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miércoles, 6 de noviembre de 2013

Asuntos de Interés y Negocios 3er Act - ( 1a y 2a Esc )



Asuntos de Intereses y Negocios  (  )  Adaptación*
Ludo Mentis G.O. Tigers.

Todo por un Precio Especial

3º Acto - Escena 1ª    ( ¿Última llamada o llamada de última hora? )

* * *


…¿Bueno?. ¿Si?...  ¿Don Alonso?.  ¿Qué ha pasado mi Don?, ¿cómo está el esposo de mi “noviecita”?—


Algunas semanas pasaron luego de mi estrambótico encuentro con el amigo de mi mujer durante  aquella cena en la que sin haber concluido siquiera la elegante cena, la  hiciera despojarse de sus diminutos panties para que se los entregara allí mismo antes de que saliéramos del restaurante.


Así, luego de sobreponerme a todo aquel torrente de emociones tan encontradas acerca de lo que yo mismo había experimentado como casi silente testigo de los deslices de ella y las libertades que a mi costa le permitía  a nuestro asesor de cuenta.  Quizás más que otra cosa, meramente confrontado ya en manera definitiva ante mis propios y retorcidos anhelos, entendí que de manera definitiva, el prácticamente inexistente o nulo balance de nuestra desequilibrada relación había vuelto  girar y verse trastocado de nuevo cuando contesté aquella llamada entrante al teléfono de nuestra casa., y que de inmediato ocasionó que el estómago me punzara.

¿Sí?... ¿Quién habla?.  ¿ a qué número quería usted marcar? — Fingí poder no reconocer la voz de quien hablaba del otro lado de la línea, aunque de inmediato comencé a ponerme nervioso y un tanto alterado de que pudiera él estarse atreviendo ahora a comenzar a llamar fuera de horas al teléfono particular de nuestro domicilio, donde cualquiera podría llegar a contestar la llamada.

¿Que paso mi socio?,  No me digas que ahora después de la otra noche ya no me conoces si no te hablo de , ¡Don Cabrón!…   Así que dime ¿cómo está el esposo de mi “noviecita”?...  Ya dijo que le conseguí el descuento para su carrito?...  — Se siguió en banda como si de repente o siempre hubiéramos sido tan buenos amigos en vez de habernos  conocido en tan desventajosas circunstancias en las que le había tenido que aceptar conocerle.

“¡Mira, no sé quién te dio este teléfono o te dijo que ahora podías comenzar a llamarle a mi esposa para buscarla aquí en nuestra casa y que todo mundo se entere!”…    Por un momento quise contestarle pero después de todas las circunstancias que habían sucedido entre él, Verónica y yo mismo, me hizo contener el intento.  Por supuesto que aparte de todo el teléfono se lo había dado yo mismo entre todos los datos que tuviera que  darles al aperturar nuestra cuenta en  la empresa a la que habíamos trasladado los fondos de la inversión

¿Eh?... ah…  Este. No, no me había dicho nada…—  Reculando  nervioso, no conseguí  poder seguir haciéndome el desentendido y en vez de contestar como yo hubiese querido  me contuve al recordar de lo que me hablaba respecto al nuevo auto que mi esposa acababa de comprar.

* * *

Minutos antes de recibir aquella inoportuna llamada., sintiéndose inquietos por las tardanzas de su mamá los niños se habían adelantado junto con sus primos hacia el auditorio donde se daría el gran estreno al que  teniendo ya comprados boletos de fila “C”, asistiríamos a presenciar antes de ir al elegante restaurante donde cenaríamos en compañía de algunos de sus parientes.

También inquieto yo por la hora me encontraba ya algo estresado mientras ella terminaba de decorarse y lucir tan radiante como siempre lo hace para salir a la calle, y mayormente supone que ya sea acompañada de mí o de quien sea, piensa asistir a algún lugar elegante donde seguramente será vista por otros. Máxime si como previo a tal cena, era que desde hacía ya varias semanas atrás, habíamos comprado tickets tan caros para aquella premier.  Pero entonces el timbre repiqueteo de repente y fue cuando yo contesté sin esperarme lo que se vendría.

