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martes, 30 de abril de 2013

Un Poco de Ayuda Humanitaria ( 6a Instalación )




Un poco de ayuda humanitaria ©
G.O. Tigers , Ludo Mentis ®
Parte 1 Capítulo 2  Continuación

‑¡No!., ¿qué haces?... ¡No Víctor!…  ¡Por favor no!. ‑  Se escucharon las  ahogadas suplicas de la mujer, que pese a que aun sin poder acabar de hacerse a la idea de que aquello realmente fuera a ocurrirle de tal forma, y a plena vista, en la elegantísima salita del pasillo de un lujoso hotel pudiera estar sucediéndole semejante barbaridad de manera tan publica, todavía no se atrevía a contrariarlo del todo, y aunque intentó levemente oponer resistencia en el momento en que ya habiendo girado hasta quedar parada de frente a la mesa sintió como le empujaba con la intención de doblarla encima de ésta y empinarla a modo de que su rotundo trasero, en pompa quedara apuntando hacia él.

Pero a el ladino y aprovechado Víctor, decidido a doblegarla no le bastó más que aplicar un poco de fuerza  sobre la espalda baja de ella para someterla al tiempo en que arrimando hasta pegar su cuerpo al ampuloso trasero de Hana la aprisionó entre su persona y la mesa.    

Aparte de exaltado, Ernesto, continuaba observando bastante extrañado del modo en que se sucedían las acciones, notando que no obstante que aun sin atreverse a gritar pidiendo socorro para salvarse de la tremenda agresión de la que estaba siendo sujeto, la actitud que tenía era la de mantener los decentes modos de una damisela puesta en desgracia y ofrecer al zángano ése, la mayor resistencia que pudiera oponerle por sus propios medios en vez de pedir que alguien la rescatara, no empero ante los ojos del impávido marido que a través del distorsionado reflejo por el que había estado fisgoneando la ordalía que su desamparada esposa sufría entre las férreos brazos del aprovechado jefe de área, toda posible galanura de su defensa parecía ya enteramente perdida cuando aparte de los manoseos alevosos que comenzaron a sucederse sobre el cuerpo de la mujer que estaba sirviendo de víctima, de pronto entre detalles borrosos de sus visones, el apocado cónyuge de ésta observó como aun sobre los inusualmente altos tacones que había comprado para calzar en aquella velada, dada la corta estatura de Hana, ni siquiera alcanzaba a apoyarse bien sobre las espigadas agujas de charol negro o hacer más fuerza sino ocasionalmente cuando con algo más que la punta de las suelas color cardenal de sus zapatos alcanzaba a tocar el piso.  Definitivamente él la tenía sometida totalmente a su merced para lo que dispusiera a menos que ella gritara pidiendo alguna especia de ayuda.

…¡No Víctor!,  por favor…    Así no…   No puedo….  Hoy no por favor…‑    Aquellas palabras retumbaron en la embriagada consciencia del pusilánime Ernesto.  Quien  no atinaba a precisar qué…     Pero sabía que aparte de su inesperada actitud de acobardado buril sin temple que no iba al rescate de su hembra, había algo que resultaba inusualmente extraño en toda la escena.     Que de pronto más que el improvisado ataque de un hombre cualquiera hacia su mujer,  iba pareciéndole cada vez más una pelea entre dos rivales que se conocían cuando volvió a escuchar al sujeto pretendiendo pedirle: ‑No Víctor…    Yo te prometo…

‑Cállate zorra…  No me prometas…     La calló él antes de que continuara la decidida ofensiva,  y  emitiendo un silbido que salió de sus labios al levantarle el ajustado vestido a la apurada señora, se quedase pasmado ante el encantador espectáculo que veían ahora sus ojos. 

