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sábado, 24 de agosto de 2013

Mónica y el nuevo suplente...

Aunque mucho me piden la culminación de aquella escena en la que hace ya poco más de diez años, Mónica quedó suspendida en el tiempo , y a punto de ser vejada de nuevo por un oscuro oficinista y el tiltular de la dependencia al que su jefe la había mandado a visitar para que se entendiese con él y pagara por su "error",  a la fecha no he encontrado el momento oprtuno para retomarlo.   Empero, a este momento he trabajado un poco en una actualización de la circunstancia de la "atormentada" protagonista,  trayendola plenamente a estos momentos.

Espero comentarios.





                          

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Mónica y el Nuevo Suplente ©
Ludo Mentis

 


... Aunque el presente relato pretende ser una re-visita a la continuación de Mónica y el Director y  En manos del Director., dada el enorme lapso de tiempo transcurrido entre aquellos y esta nueva pieza, aun cuando algunos de los personajes sobrevivieron el embate de las circunstancias, éste puede ser tomado como capítulo enteramente nuevo que -a no ser que se así se deseé -  causa necesidad de leer las precuelas...   Espero no haber perdido el toque, y que lo disfruten tanto como los primeros.

                                                                                                                                 Ludo Mentis

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Así como ir a las luchas o una pelea de box y verla desde la primera fila sin querer exponernos a acabar con sangre o cerveza derramada en las ropas, ocurre frecuentemente que para presenciar algún espectáculo o problema, el peor sitio para observar un agujero negro es dentro de éste mismo, así sucede con cualquier nudo gordiano de los demás, cuando resulta que desde otra perspectiva todo mundo propondría alguna solución alejandrina ante la que no se atreve quien se encuentra inmerso entre sus propios dramas y temores.

Mónica y el Nuevo Suplente ©

Ludo Mentis

Parte 1 Capítulo 1 Escena 1 ( Cuando una puerta se cierra, a veces la otra también )


...Y cada amanecer me derrumbo al ver la puta realidad...  No hay en el mundo, no, nadie más frágil que yo... Tengo miedo lo mismo que tú... Pelo, acrílico cuero y tacón , maquillaje hasta en el corazón...
(1)(¿?/Naranjo)


Por los diminutos altavoces del dispositivo de audio portátil apenas se alcanzaban a escuchar las ácidas rimas de aquella canción cuando las negras y austeras manecillas del reloj de pared del cubículo de Mónica se disponían a marcar el comienzo de la última hora de la mañana al momento en que el sobresalto de escuchar el atemorizante presagio del repiqueteo de su teléfono, por poco la hace brincar de su asiento.

...¿Sí?. Asistencia de Dirección...  Habla Mónica...  ¿En qué puedo ayudarle?.‑   Se escuchó la  armoniosa aunque apesadumbrada voz de ella que contestaba a quien fuera que se hallara del otro lado de la línea, cuando con pesar y bastante ansiedad no tuvo otro remedio que alzar el auricular para llevarlo hacia su oído y ofrecer una fingidamente atenta respuesta.

‑Sí Enrique, soy yo...  Sí, si los tengo...  Enseguida voy.‑   Sin poder evitar sonrojarse al responder la inquietante demanda, cómo el Titanic sintió que su corazón se hundía hacía las oscuras profundidades del helado mar. Y luego de devolver el auricular se dispuso a pararse de su asiento para ir con rumbo al cadalso.

Al dirigirse hacia la oficina desde la que le llamaran, Mónica hubiese querido poder ser invisible tanto así como que los altos tacones que junto con prendas íntimas, que no obstante lo inadecuadas e incómodos que pudiesen resultarle de llevar puestas para ir al trabajo, y luego de aquella cena con los clientes de Enrique ahora ella había tenido que volver a usar de forma cuasi “reglamentaria” como parte habitual de su atuendo al atender sus labores dentro y fuera de la oficina, al menos en esta ocasión estos le concediesen por una vez el regalo de no producir aquel característico ruido que delataba al caminar su presencia por los pasillos de la oficina, pero aquello resultaba tan imposible como que desde los escritorios no la observaran sus compañeros y alguna que otra secretaria que distrayéndose de sus ocupaciones para voltear a mirarla con disimulada reprobación aparejada de aquellas sonrisitas fingidas, que de pena ajena venían cuando la veían dirigirse hacia la oficina de quien hasta hacía sólo unos cuantos meses atrás había sido únicamente “El sobrino del jefe” y que, por lo que ahora se veía ya a todas luces, al menos por el momento al hacerse cargo de los negocios de la empresa parecía también haber heredado de éste el derecho a hacer uso de ciertos “activos”, prerrogativas y “prestaciones” reservadas para su tío.

...Si Hombre, te digo que eso yo lo controlo.   Tú quédate por allá y yo te llamó si surge algo con lo de mi tío.‑   Apresurando involuntariamente el cadente ritmo de su exaltado e hipnótico contoneo de caderas al intentar pasar desapercibida frente a los últimos escritorios que finalmente, y sin mucho éxito, irremediablemente tuvo que sortear pasando delante y por entre los mismos y algunos de los ocupantes de estos, quienes ante tan tremendo palmito que irremediablemente ella paseaba justo frente sus narices y atentas miradas que sin perder mucho detalle, algunas por unas y otros por algunas otras buenas razones y causas admiraban las tan incitantes formas de su compañera acompañándola en su camino con algo más que las ganas y las miradas, aun antes de que queriendo entrar lo antes posible al privado donde sin duda ya la esperaban, la inquieta asistente, señora, madre y esposa, golpeara ligeramente con los nudillos el panel frontal de madera y al tiempo en que girando a la vez del latonado picaporte, desde el otro lado de la robusta puerta, al igual que los compañeros cercanos a aquella área de la oficina, Mónica alcanzó escuchar la joven y viril voz del muchacho, cuando sin querer esperar a que la secretaria la anunciara ante su novel jefe, ella se decidió a apersonársele sin hacer antesala de espera.

El veinteañero que por azares del destino tenía ahora el control de la vida de Mónica y sus secretos, usando el escritorio a modo de apoyo para su trasero mientras hablaba por el teléfono se hallaba parado delante del ostentoso mueble sobre el cual la candorosa e ingenua mujer y madre de dos, aparte de terminar de perder lo que pudiera haber quedado de inocencia y decoro dentro de su persona en aquellos entonces, desde algunos años atrás la había visto hacer bastantes más cosas que simplemente corromperse al aceptar el ultraje mediante el cual, arrodillada ante Alejandro González en aquella ocasión, aparte de cerrar aquel primer acto de extorsión, sumisión y chantaje con el que injustificadamente sellara ella su propio destino como casquivana y meretriz de la compañía.

Varias veces después de aquella primera tarde en que había visitado esa oficina, había vuelto allí mismo a consumar felones tratos que, arrastrando hasta lo indecible su dignidad de mujer y señora casada, y abandonando cualquier dejo de decencia, que pudiera alguna vez ella tenido como persona, culta decente y educada con los más finos modales, dignos de la mejor hija de buena familia, requirieron de algunas otras de sus aptitudes para cerrar algún trato entre los dos Alejandros, alguno de los clientes más importantes o amigos de éste.

De pronto, no más de tres o cuatro meses luego de haber pensado que sus reiteradas infidelidades hacia su marido podían haber llegado a su fin, aquella sensación que ella creía desterrada de sus emociones y sepultada con su pasado tras la partida de tan nefasto personaje que la había orillado a convertirse durante algún tiempo en nada más allá que una fácil conquista para los antojos de los hombres como Alejandro, y otros, que sirviéndose de su baja autoestima y naturaleza insospechadamente sumisa, amancebada por el jefe de su oficina, a quien sin importarle su condición de señora casada y con hijos, simplemente le gustó someterla para alongar su circunstancia como mujer adúltera e infiel a su esposo.