Oye., Mi Don, ¿me puedes poner al teléfono a Vero?...   tengo algo que necesito ver con ella sobre ese asuntito del coche que se compró.—

¿Eh?...   No. Me temo que en este momento está ella ocupada y estamos  muy apurados para salir…  disculpa que no le pueda pasar la llamada pero yo le digo que llamaste para que en otro momento se comunique contigo. —  Intentando recomponerme un poco luego de la sorpresa, y de la forma ms cortés en que pude conseguir sin que se notara el apremio nervioso que surgió dentro de mí para terminar la llamada, ofrecí antes de concluir , devolviendo con cierto aplomo el auricular a la base.

Todo aquello había sido Romeo, buscando a mi esposa como si aquello fuera la cosa más común de todos los días.

Quizás no  hubieran pasado a lo mucho treinta segundos, o un minuto, no más cuando el teléfono de Verónica comenzó a alertar con su alarma de repiqueteo, anunciando una llamada que de inmediato se dispuso a atender pulsando el botón de aceptación de conferencia.

“Ah si, soy yo…” — Inicio de inmediato volteando fugazmente a mirarme y seguir:

Si no quien otra iba a ser con mi teléfono, tontit…—  No concluyó decir., quedándose  seria casi enseguida y volteando de nuevo a mirar yo que más hacía aparte de permanecer parado junto a la puerta observándola tomar aquella llamada.

“Uhm”…  “¿Hoy?”… “¿Dónde?”   “¿Tiene que ser hoy?...   Es que iba a salir con mi esposo y los niñ…”— Según yo recuerdo esas fueron las palabras que de nuevo dejó a medias.   Luego intentó interponer:

“Ya te había yo dicho., ¿no?—...     Pareció ofrecer una excusa.

—“No, bueno sí, ya sabes que sí”…   “Sí, si quiero., ahorita veo como le hago y le digo”…     “Te veo allí mismo entonces en un ratito”… —  Como si aún hoy en este momento pudiera escuchar su voz  en mi mente, oí lo que decía antes de terminar la conversación y voltear  a  mirarme, ahora  a través del espejo ante el cual se encontraba ella parada terminando de revisar una vez su apariencia y el tremendo palmito que se portaba enfundada dentro del despampanante vestido que tan justamente envolvía todas las prodigiosas curvas de su anatomía de sensual señora casada.

—Creo que no voy a poder ir con ustedes…—   Sin más y casi con la más absoluta frialdad que incluso algún general pudiera haber llegado a tener al comandar a sus tropas mandándolas hacia la muerte en batalla me informo de un solo tajo.

—¡¿Qué?!...  ¡No!...  ¡¿Cómo crees?!...  ¿Quién era o con que me vas a salir?— Alterado y sin poder darme crédito de lo que de pronto o ya en ese momento me sucedería tuve que preguntarle sintiendo que el corazón se alborotaba dentro de mí y el estómago se me retorcía.

Tenemos los boletos pagados desde hace semanas…  ¡Los niños!...  ¡ Sus primos!.   ¡Sus tíos!...  Ya habíamos quedado con ellos— Me estaba dando vértigo todo sintiendo que la sangre se me agolpaba en las sienes y la respiración se me aceleraba.

Bueno sí,  ¿pero qué quieres?...  Tengo que ir…     Al oírla decirme eso, sabía que lo que me dijera sería tan solo una invención para que no tuviéramos un drama cuando suavizando un poco la voz me explicó.  

Daba lo mismo que me dijera que era un asunto de cuestiones de la compañía, el prospecto de algún nuevo cliente; cuidar a los niños de su cuñada, o que alguien había ido a parar a la cama de algún hospital.   O para variar y decir la verdad, decirme que el tal Romeo ése le había llamado porque quería verse con ella.   De cualquier forma el mal ya estaba hecho.
…Además yo no dije que tú no pudieras ir por quedarte a esperarme., o no fueras tú y te adelantes con ellos.   Si quieres en cuanto acabe con esto, yo llamo a ver si todavía es tiempo y puedo alcanzarlos.—   Me ofreció aquel consuelo de tontos que, por decir la vedad, creo que me  tenía yo ya bien merecido.

