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miércoles, 18 de enero de 2023

Tan Sólo Cosa de Chismes - Previo -

 Deseandoles lo mejor para  este  nuevo año , les saludo y aprovecho para compartir  lo que va de dste  nuevo intento  por crear algo nuevo que sea de su agrado .

Saludos L.M. 

PS: Pïdo disculpas pr los errores de tecla o redacción que en él puedan hallar , pues aun no lo he revisado .

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 Tan   Sólo   Cosa    de   Chismes  

Cosas   Entre    Buenos     Vecinos     .- 

100%    Real   ©   Dra.R.Mani   ©   Jordy   Xors   y   ©   El   Relator. 

                Ludo   Mentis   y   G.O.   Tigers  

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Dicen que :  Mientras más grandes son los pecados del hombre, más le satisface a Dios contemplarlos ‑y poder perdonarlos.‑

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Tan   Sólo   Cosa    de   Chismes  

Cosas   Entre    Buenos     Vecinos     .- 

 Capítulo   1-   1a   Parte.   (    La   Gente   Rumora   )     .- 

… ¡Pues no sé!...  – ¡No estoy seguro de haber visto nada de lo que dices, pero no sé; tampoco me gusta que  ahora haya tantos de ellos por aquí afuera de la privada…! ;  ¡¿Qué, o qué se supone que de a cuantos nos toca tener que aceptar por familia?!. – Tratando de disimular su incomodidad tras lo que acababa de oírle decir a su vecino, Ernesto buscó enmascarar la verdadera ansiedad que le provocaran aquellas palabras oídas arremetiendo contra su estabilidad emocional.

¨* * *

‑“Pues nada más te digo lo que yo vi”… ‑  Era un vestidito rojo,  muy cortito  y bien pegadito que dejaba notar  muy bien su figura y esas curvas de ella… 

‑Digo; ¿para qué voy a mentirte, Mi Neto…? Se le veía  muy bien  y era uno de esos  numeritos que ellas sólo se  ponen  para cuando…   ¿Pues tú  sabes, no?… ‑ Casi socarrón por un momento;  ya a solas recordaba Ernesto, como apenas pareció contenerse el soliviantado vecino al decirle a éste lo que se ufanaba de suponer haber descubierto, acerca de su esposa  para luego acabar de soltar hacia él en tono descarado y mordaz: ‑Bueno, no sé yo , pero sí se veía  muy rica cuando los vi… A mí sí me inquietaría saber o ver a mi esposa vestida así de esa manera para andar haciendo quien sabe qué cosas  con ese pinche  naco  moreno.

“Sobre todo, con ese cuerpazo que tiene su Jana, vecino”   ‑ Sintió de nuevo un tremor recorrerle por dentro de sí mismo el apesadumbrado marido de la voluptuosa mujer al volver a su mente la expresión usada por “Morales”, ‑su entrometido vecino‑  al referirse hacia su bellísima esposa Hanae, empleando aquellas maneras.   – Mismas que él concedió al susodicho e inoportuno,  latoso  y parlanchín individuo.

* * *

Lo cierto es que aunque por supuesto que para sus adentros las libertades y formas tan familiares a veces empleadas por su vecino con relativa frecuencia  nunca le habían acabado más que de incomodar, de algún modo Ernesto reconocía que en ocasiones, ‑ y movido por una especie de confusa renuncia que le impedía a pararle la lengua al tal de Morales,   encontraba en ellos cierto macabro placer  escucharlo cuan insidioso y morboso llegar a ser éste viperino individuo.   

Y él , Ernesto , aparte de todo sabía  bien que aquello casi seguro era tan cierto lo uno como  lo otro :    ‑Sabía él bien de que vestido le había estado hablando Morales.  Eso y quien era el “Moreno ése” del que le decía haber  visto tan amigable  con Hanae.