Súbitamente, y todo de golpe la vida había venido a abofetearla de nuevo y decirle que a uno no escapa tan fácilmente de su pasado ni la posición en que ante los demás nos han puesto nuestras decisiones buenas o malas. 

Aquí estaba parada de nuevo en la misma oficina donde todo había comenzado.  Y el encontrarse allí la hizo darse cuenta de que sin importar las edades o el tiempo que hubiere pasado, el jovencito al que ahora se debía Mónica escasamente rondaba la primera mitad de sus veinte, y sin duda, por su edad podría tener más una relación con su hijo de doce que con ella misma, que hacía apenas poco menos de tres meses había celebrado de manera culposa no solo con un cuatro de parafina y una segunda velita extra que encajada en la cubierta merengue de su pastel, terminó atestiguando que un año más lejos habían quedado ya sus treintas. Que si en vez de enredados entre el connivente amparo de las sabanas de la recamara principal de algún departamento de soltero u hotel de paso, las traiciones e infidelidades se festejasen de similares maneras, bien podrían haber añadido sendas figuras de cera con la forma de un uno y un cero para paliar algo de la vergüenza de plantearse ante el ominoso décimo aniversario de la primera deslealtad cometida en perjuicio del cándido e inocente de su marido.

En su cabeza Mónica que aparte de culpas y obsesiones, gustaba el sudoku y los números, mientras observaba al joven sobrino de su primer amante repasaba los datos y circunstancias.   Ella de poco más de cuarenta, casada con el mismo hombre por cerca un poco más de un cuarto de tiempo de dicha edad, mientras que al hombre con quien ahora tenía que engañar a su esposo lo había conocido de la misma edad que ahora su hijo de doce tenía.  Y usando tal dato, ahora este muchacho tenía aproximadamente el doble de la edad de la luz de su vida, y ella a su vez bordeaba cerca del doble de años del muchachito que ahora la usaba a su antojo sin que su marido sospechara que tantos cambios habían sucedido dentro de la vida, obligaciones y necesidades de su mujer.—

La inmensidad de sus injustificadas infidelidades siempre la hacían querer tener alguna excusa que reivindicara algo de la enorme letra escarlata con forma de “P” que sentía que se le dibujaba en la frente cuando por aquí o por allá surgía entre sus conocidos o amigas el tema de alguna de “esas” de las que se habían enterado que andaba “poniéndoselos” a su marido.

–‑“Pero es que Gerardo...  Siempre tú con tu inestabilidad, luego la crisis económica... Tú sin trabajo hace dos años y aunque ahora ya te empieza a funcionar el negocio, yo ganando el doble de lo que antes ganabas...”-‑   Para sus adentros volvía a querer convencerse de la validez de sus actos mientras esperaba a que el juvenil sobrino del hombre que había vivido justo al lado de su casa terminara de hablar por teléfono.

Sin duda alguna que el fornido hombretón sobrino de su vecino que ahora debido a la ausencia del tío se hacía cargo de manejar las relaciones publicas y desempeño de la compañía ya no era aquel adolescente lleno de temores y acné por la cara, y aun cuando para su edad resultaba ahora curioso verle aquellas prematuras entradas que prolongaban la terminación de su frente, con aquel talante de hombre que desenfadado y dueño del mundo iba conquistando, —cuando no doblegando—, voluntades para hacer lo que se le venía en gana., aunque en algún momento Mónica había llegado a temer que ocurriera, en realidad jamás hubiera querido que algo sucediera entre ellos, ni mucho menos caer atrapada en sus manos de la manera en que ahora lo estaba. ‑  Luego de sacar aquellas cuentas, la cabeza de la bella señora se había puesto a pensar mientras esperaba a que él se desocupara para atenderla.

‑-Si hombre... tú no te apures... Yo veré que quedes a gusto., ya sabes que sí hombre...  Y de plus ya sabes., ¡Falda cortita, tacón alto y bien peinada para que tú la despeines!...  – Con completo descaro le ofrecía a su anónimo interlocutor, cuando volteando a mirar a su vacilante y más reciente recluta, y opción natural para la vacante del puesto que tras quedar en espera de un bello angelito que iluminaría su vida y la de su esposo, había dejado vacante su predecesora al quedar encinta unos meses antes de que toda aquella avalancha de sucesos se viniesen de nuevo encima de Mónica.

Sin si quiera molestarse en disimular la insidiosa mirada que su posición le permitía mientras continuaba en la llamada le hizo una seña a la encantadora señora para que se acercara hacia donde él se encontraba plantado.  Y la titubeante e indecisa mujer, insegura de si el efecto que sus cuarenta y tantos años daban a su encantadora y apetitosamente madura figura enfundada dentro de la ajustada falda blanca que llevaba luciendo sobre su cuerpo sería del agrado del hombre, o quizás habiendo malinterpretado la indicación que éste le hiciera la tarde anterior para que antes de salir de casa aquella mañana se pusiera algo más llamativo e interesante de lo que ya de por si tenía acostumbrado ponerse habitualmente para ir al trabajo y que él aprobara cuando la viera vestida durante el día.

Siguiéndola con la vista mientras continuaba su conversación telefónica, se limitó a hacerle una sonrisa que vino desde los labios de el hombre antes de que sin molestarse en suspender por un momento la plática apoyó más su cuerpo sobre el escritorio para separar el compás de sus piernas, y con el simple ademán de una mano señalarle a la apenada mujer el lugar que esperaba que ella tomara en el medio metro de espacio que le había preparado para que se postrara ante él.

Luego, cuando ella, la bella Mónica, en la actitud más servil y denigrante, que cualquier feminista hubiera usado en su contra para mandarla tanto a él como a ella juntos al paredón de los abusivos misóginos y las mujeres que en estos tiempos de los derechos humanos e igualdad de géneros, se permiten semejante actos de sumisión ante cualquier hombre., éste dedicándole apenas si una leve sonrisa al nuevo juguete de carne y hueso que la había puesto delante la vida, usando el dedo índice de su mano se limitó a señalarle el bulto que se formaba al frente de su costoso pantalón confeccionado con la mejor selección posible de finos hilos de lana de borrego merino teñidos de azul.

No siendo ingenua ya, y habiendo aprendido tiempo atrás con alguno de los amigos, jefes u otro tipo de clientes muy especiales con los que en el pasado, luego de atender durante alguna reunión de negocios, había tenido también que complacer como parte de las funciones que su tío le había encargado que les concediera., la mano en que aun lucían las rutilantes sortijas de compromiso y matrimonio de Mónica acompañó a la otra para ir en busca de la cremallera de los pantalones de Enrique y abrirla sin más miramiento.

‑-No. Si te digo que yo tampoco sabía hasta hace unas semanas...  Pero no me digas que tú si lo sabías...   De haberlo imaginado antes, hace años se las hubiera pedido...-‑  Indicó a su interlocutor al tiempo en que bajando la mano que no sostenía el teléfono fue a acariciar con ésta de una vez, una buena porción de los sedosos cabellos rojizos de Mónica.

‑-“¡No!., Si te digo que es una ricura que ni te lo imaginas, aunque la conozcas no te imaginas”...—   Aquella conversación sonaba sumamente comprometedora a los oídos de Mónica, que como todo el que se sabe culpable de alguna pena o vergüenza se sentía enredada y a punto de ser descubierta de nuevo. 

Aunque entendía que en su relación con aquel chico había una especie de extraño pacto unilateral de supuesta discreción y silencio, para no provocar que personas a las que ella amaba pudieran llegar a enterarse de los deslices con los que en el pasado había faltado tanto al decoro como la prudencia., que como hija honorable, madre modelo y esposa leal, de acuerdo a las buenas costumbres y enseñanzas que toda mujer decente debía de observar ante los suyos y sus conocidos., ella bien sabía que dicho pacto era meramente inocuo, endeble e inicuo en último caso, pues como parte de aquel entuerto moral al que con tal de que la menos gente posible llegara a enterarse de tales detalles de su pasado, mientras Mónica se veía sometida por éste, él tenía el derecho de comentar a sus conocidos sobre los abusos que ahora ella le permitía y no se hallaba en posición alguna para reclamar ni negarle nada a cambio de su supuesto silencio.

