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viernes, 16 de enero de 2015

Amor y Lujo© Parte 5 Capitulo 5



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Amor y Lujo©
Parte 5 Capitulo 5
Ludo Mentis

( Un vestido cortitíto, cortitito, muy pegadito y chiquitito...  Toda una ganga  )

* * *

Después de aquel exabrupto, volviendo hacia la calle principal caminaba Yo por detrás de ella sin lograr apartar de la mente la escena ocurrida, al tiempo que mirando la manera en que tomaba firmemente la mano de David, sin perder atención del entorno, también observaba el inevitable contoneo de caderas que tenía en su andar, cuando repentinamente, bajo los rayos del sol al cruzar ella la calle con el niño, me pareció poder apreciar la tenue imagen de diminutos cuadros blancos y grises, trazados bajo la tela de su vestido. De inmediato, pero consciente de no soltar de la mano a Daniel regresé a pensar en aquellos sujetos.

Vaya festín que se habrían dado aquellos desdichados de haber conseguido ver lo que llevaba ella puesto debajo, pensaba para mis adentros, antes de recordar las puercas palabras que le habían dicho; e inmediatamente volver a mi mente la actitud prometedoramente cariñosa y extremadamente excitante que ella había mostrado ante mí, luego que la salvara.


¿Era acaso que le había excitado que mi actuar bravío en aquel momento, al salir en defensa de su persona e intimidad?...  O tal vez, quizás…  ¿Por alguna extraña y retorcida perversidad de la mente, podría haberle gustado que semejante tipo de hombres se atreviera a propasarse con ella, por el osado intento de saltar tantas barreras sociales e intentar atacarla?...  ¿Por qué siendo que tenía, y Yo sabía que había traído, otro tipo de prendas, precisamente había escogido las que traía puestas para ir a aquel sitio de tan poca monta?‑  Intentaba dilucidar Yo sin lograrlo, mientras veía el acompasado vaivén de aquel par de glúteos, que resultando imposible dejar de mirarlos e impedidos los mismos de ocultar ante los ojos de cualquiera toda su gloriosa opulencia, llamaban la atención de todos los que pasaban cerca de ellos.

“¿Cómo era que unos saltapatrás como aquellos, pudiesen pensar conseguirse con esas maneras a una señora como esta?”…   “Toda una señora con clase, que casada, con niños, y sexy, nunca se fijaría en sujetos así”… ‑ Recuerdo que pensaba mientras seguía fascinado con la imponente visión de su andar.

Cierto era que desde que empezáramos lo nuestro y hasta después de cumplir sus 37, siempre había sabido o al menos querido pensar, que Patricia me había sido fiel y jamás hubiera imaginado posible que siquiera fuese capaz de pensar hacer ni la mitad de las cosas que ahora ella hacia…   Se había enredado y estado, entre otros, con su padrastro; aquel otro vicioso, vejete situacional obsesivo que insistiera en que todos nos dirigiésemos a él con el sobrenombre de “El Coronel”, cuando tuvimos que acceder a sus condiciones a cambio del conseguir la licitación por la que ahora habíamos conocido al lugarteniente ese, el baboso que se creía dueño de la fábrica embotelladora de todo el país; pero de ahí a que ella algún día siquiera, aparte de mis oscuras suposiciones o habladurías que se dieran luego de que aquel par de morenos aspirantes a jóvenes promesas del balón, que como bono por parte de mi suegro para tenerlos contentos, había mudado a la casa, y de los que prefería ya no pensar más; o ahora, por sin ninguna razón aceptara ella tener contacto con un negro cambujo de piel sudorosa; sí, de tipo francamente negroide, simplemente era algo impensable ya para mí. 

Bastante difícil me era suponer lo aquellos viriles mozalbetes que vivían a lado de nuestra casa podrían ofrecerle para que ella probara en su cuerpo, para ahora, al verla ingresar a la tienda a la que entraba con la idea de hacer algunas compritas, tener que lidiar con la imagen de estos tres prietos haciéndole cosas si no hubiese alcanzado Yo a impedírselos cuando llegué con mis hijos.

