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sábado, 28 de marzo de 2015

Los Regalos de Sandra ( Re Edición 2015 )


Los Regalos de Sandra 

Apenas hace unos días , conversando con un nuevo amigo me preguntaba él si acaso yo conocía algún hombre que de alguna manera hubiera tenido que tolerar la infamia de ver a su mujer siendo acariciada y manoseada íntimamente por otro hombre, y que a la mitad del camino no hubiera atinado a aventurarse a saber que hacer, si dejarle continuar con sus ilícitos romances, o salir a su encuentro e impedir que ella siguiera manchando su  reputación y buen nombre.

Aquí les mando el relato que me hiciera otro amigo que precisamente se encontró en esa situación., espero que lo disfruten y me digan si allá afuera hay alguien más a quien le haya ocurrido algo similar.

* * *

Los Regalos de Sandra ©
Rogger, G O Tigers , LudoMentis


Hace apenas unos meses, a finales del año pasado, acompañé a mi esposa a la boda de una de sus compañeras de trabajo, y aún cuando Sandra no era parte de los familiares u organizadores de la fiesta, pude notar que la mayoría de los amigos de la novia la conocían, así como también toda la gente de la compañía en que ella labora se hallaban presentes.

Para mí,  la dichosa fiesta se convirtió en algo que en vez de divertido, más bien resultó embarazoso, dado que aun cuando por- el supuesto recato que mi mujer tenía hacia esos temas-, no se hablaba abiertamente del tema,  y ella nunca lo ha confesado; y por mi parte Yo no la he acusado de nada, la realidad resulta casi del todo obvia, y no sólo para mí, si no que ya desde antes sabía que mi esposa estaba teniendo un romance, o al menos engañadme con alguno de los hombres de su oficina.


Y lo sabía simplemente por cómo se fueron dando las cosas, y aquellas ocasiones en que siendo yo el que contestaba el teléfono, del otro lado al escuchar mi voz simplemente colgaban, o empezando a notar cómo cada vez resultaba más frecuente la necesidad de Sandra por quedarse fuera del horario en que supuestamente ya tendría que haber regresado a casa como todos los demás empleados, y en cambio, de manera por demás sospechosa y evidente, de pronto, ella tenía que atender hasta muy tarde en su oficina para terminar algún inesperado reporte que inesperadamente surgía.

Además de todo esto y cuando alguna ocasión yo le había comentado que me había sido imposible localizarla en su trabajo después de las seis de la tarde, ella me había contestado que al salir, junto con sus amigos y algunas secretarías de la compañía se habían detenido a tomar una copa en la algún bar cerca del oficina, antes de regresar a casa.

Y que al parecer sin ella darse cuenta, aquellas paradas para tomarse una copa, cada vez más frecuentemente la estaban haciendo que llegara tarde a casa; y más, especialmente cuando de jueves o viernes se trataba.

Resultando que en una ocasión cuando acompañé a su hotel a un par de extranjeros clientes de mi negocio, descubrí que al menos por esa ocasión la reunión de la empresa de mi mujer debía de haberse llevado a cabo en el lobby del mismo hotel en que se hospedaban mis visitantes, pues desde el restaurante donde yo me encontraba sentado, y sin comentárselo a ellos, pude ver en la recepción a mi mujer junto con un hombre que tras registrarse recibía la tarjeta llave de una de las habitaciones.

Aunque lo que sí me causó aún un poco más de sorpresa, fue el considerar que sin duda ellos dos se encontraban solos sin nadie más de las personas con quienes se suponía que normalmente ella venía a tomar la copa, incluso resultando que por la hora no consideraba yo que apenas siendo las tres de la tarde, nadie más se les fuera a unir, y que en cambio de alguna manera sin haberlo notado Yo mi semblante había cambiado al grado tal,  en que uno de mis clientes volteando hacia la recepción me pregunto si había yo visto a alguien conocido o quizás alguien que no se suponía que debería de estar allí en ese sitio en ese momento.

Y claro está que, cómo supondrán, yo no le revelé a mis acompañantes aquel bochornoso descubrimiento, así como tampoco – movido, no sé por qué sensación de apremio aderezado con un súbito toque de masoquismo revuelto con ansias y celos, que hasta aquellos momentos me resultaban francamente confusas y extrañas, al llegar a casa, aunque se me ocurrió preguntar a mi esposa, el por qué tenían ella y su acompañante que conseguir una habitación en aquel hotel a la hora de la comida o que les sirvieran algunas copas. Decidí callar y quedar soportando la enorme andanada de dudas.

Pero si, aun con todo lo anterior, y mi constante estado de zozobra, pudiera no parecer ya suficiente, a Sandra no le bastaba con ello y frecuentemente los fines de semana me pedía que la acompañara a hacer las compras de la despensa sin recordar luego que muchos de los productos que decía necesitar, frecuentemente durante la misma semana, al llegar tarde a casa ella misma me decía que había pasado al supermercado para buscar las mismas cosas que antes compraba conmigo, pero sin percatarse de que yo me daba cuenta que –aparte de  las mentiras‑, ella volvía a casa apenas sí trayendo consigo alguna pequeña bolsa con víveres, o en ocasiones absolutamente ningún paquete; y que por mera coincidencia resultaba que yo notaba que en esas mismas noches fuera de casa para hacer las supuestas compras o pasadas a tomar la copa con sus compañeros, invariablemente al regresar ella lo primero que hacía era ir a prepararse un baño caliente para después bajar a merendar y preguntar qué tal me había ido durante el día y si acaso, ‑como frecuentemente ocurría‑, los niños ya se habían dormido, saber si estaban bien o si habían tenido algún problema en la escuela.

Pasado algún corto tiempo después del que surgieron todos estos indicios que apuntaban hacia la descarada infidelidad de mi mujer, finalmente yo quise tener un poco más la firme certeza sobre el doble juego que ella estaba jugando; siendo por ello que una noche cuando ella ya se había dormido después de una de sus acostumbradas escapadas nocturnas, que yo entre al baño y vestidor contiguo al mismo, para buscar alguna prueba más tangible sobre sus ilícitas actividades fuera de casa; encontrando en el cesto de la ropa sucia, unos diminutos panties color vino que aun cuando yo sé los había obsequiado, nunca había tenido la oportunidad de vérselos puestos, pues ella me decía que aunque al usarlos, la hacía sentir sexy, la prenda de resultaba algo incómoda de llevar puesta, por lo que únicamente la usaría en ocasiones especiales, cuando le quedara con alguno de sus ajustados vestidos o se sintiera especialmente "sensual y dispuesta" para modelármelos y permitir que se los quitara.