Trataba de no violentar ella su parte del leonino convenio, sabiendo que de otro modo no podía más que confiar como lo había hecho durante tanto tiempo hasta esos momentos.   Pero la idea y el temor de que todo saliera a la luz aterraba a Mónica.

— “Pero es que...”-‑Se decía para sus adentros...  – “Cualquiera de sus conocidos” ...   “!O peor aun!”...   “¡De los míos!.    De Gerardo”...  “¿O mi hijo!”...    “Podría ser con quien habla en este momento!”...  “Por favor no Dios mío, no lo permitas...  todo lo que hecho sería en balde...  No permitas que nadie se entere”...

Había que confiar y esperar que salvo algún sobresalto o momento incomodo como los había habido en alguna ocasión cuando estando en algún bar o sitio inapropiado inesperadamente se había topado con algún compañero y conocidos de su marido o familiares, la gente fuese lo suficientemente discreta como para no comenzar con chismes y habladurías como para que las cosas pasaran a ser nada mas allá de algún secreto a voces, y acaso ella tuviera que forzar alguna inverosímil excusa que explicara las extrañas coincidencias o malentendidos suscitados por  circunstancias tan comprometedoras y sospechosas bajo las que incluso el odioso señor Fitz la saludó al verla colgada del brazo de su otro vecino cuando se la topó durante algún forzado viaje que hiciera ella a la playa junto con Alejandro González y otro de sus clientes.-‑   Pensó Mónica para si misma al momento en que sabiendo lo que el muchacho esperaba de ella, extrajo de entre los calzoncillos de éste el palpitante falo que portaba allí dentro y acercando su cuerpo hacia la punta de éste, se echó hacia delante y sin pensarlo siquiera, en vez de comenzar a comerlo, lo primero que hizo al tenerlo cerca del encendido color rubí de sus apetitosos labios, fue prodigarle un beso que, no obstante vestido de tierna actitud hacia él, junto con otra buena dosis de sometimiento de su persona ante él, vino más bien en franca señal de respeto hacia el chico y su viril órgano cuando sumisamente posó los suaves pétalos de sus labios encima de la enorme cabeza con forma de hongo.

Después de besarlo una vez más, la dueña de aquellos labios  infieles mil veces, levantó la mirada hacia el muchacho para asegurarse de que observara el modo en que preparando la boca para recibirlo, primero la fue abriendo de par en par hasta formar para él una dulce rosca que después empezó deslizar por encima de la venosa e irregular superficie del prodigioso cilindro de carne, hasta que una vez con el abultado bálano de éste alojado íntimamente en el interior de la cavidad le fue siendo incomodo cubrirle de forma modesta, e intentando amoldarse al objeto los protuberantes belfos de suave color carmesí fueron estirándose a mas no poder hasta que por unos instantes pudo cubrirlo, si no de forma permanente, si por unos momentos perfecta en un sello que succionándole la enorme cabeza del hongo, duró sin derramar ni un hilillo de baba hasta que a ella le faltó la respiración y por fin tuvo que soltarlo.

En tanto que estimulado por la sutil descarga de óxido nítrico que el cerebro de Enrique mandó a su organismo que desencadenara con el máximo vigor de su juventud hacia la presión del oxígeno que pudiera servir para retener en su pene toda la sangre de macho enardecido ante la disímbola e incitante visión que, aparte de descubrir el obsequio que a su vista y todo su ser le prodigaban aquel par de suaves labios que tan vehementemente rodeaban su falo, también le produjo inusitado placer, poder encontrarse a si mismo reflejado en aquellos angelicales ojos vidriosos de color de aceituna que se mantuvieron mirándolo desde allá abajo hasta el momento en que la vestal convertida en la más puta de las mujeres casadas, y con la intención de complacer aún más a su macho, luego de aspirar lo más profundo que pudo para llevar una mayor carga de aire hacia sus pulmones, Mónica probó a volver a engullirlo como si en vez de un órgano masculino, fuese a paladear y comerse un caramelo o lo que parecía ser mas bien un descomunal bocado de palpitante carne jugosa no apta para cualquier dama.

Luego de succionarlo otro poco y jugar con su lengua sobre la venosa fisonomía de aquella enhiesta arma de garañón., sin dejar de mirarle a los ojos, ensayó engullirlo por completo, y hasta donde pudo cobijarlo dentro de aquella húmeda jaula de seda, lo dejó que entrara en su boca hasta que el glande de éste alcanzó la úvula y llegando ella al tope de su comodidad, tuvo que retroceder en su intento por engullir aún más carne de la que él le ofrecía para que degustara en tales momentos, y echando hacia atrás los tensos músculos de su cuello Mónica dejó deslizarse fuera de la presión de sus labios, la casi total extensión del trozo que había conseguido guardarle dentro de su persona apenas por unos cuantos segundos antes de hacerlo salir dejándolo aparecer ante la ansiosa vista de Enrique completamente bañado por la reluciente saliva que había producido ella para recibirlo durante la apurada intentona, que prácticamente había llegado al límite de sus comedidas capacidades de felatríz consumada.

Y en eso estaba ella postrada ante él, brindándole aquella lúbrica e inmisericorde, aunque tristemente efímera y deleble postal, que salvo por el vano intento de ser inmortalizado mediante alguna instantánea mental que de aquel sublime momento el chico pudiera pretender atesorar en su mente., y a falta de cualquier dispositivo con el cual capturar la majestuosa visión de aquel instante en que formando un puente entre sus pantalones y los carnosos labios de Mónica, que todavía tan llenos de él, su gloriosa recia barra de carne de macho, era tomada por ella con esmerada fruición, usándolos para encerrarla con ellos alrededor de su encendida virilidad, y sin importar el poco elegante e impúdico espectáculo que con las distendidas mejillas de su habitualmente sereno y gentil rostro, lo recibía dentro de su obsequiosa boca para propinarle tan encantadores momentos al afortunado muchacho, dueño de aquel falo jugoso y enhiesto.

Aunque no lo diría nunca, ante los ojos del muchacho que ahora la oportunidad de su vida lo había convertido al papel de domador, lo cierto es que en verdad él ya no atinaba a continuar sensatamente la conversación que aún sostenía por teléfono mientras la miraba allá abajo y le resultaba difícil de digerir la sobrecogedora visión que de pronto le ocasionaba observar su miembro viril escurriendo por todas partes con las babas de aquella bella mujer que sin importar las circunstancias por las que todo aquello hubiera sucedido inicialmente, en sentido práctico y para todos los fines que esto pudiera llegar a tener, técnicamente doblaba la edad al muchacho que ahora, sino en su primer amorío con una mujer, casada con otro, o adultera amante, la había convertido si en una nueva especie de objeto y juguete sexual al servicio de sus antojos.

‑-Dios mío, Mónica... De veras que cuando te veía antes con Gerardo o mi tío nunca pensé que fueras tan puta.-‑  Por enésima vez desde que se convirtiera en el juguete de aquel muchacho, ella en vez de abofetearlo tuvo que tolerar que él se dirigiera hacia su persona y la llamara de tal forma cuando para tal fin el extasiado hombre ya no pudo evitar escupir a la cara de ella las denigrantes palabras que sin apartar de su boca el teléfono por el que aun conversaba, ni importarle que lo escucharan del otro lado de la línea, y a modo de obsceno cumplido inesperadamente estas escaparon fuera de la plática que intentaba mantener por el aparato. Mientras que por su parte la aludida hallándose más allá del simple sonrojo, y afligida sintió como de golpe se ruborizaba toda su cara, mejillas  y parta alta de sus generosos pechos de hembra casada, aun antes de que al terminar de escuchar tan lacerantes y soeces palabras de encomio, y sin poder sostener más la apenada mirada terminó por ir cerrando los ojos luego de apartar la vista hacia el piso antes de continuar la tarea de mimar el humillante embutido del tremendo muchacho y sustituto de su antiguo verdugo.

