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sábado, 20 de julio de 2013

Un Poco de Ayuda Humanitaria 9a Instalación



Un poco de ayuda humanitaria ©
G.O. Tigers , Ludo Mentis ®
Parte 1 Capítulo 3 - 3 Continuación


‑¡Oh no!, por favor ¡no!...  Es enorme no cabe… Me vas a matar René… Por favor no., piensa en mi hijo.‑  Le suplicó asustada la indefensa mujer cuando sintió la enorme cabeza del falo tratando de abrirse paso hacia la empapada cueva de su feminidad.

‑No, tú no te apures putona…  ya verás que te gusta‑   Respondió él sin dejar de ejercer presión hacia aquel punto de la bella anatomía de la oriental ama de casa, ejecutiva, madre de un hijo y esposa, que resoplaba debajo de él cuando sintió que como un bulbo su cuerpo comenzaba a abrirse para recibirlo.


…E-e-esso.  Así mami,  tú tomaras lo que tengo aquí para ti y le vas a dar gracias a todos tus dioses por cada centímetro que te clave allá dentro para que goces como la puta que eres Janita…   Si tu marido estuviera despierto y te viera, de seguro le maravillaría ver como vas a ponerte y descubrir lo que un hombre de verdad puede hacerle a una mujer como la suya…  ‑ Bramó el de color chocolate, sabiendo que aunque la mujer de su víctima supusiera otra cosa él se encontraba escuchando y pendiente de lo que sucedería a continuación con su joven esposa.

Te aseguro que si estuviera despierto de seguro estaría masturbándose viendo lo linda que te ves a punto de tomar verga por primera vez en tu vida.‑    Continuó también el asalto hacia la consciencia de Hana antes de sugerirle que lo tomara del falo y lo ayudara a entrar dentro del tibio cuerpo de ella.

Anda putita, se una buena mamita y acomódatelo bien para que te lo meta…  Quiero que tu mano toque y sienta el palo que esta por cogerte.  Si no lo haces te juro que te la meto de un solo golpe hasta que se te salga por las orejas…    Amenazó con hacerle daño.  Por lo que ella temerosa de que verdaderamente pudiera llegar a dañarla con aquel gigante de carne fue a buscar con su mano la barra candente que ya tenía pugnando por apartarle labios de la vulva para empezar a colarse en su cavidad femenina, y como toda mujer de piel blanca experta en el arte  de atender las necesidades de un hombre tan bien dotado como René hubiera hecho, simplemente alineó la cabeza de aquel falo para que pasando los delicados vellos del exterior de su pequeña caverna, para que como una de esas llaves antiguas de hechas de madera de roble  o grueso baobab africano, intentara alinearse contra la ranura de la ajustada cerradura que abriría el cofre de los íntimos secretos que hasta ese momento ella había reservado tan sólo para su marido allí dentro.  

Sin duda que aquella era una imagen sobrecogedora e increíblemente inquietante de verse con el hermoso y delicado montículo de Hana y aquella lanza flameante de ébano disponiéndose a ultrajarla de una vez y por todas.

Ehh eh-e-e-essso…  Janita…  Agárralo bien en esa manita y acomódatelo mamita.  Se ve tan lindo mi palo junto a ese anillito de bodas…   Si Ernesto pudiera verte bien ahora agarrándome mi camote de negro con la misma mano en que te puso ese anillo, se volvería loco de morbo y vergüenza viéndote como te lo acomodas para que te coja ., ¿no crees?...‑   Escupió el burlándose del indefenso marido sin realmente tener plena consciencia de que desde su asiento y con el corazón en un hilo el marido de ella observaba como su esposa se aprestaba a facilitarle las cosas al jovencito para que violentara su cuerpo.

…Ahahghh ooghhoohhh.‑  En cuanto la menuda mujer comenzó a sentir la lanza del prieto René resbalar hacia dentro de su remojada hendidura gimió con culposo placer, y alentado por la tentadora sensación de tener su pene aprisionado por esas paredes de terciopelo mojado que se abrían para intentar recibirlo ocasionó que el muchacho comenzara a empujar con mayor firmeza contra la estrecha y acogedora humedad que le envolvía la punta del falo.

Desde el asiento del convidado de piedra.,  abrumado Ernesto percibió el momento en que el miembro del muchacho irrumpió en la feminidad de esposa cuando ella soltó aquel resoplido que escapo de boca de Hana seguido de lloriqueos semejantes a los lamentos de gata en celo que surgieron de su garganta conforme la barra invasora de René empezó a resbalar para hacerse camino.    Así pese a la natural resistencia del cuerpo de ella por dejar avanzar a tan tremenda columna de carne invasora dentro de su ser, en franco contraste y gracias a la extrema saturación de jugos que había producido su vagina para recibirlo, pudo él terminar de encajar la cabeza del enhiesto tolete para una vez ya con el agarre que  producía sobre éste el empapado terciopelo de aquella feminidad, y una vez que se acostumbró a la sensación que producía el cuerpo de ella sobre el grosor de aquella arma, con suaves empujones comenzó a hundírsela avanzando de centímetro en centímetro cada vez.   Aunque para la bella esposa de Ernesto aun faltaba mucho camino por recorrer y ni con el extremo cuidado que de repente el muchacho parecía querer tener para ir despacio con ella,  la repentina invasión de aquella virilidad no le sería algo fácil de concretar en su pequeña anatomía femenina.

…Oh no. ¡Muy grande!.    Por  favor para.  Lo tienes muy grande.   ¡No cabe!‑   Entre gemidos y resoplidos le pedía ella  abriendo ojos y boca en franca señal de incomodidad.

Pero el muchacho ya había llegado demasiado lejos en ese momento para detenerse con esa mujer por detalles tan nimios, por lo que ignorando la suplica de una sola embestida sumió dentro de ella los siguientes poco mas de 8 o 9 centímetros de regia carne de macho mientras desde su asiento el mudo marido al verla arqueando la espalda la momento en que los ojos de ella parecían volver a cerrarse hasta que las largas pestañas de Hana le negaron la vista de sus dilatadas pupilas, solo acertó a imaginar el aspecto que tendrían los distendidos labios vaginales de Hana esforzándose al máximo para recibirlo dentro de sí sin que se desgarrase su cuerpo ante la masiva invasión.

¡Ahhghh!... ¡No!...  ¡No!...  Despacio René la tienes enorme… ¡Ehhgg! Me rompes…‑    Entre ahogados suspiros y quejas continuaba pidiéndole la atormentada esposa con algunas lagrimas rodándole por las mejillas.

