favor del llegado, cuando en el estado de apuro y descuido causado en ella por él, de alguna manera a la vez la hizo voltear otro poco sobre su banco para quedar con las piernas casi apuntando hacia él.

‑¡Ay, gracias!…  En verdad no sabía si volver a pedir. Es usted muy Lindo…‑ Sonrojándose un poco terminó  de conceder su agradecimiento la bella y encandilada mujer, dedicando una nueva sonrisa a aquel zalamero sujeto.

‑Soy un Ángel…‑  Sonriente y jugando con éste, ofreció él su nombre antes de avanzar dos o tres trancos de un solo jalón.   

‑…Y tú mi primor.   Tú debes de ser Anna.  Casada y con dos hijos. – Cual adivinador quiromante se lanzó el a arrojarle todos los datos de ella; que sintiéndose por completo expuesta y descifrada por él, casi deja caer la mandíbula hacia su regazo, al tiempo en que sus ojos se abrieron apenas un poco menos que sus dos labios hermosos que se quedaron abiertos ante la sorpresa.

Por su parte, y divertido ante la estupefacción que con semejante superchería causara en la dama; el individuo marcó : … Me llamo Ángel; Ángelo LanzaGorta… Aunque mejor no te digo como me decían por eso en la escuela los compañeros.

Anonadada por tal cúmulo de información y aquella inusitada sorpresa, Anna aun no procesaba la información por lo que confundida por aquel personaje sólo quiso saber si había escuchado bien aquel nombre que pretendió repasar:    ¿Lanza Corta?...

‑No… de veras que no.  Ya tú verás…‑ Aun más sonriente quedó el tal Ángelo, luego de soltar el doble sentido a costa de su propio apellido, antes de que sin haber bien comprendido a su interlocutor, ella apurara la pregunta que le inquietaba.  ‑ ¡¿Cómo lo supo?! ‑

Es que aparte de todo soy buen adivino y sé ver bien las cosas, Tesoro‑  Al final descubrió parte del secreto de su entelequia cuando sin precisar de mayores permisos por parte de ella, llevó una de sus firmes manos hacia el redondo cuello de la blusa de Annita, y sin más extendió dos de sus dedos para dirigirlos hacia el colguije dorado que sobresalía de la confección y con gesto triunfante alzarlo otro poco para sacarlo de ésta.

‑… A veces. ‑  Continuó su acto con voz mas pausada y solemne ‑  Dicen que si uno se fija en los detalles pequeños estos te llevan al cielo… ¿No es cierto?...‑ Dejó por el momento en el aire cuando ella alcanzó de sus dedos gruesos y firmes aquel reluciente pendiente en que se leían las cuatro letras que formaban su nombre.

‑También dicen, que el diablo está en los detalles, y que si sigues el camino dorado que él a veces te pone y te va señalando, éste te lleva hacia las verdaderas puertas del cielo en la tierra y consigue que estas se abran y te den sus tesoros Annita…‑ Cual arcano lleno de enigmas y no cualquier otro embustero, deslizó el Ángel su cuasi incoherente perorata de embaucador.

‑Pero lo que si no sé bien Annie… Es, ¿qué hace un encanto como tú sentada aquí toda solita sin su marido o alguien que la acompañe a tomarse otra copa?... No me digas que te dejaron,‑  De esa manera continuó su amasijo de ideas el sujeto, sin darle tiempo a la joven y sorprendida señora para que se desenredara de la sorpresa y embelesamiento que de pronto experimentaba ante la presencia de aquel avasallante hombretón.

‑Bueno, no estoy ni vine a aquí sola…‑  Se  decidió a contestar cuando tomó el vaso que le presentara el cantinero que les atendía.

…Vengo con mi marido que creo que sólo salió a atender una llamada importante de su oficina.‑   Experimentando una intempestiva subida en el ritmo de su corazón, y sin ninguna otra razón aparente que lo  justificase, en esos instantes terminó mintiéndole un poco al galante sujeto.

‑Vaya que es buena suerte la tuya y la mía. ¿No crees tú?‑  Sin arredrarse ante nada, ni mucho menos el comentario de prevención con que Anna señalaba la presencia cercana de una figura que vería por el debido respeto a su buena imagen de señora casada, Ángel continuó su avanzada.