Entrando después de ella a la tienda de conveniencia, que al menos me hizo sentir en lo que consideraba Yo un territorio mucho más seguro que el anterior; encontré que a diferencia de los establecimientos que habitualmente había en la ciudad; en éste, aparte de sodas, helados, botanas, diarios y revistas que comúnmente se hallan separados de los cigarros, botellas de licor y preservativos normalmente ubicados tras el mostrador; en éste había otros productos más dirigidos hacia la zona en la que estábamos: calzado para la playa, trajes de baño, bronceador –de la marca que anunciaba la sensual chica del espectacular por el que casi tengo aquel accidente por la mañana-, lentes para el sol y algunos cuantos shorts para hombre, y vestidos que, aparentemente, tenían algún tiempo sin que pudieran haber sido vendidos.

En realidad no había nada muy interesante como para vérseles, pensé para mí mientras mi Esposa se dirigía hacia el frigorífico para tomar las gaseosas que los niños exigían.  Pero eso sólo fue hasta que de repente, y cómo decimos coloquialmente, se me fue el santo al cielo al ver allí colgado delante de mí, un vestido que cautivó mi atención.  Si a lo que Yo veía pudiera habérsele llamado un vestido, éste era excepcionalmente pequeño y de apariencia totalmente descarada e inadecuada para vérselo puesto a la mayoría de las mujeres; y pese a que ciertamente, el aspecto era algo barato, sólo de verlo allí guindando mi vista, se entendía que ninguna de las muchachas locales se atrevería a pensar siquiera en probárselo, y mucho menos, comprarlo.

¡¿Qué era lo que no había Yo aprendido o siquiera entendido después de lo que casi nos acababa de suceder?!...    En verdad no lo sé; pero nada más de ver la maldosamente delgada y casi diáfana tela que difuminada desde el azul chillante al blanco resplandeciente con que había sido maquilado, quedaba claro que pese a lo barato que ésta pudiera llegar a costar, por lo mucho que revelaría de la atrevida que se la pusiera, era una prenda exclusivamente hecha para el torcido gusto de algún turista que al cobijo del pasajero anonimato, se topara con éste durante sus vacaciones, más nunca ser vista sobre el cuerpo de las mujeres del sitio. –     Pensé hacia mis adentros, sintiendo la boca cada vez más seca al acercarme hacia éste y encontrar una etiqueta que con formas de centella color chillante sobre la cual habían garabateado el reducido precio que tenía para su venta.

La sola idea de ver las sólidas curvas de mi Esposa enfundadas dentro de aquella maravilla creó dentro de mí la más absoluta ansiedad de llevarlo con nosotros y no dejarlo allí expuesto a la posibilidad de que, aún pese a haber estado colgando de aquel sitio por algún tiempo como ostensiblemente lo había hecho, de repente pudiera entrar algún otro hombre con tan umbrosas necesidades como las mías y se lo llevara.   De cualquier forma que fuese, el vestido ese no pasaría un solo día más pendiendo de ese gancho en el que lo tenían montado…

‑ Paty…  ‑ La llamé primero.

… Marta.‑ En seguida.  Y noté que llamó su atención que usase aquel nombre para llamarla a que viniera porque de inmediato volteó a mirarme anticipando que algo extraño me sucedía.

¿Qué?...  ¿Qué pasa?... ‑  De pronto me pareció que parpadearon sus ojos, si apenas una mili fracción de segundo antes de que su boca se abriese ligeramente  para quedar boquiabierta e incrédula de lo que se había dado cuenta que le señalaba Yo con la vista.