Oh Dios...  Eres enorme  René…  ¡No Dios, no!... ‑  Se quejaba cerca de su marido al sentir como su temblorosa persona intentaba acomodar dentro aquella lanza que parecía querer empalarla bárbaramente para irla partiendo en dos partes.

‑Hasta ahí van sólo doce o catorce centímetros de mi jamón…    Complacido ante los resultados que producía en el cuerpo de ella le comentó divertido el muchacho al ver como se convulsionaba la atormentada figura de Hana.

… Y aquí van otros cinco centímetros para que te entretengas con mas de lo que tu marido ha de tener para ti.     Se mofó de ella al arrimarle otro par de pulgadas dentro del palpitante capullo que se cimbró en inquietante espasmo que se recorrió hasta los firmes pechos de ella que volvieron a hincharse y caer al mismo tiempo que los rasgados parpados de Hana se apretaban con mayor fuerza al sentirlo cada vez mas dentro, mientras que sin darse cuenta del morboso e indeseable espectáculo que con su vilipendiada  persona le estaba dando a su esposo, lo dejo ver el momento en que sin preocuparse ya de cuidar las buenas maneras comenzó a separar ya por completo las piernas para poder continuar recibiendo aquella insultante ración de carne del hombreo que tenía montado encima de ella.

Al sentirla tiritar debajo de él René continuó encumbrando sus instintos de macho cabrío y sin compasión por la atormentada fémina o el esposo de ésta gruño al avanzar otro poco y mirando hacia abajo mientras lo hacía al pasar de los ojos y lagrimas que rodaban por las mejillas de Hana, al bajar la mirada hacia el vientre de ella notó algo inusual o que al menos nunca antes había notado con ninguna de las mujeres a las que había poseído., cuando al penetrarla pudo distinguir el abultamiento que formaba la cabeza de su serpiente al moverse dentro de ella en dirección al convulsionado ombligo de la mujer.

Divertido ante su inusitado hallazgo, René quiso asegurarse de que aquello era cierto y tras dejar reposar unos instantes a Hana para que ajustase su cuerpo al inmenso tamaño que tenía alojado dentro y tomándola por las caderas levantar él mismo su cuerpo para preparar una penetración más intensiva, ocasionando que al alzarse el muchacho encima de la figura de ella, el atormentado Ernesto tuviera una clara visión de los  labios de la vagina de su lindísima esposa estirándose alrededor del cilíndrico miembro oscuro del juvenil garañón que había llegado para domarla., y dejando a la vista del atribulado e inerme marido aparte de los pesados testículos del negro, lo que sin duda sería otro tanto de la mitad que ya le había entrado a sus esposa.

Y para colmo de males y afectar aun más la malograda autoestima del marido de aquella mujer, con el corazón encogido Ernesto  se dio cuenta como con el haitiano levantando su fornida figura encima de ella, después de unos cuantos segundos de tenerlo acomodado de esa forma, aparentemente de manera inconsciente Hana se dejó llevar por sus impulsos sexuales y sin mediar otra palabra una vez que se había acostumbrado al extremo tamaño de la barra que tenía acomodada comenzó a arrimar las caderas hacia el largo aguijón que él le ofrecía para que se encajara, y alzando su feminidad hacia él irse clavando de a poco en aquel espolón que como el muchacho ahora veía si iba marcando visiblemente el trayecto que seguía dentro del cuerpo que lo acogía para recibirlo y bañarlo con la amorosa tibieza de aquellos jugos que ella producía para él.

Oh Dios, eres hermoso Papito…   Mira como me tienes…   ‑ Musitó en tono amoroso la mujer perdida entre las mieles de la infidelidad al sentir que su cuerpo se abría para él y conseguir que aquella columna de carne suavemente avanzara dentro de su empapado canal amoroso., hasta que al voltear a mirar hacia abajo y percatarse de que aun quedaban fuera de ella lo que debían ser al menos otros ocho centímetros o más de carne de macho, comenzó a angustiarse debajo de él.

Uurghh…  Que rico mamita…  que hoyito tan apretado…     si no conociera a tu hijo ni tu marido chinita, pensaría que eres virgen y nunca te han cogido…‑  Exclamó el muchacho sintiendo vibrar aquel cuerpo alrededor de su aparato sexual antes de comenzar a dejar caer sobre ella el peso de su humanidad y ver como se abría paso dentro de ella la serpiente que tenía encajada dentro del vientre.

‑Ehhh ahhhh  ahahayyy…  No, no…  Ohhhhh ahgggg…‑       El desfallecido aullido vino cuando el  joven Adonis de ébano empezó a descender en un movimiento hacia el frente empujando con sus caderas otro par de centímetros de palpitante y dilatada virilidad contra las estiradas paredes de la vagina que con reticencia se le ofrecía entre los abiertos muslos de Hana.

Ohh  Dios Santo…   ¡Dios mío!... – Hana lloró intentando hacer uso de toda la capacidad de su cuerpo para acomodarlo y abriendo las piernas hasta mas no poder dentro del limitado espacio de la camioneta para permitir que el robusto  pene del muchacho entrara otro poco al tiempo que René parecía no poder ir mas lejos dentro de ella y haber llegado a su tope.     Aquella funda natural que ella proveía para su virilidad daba la impresión de haberse atascado como sellada por un profundo vacío.     Las húmedas paredes de la vagina de la delirante mujer parecían selladas alrededor del cilíndrico miembro y la única salida que se avizoraba para René era la de contenerse ante el suave cobijo de seda y luchando para retroceder con su miembro dentro de ella intentar atacar luego con mayor fuerza en contra de aquel punto que le impedía acabar de ensartarla con los últimos centímetros de su virilidad que aun no había conseguido sumir en su cuerpo casado.

Ahhhh, ahhhh‑  Pareció desfallecer al sentir que se retiraba.

Aaaooooodiiiooos!...  ¡No!.   ¡Oooodiiioosss!.     Hana parecía perder el sentido al invocar el nombre del creador cuando el muchacho después de una pausa se decidió atacarla de nuevo.

Ohhhsiiii, ´¡Sí!, así tómala toda.    Tu conchita se siente toda apretada como si me lo agarraras allá dentro chiquita…   ¿Así se lo haces a tu marido?...     Tómala toda zorrona, tú sabes que la quieres mojándote toda Janita…‑  Bramó el muchacho apretando los dientes al sentir como golpeaba su miembro contra el tope que había en el interior del cuerpo de Hana.

