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jueves, 6 de marzo de 2014

Asuntos de Interés y Negocios 3er Act ( 9ª Esc - Contin 8ª ) ( ¿Hay alguien ahí?… ) ( Continuación )



De pronto mientras para complacerles ella volvía a atender con la boca al seboso Pacheco, el inminente momento que a lo largo de todo este tiempo a la vez tanto había yo temido pero ansiado poder observar, llegó por fin sin mayor parsimonia cuando la cabeza desnuda de aquel órgano comenzó a abrirse paso a través de la reducida angostura de los enjugados labios de su vagina, que de a poco, terminaron de abrirse como capullo de rosa al Alba para cobijar dentro de sí aquella majestuosa masculinidad encendida completamente mojada por los líquidos que ambos derramaron en los escarceos.

… “¡Hooumm!”.   “Hooghhsi”…  Que rico, tan caliente y estrecho Mamita —    Primero exclamó al sentir alrededor de su pene el tibio cuerpo de mi mujer mientras ella arqueaba la espalda y mantenía pare él justo en el sitio la posición de sus nalgas altivas.


“¡Huhhghh!... ¡Huuhgh!... ¡Huhh!”... —   “1,2,3”…    Los conté tres.   Tres enviones tuvo que darle Romeo a su tranca para poder arrimarla hasta el fondo de ella, con todo y lo dispuesta que se hallaba ya lista Verónica para recibirle en su ajustado canal vaginal y aún fue difícil, a pesar de las grandes cantidades de flujos amorosos que ambos destilaron y seguirían destilando.

“¡Oh Dios!.  Me encanta tu hoyito…—  Al sentir cómo luego de aquellos tres empellones, de a poco había conseguido avanzar el resto de su columna de carne dentro de la calidez del cuerpo de mi mujer, aquél  ensalzó la dimensión de su gloria.   Extendiendo después:  —No importa cuántas veces o cuántos te cojan., siempre pareces como una funda ceñida y ajustadita para guardar calientito y mojado mi palo…

Mientras yo contemplaba el escalofriante e intenso momento que llegaba a mis ojos en tan impactantes imágenes que tal como mi propia ignominia e inseguridades crecían, estas se sucedían una tras otra al estar contemplando como iniciaba el último paso de la posesión absoluta del cuerpo de la adorada mamá de mi hijo.  Pero sumándose a tan inconfesable experiencia, el hecho de estar alcanzando a escuchar las soeces palabras que usaba este hombre para referirse a aquellos instantes en que sus genitales ahora se acoplaban en formas que de manera habitual una mujer debería reservar sólo para su marido, el privilegio de regalarle el placer de su sexo de modo tan íntimo, me hizo temblar y retorcerme dentro de mí.    Y más aún cuando le tuve que oír describiendo como ella le respondía estrechando las paredes de su vagina en rededor de su pene encendido.

Cerrando mi ángulo de visión,  dejé de observar el viril miembro de Romeo cuando la ingle de éste acabó cerrándose contra las palpitantes nalgas de mi Verónica y sus sacos rellenos de semen probaron el tibio tacto de la tersa piel posterior de los muslos de ella al chocar de primer vez gentilmente con estos.

Entonces, después de sumirse empalmándola por completo, reculó con todo su miembro que emergió enteramente bañado con los caldos de mi mujer ante la lente que acompañó el movimiento hasta que éste culminó justo antes de que la cabeza de aquel hongo llegara a salir por completo de ella y él se detuvo. Ahí. Justo ahí provocó que retorciera su espalda y exclamase de placer el “Ahhhhhhhhhhhhh” que in necesidad de nada más que ese plañidero lamento me indicaron que estaba exigiendo una nueva acometida.

Después de aquella pausa, de nuevo lanzó hacia dentro toda la barra de carne hasta que la misma tocó fondo y sus cuerpos volvieron a pegarse entre las voluptuosas nalgas de ella y sus ingles por una décima de segundo y él se dispuso a repetir de nuevo la acción, extrayéndolo casi del todo para de inmediato volver a empujarse y comenzar a montarla de manera incesante y acalorada febrilmente.    Instantes más tarde, frenético él la trotaba con todo vigor bárbaramente como si fuera ella una yegua educada, nacida para la cópula, y ser gozada por machos que supieran tomarla tal como aquél ahora lo hacía.  ­No podía yo tragar saliva; es más, mis glándulas salivales dejaron de producirla, desde el fondo de mi garganta hasta la punta de la lengua, todo estaba seco, tan seco como un trapo al sol, como una lija de grano grueso.

