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martes, 16 de abril de 2013

Un Poco de Ayuda Humanitaria 5a Instalación (1a Pte Cap 2)



Un poco de ayuda humanitaria ©
G.O. Tigers , Ludo Mentis ®
Parte 1 Capítulo 2

Apenas minutos más tarde después de un silencio mas que incomodo, si introspectivo respecto a las cosas que se habían dicho, eran casi las dos cuando habiendo notado que la mayoría de los invitados  o bien se habían marchado a sus casas o a algunas de las habitaciones que la compañía había reservado, la embriagada y soñolienta pareja se disponía ya a despedirse de algunos de los conocidos que aun quedaran cuando a punto de pararse Ernesto, Hana se le adelantó excusándose para ir al tocador en lo que él comenzaba a hacer los honores y decidía si tomaban un cuarto o se encontraba en estado conveniente para manejar de vuelta a su casa.

Entre despedidas y algunos saludos a gente que no había visto durante la animada reunión, de pronto Ernesto se encontró esperándola a que regresara, cuando volteando a ver su reloj de pulso, se percató que pasaban del cuarto después de las dos, por lo que le extrañado de la tardanza intentó llamarle a su celular sin éxito alguno pues la artificial voz le indicaba que el mismo se encontraba apagado o fuera del área., y sin más opción que ir a ver si a ella no le había ocurrido algo que la entretuviera se decidió a ir a buscarla., pero al salir al aire frio del corredor que había afuera del enorme salón, como una pesada lápida cayó sobre él un repentino mareo que lo hizo tener que apoyarse sobre la pared para no terminar de perder el equilibrio y desplomarse hasta el piso.

…¡Madre de Dios!   Ernesto.,  ¿Qué cosa te dieron?¨‑  Lampareado también pos las intensas luces del corredor que conducía hacia los baños, intentaba asegurarse de que su cabeza aun pudiera por lo menos tener consciencia  de lo que le estaba pasando hasta que a lo lejos, al final del pasillo le pareció ver la figura de Hana que aparentemente conversaba o discutía con alguien.

…¡Ay! Que mal me siento…   debería de ir a pedirle a alguien de la recepción o del baño que me ayudara a llamarle  o irme ya a conseguirnos un cuarto.    Pero si la dejó aquí y por alguna razón no me encuentra se haría todo un enredo…  No puedo irme…  ‑ Entre brumas de alcohol e ideas torpes decidió que a no ser que alguien pasara en dirección hacia donde ella estaba parada hablando con aquel hombre, tendría que alcanzarla.

‑ ¿Pero quién era este tipo con el que parecía estar alegando cerca de una de las pequeñas y discretas salitas de espera con lámparas y mullidos sillones color maple?‑  Su cabeza se preguntaba sin reconocerlo mientras se acercaba hacia ellos  en el momento que para su sorpresa parecieron moverse tras del cobijo que uno de los monumentales pilares minimalistas les daba para que continuaran lo que fuera que estuvieran hablando. 

Pese a que a Jan le parecía haberla visto que manoteaba mientras le hablaba a aquel hombre, dado que no la veía pidiendo o haciendo señales de auxilio cuando el tipo ese la conducía hacia la columna Ernesto pensó que no debía de tratarse de ninguna situación que pusiera en riesgo su seguridad, por lo que intrigado comenzó  acercarse teniendo cuidado de que no fueran a verlo para así poder enterarse de que cosas hablaban.,  hasta que ya hallándose cerca de ellos con todo y su cabeza pesada se agazapo entre las sombras para escuchar sin interrumpirlos a no ser que fuera necesario.

¡Chotto! ‑  Alcanzó a oír Ernesto a Hana dando a entender que algo le molestaba...

El tipo que estaba  con ella seguía siendo un misterio para Ernesto aunque le parecía familiar la corpulenta figura y modo de moverse que le había visto antes de que se girara  y ya no le fuera posible identificarlo, pero la respuesta a es duda pronto llegaría hacia sus oídos de labios de su propia mujer cuando la oyó reclamar:

‑¡No Víctor!...   ¡Ya te dije que no!.  No vengo sola, por favor suéltame…  ¡No me hagas esto!...

El fulano en cuestión no era otro menos que el chocante jefe de su esposa que la acosaba en el sala contigua.  Al tiempo que  sin que su  atolondrado marido la viera, ella  intentara apartarse de él empujando su pecho con ambas manos que simplemente desafortunadamente para la tremenda tarea que pretendía realizar al mover toda la mole del necio sujeto eran poco menos que inútiles y nada más se reía de los fútiles intentos que hacia ésta por alejarlo de su persona.