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… “ ¡¿ A ver Hanae , Janita… Mamita, de veras será cierto que te volviste a poner ese  vestido rojito?!”   “¡¿Qué no se supone que dices que “ese” te da algo de pena por cómo te miran algunos cuando lo traes puesto?!...”     ¿Entonces? … “No me digas que este metiche tiene razón, ¿o que te lo pusiste nada mas para que te lo viera este pinche  morenote centroamericano, Hanaecita?” , “¡¿O sí…!?”   “¡¿¡No!?!”…  ¡…Por favor no me digas que si es cierto que andas por ahí de putita, Mi Vida !  ‑ Conmovido casi hasta la medula ante sus posibles sospechas , la acelerada cabeza  de Ernesto se formulaba  todas aquellas palabras que casi balbuceaba él en extremo  alterado al tiempo que intentaba ubicarse  dentro del  dormitorio y pensar con claridad mientras procuraba encontrar algún rastro que delatara la concupiscencia de su mujer.

 

No… No lo encontraba por ningún lado.  Por un momento consiguió apenas calmarse hasta que de repente brincó a su consciencia la imagen de éste ahí tirado entre las otras prendas que se que junto con el mismo se dibujó en la cabeza. Y así, se dirigió al cuarto de baño a  buscar …  

 “ ¡Ay Dios…!,  ¡Pero si  mira que es  cierto, cabrona!...” ‑  Casi le vino un sincope cardiaco al alterado marido cuando tras de hurgar un poco entre las ropas tiradas dentro del cesto de la ropa para lavarse encontró algo de lo que buscaba. 

“ ¡ Pero si mira no más, Mami!  Por Dios Santo que ése pinche Morales de seguro que tiene razón !”…   “ ¡ Mira lo que te pusiste, Mamita…!”     Mira,  mira esto, Cabrón! , ¡de  veras que, que Puta eres Janita!, ¡ve nada más lo que te pusiste para ir a ver  a ése Mamón!” – Ingobernables con claridad entonces los acelerados pensamientos que en repentinas oleadas le inundaban las aturdidas neuronas mientras dirigía en tales momentos sus extraviadas palabras hacía la nada y un “alguien imaginario” que en tales instantes le acompañaba, sintió Ernesto que se le doblaban las piernas de repasar las posibilidades al tiempo en que alzando la frívola pantaletita de color rojo que no siendo mas que algo más que un suspiro de traslucida tela y florituras de elástico encaje, nada mas verla y sostenerla en  la mano, visualizó en el cuerpo de ella y sin errar mucho, supuso que apenas serviría para cubrir mínima parte del pubis de su mujer.  

 

… ¡ No, Hanae!, dime que no!  ¡De verdad!... ¡Dime que  no! – Se estremeció al intentar recomponer sus ideas y pretender hallar alguna otra posible disculpa para su hallazgo, pero no. No la tenía. – O al menos no   de manera sensata y plausible y que él quisiera creer .‑   

No ahora que sin dudas, ante la evidencia él ya sabía que en verdad ella había usado.

‑¿Pero para  qué? … ‑ Insistió en intentar razonar :  ‑ “ ¡Diablos, Han!... ¿De veras es cierto, Mi Vida?... ¡Estos panties!... – Sobrecogido al mirar y palparlos, buena parte de él sufrió…  Pero otra…

‑¡Otra no!‑   

Y cómo  movida por voluntad propia, sin poder él evitarlo, esta simplemente surgió sin remedio.

Las picantes e insidiosas palabras de su entrometido vecino; aquel e inicuo suspiro de tela y entredoses que remataban la descocada prendita color rojo encendido que hacía las veces de posible evidencia de lo dicho por éste…    ‑Aparte de esto.‑   ¡El fastidioso Moreno ése!... 

 ‑Luego  ‑: ¡¡Su esposa…!!  Su lindísima esposa, Hanae… ‑ O cómo la había llamado aquél intrigoso‑: ¡¡¡¡ Su esposa, “La Riquísima Jana”. !!!! 