Sin embargo y aunque yo ya me encontraba supuestamente bastante consciente de lo que podía encontrar al husmear entre sus cosas, no puedo dejar de recordar aquel momento en que sentí aquella sorpresa al ver que la diminuta prenda que hasta ese día ella no había querido estrenar para mí, se encontraba hecha bolita bajo algunas otras prendas. La sensación de vacío en mi estómago cuando al extenderlas sentí una sustancia algo viscosa que se me embarró en la yemas de algunos de mis dedos y que no fue sino hasta que los hube desarrollado por completo, que noté una clara mancha húmeda y pegajosa al centro del puente de algodón de la entrepierna de las pantaletitas; e indudablemente no era más que la prueba tangible de una olorosa combinación de sus esencias femeninas mezcladas con restos de semen de algún hombre.

Y especialmente me causó aquella sensación de salto al vacío, cuando tras el shock inicial de mi descubrimiento, recapacite en las obscuras implicaciones y circunstancias de aquélla mancha secándose en sus pantaletas delataba., pues yo sabía bien, - o al menos creía saber‑, que Sandra no usa píldoras anticonceptivas, y normalmente extremaba sus precauciones, tanto así como para no dejar que la penetrara yo sin usar protección, dado que por el momento no queríamos tener la sorpresa de un nuevo miembro que inesperadamente se sumara a la familia.

No obstante todo lo anterior y aunque se qué quizás para quien haya leído hasta este punto; podría señalar y decir que simplemente soy o era un loco, poco hombre por no reaccionar de alguna otra manera, lo cierto es que me encontraba sumamente confundido y envuelto en un mar de contradictorias emociones., por lo que y tal como lo dije anteriormente, no hice nada o siquiera le comenté sobre mis descubrimientos, de los cuales supongo que ella aún no se había percatado.

Así como tampoco le hice saber en aquella ocasión cuando un viernes por la noche ella me llamó a casa alrededor de las 10:30 PM para decirme que había ido de compras y quería entrar al cine con su cuñada, por lo que aprovechando que su hermano se encontraba de viaje, ésta la había invitado a quedarse a dormir en su departamento, y acompañarla así durante la noche.

Yo, sin más acepté la situación, aún cuando sabía de labios de su propia cuñada que ella estaba al tanto de algunas de las escapadas de mi mujer, mismas con las que no estaba muy de acuerdo pues sentía que tarde o temprano estas le traerían problemas con su marido, e incluso ya es más de una ocasión por teléfono ella me había relatado como en alguna ocasión alrededor de las 11:00 de la noche, Sandra había llegado a tocar el timbre de la puerta de su edificio para pedirle que le hiciera favor de prestarle las llaves de un departamento que ellos tenían desocupado para ofrecer en venta o renta; ya que, según le explicara Sandra, alguien se había interesado en éste, y quería ella misma hacerles el favor de mostrárselo a dicha persona. Sin embargo con lo que mi mujer no contaba era con el hecho de que al hacerlo,  ‑ y  suponiendo ella que todo mundo es tonto‑, su cuñada no hallando como negarle las llaves, al bajar a prestárselas,  bien se había fijado en que unos metros más adelante de la entrada de su edificio, curiosamente a mi esposa la esperaban a bordo de un par de lujosos automóviles, las personas a las que se supone que a esas horas ella les iba a mostrar el inmueble, tratándose en todos los casos de hombres solos cuyas siluetas ella alcanzaba a distinguir dentro de los vehículos, aunque – habiéndose repetido la situación-, en un par de ocasiones, me contó, que a bordo de los mismos iban no uno sólo si no dos o más de dos hombres que la esperaban mientras ella se bajaba a saludarla y por las llaves del inmueble que se había ofrecido a mostrar a nombre de ellos.

Pero lo que definitivamente en esa ocasión en que a mi mujer se le ocurrió decirme que se quedaría en casa de su cuñada., y con lo que Sandra quizá nunca contó, fue que apenas tres o cinco minutos más tarde, y sin saber yo a la fecha si, por mera coincidencia, o afán de desenmascarar a mi esposa,  su cuñada me llamó pidiéndome que la comunicara con Sandra.

Situación ante la que, y sin apenas darme tiempo para qué le contestara y le dijera que según lo que yo entendía mi esposa estaba con ella o sino pronto la vería., cuando ella me pidió que le dijera que no se hiciera la pesada y contestara el teléfono, pues aquel cuento de que ahora Sandra se sentía mal y en vez de salir con ella y sus amigas, le había dejado un mensaje en la contestadora de su teléfono, diciéndole que se sentía mal y se regresaría a casa para meterse en la cama y dormir. Cosa y caso que ella no se la creía.

Yo sin más traté de fingir desconocimiento de lo que pudiera estar ocurriendo y le dije a mi concuña qué quizás Sandra le había llamado de su oficina o algún otro lugar pero que de cualquier manera yo le avisaría de su llamada en cuanto ella regresara. Pues tal y como era el caso de suponer, para esas horas yo tampoco creía que mi mujer fuera a llegar a mi casa o la suya y si bien suponía que mi esposa efectivamente se habría de ir a la cama, al menos por esta noche no se refería a la cama de nuestro dormitorio conyugal.

Tal y como lo supuse desde el momento en que colgaba el auricular, aquella fue una larga noche para mi qué pase entre intentos de dormir y distraerme con algún programa de televisión que me permitiera apartar de mi cabeza las imágenes de mi mujer entregándose a otro hombre en algún lujoso hotel del centro de la ciudad o quizás sobre la cama de algún sucio motel de paso que hay en las afueras de la misma.

Y no fue sino hasta la siguiente mañana cuando por fin ella regresó, y aunque como era costumbre suya, entró al baño, esta vez no fue a bañarse y salió apenas unos minutos más tarde para irse a la cama y dormir hasta bien entrada la tarde. Tiempo que tal y como era de suponerse aproveché para checar nuevamente dentro del cesto de la ropa, donde por cierto encontré su porta bustos, medias y portaligas, con claras manchas de semen ya seco sobre las mismas, y las atrevidas medias copas del primero de los estropeados atavíos, amén de aquellos tremendos rastros delatores embarrados en la entrepierna de sus pantaletas que aún se encontraban húmedas y pegajosas con la misma olorosa sustancia combinada de jugos femeninos y masculinos, que de inmediato penetraron por mi nariz hacia mi conciencia.

