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sábado, 2 de marzo de 2013

De Magoes, las paredes y los ladrillos...


Agradeciendo a Magoes por su último comentario del 1 de marzo, después de leer - con mi vaso con hielos, un toque de Ginger Ale y otro poco de Cutty Sark, me puse a pensar:

Declarándome ferviente gustoso del llamado séptimo arte en casi todos sus géneros, recuerdo que hace algún tiempo en una película,  me topé con una escena en la que un profesor de arquitectura interpretado por Woody Harrelson, después de haber perdido a Demi Moore  bajo la arrolladora presencia de un magnate  personificado por el gran Robert Redford,, el primero sufriendo aún por los estragos de la perdida, - y  aunque no recuerdo bien el motivo de la lección -, les muestra a sus alumnos un simple ladrillo cocido y tras ver las caras de escepticismo y curiosidad de algunos de ellos, les declara:
Esto no es sólo un ladrillo...     Quizás es un ladrillo que quisiera ser una pared... 
El caso es que considero que así es como sucede en muchos casos a lo largo de la vida , y mas a quienes como yo, padecemos de lo que ahora podría bien entrar a considerarse  TDA detectado a edad avanzada.     ( que cuando yo era chico se decía que simplemente era huevon o tarado., o si acaso en el peor de los casos, tarado, distraído y huevon )  
Se le llamaría entonces ¡¿TDH?!...
En fin, que para lo que quería era casi una lumbrera y para lo que no, simplemente ni el libro quería abrir.  Ah pero eso sí, escuchar a mi maestra de Español leyéndonos a Góngora, Espronceda o Bécquer, era una delicia que junto con las cosas aprendidas de la maestra Julieta en Artes, sí conseguían motivarme tanto como mi madre alentándome y luego llevándome a comprar a escondidas de mi padre, lápices, alguno que otro papel y pasteles más costosos de lo que era la norma en aquel entonces..      Y todavía más aun cuando supongo que ambas, o incluso la cuarteta completa  de excelentes profesoras ‑ si incluyo a la inusualmente sensual y maestra Socorro de Historia –, quienes notando que en mí existía ya desde entonces un cierto afán incendiario de trazar las gloriosas formas de las mujeres más bellas que pudiera yo imaginar o encontrar en algún recorte de revista de alguna manera tuvieron los arrestos necesarios para no reprimir mi incipiente talento.
Lamentablemente  ese trastorno de atención ocasionaba que muy a menudo, una vez satisfecho con algún logro o dominio de alguna materia,  dejaba de lado el asunto y me ponía a investigar de otra cosa que me resultara interesante.  Y así fue como siendo hijo de profesores, habiendo vivido entre docentes, y una familia de puros personajes notables y titulados, yo llevé la contraria y habiendo iniciado a los trece años pasados la preparatoria., tal como decía  Facundito Cabral, dejé el colegio pero me encontré el mundo a los quince años, cuando fui descubriendo que sin importar las edades,  a algunas mujeres les gustan las almas bohemias y empedernidas.  Y  tras ofrecerle a la bella Christiane hacerle un retrato acabé yéndome de la casa por un tiempo que usé para enamorarme de ella y seguir la encantadora mirada de ojos verdes que acompañaban a un cuerpo acorde con la sensualidad de la linda francesa.
Ya luego les contaré lo que siguió de ella y otras mujeres que conocí hasta que me casé y sin haber vuelto a concluir el colegio de repente entendí que si bien no había terminado aún nada, al menos me había divertido haciendo las cosas a mi manera, tenía un hijo, y como todos o al menos muchos matrimonios de los 90s en mí país me hallaba en crisis y a punto de descubrir los absurdos que mas comete el amor  que el desamor y el divorcio.
Disculpando todo éste rodeo con lo del TDA, la Cristina, el colegio y todo lo demás, el motivo de la entrada era y sigue siendo para comentar acerca de esa escena que se me quedó tan grabada, es por que viene al caso lo del ladrillo para decir que ahora voy viendo que al igual que ése sencillo pedazo de arcilla cocida,  tanto mis escritos como mis dibujos siempre han querido  crecer y es por eso que cada vez me resulta un poco más difícil nada más escribir, pues en vez de pretender hacer relatos simplistas en los que un galán llega y conquista a une mujer, mi intención de aprender ha ocasionado que con la intención de enriquecerlo  y hacer que “ese relato” crezca un poco más me lleva  a enredarme con las palabras, los ritmos, los hiperbatones e incesante investigación de detalles que a veces  quiero emplear y describir de maneras correctas.
Así pues, quizás para algunos mis relatos sean meros ladrillos, pero mi intención es que ese simple ladrillo quiera sentirse orgullo de al menos pretender a convertirse en toda una pared.

1 comentario:

  1. ¡a cabro… que buen apunte!
    Yo también soy, un ladrillo actualmente pero quiero ser pared y poco a poco y aunque me tarde años lo seré.
    Federico.

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