Ohhh No…  ¡Por Dios no René!   Dios Santo, mi vida… ‑      De repente la aturdida mujer sintió que aparte de aquella lanza candente de macho la invadía un ataque de pánico al escuchar aquellas palabras  en el mismísimo instante que algo en su interior que comenzó  a abrirse en su cuerpo para recibirlo como nunca lo había hecho con ningún otro hombre.  Lo que ella experimentaba en esos momentos estaba llevándola hacia nuevos confines de su sensualidad reprimida por tantos años de matrimonio y abnegada pasión a su hijo y esposo.     Puntos neurálgicos de placer casi infinito que ni siquiera sabía que su cuerpo albergara parecían estar colapsándose y enviando descargas eléctricas a todo su ser ante la estimulación de la que estaba siendo sujeta desde el comienzo al verse forzada a ensancharse su vulva como nunca antes lo había hecho con un hombre u otro objeto que hubiera tenido allí.  Y sin que el gandul hiciera mayor esfuerzo que alojar dentro de aquel ajustado hueco su recia masculinidad, ocasionar que ella empezara convulsionarse en rededor de su falo.

…Ufggh.  Urggh.  ¡Cosssita!...  Te siento alrededor de mi palo…   Tu hoyo mojado y caliente…    ¿Esta así mojadito por el palo caliente de René?.... – Gruñó con su enorme falo encajado en la corrompida feminidad.

Gatita…‑  Gimió el negro al sentir como se convulsionaba todo el cuerpo de ella en torno a su enorme barra de chocolate aun antes de que entre dientes él comenzara a gruñirle de nuevo:

‑ Mi Janita…  Pobre mamita…  Con este cuerpo de puta que tienes y un marido que por lo que se nota tiene un pene que no te llena…  Debe de ser terrible ser virgen aun estando casada…  
‑No René no… Otto no…   Solo que las pastillas… ‑  Sintiéndose quizás ella algo apenada de si misma y por ambos, pese a la circunstancia en que todo se hallaba ya en ese momento, quería ella defender la posición de su marido respecto a aquel punto.

…Se sabe que tiene una cosita porqué con todo y un niño te siento apretada como virgen… Pero eso es rico., y no te preocupes que yo aquí tengo lo que necesitas para que te cambie esa carita…‑   Se burló el joven al tiempo en que sin apartar la mirada de las reacciones que ella tendría fue haciéndose para atrás hasta extraer casi por completo de la receptiva oquedad todo aquel leño de carne marrón para detenerse cuando sólo la enorme cabeza quedó por salir del cobijo de terciopelo que ella le daba. Y deteniéndose fuera por unos cuantos instantes mientras la veía como pese a que pretendiera la aturdida mujer decir otra cosa, su cuerpo parecía ya estar extrañando el regio pedazo de carne que le había ofrecido a probar.

No hagas esa carita mi Mami… ¡Ahí te va todo de nuevo!...  – Gruño al final en contra de Hana cuando de un solo empellón ya con el pene lubricado con los jugos que ella lo había cubierto, volvió a hundirle dentro la mitad de la estocada para que ella gozara y él disfrutar del gutural grito que ella pegó al sentirle de nuevo invadir su ajustada y estrecha abertura.

Ohhhrggg Dios…  Otto…   Que rico el hoyo de tu chinita…  Ve como la tengo clavada con mas palo del que tu nunca podrás darle.‑ Bramó en contra del indefenso marido mientras sentía como el cuerpo de ella se abría para recibirlo de nuevo antes de que él queriendo rebajar aun más a la pareja añadiera:

‑Mira que yo he estado con zorras aparte de esta.   Pero este es un hoyo de primera…  De primer mundo., y con ella tan chiquita que se siente rico como te lo moja todo palo…

La humillación de Ernesto era total e indescriptible al ver tiritar el cuerpo vencido de su adorada esposa entregándoselo  por completo a aquel chico que ahora la poseía de manera más profunda de la que él nunca podría. Y no contento con ello, tomándola por la cadera para conseguir mas agarre para la penetración deslizar dentro de ella todo el resto de falo que había vuelto a quedar fuera de Hana.

Una, otra y luego una más de aquellas gruesas pulgadas de falo volvieron a invadir la santidad del cuerpo de Hana mientras ella con los ojos cerrados., la cabeza agitándose de un lado hacia otro sobre el asiento y gemía al sentirlo avanzar en esta nueva incursión.

‑Ohh René…  Mu- u-uy dentro… ¡No!…‑   Soltó un chillido  abriendo los ojos para mirar a los de su atacante al momento que sintió la cabeza de aquella  barra pugnando por empujarse contra la cérvix .

‑Si te lo empujo mas dentro te planto un bebe allí dentro mi virgencita…‑  Exclamó el tipo feliz de su hallazgo y la incomodidad que causaba su enorme pene queriendo taladrar aquella barrera final del cuerpecito que abrazaba y recibía al suyo para darle la bienvenida hacia aquel territorio inexplorado.

¡¿Te está gustando?!... ¿Verdad mi Gatita?.... ¿Te gusta el palo de este negro en tu cuerpo de puta nipona  verdad zorra?...‑     Escupió las humillantes palabras.

¡Estás hecha para coger!...   Mira como te pones con mi verga clavada allí Gatita…   ¿Te quieres venir en mi palo?...‑     Le dijo él  antes de sentirla estremecerse de nuevo alrededor de su miembro y  comenzar a fornicarla con mayor intensidad tomándola de las nalgas para levantarla y conseguir un mayor control del cuerpo de ella.

Los gemidos y suspiros de Hana continuaron aumentando en frecuencia e intensidad con el bombeo de aquel pistón invadiendo todo espacio posible y el sentimiento de total posesión que las manos de el moreno le producían al afirmarse sobre la tierna carne del delicioso trasero de la mujer parta controlar mejor cada uno de los embates que ahora propinaba contra su objetivo.

Dime Gatita…  Dime que te quieres venir en mi palo de negro…‑  Demandó él al sentir las empapadas paredes de la vulva acariciando su pene al cerrarse sobre el venoso embolo de placer.

¡Ohhhh  Rennééééé!…‑  Al escuchar el sofocado lamento Ernesto entendió que estaba ocurriendo… Su esposa estaba por explotar siendo violado su cuerpo por aquel zángano.   El alborotado cabello de Hana lo hizo desviar la mirada hacia la cabeza de ella para encontrar el bello rostro de su mujer alzándose del asiento intentando mirar el punto de penetración  mientras que con dientes apretados, queriendo mantener la boca cerrada para impedir que otro agónico grito de placer se escapara hacia la noche y los oídos de su marido, ella después de mirar su propio cuerpo unido al de él por aquella candente barra de chocolate empezó a mecer la testa de un lado hacia otro como si incrédula de lo que le ocurría quisiera negarlo.