Tú marido no está…  Te dejó aquí solita olvidada mientras atiende una llamada en su noche de aniversario… Pero así yo que también estoy solo, puedo ayudarle a cuidarte y ver que a la dama mas sexy que ha venido a este congal esta noche, no se le acerque ninguno otro de esos chacales hambrientos que andan por aquí sólo acechando a las mujeres guapitas para seducirlas y luego dejarlas.‑   Terminó su aventurado discurso al tiempo en que probando otro poco de suerte, incursionó esta vez mas lejos al arrimar el cuerpo hacia Anna hasta quedar rozando con la tela del pantalón la rodilla y muslo de ella.

‑Chacales depredadores que sólo vienen a echarse al plato o comerse inocentes mujeres como yo, me supongo que vas a decirme. ¿No es cierto Angelito?...‑   Con el supuesto afán de demostrarle que no se sentía tan intimidada por él o sus avances, y sin evitar el contacto de su propia rodilla contra el muslo cubierto de él, ella le cuestionó sin apartarle la pierna.

‑Pero bueno ya que al parecer sabes todo de mí, pero yo nada de ti, dime : ¿Aparte de andar cuidando que no les pase nada malo a las otras desatendidas, pobres e indefensas señoras, Tú a que más te dedicas o que haces aquí LanzaCorta?‑  Sin saber por qué del verdadero motivo de hacerlo, algo le pareció llamativo en la sonoridad y fonética de aquel nombre que pese a haber ya entendido, de modo disimulado aunque bastante deliberado equivocó Anna al usarlo a modo de apelativo en vez de llamarlo por su nombre de pila.

…Bueno, está  bien. Me parece justo.  Tienes razón. ‑  Contestó él bajando la copa a la barra.

‑Aunque en realidad soy Abogado, con el tiempo me he convertido en algo así como una suerte de solucionador de problemas que a veces condena o hunde a la gente, o si se puede otras tantas usando favores sólo resuelve algunos asuntos pendientes que va dejando la gente…  Y Créeme, la gente siempre anda debiendo u ocupa favores.‑ Enigmático reveló apenas un poco.

... Oh, ya veo.‑ Aceptó ella antes de preguntar más:   ‑¿Y andas aquí Tú sólo buscando a quien ayudarle con alguno de tus favores, o quedaste de verte con alguien?...  ¿Quizás encontrarte con alguna persona que te deba un favor o algún cliente?.

Bueno, creo que pudieras decir que un poco de ambas…  Quedé de verme con alguien con quien tengo un pendiente.   Creo que me dijo que también aquí se vería el con alguien, pero cómo ves parece que no han llegado.  ‑Explicó él.

‑Se me hace que mejor será que ya no pregunte más… Todo se escucha tan misterioso que mejor creo que será que ya no pregunte. no quiero ser indiscreta, y me no saber que clase de favor sea ese que te debe la persona que esperas que  venga a encontrarte.‑   Sonriendo buscó Anna poder dejar zanjado ese tema sin parecer tan chocante a aquel individuo.

Oh,  no te preocupes…  Nada que ver…‑ En tono afable concedió el sujeto antes de, a su vez lanzar otro anzuelo.  – Me encantan las mujeres que se visten así como Tú…  En verdad luces fantástica.  

E inmediatamente seguir – Sin duda tu esposo sí que es un hombre con suerte… Mira que tener a una mujer así como Tú por esposa.  Y tenerla  todas las noches en cama, debe de ser un placer.  – Soltando el inapropiado piropo, preguntó enseguida: Pero cuéntame, ¿Qué salieron a celebrar esta noche?, ¿y a dónde se fue ese señor que no está aquí disfrutando a su esposa?...

Hoy es nuestro aniversario de bodas‑  Le dijo ella alzando la mano en la que aparte de lucir unas impecables uñas manicureadas a la francesa, orgullosa portaba el suntuoso solitario de corte princesa que adornaba su delicado dedo anular que le mostró al tiempo de completar: ‑Bueno… Es que hoy cumplimos once años casados… Pero supongo que eso debería ya de saberlo el Señor adivino…‑

‑Vaya vaya, si seré afortunado contigo esta noche.  Como diría el general alemán de aquella película.  “ ¡Eso es un Bingo!”‑  Bajando el porte solemne, aquel hombre expresó imitando el modo en que aparecía en la pantalla tal personaje de la película al congratularse de la buena suerte que todo le alineaba a favor.

…¿Un Bingo?‑ Bajando la mano cohibida ante lo desconocido, la curiosa señora quiso saber bien a que se refería su divertido y apuesto acompañante.

