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viernes, 8 de marzo de 2013

1a Parte Lo que Mi Marido No... ( Sabe )


Con afán de que no se piense que tengo intención de no cumplir, disculpando las dilaciones, aquí posteo un breve fragmento del  relato confesión que supongo habré concluido de revisar hoy mismo para proceder a publicarlo íntegramente en la sección  de En Letras.


Lo que mi marido no © ( Helena ) 
G.O. Tigers , Ludo Mentis ®
Capítulo 01-  1ª Parte   (  Lo que Mi Marido no Sabe  
07/ -01-2012
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A continuación la historia o al menos una de las anécdotas contadas por una amiga sobre como por proteger el bienestar de sus hijos y esposo, ella se inició en el camino hacia la  infidelidad terminando por convertirse en una dulce señora casada e infiel.


Helena

¿Cómo empezó? – La verdad que yo creo que como  muchas cosas suceden antes de que nos demos cuenta de que hemos entrado a una etapa o situación de nuestras vidas, que antes de que nos ocurrieran, jamás pensamos que pudieran llegar a sucedernos de maneras tan contundentes y definitivas.

Así que creo que puedo decir que quizás fue un accidente que ocurrió, mientras buscaba cierto documento dentro de la computadora de mi esposo, cuando revisando entre los distintos directorios me encontré un archivo de respaldo de Word que supongo que sin darse cuenta él, quedó registrado.


Al abrirlo confirmé lo que hacía tiempo atrás yo me imaginaba, pues en el mismo, ni marido detallaba los hechos ocurridos en nuestra casa, cuando por vez primera se enteró o me vio siendo gozada por otro hombre; aunque en realidad y cómo pude descubrir, hasta ese día él no estaba del todo consciente sobre algunas otras de las escapadas que ocasionalmente tenía yo con alguno de sus parientes, jefes o amigos. Y es que hasta no ser en ese momento en el que finalmente fui llevada a la cama por su sobrino; él solamente había considerado la posibilidad de que juntos intentáramos abrir nuestros horizontes.   Pero en verdad fue ya mucho tiempo atrás cuando él me comentó lo mucho que le gustaba y le encendía cuando íbamos a alguna fiesta , discoteca o restaurante; notar algunas de las miradas libidinosas que ocasionalmente los hombres me dirigían.

Resultando que a instancias de dicha observación, yo comencé a notar y disfrutar del efecto que un buen par de tacones, minifalda y blusas escotadas producían entre mis jefes, compañeros y uno que otro familiar; del mismo modo en que también percibí facilidad con que algunos de  los clientes de las empresas en las que yo trabajaba, se mostraban más dispuestos a escucharme y comprar nuestros productos mientras más escotados y ajustados eran los vestidos que yo usaba cuando atendía alguna entrevista.

Sin embargo, y como toda mujer que busque darse a respetar a si misma y evitar las habladurías  acerca de ella y sobre su novio o marido también, busqué la manera de no propasarme del límite que consideraba yo prudente y no estando segura de lo que podría ocurrir con nuestra relación, nada de lo que ocurría durante mis horas de oficina o citas de trabajo le contaba yo a él, aunque de vez en cuando mientras teníamos relaciones yo le azuzaba "inventándole" una que otra "mentirijilla" sobre la reacción de algún cliente o compañeros de trabajo que comentaban sobre mis piernas en alguna determinada ocasión.   

Aunque estoy segura de que para este momento ustedes pensarán que en realidad no soy  yo otra cosa si no una mujer fácil, lo cierto es que Daniel fue apenas mi tercer novio y a pesar de que aún antes de casarme con él tuvimos relaciones.,  a los demás hombres siempre lo detenía en sus avances y salvo en contadas ocasiones no los dejaba que se propasaran conmigo más de la cuenta y aunque frecuentemente acababa yo algunas de mis reuniones paseando en él asiento trasero de alguno de mis jefes o posibles clientes de estos, esforzándome por mantener a raya sus manos que intentaban meterse bajo mi falda o desabrochar algún botón más de la cuenta, lográndolo casi siempre.   Salvo en un par de reuniones  cuando sin haber tenido tiempo para impedirlo de pronto llegué a encontrarme con toda la blusa abierta, mis pechos salidos por encima de las copas del brassiere y la falda enrollada hasta el ombligo, sin poder evitar que me manosearan a placer, antes de toquetearme por encima de mis delicados panties, hasta hacerme que involuntariamente los empapara por completo y les pudiera finalmente pedir que se detuvieran antes de hacerme faltar a mi promesa de poder seguir siendole fiel a mi prometido.