Vamos Gatita., dile a Otto que quieres venirte para René…    Dile a tu negro que quieres que te coja  mas rico con mi cosota y díselo al cornudo de tu marido…‑   Gruño apretujando las nalgas sustanciosas nalgas de Hana antes de preguntarle:

¿Cómo dicen cornudo ustedes?...‑

Ne-e-e-tohhh ohhhh‑   Entre resoplidos intentaba contestarle  la enfebrecida mujer sintiendo aquel trozo de carne pulsar dentro de su feminidad.

¿Neto?...   ¿Cómo Ernesto?...   Divertido de la coincidencia  el muchacho tenso el cuerpo para que su herramienta masculina pulsara dentro de ella.

‑No…  Tora-ahhh.. Ha-are.  ¡Netorare!.  ¡Netorare!…‑   Alcanzó a aclarar ella antes de callar repentinamente al sentir como si el miembro de él se inflara  aun mas dentro de su cuerpo y con la irregular fisonomía de los venosos conductos que cubrían aquel tremendo falo ocasionara inconmensurables descargas de placer al tocar los puntos sensibles de la palpitante vagina que ella le ofrecía también para que se deleitase y la usara.

‑¡¿ Te está gustando, verdad mi Gatita?!...   Siento tu hoyito todo mojado apretándome como si quisiera zafármelo el palo para quedártelo allí dentro por siempre…  No mas no te atrevas a venirte sin avisarme putona.  Quiero oírte cuando te vengas y ver la carita que pones cuando te chorrees con mi palo allí dentro…

Entre resoplidos demandó el invasor de su otrora virtuosa y reservada feminidad antes de bramar en su contra:  ‑ ¡Anda mi puta cógeme rico con ese hoyo!…  ¡Sácame la leche y vente sobre mi palo!...

‑¡Oh no!...  N-o!…  ¡N-o-o-o-ohhhhh!... – La poca fuerza de voluntad que aún podía residir en la persona de Hana se resquebrajaba de tranco en tranco como un torbellino que arrasaba cada neurona de razonamiento al ser superada por la trepidante sensación que inundaba la mente al sentir su cuerpo siendo tomado de aquella manera tan contundente.  

Así, mientras sendas lagrimas que después de inundarle los bellos ojos ligeramente rasgados para terminar escurriéndose de estos por los pliegues conjuntivos de sus parpados y escapar rodando hacia los lados del rostro de la aturdida belleza de aquella hembra, trastornada como nunca antes lo había estado, Hana intentaba pelear para no terminar entregándosele por completo al muchacho pero como ocurre con los tornados que acaban por arrancar todo a su paso su cuerpo también comenzaba  a apartarse del suelo y toda conciencia.

‑Ahh ¡A-as…  sssí!...  Así… sí mi gatita…  ¡Rrrri-i-ico!…  ¡Vente!., vente  sobre la boa…  Siéntela y dime como se siente realmente coger con la boa de un macho., ¿Sí?...   ¡Anda gózala toda y dime quien es tu papí y de quien es ese hoyo!...  Quiero oírte decir el nombre de tu macho mientras te vienes en mi garrote putona!...‑ Le gruñía René al sentirla estremeciéndose alrededor de su pene., pero a Hana le resultaba difícil articular palabra alguna con aquella reciedumbre del hombre alojada tan dentro de su frágil persona y tan sólo alcanzaba a emitir algunos sonidos guturales que se escapaban de su garganta al sentir los vellos de su monte de Venus aplastándose contra los del otro al entrar en contacto los huesos los pisos pélvicos de ambos y friccionarse . 

Por increíble o poco posible que le hubiera parecido a ella o a Ernesto al principio de aquella faena ahora tenía acomodado a aquel animal completamente dentro de ella.

Aun con lo sincopado que parecía todo allá atrás a los ojos de Ernesto y más aún para Hana que era quien experimentaba el fragor de aquella violenta posesión, de alguna forma en que su cerebro le pudiera estar protegiendo de pronto al acongojado hombre le daba la impresión de que los hechos fuesen sucediéndose en cámara lenta., primero haberla visto vestida con aquel provocativo vestido pensado para causar desvelos en las camas de sus conocidos y sus esposas., luego el incidente en que prácticamente la había visto a punto de ser violentada por el patán ese que  prácticamente la había desvestido en el lujoso corredor del hotel., para después caer en aquel estado semi catatónico en asiento delantero de su camioneta, tan sólo para descubrir instantes mas tare de despertarse que su esposa se encontraba a punto de ser usada por aquel discípulo de Changó., y sin poder él hacer nada por impedirlo o moverse siquiera ni decir media palabra ahora la tenía totalmente a merced de su antojo y el de su descomunal pene que la hacía tiritar de placer .

Nada más que un desposeído., cuasi hasta confeso expatriado delincuente juvenil que clamando por un poco de ayuda humanitaria, ahora aparte de envilecer a su esposa se encontraba a punto de corromper para siempre la preciada santidad del canal amoroso que ella le ofrecía para conquistarlo cuando para la propia sorpresa de Ernesto el muchacho descendiendo el ritmo de adagio de sus embestidas hasta llegar a un suave scherzo sexual volvió a cerrar sus negros belfos sobre los de Hana para besarla apasionadamente al tiempo en que al dejándola descansar de su ataque le permitió que el extenuado cuerpo de la fémina acomodara dentro de su receptiva  vagina todo el soberbio tamaño de aquella barra de carne y lo bañara con los cálidos jugos que seguía produciendo alrededor de la misma.

…Ahhh. Ahhh.  E-e-es que es mu-u-u mu- uy grande René.‑  Aun dentro de aquel paso lento para Ernesto escucharla tartamudear balbuceando tales palabras que eran las únicas que de la boca de Hana escapban cuando el moreno le daba un espacio entre besos le resultaba algo similar a una pesdilla morbosa de la que no conseguía despertarse.  Aquello era irreal.

‑Así es Gatita…  Yo grandote y tú chiquita con ese hoyito tan rico…  Como la coneja y el burro…  ¡Pero no te apures., no se te salen los ojitos!…‑  Soltó a medias el morboso chascarrillo que seguramente el muchacho habría aprendido luego de su llegada al país.

