Nota

Te recordamos que las aportaciones incluidas en este blog son propiedad intelectual de sus creadores y estan registradas, por lo que su uso o publicación previamente no consentida constituye una violación a los derechos de autor internacionales vigentes. Antes de "Tomarlas Prestadas" sin aviso te agradeceremos contactarnos si requieres su uso.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

Intimidades de una Privada 3a Escena - 1er Movimiento ( Je Je )



De este que ya sería mi Opus  67, aqui mando  la continuación. Pero no sin antes decir que aunque en realidad me sienta intimidado en lo más minimo para nada , pero sí sigo insistiendo en que realmente considero un error y falta de cortesía por parte de cualquier persona, el no ponerse si quiera por un momento a considerar el largo tiempo que a frecuentemente consume hacer este tipo de escenas, o simplemente ponerse a escribir un documento que sin importancia acabará siendo exhibido ante un juez - o cualquier otra instancia -, y despúes archivado sin mayor oficio ni beneficio. Y que por lo general es  ya basado sobre un hecho o caso concreto sobre el ue es relativamente fácil añadir o tratar puntos muy especificos, y en nada se compara con este tipo de escritos.

Le aclaro a la "dupla" , al "Fede" o el resto de  los que piensan que quizas seria  posible o bonito tener conectado un gestor neuronal  que mientras pensamos...  Ojo: ya ni siquera  lo dictamos ni nos fijamos en que la interfaz entre nosotros mismos, el software de dictado y el procesador de textos...   Simplemente fuera escribiendo  las ideas que vamos teniendo, y revisando  y corrigiendose todo solito.

Señores, no existe tal cosa.  Aprendan a apreciar y dar las gracias de lo que se les comparte en vez de quejarse de que no fue tan largo como esperaban.

Lo he dicho una y mil veces,  si no les gusta como o cuanto se escribe  haganse sus propios cuentitos a la medida de sus gustos, frecuencias y antojos.

Ludo Indignado que sólo espera que les guste y me manden sus opiniones al respecto de la escena que llevo creciendo.

 * * *

°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°



Intimidades de una Privada
Ludo Mentis ©


3ª Escena  ( Un Rayo de Luna al Final de la Tarde )


Inquieto, sin poder apartar de mi mente tantas consideraciones que francamente me abrumaban n tales instantes, intenté distraerme saliendo a la terraza a fumar un cigarrillo que acompañé con un par de hielos ahogados dentro de un vaso Old Fashion, servido apenas a un cuarto de su capacidad, con un aromático y espirituoso Rayo de Luna de Kentucky, que tenía reservado para ser usado únicamente en caso de verdadera emergencia o momentos de apuro o inquietud como parecía que esta lo era.

Luego de dar un primer sorbo y paladear las fuertes esencias que de inmediato inundaron mi boca; teniendo aún el fuerte buqué de mi bebida disipándose dentro de mí, aspiré del extremo oscuro de mi tabaco y me sentí, si acaso más aliviado y reconfortado por unos cuantos instantes que de a poco fueron diluyéndose desordenadamente al repasar en mi mente lo sucedido y hablado en nuestra habitación hacía menos de unos cuantos minutos atrás entre mi esposa y mi atribulada persona.

Sin saber dónde estuviera realmente, pensé que para aquel momento seguramente mi hijo también ya estuviera ocupado o salido a ver a su amigo Luis que vive en la segunda casa de la misma privada, y a donde frecuentemente pasa las tardes o se invita a jugar hasta altas horas de la noche, e incluso ocasionalmente dormir.  Apenas me distraje por unos segundos pensando en subir a buscarlo para asegurarme de ver que  hacía, cuando habiendo acabado de asimilar el primer golpe de mi licor, acerqué mis narices hacia el cristal de mi vaso para disfrutar su penetrante aroma que de pronto comenzó a confundirse con olores y humores  que intempestivamente vinieron a mezclarse en mi mente seguidos de borrascosas imágenes animadas, que como en un sueño agitado desde mi propio interior empezaron a sucederse y hablarme.