‑“¡Guau!”…   Pero si mira no más que cosa tan bonita traes ahí puesta en tus nalgotas…  Vieja golfa y putota!…   Pensé que no traías ni calzones debajo de este  vestido de puta, pero estos calzoncitos se te ven deliciosos…‑  Alterado de oír tales palabras, a Ernesto le recorrió una profunda y sobrecogedora oleada de morbo que de inmediato además de estremecerle de nuevo,  como sincopado impase de nervios y celos, le hizo querer ver aquello a lo que se refería el aprovechado hombre que seguramente ahora había conseguido echar un primer ojo a lo que a él mismo le había sido negado saber horas atrás cuando al salir de casa su esposa le dejó con la duda al respecto de si por mínimas que estas fueran o no, traía puestas alguna clase de pantaletas.

… ¿Sientes la cabezota de mi fierro puta nipona?.   Te la voy a meter con todo y esos calzones hasta que te salgan por el cogote cuando me venga dentro de ti y te haga mi puta…  ¡Hana mi puta!‑ Lo oyó vociferar al cerdo ese , incluso  en voz más alta de la que Ernesto recordaba que ella hubiera estado intentando pedir que alguien la rescatara o pidiéndole que la dejara.

Sin realmente extraer el miembro viril de aquel bulto que tenía dentro de la portañuela del pantalón,  el agresivo hombre comenzó a restregar el considerable paquete contra los glúteos de ella,  ensayando enseguida a sumirlo entre la oscura cañada que surgiendo entre los amplios hemisferios de carne aparecía apenas cubierta por el tentador suspiro de tela que cubriendo la entrada hacia los prohibidos terrenos  de la envilecida anatomía de Hana, parecía aun querer protegerla mientras ella forcejeaba delante de él.     Sus brazos querían  ayudarla a levantarse de aquella mesa pero la desmedida diferencia de pesos y medidas que había entre ellos le hacía imposible cualquier cosa que ella pudiese realmente intentar.

Pero –como dice la canción-, fue o si era tan fuerte la ofensiva allá arriba la cosa abajo andaba peor., cuando luego de gruñirle :  ‑ ¿Si lo sientes mamita?...   ¿Sientes ese  camote?...    Si no, velo sintiendo por que pronto lo vas a tener clavado todo completo hasta adentro de tu cuerpecito mamita…‑   Fue arrimándole más el alebrestado paquete para aprisionarla hacia la mesa al tiempo en que comenzaba a buscarse el zipper del  pantalón.

En vez de hacerle cambiar de opinión para que replegara el ataque, al permanecer ella agitándose bajo de él y moviendo los glúteos tan precariamente cubiertos con la marrullera prenda que, aunque no podía decirse que fuera pequeña en forma ninguna, en vez de cubrirlos de la manera en que las pantaletas tradicionales y de forma ordinaria lo hacen, parecía ser más una faja o cinturoncito adornado de sutiles encajes con motivos florales que limitándose a permanecer rodeando las amplias caderas y porción superior de aquellos poco modestos orbes de carne, sólo servían para exaltar aún más los urgentes deseos del macho por arrancárselas de un solo tirón y profanar aquel recinto de su feminidad.     Y para el macabro placer del abusivo sujeto que excitado de los vanos intentos que ella emprendía por liberarse de él , divertido la veía forcejear meneando involuntariamente ante él toda aquella tentadora opulencia, pronto su gusto aumentó cuando ella alcanzó a escuchar el ruido que hacía el zipper bajando y comenzó a agitarse con renovados bríos debajo de él.

‑¡Víctor!…  No, por favor no…  ¡Detente! …  Aun no ha pasado nada, te prometo que no le diré nada a nadie , ni a mi marido…‑  Ofreció ella intentando salir negociando aun con algo de dignidad., pero sin considerar que en éste mundo sólo se negocia con quien concede al otro la oportunidad de sentirse en igualdad de condiciones, mas lamentablemente dicho recurso es inútil cuando el que se siente superior se le obnubila la mente con el engreimiento de sentirse  vencedor absoluto de la batalla.