‑ ¡Estás rica!...  Con este cuerpecito tan chico y mal cogido Gatita…   Tu Netito se ve que no sabe cogerte putita…  Ve nada mas que apretadita estás. ‑   Espetó entre dientes el negro al sentir como el canal amoroso de ella continuaba pulsando y estrechándose alrededor de su miembro.

…Oh Dios mío,  es que es muy grande esta cosota.   Así., con cuidado René.  Que si no, siento que vas a partirme en dos con tu cosa.‑  Le pido una vez más Hana que fuera gentil con su pequeña persona y el nido amoroso que ella tenía para alojar a aquel macho al tiempo que sintió que éste replegaba la enorme columna.

Al echare hacia atrás, y sin poder evitarlo, ante los consternados ojos de Ernesto fue surgiendo de a poco la atronadora visión del descomunal falo totalmente resplandeciente y bañado por los jugos de su adorada esposa que gemía al sentirlo resbalar por las paredes de su vagina en su camino hacia la escasa luz de la noche.

Aquello era inaudito pensaba en su encierro mental la trastornada cabeza de Ernesto mientras sin poder evitarlo de otra manera o atreverse a cerrar los ojos desde su asiento observaba como del cuerpo de Hana seguía saliendo centímetro tras centímetro de aquel portentoso gusano impregnado por los aromas de su mujer hasta que apareció la bulbosa cabeza del monstruo.  Y fue en ese instante que sin importarle a la confundida conciencia del pobre Neto, que se dio cuenta en que algo más aparte de la vista, y la respiración reaccionaba en su cuerpo.

Sin importar lo que la lógica pudiera hacer parecer o decirse su querida Hana se encontraba totalmente empapada y lubricada para recibir el juvenil falo del muchacho.  Y así al instante siguiente en que luego de haber abandonado la húmeda tibieza de aquel refugio, el jovencito volvió a probar encajarlo allí dentro la salvo por el estertóreo maullido que escapo de los labios de ella acompañado del resoplido del ahogado bramido de aquel delincuente la operación resultó bastante más fácil que antes y el grueso tolete pareció resbalar con suavidad hacia su anhelado objetivo hasta que sin detener la nueva avanzada lo llegó hasta el tope de la candente feminidad que lo sintió detenerse justo a la entrada de su cérvix, donde probó descanso sin moverse ya más por algunos instantes mientras el dueño del prodigioso instrumento gruñía del placer que le ocasionaba encontrarse tan dentro de ella.

‑¡Ahhhaaayyy!...  ¡No!..     ¡Dios no!... No más, no…  ¡Por favor no!...  No tanto, por favor…‑  Entre más lagrimas y nuevos sollozos volvió ella a suplicar al sentir aquella cosa tan dentro como nunca antes había sospechado jamás sentir a ningún hombre.

…Ahgr – De repente sorprendió al mismo Ernesto descubrir que de sus propios labios había surgido un ahogado sonido que acompañando los lamentos de su mujer, al ser sobrepasados por los de la inusual pareja que ayuntaba allá atrás, resultaron apenas audibles por él,  tan solo complicaron aún más su existencia.

Ahora sabía que aunque no le era posible moverse, al menos podía gritar o denotar de alguna manera su estado de conciencia y hacer algo por impedir por rescatar a su esposa de las garras de aquel monstruo que contra su voluntad violentaba su pequeña figura y todo aquello que era sagrado y adorado por él., pero en vez de eso, decidió permanecer en calidad casi de bulto acomodado sobre el asiento mientras el aprovechado ese violaba a su esposa.  –“¡Vamos!., ¡¿Qué te pasa a ti idiota?!”...   “¡¿Qué ya perdiste toda dignidad y no vas a hacer nada por defenderla?!”...   ¡¿Qué ahora te vienes a dar cuenta de que eres un pervertido de esos?!”…

Como si una voz ajena se adentrara en su cerebro para reclamarle su pobre conducta, Ernesto permaneció sumido dentro de aquel agravado estado de vergonzante ciclotimia sin querer revelarle a su esposa que la estaba observando mientras era violada por la inmisericorde fiera.

‑ “¡¿Pero y tú porque lo dejas Hana!?”…   ¡¿Qué no te importa lo que te está haciendo y lo único que vas a hacer es decirle que te duele como te lo hace!?”…    La duda fue aún más grande y abrumadora para la pobre conciencia de Ernesto.

Pero la que vino enseguida cuando mientras el garañón clavándola sobre el sillón como si fuese ella una mariposa a punto de ser traspasada en vez de con un delicado alfiler con un burdo clavo de carpintero, vio al muchacho que dejó caer sobre ella todo el peso de su onerosa humanidad, en reacción la observó levantar tímidamente los brazos para aferrarse con sus delicadas manos al enorme cuerpo de él al tiempo en que éste la penetraba con su majestuosa garrocha azabache,  le fue aun peor… ‑ “¡¿Te está gustando lo que te hace verdad Hana?!”... ‑ 

‑¡A-ay!...  ¡No!...  ¡Sácala!...   Así no por favor.   ¡Es muy grande!…    ¡Por favor Neto!.‑   Coincidentemente se escuchó el ansioso lamento de Hana que hundida sobre el asiento de pronto volvió a quejarse debajo del moreno y pareció contestar la respuesta de su marido cuando sintiendo el descomunal órgano del muchacho agitarse dentro de ella volteó la vista hacia su esposo en busca de ayuda aunque fuese esta tan sólo moral o simbólica.

¡Por Naganga!...  Que apretado y chiquito lo tienes.  Quéjate con tu marido pero no llores mujer…   Dile que no es mi culpa que tu hoyito de señora casada parezca de niña… ‑ Gruñó fijando la vista en el rostro de ella al tiempo en que lentamente se separaba unas cuantas pulgadas del maltrecho cuerpo de Hana unos cuantos instantes para luego volver a la carga con su tremendo garrote hasta el tope de la desprotegida  feminidad y ladrar en contra del matrimonio:

…Pero no se apuren., que con mi palo te lo voy a dejar bien estirado para cualquier otro macho que te quiera venir a coger.‑

‑¡No!... Ohh noooo.  Por favor no.   Es muy grande…   Muy larga…   ¡No quiero!...  ¡No!...    ¡Soy una mujer casada!...  Quieh-eh-e-e-ro a mi esposo…  Tu cosa es muy grande… ¡No puedo!...   Por favor no tan dentro… ¡Me duele!...  No tan fuerte…  Cuidado…   Despacio…

De forma aparentemente incoherente la pobre Hana parecía alternar entre melosos balbuceos y ahogados lamentos que brotaban de sus labios al sentirse retacado y lleno su cuerpo como nunca antes lo había estado.