‑Bueno… Pero si eso sí es algo que cualquiera lo sabe.‑  Volviendo al tono sereno de conquistador mesurado, el comentó: ‑ Tú vestida así para él…  Te aseguro que todo lo que traes puesto ha de ser tan sexy como lo que yo veo…  Has de estar estrenando algo bonito para tu marido esta noche… ¿No es cierto?.‑  Arrojó  sin más esa descarga antes de proseguir con su asalto al tiempo en que sin pedir ni dar tiempo a que ella le diese permiso fue a colocar una mano sobre la rodilla de Anna:

‑Tú, la mujer mas bella de todo este lugar.    Noche de aniversario… Vestida especialmente sexy con algo bonito y sensual para que el suertudo de su maridito disfrute en su noche de aniversario.‑ Sin apartar de aquel llamativo paraje su mano, enumeró los puntos que le habían traído a colación dicha expresión, recalcando en modo especial el concerniente a la supuesta celebración.

‑Lástima que tu maridito ande tan ocupado atendiendo llamadas y no esté por aquí a la vista para disfrutar esta belleza ni acompañarte.‑  Insidioso e innecesario llegó el comentario que acompañó enseguida con el movimiento que con dos de sus gruesos dedos hizo trazando con estos alguna especie de suaves círculos imaginarios sobre la rodilla de ella.

‑Es decir… Contigo vestida así con disfraz completo de pecadora elegante.   Ya hasta yo me imagino que sin duda traerás algo bonito puesto debajo de esa faldita o un brassiercito muy mono y coqueto con esa blusita tan linda‑  Intimidante y casi tan desmedido a cual más, el aventurero sujeto expresó sin mayor disimulo, ocasionando que todo el ser de Anna diera un vuelco antes de precipitarse hacia una especie de estupor situado en algún tipo de hoyanco mental en el que de pronto se sumió la conciencia de Anna.

‑Una pena que tu esposo tenga que pasar más tiempo en el teléfono que contigo, y se atreva a dejarte aquí toda solita en una noche tan especial para ustedes‑  Continuó trazando aquellos círculos sobre la pierna de ella.

Desde donde se hallaba la conciencia de Anna, que pese a las libertades que estaba dejando que aquél se tomara con ella, bien sabía reconocer la clase de pueriles embustes que el sujeto éste pretendía lanzar en contra de su aturdida persona, de pronto algo la hizo atisbar una posibilidad; y pretendiendo no dar acuse de ello, con disimulo oteó en el bar por alguna señal de su esposo.

Bien pudiera ser que todo esto fuese otra vez alguna de esas tantas escenas descritas y protagonizadas por algún personaje de las novelitas pornográficas que gustaba leer su marido, o como  aquella vivida por ambos años atrás con el Director de aquel Banco para el que trabajaba su esposo. –Pensó para sí en dichos instantes en que sin ocuparse de apartarle la mano al Galán lo dejó que permaneciera jugando con sus dedotes sobre sus rodillas.

‑De seguro ha de haber sido algo importante, y ya no ha de tardar en volver.‑  Continuando su búsqueda, pretendió defender a su ausente marido.  Aunque ahora sí, comenzando a preguntarse en verdad donde podría haberse metido; si después de todo, se suponía que sólo había ido al cuarto de caballeros.

‑Bueno sí…  Es cierto.   A veces las cosas simplemente suceden.   Y suceden por algo…  Yo sólo decía que en verdad es una pena que te deje aquí sola conmigo…  Pero sí.  Creo que su perdida no es otra cosa más que mi ganancia.‑    Avanzó él otro poco con sus intrigantes palabras, tanto como con la exploración de sus dedos que con la intención de llegar a regiones mas reservadas y suaves sobre la superficie de aquellos muslos, de a poco iban ganando terreno.

Oh Mi Señor… Que rico se sienten…‑  De pronto expresó Él al palpar con sus dedos la prometedora molicie de aquel par de robustos muslos carnosos de dama cachonda.

‑“Shhh”  ¡No!... ¡A dónde vas!‑  Por fin intentó oponer un reparo aquella; marcando fronteras y un poco de límites con una sola movida de su mano que usó para barrer al momento los dedos que pretendían adueñarse de aquellos terrenos prohibidos.

‑¡¿Recuerdas?!...   Soy una señora casada; con hijos, y vengo con mi marido…‑  Sin querer mostrarse en realidad ofendida, siguió Anna con el movimiento de la mano con que le apartó, para mostrarle otra vez el juego de alianza de compromiso y sortija de matrimonio que coronaban su dedo.    Y acompañando entonces por breves momentos a su mano zurda con la diestra, buscó también enseñarle al desalentado Angelito, la suerte de pulserita de oro con dijes que colgando de su muñeca completaba el adorno con una dupla de efigies doradas con figuritas de niños y sendos solecitos que en par aderezaban el áureo artilugio.  