…Ya tú.  ¿ que tiene de malo?.    ‘¿Qué crees que no me he enterado que tu marido a veces ya no puede contigo?...  Ándale Hana., mi putita oriental…    Déjame verlas o déjame aunque sea ver los calzones que traes puestos…‑   Mas que pedirle o intentar convencerla, parecía como si aquel hombre diera por hecho quelas cosas tenían que ser como él las pedía.   Pero lo que mas le dolió a Ernesto de escuchar todo aquellos fue pensar que su esposa hubiera cometido la tremenda indiscreción de haber comentado lo del efecto que le hacían las pastillas y ahora aparte de ese reverendo animal, lo supiera más gente de la compañía.

No Víctor ya te dije  que no, y no tiene nada que ver que mi marido a veces no pueda…‑  Siguió enterrando la puya en su afectada dignidad de macho.

Pero sí vamos Janita…   Tú sabes que tu cuerpecito lo necesita…   Si ves lo que tengo aquí para ti te aseguro que te va a cambiar la carita y no pararás de pedírmelo que te lo dé el lunes en la oficina en cuanto llegues a trabajar…  ‑  Insistía el muy puerco sin respetar la lealtad que le había jurado su esposa y que la obligaba a no dejarse rendir ni por él ni por nadie.

Mira esto‑  Ente ruidos de forcejeos, respiraciones entrecortadas y ropa friccionándose contra la del otro o las manos de ellos,  de pronto se hizo un silencio que aprovechó el abusivo ése  para decirle:

Mira esto…  Tu boquita puede estar diciendo que no, pero  todo lo demás de ti, dice que si quieres que te lleve a la cama.  No te mientas…‑   Terminó de decirle a la asustada mujercita al tiempo en que comenzaba a  bajar su rostro hacia ella para besarla en los labios., pero ella fue más rápida que su boca y moviendo de lado la cara aparto de éste los suyos para impedírselo.

Ernesto al alcanzar a oír y ver el forcejeo de ambos sobre el vago reflejo del cristal que separaba el amplio jardín del área de la construcción del hotel entendió que tenía que hacer algo para impedir que el tipo ése siguiera intentando aprovecharse de la humillada figura de aquella mujer que no sólo era su queridísima esposa si no la madre del pequeño tesoro que los esperaba en casa a que volvieran.

Debería de tomar una silla de las que había enfrente de donde él se hallaba parado escuchando mientras sucedía todo aquel intento de ultraje en contra de la madre de su hijo.   Debería ir a cogerla y para que entendiera que cuando una mujer decía ¡No!, eso quería decir ¡no!... reventársela en la cabeza a aquel hombre., lanzarla encima de aquel monstruo que sin importar que ella estuviera casada pretendía enredarla para que cometiendo un acto de naturaleza tan ilícita como la que le pedía,  ella perdiera la honorabilidad y respeto que, como toda señora decente había jurado tener a su esposo. 

Sí., para Ernesto lo correcto en ese momento era romperle la cara a patadas a tan osado animal y arrastrarlo fuera de allí  para exhibirlo ante  todos y ella lo demandara por acoso sexual., pero en vez de eso se quedó paralizado en el sitio, completamente tieso y parado sin atrever a mover su cuerpo un solo ápice.  Y cual pequeño ratón temeroso nada dentro de él daba la impresión de ser capaz de moverse o querer dar señales de vida que lo delataran.

Nada salvo aquella sensación que como había ocurrido aquella noche fuera de casa, inesperadamente comenzó a crecer y tomar forma dentro de sus pantalones al tiempo que por el reflejo del vidrió veía la pequeña figura de su esposa oponiéndose a ser acariciada por aquel insensato que no más no la soltaba mientras él se excitaba viéndola forcejear en aquella batalla que a todas luces, y ya de antemano tenía perdida con él.

No podía entender que le ocurría.,  ¿ que le pasaba?., ¿era simplemente miedo? , o ¿algo muy oscuro y dentro de él parecía despertar al verla y sentirla tan desvalida sin poder evitar que un hombre de aquellos tamaños se aprovechara de ella?‑   pretendía encontrar el verdadero motivo por el que no intervenía aun cuando luego de  jugar forcejeando con ella de un solo movimiento  el enorme hombretón  la dejó aun mas desvalida al tomarla de los brazos para forzarla a que los dejara atrás de su empequeñecida espaldita  sin serle necesario emplear la fuerza mas que de una sola de sus enormes zarpas de oso gigante. 