Mientras que las palabras y gimoteos inconexos que surgían de la boca de Hana tenían un significado, para los del pobre Ernesto tenían una connotación enteramente distinta, y aún otra más diferente para el muchacho, a quien alentado por los lloriqueos que arrancaba de ella y llegaban hacia sus oídos, estos parecían encomios que sin resultarle relevante a él nada más que obtener todo el placer que aquel delirante cuerpo pudiera brindarle tan sólo servían para alentarlo a fornicarla con mayor decisión sin importarle los sentimientos de la mujer.

… ¡Tómala!.   ¡Tómala toda mi verga putona!.  Tú sabes que si puedes…   Si se ve que te encanta, te cabe y te gusta…  Un palo bien largo y negro es lo que a ustedes todas las esposas putonas de estos idiotas andan pidiendo que les demos a gritos...  ¡Y tú sólo estas recibiendo la ración que te toca!... ‑     Escupió las obscenas palabras antes de mover sus vigorosos brazos hacia las piernas de ella para atenazar entre sus callosas manos oscuras los delicados tobillos de Hana y alzarle los pies hacia arriba hasta que los lustrosos tacones de charol negro de los zapatos de ella quedaron apuntando al cielorraso del automóvil.   Consiguiendo con aquel sutil movimiento penetrar aun más profundamente dentro de su vagina.

Al acomodarse ahora hincado con mayor control sobre la indefensa mujer, aparte de penetrar todavía mas dentro e incómodamente en el tierno cuerpo de Hana, al desconsiderado moreno le resultó aun más fácil observar los gestos que su violenta penetración ocasionaba en el rostro de su desamparada víctima., la cual no era otra más que la genuina expresión de ansia y sorpresa ante el vicioso e inesperado abuso que estaba teniendo que soportar y siendo sometido su cuerpo.  Aparte de sus gemidos y expresiones que contorsionaban su bello rostro habitualmente sereno, en reacción al vigoroso asalto del que estaba siendo objeto la abundante masa de sus pechos maduros se agitaban de arriba hacia abajo al compas de las embestidas que comenzaron a sucederse de nuevo al mismo ritmo que los chirridos de los resortes de la camioneta que empezó a mecerse alocadamente sobre sus ruedas.

Afuera en el oscuro callejón no se escuchaba nada más que el ruido de la suspensión del vehículo, los vigorosos gruñidos del negro y algún delicado gemido sucedido por los ahogados chillidos de la vocecita de Hana que a través de las ventanillas escapaban hacia el frio de la noche desde su garganta.

Y tal como había sucedido ya instantes atrás, aparte de los pechos y rostro de Hana, involuntariamente el resto del cuerpo de la pobre mujer continuaba respondiendo ante el inusitado ataque., si antes se había mostrado húmeda ante el invasor, ahora parecía encontrarse totalmente empapada con aquel miembro alojado allí dentro.  Y pronto aquellos quejidos y protestas iniciales parecían ir dando paso a suaves plañideros lamentos que surgían de su adorable boquita entreabierta.

…Ohhh.  Ohhh. Oouggh Ohhhhh ¡Neeehhtohh!...  Perdón Neto…  No quiero…    Alcanzaba a articular  aquellas breves pero reveladoras palabras que eran las únicas que alcanzaba a decir mientras su cuerpo acababa de acostumbrarse a la sensación.   Ernesto al escucharla intentando decir su nombre pidiendo perdón lo notaba.   Para el arrebatado muchacho sentir toda aquella humedad que ella había producido para él sólo le daba a entender:  “¿Lo ves Hana?”…  “No eres mas que otra putita más que ya te está empezando a gustar como se siente mi macana allá dentro de tu conchita de zorra”… ‑  Y movido por las palabras que alcanzó a comprender recordó la presencia del marido de ella en la camioneta.

‑Dile a tu marido como te está gustando…   Voltea a verlo y dile lo que te estoy haciendo Gatita…‑   Le demandó mientras  bombeaba aquel embolo dentro de la ajustada funda.

…Oh no.  P-p-or fa-a-vor.   ¡No Dios!.  Por favor.  ¡Due-heh-e-ele!...   De-eheh-es-pacio…  ¡Oh Dios!...   Muy gra-haha-a-ande…  Muy dentro…. Ohh no…  Que ri-i-i-co…  ¡Se si-i-i…  eh- e-e-ente todo!...     Gimió ella sin contestarle realmente al muchacho.

‑Si te gusta.  ¡ Díselo!....    Dile a tu marido lo que se siente tener dentro el palo de un negro.‑   Insistió él ocasionando que temiendo algún nuevo insulto parte del alebrestado René, luego de percatarse de un ligero raspón que había producido con la suela de su elegante zapato sobre el material de recubrimiento del techo de la camioneta, por fin Hana se atreviera a voltear de nuevo la vista hacia Ernesto que sin atreverse a abandonar su papel de farsante, con horror percibía el sutil cambio de actitud en su esposa.   No parecía ya meramente una víctima de su indefensión y los abusos del tunante ese., si no que daba muestras claras de haber comenzado a disfrutar del ultraje.

…Oh Neto., perdóname.‑    Sollozó primero., y luego clavando ya bien la vista en su querido esposo, le dijo:

No sé que me pasa…   No puedo evitarlo.    M-e-eh está gozando con su cosota. ‑  Se mostro aun más apenada de admitir, pero después, alentada como por un ente malvado que se apoderada de ella al sentir tan dentro de su persona aquella pasión animal no pudo contener más los buenos modales y se confesó.

¡M-e-   eh-e-está gozando como nunca lo había sentido!…  Está tan dentro que ohhhh… ohhh ohh noooo… Que ri-i-co…  Papi, se siente tan grande…  Ahhhh ahhhg siii…  Siento como si me fuera a dejar clavada o partirme en dos con su cosa… ‑ Conmovida ante la inmensidad de sus propias palabras se detuvo por unos instantes, pero luego siguió:

‑Si estuvieras despierto lo verías gozándome como si fuera yo suya…  ¡Una yariman y su kakutoku Netito!...  ¡Me está cogiendo como si fuera su pu-u-a-a-ahhh!…  Y él mi… ¡ooohhh Dios!...  ¡Ne-heh- eeeto!...   ¡Netito!...  ¡Netitooohhh noo  Dios Mio!...‑     De pronto con la palabra de su creador en la boca pareció desfallecerse alrededor de aquel monstruoso miembro gigante de negro al momento en que su delicado cuerpo de hembra oriental comenzaba a convulsionarse y ser recorrido por un poderoso orgasmo.
Hana estalló., estalló por completo.   Estalló por qué sabía que estaba siendo violada.   Porque su marido se encontraba allí,  despierto o no, ‑ eso no importaba en esos momentos‑  Pero estalló por que se hallaba presente viéndola o sin atreverse a abrir los ojos para mirarla siendo gozada de aquella manera animal y salvaje.  Por qué la estaban convirtiendo en una hembra…   La hembra de aquel Svengali de color que había llegado para conquistarla y luego dominarla…  ¡Para hacerla su puta!