Volteó entonces a otear por el interior de la tienda de manera fugaz y prácticamente simultánea al momento en que llevando una mano hacia su pecho; fue a posar los dedos más largos de ésta sobre la clavícula izquierda e incisura yugular; y quedar cubriendo con la palma de su extremidad las delicadas figuritas de los dos pequeñines dorados que por encima del amplio busto adornaban aquel punto; al mismo tiempo en que se me quedaba mirando como para asegurarse de estar pensando lo mismo que parecía Yo querer darle a entender cuando sin poder contenerlo más ya dentro de mí asentí.

Parecía ella más que mi cómplice, con su mirada y rostro perplejo estar preguntándome: “¿Estás seguro de que te atreverías a comprármelo?”...‑  Cuando sus labios carnosos se entreabrieron una vez más para dejarme en suspenso por menos de otro segundo que tardó antes de preguntarme:  ‑ ¿De veras quieres me lo ponga para que me lo veas?...Escuchar esas palabras, que de repente perdieron los signos de interrogación para convertirse en una franca propuesta, una invitación, una insinuación, una excitación. Jamás esperé verme pidiendo algo así, y mucho menos, tener la aprobación de mi compañera, en total confabulación.

La idea no era probárselo…    Ella sabía que Yo quería más que eso…  ¡El ansia mía era llevarlo para que lo usase! ¡para admirarla! ¡para gozarla!– Pensé para mí, al tiempo en que no queriendo desaprovechar el envión de su propia emoción, me ofrecí de manera inmediata a descolgar el gancho, mientras le decía:

N-n…  No creo que se pueda…  Mejor llévatelo y ya…  Casi no cuesta nada…‑

…Pero; ¿ Y sí ésta muy transparente o me queda demasiado chiquito?...  Está todavía más corto que el otro de encajes que usé cuando vimos a Don Roberto...  Mejor sí me lo pruebo… No vaya a ser que te parezca ya muy descarado como ése otro…  Vamos a decirle a la cajera…  O déjame pedirle que me lo deje probar y Tú, ve a los niños mientras Yo me cambio. ‑  Propuso tomándomelo de entre las manos en cuanto conseguí hacerme por fin de la prenda.

‑Aunque lo cierto es que me parecieron horas‑, pero en realidad apenas sí habrán sido instantes o quizás sólo minutos más tarde durante los que revolviéndose en entre mis ansias y pensamientos, súbitamente tampoco pude apartar de mi mente la imagen de aquel otro cortísimo vestido que le obsequiara aquel tipo para que se vistiera con él.   Aunándose a la zozobra de ese nuevo momento, muy probablemente sin haber querido ser más que una advertencia había traído a colación ella la existencia de dicho vestido, que para complicar aún mi estado de exaltación, con la memoria de aquel nuevo recuerdo que como un certero balazo entró a mi conciencia mientras que lleno de nervios vigilaba a los niños, al tiempo en que intentaba no parecer demasiado evidente o ansioso, tan sólo esperaba que no fuese a ocurrir algún sin razón por la cual no fuera posible concretar la compra cuando ella volvió con un cara de pocos amigos y se quejó:    ¡De verás esta gente está loca!… 

‑ …Que no aceptan devolución si no me queda, y sólo puedo probármelo una vez que esté pagado.

‑¿Pero qué importa?...  Ya te dije que no les preguntes; sólo llé-va-te-lo. ‑  No resistía el morbo que me producía la sola idea de vérselo puesto; aunque fuese sólo una vez; así fuera, sólo un instante. Como un sifón, mi mente salió de mi cabeza y se fue hasta ver a mi Esposa poniéndoselo; estirando la tela de la diminuta prenda al ir bajando por su cadera.