Y ahora para su completo extravío ‑:  ¡ ¡ ¡Encima de todo, aquella innegable incomodidad que sin poder contenerla, en manera repentina, acusante e imprudente surgió bajo la tela del pantalón en forma de imprudente erección que de improviso le vino con tan sólo pensarla a ella en tal tipo de lance de putonerías de señora casada y adultera;  tales como las que el desfachatado Morales le había deslizado para turbar la cabeza de Ernesto.

“Ella era su Hanae…” ‑Su esposa…‑  “¡La Suya!...” ‑En todo caso :‑  “¡Su Puta!...” – La más voluptuosa, orientalita rica, deseada ‑y  ahora seguramente putona de la Privada y el resto de la colonia y el vecindario. – Embrollado en el inesperado ensalmo de sus corruptos ardores, pensó para sí el ofuscado marido.

¡Por Dios Hanita!, ¿Será esto cierto?...  ¡¡¡¿Qué te pusiste ese vestido y estos calzoncitos de puta para irte a ver con ese pendejo?!!! – Tanto la cabeza como el corazón del aturdido Ernesto parecían enfrentar un torbellino de celos, remordimientos, revolviéndose aparejadas dentro  de él junto morbo excitante e ignominiosa lujuria.

Situación que en vez de amainar, tan sólo empeoró en él cuando aunándose al tacto, de súbito se sumó la visión de sus ojos posándose sobre el reducido escudete de rojo algodón que a modo de preventivo recaudo de la delicada y lúbrica elaboración de la sensual pantaletita, pretendiera servir –mas que otra cosa –, sino a modo de mero o cuasi fútil y simbólico especie de paladión de tela dispuesta para cubrir de manera mesurada, decorosa y prudente el acceso a su intimidad o cualquier otro imprevisto, sí al menos procurar contener algún posible aunque mínimo escurrimiento proveniente de la femineidad de su esposa.  Siendo el caso en el cual, y al parecer de la perturbada mirada de Ernesto, de manera casi segura la misma había fracasado en su cometido de proteger la castidad conyugal de su esposa; pues cuando ante sus ojos saltó la evidencia que vino al momento que percibió  cómo ‑amén de distintas salpicaduras de tonos entre argentados y blancuzcos, y revelándose ante sus dilatadas pupilas de pronto se percató de cómo sobre la reducida porción de aquel inane material dispuesto para tal fin en la insubstancial confección, embarrándose en el tejido de éste se distinguía un ominoso e innegable manchón con mayor forma el cual, no empero pareciendo también notarse ya casi seco, lucía aun un poco más reluciente que el resto de las cercanías de aquel punto; e ‑incluso casi a la vista tanto como a su tacto ‑ todavía algo pringoso y húmedo, con muestras de lo que sin duda habría sido una substancia copiosa y espesa depositada o derramada sobre la misma hacía ya algún rato…‑ 


Recalando entonces en la atronadora comprensión e infinitas implicaciones de lo que sus dedos tocaban y sus ojos veían, el corazón de Ernesto pareció dar un par de brincos que, seguido de otro más, y un tremor que sintió surgirle desde ambas orejas y oídos, recorrieron su cuerpo en un santiamén al tiempo que desde la planta inferior de su casa escuchó llegar a su Hanae llamándole para que bajara.

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 Tan   Sólo   Cosa    de   Chismes  

Cosas   Entre    Buenos     Vecinos     .- 

Capítulo   1-   2a   Parte.-   (    ¿   Con   Zapatos     de  Tacón    ?   )     .- 

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…Agitado, - cómo ya había resuelto hacer anteriormente ante este tipo de oscuros  predicamentos mentales que de  modo reciente había experimentado a  partir de sus primeras sospechas; en vez de encarar a su esposa saliendo del baño  cargando en la mano con la evidencia de su infidelidad para arrojársela al rostro, Ernesto se ordenó callar a sí mismo e intentar recomponerse  mientras se apresuraba a ocular todo rastro de su descubrimiento devolviendo aquella pieza de lencería hacia dentro del bote , procurando dejarla justo debajo de las prendas entre las que la había hallado.