‑Tan lindos monitos… Tan bonitos deditos, y estos elegantes anillitos dorados, en una mano tan suave y chiquita como la tuya…‑  Decidido a no dejarse arredrar por la súbita amonestación al temerario Ángel no le quedó más de otra que la de probar con un arrojo mayor; y tomando la mano de ella como si fuese a admirar con detenimiento todo el arreglo de ella, se pronunció:

De verdad que hay que envidiar a tu Eduardo…   Con una mano tan blanca y pequeña como la tuya, con estos deditos chiquitos y suaves, aparte de tus anillos cualquier otra cosa se ha de ver enorme cuando la coges entre tus dedos…‑ Y sin darle tiempo a que recapacitara o pudiese alcanzar a reaccionar  de alguna manera ante sus palabras; diciendo y haciendo en el acto, fue que Ángelo ejerció su mayor fuerza sobre la mano de ella para hacerla bajar hacia aquel bulto que ya palpitaba bajo la bragueta del pantalón.

‑De veras que se ha de ver más bonito ese anillo o esos deditos de señora casada agarrando una buena macana como la mía para zarandearla antes de sacarle la leche y hacer que te explote en la mano…‑ Soez e intemperante a cual más de pronto casi bramó en contra de Anna aquel hombre sin soltarle la mano que de momento le tenía bien afianzada y haciendo rozar con el anverso de esta el paquete escondido dentro del pantalón.

‑¡Ve!... ¡Siénteme el fierro!...  Mira  como me pones tú, Vieja Cabrona!‑  Misógino y conducido por la lasciva y ansias que le producía la proximidad con aquella aturdida criatura, el malévolo ser la humilló sin necesidad; pues por su parte, aunque confundida y muy sorprendida por la  procaz expresión que acompañó al audaz arrebato de aquél, de pronto – y tal como también sucediera en aquella otra ocasión ‑, la desmedida actitud de comando o mandamás que el sujeto de repente tomó hacia ella, causó estragos en la consciencia de Anna.

Estragos que ni en lo más recóndito de su ser ella sabía bien como enmendar cuando le habían ya sucedido. –Perdida en su propio mundo de temores e inseguridades de su propia autoestima, por instantes la trastornada Anna, busco no caer otra vez víctima de su subconsciente al sentir la mano de aquel Ángel forzándola a restregarse contra su reciedumbre.

Batallando entre sus nervios y aquellas buenas costumbres adquiridas y enseñadas en casa que ahora ella misma inculcaba a su hija,  Anna no consiguió dominarse del todo y se abandonó un poco al contacto con aquella gruesa rama de macho que contra su mano ya se notaba crecer y enderezarse dentro de aquel pantalón de elegante lana peinada.   

Ser tratada con tan desafortunada falta de todo cuidado y respeto, era un descaro absoluto que sabía que no debía permitirle a nadie, y mucho menos en tan abierto y poco privado como aquel en que ahora todo ocurría.  –Pensó para sí atormentando su mente por momentos fugaces que se agolparan adentro de su cabeza, al pensar que ni siquiera a su esposo le permitiría o había permitido jamás tomarse con ella tal tipo de libertades tan  inapropiadas.  Pero –Notó‑…  Estaba mojada…

El delicado tejido de su pantaletita no le mentía ni le jugaba a juzgar lo que resultaba evidente en ese momento. Cual quinceañera en concierto de rock viendo a su ídolo brincotear y cantar al moverse, y sin darse bien cuenta de cuando había sucedido ella tampoco, los toqueteos, mangoneos y apurados maltratos de aquel aprovechado abusivo habían ocasionado en ella la embarazosa e innegable, aunque inevitable reacción de mojar el pequeño escudete de algodón que adosado a la femenina prendita, servía de refuerzo de tela a la entrepierna de esta.