Minutos mas tarde, luego de proseguir con la indecoroso deleite que se había impuesto prodigarle al muchacho a cambio de que mantuviera alejada de la puerta de su casa la latente amenaza de que primeramente su hijo, sobrinos o alguno de los conocidos de estos e incluso su esposo y familiares pudieran llegar a enterarse de sus oscuros secretos, Mónica continuaba dejando resbalar su boca a lo largo de toda la venosa extensión de carne que le era posible mimar con sus húmedos labios., sorprendida en tan poco modesta situación no pudo ni hacer el intento de incorporarse para disimular la naturaleza del acto que la tenía en tan comprometedora postura, cuando habiendo por fin soltado el teléfono Enrique, y sin mediar llamada o aviso, de pronto alguien abrió la puerta de la espaciosa oficina y sin que ella pudiera voltear a mirar de que o quien se trataba, sintió que se aproximaba a ellos para plantarse casi encima de sus interesantemente refinados; costosos, y por demás cautivantes zapatos de plataforma y tacón a la moda.

‑-Vaya , vaya...   Ahora entiendo por que no contesta ni está en su escritorio la señorita.-‑  Sorprendida en el acto, a pesar de haberlo tratado con anterioridad pero sin conocerlo realmente por algo menos de dos meses, y más por la voz que el socarrón comentario vino, Mónica supo que se trataba del chocante personaje que llevaba los asuntos contables de la empresa, a quien pese a tener un título profesional, nombre y apellidos, todos conocían por el mote de Ventarrón.

‑- Ya veo que anda ocupada, aunque espero que no les parezca que les interrumpo en su fiesta si la asistente del jefe me atiende un poco y me guarda esto adentro de este divino cuerpecito de señora casada que tiene...—Soltó primero, rememorando enseguida:

  ‑...Que desde que la vi llegar esta mañana con estos calzoncitos que se le transparentan bajo la faldita que traes puesta se me antojó vértelos y quitártelos a mordidas o a puros palazos para que me atienda como merezco con su “estuchito peludito y mojado”.  -‑  Con la pesada voz del hombre, el por demás grotesco e intemperante comentario surgió de las mismas fauces del tal Ventarrón, al mismo tiempo en que sin esperar por otra respuesta se aprestó a zafarse la hebilla del pantalón para enseguida dejarlos caer hacia el piso junto con los anticuados calzoncillos que quedaron rodeándole las calcetas oscuras poco antes de que por la suave piel de sus muslos, Mónica sintiera como se deslizaba la ajustada tela de la prenda que les arropaba, hasta que experimentando una súbita sensación de escalofrió producida por el fresco aire que de pronto rozó su ampuloso trasero al quedar éste ahora ya prácticamente desprovisto del blanco tejido que lo envolviera hasta hacía unos cuantos instantes., quedando así ella, ‑y salvo por la diminuta pantaleta que parcialmente y de manera tan insuficiente y precaria, aun algo alcanzaba a cubrir de sus impecables y fantásticos glúteos—., prácticamente expuesta hasta lo más recóndito de su modestia.

...Pero por Dios que no hay duda.  ¡Aquí están!...  Aquí están estas nalgotas que son un regalo de Dios para nosotros los hombres...   ¡Ve esto Dios mío!.‑   Extasiado ante la sublime visión que ahora obsequiosa Mónica le regalaba a través de las micas de policarbonato de los anteojos que usaba el casi sesentón hombre parecía no poder terminar de agradecerle con su lóbrega voz al creador por semejante agasajo a sus ojos.

‑-Toda ella es un regalo Ventarrón...   lo es para su hijo, su esposo, su papá, sus hermanos y nosotros los hombres...-‑  El muchacho concedió sumándose a la inusitada alabanza.

Aunque no duraron mucho en su sitio, por algunos momentos los  tentadoramente adornados, y floreados con figuras de elegantes encajes, pero diminutos panties blancos de Mónica fueron lo único que la cubría mientras el morboso sujeto se entretuvo jugueteando con ellos al ir provocando a ver que reacciones causaba en ella que probándola y toqueteándola por aquí y por allá, fue a encontrar sobre el delicado material de la prenda el punto que marcándose con una hondonada señalaba la inminente proximidad de la femenina entrada a la sima del ser de la bella asistente del jefe. Y una vez habiéndola hallado, probó a empujar con sus dedos suavemente hacia adentro de esta el insignificante pedacito de algodón que cubría la húmeda zona.

Por Dios que no me cansaré de decirlo desde que te conozco dulzura, pero que cosa tan rica tienes aquí en medio de estas piernitas...  Estás toda mojada y pidiendo que alguien venga a clavarte... Mira nada más como estás... ‑   Voló de la viperina e inmisericorde lengua del aprovechado ése el feroz comentario que llegó hacia los oídos de ella cuando sintiéndole que apartaba hacia un lado la estrecha franjita orlada de tela que le cubría, con la cabeza del pene, éste probó a rozarla con esta en su zona más íntima, en tanto que aceptando su posición, por su parte la esposa metida a madre y meretriz de medio tiempo se estremecía al sentirle y escucharlo decirle.

No empero que, amen de responsable madre cariñosa, — aunque no particularmente muy reservada esposa—, la vida secreta que había llevado durante todos aquellos años de recurrentes mentiras y adulterios cometidos a espaldas de su marido durante los años pasados, pudiendo a esas alturas Mónica ser ya la meretriz casada y de oficina plus quam perfecta, o quizás tal vez debido a lo mismo, y cierto candor que conservaba dentro de si misma, todavía sin extraviársele entre las sabanas de alguna de las tantas camas que ya habían conocido a ella y el calor del sudor de su cuerpo siendo poseído bajo el peso de algún hombre, y sin poder precisar bien de que se trataba ni tiempo o interés alguno para reparar en lo profundo de tal tipo de sutilezas con ella, tanto disfrutaban los hombres que simplemente pretendiendo saciar en su riquísimo cuerpo de madre y señora casada sus propios instintos, la habían hecho gozar y gozado humillándola como a una cualquiera.  Y sin que ella tampoco hubiera podido encontrar la forma de evitar la extraña y vergonzante sinergia que apoderándose irremisiblemente de su persona se sucedía cuando en momentos como aquellos precisos instantes permitía ser sobajeada por ellos de maneras tan burdas como las que ahora empleaba con ella el contador de la empresa para la que desde hacía menos de dos o tres meses atrás laboraba.

Simplemente sabía ella, que aunque pocos aparte de los hombres que como su marido o su hijo la apreciaban y veían en Mónica algo más que una simple hembra para el placer, y esto a muchos no pareciera importarles, ella era algo mucho más puro y grande que un mero objeto donde los que no la conocían únicamente la usaban su buscando saciar en su cuerpo los deseos más oscuros, ruines y bajos de los que un humano era capaz.

Pero, y aunque mientras el más joven de ellos probablemente confirmaría lo que en él, más que un hallazgo era ya casi una certeza acerca de las formas en que Mónica reaccionaba al verse sometida ante el vulnerante dominio, el otro., sujeto mezquino de instinto más elemental y mente menos sagaz pero si más corrompida por la desvergüenza adquirida a través de años de marrullerías y abusos, que aunque trabajaba bien con los números y datos, sólo le daba para medrar con la posición que ostentaba dentro de la empresa que le permitía aprovecharse de toda favorable circunstancia que se le presentaba para echar mano. Tal cual ahora mismo ocurría, cuando como tendría que hacerlo cualquier proxeneta o chulo al que por las esquinas se ve cuidando a su establo de damitas para que los juanes que se las llevan no las maltraten de mas., al tal Ventarrón que sintiendo que al no tener que reparar en formas que no estuviesen si no a la medida de sus propios y retorcidos antojos de hombre libidinoso, ni tener merito o necesidad de hacer falsas promesas a cambio del rato de gozo que disfrutaría sumido entre los muchos encantos con los que la proterva naturaleza había colmado el cuerpo de aquella poco recatada señora, que para él simplemente parecía no saber decirle a nadie un simple. —“No”—  por algunos momentos se le ocurrió la idea de darle un manazo y fue alzando la mano para golpear la grupa de Mónica, en vez de ella que ni sabía del pretendido maltrato que se le aproximaba, con la simple mirada que el joven lanzó hacia el abusivo sujeto, bastó para hacerlo desistir del intento de humillarla en tales maneras.