Así de ese placentero gustillo impregnado de alcohol, mientras daba otro gentil sorbo a mi vaso, volvió a surgir la memoria de ese aroma que tan bien yo recordaba, y que seguramente debía ser muy similar a ese otro que de pronto como presagio llego a mi consciencia perseguido por las más inquietantes imágenes que de entrada no pude reconocer más que parcialmente al intuí de lo que mi cabeza formaba…      Apareció primero lo que era una gruesa mano morena y callosa a la que sin poder contenerme seguí formando en mi mente hasta que pude ver que de manera inminente se dirigía hacia la misma pantaletita que hacia menos de unos cuantos minutos mis ojos acababan de ver.

‑“Mira que cosa tan rica”….‑  De pronto de mi subconsciente surgieron aquellas palabras que aun sin ser pronunciadas yo pude escuchar.

‑“Y peludita”…    “ Como su mami”…   “Tienes un gatito de angora escondido aquí dentro del calzoncito”… ¿¡A poco no es cierto!?‑   A anónimas voces, acompañaron ásperos dedos casi marrones que abarcando todo el frente de diáfano material del que apenas si unos cuantos lustrosos y rizados vellitos conseguían escapar fuera del pobre cobijo que les proveía la insustancial vestimenta; en su sordidez era tal que, lejos de resguardar el pudor de aquella región que ahora mi extasiada cabeza formaba, e incluso, ‑dada su transparencia ‑, en realidad parecía que tan sólo adornaba para hacer más tentadora y apetecible a la vista la morbosísima oferta del delicioso botín que en forma provocativa y por demás vulnerable se exhibía virtualmente expuesto a ser tomado y arrebatado con nada más simple que un solo tirón de los gruesos y maltratados dedotes que atropellando sus ansias febrilmente tiraban un poco aquí y pinchaban allá para adueñarse del calzoncito y todo lo que este pretendiera aun llegar a poder arropar. 

… “¡No, no!”.‑  Inventé una voz femenina que se notaba indecisa entre mojigata e indecisa o ya zalamera mientras que la dueña de ésta, y aquella pantaletita, intentaba apartarse de aquellos dedos cachondos que probaban a divertirse todavía más a sus anchas.   – “Huhmh”… “Fœghhh Fghh”…  “Hahæheh”

‑…  “Uhhfgmghh”‑  Lo que al principio parecerían haber sido ciertos lamentos ahogados y tímidos, en realidad  se convirtieron en  un suave gemido  que se repitió hasta que el de la mano, ‑ o quizá algún otro volvió a hablar:

“Bien bonito y con sus tapetitos o jardincitos bien cuidaditos como el de tu mamá;  esperando que llegue uno que se lo riegue con una buena manguera”…   “¿No es cierto mamita?...  “Me gustan así”…  “Peluditas y con sus calzoncitos mojados como los tuyos”‑

Colmado de ansias que se agolpaban en mi persona, por un momento experimente alguna especie de morbo lleno de culposo arrepentimiento que acallé dando una nueva bocanada de humo a la que siguió un sorbo de aquel intenso aguardiente que ni con los hielos dejaba de arder en la parte posterior de mi boca.

… “A ver chiquita, trae para acá y déjanos ver ya esas nalgotas que te pusieron para que nos las enseñes y queramos cojerte… ¡Cabrona!...   ¡Mira nada más que rica te ves con esas pinches nalgotas que tienes!”…  ‑ Sintiendo como fluía dentro de mí el licor, se agolparon también en mi alma las viles palabras que de algún lado surgían cuando mirando los turbulentos remolinos de agua y alcohol, que como huracanes formados en Júpiter se revolvían incesantemente en el vaso antes de que a mi mente llegaran visiones provocadas por las figuras que espontáneamente surgían de aquel caos; y en mi propia función de delirios sin necesidad de butacas que se seguía sucediendo en mi mente, pronto volviera a descubrir la caótica danza que acompañaba al que pronto sería un carnaval.