Así las cosas, una vez ya casados, y tal como él lo anotó en su confesión, tuvimos dos hijos y yo comencé a dedicarme al hogar, asumiendo con toda propiedad mi papel del respetable mujer casada y madre de dos niños; hasta que impensadamente un buen día las cosas comenzaron a ir mal económicamente y debido a un par de discusiones que tuvimos al respecto; decidí buscarme un empleo de medio tiempo, el cual me permitiera concluir mis estudios y no ser tan dependiente económicamente de mi marido.

El caso es que volviendo al tema que pensaba contarles , hasta esa noche mi marido jamás me había visto con otro hombre y todas aquellas historias que teniéndome como protagonista yo le contaba a modo de "fantasías" que supuestamente compartíamos, en realidad eran sucesos que me habían ocurrido en el pasado y que si él no se había dado cuenta de los cambios que poco a poco se habían ido dando, supongo yo que era simplemente por un afán de pensar como la mayoría de los hombres lo hacen; que todas las mujeres son susceptibles de ser infieles y hasta ofrecer favores sexuales a cambio de alguna promoción o mejoría en el trabajo; pudiendo caer en la categoría de que le había yo oído mencionar entre sus amigos como "ejecutiva express" o "amiguita para las fiestas del jefe".  Todas absolutamente todas eran capaces de verle la cara a su marido...  Todas menos la propia.

Y es quizás por eso mismo que en aquella ocasión cuando fuimos invitados a la casa del quien entonces era su jefe., él no notó como desde un principio cuando me pidió que bailara una pieza con él, el señor se me pegaba mucho más de la cuenta e incluso allí mismo, y casi delante de todos comenzó a arrimárseme al vientre cuando bailábamos y en un momento dado mientras que colocaba una de sus manos sobre mi cintura muy por debajo de lo correcto o permitido por las buenas costumbres,  aunque sin llegar por completo a tener el descaro de posarla sobre mis glúteos de señora casada, me susurraba al oído las cosas que le gustaría hacer conmigo si, como él esperaba que fuese, fuera tan complaciente yo  como para acompañarlo al menos cinco minutos a la planta superior de su lujosa residencia para que entre otras cosas que quería mostrarme, conversáramos en su estudio acerca de la comprometida posición de mi esposo dentro del área que el dividía en la empresa.

Propuesta a la que, como podrán suponer me negué categórica aunque cortésmente para intentar excusarme enseguida y apartarme de él cuando sentí que la mano que me tenía sujetada comenzaba a bajar hacia una de las mejillas de mi amplio trasero.

‑ Pues si usted no quiere señora, entonces esta bien., ya veré que decido.  ‑   Soltó encima de  mí el anzuelo que sin poder evitarlo piqué para poder saber si de veras estaba en riesgo el puesto de Daniel en la empresa.   Por lo que prolongado  peligrosamente mi partida de entre sus brazos fui enterándome allí; en ese momento con mi marido apenas a unos cuantos metros de nosotros, sobre las intenciones que él o sus jefes tenían de despedirlo para colocar en su plaza a uno de los yernos de los dueños y diciéndome que aquello era yo la primera en saberlo pues no había aun querido decirle a mi esposo acerca de la posibilidad de ser despedido.   Aunque claro, eso sí –me señaló ‑  que estando muy presente la consideración de que  siendo Daniel un buen ejecutivo de la compañía, quizás él podría hablar bien de nosotros y hacerles cambiar de opinión si de alguna manera notaba algún beneficio adicional que la permanencia de mi marido pudiera representar para él o  la empresa., – dejando entrever la posibilidad de que despidieran a otro de los empleados y no a él.

Fue así que de golpe y porrazo al terminar entendiendo en un santiamén la directa implicación de sus palabras decidí aceptar sus avances con la simple y única idea de salvar el empleo de mi esposo; sólo  que  en vez de acompañarlo al piso superior, como me lo pidiera, de pronto cuando me di cuenta él me tenía en un apartado y apenas iluminado rincón del jardín cercano a la piscina., donde  primeramente comenzó a besarme para después llevando sus labios hacia mis oídos comenzar a mordisquearme las orejas mientras me susurraba toda clase de obscenidades que había imaginado hacerme desde el día en que me conoció.