‑No… Por favor no.  ¡Para!... Me aturdes…  No seas malo conmigo… Mi Esposo…Por favor te lo pido…– Experimentando sensación semejante a la de derretirse justo ante él, ella pidió que parara evitando mirarle directo a la cara y la intensa mirada que lanzaban sus flamígeros ojos, cuando sin saber de que otro modo oponerle alguna clase de resistencia para contener lo que pudiera venirse enseguida, presintió Anna que se aproximaba el embate de otra posible incursión mas decidida que el insensato ése quisiera intentar en contra de ella, y temiendo correr el peligro de que al correrle éste la mano sobre su persona, a ella que pudiese abandonarle su ser interior que amenazaba con desbordarse frente a aquel enigmático hombre que le arrebataba su plena conciencia de mujer madura, recatada y decente, sólo atinó a cruzar las piernas delante de él; ocasionando con ello que al levantar una pierna sobre la otra, el colorido dibujo de su falda floreada y por demás ajustada terminara corriéndose sobre los torneados muslos que manera inmediata aquél disfrutó con la vista.

Mientras gozaba aquella suculenta visión, y el fútil intento que hiciera ella por devolver por lo menos a su debido lugar el dobladillo de la faldita, el sujeto, notando que aquella mujer era como masa para moldear en las manos, que si bien y en realidad no ofrecía mayores ventajas, pero tampoco le ofrecía mayor resistencia, pronto probó otro poco de suerte con sus avances que de ninguna manera disminuyeron al momento en que adueñándose de la situación que ahora había conseguido le retuvo la mano con que intentaba bajarse la falda al tiempo en que con tono severo espetó: ‑ ¡No, ni de chiste lo pienses Annita!... Piernas como las tuyas están hechas para mostrarse y que todos las vean… 
* * *

Quizás por la luna, o talvez fuere la sola y misma presencia de aquel hombre que de manera irreal pero contundente, y en menos de quince o veinte minutos, había transgredido las fronteras del decoro y reserva que de manera habitual una dama decente como Annita imponía ante propios y extraños. O quizá sólo fuera el momento y enjundia con que aquel le supo llegar para conseguir cada propósito que se le venía en antojo.        Anna no lo sabía que era “eso” que él tenía, pero que al parecer la subyugaba más allá de su comprensión o dominio a cada paso que daba y ella cedía.

Subyugación que sin ella poder contenerla, en manera innegable y notoria aumentaba con cada avance que hasta el momento él daba. Y misma que se acrecentó de un solo golpe cuando sin haber mediado otra mayor instrucción por parte del confiado hombre, ella detuvo el intento de reacomodarse de alguna menara la falda sobre sus muslos expuestos aún antes de que soltando luego la mano de Anna, el ventajoso Ángel volviera por completo a adueñarse de la pierna de ella para jugar con las yemas de sus dedos a trazarle círculos encima de ésta antes de ordenarle en modo tajante que la descruzara y bajara de nuevo.

‑¡Baja y acomoda la pierna…!

‑¡¿Qué?!... No, ¿Cómo cree usted?... – Alarmada por entender lo que de seguro se proponía aquel hombre, y sin saber ni porqué ante el comando severo, por primera vez Anna hizo el intentó de negársele empleando el modo más formal que pudo ella usar al dirigirse hacia él como si le hablase a algún comandante o personaje de alto rango marcial.  Matizando después: ‑No, por favor no.  Alguien podría verme o mi marido volver…

‑¿Qué pasa Mamita?... ¿A qué viene eso?... Sólo te estoy pidiendo que bajes esta piernita y la separes un poco de tu otra piernita…‑  Divertido ante el estado de confusión y predicamento en que había conseguido situarla, El aventurado Angelito, continuó azuzando a su presa para conminarla a que lo complaciera con esa nueva instrucción.

‑Pero… La Gente. Mi Marido. ¿Si vuelve?...‑   Buscó excusarse de cumplir el capricho.

‑¡¿De la gente que te preocupa preciosa?!...  El lugar está lleno y casi  ni hay modo de que alguien se dé cuenta de nada… ‑  Notando que en vez de simplemente negarse a cometer tan desmedido exabrupto que él pretendía, ésta se apuraba más a en ofrecer algún tipo de excusa para no hacerlo ante la posibilidad de que alguien o su marido pudiese llegar a encontrarla dando la nota en tan delicado y escandaloso desplante, mas no del inapropiado pedido en sí mismo; y haciendo uso de la apostura que tenía ganada ante ella, retrucó él complacido de la extraviada docilidad de la damita que la oportunidad le había puesto en suerte para que jugara a hacerla caer en la tentación de sus garras.

Y continuó con su asalto en contra de la debilitada defensa que ella intentaba: ‑ De tu marido tampoco te apures, que estando tan lleno el lugar, Tú sólo te encargas de ver cuando vuelva el Cabrón y con tanta gente que hay tendrás  tiempo de verlo antes de que regrese a buscarte…

‑¡Así que ándale, has caso y ya baja esta pierna!‑ Al tiempo que acabó en ese momento aplicando algo de fuerza sobre la rodilla de Anna para azuzarla, y empleando a la vez con toda firmeza su tono de mando, insistió como si para él eso de ordenarle que hacer a una señora casada y ésta obedeciera sus órdenes fuese algo de lo más habitual.   