Así de las virulentas y efímeras ondulaciones que se dibujaban dentro de aquel vaso, vi surgir ahora el regalo de las formas de unas nalgas que quizás sólo yo adivinaba o anticipaba en toda su  menuda magnanimidad y opulencia.    Y no que por motivo alguno pudieran considerarse pequeñas o insignificantes, si no que al venir “equipadas” en un modelo tan inusualmente –y en apariencia al menos‑ discreto y pequeño, al que, como auto deportivo y de lujo europeo; y nada absolutamente le sobra pero tampoco le es redundante la más mínima curva que le hace ser casi único a la vez que tan magnífico como aquellos glúteos de encanto que al agitarse y finalmente girar sobre el invisible punto donde se hallase su dueña parada, intempestivamente se revelaron ante mi imaginación apenas surcados al centro por una vertical y angosta franjita de tela que creciendo en dos tiras curvas de material que abrasando de manera ajustada cada milímetro del rededor de aquellas caderas, breve cintura e insolentes nalgas redondas y firmes se amoldaba a las mismas tan solo esperando por el momento en cual sin mayores preámbulos la mano o los dedos de alguien vinieran a molestarla y querer profanar la intimidad que tan indiscretamente pretendían resguardar.

Así tal cual en esos momentos aparecían ante mí las tan inquietantes visiones en las que sin realmente querer o poder dominarme, dentro de mí observaba la desamparada tentación que provocaban aquellos glúteos juvenilmente firmes y voluptuosos, que como en ritual propio de una película de factura norteamericana o nipona, parecía haber sido todo dispuesto para causar mayor emoción y sentimientos en contradicción, luciendo literalmente expuestos y a entera merced tanto de los dedos que buscaran propasarse tanto con la virtualmente inútil prenda reducida e insignificante, como con la damisela en apuros por demás vulnerable a la cual –y para desconsuelo de buena parte del público masculino‑, sólo un inoportuno valiente se atrevía a rescatar en momentos así como ese en el que sin poder impedirlo mi conciente sobre el subconsciente, aparentemente centrándome en ese gironcito de tela que desde la nada o algún lugar debidamente escondido a mis miradas lascivas durante ya varios años, ahora sin más otro remedio que yo pudiera o quisiera oponer, me tenía a mí postrado ante la sublime visión, posibilidad y consuelo de ver o al menos imaginar cómo sería el hechizante momento en que las toscas manos y dedos de “otro” se posaran encima de ella para luego de jugar un poco con aquel costoso suspiro de transparente chiffon blanco que pretendiendo servir para algo más que incitar a cometer el crimen de darle un fuerte tiró y arrancarlo de una vez y por todas, terminara en el suelo tirado o enredado entre los llamativos tacones de sus zapatos.‑   Di otro trago y absorbí más fuego de mi cigarro… 

‑“A ver Tú, Nalgoncita… ¡Presta Pa´ ca!”…‑  De súbito los gruesos y ásperos dedos con yemas rojizas, empezaron a probar, dando un pellizco por acá y luego, sin que ella pudiese apartarse de él, ir a buscar la trémula carne ligeramente bronceada del otro  glúteo que también fue manoseado, antes de que dos o tres invasores fueran enviados a perderse justo en medio de las agitadas nalguitas que sin remedio apartaron camino ante la decidida incursión de tan grotescos y pingües morenos cuando estos se adueñaron del escondido reducto sumido entre las oscuridades de aquellas, virtualmente vírgenes y esplendidas posaderas que se abrieron para permitirles aproximarse al sitio donde desaparecía el misterioso e insignificante pedacito de gasa que pronto sufrió también los toscos embates de estos para toquetear sin moderación ni cuidado.