No sabiendo como oponérmele mientras trataba de mantenerme atenta para detenerlo  si acaso alguien se acercaba., yo simplemente me dejaba hacer por él y fue poco lo que pude intentar para detenerlo cuando sentí sus manos acariciando mis nalgas para luego jugar a recorrer el trazo de las costuras de mis pantaletas por encima de la tela que las cubría y enseguida de terminar con su divertimento apretujarlas entre las mismas como si quisiera arrancarlas de su sitio y llevárselas como recuerdo.  Aunque sí tomé conciencia del momento en que llevando aquellas tremendas manasas hacia mis costados las bajó recorriendo el contorno de mis caderas y muslos hasta encontrar el dobladillo de mi falda que de inmediato intentó hacerme subir., ante lo que de manera inmediata y en un intento por impedírselo, yo rápidamente llevé mis manos hacia el frente de la misma e intentando halar la tela hacia abajo, hice por evitárselo.

Sin embargo noté como mi intento sólo pareció divertirlo pues dejando de besuquearme el cuello para separarse de mi momentos antes de que al tiempo en que sus labios se dibujaba una burlona sonrisa con un fuerte tirón levantarme enteramente la falda que se subió junto con mis manos que ante su fuerza nada pudieron hacer para mantenerla en su sitio y evitar así la inesperada exhibición de mis prendas más íntimas, que al quedar expuestas ante su mirada le hicieron comentar que a él siempre le habían gustado las mujeres que se hacían pasar por difíciles de tener., pero que cuando se las veía o consideraba por la ropa íntima que usaban, de inmediato se aclaraban las dudas y se podía saber quiénes eran las santitas recatadonas y separarlas de las que  ‑según él  ‑ eran busconas y .fáciles  como yo.

"Oiga no !!!., por favor yo  no soy ninguna..."    Aún recuerdo como indignada por la manera de referirse a mi intenté reclamarle. Y de inmediato él me contestó.

‑"Vamos, no te ofendas por qué llamo a las cosas por como son; te he visto toda la noche como dejas que te cachondeen algunos de los invitados y tú bien sabías que a más de uno se la pondrías bien parada nada más con verte con esos melones que te cargas y pareces ir ofreciendo en oferta para quien quiera míralos un poco más de cerca bajo la blusita esta tan transparente que te pusiste" ‑    Comentó en tono claro y preciso.

‑..." A una mujer que se las diera de muy santa le daría pena andarse cargando semejante par de tetas aún cuando el muy imbécil cornudo de su marido no le diga nada y la deje salir así de casa para ir a una fiesta donde ella se la pasará restregándoselas en la jeta a sus amigos, conocidos y compañeros de trabajo" ‑...     Concluyó él y luego volteando a mirar hacia abajo me señaló:

 ‑No me vas a salir con el cuento de que las medias, el liguerito, los zapatitos de golfa y esos calzoncitos de cabaretera, son simplemente porque a tu marido le gustan...  – Soltó la siguiente andanada antes de continuar:

‑ Y me vas a decir que cuando te los pones no lo haces sino pensando en sentirte  la más buenona y deseada vieja de la fiesta., si a leguas se te nota que eres la más putona de las esposas de los empleados de la compañía.   Mucha hembra que no creo que tu marido tenga para cuando acabarse.‑...  Soltó el irónico y humillante comentario, al mismo tiempo que llevando sus dedos hacia una de las cintillas elásticas de mis pantaletas encontró que podían desanudarse y con un sólo tirón deshizo el nudo que la mantenía ajustada en su sitio sobre mis caderas.

‑¿Ves lo que te digo?....  ‑  Pregunto él y luego aclaró su teoría respecto a mi persona      ‑... Mi mujer tiene trajes de baño y pantaletas así; pero lo que jamás se le ocurriría sería dejar que con un solo nudo se detuvieran., normalmente las mujeres decentes cuando usan calzones así, de mínimo hacen un doble nudito o cosen los elásticos y después le hacen un moño"...

..."E- es  qu- e...Sseñor..." ‑      Iba yo a dirigirme a él para decirle que aquellos mismos panties eran los que había yo usado durante mi noche de bodas y que sólo reservaba para ocasiones especiales., cuando sentí soltarse la otra cinta de mis pantaletas que apenas instantes atrás me cubrían y mantenían protegida mi intimidad.  Mismos que sin embargo ahora habían dejado de tan fácil manera al descubierto mis rizados vellos tras los que aún se alcanzaba a esconder mi más privado secreto.