Aunque lo que siguió no fue tan fácil de distinguir a Ernesto que sucedía, quien no comprendió bien que veía en el cristal, era la forma tan decidida con la que una vez aseguradas las delicadas manos de ella tras de la espalda, con la otra enorme mano que le quedaba libre, él fue a tomar con firmeza toda la frágil mandíbula de ella para hacerla girar hacia donde quería colocarla a modo de poder así comenzar a besarla presionando sus gruesos labios contra los de ella que se esforzaba por mantenerlos cerrados a toda costa.

¡¿Qué te pasa vieja mamona pendeja?!...  ¿ De qué tanto te quejas conmigo si te voy a hacer un favor?...  ¡Abre ya esos labios de puta nipona que te quiero besar en la boca…‑ Le demandaba el troglodita que quería robarle un beso a su esposa.

Mientras el grandulón seguía intentando profanar la santidad de los castos labios de su subordinada, ella sin atreverse a abrirle la boca continuaba intentando decir algo que el despiadado hombre entre risas no dejaba que se entendiese, para luego, una vez que la aturdida mujer cejó en su intención de que la escuchara, comenzar a pasearle la lengua por todo el contorno de aquellos belfos de terciopelo con sabor a lápiz labial de cereza de marrasquino.  Y así estuvieron por algunos instantes hasta que cansado de batallar contra la entereza de aquellos labios casados que se negaban a abrirse, soltó por un momento los brazos que le tenía atrapados detrás y enredando entre los dedos y el puño un girón de cabellos oscuros de la nuca de la desgraciada mujer objeto de sus bajezas, dándoles un fuerte tirón hacia atrás que propició la ocasión para que el avezado delincuente abusador de señoras aprovechase el momento en que de manera natural ella tuvo que abrir la boca para soltar un quejido provocado por el desprevenido maltrato para colarle la lengua hasta adentro de la burlada oquedad con que habitualmente sólo comía y besaba a su esposo en los momentos más íntimos.

Aquella lengua burlona había violentado el recinto donde habitaban los nacarados dientes de la afrentada mujer que se había empeñado en besar pese a que ella así no lo quisiera., y aparte de colarle la lengua, había demostrado que si él así se lo proponía, no podría detenerla ni hacer nada por impedir que como una serpiente húmeda e invasiva el tipo aquel envolviera a la suya embarrándola con su pesada y asquerosa saliva, mientras que él para evitar que ella fuera a apartarse del contacto y aliento tan pútrido con olor a cigarro y cerveza, cada vez  que procuraba apartarse de él o cerrarla no le bastaba mas que volver a dar un tirón a los mechones del cabello que le tenía atenazado entre sus garras para recordarle que pasara lo que pasara la tenía bajo su completo control y dominio.  Hasta que luego de un par de minutos más de continuar abusándola de aquella forma,  decidió salir de su boca para sonreírle a la aturdida esposa de Ernesto de la Riba.

¿Qué tal te supo ése, tesoro?...   ¿A poco vas a decirme que no te gustó mi chinita?... – Cambio deliberadamente el gentilicio meramente por el afán de humillar a la derrotada mujer, sabiendo  de manera muy clara que nada o pocas cosas aparte de lo que le acaba de hacer y lo quería hacerle enseguida, le molestaba más a ella que el hecho de que  confundieran sus verdaderas raíces y al hacerlo sin que ella pudiera objetarle nada ya en ese momento le resultaría aún mas humillante a la esposa de su conocido.

Pero entonces sin haberle soltado el cabello que le tenía prensado entre las garras para que no se escapara  ningún lado la maltratada mujer, acercó muy lentamente su boca al oído de ella para susurrarle con mucho cuidado de que la oyera:

‑Si ese beso te gustó espera a ver lo que te hare con esta cosa cosota cuando te abra de piernas y te la clave hasta al fondo putona…     No vas a parar de gritar mi nombre pidiendo que no te la saque hasta que te vengas conmigo allí adentro…      ¡¿ O que pensabas mamita?, ¿ que iba dejar irte así no más esta noche después de que te la pasaste ofreciéndoteme con este vestido de zorra caliente y estos zapatos de puta que de seguro te pagó tu marido?.... ‑  Soltó la hiriente pregunta antes de continuar ofendiéndola al hablarle al oído:

…¡No mamita esta noche sé que vas a gozarla…   Yo voy a disfrutar cogiéndote cómo se me antoje!...  Y tú vas a venirte completa sobre mi palo cuando lo tengas bien dentro japonesita., ¡que te voy a ensartar una y mil veces como a un balero de a cincuenta centavos!... ‑      Al final de la procaz letanía terminó casi rugiéndole a la mujer que para colmo de males, dándole la impresión equivocada de su disposición, y vencida por él, ya nada más gimoteaba pero sin atreverse a gritar y pedir por ayuda para que alguien, ‑ quien fuera‑  viniera a salvarla del fatídico desencuentro.