‑“¡Cuidado!”...   “Son nuevas”…    ¨De repente vi aparecer aquella tierna manita que luciendo incluso más fina y pequeña al intentar forcejear con los tremendos dedazos que le picaban y comenzaban a jugar con el delicado material de la pantaletita que se perdía justo en medio de aquellos glúteos de ensueño; apenas y parecía poder mínimamente disminuir la intensidad de los descuidados tirones que estos les daban. –“¡No!”…  “¡Para!, ¡Para!”...   “Por favor ten cuidado”…

“Las vas a estropear”… ‑  Sin poder apartar de mí las imágenes que me abarrotaban ya la cabeza, yo le ponía voz a las escenas de lo que veía sin mirar.  Hasta que para complicarse aún más mis visiones, la otra anónima y oscura presencia apareció de nuevo en la escena para apropiarse de aquella mano al ir diciendo y haciendo :

‑“A ver, Tú Nalgoncita”…   “Si quieres usar esa manita, ¡Mejor agárrame el palo!”…  ‑ E inmediatamente la arrebató del sitio donde forcejeaba con la mano de su comparsa para guiarla a la tremenda erección que ya le esperaba para que la tocara y forzarla a que la acariciara con sus pequeños deditos.   Abandonando también la defensa de la retaguardia que sin más obstáculos que lo impidieran, terminó de caer en un santiamén, en cuanto los callosos dedos fueron a tironear con mayor fuerza la tela de la comprometidísima tanga que de pronto se vio estirada sobremanera.



‑“¡No!”…  “Me las vas a romper”… ‑  Se lamentó la apurada voz de “La pequeña nalgona” que aquellos se empeñaban en envilecer e impedir que se defendiera, cuando con la otra manita intentó oponer algo de resistencia.

… “¡Uuuy!”.  “Mira no más que linda se ve la mano de tu noviecita agarrándome y parándome el palo para que se me caliente”‑    De pronto surgió dentro de mí la confusa declaración proveniente de aquel ignoto individuo al que no alcanzaba a visualizar por completo. Y al que tan sólo pude enfocar en mi cerebro sumándose a la ofensiva en contra de ella para que sin conseguirlo y guiada por él al intentar hacer que cerrara sus delicados deditos en rededor de su venoso miembro viril.

Conmovido ante la apabullante visión con urgencia a mis pensamientos algo más ocasionó que a estos viniera la peligrosa posibilidad de tanta cercanía e inmediatez que ahora existía entre el tremendo tolete de carne y aquel inicuo calzoncito cuya delgadísima tela de transparente e insuficiente chiffon que implícitamente impalpable cual era, para todo fin práctico cómo no fuese el de ser nada sino un mero y anacrónico adorno, constituía ahora la única pieza de resistencia que se interponía al pleno contacto de la cabeza de tal lanza, que de a poco iba aproximándose cada vez más decidida hacia el virtualmente desprotegido pubis, apuntando rumbo hacia tan ostensible y peligrosamente vulnerable punto de su anatomía ya receptiva a tan resueltos avances viriles.

Bendito pedazo de tela que al menos sirve de algo…‑    Estremeciéndome me sorprendí al escucharme murmurando realmente aquellas palabras.

‑“A ésta, yo sólo le pondría un anillito con su brillante de señora casada como el que usa la putona de su mamá cuando se ve que sale a putear o de menos darle una buena mamada en el palo o sus besotes en el pitote a alguno de los picadores que luego vienen a verla cuándo no está su papá”…‑ Ansioso y confundido trate de poner rostro al personaje que dentro de mi mente escupiera tan inquietantes palabras llenas de fuego como el que de forma inminente parecía ir adueñándose de mis pensamientos con cada trago y bocanada de humo que daba a mi cigarrillo.

Así entre imágenes que se difuminaban dentro mí, y sin haber conseguido ponerle cara a ese hipotético pelafustán abusivo, a mi borrasca de ideas se sumaron otras visiones, entre las que luego de imaginar una vez más a mi esposa en tan inconfesable posibilidad, mi corazón se agitó por completo al ver sus delgados dedos de señora casada, acariciando un gran miembro pulsante sobre el que hacia arriba y abajo se deslizaba el reluciente corte redondo del brillante que coronaba aquel anillo dorado que de manera, quizás ya meramente simbólica, la anunciaba como mi conyugue, esposa leal y mujer respetable;  a mi mente saltó de repente una especie de transición que me ocasionó pensar en la morbosa comparación que podría darse al usar como vara de medición toda la longitud y grosor de aquel pene para contrastar el tamaño y color de las manos de ambas mientras jugaban con aquella gruesa manguera de carne a la que intentaban aprisionar y contener entre sus dedos gentiles.