Al aplicar aquel leve estimulo sobre la pierna de ella, cumplió el objetivo de hacerle entender a la confundida mujer que ahí no había más lugar para las negativas por parte de ella, por lo que como si se sometiera a su antojo para después obrar un milagro. Primero el terso muslo de la joven señora bajó hacia el cojín donde se posó durante unos cuantos instantes que antecedieron al momento en que como si todo aquello ocurriese a través del lente de alguna cámara lenta que ralentizara los asombrosos segundos ante la vista del obsesivo individuo, el camino hacia el edén se abrió apenas algo menos que unos cinco centímetros o un par de escasas pulgadas que junto con el suave tremolar de aquella pareja de sonrosados y suaves muslos de ensueño apenas bronceados con un suave tono de miel, se apartaron de a poco para regalarse a la vista de él.

‑“Guau”… Pero si mira que encanto, Preciosa… Eres toda una joya…‑  Conmovido ante su propia lasciva y la naturaleza del acto que ahora le hacía cometer a la víctima y objeto de sus perversiones, Ángel lanzó el marrullero piropo en cuanto los regordetes y suaves muslos de ella cesaron su movimiento, quedando ahora expuesta hasta dicho momento, de manera tal que, rayando entre lo que bien podría haber parecido un mero descuido y lo indecente para cualquiera otro que aparte de él la mirara en tan indiscreta postura. 

‑De verdad que eres una ricura Mi Vida… Mira que piernas y que rico…‑ Celebró él comiéndosela con los ojos hambrientos de lobo que parecieron fulgurar encendidos al devorarla con estos. – Tienes unas piernas y muslos divinos, Preciosa.  

Ya me imagino lo lindo que ha de ser ese biscochito calientito y sabroso que de seguro tendrás allí en medio y todo peludito y mojado… ‑ Anna se sonrojó al escuchar semejante modo de referirse a su vilipendiada intimidad.   Aunque sabía que existían expresiones tan soeces como aquellas tan grotescas que él había proferido, nunca nadie las había usado jamás para referirse a su montecito de venus de tan denigrantes maneras; pero tal como había ya ocurrido antes enfrente de aquel extraño sujeto, oírlo hablar de ese modo al respecto de su persona  cobró su cuota de dignidad y humedad propia, que escurriéndose un poco de los dorados vellitos que poblaban el exterior y cercanías de la entrada de su feminidad, fluyeron también hacia el refuerzo de tela de sus calzoncitos de señora casada recién estrenados

Para su buena fortuna, en la posición que se hallaba sentada sobre aquel banco y el hombre parado justo enfrente de ella, pocos o no muchos de los presentes podían  darse bien cuenta de los toqueteos y modos en que el aguerrido hombre ahora la sobajaba y tocaba delante de la concurrencia.‑ O al menos eso pensó Anna hasta el momento en que apartándose de todo el cúmulo de femeninas sensaciones que se apoderaban de su persona, y volviendo a la tierra por algunos instantes para buscar alguna señal de su esposo, sorprendida de sus hallazgos se dio cuenta de que más alguno que otro fisgón parecían observar lo que sucedía entre ella y el hombre que sobre el mobiliario del bar la tenía ya acomodada con las piernas cada vez más separadas sin importar que los demás la miraran.

Notar todo esto anterior, y saber que estaba siendo exhibida ante todo aquel que se interesara en mirar, y –quizás‑ también escuchar o tomar apuntes de las cosas que él hubiera podido hacer o decirle tan solo sumó otro nivel al grado de perversión que ya experimentaba y reinaba en su ser todo completo que ya por poco y ardía.

‑De veras que estás rica Mamita… No sabes cómo me gusta como se siente mi mano aquí en medio de tus piernitas… Está calientito y húmedo. – Dejando gozar a su mano del pleno contacto y tibio cobijo que encontró allí en medio de los muslos de ella, con disimulo arrimó otro poco la invasión de sus dedos hasta que palpando la franja de ajustado nylon elástico que delimitaba el borde final de las medias de Annita y la suave piel que con su tentadora transpiración de pronto frenó y dificultó un poco la decidida avanzada de aquellos tenaces intrusos que buscaban colarse hasta rozar con sus propias yemas el material de la pantaletita que aun protegía a la dueña de aquel escondido paraje.   –La sensación que ahora el hombre experimentaba al toquetear el sobajado escondite de la aturdida mujer era indecible para sus emociones ‑.