Así, Enrique, de amo y verdugo pasó a protector que impidió que el abusivo maltratara de más a su Mónica, cambiando entonces éste de táctica, cuando el mañoso contador impedido de maltratarla delante del joven suplente, bajo la mano sin fuerza, para empuñar su enhiesta barra de carne, y en vez de golpearla fue tocar de nueva cuenta con la punta de su descircuncidado pene y buscó apoyarla contra el ensopado objetivo que pretendía penetrar con su avejentada aunque todavía vigorosa arma, y para su propio placer comentó lo empapada que la encontraba, cuando de alguna manera le pareció notar que acompañando a cierto bochorno y estremecimiento que recorrió de arriba abajo el cuerpo de Mónica, ella reaccionaba mojándose aún más para él y de forma casi automática los labios mayores de su feminidad, aparentemente de forma automática y natural se abrían para recibirlo y dejarle sentir lo mojada que estaba.

‑-Guau...  pero si estás que te derrites tesoro.   Tu hornito está todo empapado y ansioso de que después de un buen palo te eché allí dentro toda mi leche-‑   Aunque hay golpes que se dan con las manos o el cuerpo, existen algunos que queman y calan más profundo que los que se reciben sobre la piel. Tal cual demostró aquél con su desmesurado e incluso, todavía más burdo e incendiario cumplido que estalló contra la disminuida conciencia de Mónica, que sin darse realmente cuenta de lo que hacía movió levemente el volumen de su trasero contra la tranca que se le ofrecía allá atrás para que apaciguara sus reprimidas ansias de hembra golosa.

‑ Mira Eduardo...  Mira a esta putita...  Mira como se hace tu secretaria para que yo la llene de leche...  ¡Dios!...  Que rico se siente así con la pura puntita allí adentro toda mojada en su concha sabrosa...–‑  Sintiendo que se desvanecía al probar tanta delicia exclamó trastornado de si el contador usando su ronca voz para proferir aquella vulgar expresión digna de ser oída sólo en alguno de los más bajos burdeles de la ciudad que a veces frecuentaba antes de ir a su casa disfrazado de santo.

...¿Te gusta mas esta o Palmira?-‑   Dominado por su ahora por su propia lujuria, como si nada mas el bello rostro, ojos, boca y cuerpo de Mónica, pero no sus oídos estuvieran presentes en aquella oficina, a instancias de Enrique comenzaron a compararla con su predecesora en el puesto.

‑-No, si esa también estaba bien rica...-‑  De inmediato interpuso su gusto el mañoso contador al tiempo en que llevando las manos hacia los opulentos glúteos de Mónica la hizo sentir la firmeza de las yemas huesudas de todos sus dedos apretujando la tierna carne de estos.

...Flaquita-‑  Dejó a medias la aclaración el vejete antes de mover la puntas de sus yemas hacia el pronunciado canal que separando los dos hemisferios de carne que con toda altivez se alzaban delante de él apenas y escasamente cubierta la total amplitud de aquel sendero de fuego por la minúscula y tirante lengua de tela blanca que le negaba la posibilidad de contemplar en su solo bocado de vista, la total desnudez del majestuoso espectáculo del cual estaba siendo participe y apunto de penetrar con su encendida columna de carne.

‑ Flaquita pero sabrosa...  Pero ésta, está más rica y jugosa...   Mira nada mas estas nalgotas Enrique.,  Hasta me da envidia y tener ganas de ser alguno de los calzones que se pone la muy puta para venir al trabajo a que nos la cojamos, y poder pasar no solo un ratito sino todo el día pegadito aquí en medio de sus piernotas, oliendo su concha y acariciando sus nalgas mientras los demás sólo la vemos entrar y salir de esta oficina-‑  Culminó de poner la cereza en su burdo pastel antes de precipitarse a decirle al plenipotenciario joven jefe de la empresa:

‑-¡Mira, mira. Mira!...  Sólita se está abriendo... nada más de oírme e imaginarse aquí ensartada con la punta de mi camote... Te apuesto a que si su marido la viera como la tengo aquí atrás, sacaba boleto para esperarla a ver como la dejo cuando termine con ella.‑  Luego de que como un retardado cretino idiotizado de semejantes hallazgos, cerriles comparativos e innecesarias remembranzas de la condición de Mónica, lo que siguió fue aun peor de lo que se esperaba.

A ver mamita... Veamos si como lo mueves lo bates... – Sintiéndola estremecerse entre los dos falos que la sitiaban, con toda saña soltó el procaz cuestionamiento que dejó a medias cuando decidido a disfrutar todavía más el momento que la vida le regalaba a costas del delicioso cuerpo de la mujer de otra persona, Y enseguida de toquetear y probar picoteando un poco más por aquí y por allá la delicada región de la anatomía de la sumisa señora, les comentó:

‑ No sé como se sienta esa boquita en tu palo mi Enrique, pero aquí atrás parece no querer que me vaya y deberías de ver que rico.,  aprieta como si quisiera jalarme...‑   Embebido en todo aquel marasmo de sensaciones exclamó el larguirucho hombre antes de que para poder ver mejor los misterios que aquel punto tan recóndito de la anatomía de Mónica aun pudiera tenerle escondidos para sus hallazgos, volver a buscar las orlitas de encaje que remataban la lengua de tela que tan precariamente cubría de su vista los anhelados secretos de la fémina.  Y decidido de hacerlo, con la punta de algunos de sus dedos pronto fue halando hacia un lado donde no le estorbara el exiguo elastano color blanco de la diminuta prenda, hasta que ésta llegó a donde él la quería y a su gusto contempló el impúdico cuadro.

... “Ehghh ahahggh” ... –  Esta vez no cargado de saña ni afán alguno por denostarla a ella ni a nadie, a modo del más honesto reconocimiento, un apagado resuello escapó de la boca del extasiado hombre al inundarse sus ojos con la invasora visión que asaltó su mirada en el mismo instante en que dándose cuenta de ello, observó con algo de detenimiento el punto en que los cuerpos de ambos se unían y ella se abría para recibirlo.   Al ver, embebido con la indecente exhibición en la que él mismo participaba, le pareció darse cuenta de que aun cuando aparentemente sin que lo provocase conscientemente, ni fuera que ella o él se movieran de sus lugares, cómo si por mágicas voluntades que sólo atendieran a sus propias sexualidades, su falo se deslizaba otro poco mas dentro de la ensopada tibieza del cuerpo de la nueva recluta heredada del jefe.

Para la retorcida y ruin mente del contador parecía aquello como que por voluntad propia de la anhelante vagina de Mónica en vez de esperarlo a que tomara posesión de su cuerpo, los labios de ésta fueran a devorarle su pene, y no pudiendo ser de otra manera más burda así se lo dijo:

‑- A-ah-a-quí te va esta para que me la guardes bien dentro cosita—  Divertido de verla notó el modo en que por estar ocupada con la atención de sus ojos y boca puestas en otro lugar, e impedida de girar la cabeza a verlo o devolver la mirada hacia él, de alguna forma el vilipendiado cuerpo de ella respondía ante el morboso comentario que recién le lanzaba.