‑¡Ya!...  ¡Déjame!...   ¡Quítame las manos de encima animal y vete al infierno!...  – Jadeaba Hana al envalentonarse para reclamar.

‑ ¡Eres un abusivo!...  Si no me dejas…   Gritaré y vendrá Ernesto o alguien‑    Continuó con su arrojo por intentar impedir que la sometiera.

…  ¡Ay pinche nipona tetona!…   ¡¿Y qué si viene ese pendejo?!...   ´¿Querrá que le enseñe cómo debe cogerse a una puta como tú?...  ¡Con este vestido que te dejó salir para que vinieras luciendo como toda una puta es como si él mismo estuviera pidiendo que te  cojan porque no puede con su cosita  el muy cabrón y cornudo!…‑   Blasfemó en contra de la pareja ensañándose con la vilipendiada mujer.

‑No, no Víctor…   ¡No puedes hacer esto!‑     Suplicó  la afectada en vez de pedir auxilio.

‑¡Claro que puedo!   Y más si tu marido y tú es lo que andan buscando putona…   Si no, ¿dime donde ésta él?...   ¿Eh?...     Vienes a una fiesta para que te vean con tu vestido y zapatos de puta buscona,   sin brassiere y las tetas casi de fuera para que te las vean mientras él te espera allá adentro y no viene a buscarte…‑    Siguió el asalto a la turbada consciencia de la joven señora antes de concluir  con simples preguntas:

Dime si no ¿ tú que quieres que piense?  O ¿por qué te dejó que te vistieras así si él no puede gozarte ni tampoco viene a buscarte para llevarte a su cama mamita?...‑

‑No, por favor no  Víctor, no es lo que piensas…   ‑    Volvió a apelar a la consciencia del hombre.

‑Con esté vestido es como si tu marido te estuviera mandando a la guerra y me pidiera que te de la cogida que te mereces y él no puede ya darte “pechitos”.    ¿Pero que crees?...   Has venido con el hombre indicado.,  sí tu marido ya no puede o sabe  como gozarse a una como tú…   Aquí tu amigo Víctor  sabe lo que tu cuerpecito necesita y te lo va a dar…    Ya verás cómo antes de lo que te imaginas estarás gritando mi nombre pidiendo que no te la saque…‑   Descubrió  Hana con aquel soliloquio que aunque aparentemente él se estuviera calmando no habría una salida fácil de todo ese embrollo que se complicaba cada vez más.

Fue entonces que tomándola por sorpresa, de pronto él pareció estar liberándola de su feroz  agarre.   Tan solo para ser victimizada de nuevo por él cuando confiándose ella de que ya la iba a soltar, al ir recomponiendo la tensión de su cuerpo, ser tomada por las vigorosas manazas del hombre que usándolas como manoplas para manipularla, las acomodó firmemente sobre sus hombros antes de que sin poder hacer ella nada para oponérsele, hacerla girar sobre las punteras de sus altos zapatos y empujarla hacia una enorme mesa que con algunos arreglos y una lámpara que se tambaleó sobre ésta, se hallaba cerca del sitio donde la tenía ya prácticamente sometida y a su disposición.

‑¡No!., ¿qué haces?... ¡No Víctor!…  ¡Por favor no!. ‑  Se escucharon las  ahogadas suplicas de la mujer, que pese a que aun sin poder acabar de hacerse a la idea de que aquello realmente fuera a ocurrirle de tal forma, y a plena vista, en la elegantísima salita del pasillo de un lujoso hotel pudiera estar sucediéndole semejante barbaridad de manera tan publica, todavía no se atrevía a contrariarlo del todo, y aunque intentó levemente oponer resistencia en el momento en que ya habiendo girado hasta quedar parada de frente a la mesa sintió como le empujaba con la intención de doblarla encima de ésta y empinarla a modo de que su rotundo trasero, en pompa quedara apuntando hacia él.

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