… ¡Ya te dije que a mí me importa que tu marido lo sepa o no!...  ¡ Ya me tienes cansado de siempre andar prometiéndome las nalgas  y sólo ver cómo se las pones a otros mientras a mí me calientas el palo con esas falditas que te pones para que te las vea y luego te coja Corcuera!....  Esta noche antes de que te vayas vamos a haber hecho algo más que sólo fajar y calentarme la riata…  Y esta cosita que tienes allí entre las patas me la vas a haber dado también a mí como a ellos…‑    Bramó enfurecido él convencido de que se saldría con la suya.

‑ ¡No Víctor, eso no es cierto!...  Lo que pasó no es eso…‑   Continuó buscando  hacerlo desistir de aquel absurdo que pretendía cometer.

‑A mí me importa un carajo si tu marido nos ve o si tú se lo dices, ya te lo dije…  ¡ Esta noche quiero cogerte!,  y hasta si se te antoja, si quieres también te la clave por aquí atrás si me lo pides bonito vieja putona!‑  Le escupió aquellas palabras al tiempo en que habiendo extraído su  aparato viril comenzó a jalonear con el inicuo tejido de la prenda que llevaba ella puesta a modo de pantaletas y así poder arrancárselas.

Todas aquellas atronadoras revelaciones o escandalosas suposiciones que llegaban hasta los oídos del intoxicado marido agravaron aun más la perturbada conciencia de Ernesto quien ahora además de confundido y morbosamente excitado de la manera en que aquel barbaján trataba a su esposa y la chantajeaba, comenzaba a sentirse aparte de todo, misteriosamente ofendido, celoso y engañado por ella y todos los que la rodeaban durante sus días de oficina sin que ella mencionara jamás ni el menor incidente ocurrido.  E intentaba reunir las fuerzas y coraje necesario para impedir que aquella bestial inmoralidad prosiguiera…  

Aunque parecía  que el inmenso morbo que le provocaba la depravación de sus celos le impediría hacer nada por ella, al menos no sin antes haberse enterado de que había en todo eso de cierto, inesperadamente fue que de pronto, recordando que fuera lo que fuese de verdad de las cosas que aquel marrano  alegaba en su contra para vencerla, aquella  mujer era su esposa y la mamá de su hijo , y por lo tanto se merecía que alguien la  protegiera de aquella intentona de violación.

* * *

‑¿Jan?... ‑  Se atrevió por fin a llamarla alejándose del sitio por la parte trasera de una de las columnas que separaban los distintos  espacios del amplísimo corredor, y poder así no revelar la cercanía de su presencia.

‑Si…  ¡Aquí estoy!‑   La escuchó responderle en voz alta desde la sala en la que el otro la retenía.

‑¿En dónde?‑  Como si viniera acercándose por vez primera Ernesto fingió no poder encontrarla  avanzando lentamente hacia el lugar de donde provenía la voz.

‑Acá con Víctor‑   Contestó ella con voz apurada.

Esperando no tener que encontrarla en las condiciones que el patán ese le había sugerido que los vería si se le ocurría a su marido ir en los momentos que se hallaba a punto de culminar su arrebatada profanación, Ernesto, dándoles todo el tiempo que supuso prudente para recomponerse, se acercó aun mas hacia ellos   Y para la buena fortuna del embriagado marido cuando llegó hacia el lujoso pabellón Hana se encontraba ya parada sobre sus propios medios pretendiendo alisarse el corto vestido sobre sus piernas para cubrirse de nuevo y recuperar la compostura lo mejor que podía, aunque sin conseguir lucir del todo calmada mientras que el grotesco gañan permanecía parado a espaldas de ella con una sardónica sonrisa dibujada  en el rostro.