‑Pero algo enardecía y excitaba…‑Sí algo que había o sentía al despedirse de aquella incriminadora y envilecida prenda que había usado su esposa, casi le ocasionaba un súbito arranque de ansias por no tener en ese  momento como guardar un registro de esta y las reveladores condiciones en que la dejaba; pero en esos instantes  no pudo hacer si no lamentarse de haber olvidado su propio teléfono recargando la batería en la planta inferior;   por lo que solo pudo intentar realizar en su mente una efímera diapositiva final que quedase anidada en su conciencia al menos por algún tiempo.    

“Aunque siniestro y perverso, aquello era algo hermoso.” ‑  Conmovido al ir cerrando la tapa del cesto de la lavandería, cierto animo de redención, o algo parecido a lo mismo le conllevaba a pensar o hallarle cierto morboso placer que encontraba dentro de aquella evidencia de la contundente prueba del adulterio de su –hasta hacía poco recatada ‑, y lindísima esposa    

“Mi linda y putísima Hanae ya tiene Novio”  ‑ Soltó para sus adentros aquel extravagante pensamiento que le llegó a la cabeza acompañado de fugaces ensoñaciones y enardecidas frases morbosas que se desencadenaron dentro de él.

“Mi bien portada esposita ahora también anda de putis”…‑ Recaló al ir abriendo la puerta del baño para devolverse hacia el dormitorio que compartía con su esposa. Sito donde entre visiones, observó el  lecho donde ambos dormían.   Pero que ahora no pudo evitar envisionar siendo utilizado por ella y aquel aprovechado moreno abusivo extranjero. –El tal Robinson… –

“¡¡¿Qué pasa ahora ya contigo, Ernesto?!!... Esto sí no es culpa de esos Cuatreros, o de ese pendejo abusivo que vino con ellos, nada más les abrieron las puertas… ¡¡¡Pinches morenos!!‑  De modo intempestivo detuvo por una breve fracción de  segundo sus enardecidas visiones para detenerse a pensar en casi un fugaz santiamén, como hasta hacía poco tiempo , el jamás lo podría haber sospechado siquiera posible que algo así ocurriera cuando empezó a  verlos invadir en sigilo las colonias circunvecinas.  

Así como una langosta que placida sin advertir en principio que la tibia agua en la que pronto habría de terminar siendo hervida para después ser cocinada, y comida de otros, así del ,is,o modo le pareció a Ernesto que también le había acabado ocurriendo ya a su vida para esos momentos, en los que casi sin haberse percatado de ello  en inicio , pasó de un sólido: ‑ “No,  no mi esposa no haría eso … Mucho menos con uno de Esos”. ‑  Pasando luego a la duda y procurar evadir tocar ya ese tipo de temas entre sus vecinos y conocidos que no fuesen cercanos y supiera discretos o en situaciones y dudas muy similares a las de él; o ante las que ahora ellos se hallaban como matrimonio.