Y sin querer él ir perdiendo detalle ni saber hacia cual otra parte quería voltear, luego de pasear una vez más la vista por aquel jactancioso trasero con forma de melocotón., a través de las micas de sus anteojos tomó nota de la forma en que cerca de la breve cintura que nacía poco mas arriba y alejada de las rotundas redondeces de las ancas de Mónica éste era asediado por aquellas tensas franjas de elástico material que rodeándole las amplias caderas,  en la porción mas ancha del delta donde se unían las tres piezas de tela que lo conformaban no era si acaso otra cosa que un triangulito de cinco o seis centímetros de ancho bajo el cual apenas y se ocultaba la etiqueta que por dentro llevaba cosida por el fabricante de la confección, así como en preciso zigzag al angosto resorte del que con toda delicadeza sobresalían los pequeños arcos de dócil encaje que conferían a la prenda algo de femenina elegancia aun bajo tan desvergonzada circunstancia en que por lo ajustado que se notaba encajándosele levemente en la carne de sus espléndidos glúteos se adivinaba un tanto pequeña e incómoda para ser usada por ella. 

Mientras que el contador seguía regodeándose con el cerril espectáculo que tanto con sus ojos como el resto de sus sentidos estaban gozando, Enrique pudiendo únicamente imaginar el tremendo placer que el hombre estaría recibiendo allá atrás, se limitó a mirar el modo en que como si todo el ser de Mónica, a pesar de haberla convertido primero en hija inocente, luego niña querida; compañera y estudiante aplicada en el colegio; entonces mujer, novia leal, profesionista confiable, por un tiempo esposa respetable y después madre afectuosa y señora., en realidad el único fin y motivo que su presencia en este mundo previsto por Dios para ella, siempre, y únicamente hubiera sido el de ser un objeto fuente de los deseos, disponible para el placer de los hombres que quisieran gozarla como ahora ellos lo hacían sin importarles nada más hacer uso de las prestaciones que su cuerpo podía prodigarles.

Allí estaba ella, Mónica, aquella mujer que después de haber engañado a su marido ya por cerca de diez u once años, al convertirse en la amante casi de planta aunque no exclusiva del tío de aquel jovencito., un buen día había jurado que intentaría no volver a mentirle ni tener que inventarle excusas a un hijo que ya se daba cuenta de todo y no quería que él sin saber o poder comprender que lo de puta o los cuernos es una mera condición de gustos que nada desmerece a la persona que los porta o los pone,  poco o casi nada tiene que ver con el cariño y el amor que a veces se tiene a la gente que nos rodea.

“ Curioso como estando casada con uno, te ves mas linda aquí en mi oficina arrodillada ante otros”-‑   Pensándolo pero sin decírselo, Enrique disfruto un momento de sublimación al ver como sometida y dispuesta la tenían entre ellos arrodillada como también lo hacía ella casi cada domingo en la iglesia.

Solo que a diferencia de los domingos o el día de su boda, ahora mientras ella lo hacía delante de ellos, el dorado fulgor del costoso juego de alianza y anillo de matrimonio, que acompañando al de la resplandeciente gema que coronando el anillo de compromiso de ésta, iba adornando el delicado dedo del corazón de la aun joven esposa., en esta ocasión en que en vez sostener en la suya, el rosario, un librito de misas o la mano de su marido, lo que junto con los conyugales anillos, los delicados dedos de la señora tocaban y acariciaban ahora, era la gruesa barra de carne de ese muchacho al que pese a conocer desde hacía tantos años y amén de casi doblar en edad,  sin lugar o espacio para objeciones se debía ella por entera con tal de evitar que nadie mas se enterara en su casa de las cosas que había hecho antes de aquel día.

‑ -¡Mamita!... De veras te ves divina así como estás...-‑   Pese a querer decirle otra cosas, sobrecogido ante la emoción que le producía verla así a la madre de su ex vecinito., Enrique no pudo contenerse el llamarle “mamita” en esa tercera ocasión que por fin se dirigía hacia ella desde que entrara a su oficina.

“Si alguna vez tú, mi tío o tu marido o alguien más me hubiera visto lo que antes hacía con la ropa o los calzoncitos de tus cajones cuando iba a cuidar o jugar con Gerardo y sabía que ustedes no me veían...   De seguro no me creerían lo que ahora estoy viendo y como te tengo casi encuerada., con el naco contador este allí atrás metido con su garrote en tus nalgas y tú con tu boquita llena hasta el tope con mi camote”... ‑ 

Aunque su boca calló la descomunal revelación, en la cabeza de Enrique quedaron formadas las tremendas palabras que por poco escapan al calor del momento que el muchacho estaba viviendo al mirarla y sentir crecer la fricción de los labios de Mónica saboreando su pene con esa continua actitud de contrito bochorno que se dejaba entrever en su rostro, y notar el modo como para evitar ruborizarse aún más debido a la forma en que permitía ser amancebada por él, apenada de si la delicada mujer, luego de apenas y levantar por un breve segundo la mirada que se escondía bajo aquellas largas pestañas., terminaba por no querer recoger del alfombrado piso la luz de sus ojos vidriosos y prefería limitarse a mantenerlos entrecerrados mientras continuaba chupando y mimándole el enardecido tolete de macho viril y potente.

Ummfgluug ummppgh  ugghh...  Haghh guuhhhhmmmm  Ouuggghhmmmppfffgghh... Pllurrff... haghhh caafghh…-‑  Con el viril miembro del joven encajado en su boca, los sonidos guturales que antecedieron al último que, como una tos ahogada escapó de los labios de la mujer al sentir que se atragantaba con el pedazo de carne que tenía sumido en sus belfos, eran puro acicate para los dos hombres.

Arrobada por las involuntarias reacciones que su cuerpo tenía., con los  labios cerrados en torno al vigoroso pene que él le tenía clavado y a su disposición justo delante de ella sin posibilidad de que se le escapara a ningún lado, o desde la posición del otro aprovechado sujeto., desde cualquier perspectiva donde él o el excitado contador la veían cada uno en el ángulo que se hallaba, no había otra verdad...    –Les parecía como si todo el ser de Mónica hubiese sido planeado por Dios única y exclusivamente para el deleite del hombre, la lujuria y la cópula...   

Por su parte y para si, extasiado ante la exhibición de tan lesa y provocativa naturaleza, de pronto el contador consiguió apartar la vista para percatarse de asuntos menos elementales como el de descubrir el modo en que sin dejar ver mucho de la espalda de ella, desde la cintura y hasta desaparecerle bajo los ondulados tonos castaños y suaves matices rojizos de la ondulada cabellera de la cabeza de la mujer, después de aquella cintilla de estirados encajes de la tanga calada en los glúteos de Mónica de repente surgía el vestido que haciendo juego con el color blanco de esta tapaba el resto de su anatomía hasta reaparecer solo parcialmente visible una breve porción de su nuca, moviéndose con el vaivén que la dueña de esta llevaba al estar ocupándose de los asuntos que requerían que su boca atendiera al frente de los pantalones del bisoño suplente del Director.

En eso se hallaba el trastornado hombre, observando todo aquel despliegue de adultera feminidad en el instante en que perdido dentro de la propia lasciva, que lo embrutecía cual salvaje animal víctima de sus más primitivos anhelos, embriagado por la lujuria sintió como si todo el cuerpo de ella tuviese la única finalidad de hacer eso., de tener boca, brazos, nalgas, muslos, piernas y manos para poder colocarla, apoyarse y hacerla posarse a su antojo como a una muñeca a la que pudiera ir acomodando la parte de su anatomía de la que más se le antojara hacer uso en momentos como ese en que, descontando lo que dándole la espalda con el sincopado vaivén de su nuca, sacudiendose con él sumido allá atrás dentro de ella, el resto de su persona que rodeaba la punta del ardoroso aguijón que tenía apenas clavado en su húmeda sima, de hecho parecía zarandearse ante él para reafirmarle que podía no sólo admirar y tocar, sino ir más dentro de ella o hacer uso de cualesquiera de las confortables voluptuosidades que todo su ser ofrecía para que se sirviera a su propio deleite y antojo.