Desbocado él, bombeaba feroz., y de manera clara resultaba evidente para cualquiera, que gozando también de aquel pene, y el modo casi bestial con que aquel garañón la embestía con todo su ahínco, ella correspondía a la faena empujando los glúteos en contra del impetuoso aguijón que él le ofrecía para ir a encontrarlo a medio camino y encajárselo todavía más dentro y arquear la espalda de manera casi rítmica, tan rítmica como si un metrónomo estuviese marcando el compás: tac, tac, tac, tac; en tanto que lo amancebaba  con sus fértiles ansias de hembra madura al ritmo de los vigorosos trancos con que él la traía, galopándola a pelo casi montado a las cachas de mi esposa, quien se las presentaba para que sumido entre sus ancas, él se deleitara con ellas y se concentrara en domarla y gozarlas. Era también incesante e impetuoso el arqueo de la sudorosa columna vertebral de Verónica que dejaba ver cómo se movía para él y su enhiesta barra viril.

Después de aquellas acometidas aún más impetuosas y sucesivas en contra del ardoroso objetivo que ella le regalaba para que Romeo encajara su miembro; saliendo del ritmo que él había impuesto, la tomó del cabello para jalarla de la cabeza e insistirle que tal como se merecía atendiera a su invitado antes de darle una nalgada con la mano que aún tenía libre.

Así, obedeciendo el encargo, mientras que para cumplir con la orden ella intentaba también darle batalla al otro inmenso espolón que tenía ya metido en su adúltera boca, la vi complicarse entre sus sensaciones y afectos por algunos instantes. O al menos, eso quise apreciar para limpiar mi mente.  

Pero momentos después luego de aquel breve impase, habiendo visto a mi esposa esta vez amoldando de nuevo los labios ávidamente en rededor de aquella barra clara de chocolate de manera  más fácil, me percaté del modo en que todo el compás de vaivén cambiaba entre los tres., mientras que por la retaguardia continuaba la ofensiva hacia su vagina, de alguna manera ella se las ingeniaba para amortiguar la fuerza de los embates y  poder así contener en su boca el imponente mástil de carne sin que con algún empujón que Romeo le diera allá atrás, ella fuera clavarse hasta la garganta el arpón de Pacheco.

­“Ahhah”…  “Síhiiih!”...   Sí, así…  Mámalo…  ¡Mámalo bien duro Verito con esa boquita de señora casada y putita que tienes, Mamita…—   De formas muy similares a las que empelara con ella al principio, el viejo Pacheco, azuzó a Verónica para que la succionara y le aplicara más mimos a la cabeza de su lanza encendida. 

Cosa que consiguió hacer por algunos segundos que probablemente podrán haber llegado a marcar el par de minutos, pero luego empezó a dificultársele la tarea de atenderlos por ambos frentes de nuevo, cuando al tiempo en que zarandeándola de atrás a adelante como si fuera ella una muñeca de trapo en vez de una mujer, acabaron poniéndola a fuego cruzado entre ellos, y me pareció que sin poder esperar más, luego de otro par de minutos intensos, mi esposa se hallaba próxima a terminar explotando.

Al sentirla cómo ella empezaba a tensar todo su cuerpo al mismo tiempo que seguramente las paredes de su vagina se estrechaban alrededor de su pene por la gran cantidad de sangre que torrencialmente se dirigía a sus paredes, Romeo apresuró el cañoneo de su embolo dentro de la ajustada camisa que le cobijaba. Ocasionando con esto, a su vez, una escalada mayor placer que pronto se transformó en frenesí y colocó a mi esposa a las puertas de su propio orgasmo, que sin más, repentinamente llegó para hacerla estallar, viniéndose por completo en torno a la masculinidad que tenía alojada dentro de su extasiada feminidad.   Y sin poder contenerse, aun con todo y la boca ocupada y repleta con el enorme salchichón de Pacheco clavado en los labios, Verónica comenzó a estremecerse y gemir estrepitosamente.   Al grado que el propio Pacheco debió haber temido perder su lanza de un mordisco.

… “¡Humnnnpgh!....   Huhuhmm…. ¡ Uhhmphh!… Uhuhm… Uhum”…—   Incapaz de articular alguna palabra, como ahogados lamentos provenientes de algún animal herido o gata en pleno etapa de celo, parecían derretirse sus plañideros quejidos sin alcanzar a salir de su boca.  En tanto que motivado por el estado en que había conseguido ponerla con el poder y profundidad de sus embestidas., aun imbatible Romeo continuó ensartándola con su firme garrocha antes de aproximarse a su propio clímax.   El cual poniéndose tenso anuncio entre gruñidos antes de que este llegase de manera inminente:

—“¡Ohohrgh!”… “¡Uhoæhrhg!”… “¡Que rico Cabrona!”…   Te siento toda. Cómo si tu hoyo me lo fuera a arrancar…   “¡Que rico-o-orhg!”…  ¡Espérate, espérate!... ¡Espérate…Me los vas a sacar!...  ¡Me los vas a sacar!.,¡me los vas a sacar!...  ¡Me los vas a sacar!...   “Me los vas a sacar todos, ¡Cabrona!”.    Que  rico lo aprietas…—  Bramaba repetidamente al sentir las empapadas paredes de la vagina estrecharlo aún más mientras él comenzaba a convulsionarse dentro de esta en el mismísimo instante en que yo mismo caí en cuenta del irremediable final que pronto tendría la ilícita cópula. 