…¡Ernesto!, No te vi en toda la fiesta… ¿Adónde andabas tú mientras tu mujercita y yo te andamos buscando?...    Le escuchó decirle al malandrín al tiempo en que sin prestarle tanta atención a él como a sus esposa, descubrió en ella una mirada llena de miedo y de culpa,  éste sujeto se acercó para darle la mano.

‑¿Está todo bien Hana?‑     Preguntó dirigiéndose a ella al instante en que estrechaba la mano de aquel hombre que había estado tratando de abusar por completo  de ella.

…Ehr, sí.    Sólo que me perdí por que el otro  tocador  estaba  ocupado y…   Víc… Víctor me halló…  y…   Estábamos platicando un poco de co-s-as de la oficina pero ya iba a buscarte…‑  Sonrojándose y tartamudeando debido a los de nervios Hana se inventó toda una rebuscada excusa con vacios poco creíbles que al darse cuenta de la clara intención de su esposa por ocultarle todo lo sucedido atiborraron de alarma aun más al extrañado marido.

Teniendo ella la oportunidad de delatar al imbécil que había querido violarla, ¿Por qué prefería callarse y no decir nada de lo que había sucedido?...‑  No era algo que pudiera él comprender pensó para sí soltando la mano del bruto ese que parecía estar muy divertido de las explicaciones que ella le daba mientras paseaba la vista por el lugar donde habían estado forcejeando.

‑¿Qué pasa?, ¿buscas algo?...  allí está tu bolso.‑   Le dijo Ernesto anticipando en su mente la suposición de lo que estaría ella buscando perdido en el sitio.

‑No, no importa Otto.   No es nada‑      Sin abandonar aquel gesto de contrariada angustia se dirigió ahora ella hacia el sillón donde había quedado tirado su pequeño bolsito para tomarlo y comenzar a salir de aquel sitio.  

‑Voy a despedirme  del Señor Corcuera y,  ¿nos vemos para ir por el carro?..‑   Le dejó la pregunta en el aire al apartarse de ellos que se quedaron parados allí viéndola caminar de manera muy parecida a la que –quitándole lo morboso‑  a veces se ven en la calle entre dos individuos que molestos por los daños causados a los vehículos de su propiedad observan la dimensión del maltrato sufrido tras el siniestro sin aun poderse poner de acuerdo sobre quien fue el causante del desaguisado y la forma en que esto les afectara para repararlo., tal como el propio Ernesto luego de verla partir le preguntó al causante de su agraviada circunstancia:

‑¡¿Qué diablos pasó o fue eso?!‑   Reclamó una explicación más convincente.   Aunque sin revelar a su oponente  lo que había visto durante el tiempo que duró la callada aquiescencia que lo había inmovilizado.

‑Nada hombre…  ¿Que fue qué?...   Me parece que tú mismo oíste a  tu esposa  decirte lo que paso., ¿ no es cierto?‑   Le contestó burlonamente el que la había intentado violar.  Rehusando  decirle que por poco más y consigue  abusar de ella sí él no hubiera llegado a  tiempo para impedirlo.

… Digo.,  a no ser que tú tengas otra versión o te supongas que algo pasó entre tu señora y tu servidor , creo que cada quien se va con su golpe o como  estamos…      Soltó la  intemperante parábola  apuntando con uno de sus gruesos dedos hacia el bulto que aun se delataba bajo el pantalón de Ernesto y dirigirlo enseguida hacia el propio que también se notaba.

…Yo me voy con lo mío aunque esté más grande y tú te vas con tu golpecito para que te lo componga tu esposa‑   Pretendió burlarse de la  diferencia de tamaños que se notaba.

‑¡Óyeme infeliz hijo de la gran puta!...   ¿Qué te has estado creyendo tú imbécil?...   – Se  abalanzó contra del grotesco jefe de su esposa con la intención de golpearlo para después decirle que no volviera a hacerle semejante tipo de cosas a su mujer…

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1 comentario:

  1. excelente relato espero con ansias la continuacion :)

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