Como un zángano que alentado ante la iniciativa que sin palabras le era enviada por aquella reina para que continuara penetrándola todavía otro poco mas dentro, el hombre que embrutecido por el momento mejor ya ni hablaba, se dispuso a terminar de hacer suyo ese cuerpo que se le ofrecía abierto. Así que para ayudar a su miembro en la tarea de proceder a apartarlos e ir separando de paso con ellos la mórbida piel de los abultados labios mayores de Mónica, los que habiendo cedido el espacio para recibir dentro de su canal amatorio la esponjosa cabeza del pujante cíclope enardecido que el contador aún poseía., al ir teniendo que plegarse por la presencia de aquel objeto que para ir abriéndose paso hacia el interior de la bella criatura que se hallaba a punto de poseer con su firme tolete; regordetes, estos iban ciñéndose a éste con los placenteros jugos que por reacción natural e involuntariamente femenina, el acogedor cuerpo de ella continuaba produciendo para darle cabida y atenderlo dentro de sus ensopadas paredes y suaves bembos que ya rodeaban el erecto trozo de carne, mientras que casi sin moverse siquiera el dueño de éste,  se limitaba a contemplar la sublime panorámica que desde allá arriba tenía, ahí encima de ella y con la punta de su larguirucho pene clavado justo en medio su persona, entre las tremendas nalgas con forma de pera que la abochornada mujer le presentaba para que las conquistara y marcara para la posteridad como dominio también ya conquistado por él

Movido por la placentera intoxicación que en circunstancias similares produce a veces el morbo enviciante, el sobrecogido señor buscó encontrar con la vista el punto en que los cuerpos de ambos se unían de la misma manera en que se suponía que una señora casada tan sólo debería permitirlo al hombre para quien se ha reservado., y pasando sus ojos por el sonrosado asterisco de Mónica, apenas debajo de éste halló una incitante maraña de ligeros vellos rizosos y tenues que rodeándole parecían acompañarle en cada movimiento que intentase en aquella oquedad que le envolvía cálidamente su pene.

...Ahora si te tengo bien enchufada, empalmada con mi manguera zorrota...‑  Movida otra vez por la lasciva volvió a hablar la voz del ventarrón cuando notó como al hacerse el hacia atrás hasta quedar de nuevo encajada dentro de ella únicamente la pura cabeza del miembro, perfectamente acoplados en rededor de la parte de su órgano que surgió cubierto de tibios jugos que ella derramara sobre su miembro, los labios de la vagina de Mónica parecían acariciarle intentado convencerle de que no abandonase el suave cobijo que su cuerpo de hembra quería proveerle a su virilidad para que la gozara, y negarse a dejarle escapar fuera de su húmeda cavidad.

Y Continuó en escalada con la sarta de obscenidad que su boca profería en contra de la vencida dignidad de Mónica, que de a poco con tales palabras parecía también ir perdiéndose irremisiblemente ante él al hacer mella dentro de su consciencia cuando le dijo:   ‑-...Espero te hayas tomado tus pastillitas o no estés en tus mejores días , que si no., con los que te voy a echar dentro no respondo si regresas a casa con explicaciones que darle a tu esposo cuando te vea tejiendo chambritas de nuevo.‑

Soltó la artera bofetada que pese haber ido a dar contra la apenada consciencia de Mónica, no hizo sino provocar que al oírlo mencionar el detalle a tomar en cuenta de ni si quiera haberle sido permitido tener el recaudo de usar cualquier protección, ocasionó que ella se mojara aun más para él al espolear mayormente los torcidos anhelos de la agobiada señora.

Y es que, amén de que sin contemplaciones y a mansalva la toqueteaban, aparte de esto, cuando como parte de dicha sinergia de ignominia mezclada con delirante placer, ella además de sentir y saberse sometida y sobajeada de nuevo por ellos, llegaba a escucharlos haciendo cualquier clase de comentarios que se refirieran a su condición de señora casada y con hijos, o nombrar de alguna manera cualquier alguna zona de su anatomía poniéndole nombres a esta o a ella, ya fuera sólo por ello o alguna de las involuntarias reacciones corpóreas que de forma inconsciente le producía estar siendo usada de tan lascivos modos, y para colmo de males el abusivo que hacía uso de su fantástica anatomía de señora casada y madura de ensueño, tomando posesión de su persona y baja autoestima, con el misógino afán de humillarla se burlaba de ella recordando a su esposo y los riesgos en que incurría al cederle de aquella manera el placer de su cuerpo., con la plena conciencia de cada poro de su tierna piel, región de su físico y zona erógena de su persona, el avasallamiento y rendición de ella se tornaba incluso mayormente absoluto y terminaba por ocasionar el arribo de suaves oleadas de profundo placer que en crescendo terminaban de corromperla hasta el delirio como ahora le sucedía.

... “¡¿Qué cosa podría existir acaso mas humillante!? –‑ Alcanzaba a elucubrar ella entre las enardecidas neuronas de su cabeza...

... ¡¿Que podía haber que la hiciera sentir mas puta que el hecho de que alguien se atreviera a mencionarle a su esposo en momentos así en los que para colmo de su desvergüenza ella se encontraba completamente empapada y con el miembro de un casado sesentón a punto de disparar dentro de su fértil vagina  toda la caterva de espermatozoides ya añejos pero con posibilidades reales de dejarla en estado de gravidez!? –

De alguna manera, palabras, palabras menos., ideas semejantes a estas se agolparon en la mente de Mónica al pensar la ignominiosa posibilidad de quedar arruinada para siempre su honra, y  brincar de algún lado a su subconsciente la sola imagen de la posibilidad que el tipo aquel le decía. –“!Ella embarazada, amorosamente tejiendo chambritas en casa para arropar al hijo que otro había plantado en su vientre para que ella cuidara al lado de su afectuoso pero cornudo marido!”...

La idea era abrumadora al grado que consiguió hacerla apenarse aun más de hallarse tan mojada para el vetusto hombre que divertido de poder usarla tan irresponsablemente hacia burla de tan tremenda y por demás escandalosa posibilidad al momento en que después de haberse regodeado la vista y sentidos con aquel bocado, el sujeto de un solo empellón sumió en el cuerpo de Mónica la porción que de su pene que todavía permanecía fuera de aquel invitante objetivo, y empujándola hasta lo mas profundo que le era posible con el tamaño de su arma, terminó por empalmar sus ingles contra los rozagantes glúteos de la bella mujer.

... ¡Ahhh ahhgh!‑  Tuvo que dejar escapar el miembro de Enrique para no atragantarse con este al ser empujada y casi perder el precario balance que  posada en la alfombra sobre sus rodillas conservaba sosteniéndose con una mano apoyada en el robusto muslo del jovencito cuando el hombre comenzó a fornicarla.

... “Dios mío”., “¿Porqué soy así?”.‑   Con las mudas palabras que no salieron de su boca.  Mónica., señora de cierta posición, medianamente acomodada en la sociedad, que debido a los múltiples problemas económicos por los que habían atravesado en su matrimonio., como si en verdad no tuviese otra salida, - en más de alguna ocasión – había tenido que costear con algo mas caro que el dinero, el cuerpo, la dignidad y su categoría poder sostener dicha posición, pretendida, anhelada y deseada por otras.  

“En la vida hay cosas que tienen  precio sólo para quien pueda o quiera pagarlo por ellas”    Perdida entre la vorágine de sensaciones y propios remordimientos, se lamentó de si misma al tiempo en que habiendo recibido aquel miembro dentro de su persona, fue volviendo a ocuparse del otro que había dejado escapar apenas por unos instantes.  Y mientras reaparecía en sus narices el acre almizcle del macho a cuyo regio pene de príncipe estaba regalándole aquellas efusivas lamidas con las que lo había dejado impregnado con su saliva, al ir cerrando sus labios en rededor de la venosa topografía no pudo evitar sentir algo de pena por su aludido marido:

‑-“Ay Gerardo”...  “Con que tú nunca lo sepas”... ‑  Le llegó algo de remordimiento que una vez desencadenado, colateralmente a la aberrante excitación que le producía saberse usada por aquel par de hombres, pronunciando su morbo éste la llevo a preguntarse hasta cuando podría continuar haciéndole eso a su esposo.  