Más tarde ese mismo día, mientras Sandra aún dormía y yo jugaba con los chicos, de pronto sonó el teléfono que yo fui a contestar, resultando qué para empeorar aún más las cosas, era una llamada que hacían desde la administración del Four Seasons de la Avenida Reforma, informándome en uno de los buroes de la habitación que habíamos utilizado la noche anterior mi esposa y yo., habían quedado olvidados un par de zarcillos y que la camarera siempre atenta a la honestidad y calidad de su servicio, había entregado para su devolución.

Tal y como era de esperarse, mi primer reacción fue la de suponer que simplemente estaban haciendo una llamada al número equivocado, pero la señorita al otro lado de la línea tomó los datos de la ficha de registro e incluso me leyó el nombre de mi esposa y número de tarjeta de crédito con que había pagado la habitación. Por lo que finalmente y ya sin mucho que alegar le agradecí la cortesía de haberla buscado para entregárselos y le aseguré que más tarde durante el día o el transcurso de la semana pasaría yo a recogerlos.

Sin embargo cuando terminé la llamada, simplemente me parecía que sería ya el colmo de mis estupideces hacer delante de ella el papel de idiota avisándole de la llamada que había recibido o mucho más aún siquiera el pensar en pasar a recoger las cosas que mi mujer había tenido a bien dejar olvidadas en un hotel al que se supone que había ido conmigo y no con otro hombre. Así como también me pareció que ya rebasaba el colmo de los descaros el pensar como mi infiel y adúltera esposa, no sólo me engañaba a mí y a la demás gente frente a las que aún pretendía comportarse como una respetable,  leal y muy propia mujer casada, sino que ahora también pretendía hacerme contribuir a perpetrar sus golferías y pagar por las mismas, mediante el uso de su tarjeta extensiva que se cargaba a mí mismo número de tarjeta de crédito y de la cual para ser muy honestos, prácticamente nunca revisaba yo el estado de cuenta.

“!Al menos, si ya te convertiste en la Putita Institucional de la Empresa, deberías de pedirles que carguen a la cuenta de gastos las cogidas que te dan esos cabrones!”…  ‑ Recuerdo casi  estremeciéndome aun hoy día como, al menos por vez primera la sangre ardió dentro de mí al pensar en la dimensión de tanto descaro.

Finalmente llegó a esa noche de la fiesta cuando por haber ido a atender unos asuntos de negocios, yo en vez de llegar a la ceremonia me dispuse para alcanzarla ya en del salón donde se llevaría a cabo la recepción., resultando qué al entrar fui conducido hasta una mesa donde se encontraban sentadas ya otras personas quedado solamente un lugar vacío al lado del mismo.

Sin más me senté en mi asiento mientras que de manera general saludé a los que serían nuestros acompañantes durante la cena, aunque ninguno de los ahí presentes consideró necesario presentarse a si mismo., por lo que sin preguntar por Sandra comencé a buscarla con la mirada en la pista de baile o alguna otra de las mesas que pudiera yo alcanzar a ver. Resultando que cuando por fin la encontré, sentí algo similar a un golpe en la boca del estómago, que más bien me pareció una puñalada directa a mi dignidad, al verla bailar tan pegada y cerquita del cuerpo de su acompañante, y usando aquel casi obsceno y provocativo vestido blanco que había comprado recientemente, y que por fin ahora le veía usar, aunque de inmediato lamenté no habérselo visto antes para decirle que era tan corto que apenas cubriría la banda elástica de sus medias mientras ella no se moviera demasiado o tuviera cuidado de bajar el dobladillo en tanto caminara o permaneciera sentada; y que la tela del mismo resultaba tan ajustada que claramente delataba cada una de sus curvas y además de ofrecer a todos aquellos ojos extraños el escandaloso espectáculo de la redondez de sus glúteos, del mismo modo en que desde mi sitio en aquella mesa, así como Yo, cualquiera más que volteara a verla, podría ver sobre la tela del vestido como se delineaban las costuras que marcaban el contorno de la confección de sus pantaletas.

Ella se encontraba bailando con este hombre a quien yo no reconocía, aunque después me enteré que se trataba de uno de los mejores clientes de su compañía, flirteando abiertamente con él, mientras que le lanzaba miradas francamente insinuantes, y ambos se movían de manera muy sensual. Ella movía sus caderas suavemente mientras que con sus altísimos tacones que elevaban su figura, le seguía en sus movimientos, al tiempo que pese a no ser Sandra una mujer de baja estatura, resultaba verse un tanto pequeña al lado o enfrente a los casi dos metros que debía de medir su acompañante, y para mantener contacto visual con el tipo, ella levantaba el rostro para mirarle mientras le dedicaba la más insinuante de sus sonrisas.

Así siguieron bailando por un buen rato hasta que terminando una de las melodías fueron hacia la mesa donde él se sentaba, pero ella en vez de sentarse hizo un ademán de excusarse y que al ver su actitud corporal, me pareció que a la vez ofrecía la promesa de un poco más tarde, tras lo que tomando su diminuto bolso se dirigió hacia el área de tocadores; lugar hasta donde me apresuré para ir a encontrarla.

Afuera del tocador de damas fue que la esperé hasta que unos minutos más tarde ella con los labios recién pintados salió para encontrarme y aunque noté su sorpresa y nerviosismo al verme allí parado, mientras se acercaba a saludarme, yo no pude sino reconocer que todo su voluptuoso cuerpo, con aquellos majestuosos senos que el escote de su vestido ofrecía en buena e indiscreta porción ante la mirada mía, y de quien la hubiere ya visto dentro de éste, y el ajustado talle de la prenda, que dejaba apreciar las formas y abruptos cortes de su angosto vientre hasta donde este desaparecía y daba paso a ver aquellas contundentes caderas que parecían estar a punto de reventar las ajustadas costuras de su vestido a cada paso que ella daba.   Y que más se hacía notar con el movimiento de la tela al ajustarse sobre sus deliciosos muslos.

Al verla, aunque conmovido por una sensación de abrumadora congoja y rapto de celos, definitivamente tuve que reconocer el hecho de que por mucho que a mí me pesará, su figura era dinamita dentro de aquel ajustado vestido y que de no haberse tratado de mi mujer, también le hubiera lanzado algún piropo o proposición indecorosa.