‑No… Ya no más… Ya no más por favor… Ya no…‑ Con la voz temblando con una clara mezcla de agridulce excitación combinada con sus propios temores, y sin quedarle ya más otro remedio a ella que el de darse cuenta que tenía que recomponerse; no fue sino hasta que abrió los ojos para mirarlo y en tono de súplica pedirle que detuviera aquella delirante conquista, cuando se percató que al menos por unos cuantos instantes se había olvidado de todo –incluido su esposo‑,  abandonado ante él, y en vez de buscar a su Eduardo,  cerrado los ojos antes de volver a la tierra buscando recuperarse.

‑¿Qué…?, ¿Qué pasa Mi Annita?... Yo sé que esto te gusta… No me detengas, y sólo abre otro poco esas piernitas para que yo pueda tocarte…‑  No se dejó rechazar él antes de rematar: ‑ Por lo que siento estás bien mojadita en tus calzoncitos… 

Y después, insistió al intentar describir:‑Si hasta tus muslitos están todos sudados; exhalan tu aroma; y sin verlos, aun con los dedos puedo sentirlos tibios y un poco mojados como embarraditos con azuquitar dulce y sabrosa, muy pegajosos y ricos debajo de esta faldita que traes puesta.

‑Ándale  abre las piernas…  Quiero sentir ya como te tengo toda mojada…‑  Al sentir que ahora sí por fin ella ofrecía mayor resistencia, El maduro hombre volvió a emplear su voz y actitud completa de mando al momento de ejercer más presión en contra de ella que buscó impedirlo hasta la medida que le fue esto posible, y que se venció en cuanto que debido a la superior fuerza de él, con una sola mano le fue suficiente al decidido hombretón para vencer aquel intento de insurrección y terminó el súbito forcejeo para seguir irrumpiendo hacia el invisible objetivo situado debajo del corto dobladillo de la falda de Anna.

Así divertido y contento de sus avances al ir toqueteando y palpando la cara interior de aquellos muslos, la mano invasora otra vez pasó del borde oscuro y elástico de las medias de la desarmada señora para rebasar la emblemática delimitación, apropiarse de nuevo de tales terrenos al acariciar con sus ávidas yemas llenas de morbo la suavísima e invitante región superior de las piernas de Anna que pareció volver a querer suplicar y pedirle que detuviera la desmedida agresión.

‑Por favor no… ¡Ya no!... Se lo pido…   Mi Marido no puede tardar y no quiero meterme en problemas. – Con el corazón latiéndole de manera profunda y agitándose como a mil pulsaciones en cada instante que sucedía, Anna trató de frenarlo recalcando su condición de señora casada  al apoyar su jadeante pedido probando apelar a la consideración de aquel hombre invocando la cuasi inminente posibilidad del retorno de Eduardo.

Trastornada y perdida en tales momentos dentro de sí misma, de pronto la sordidez de todo aquel episodio pareció increíble o producto de un raro sueño erótico en que debía de hallarse sumida en esos momentos, cuando se percibió formando parte de aquel escandaloso espectáculo que por seguro estaría dando en aquel alto sillín sentada delante de ese dominante hombretón, con las piernas abiertas y la falda subida hasta el punto donde tras el fugaz forcejeo que tuviera lugar entre ella y el aprovechado dueño de aquella extraña mano invasiva, y con el ahora cada vez más tirante y ajustado dobladillo de la floreada prenda lo permitía ya muy arriba en la morbidez de sus incitantes muslos maduros que sin llegar a reventar las costuras de ésta tensionaban la tela al grado de casi rasgarla.

Con todo, y ajeno tanto al esfuerzo de la tela de la confección que se esforzaba por continuar cubriendo las piernas de Anna, como del predicamento en que tenía a la bella señora casada sometida ante él en tal grado de exposición, sin contemplaciones, y como si no hubiese nadie  que los estuviera observando en el bullicioso recinto, pidió más :  ‑ Vamos Ternura, Tú solo disfruta… Cuida de que tu maridito no venga; quita la mano y separa otro poco estas piernitas bonitas que tienes.