Sin duda alguna para quien hubiera pasado en ese momento aquella hubiera sido una de las más sórdidas escenas que jamás hubiera presenciado jamás, al ver a la esposa de uno de sus compañeros a la que el jefe de éstos la tenía recargada contra una pared; la falda enrollada hasta la cintura y los panties caídos hasta medio muslo, detenidos apenas por él elástico de una de las cintas del portaligas que accidentalmente y de manera fortuita impedía que éstos terminaran cayendo hasta el piso.  Y todo ello apenas a unos cuantos metros del lugar  donde seguramente su marido se encontraría platicando con sus amigos sin sospechar el espectáculo que ella estaría brindándole en ese mismo momento al despótico mentor y responsable directo de su estabilidad económica.

Acto seguido y después de haberme despojado de aquella manera de mis pantaletas, el hombre se acercó nuevamente hacia mí, y susurrándome algunas tonterías más al oído mientras apoyaba sus manos en mis hombros, me ordenó a que me pusiera de rodillas para que así lo pudiera complacer dentro de mi boca.   Cosa que aunque no me era del todo incómoda ni desconocida, pues habitualmente mi marido me solicitaba que yo mimándolo un poco hiciera lo mismo por él., reconozco que particularmente no me resulta muy grata y  tan sólo aceptaba hacerle como preámbulo erótico más nunca para que terminara de esa manera, pues en alguna ocasión cuando sin habérmelo avisado y sin poder contenerse  eyaculó entre mis labios,  yo me mostré algo molesta y de inmediato fui al baño para escupir la viscosa sustancia con que había inundado mi boca.   

Empero, no mediando semejante tipo de afecto con este aprovechado sujeto; ahora sin más ni más, un hombre al que yo apenas conocía y con quien a duras penas había conversado yo en un par de ocasiones, sin mayor miramiento y como si fuera la cosa más natural del mundo me hacía ponerme de rodillas ante él para prodigarle él mismo tipo de caricias que hasta ese momento tenía yo solamente reservadas para mi marido.      Sin embargo poco o nada pude hacer cuando de pronto me tenía ya en hinojos y postrada frente a el muy déspota y pagado de si, quien como si de todo un ritual se tratará y la bendición me fuera a dar, abrió la portañuela de sus pantalones y tras hurgar dentro de los mismos, extrajo el miembro más grande que hubiera visto yo hasta ese momento. y que para colmo de malas pasadas al retirar él la mano con la que lo sostenía, fue a dar directamente contra mi rostro tomándome totalmente desprevenida y victima de la inesperada sorpresa sólo terminé pudiendo acertar a cerrar de manera  instintiva los ojos como si a punto de recibir un gran golpe estuviera yo.

Aunque por mi misma reacción no pude ver claramente, adivino que al haberme tomado tan desprevenida, le debe haber hecho gracia pues le alcancé a oír emitir un sonido similar al que a veces se hace cuando se sonríe., y no fue sino hasta instantes después que volviendo a abrir bien los ojos  cuando por fin me percaté del singular tamaño de su miembro tremendo, además de que por primera vez tenía yo un encuentro frente a frente con un pene totalmente circuncidado.

Así conmigo arrodillada justo delante de él, en tanto yo me perdía dentro de tantas consideraciones, aparentemente él no quería perder más el tiempo y tomando con firmeza nuevamente entre los  dedos, su virilidad continuó humillándome como de seguro  lo haría con una cualquiera cuando sin más la usó para abofetearme con la misma mi rostro en ambas mejillas, para después restregármela por un lado de la cara  y repetir el tratamiento de la bofetadas nuevamente, pero frotándome ahora el otro cachete., hasta que poco a poco yo fui sintiendo como su órgano se iba hinchando y endureciendo cada vez más contra mi cara, hasta que quizás en menos de uno o dos minutos mas tarde tenía frente a mis ojos aquel descomunal falo que él pretendía retacar dentro de mis pequeños labios de señora casada.

Pero, entonces ya una vez que lo tuvo bien erecto en vez de atacarme directamente los labios, lo que hizo fue soltarlo de entre sus manos  y agitando las caderas de un lado a otro, me golpeteó por distintas partes del rostro, y como si de un pincel se tratara, ir dejando por aquí y allá algunos rastros de la humedad que había producido por mí, y que al contacto con el fresco aire del jardín parecían secarse rápidamente ante su atenta mirada, que parecía la de un artista que inspirado por su creación contemplaba los grandes detalles de alguna obra que estuviera pintando.  Hasta que finalmente cuando se hubo divertido  lo suficiente conmigo me ordenó:

‑" ¡Sácate las tetas que quiero verte jugar con ellas mientras me lo mamas!"  ‑  Y acto seguido desanudó el moño que al frente de mi transparente blusa pretendía conferirle cierto recato y evitar la casi completa exposición de mis senos contenidos dentro de aquellas ajustadas capuchas del brassiere de media copa que usaba en ese momento.