‑¡Sí pero no!... Ya le dejé allí un billete por lo de los niños y el vestido…  ¿Me prestas mis zapatitos y ves que te dé nuestro cambio?...   Lo que no quería era prestarme la llave del baño pero voy a ponérmelo; y si me queda, me lo llevo puesto y Tú ves que la floja esta sólo nos dé una bolsa para guardar lo que traigo puesto…   ¡A ver si eso puede hacer la muy inútil!, ¿Si Papi?.‑ Me encargó con aire maliciosamente feliz, de finalmente poder ser capaz de salirse con la suya ante la dependientucha, y dio la vuelta para ir a la parte trasera del establecimiento.

Cuando llegué a la caja, ya con los niños para ajustar las cuentas de lo que llevábamos, la verdad es que poco me importaba cuanto fuera a cobrar por todo, y con la sola excepción de los niños que me mantenían atado a este mundo, por el pendiente de que no fueran a correr algún peligro mientras bobeaban con algunos empaques de nuevas pistolas de agua a presión, distintas a las que ya les habíamos comprado, mi ubicua cabeza que no obstante se hallaba unida a mí por el cuello, se encontraba desde minutos antes en otro lugar: en el vestidor, en el hotel, en nuestra casa, y desde luego, estaba mucho más atenta al momento en que Patricia volviese a salir por la puerta que había pasado.

Conforme avanzaron los lentos segundos sin que mi Esposa saliera de aquel cuarto, la situación parecía tornarse bastante chocante entre mi persona y la mujer que intercambiando confabuladas miradas de molestia e incomodidad con su compañera, de encontrarse molestas con nuestra presencia dentro de su territorio, luego de que se sintieran agredidas por Patricia, hasta que finalmente, pude escuchar el ruido de su andar y verla reaparecer. Casi eyaculo en ese mismo instante; aún sin siquiera haber volteado a la puerta.

A ver, ¿qué le parece señor? ¿cómo me encuentra?. – Se dirigió hacia donde Yo la esperaba sin alcanzar a prepararme suficientemente para lo que vería, cuando de entre los exhibidores primero surgió el acompasado repiqueteo, curiosamente semi agudo y metálico de sus tacones marcando la firmeza de los pasos que daba, hasta que de repente, de forma muy similar al ruido que produciría un estilete al arrastrarse encima del hielo, aunque poco más seco que dicho sonido, pareció darle un rayón al piso cerámico antes de clavarse en el suelo y cesar. ¡Scriiiich!

* * *

Quizás fuera sólo lo encogido y cortísimo que éste resultaba, o lo mucho de su figura que revelaba el dichoso vestido.  – No sé ‑  pero por mucho que alguno más hubiera ya visto de ella en los pasados meses, ni yo u otro cualquier mortal hubiera podido imaginarse que vería; cuando apareció ante mí vestida con él y extendiéndome tanto las prendas que llevara puestas como la llave del baño al que había entrado a cámbiaselo; y que para devolverla había colocado encima del montoncito de ropa que me entregaba, e indicándoles que allí iba de vuelta la llave, enseguida pidió a  una de las mujeres que me diera un bolsa para que junto las ropas que ya no usaría me encargara Yo de guardar la bolsa en que se hallaban las alpargatas que tampoco pensaba ponerse para salir a la calle de nuevo, me quedé en estado semi catatónico.     

Aún era de día...   Las muchachas acostumbraban ponerse cosas así para ir a la noche a bailar…    Sin duda que resultaba un dulce bocado a la vista ver todo lo que ahora veía parado ante mí sobre aquellos estilizados tacones de diseñador…  ¡Pero aquello era la playa de un lugar de segunda!.   No era ni con mucho la zona turística donde nos hospedábamos, ni mucho menos, o máxime como ya lo habíamos experimentado después de lo que nos había sucedido minutos atrás.