¿Pero de qué cosa se trata?...  ¿No vas a decirme?...   — Quise saber aunque fuera, quizás tan sólo alguna manera a la cual aferrarme durante su ausencia y el papelón que pretendía que yo hiciera al presentarme sin ella. 

¿Se trata de él?.  ¿Verdad?— Opté por cerrar los posibles espacios para que me dijera de una vez la verdad pero fue inútil.

—“Lo siento”—  Recuerdo aquel par de escuetas palabras., que como el hielo sólido y estéril vulneraron todo afán que yo hubiera podido tener, Y que dijo bruscamente justo un momento antes de retocar con la delicada uña de su dedo índice y manicura francesa, alguna imperfección que llamó su atención justo al último instante previo a recoger su pequeño bolsito de mano, y pasando justo a mi lado, encaminando el pisar de sus altos zapatos hacia la puerta, disponerse a salir de nuestra habitación, dejándome a mí allí sólo parado y enteramente abrumado.

Al verla dirigirse hacia las escaleras, con su refinado andar, ataviada con aquel exquisito vestido de dama elegante y altiva, caminando sobre el par de costosos zapatos de diseñador, y a la moda, confeccionados con sendas plataformitas disimuladas dentro de la manufactura hecha por los peleteros con la sola intención de simular un poco y no ser del todo escandalosos o indignos de ser usados por una mujer de porte tan distinguido como el de mi esposa.,  sólo pude contemplar toda aquella belleza que apenas hasta hacia poco había sido mía.  Mía y únicamente mía y no más de nadie.

Instantes más tarde, alcancé a oír desde allá arriba el conocido sonido que los tacones de sus zapatos hacían sobre el piso cerámico cercano a la entrada de nuestra casa.   Luego detenerse cualquier otro ruido por unos momentos hasta que de pronto, escuché, no sé si las campanillas de la puerta o el sonido que su pesado llavero hacía cuando lo tomaba del ganchito situado justo al lado de esta al estar siendo tomadas por ella. Me hallaba totalmente aturdido, desconsolado y perdido., sin saber que hacer enseguida después que escuchara el casi flamante motor de su auto recién adquirido echándose a andar.

* * *

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Asuntos de Intereses y Negocios  (  )  Adaptación*
Ludo Mentis G.O. Tigers.

Todo por un Precio Especial

3º Acto - Escena 2ª    ( Cambio de Direcciones )

* * *


Sobreponiéndome a mi afectada conmoción sucedida por tan abrupta circunstancia  y estado de desolación,  de pronto sentí en mis venas ardientes  el acelerado pulso que me invadió junto con un ataque de celos y deseos de por lo menos hacer algo y no quedarme allí atorado en la casa con mi cara idiota.  Y en cuanto pude liberar un poco mi mente salí también en mi auto intentando pensar con mayor claridad.

Al salir a la avenida principal cercana a nuestro domicilio, pronto decidí que la ida al concierto me había sido arruinada a mí también por aquel infeliz, que de lacayo a mi servicio, súbitamente ahora había comenzado a convertirse en verdugo de mis emociones. Y simplemente, aun y con la pérdida del importe pagado por el par de boletos que ya no usaríamos, no tendría ya el estado de ánimo necesario para escuchar nada o enfrentar la andanada de preguntas que seguramente me harían todos al verme llegar solo, sin que mi esposa me acompañara.

Quería — sentí en ese momento —., ¡Venganza  fatal y absoluta!... O bien que aquella espina acabara de clavarse dentro de mí hasta consumirme y me hiciera estallar de vergüenza y dolor.

Así que decidiendo no recibir ninguna otra llamada que pudiera hacerme cambiar de objetivo, casi en el mismo acto apagué la radio y mi teléfono al tiempo que intentaba pensar y suponer hacia donde podría dirigirme.  