Sí., en eso no cabía la menor duda, aquella mujer con aquel miembro que había llegado hasta donde ningún otro hombre había conseguido llegar nunca antes, era ahora la puta nipona casada y bustona madura que sin importar su diferencia de edades, posición económica, colores, peso o tamaños, había reclamado la atención del muchacho.   De aquel macho que ahora la fornicaba en las propias narices del hombre al que había jurado ser fiel hasta la muerte.

Llegando al éxtasis pasaban por su cabeza todas aquellas ideas que estallaban con la potencia del más fabuloso clímax sexual que la invadía junto con aquel arpón ponzoñoso que la ultrajaba.   Estaba siendo violada., eso ya lo sabía., pero más importante que todo eso.   Estaba siendo violada por el enorme pene de un negro…   Aquel mismo al que muchas de sus compañeras de la oficina que hubieran querido tener en sus camas.

Mientras la aturdida cabeza de Hana intentaba tomar algún sendero, la vergonzosa situación por la que atravesaba en aquellos instantes la llevaba de un extremo hacia el otro.  En verdad le apenaba la forma en que su cuerpo respondía a los violentos puyazos que el malandrín prodigaba a su envilecida hendidura, pero era inútil mentirse siquiera a si misma y negar que lo que acababa de sucederle y hacerla explotar había sido el orgasmo más maravilloso que nunca hubiera sentido.

Quizás algo en su memoria genética la predisponía, pero al intentar repasar en su mente en aquellos momentos, aun dentro del profundo placer que recorría todo su ser, de pronto vino a su cabeza aquel vergonzoso secreto que aunque la acompañaba desde muy chica nunca había confesado a nadie más que a la almohada sobre la que en alguna ocasión apagara sus ansias.

Mientras que para ella ese oscuro deseo de sentirse usada y tomada a la fuerza que siempre había estado presente en sus fantasías más íntimas, e incluso resultado deliciosamente atemorizante y encantador mas allá de lo que se podía haber imaginado creíble, para el atormentado Ernesto – O Netito como ahora ya la había oído decirle‑, ver a su esposa gozando el descomunal pene resultaba humillante al extremo.  Y fue así , en esos instantes que el sobrecogido marido experimentó el más profundo estado de apocada derrota absoluta ante el avasallante muchacho que la copulaba y arrancaba del subyugado cuerpo de Hana toda aquella actitud de abandono ante los placeres que producía aquel miembro que la invadía., y ante el cual ella se entregaba con abandono.

…¡Por Dios Hana!  ¡Dile que se detenga!.  ¡¿Qué no vas a decirle nada?! ‑  Conmovido por el espanto que le producía estar viendo a su esposa siendo violada por aquel bruto, estaba a punto de gritarle para pedirle que le dijera que se detuviera y no continuara humillando su cuerpo de tan obscena manera, pero pensamientos y temores aun mas vergonzantes que los de las fantasías reprimidas de su mujer se habían apoderado de la pervertida conciencia de Ernesto.   Quien nunca ni en sus pesadillas mas retorcidas había considerado que la situación de soñar o mucho menos ver la adorada figura de su dulcísima y bien portada señora siendo tan salvajemente violada y usada por un animal de raza morena pudiera llegar a provocarle tan embarazoso placer.   Ni mucho menos al saber que aun siendo esto algo tan profano y contrario a los valores que ambos decían predicar, el chico acababa de provocarle el más descomunal de los orgasmos, y ella comportándose como lo hubiera hecho una cualquiera en vez de continuar oponiéndosele había comenzado a entregarle incluso más que su cuerpo.

Aquello era aberrante, inmoral e indecente y mucho más para una mujer casada, con un hijo y que decía deberse por completo a la familia y los buenos valores.  A no ser que ‑como pensaba Ernesto mientras sufría su silenciosa agonía‑, en vez de las apariencias y lo que él había supuesto a lo largo de los años de matrimonio, durante los que siempre supuso estar casado con la que él consideraba una dulce e inocente señora., en realidad hubiera escogido por esposa a la más fácil de todas las casquivanas…   ‑“¡No sólo una puta!”…  “¡Si no que contigo me casé con una puta que le gustan los palos largos de negro como el del chango este!”… 

 Lloraba la ignominia para sus adentros el pobre marido, mientras para aumentar el oprobio de sentirse un nuevo astado continuaba escuchando los cada vez más jadeantes gemidos de su mujer, que  aparentemente ya sin importarle la presencia de su marido o que este pudiera salir de su narcotizado estado, parecía ahora encontrarse sumergida en un continuo momento de orgásmica exaltación.

En realidad para Hana la presencia de Ernesto se encontraba relegada a segundo o tercer plano u orden de importancia ya al menos en esos instantes en los que lo único que parecía poder concentrarse todo su ser, era en el enorme placer que le proporcionaba la maravillosa barra de chocolate que alimentaba sus más profundos antojos carnales tanto como su, alguna vez,  estrecho capullo ( Estrecha vagina?).    Y por fin , sin ser azuzada por su joven amante sin importar quien la escuchara encomió entre jadeos:

… ¡Oh Dios!.   Me matas.  ¡Dámela!.  ¡Dámela toda! ¡Lo quiero todo completo tu chocolate!...‑   Hasta los oídos de Ernesto llegaron las incendiarias palabras de su, hasta antes de aquella noche, recatada y fiel esposa.

Sabiendo que la rendición era absoluta ya en ese momento  René se encontraba extasiado de la aplastante conquista que había conseguido y el placer que de entre aquel par de deliciosos muslos surgía hacia su enardecido miembro., y en el paroxismo de la tremenda faena soltó las piernas de Hana para comenzar a bombear como un fuelle que quisiera avivar el fuego de aquel reducido horno que ardía por la fricción que sobre sus paredes producía todo su leño empapado.  