‑-“¿Cuantas veces llegaré a casa oliendo a otros hombres o el sabor de alguno de uno de ellos en los labios antes de que me descubras o me digas que ya te has dado cuenta de lo que te hago porque lo notaste en mi boca, en mi pelo o mis ropas?”... –

Se lamentó sin dejar de experimentar ese extraño placer que le producía saberse tan infiel y casada con ese hombre al que como otras veces en que esto ya había sucedido, para que no encontrara en sus labios infieles el aroma o rastro de los besos que había dado al pene que ahora tenía alojado en su boca. Y como lo hiciera ya antes cuando se convirtiera en la fácil amante del tío de aquel muchacho de quien ahora se había convertido en poco menos que su asistente y piruja de planta, o elegante dama de compañía para sus eventos privados con alguno que otros de sus clientes mas importantes,  de seguro que hoy tendría que mentirle de nuevo o evitarlo y negarle la boca cuando su marido quisiera besarla al regresar a su casa, .

Ése mismo marido al que inventaría alguna nueva excusa que explicara el porqué de su falta de antojo, sin preguntarle por qué de nuevo, y de pronto salía de casa vestida como si en vez del trabajo fuese a alguna reunión en otro sitio distinto al de su oficina o algún restaurante.

 –“¿Cuantas excusas podré darle antes de que se imagine lo que hago en esta oficina o me hacen hacerles casi todos los días?”... –  Se preguntó una vez más antes de que dejándose hacer por los dos hombres, brevemente dejara  caer sus pensamientos en su pequeño casi ya adolescente que ya había crecido desde la primera vez en que luego de un pleito estúpido con su padre, y en esa misma oficina, años atrás cambiara su vida y abusara de ella  Alejandro González.

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Fin 1ª Parte Escena 1 ( 1ª Parte Capítulo 1 Escena 1 )

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10 comentarios:

  1. El solo ver movimiento en tu pagina, genera felicidad, tengo que reparar el auto en época de regreso a clases. (Puro sacar dinero $)
    Pero la vida te da de todo,
    Problemas y Mónica, me parece justo.
    Estoy feliz, lo leo mañana y opino o en la madrugada, si me dan chance.
    Que NO me aguanto.

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  2. regreso monica por el arco del triunfo, no solo conservas el toque sino que golpeas como el mejor otra cosa me gusto mucho el preambulo con que iniciaste gracias ludo ...magoes

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  3. 1.- parte.
    Yo feliz, gracias a mi fin de semana.
    El sábado NO me pagaron, ¡Yo feliz!
    No completo con los gastos del regreso a clases, ¡Yo feliz!
    Se me descompuso el carro, ¡Yo feliz!
    Tuve que ir a una boda que no quería ir, ¡Yo feliz!
    El domingo tempranito un funeral de una persona que ni conozco, ¡Yo feliz!
    Tuve que manejar 4 horas para llevar a mi odiosa suegra, ¡Yo feliz!
    Estoy cansado, pero ahí que llevar a los hijos al cine, ¡Yo feliz!
    Es domingo a las 11 de la noche y NO duermo, ¡Yo feliz!
    ¿Por qué? ¿Consumo drogas, estoy loco?
    NO es por ¡Mónica, Mónica, MÓNICA!
    Si gracias Ludo, la vida es difícil, pero con estos regalos se puede aguantar todos los sinsabores de la vida diaria.

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  4. 2.- parte.
    Opinando respecto a el relato.
    En primer lugar, NO has perdido el toque.
    Resulto igual de morboso, ¿porque?
    Se, podría decir que por los diversos factores:
    Personajes y lugares, con los que cualquiera se puede identificar.
    Y los fetiches; la diferencia de edades, el exhibicionismo,
    Pero “NO,” la verdad es el talento que tú tienes para manejar estos tópicos.
    Ya que los he leído con otros autores, y NO resulta igual.
    La forma en cómo relatas, el “ritmo” en que llevas la historia.
    Haces que uno sienta las emociones de los personajes.
    Tanto a Mónica, como a sus chantajeadores.

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  5. 3.- parte.
    Porque me gusta tanto Mónica.
    No lo se, quizás por El eterno factor de la mujer hermosa.
    Comerciar con su belleza, en este caso a cambio del silencio.
    Sin pretender jamás ser un dramaturgo.
    Pero en este relato sucede un misterio (para un corriente como YO)
    Disfruto tanto la historia, como las escenas de sexo.

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  6. 4.- parte.
    ¿Yo? Creo que ya perdí mi objetividad.
    Pero me agrada todo este capítulo
    Me agradan hasta los títulos muy trágicos.
    (Cuando una puerta se cierra, a veces la otra también)
    Como todos tengo dudas, pero creo que se irán contestando durante la historia.
    ¿Cómo obtuvo Enrique, ese poder?
    A mi opinión el exhibicionismo involuntario es un erotismo muy fino y difícil de lograr. (Por estar supeditado a la vista) Y usted lo consigue “escribiendo”
    Tus representaciones o explicaciones son magistrales:
    “Mirarla con disimulada reprobación aparejada de aquellas sonrisitas fingidas de pena ajena”
    Y como dijiste en la historia.
    Me encanta como Mónica se hunde en sus propios dramas y temores.
    Su propio flagelo es ¿cómo decirlo?... delicioso
    Ya me regañaron, por enfermo hasta aquí la dejo.
    Federico.
    P.D.- ¿Y Tu trabajo, como obtuvo la temporada?
    Perdón por la tardanza al preguntar, pero la pasión hace que uno pierda la educación.

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  7. Hola Ludo, me pregunto si conseguistes los capitulos 3-5 de Monica y el Director, si por causalidad tienes el texto en ingles yo gustoso me ofrezco a ayudar, de otro lado mi pregunta es si este capitulo seria Monica y el Director 11 o damos por finalizada la serie con el 10 y empezamos un nuevo proyecto. Te dire que quede cautivado con tus relatos, Secretos y Memorias de una Madre (01) me quedo completamente insuficiente, es un gran relato. Quedo a la espera de tu amable respuesta.

    Saludos
    Luis
    roeri2000@yahoo.com

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  8. Aclarando un detalle a Luis y el resto:

    Les comento que no existen versiones alternativas ni en español o algún otro idioma como el Inglés de Monica o mis otros relatos.

    Y si acaso en un momento por lo delicioso de la obra, me decidí a hacer una adaptación hacia nuestro idioma de auqle titulo que nombré:

    Esposa , Madre y Actríz Bla bla, el mismo fue eso., una adaptación más no una traducción o intento de plagio.

    Así que lamento decirles que en manera alguna existen los capitulos perdidos de Mónica.

    Respecto a la situación de la Mamá de aquel viaje en tren, lamentablemente en su momento nadie opino sobre dicho trabajo y eso me hizo abandonarlo, por considerarlo mi primer franco fracaso.

    Pasando a Mónica: Les señalo que aunque actualment ehe pensado en escribir una version con las "horas perdidas" de Mónica. En si, esta nueva puesta en "escena" es una continuación a la vida y "penurias" de ella, que sucede a poco más de diez años de lo ocurrido en el primer capítulo.

    Ludo

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  9. la historia de la madre aquella que viajaba en tren me parece fascinante al igual que la recatada yo creo que merecen un final en fin si por mi fuera tendrias mucho trabajo y bien ludo yo creia que tenias un bajon de testosterona pero no el tiempo te ha mejorado adelante don ludo... magoes

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  10. Excelente escrito así como los anteriores de Mónica, mucha gente los lee pero no los comenta. Ojala este año nuevo te animes a seguir escribiendo

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