—“¡Piensa Alonso!., ¡Piensa!...   ¿A donde se fue ésta con él?...  ¿Si no están aquí y tú sabes que aunque no estén aquí, es más que seguro que en vez de venirse al concierto contigo, tu esposa se fue con este gañan a coger con esos zapatitos de puta que le regalé apenas hace un mes ?”...    Enteramente alterado luego de haber pasado a preguntar primero por ella al portero de su departamento si no la había visto llegar o alguien había  recientemente por ella.

 “Te veo allí mismo entonces en un ratito”…—   Súbitamente con todo su ímpetu, mi corazón envió a mi cabeza una corazonada que me pareció de inmediato casi una certeza al recordar algunas de las palabras que recordaba haberla oído decir a Verónica decir antes de terminar la breve conversación cuasi monosilábica que sostuvo con quien quiera que pudiera haber sido que ella hubiera haber estado hablando, pero que sin mayor temor a equivocarme de antemano estaba seguro que no podía haber sido otro que  el tal “Romeito”…

Con plena certeza más  que una simple suposición ya instalada dentro de mi cerebro ahora ya subitamente, y volviendo a la avenida principal pisé el acelerador de mi auto en cuanto la luz ámbar del  semáforo se encendió para indicar a los vehículos que circulaban por la otra calle que intersectaba con el boulevard sobre la cual yo circulaba  y que estos se detuvieran para que pudiéramos avanzar los que iban en mi dirección.

Sin embargo, y  tal como casi siempre sucede cuando el destino se ensaña en jugar con nuestros planes, en vez de girar a la izquierda como seguramente lo hubiera hecho para dirigirme hacia aquella zona alejada de la ciudad si hubiera estado pensando correctamente, y poder así haber recordado que a esas horas debido a un par de construcciones que se hallaban en el trayecto de dicho camino que a esas horas se saturaba de manera frecuente, y estúpidamente seguí de frente en vez de doblar a la derecha para tomar otra vía.

Así, si por algún momento pensé incluso en la posibilidad de alcanzar a mi esposa en el trayecto, esta se diluyó y pronto tuve que reducir la velocidad e intentar clamarme aunque fuera un poco.

Cerca de media hora después, pudiendo acelerar ya de nuevo, fui pasándome cuanta señal de tránsito pude pasarme sin detenerme, y pronto me encontraba ya en la cercanía de la salida hacia la carretera y el área que muchos de mis conocidos decían que era algo así como el  triángulo de las bermudas, donde los carros desaparecían súbitamente delante de uno,  principalmente por las tardes, llevando a bordo a alguna señorita dispuesta a hacer méritos con el jefe de su oficina que iba al volante de dicho vehículo que se desvanecía, o exceptuando los viernes, sábados y domingos, en que, no teniendo otro sitio donde llevar a sus chicas los muchachos aun sin techo u otro lugar privado e íntimo para consagrar sus juveniles ardores en compañía de sus chicas, en menor cantidad entre semana por las mañanas desaparecían tragadas tras las entradas de fácil acceso, camionetas de modelo reciente en las que algún maestro de yoga o instructores de tennis, acompañando a la esposa de los mismísimos jefes que horas más tarde se extraviarían en los mismos vórtices con las mismas mujeres que contestaban el teléfono de las oficinas de sus maridos cuando ellas,  volviendo a aparecer ya sobre la carretera con el cabello húmedo y aroma a infidelidad con lavanda.

Allí mismo en ese lugar me encontraba yo mismo de repente circulando ya por la banda color terracota del acotamiento de la carretera, intentando ver si reconocía de nuevo aquel sitio a donde semanas atrás había llevado Romeo a mi esposa conmigo siguiéndolos muy de cerca detrás.

Finalmente reconociendo el lugar, terminé de orillarme fuera de la carpeta de rodamiento hasta tomar el acceso hacia el sitio y aminorando la marcha, pero sin detenerme del todo, al pasar por la caseta de entrada, preparé el discurso que les daría a los de la administración si acaso me preguntaban porque no me había detenido y continuado de largo  hasta haber dado la vuelta al caminito que circundando el basto terreno que aparecía de nuevo ante mí, flanqueado por los acogedores cuartitos individuales y las pesadas cortinas de hule de estos, tras de las cuales se podían observar los autos estacionados de algunos de los ocupantes de los bungalós.     En unos casos sólo un automóvil, mientras que en otros, quedando parcialmente visibles las placas de circulación o luces traseras de navegación de un segundo vehículo que seguramente sin poder acomodarse por completo bajo el anonimato y cobijo de la cortina en cuestión, bien podían delatar la precisa identidad y presencia de sus dueños en aquel sitio. 