Alterado sin duda por mis inquietantes visiones; mientras que por un lado los gráciles dedos sonrosados de una, con toda la experiencia adquirida al mimar en su vida al menos los miembros de ya varios hombres entre lo que me contaba yo a mí mismo, ‑e incluso hasta sin ser necesario el emblemático anillo‑, lucía aún elegante al ingeniárselas para manipular con refinada desenvoltura todo aquel miembro, al que pese a todo no quise ver si alcanzaba a abarcar por completo ni circundar con los dedos, cuando de repente me percaté de que a la primera se sumaba una mano de piel ligeramente más de tono canela que la de su progenitora pero que pese a su dueña tener ya la edad mínima requerida para que su novio no fuera a dar a la comisaría acusado de estupro por ésta, en verdad de tan pequeña que era, parecía más un procaz sueño, pensar que al menos necesitaría usar ambas manos para acomodarlo y poder colmarle de besos a aquella rampante erección, en caso de que se buscara declarar a una ganadora de acuerdo a sus habilidades y no por tamaños.

Tal parecía que la lasciva combinada con el humo de mi tabaco y aquel elixir de costoso marrascapache importado de áreas cercanas a los Apalaches me estaba nublando de a poco el juicio correcto, pensé dándole un último trago con el que al menos por el momento salve de morir ahogados a aquellos hielos que ahora terminarían de derretirse junto conmigo

Así mientras en mi torrente sanguíneo todo se calentaba, por  otra parte mi corazón pareció congelarse al menos por unos cuantos instantes en que dentro de mi cabeza se formara la imagen de aquellos tremendos dedotes que habiendo regresado hacia el frente, fueron colándose hacía el enmarañado arbustito de suaves vellos rizados que marcaban aquel juvenil pubis, y luego de toquetear y dedear por aquí y por allá otro poco, fueron buscando enredar entre sus gruesas falanges el material de la pantaleta que aún les cubría.

‑“¡Mira no más esto Putita!”…  “Estás toda mojada y tu calzoncito bien empapado, ¡Cabrona!...‑

Mi respiración parecía sincoparse cada vez más al presagiar lo que sin duda se me venía encima, luego de que sin poder ni querer contenerme apurara otro sorbo de mi ardiente bebida; a la que, tan así como a mí mismo me sucedía entre la sangre y el corazón, a esta ni los hielos lograban calmar sus ardores y aromas, que como inusual preticor anunciando la lluvia, en el caso de esta calurosa tarde, sólo podían provenir de mi vaso o mis acaloradas ensoñaciones.

‑“Aunque creo que me gusta más la idea de ver el anillo de la mano de tu mamá sobándome mi camote; lo que me gusta más de tu mano, es que en una manita así de chiquita como la tuya, todo se ve mucha más grande”…‑  En mi cabeza se agolparon las ideas que tales imágenes me trajeron justo antes de que sin esperarlo, volviera hacia mí la increíble alucinación del momento justo en que habiendo terminado de enredar entre algún par de los enérgicos dedos, todo el material que le fue posible reunir en su mano morena; el que se había propuesto apoderarse del frente de la tanguita, fue cerrando firmemente su puño con ésta entre ellos y sin más a que esperar por cualquier otra posible reacción, dio un arrebatado tirón con el cual la rompió, incluso jalándola a ella primero, ‑que desde mi conciencia, la vi teniendo que dar un par de minúsculos pasos sobre sus tacones, e intentar balancearse, haciendo uso de aquella garrocha de carne encendida que utilizó por un breve momento para apoyarse…‑