Extendiendo enseguida el morbo de sus sibilinos antojos: ‑Se ven tan ricos estos muslos jugosos que tienes que parecen jamones de primera y de tan suaves que se te sienten, se me antoja bajarme aquí mismo para saborearlos todos completos a mordisquitos y besos para luego clavarme encima de tu pantaletita y antes de comerme tu bosquecito a lengüetazos jugosos sobre la tela, empujártela dentro de tu hoyito con la nariz otro poco para que te mojes más todavía sobre la mojada telita y oler el divino aroma de hembra cachonda que de seguro habrá en tus calzoncitos bonitos de mamita casada y mojada.

De entre toda aquella inmisericorde andanada de procaces obscenidades e imágenes que sin poder evitarlo calaron muy hondo en la cabeza de Anna, la anterior mención de su esposo y su condición de casada también cobraron la extraña divisa de ocasionar que al oírlo, otro poco más de humorosa humedad que se impregnó en la remojada tela del encantador panty con su ardorosa fragancia le delatara a la dama y el modo en que las lapidarias e insanas palabras conseguían hacerla sentir en extremo culpable y alterar su consciencia.

Víctima del embrujo de aquél, la trastocada mujer apenas atinó a darse cuenta del momento en que descubrió a su esposo Eduardo volviendo por fin de los sanitarios – o dónde quiera que se hubiese metido durante todo ese tiempo‑. 

Hallándose de pronto Anna con la sorpresa de encontrarlo a su esposo más cerca de lo que hubiese esperado, y en el súbito apuro que de inmediato le vino y por poco la hizo saltar de su banco con la intención de alcanzar a enmascarar el impúdico desencuentro ante la vista de su marido, e intentar ‑ en alguna manera ‑ a la vez que recomponerse y disimular el subrepticio desliz, escurrirse de las manos de su acompañante antes de que Eduardo pudiese darse más cuenta de la inmensidad de todo aquel indecible exabrupto que ella había permitido que tuviera lugar durante la prolongada ausencia del connivente marido; pero imposibilitada de zafarse con la premura debida sin comprometer todavía más la integridad de su falda para poder evitarlo, en menos de una fracción de segundo optó por mejor conservar lo mejor que pudo la calma para acabar afrontando lo que fuera que se viniese enseguida.

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17 comentarios:

  1. que hermos relato, estoy fascinada, la actitud de ella yo pienso que si es reflejo de lo que alguna vez nos puede pasar a nosotras mujeres

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  2. Lo lei tdo uhmm q rico, y pq le cortas cuando llego el sposo?

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  3. Está delicioso, me costo trabajo, pero me decido por esto: "Ya me imagino lo lindo que ha de ser ese biscochito calientito y sabroso que de seguro tendrás allí en medio y todo peludito y moja"

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  4. Me encanto, me tarde como 5 días en leerlo!

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  5. Hola! que caliente, me gusto mucho, esas cosas ni nos pasan, yo tambien me tarde como 3 días en leerlo jaja

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  6. ...Y lo de la lentitud que mencionan... ¿Se debe a qué?.

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  7. Tarde pero seguro mi estimado, eXcelente post.
    Salu2!

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  8. Excelente relato, me quede con las ganas de leer la continuación, para cuando estimado escritor y gracias por mantenernos calientes, les hace bien a nuestros matrimonios ya que las mujeres pagan el precio de nuestras bajas pasiones :-)

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    1. ...Me gustaría " retener " esa idea, y quizás pedir - si fuera posible -, explicaras un poco a que nos referimos con ese dicho de que" ellas pagan el precio de nuestras bajas pasiones...?

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    2. Mw refieroa que ellas hacen de inocentes palomas y nosotros de invitados al azahar que conocen en un bar mientras el marido (nosotros mismos) las observamos desenvolverse nerviosas ante un hombre nuevo, desde como le aceptan los primeros piropos hasta cuando se la empiezan a chupar en el baño, en fin Ludo, tus relatos dan para mucho y avivan la imaginación, a eso me referia que ellas pagan porque poco a poco les gusta el juego de roles y las cosas se ponen calientes, claro que el ir a la realidad es otra cosa mas dificil aunque no imposible en la imaginación.

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  9. Para cuando la continuación de este calienre relato Ludo, es uno de los mejores..

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    1. Pues verás -Anónimo 2 - Asumiendo que seas un 2 , y no un Uno repitiendo o posteando dos veces... =)

      El asunto es que aprovechando la pausa dada por los Gifs de nuestras animadas lectoras, me dispuse a dibujar y hacer una revisión-corrección de la escena descrita, supongo que a mediados, finales de Marzo este repuesto o editado hasta la escena 2, y luego siga ya posteando la 3a escena.

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