Si el vestido que llevaba puesto antes no era en realidad provocativo, y había ocasionado aquella reacción en aquel trio.  –“¿Qué sucedería con éste si salía de la tienda con él puesto?”… ‑    El apuro se apoderaba de mí…

  Y mucho más fue cuando con mientras con dedos nerviosos  intentaba coordinar bien mis movimientos para guardarle las otras prendas, la mirada de mis ojos recaló en la tirante frontera situada entre la porción superior del tope visible de sus sensuales muslos torneados que daban la clara impresión de, en vez de simplemente contentarse a ir amoldándose estos a las formas que el opresor dobladillo ajustado les imponía, al ir encajándose suavemente éste sobre la mórbida tibieza de su carne para surgir ensanchándose ante mi vista, al verse estos libres de aquella banda elástica que les ceñía ajustándose en la mayor parte de su glorioso contorno, para enseguida, después descender  mostrando toda la lozanía de sus enceradas y bastante firmes piernas mimadas de señora madura.

Dejando en ese momento de lado o relegado a segundo lugar aquel descocado vestido de encaje que “El Tal Coronel” le había hecho ponerse para que lo modelara la noche que estuvimos en su apartamiento, ver ahora todo aquello era razón suficiente para ocasionar allí mismo, y en ese un momento un paro cardiaco.  Y sin poder apartar la ansiosa mirada de su tentadora presencia, comido por la propia lascivia confirmé que había ya muy poco que aun quedara libre a la imaginación; ya fuese que mirase como se dibujaban las curvas me mi mujer, la parte de arriba de éste o por encima de su llamativo y bajísimo escote, e incluso aún menos por debajo de la agudísimamente invitante y angosta línea de aquel dobladillo. ‑  Sobrecogido ante la sublime visión, mientras pasaba saliva no pude evitar inquietarme nada más de pensar en lo riesgoso e inapropiado que todo esto podía resultarnos a todos.

Por su parte en el momento en que acabando de mirar de arriba hacia abajo las dos dependientas a Patricia, cayeron en cuenta de lo atrevida que mi esposa lucía enfundada dentro de aquel vestido parada allí a la mitad de la tienda sobre sus altos tacones oscuros quedaron totalmente calladas, y no fue  sino hasta que Patricia comenzó a caminar hacia los niños para tomar de la mano al pequeño Daniel y decirle a David que se me acercara para que yo lo cargara; cuando al voltear a ver que no se quedara nada olvidado sobre el mostrador noté la mirada entre burlona y reprobatoria que la mayor de ellas lanzaba a la mamá de mis hijos con un meneo de cabeza.
* * *

Parecía como si aun sin palabras hubiera querido decirle a la otra:   ‑“¿Ves?...  Así es como se viste una golfa con ese vestido de puta que nunca habíamos podido vender”…

* * *

Cargando al pequeño David y las cosas que mi Esposa me había encomendado le llevara, me apresuré a salir tras de ella para no perderla de vista y poder protegerla en caso de que algún nuevo gañan de la costa le saliera al paso pensando que iba sola con un niño y vestida de manera tan descaradamente provocadora.

‑¿Para dónde queda el Restaurante Daniel?...   ¿Si sabes?... ‑  Volteó a preguntarme asegurándose que viniera detrás de ella.

‑“Eh- her…  Allá enfrente, creo que es ése allá adelante cruzando la calle; pero si no, es de todas formas metete que no quiero problemas…     Abrumado de lo estúpido e imprudente que había sido de mi parte inducirla y ponerse semejante atavió en aquel sitió, sentí que los pelos de la nuca se me erizaban. 

Presentía que surgiría algo imprevisto y desagradable de cualquier parte …    “¡¿Había o estaba ocurriendo todo esto por poner en su sitio a las dos dependientas que se habían quedado quizás riéndose de nosotros y hablando de la atrevida golfa de ciudad que con todo y su marido e hijos había comprarse el vestido?!”…     Sería quizás que después de lo sucedido en la placita, nos hallábamos confundidos por alguna especie de siniestro morbo que disfrazándose de excitación nos estaba orillando a comportarnos de tan inapropiada y riesgosa manera?...  La verdad es que, pese a que intuyo muchas posibles respuestas ahora, en ese momento no lo sabía, en lo absoluto.