Finalmente llego frente a mi y tras darme un beso en la mejilla me preguntó si ya tenía mucho de haber llegado a la fiesta, por lo que y adoptando mi papel de marido molesto por su vestimenta y actitudes que le había visto con su acompañante, le indiqué que no tenía mucho tiempo de haber llegado pero si el necesario para haber visto los suficiente., por lo que le pediría en cuanto le fuera cortésmente posible se despidiera de sus amistades y me acompañara a la mesa para cenar y después del saludar a la novia regresáramos a la casa.

Ella no contestó nada aunque me dirigió una enigmática mirada que acompañó con un gesto mezclado de molestia y ansiedad, antes de darse la vuelta y disponer a regresar al salón principal; por lo que un tanto molesto le pregunté si me había comprendido o que me quería decir con ésa mirada. A lo que ella me contestó con voz un tanto nerviosa que trataría de hacerme caso y en cuanto se lo permitieran sus jefes se reuniría conmigo, pero que si acaso estaba enojado ella no quería hacerme enojar aún más y entendería si es que yo quería regresarme solo a la casa en ese momento.

Tal fue la respuesta que me dejó totalmente desconcertado y para cuando por fin pude reaccionar y estaba por ir a alcanzarla para aclararle de una vez que no era yo ese idiota con el que ella pretendía estar casada, Sandra ya se encontraba a la mitad del salón fuera de mi alcance y la única manera de haberlo hecho hubiera sido ocasionando un escándalo de magnitudes bestiales., por lo que me contuve de hacerlo y sólo sentí la sangre arder cuando nuevamente la vi sentarse al lado de su acompañante. Incluso ahora recuerdo como aún sin estar seguro de ello, alcanzar a distinguir que al momento de hacerlo primero les dirigió una sonrisa que permaneció mientras que al descender sobre su asiento volteaba hacia donde instantes atrás me había dejado parado con la palabra en la boca, me produjo aún más casi un estallido de ataque de rabia.

No sabiendo que hacer y con ganas de calmarme un poco entré a los baños para caballeros con la idea de refrescarme un poco y dar tiempo a que se me bajara el enojo cuando de pronto un par de hombres entraron y sin prestar mucha atención a mi presencia se dirigieron hacia los mingitorios mientras que continuaban su conversación.

Así mientras orinaban uno le preguntó al otro: ‑..."¿Como la ves?;  ¿ A poco no está buenísima la pendeja esa?"

A lo que el de la otra voz le contestó con otra pregunta ‑"¿Quién tú?... “¿La Sandrita?”‑  

Y luego notando que era efectivamente de ella a quien su amigo se refería añadió... ‑"Puta, pero si ya vas de caliente de nuevo”… “¿Para qué me preguntas, si ya sabes lo que voy a decirte?”… ‑ E hizo una pausa antes de exclamar en tono mas exaltado:

No, sí no nada más está buena…  “Si no que no sólo está más que buenísima, si no que se ve riquísima con ese vestido, y esta que se coge solita esa Cabrona”…‑ Quiso culminar cuando el otro lo interrumpió.

"¡Sí!, me cae que no tiene madre pinche vieja…  Además de que no es puta"... ‑ Contestó animadamente el que había iniciado la plática.

... "¡¿Cómo no?!"‑   Buscó increparle de inmediato el otro, por lo que tras atajarlo, le señaló:  ‑"Si se ve que a esa vieja nalgona, no le gusta sino que le re – encanta el místico tubérculo, y lo consume de a diario"‑ añadió la enigmática y elaborada declaración.

Entonces el otro aclaró: ‑ " Por eso te digo que no es puta sino que..."‑   Iba a terminar de decir, cuando sorprendido del comentario, no pudo contenerse las ganas de preguntar a que se refería ahora el otro individuo, por lo que, aún creyendo saber a donde era que su amigo quería llegar, se vio precisado a preguntarle:

‑¿Místico Tuberculo?...  ¡¿Qué chingados es eso?!...  Te estoy hablando de la nalguita del Jefe, y me sales con tus payasadas… ¿Qué es eso del Místico Tuberculo?...‑

“¡El Santo Camote!”…  “De veras que como eres pendejo”…‑  Al terminar de proferir la afrenta en contra de mi mujer, acompañó a su ocurrencia una risotada que soltó sin contemplaciones. El otro entendió a donde quería llegar su compañero y uniéndosele, ambos en coro y a vos en cuello terminaron ..." Es putisima!!!"...

Sin poder revelar de ninguna manera mi presencia en aquel sitio, padecí lo indecible al oírles hablar sobre la reputación de Sandra, al momento que ambos hacían aquel morboso y vulgar comentario acerca de ella, cuando entre sus risotadas y obscenidades que proferían en contra de mi mujer, alcancé a escuchar que se abría nuevamente la puerta de servicio de los baños, y dejar entrar a otro de los invitados, que seguramente era también amigo de los otros, pues los saludo, mientras que yo queriendo evitarles a ellos una situación embarazosa y a mí mismo la posibilidad de verme humillado si acaso alguno de ellos se le ocurría asegurarse de que los oídos equivocados pudieran reconocerles hablando de tales maneras acerca de una de sus compañeras de trabajo, y con la poca dignidad que aún me podía quedar en ese momento me aseguré de que el gabinete en que me hallaba escondido, se hallase bien cerrado y asegurado con el pestillo.

... "Que hay?., de quien hablan? " ‑ Escuché al recién llegado preguntar.  Y sin darles tiempo para contestar, lanzarse a adivinar:  ‑" De Helenita la Putita o Sandrita la Casadita ?

" De Sandrita" ‑  Contestó uno de ellos, añadiendo enseguida.   ‑" Le digo a éste que está como para cogérsela aquí mismo, nada más me levantarle la faldita y encajarle la riata hasta el fondo"‑     Añadió procazmente.

"¡Sí!...   ¡Es que no mames!... Y que no invente la muy güila, ¡¿Ya viste cómo se le ven las nalgas bajo del vestido?!"…  Corroído por el morbo que le despertaba la presencia y vestimenta tan provocativa de mi esposa, preguntó ansiosamente el otro, y se extendió luego:

‑..." Hasta los calzoncitos se le notan y se le ven bien lindos y ricas las nalgas con lo ajustadito y corto de lo que trae puesto”…‑  Soltó primero la ansiosa y por demás libidinosa observación, acotando enseguida acerca del tipo con quien la había visto bailando.

‑“Y aquel pinche mono que mientras se las agarra se la ha pasado viéndole las tetas y arrimándole el palo para que la muy cabrona sienta lo que le van a dar antes de llegar a su casa…” ‑   Culminó el exabrupto.