Su Hanae, también había ya sucumbido y acabado cediendo ante aquel chocante personaje a quien ahora la imaginaba entregando su cuerpo.  –Así entre sus enfebrecidos ofuscamientos visualizó a su mujer cometiendo adulterio en una y otras tantas más de mil formas en los brazos del infame individuo. El cual habiendo despojado a su esposa de la insuficiente e inane pantaletita que unos cuantos segundos atrás, él acababa de ver y abandonar en el cesto de la ropa sucia y usada; ahora – formándose dentro de las cada vez más culposas y atormentadas alucinaciones de Ernesto–, la figura de éste tomaba su parte de gozo entre los tibios muslos de su sibilina esposa. mientras para encomiarlo e incitarle aún más a que la poseyera y saciara en su cuerpo y persona las lúbricas ansias y antojos que el taimado moreno pudiese llegar a tener; en tanto que sumida en el placentero delirio que – entre agitadas brumas en forma incesante de la nada parecían sucederse una luego de otra para, algunas de estas diluirse enseguida y ser substituidas por otras que de la nada surgían al cerebro del acelerado marido, en cuya exacerbada imaginación veía el modo en que con al fragor del inquietante e intenso momento, sobre la figurada almohada en la que dentro de la descarriada figuración, pudiese tener acomodada la crisma su desleal esposa, con la agitación dada, se revolvían los lustrosos cabellos rojizos de su mujer, mientras que durante el irreal apareamiento, con todo ahínco éste arrancaba de ella cualquier clase de femeninas y sensuales reacciones al tenerle sumida la mayor parte de la reciedumbre del enhiesto miembro que le tenía clavado bien dentro de la receptiva sima de su trémula carne, al mismo tiempo en que dejando notarse las rizadas pestañas oscuras que protegían los bellos ojazos entre almendrados y profundos de su agraciada señora a penas entrecerrados por breves momentos, cual delicadas mariposas que batieran sus alas rizadas luego parecían aletear; acompañando a los melosos gimoteos que de entre sus tiernos labios brotaban, cuando con la boca entreabierta lucía como trastornada al instante en que suspirando y jadeando, esta se derretía balbuceando el nombre de afortunado hombretón que la fornicaba.

‑“ ¡… Ro – Ro…Bin!, ¡Sí!.  ¡Sí!,  Robin-sssooon!” – “¡¡¡…Aahh Ahahahay …oohhoæ-ahhæeeh!!!”;   “Se-eee- ehhñor Robiiinson”   …“¡¡¡Sí!!!, démela toda!!!”   “¡Hágame su …suya! …Ahh Aæ!!!” – En la trastornada conciencia de Ernesto tomaban forma las incitantes y pungentes palabras que en su cabeza  bien podría haber usado su esposa con aquel hombretón.

“Mire usted  como me tiene , Señor… Lo siento ha… a- æhe has-ta dentro… ¡¡¡Es muy grahaahand hee…!!!” – Por momentos, en la cabeza de Ernesto languidecía la voz de Hanae, resurgiendo en la trastocada imaginación de éste derritiéndolo un instante después al imaginarla  entre agitados sollozos decir: ‑ “ ¡No creo que me entre completa!”‑

‑“Tú ábrete mamita…  Ábrete…”‑ En su atiborrada cabeza de repente Ernesto se figuró las soeces palabras con que aquél azuzaría a su esposa para que recibiera la gruesa lanza de carne que tendría para darle . – “Sí… sí te entra Chiquita… Verás como si te cabe  toda completa Mamita…  De veras estás y te sientes muy rica, bien mojadita alrededor de mi verga… –  La enardecida consciencia de Ernesto creaba aquellas procaces palabras que se sucedían unas a otras. “¡Siéntela como te entra, Putita!…  Tú no más ábrete!...”‑

“ ¡ Así…Ándele!.... ¡Eso…  Así..!      Uste´ no más abrase y deme las nalgas  para que sienta como se la dejo ir toda completa hasta adentro, vieja cabrona!...” ‑  Sin poder percibir el tiempo, cada vez más soez se tornaba el vocabulario que en boca de aquel hombre alcanzaba a imaginar Ernesto escupirle a su esposa en tan ruines momentos.