De pronto, al avanzar ella delante de mí, me retrase un poco al atravesárseme en el camino unas personas, y para cuando me disponía a darle alcance; un par de jóvenes turistas con pinta de extranjeros en bañadores caminaban en dirección opuesta a la que ella seguía conmigo unos metros detrás, apresurando el paso para cubrirle la retaguardia.    Respiré como si me estuviera faltando el aire al caminar más deprisa.

Afortunadamente para mí, cuando sabía que me resultaría humanamente imposible darle alcance antes de que ellos la interceptaran, en cuanto ellos le abrieron el paso para que pasara en medio de ellos, por un momento conseguí calmarme al ver que sólo se concretaban a sonreírle sin que nada indicara la posibilidad de que algo nefasto ocurriera; pero en cuanto pasaron a su lado y el de mi hijo, tuve que apechugar primero las miradas que entre ellos se lanzaron.   Mientras el más alto y rubio del par, abrió como dos platos los ojos hacia su compañero, este segundo, de aspecto latino y con el cabello cortado prácticamente a ras de cráneo, alzó las manos hacia la altura de su propio pecho y simulando un par de tremendas manos con éstas formó una “O” con la boca para que lo viera su amigo antes de que los dos detuvieran sus pasos para quedarse parados para observarla, ahora boquiabiertos.

… “¡Wow!”  “Have You seen those soft puppies up there?”…  “Oh My Sweet Lord… Now that’s what I call a nice rack… Just take a look at those twin babies!”‑   Entre su alboroto y la distancia que aún nos separaba, ya no sabía Yo ni cuál decía qué cosa o si los escuchaba correctamente referirse a Patricia.  ‑“Just imagine those soft babies around my big cock before exploding all over and splatting her cute face with my cream”… 

“¡ Yeah man!... I would like to use some of that hot pussy piñata myself!…‑   “Do you fancy some mamacita white pussy?...  “She is just too gorgeous man…  You don’t even have a chance there”…

Los escuché aún más al acercarme y estar pasando ya junto a  ellos sin que se dieran cuenta siquiera de que Yo era el Esposo de aquella mujer a la que estaban nombrando de tan obscenas maneras.

“¡¿Have you seen what she just did Dude?!...  ¡Just look at that sweet ass man!....  ¡The little vixen is showing us her cute panties under that dress!...    “What a hot momma”…

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Finalmente, con las orejas zumbándome al alejarme de ellos, luego de escuchar toda aquella andanada de obscenidades, ya estando cerca de alcanzar a Patricia mi corazón se sobresaltó todavía más, al momento en que alertado por los sentidos proviniendo del otro lado de la calle escuché un silbido seguido de un por demás estridente:  “!Que rica te ves mamacita; mira nomás que leches te cargas allá arriba, preciosa!”…

Había que salir de allí cuanto antes, me dije a mí mismo, al tiempo en que -como pude- aceleré para terminar de alcanzarla; pero no sin antes notar que tal como aquellos dos extranjeros habían dicho en su idioma, dada la transparencia y tono claro del desfachatado vestido, tanto la forma como el color predominantemente blanco de la tela de las pantaletas que llevaba puestas Patricia, se revelaba perfectamente debajo de éste.

En inglés, español o castellano normal u ordinario; sin importar el origen, cuando a los hombres les embravucona la lujuria y posibilidad de salir indemnes de ofender lanzando impúdicos comentarios a una mujer en vez de halagarla, al parecer es condición humana que embrutecidos por el deseo, estos harán aflorar al ser primitivo que aún se lleva por dentro.      Sin ser evolucionista, fue así que casi en carne propia, aparte de mi propia conducta, y en menos de veinte o quince minutos, comprobé lo anterior, así como otras teorías acerca de la conducta de las hembras al sentir invadidos sus territorios.