Perdida en la delectación de su orgasmo y las crecientes embestidas que le daba el muchacho con el prodigioso ariete de carne que surgiendo como tronco de lustroso ébano por encima de aquellos sacos rellenos de esperma que colgaban entre los musculosos muslos del joven, Hana al sentir los cargados testículos de él golpeteándola cada vez con mayor frenesí, dejó caer las piernas cuando se las soltó y no contenta con ello al percatarse del ir y venir de aquellos alebrestados gemelos y sentirlos estrellándose violentamente contra la tierna porción interior de sus glúteos, las separó un poco más para facilitarle la entrada y sumar la de sentirse obscena y prácticamente abierta de par en par para él al cúmulo de sensaciones que su agitado cuerpo experimentaba.

En tanto Hana, separando las piernas entregaba lo que quedaba de su persona a su atacante., determinada a ofrecer tanto placer como su aun lozano y fértil cuerpo de señora casada pudiera ofrecerle al muchacho., sin voluntad ya de oponerse en forma ninguna, y apoyando ambos tacones de sus costosos zapatos Forzieri, uno en el piso y el otro apretujado entre el formidable macho y el respaldo del asiento, comenzó a alzar la pelvis para encontrar a medio camino de la estocada el venoso, amén de robusto, tolete que obnubilaba su trastocada mente y succionar todo el delicioso goce que pudiera él proveerle.

… ¡Así Puta!.  ¡Tómalo todo!., ¡Toma mi palo y dime si no te gusta la idea de estar siendo cogida con un palo de negro más grande que el de tu marido!.‑  Bramó entre dientes el joven René al darse cuenta del modo en que ahora ella le respondía.

‑¡S-s-s-sssi!‑ Sin pensarlo casi siquiera Hana respondió conmovida antes de ir más lejos ya movida por la lujuria que se apoderaba de ella.

‑S-e siente enorme… Mucho más grande…  T-u pa-a… a- alo de negro es más grande que el de mi esposo.  Nunca pensé que esto pudiera sentirse tan bien…  Por favor dámelo…  ¡Cógeme!...  Dámelo todo…

La deliciosa, aunque ahora infiel esposa,  haló por la nuca al muchacho para pegarle la boca a su oído y susurrarle entre suspiros:   ‑ Me gusta que me cojas así…  

Y luego de una breve pausa que hizo al sentirlo penetrándola hasta el fondo una vez más regalarle a su oscura oreja aquella palabra que tanto esperaba oír el muchacho.    Me gusta…  “Papi”…

Aunque Ernesto no pudo escuchar aquel delicado susurro, a sus ojos no escapo la pavorosa visión que inundo sus pupilas cuando notó como las caderas de su mujer comenzaban a mecerse agitadamente de lado a lado y de arriba abajo alrededor del tremendo monstruo de color que tenía sumido entre sus ávidas piernas.

Sabía pues, Ernesto, que en su derrota no había ya dignidad más que pretender proteger…  Era él el perdedor de la noche, sino que de muchas noches mas que probablemente vendrían después de la forma en que veía a su delicada esposa entregándose de tal forma en un santiamén a un hombre que sin el menor empacho ni contemplaciones había hecho aflorar sus antojos de hembra.  Pero si la conducta de Hana era reprobable en todos sentidos, Ernesto se sintió sumido aun mas en su propia vergüenza de tonto cobarde, que, cual Papo el Idiota, aparte de haber permitido que todo esto pasara, como un animal lujurioso y lascivo, sin importar la condición en que su imagen quedaría a partir de aquellos momentos no sólo frente a el muchacho y su esposa, sino ante quien pudiera llegar a enterarse, o por mera coincidencia alguno de sus amigos,  comentara sobre las infidelidades de alguna otra de las esposas de sus conocidos, y él tuviera que bajar la mirada y soportar en silencio cargar a cuestas con la ignominiosa cruz de los cuernos que el mismo había presenciado cuando le eran marcados sobre la frente., simplemente  no conseguía poder apartar de su ser la profunda excitación que invadía su persona al estar observando la forma tan descarada en que todo ocurría sobre el asiento trasero de su camioneta.

Oh…  Sí…  Papi…  Se siente tan grande y tan dentro…‑   Ahora en voz alta Hana repetía para que la escuchara quien quisiera o pudiera escucharla a esas horas de la madrugada mientras el juvenil miembro viril del negro la poseía enhiesto e hinchado, luciendo orgulloso todos los infames jugos de amor que durante la copula había derramado la adultera Hana sobre su reluciente superficie al tiempo en que lo devorara para apretujarlo con sus músculos vaginales.    Ahora era ella ya la que golosa y llena de gusto comenzaba a aumentar el ritmo del ayuntamiento carnal.

…Eres una delicia mamita.  Que rico lo aprietas.   ¡Parece como si quisieras sacarme toda la leche que traigo cargando en los huevos!.‑  Conmovido por el deseo exclamó René al sentir como Hana acariciaba su falo con sus paredes de húmedo terciopelo.

Mientras veía a su mujer derritiéndose por completo sobre el pene del humillante moreno,  la erección que permanecía cautiva dentro del pantalón de Ernesto había comenzado a resultar dolorosa en su encierro, pero cuando – tal como obscenamente lo prometiera René¨‑,  en un momento, al dejar de moverse el garañón que montaba a su esposa, el atormentado cornudo descubrió sobre el vientre habitualmente plano de Hana el notorio abultamiento que se producía al avanzar el tremebundo pene de éste como una serpiente dentro de sus entrañas, y en vez de un aparato viril  poseyendo a una mujer, estuviese viendo a una culebra abriéndose camino bajo la tierra., el pobre marido sintió que se desfallecía y explotaba de mas no poder contener la escasa ecuanimidad que aún quedaba en su ser.

El espectáculo parecía algo dantesco o de burla, digno de la película más aberrante y obscena.  Allí estaba Hana con el aquel nudo avanzando y luego retrocediendo hasta desvanecerse  entre la rizada mata de vellos que cubría su delicado de monte de Venus, para luego surgir otra vez deslizándose hacia la panza dentro del ajustado conducto donde lo tenía alojado en camino al ombligo mientras él continuaba fingiendo hallarse inconsciente.  

3 comentarios:

  1. GENIAL CAPITULO. EXELENTE DESCRIPCION. FELICITACIONES

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  2. excelente relato ya devorando la parte que sigue de la historia atte kanes

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  3. Uffff... Simplemente rico..

    S.A.

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