Y así, circulando en mi auto a vuelta de rueda por los adoquines sobre los que rodaban los neumáticos de  mi carro, e intentando ir con los sentidos bien puestos por alguna señal de mi esposa, pasé por aquella zona hasta llegar a un área arbolada más amplia y con cabañas de aspecto agradable e íntimas, aunque en cierto modo de apariencias más desinhibidas que las de la entrada al quedar a la vista de los que pudieran pasar el frente de los vehículos de los ocupantes.

“Vaya, vaya, pero si la otra vez no me fije mi putita”…   “Aquí parece que hasta pensaron en que los escoltas de seguridad de algún empresario pudieran quedar aparcados mientras el Gran Jefe se divierte con la novia o esposas de algunos de sus empleados o clientes”… —    Picado por el enojo de la deshonra que yo mismo experimentaba ante tales suposiciones, entre dientes masculle murmurando mis pensamientos, cuando de pronto no otra sino la mía, y ante mí apareció lo que andaba buscando.

¡Allí estaban!... ¡Justo en una de las dos cabañas que veían en el fondo!...  Uno al lado del otro, estacionado el reluciente auto nuevo de mi mujer junto al que sin duda reconocía yo como el del hombre que aparte de manejar mi cuenta de valores; ser el causante de que estuviese ahora con el alma en un hilo teniendo que buscar a mi esposa en aquel sitio, y que era no otro sino el mismo con quien mi Verónica había estado yendo a acostarse a la cama de su departamento o moteles de paso como este en el que ahora había venido a toparme cara a cara de nuevo con la realidad de mi circunstancia.

“Vaya, vaya”…  “Pero si para que todo mundo se entere, no pudiste siquiera conseguirte un cuarto más indiscreto, ¿verdad mi Verito?”…   “Ahí dejas tu carro para que todos te vean o lo sepan, que en vez de al maldito concierto te viniste con éste a darle su propio espectáculo”…  “¿Verdad mi putona?”... —  Un súbito arranque de ira cargada de celos me hizo decir tales palabras al aproximar mi automóvil hacia la entrada de la cabaña contigua que me pareció hallar desocupada.

Confundido e increíblemente aturdido sentía que me hervía la sangre por dentro al hallarme tan cerca del sitio donde seguramente este tipo probablemente tendría a mi mujer ya toda encuerada y haciéndole cosas.
* * *

2 comentarios:

  1. 1 parte.-
    Ludo ¡Climatológico!
    Entro el 11 frente frio en el norte de México y como NO sale el sol, ¡el frio esta carbón!
    Pero abro mi página favorita de relatos eróticos Y…
    Un nuevo relato de Ludo, con ese aliciente el frio nos hace los mandados.
    Este fin de semana en la casa hará calor.

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    1. Estoy dándole a marchas forzadas ( pero con gusto y esas expectativas gustosas que a veces nos hacen querer aplicarnos a fondo para conseguir un objetivo que se nos antoja )

      Espero que hoy Viernes ( no se que fecha ), quede instalada la continuacion de este relato. Que dicho sea de paso, lo estoy escribiendo de primera intención, y hasta a mi me parece que es de lo más condimentado o spicy que halla escrito a la fecha.

      Eso si. Ya saben. Y estén preparados para momentos largos en os que luego parece como si quisiera yo poder una cámara para rodar casi en cámara lenta algunas escenas o momentos que se suceden aquí.

      Definitivamente, abstenganse todos aquellos que les gusten los relatos con pocas palabras que terminan donde yo apenas empiezo...

      Ludo

      PS: Si lo concluyo a tiempo, espera mas bien un verano e invierno en tu casa este mismo fin de semana Federico

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