‑“Prff… Pfraff”‑   En mi cabeza, al primero, siguió un segundo, y si no más fuerte, si más certero tirón que acabó arruinando finalmente la prenda, al arrancarla de ambas costuras que no tuvieron otro remedio más que desgarrarse y ceder antes de que ya contento con su maldad, el muy infame la soltara, y ya despojada de ésta –“Su Nalgoncita”‑, diera otro par de pequeños pasitos que dio para equilibrarse y no caer o perder el balance de su persona que, aunque vacilante quedó de nuevo entre las garras de ambos sujetos que divertidos miraron el delicioso cuerpo de sus deseos, ahora virtualmente desnudo cuando soltando por fin de sus dedos la inútil prendita ésta cayera para ir a dar la alfombra, adonde sin mayor ceremonia quedó tirada en medio de los elegantes tacones que semejando dos diminutos rascacielos y disimuladas plataformitas forradas de terciopelo o algún material parecido al mismo, parecían alcanzar al menos unos doce centímetros de altura sobre los que, con apuros, y aparentemente apenas de puntitas o apoyando los pies en sus falanges,  pisaba la peculiarmente bajita pero hechizante y por demás tentadora figura de “Putita Petite”.

* * *


‑“¡No!”, “¿Por qué?”…  “¿Qué caso tenía”?‑  Fue lo último lamento que lleno de mis propios remordimientos ante lo que acababa de hacer y decir de ella en mi mente, la escuché lamentándose al decirle o decirles a aquellos anónimos tipos antes de que una presencia más me alertara para que volviera a la vida…


… “¡Ya!, ya cállate Tú, Putita Nalgona Caliente…   Cállate…  Abre esas piernitas y ponte sobre la cama para que te cojamos como ya nos ponchamos a tu mamá la otra semana”‑  Al final no pude evitar el soez comentario que me arrancó el subconsciente al recordar una vez más las posibles implicaciones de lo que sin haber dejado de rondar por mi mente, había escuchado decir entre sí a aquel par de albañiles  semanas atrás.


* * *
°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°° 

Intimidades  de  Una  Privada  ® 
GO  Trigers,  Ludo  Mentis© 
Edicion  De   El  Escrutinador 
 
4a  Escena  (   Tu   y  Yo   A   la   Fiesta?   )



‑“¡Aaærh!”… “¡Ahrhh!”‑     De repente un lacerante dolor, me hizo sentir que entre los dedos se me quemaba la piel y agitando la mano solté lo que quedaba de aquel cigarrillo que había terminado de consumirse mientras que, ‑embebido en mis lascivas e inapropiadas,  y por demás vergonzantes consideraciones‑, no había dado cuenta del tiempo.

Soltando de forma precipitada el vaso sobre la mesita de jardín cerca de la que había estado bebiendo, busqué aliviar el dolor colocando enseguida lo que quedaba de uno de los dos hielos encima de área del dedo que más me dolía.  

… “¡¿Lo ves animal?!”.  “¡Esto te pasa por andar pensando tanta barbajanadas estúpidas!”.‑ Sin dejar de sentir el penetrante ardor, me lamenté censurándome a mí mismo por dar cabida a tan ruines obscenidades en las que aparte del ultraje, permitía que irreales o hipotéticos gañanes denostaran a las mujeres que –por el contrario de lo que sucedía en mis inconfesables visiones‑ en realidad yo más debería procurar en todo sentido.

Así, y dándome cuenta de que pese a haber creído percibir la presencia de alguien o algo a lo que sin haber alcanzado a visualizar o tener plena conciencia concreta de quien o que era cuando justo a la mitad de aquella siniestra ensoñación depravada se apareciera cerca de mí, me di cuenta de que en realidad todo aquel tiempo había estado allí solo. ‑¿Sería quizá sólo la sensación de culposo  remordimiento que intentando manifestarse de alguna manera, en un momento dado había desbordado fuera de mí para hacerme creer que estaba siendo observado en tales instantes?...


 
***

3 comentarios:

  1. Hay oiga señor escritor, se puso muy muy intenso, se me venían los colores al rostro! todo muy rico y sabroso pecaminoso, esos pensamientos... por cierto acláreme si es posible que es un spoile. Gracias por sus obras que nos comparte

    ResponderEliminar
  2. Me encantan estas 2 serie nuevas, a pesar que son temáticas diferentes, son muy intensas.
    Animo

    ResponderEliminar
  3. Será que tienes dato que te identifican con ambas?

    Me da muchisimo guto saberlo

    ResponderEliminar