Demanda a la que queriendo evitar que de alguna loca manera a él simplemente por diversión pudiera llegar a ocurrírsele tomar una medida más brusca respecto a mi blusa, yo de inmediato atendí y en cuanto pude me apresuré a buscar con mis dedos los botones de la misma, para así poder abrirla lo más pronto posible., resultando que debido a lo largo de mis uñas, la tarea me resulto un poco más difícil de lo esperado.   Y supongo yo que no pude hacerlo con la velocidad suficiente, por lo que aun con mi apuro por complacerle de pronto sentí un nuevo jalón tras el cual ‑o tal vez casi de forma simultanea ‑, al menos alcance a ver dos botones que arrancados por su brusquedad, salieron volando por los aires, para desaparecerse lejos de mi vista.

‑ ¡Goao!...  Pero sí mire nada más que par de tetas se carga usted ahí arriba mi señora Helena De Autrey... ‑    Me dijo en tono de sorna e insulto hacia mi persona y mi esposo.,  el hombre a cuya mujer  ahora el tenía postrada delante de él.

‑ Yo no sé como es que el idiota de su marido, sabiendo la clase de puta que tiene por mujer, permite que salga de casa vestida así, nada más dispuesta a calentarle los huevos a sus amigos...   ‑     Terminó de hacer su degradante comentario mas ampliamente.    Y sin que yo supiera que hacer para evitar que él siguiera humillándome; y siempre temerosa de que alguien nos pudiera descubrir al pasar por allí; solamente quedé muda, apartando los ojos de él para no confrontarlo con la mirada., por lo que únicamente trataba de alternar la mirada entre aquel amenazante miembro que se balanceaba frente a mí a escasos centímetros de mi rostro y alguna posible sombra o movimiento que pudiera yo distinguir desde mi posición tan cercana sobre el césped del jardín.

Fue entonces, momentos después de que él volviera a restregarme por toda la cara su pesada y ya crecida arma, cuando de manera sorpresiva para mi me percaté de que por alguna extraña razón, toda la situación de verme allí arrodillada frente al jefe de mi marido, con casi todo mi cuerpo expuesto ante sus ojos y recibiendo de él aquel humillante e indigno trato del cual yo jamás hubiera considerado ser merecedora, me había producido cierta excitación y humedad entre las piernas que sin haberme dado yo cuenta, habían comenzado a empapar la entrepierna de mis pantaletas que ahora comenzaban mojadas.

‑¿Te imaginas lo que dirían de ti las señoras si te vieran ahora mismo?...   Aquí en la casa del jefe de tu marido y a punto de tomar “verga de jefe” por primera vez?”...  ‑  Soltó el denigrante cuestionamiento hacia mi persona al tiempo que se separaba de mí para colocarse justo al centro de mi rostro y apuntar la hinchada cabeza de su falo hacía el blanco que con toda certeza él tenía ya dibujado mi cara.

‑... “¿Tú crees que se lo fueran corriendo a decir o lo llamaran para que saliera a ver lo que su mujercita sabe y es capaz de hacer con su boca para conseguir que yo vea no lo despidan?”‑  Aun recuerdo como me dijo textualmente.

A lo que yo,  ya no sabiendo cómo poder apresurarme para salir de aquel difícil momento., hacerlo callar cuanto antes y evitar que alguien me pudiera ver en aquella situación o incluso que él mismo quisiera prolongar el momento y se pudiera dar cuenta de la comprometedora humedad con que mi cuerpo respondía ante sus insultos y soberbia ., decidí darle a él cuanto antes lo que pretendía de mí para así poder volver al lado de mi marido que ante mi ausencia seguramente no tardaría en comenzar a buscarme.

Entonces para sorpresa de mi captor e incluso la mía, de pronto todos se sucedió de forma apresurada y tan sólo recuerdo como llevando una de mis manos hacia su enorme palo, lo sostuve firmemente al tiempo en que acompañando a ésta,  con la otra hice un pequeño nido donde acomodé sus testículos en el mismo acto en que acerqué a él mis labios; para después sorprenderlo con un suave y delicado beso que le planté sobre la punta del glande.

***

Continúa en 2ª y última parte.
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1 comentario:

  1. Excelente relato Ludo, felicidades.El manejo de la psicología de los personajes me hace pensar que estoy presente en la escena, encubierto tras unos matorrales, viendo lo que ocurre y leyendoles el pensamiento.
    Ludo, creo que estás alcanzando nuevamente tu gran nivel, no lo vuelvas a perder.
    romeo1515

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