“Te la  voy a sacar hasta por el cogote, si  no me la aprietas allí dentro la verga, Princesa”…‑

‑“Sí, por favor… Sí… Démela toda”‑ Cómo magia, y tal que de manera frecuente transcurre en el mundo casi sin tiempo ni espacio de las ensoñaciones, y con la celeridad de una centella, extasiado en sus febriles elucubraciones ‑de repente como si a través de un imaginario caleidoscopio el abrumado esposo de la curvilinea Hanae viese todo aquel omnium-collectum atiborrado de morbosas e ingentes visiones, de improviso por un breve instante  las grotescas palabras cesaron para dar paso a una nueva visión y cambio de escena que se transformó para descubrir la cuasi estática vista de ominosa presencia de aquel hombre en compañía de la grácil figura de su esposa.  Misma que surgió ahora dentro de las imágenes mentales formadas en la atontada cabeza de Ernesto; apareciendo ante él ahora sobre un lecho desconocido, casi del todo encuerada y despojada de cualquier otra prenda o cobijo, como no fueran el que conseguiría tener ella ataviada tan sólo con su anillo y alianza de bodas que con orgullo portaba coronando su dedo anular; un  bonito y delicado colguije que pareciendo perderse entre los dulces e imponentes globos de carne de su mujer, hacía más bien complemento al juego de dorados y femeninos zarcillos que prodigaban un toque de clase y sofisticación a su entera presencia en aquella sublimada e inquietante visión, adornándola tanto como el espectacular embrujo que conferían a sus lindísimas piernas y muslos de señora casada el elegante par de zapatos de finísima gamucilla o ante color rojo fuego que enfundando sus pies, hacía destacar las coquetas y apenas discretas plataformas que como si por sutil arte de magia flotaran o se hallasen suspendidos en el aire acompañando a los altos y muy llamativos tacones que en su candente visión ella aún conservaba luciendo con exquisita sensualidad, mientras que con las piernas abiertas, recogidas y acomodadas alrededor de aquel garañón se dejaba tomar por éste flexionándolas y separándolas para él para facilitarle la cópula.

A querer o  no, e impedido por el momento de hacer otra cosa con su cabeza, como no fuera tener el proceso mental de funcionar en positivo al respecto de todas las ideas e imágenes que colmaban ya su cerebro luego de haber visto aquella prenda usada por ella – mismo que sin poder apartarla de sus  visiones mas que por breves y brumosos momentos – , ahora  parecía obsesionarle y conducir por donde éste quería sus latentes ideas tan llenas de  morbo culposo.

‑“¡Sí,  hágame suya!…  ¡démelos todos!”‑  Dentro de su cabeza, Ernesto escuchó musitar a su esposa.   –“Quiero ser Suya…!”‑ 

 “…¡¿¡ Sí !?!    ¿De veras, Chinita?... ¿De verás quieres que te haga mi puta, Chinita?” –Tomó después forma la viciosa e imaginaria respuesta que dentro de la retorcida conciencia de él, enseguida pensó que el malvado sujeto podría darle a la fervorosa súplica de su mujer,  cometiendo la innecesaria tropelía de, no obstante utilizar tan artero apelativo al referirse hacia ella en tan discriminatorio e insultante modo que usó cuando dentro de su malsano juego mental repleto de morbo,  aparte de acabar llamándola así, y no contento con ello, sabiendo Ernesto lo mucho que en realidad molestaba a su esposa, que basada tan sólo en la  ligera apariencia de sus ojos apenas rasgados que delataban leves vestigios de su herencia genética, la gente racista sin más pretendiera equivocar con ella llamándola chinita, asiática u oriental de manera burlona sin conceder importancia a los verdaderos orígenes de Hanae.  

Así puso en boca de aquel figurado sujeto al final el mísero agravio de llamarla no sólo puta, si no chinita a su esposa.  – A “su asiática esposa”… “Su exuberante, ¡putona y adultera japonesa!”… –  ¡La suya!