"Shhhhs"...  ‑Los calló el último que había llegado

‑"¡No manchen !‑ Terminó de callarles, antes de pretender llamar su atención e invocarles a hacer lo correcto.   ‑ Y y no anden hablando así de una mujer que ni siquiera los oye… ¡¿Qué no saben que Sandrita es una señora casada, y su marido anda por aquí?...  ¿Y la verdad  no creo que le gustara oírlos hablar así de su mujer, y sin pruebas" ... ‑  Les conminó


Para entonces yo pude distinguir por las pisadas y ruidos que hacían, que ya se encontraban en los lavamanos, cuando uno de ellos insistió:

‑ "Bueno pues no sé., pero yo supongo que si estas casado con una vieja así de buena y la dejas que vaya vestida como ella va a la oficina o cuando se va disque a atender a los clientes, pues sabrás que al menos alguno de todos los demás cabrones, ya se la ha de estar cogiendo o de menos metiéndole mano. O su Jefe dándole sus arrimones cuando la llama a su privado o se la lleva a tomarse la copa"...

…"¡Si!, ¡no mames !"    Agregó el otro ‑" Como crees que el buey de su marido no va a saber la clase de puta que tiene en casa, si la deja venir a restregarle las nalgas a los clientes de su jefe, y hasta la acompaña… Habría que ser un estúpido cornudo o su padrote para dejar que se la cachondeen así delante de sus narices" – Concluyó contumaz.

"Bueno pues haga lo que quieran que al fin ella les dije y en verdad no creo que el pobre buey sepa de las cosas que su mujercita hace"... ‑ Les comentó en torno más que decente su amigo. Aclarando después:

"Hace un rato, cuando él llegó a la mesa yo no sabía quién era pero luego los vi discutiendo"… ‑   Terminó de decirles.

"Pues si es así, de veras que, pobre mono, aunque no me digas que no lo sabía antes de casarse, si a esa se le nota que va por la vida pidiendo guerra o dárselas a quien más le convenga"‑    Dijo uno de los que llegaron primero.

"Eso sí es cierto"‑  Comentó el otro.  ‑ "A mi Lety, la secretaria de su jefe me ha contado como le ha ido haciendo para que la promovieran y aumenten el sueldo., y muy seguido le ha tocado contestar el teléfono y decirle al marido que no está o se encuentra en otra llamada, mientras que la muy putona está encerrada en la oficina con el jefe y ya cuando salen se le nota en la ropa o el cabello despeinado de ella, sale desarreglada, aunque haciéndose la que nada pasó. – Se explicó primero, antes de continuar delatando:

‑Tratan de actuar como si nadie supiera que seguramente aquella no le pudo contestar el teléfono no por estar ocupada en la línea, sino más bien con la boquita bien llena con el "micrófono" del jefe que la tenía bien ocupada comunicándose con los marcianos"...‑ Por fin terminó la descomunal andanada de chismes, verdades e imágenes que me inundaron el alma, aun antes de que el de la supuesta voz serena, y si no buenas, al menos si más mesuradas palabras, terminara cerrando el atróz carpetazo.

‑Bueno, pues sí, será que ni como defender lo indefendible, ¡Más que Helenita la Putita del Septimo Piso, Éstá que está bien casadita, ¡¿será Sandrita Bonita es la mas Putona de todas entonces?!...

Sandrita Santa Putita…‑ Fueron las últimas palabras que les escuche decir antes de que salieran de la habitación y la puerta se cerrara detrás de ellos.

Tras unos minutos más que empleé para recomponerme luego de tan irrefutablemente honestos testimoniales y ofensas lanzadas en contra de la indefendible reputación de mi esposa, procuré calmarme antes de, intentando pasar desadvertido, regresar hasta la mesa para recoger mi boleto del estacionamiento y disponerme a salir del lugar sin que nadie notara mi afrentada partida; pero aquel intento se vio saboteado, cuando una de las muchachas que se encontraba allí sentada, me reconoció y por cortesía entabló una plática conmigo que me fue imposible cortar sin hacerle alguna grosería.  Razón por la cual, aun sin ser enteramente mi antojo me encontraba presente cuando la cena nos fue servida, y no me quedó más remedio que, intentando aparentar buen ánimo, continuar cenando y conversando con ella hasta que terminamos nuestros platillos, los platos nos fueron retirados y nuevamente un grupo musical invitó a todos a bailar.

Aunque yo no hallaba ya el momento para despedirme, la amiga de mi esposa me pidió que la esperara unos segundos a que regresara de saludar a alguna persona y ya después me despidiera. Por lo que no queriendo delatar mi molestia y ser mala gente con una persona que tan bien me había tratado, impaciente quede esperándola por un rato mientras que nuevamente busqué a mi mujer en la pista de baile, encontrándola esta vez, tal y como lo habían descrito sus compañeros de trabajo, con el trasero embarrado al frente de los pantalones de aquel hombre, que para situarse en tal posición flexionaba las piernas, mientras que al compás de la música, apenas guardando la menor discreción, se mecía de delante hacia atrás encajando con cada movimiento entre las nalgas de mi mujer aquel bulto que se le formaba sobre la oscura tela del pantalón de su traje, en tanto que sin ceder el mas mínimo espacio y contacto, acomodaba una de sus manos sobre la cadera de Sandra, al tiempo que con la otra de sus extremidades, casi rodeándola a ella, se situaban sus dedos muy cerca del pubis o la pelvis baja de Sandra, en punto tal que, indudablemente sí ella no llevara ya puesto el vestido, ésta se encontraría colocada sobre el triángulo de tela frontal de sus pantaletas.

Al notarlo y caer en cuenta de que así como me había topado con alguna de las amigas de Sandra, probablemente me encontrara sentado junto a algunas otras personas que la conocieran e incluso me pudieran identificar como su marido, traté se evitar la humillante situación de permitir que los posibles compañeros de mi mujer me vieran allí sentado mientras que en la pista de baile otro hombre tocaba de manera tan descarada a mi esposa, y pretendí voltearme hacia otro lado, para al menos así poder fingir que no les había yo visto ni les veía, y me hallaba ajeno a los desmedidos lances y aceptaciones de aquel hombre y la mamá de mis hijos.