Imbatible aquél cambió enseguida los estertores, cuestionando y mugiendo casi ya sin moverse clavado hasta el tope de ella, cuando le escuché: —…¿¡Los vas a querer!?.    ¡Dime cabrona!.  …¿¡Los vas a querer!?. -  ¡Ahí vienen!...   “¡ahghh!”… “¡ahahgh!”…—

Al verlo apretando los glúteos al mismo tiempo que su cuerpo entraba en un paroxismo final que lo tensó por completo entendí que sin recaudo alguno se estaba vaciando dentro de ella llenándola por completo con su copiosa y potente explosión de semen y espermatozoides.

Esta vez, quiero que los sientas, quiero que te concentres para que me digas cómo recibes el golpe caliente de toda mi fuerza en esta expulsión. ¿lista?.    Preguntó el hombre sin esperar respuesta por parte de ella antes de anunciar:

¡Ahí van!...   “¡ahahgh!”... “¡ahghh!”…  ¡Sí!...  ¡Ahí te van to-o-oho-dos!...   ¡Sácamelos!...  ¡Tómalos todos!”…—    Vociferaba y gruñía completamente empalmado gustoso al cuerpo de mi mujer.

—Siento como me sacas la leche…   ¡Me vas a dejar seco Cabrona!., y te voy a mandar a tu casa rebozante y cargada…—  Blasfemó en contra de mi propia conciencia en tanto yo lo observaba vaciarse dentro de ella, entendiendo claramente a lo que quería referirse mientras continuaba regando la indefensa feminidad de Verónica.

‑ “Rebozante y cargada, pero también complacida y bien cogida, no sólo indefensa, pedazo de…”‑  Con saña, repetí las palabras de aquél, entremezclándolas con los propios resabios de mi ignominia que se exaltó una vez más al auto flagelarme con tales pensamientos y la ofensa hacia mi licenciosa mujer, que esta vez dejé inconclusa.

De esta manera, desde mi secreto e indetectable punto de observación abstraído en mis propios temores y consideraciones acerca de lo que bien aún no acababa yo de poder ver, sumándose a todo ese indecoroso cocktail de profundas tribulaciones combinadas con la apesadumbrada excitación que me intoxicaba mezclada y batida con aquellos apremios que inundaban mi aturdida conciencia y principios en pugna, quedé ido de mí por algunos instantes, sopesando las posibles consecuencias que aquel ilícito apareamiento pudiera estar presagiando mientras sin hacer nada por haberlo impedido ya desde antes o en ese momento, ‑ y probablemente cuando volviese a ocurrir‑ , me limité a observar en silencio el inquietante transcurso final de la monta que aquél le había dado a mi esposa.
***

5 comentarios:

  1. “Lo increíble y lo corto”
    1 Parte.-
    Me uno a tu comentario
    La muerte pone a “TODO” en perspectiva
    Pero igual que los problemas, nos hacen más tenaces o tolerantes y “Consientes”
    A mi impresión, No eres macabro, son cosas de la vida, cada quien le da el “Tono” que quera.
    Federico.

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  2. “Lo increíble y lo corto”
    2 Parte.-
    ¡Cuídate! NO se te ocurra morirte.
    Aun NO se me han ocurrido todas las preguntas que te quiero hacer.
    Mañana es cuaresma, come sano “aunque solo sea mañana”
    ¡Un día a la vez!.
    Mínimo garantízame, 20 años más.
    Es lo que me falta para jubilarme.

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  3. “Lo increíble y lo corto”
    3 Parte.-
    Este fin de semana me pondré a releer “Una esposa modelo y actriz de ocasión”
    Pues quizás ahora la vea con una perspectiva distinta.
    Tú sabes por los acontecimientos recientes.
    Además creo que es una más de tus historias sin el reconocimiento debido.
    Te diserto el domingo.
    Uno más de tus satisfechos Lectores.
    Federico.

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  4. solo quiero informar que NO tarde la continuación.
    por que se le va acabar la pila a la cámara conque están grabando a Verito.
    eso NO nos puede pasar.
    Federico

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