 “ ¡Ahora yo sin duda ya soy un completo marido cornudo!”  ‑Se embebió en su placentera agonía de pensarse así mismo lamiendo la coyunta que sabía que a otros pesaba.  –Mi esposa es una puta y yo soy el cornudo de otro…–

“Ese vestido, y esos calzoncitos de puta solo los usarías para una cita o si supieras que alguien los va a ver o tú quisieras que alguien los viera” –  Sin haber encontrado la prenda que su vecino  le asegurara haber visto; y dispuesto por fin a bajar, se repitió a si mismo recordando una vez más los aciagos pensamientos que junto con la imperdible visión del escabroso hallazgo que hiciera a espaldas de su mujer, se clavó el mismo la ponzoñosa espinita.

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 …Bueno, pero  y estas chachalacas escandalosas de al lado, ¿algún día será que terminen de reparar la alambrada esa que da a la terraza de nuestro jacuzzi?,¿ o también se supone que sea uno o nosotros los que repongamos y acabemos pagándole a un instalador para que venga a colocar los cintillos esos verdes de plástico que no más no nos pusieron?   De no ser por lo que alcanza a taparnos con las ramas y hojas del árbol, a veces siento como si tuviera aquí adentro de mirones a algunos de esos tipos enterándonos de todas las estupideces que dicen…  En especial ése que habla como si todo mundo estuviera sordo y él fuera una guacamaya que quisiera que todo mundo lo oyera. ¡En verdad me fastidia! –   Queriendo sobreponerse de los confusos desvaríos y lóbregas alucinaciones tenidas momentos atrás, a voz en cuello se quejó Ernesto de algunos de los vecinos al encontrar  a su esposa en  la cocina.

‑El colombiano o venezolano ése… Que  aparte de ni tener que estar haciendo nada en éste país, ahora resulta que por su puesto en el comité de este gobierno de pantomima ya hasta yo dependo de él y su aprobación… ¡De veras!...  ¡Los patos tirándole a  las escopetas!‑ Sin acabar de recomponerse de aquél complicado sentimiento de culpabilidad, más que otras cosas  derivada de sus inseguridades y latentes suposiciones estimuladas en él por las acusadoras palabras del otro de sus entrometidos vecino; en la inconformidad pretendió enmascarar algo de las ansias que aún le apuraban cuando llegando él desde atrás a la mirada de éste quedó la espalda, amplias caderas y redondez de las nalgas de aquel contundente trasero enfundado en las tentadoras formas, que se marcaban bajo la elástica tela de unos ajustados leggins que sin dejar escapar  nada a la vista,  delineaban todas las curvas de la núbil e incitante anatomía de su esposa; quien sin dejar de atender lo que hacía, apenas si volteó a mirarle al tiempo que le decía : ‑ “Ah, ya vas con tus quejas”

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7 comentarios:

  1. Me encanto este relato, me tome tiempo de leerlo y es calentisimo, hay tantas palabras tan inapropiadas tan propiamente usadas, que rico todo.

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    1. Hola Natalia : Te comenté como usuario anónimo , justo debajo de tu generosa opinión.

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  2. Natalia : Que gusto que te guste ese detalle en lo particular , pues confieso que en realidad - y en gran medida - por eso tardo tanto en escribir. Procurando siempre seleccionar con cuidado las palabras y expresiones "Incorrectas" que puedan surgir para dar cierto ambiente y situación de la "manera correcta ".

    Que menciones que notas ese detalle es todo un halago a la intencionalidad de uno .

    Ludo M.

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  3. Hola señor, al fin lo pude terminar y esta riquísimo, tan elegante e indecente como puede ser

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    1. Muchas gracias por comentar Minnie. Me quedo con tus palabras : Elegante e Indecente; que creo podríamos resumir como :-Tan humano como se puede ser ,tal vez ? -

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  4. Creo que me ha visto en algún vestido rojo, verdad? me gusto mucho este relato querido, gracias.

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    1. Ahhhhh si ... - lo recuerdo ese vestidito - . Y más aún el obsequioso escotazo del mismo - .

      PS : Cuando quiera usted puedo volver a verlo ...

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