Sin embargo pude reconocer la cara de desconcierto de una de ellas a quien había llegado a conocer de vista en alguna ocasión cuando había pasado a recoger a Sandra a su trabajo; y quien supongo que, sin darse cuenta bien de quien era yo, me encontré cerca de ella al justo momento en que otra de ellas les comentaba: ‑ "Sería mejor echarles agua fría a esos dos y que se le baje la calentura a tu amiguita que parece estar como perra en brama"

"Sí" Dijo otra ..."Mas vale que los separen de una vez antes de que el amigo de tu jefe la dejé embarazada y la mande bien cargada a su casa".. Terminó de decir en tono un poco burlón ella misma; mientras que yo sentía mi cabeza calentarse y mi rostro encenderse de color rojo.

Luego ya a punto de no poderme contener más y estar listo para pararme de mi asiento, de manera furtiva y por el rabillo del ojo, alcancé a notar que ahora aquel hombre girando el cuerpo de mi mujer lo volteaba hasta quedar meciéndose frente a frente,  y halándola hacia sí mismo, la hizo cerrar todo espacio que había entre ellos dos, hasta que los voluminosos senos de Sandra, terminaron por pegarse hacia él y  fueron a aplastarse contra el robusto pecho de su acompañante,  casi al tiempo en que éste llevaba,  de manera ya por demás descarada una de sus manos a colocarse sobre las redondas nalgas de mi esposa.

... " No sé"‑ Ahora dijo una de las mujeres ‑"Alguien debería de decirles algo y que no se pasen, esto no es un burdel como para andar haciendo esos desfiguros y ya si a ella le gusta ser una cualquiera, que al menos se vaya a un cabaret o se busque un hotel para hacer esas cosas"

... " Cierto" ‑  Contestó la otra sin notar los gestos que le hacía la única de ellas que permanecía callada y que era quien me conocía, y me había reconocido ya en ese momento, pero sin atinar a una manera de hacerle saber la necesidad de cerrar la boca .a la otra.  Por lo que está alcanzó a terminar:  ‑"Yo no sé cómo puede permanecer casada una tipa así, o que al marido no le importa ella sea la putita de la compañía?"

"Al menos debería de hacerla que se vistiera de manera menos descarada y no pareciera que va por la calle siempre ofreciéndose"‑  Contestó la primera

"Si no la hacen que dejé de usar esos vestiditos de zorris, y su marido le compra ropas menos ajustadas y escandalosas, en una de esas y pronto ya no le van a quedar por un buen rato" ‑  Le dijo la otra antes de que la interrumpiera su amiga.

‑.." Ni esas ni ningunas otras más le van a quedar sino hasta dentro de nueve meses"‑   Sin percatarse de la prevención que intentaba marcarles la tercera de ellas, entre ambas rieron al unísono,  antes de que ya preocupada, la que me reconociera terminara acercándose a una de ellas y le susurrara algo al oído;  con lo que causó que de inmediato ésta callara y ‑no con mucho éxito‑ intentara voltear a verme disimuladamente.

Para mi aquello ya había sido más de lo que podía soportar, por lo que intentando aparentar no haber escuchado su conversación, me aparté de la mesa y fui a buscar la salida, resultando que al pasar cerca de los teléfonos públicos del lugar nuevamente me encontré a la amiga de mi mujer, quien nuevamente me entretuvo mientras me pedía que me quedara un poco más y no me fuera; sin embargo y tal como era de suponerse yo me negué a hacerlo, mintiéndole y pretextando tener cosas que hacer por la mañana siguiente. Aunque mientras me despedía de ella alcance a ver que por la otra puerta salía mi mujer acompañada del hombre con quien había pasado la velada, y quien llevándola de la mano la guiaba hacia el estacionamiento.

Ya para cuando pude salir al aire frío de la noche y movido por un extraño morbo, decidí constatar en toda su magnitud los alcances de mi adúltera mujer, por lo que en vez de ir a buscar mi carro, decidí buscar a mi esposa y saber si ya había abandonado el lugar o si acaso se encontraba en algún apartado rincón dejándose manosear a placer por aquel hombre.
Sin poderlos encontrar, busqué afuera de la construcción, por el amplio jardín y cerca de una elegante piscina que había en el lugar; en vista de lo cual supuse que ya no los encontraría y me dirigí nuevamente hacia el estacionamiento donde tras evitar a los del servicio de Valet Parking, no muy lejos del mío encontré el automóvil de Sandra, hacia el cual me dirigí con la intención de dejarle una nota expresándole mi más sincera reprobación a sus actos, así como la necesidad de replantearnos la idea de permanecer unidos; más cuando me acercaba hacia éste de pronto pude notar que una de las portezuelas traseras del mismo se encontraba abierta y del interior surgían algunos sonidos, suspiros y risas entrecortadas, por lo que alertado y lleno de ansias, sigilosamente me acerqué con la esperanza de no ser descubierto y poder así ser testigo de lo que pudiera estar sucediendo allí adentro.

Lo que a continuación vi, aún lo recuerdo perfectamente y dudo de alguna manera poder expresarlo con palabras tan certeras como para detallar la profunda impresión que ocasionó que me conmoviera hasta el infinito, y todo mi mundo girara de polo magnético.  Pues sé que a pesar de parecer una perversidad, ese momento cambió y marco de manera indeleble la imagen que yo tenía del matrimonio, mi vida futura y personalidad de mi mujer.

Así, casi sin más; y allí se encontraba a ella; junto con aquel hombre sobre el asiento trasero del vehículo de mi esposa, recostados a lo largo del sillón en posición de cucharas y con ella delante de él que la sostenida firmemente por la cintura mientras la penetraba desde atrás.

Ella tenía el vestido totalmente levantado y enrollado alrededor de la cintura mientras que no habiendo sido completamente despojada de sus pantaletas, las mismas pareciendo colgar de uno de sus tobillos, habían quedado ondeando al aire, enredadas entre su talón, alguna de las tiras de piel de sus zapatos de diseñador y los tacones de estos.

Pero fue entonces, mientras que sin poder salir de mi estupor al observar como su amante, o al menos quien yo consideraba su acompañante de turno por esa noche, la hacía levantar una de sus piernas para poder acomodarse detrás del cuerpo de ella y penetrarla mejor en dicha postura, cuando descubrí aquel tremendo miembro que él se esforzaba por retacar dentro de mi mujer. Haciéndome incluso sentir algo de vergüenza por saberlo mejor dotado de lo que reconocía yo mismo jamás haber estado nunca, y poder así ofrecerle semejante órgano para qué ella se lo gozara.