* * *

‑¡Ya!...  Aquí es,  ¡es este de aquí!    Sin dejar de observar el insolente vaivén que los glúteos y pantaletas ejecutaban danzando dentro del desvergonzado vestido, la apremié a que entrase al lugar lo más pronto que se pudiera y terminar así con la ordalía que mi trastornado ser estaba viviendo al presenciar las reacciones que provocaba su paso por la transitada calle.

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14 comentarios:

  1. aun NO lo leo.
    pero sin duda, así inicia un gran fin de semana
    viernes en la noche, domingo NFL, y nuevo capitulo de Ludo.
    gracias por este fin de semana.

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  2. pero voy a ponérmelo; y si me queda, me lo llevo puesto
    pero que le pasa a esta senora? se paso de golfa.... la amoooo
    que continuen mas capitulos y massss
    Frank

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  3. Ya Ludo me estas destruyendo la Psique
    Comentando TODAS esas aventuras de Patricia
    (Con los 2 jóvenes, ¡EN SU PROPIA CASA!)
    Por favor quiero = ¡YA! un poco de sexo DURO.
    Con estos tres prietos haciéndole “MUCHAS” cosas.
    (Huy ¡Que rico!)
    Patricia, Por Favor, mira como me tienes!
    Por ti, “tengo 3 piernas”
    Apiádate y déjate.

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  4. Patricia Por Favor, como te lo dijo.
    Patricia, que yo también igual que tu esposo “Casi eyaculo”
    De solo imagínate con ese vestido ¿decente?
    (Qué manera de escribir, me tienes humeando)
    Patricia ya déjate.

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  5. Patricia, estas vestida para matar
    100% sexi

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  6. Por favor Ludo.
    Que si Patricia, sale “viva” de esa calle.
    Me declaro en huelga de hambre.

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  7. Ludo si es necesario NO duermas ni comas, ni nada, solo escribe las aventuras de Patricia.

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  8. Uhh Ludo, <<…Pero; ¿ Y sí ésta muy transparente o me queda demasiado chiquito?... Está todavía más corto que el otro de encajes que usé cuando vimos a Don Roberto... >> espectacular! , ahora me quedo a la espera en que alguna vez subas el relato con don Roberto :) , felicidades amigo, excelente saga!

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    Respuestas
    1. Sí, verdad Luis?...

      Aunque no lo preguntas, te claro que a mi ese pequeñito detalle de hacer referencia a algo aun mas pecaminoso, cinico y descaado que ella haya podido aceptar ya haberse puesto en otra ocasión; me gustó muchísimo. Y precisamente ese es el tipo de "alegorias" que hacen referencia a otros sucesos, de las que te comentaba que yo mismo cuando me pongo del lado meramente lector de "Algún Grande", tanto saboreo , y hace que mi cabea viaje hacia tales momentos que apenas y se dibujan o vislumbran.

      Ludo.

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  9. Hola señor escritor, me gustaría escribirle pero de manera más privada, como podría hacerle???

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    1. Del lado izquierdo del blog esan mis correos, o si no, estos son:

      dsoyarte@gmail.com ó Ludo_mentis@msn.com.

      A mi tambien creo me gustaria saber de ti y compartir algunas ideas.

      Tambien tengo skype y yahoo messanger por si quieres que fuera mas interactivo

      Ludo

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  10. Que ricos comentarios de Todos (as):
    De verdad que llegan a animar... Y me gusta que les vaya gustando el Collage de "repaso" de escenas ya vividas por los protagonistas.

    En especial Tú Luis que estabas en descuerdo al principio.

    Federico, Mil gracias por tu emotividad, aunque lamento que no te voya dar gsuto aun de momento jejeje

    Ludo agradecido.

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  11. Nooooooooo!
    sniff, llora mi corazón, no me lo rompas que soy cardiaco.
    Sexo, SEXO,

    ¿Que me pasa?
    esta Patricia me tiene, vuelto un cavernícola.

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