Sin duda alguna podría yo reclamar lo que fuera y mandarla al demonio, pero jamás podría yo competir con el dueño de aquel tremendo arpón reluciente y venoso, ni respecto a las cosas que con semejante aparato él podría hacer con el cuerpo de mi mujer.

Se encontraba él a espaldas de Sandra y ya la había penetrado, cuando aún podía yo notar que pese al bulto del amplio volumen de las nalgas de mi mujer, había ya introducido más de 15 centímetros de su tremenda lanza viril, y sin duda le quedarían al menos otras 10 unidades por ofrecerle para que las recibiera y gozara mi esposa, cuando antes de continuar la avanzada de penetración, preguntó‑ "Así, ¿verdad Sandrita?...  ¿Así te gusta más Mami?...   Tú me dices cuando tengas adentro más verga de la que tu marido te ofrece en casa, ¿Si?”... ‑   Y luego añadió ‑ " Tú dime que no quiero lastimarte, ni dejarte como a la Coneja del Burro”.

Confiado de su virilidad, el tipo hasta tiempo parecía poder darse para bromear mientras hacía tremolar de placer a mi esposa.

"No"…  U-u-uhh-s-ste-e-eh-ed no-oo-o se ah…apu-u-ure David… Don David… U-u-usted démela toda que quiero sentir hasta dentro… Donde él nunca llega"‑  Entre jadeos, gemidos y voz tiritante escuché la voz de mi esposa pedir y rendirse ante él.

Ayy..ahhhsssííí… ‑Luego soltó un gritito…

Y siguió: ‑" Sííí paaaapi…  ¡Don David!... ¡Mire como me tiene!...  Me encanta que me coja toda todita con esa cosota aahhh "‑  Parecía derretirse ella en rededor de aquella pesada pieza de artillería masculina, cuando alcanzó a terminar de decirle  justo antes de que fue sintiendo una nueva y más poderosa embestida de aquel macho. culminó ella su intento con un suspiro.

"Si lo sé, ¿pero tú dime por qué te gusta tanto mi verga mamita?"‑  Preguntó él y luego como si fuera pregunta de opción múltiple ofreció:

‑"¿Es por que no es la de tu marido?, ¿por qué tu marido está allá adentro en la fiesta mientras tú, su esposita preciosa me las presta aquí afuera?,  ¿O sólo es por qué te gustan así de grandes gruesas y peludas como la mía?...‑   Terminó las opciones.

"Sí, sí me gusta que me la de así, me gusta que lo haya conocidoooo ohhh y ¡que la tenga así de grande y gorda para miiii!... ‑  Exclamó extasiada ella al tiempo que continuaba recibiendo los vigorosos embates y luego le peguntó:

" ¿A usted le gustó haber conocido a mi esposo aunque fuera sólo sea de vista?"

" S. Siiiii arrrgghhh!!!"‑  Contestó él arreciando su calentura de macho.

‑" Sabes que quería verle la cara a tu marido, y al menooss conocer al hombre que me hace pfavoor de prestarme a su esposa" ‑   Terminó la cínica respuesta el trastornado sujeto, y luego lanzó:

" Digo, s sssi al menos yo también pago por algunas de las cosas que tú te pones para él y tu jefecito cabrón, cuando menos también conocerlo, y de vez en cuando menos que él te comparta conmigo no crees?‑  Sin saber que aclaraba para mí, mi propia postura en aquel ilícito enredo, le escuché expresar casi gruñendo....

"Shhhh síííí, sííí, calle, y sólo termine ya de cogerme antes de que alguien más pueda volver a vernos así Don David, que él ya ha de querer que nos vayamos‑  Controlando sus jadeos aclaro Sandra, procurando pegarse su robusto maslo contra la enardecida ingle de aquel hombre a quien pese a la desmedida circunstancia de desleal intimidad, ella aun insistía en guardarle el respeto que él no tenía o la menos mostraba por ella. Aclarando por último:

  “Estaba muy enojado hace rato cuando lo vi"‑ Dijo ella.

"Siii, siii, siiii"... Le gritaba él mientras que aceleraba su paso, ..." sólo dime por qué prefieres tanto mi verga a la suya".... insistió en preguntar.

" Tú…   -U- u-us-ted, sa – ah-abeeess!"‑ Por fon parecían colapsarse los sentidos de mi amada adultera cuando intentaba contestar con aquella barra de carne alojada dentro de su receptiva feminidad; para luego durante un respiro decir ..." Es que esta cosota me hace sentir llena y no quisiera que nunca me la sah-ah-ah cara-a–a-a-h-h-h-!... ‑No alcanzó a terminar ella cuando él se apresuró.

... "Ahhh, aquuuiiiii te va-a-a-ann, ¡Cabrona!... ¡Si no te cuidas!; ¡les voy a hacer un bebé para que le pongan mi nombreeehhhhh!.... ‑   Abrumado ante la vileza de semejante idea, le alcancé a escuchar al tiempo en que jadeando explotaba dentro de la desprotegida vágina de mi mujer...

" Sííí, oohhhhhh, sííí paaapi démelos todos y riégueme con ellos y márqueme toda bien dentro…  Hágame suya David…  Quiero que me haga suya para siempre…  Ser suya… Su novia y que me ponga un bebe en la barriguita aauuuhhmmm oooohhhhhhhh,, ssiiiiiiii , asiiiiiiiii ooohhhhhh que lindooooohhhh…  Dámelos todos… Riégame toda la barriguita"... – Incoherente, desarticulada y ruin, escuché aquella reveladora entrega que, quizás, aunque ya no tan inesperada mi mujer hacía al momento de estallar y rendirse absolutamente ante él,  al tiempo en que todo su ser se convulsionaba en medio de un atronador orgasmo total.

Vi su cuerpo temblar y estremecerse, mientras que él levantaba aún más la pierna que le seguía sosteniendo y se empujaba hasta el fondo, para depositar dentro de ella de una buena vez todo su potente líquido seminal. Y ella apretaba los párpados al mismo tiempo que en señal inequívoca del placer que aquel hombre le estaba causando, abrió de par en par los labios, pero sin dejar escapar más que un casi imperceptible y lastimero gemido, similar al que las gatas producen al copular con el macho.

Y ya cuando finalmente pude ver que sus cuerpos dejaban de tensarse tras las convulsiones finales de sus explosiones, vi como instantes después su amante retiraba de su cavidad el adormecido falo que apareció totalmente cubierto y embadurnado por los amorosos jugos con que mi mujer le había regado encima de éste., y que poco a poco conforme él iba extrayendo de su interior su órgano sexual , aquellos mismas esencias de lubricación femenina, se iban mezclando con la blanca y espesa substancia de macho que él había depositado dentro de ella.

Sin más ya que poder presenciar , me disponía a abandonar el lugar cuando vi como aquella diminuta prenda que se supondría que debería de haber defendido la privada intimidad de mi mujer, salvaguardándola para mí, e impidiendo aquel ilícito apareamiento que acababa yo de presenciar, finalmente cayó de su pierna y fue a dar al húmedo asfalto del estacionamiento, a un lado de su camioneta, donde quedó tirada cuando escuché algunas voces que acercándose hacia mí , me preguntaban si acaso se me había perdido algo o necesitaba ayuda., por lo que tratando de actuar con toda calma saqué la llave de mi automóvil y me dirigí hacia el mismo, procurando no hacer ruido al desactivar la alarma.

Ya desde el interior de mi vehículo, alcance a ver como apresuradamente aparecía la figura del amante de mi mujer que se paraba frente a la portezuela para impedir que el guardia viera hacia adentro y encontrara a mi mujer, a quien supongo yo que no le habrá dado tiempo de volver a colocarse apropiadamente en su sitio las pantaletas.

Todo eso, tal y como lo dije al principio es estas líneas, ocurrió poco antes de la navidad pasada y yo regresé a mi casa donde esperé a que mi mujer llegara, pero sin decirle nada al respecto; cuando por fin ella llegó fingí estar dormido, y a la mañana siguiente pase a recoger a los niños a casa de su abuelo y después nos vimos para almorzar todos juntos en el club deportivo al que asistimos, y continué fingiéndome casi tan ingenuo como si nada supiera,  viviendo a su lado sin saber realmente qué hacer con mi vida.

Ahora bien y al respecto de lo que alguno de ustedes podrá preguntarse sobre lo que puede tener mi relato con el título del mismo, les puedo comentar que esto se debe a lo que ocurrió un par de semanas más tarde cuando ya estando a unos cuántos días de celebrar la navidad, una tarde cuando regresé a la casa, me encontré al pie del simbólico árbol repleto de luces y esferas, cuatro paquetes que de inmediato me llamaron la atención por tratarse de cajas de regalo de Victoria´s Secrets, Fredericks of Hollywood y Secret in Lace.

Y tal y como me había ocurrido ya anteriormente, no pude contener mis ansias por averiguar ahora de que nuevo jueguito de prendas íntimas se le había ocurrido a mi mujer comprarse, y así, después de saber que me encontraba sólo en casa, con el mayor cuidado que pude me dispuse a abrir al menos alguno de ellos para averiguar, aunque pronto noté que al menos dos de los paquetes ya habían sido abiertos.

De tal forma, y sintiéndome enteramente a hurtadillas en mi propia casa, en la caja decorada con un moño y franjas en bi-tonos de rosa de Victoria´s , me encontré un juego de lencería blanco, sumamente transparente aunque con motivos florales que suponía yo debían de cumplir el cometido de aunque fuera cubrir parcialmente los -no tan privados-, encantos de mi mujer.   Y así sintiendo que se sincopaba mi ritmo cardiaco al contemplar dicho tipo de prendas,  ya cuando estaba por volver a cerrar la caja, en el interior de pronto descubrí una diminuta cajita con un juego de aretes de perla y una nota que decía: 

 " Espero que no sigas siendo tan olvidadiza, el resto del juego te lo daré cuando te vea"… ‑  Y prendida con un alfiler otra segunda notita que se leía "Estos son para agradecerte por aquella encantadora noche... Creo así eran los que perdiste en el estacionamiento, los demás son para que los uses en esta navidad y me recuerdes mientras sirves el pavo durante la cena , espero que te gusten"…

Firmaba "David"

De inmediato abrí los otros dos paquetes de Secrets in Lace , donde encontré otro juego completo de sensual lencería color rojo casi vino, y otro de corpiño o faja color blanco, brassiere y pantaletas, aunque para nada vulgares, sino que por el contrario, lucían sumamente discretos elegantes y señorialmente costosos.

Estos segundos incluso con un catálogo de la casa de lencería, ‑que si por acaso a alguien le interesasen, por ahí encontré más tarde y conservé‑, con otra nota que decía:

..."Úsese sólo en navidad o en caso de ir a ver a su cliente favorito"...

Y en la última caja frederick´s , había otro juego de lencería color negro acompañando a un vestido del mismo color y que después cuando vi a mi mujer usándolo, pude notar que se trataba de un ‑si no de un vulgar, al menos sí bastante escandaloso y por demás‑, sugerente vestido que definitivamente parecía chocar totalmente con el gusto de quien hubiera escogido las otras prendas íntimas.

Y tal como yo lo anticipe , desde que vi el contenido de los paquetes, aquella noche de navidad, antes de preparar y sentarnos por fin a la mesa,  uno de los obsequios había ya desaparecido de su sitio debajo del árbol y mientras mi esposa nos servía a mí y a todos los invitados, yo sólo podía imaginar cómo luciría el cuerpo de mi mujer con aquel sugestivo juego de ropa íntima que llevaba bajo su vestido y que en un cinismo de la más alta escuela , ella misma había puesto bajo mi propio árbol de navidad, sabiendo que era otro hombre y no yo el que le había regalado las prendas que ahora ella usaba durante la cena.

Después ocurrieron más situaciones, pero por lo pronto quise contarles como había comenzado todo., por favor háganme saber si conocen a alguien en una situación similar a la mía, pues me gustaría saber de él y quizás entablar comunicación con él

-© Jordy Xors y G.O. Tigers

3 comentarios:

  1. Hola, me gusto mucho este relato, retratas perfectamente la situación y de tan detallado estuve ahí en la mesa con los protagonistas

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  2. Gracias Jazz!!!... que gusto que te haya gustado el texto..Sé que quizás sea muy inocente de parte mía. Pero te pregunaría ual fue tu Highlight, sobre éste?

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  3. Super rico este post, te quiero decir que me quedo con esta parte: "Ella tenía el vestido totalmente levantado y enrollado alrededor de la cintura mientras que no habiendo sido completamente despojada de sus pantaletas, las mismas pareciendo colgar de uno de sus tobillos, habían quedado ondeando al aire, enredadas entre su talón, alguna de las tiras de piel de sus zapatos de diseñador y los tacones de estos. "

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