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viernes, 24 de febrero de 2023

Oscura Noche de San Valentin ( 3a Instalación )

 

°*°*** 3 ***°*

 (*1) 

♪♪♪    Si eres de las que te gusta bailar… Aquí te traje un regalo especial… y ahora tú vas, tú vas,  tú vas a sudar

–“Aparte de la invitación aquí le doy  mi tarjeta para que les diga que va de mi parte y que Renato, o “El Bebé” los atiendan como su encantadora damita y usted se merecen…” . Vino también la memoria de las palabras que aquél había utilizado para animarlos a que asistieran al al no muy famoso pero concurrido centro  nocturno del que realidad no le parecía haber oído hablar mucho a ninguno de sus buenos amigos, o amigas del matrimonio o su esposa.

¡Si cómo no!, ¡Viejo Cabrón!, mira no más al pinche congal al que nos mandaste a buscar a tus dos pinches amigos…‑    Dentro  de su cabeza le recriminaba a aquel hombre que los había a mandado a aquel lupanar con cara de antro reglamentado, cuando preocupado de no encontrar a su esposa, vio a un joven uniformado al que se le ocurrió preguntar si era que acaso él conocía a alguno de ellos.

– “ A El Bebé no lo he visto… pero por aquí de andar” – Teniendo que  contestar casi a voz en cuello el mesero explicó.   – … “Y “El Don, Reni…” creo que anda por allá abajo cerca de “Socios”. Pero creo que estaba algo ocupado o que pudiera el atenderlo… Talvez seria cosa de preguntarles a alguno de los de seguridad…” ‑  Muy quitado  de la pena contestó el joven empleado evidenciando cierto amaneramiento en el modo de gesticular cuando le contestaba.

– “¡¿Socios?!” …  “¡¿Qué es o donde está eso?!”… “Mira, es que estoy buscando y no encuentro a mi esposa… pero no creo que haga falta decirles o que llamemos a nadie… Sólo era que a mi esposa y a mí nos dijeron que cuando viniéramos buscáramos a alguno de ellos…‑

Sobre el ruido de fondo, intentó explicar antes de acabar de buscarse la tarjetita personal que  le había dado el sujeto del restaurante para mostrarla y ver si acaso le servía como alguna especie de salvoconducto al tiempo en que volvió a cuestionarle:   ‑El área esa… La de Socios… Sólo ¡¿Podría ir a buscarla yo a allí, en ese lugar?! – Tratando de serenar su inquietud preguntó el por demás alterado Alejandro, apenas logrando que el mesero  lo alcanzara a escuchar.

‑No… Ahí solo pueden entrar socios y sus acompañantes o damitas de compañía que luego ellos invitan al club… ‑ Expresó el empleado del sitio en principio  meneando  de un lado hacia el otro su dedo de señalar o negar, el cual luego de concluir su meneo uso para apuntar justo a la zona opuesta en que se hallaban ellos parados, sitio donde tras la densa penumbra que inundaba casi todo el espacio semi vacío ocupado por los ductos de ventilación, dispositivos de la tramoya y lámparas que dirigidas el suelo del piso inferior instaladas por encima de las cabezas de la concurrencia colgando del techo del salón para iluminar distintos rincones del lugar, servían para dar ambiente a la pista de baile; allá mirando a lo lejos luego de que el  muchacho se lo señalara, – y de alguna manera ahora que lo veía Alejandro,‑no muy lejos del pasillo de los sanitarios por  el cual ya hubiera él pasado una vez luego de empezar a buscar a su esposa, el inquieto  marido de la desaparecida descubrió una serie de ventanales y balconcitos iluminados que desde arriba rodeaban  buena sección del lugar.

…Si desde aquí puede verla está bien… pero si entró allí ella con alguien a alguno de los privados que quedan del otro lado del pasillo, ahí sí yo ya no te podría ayudar caballero… Digo , usted sabe a qué o para qué se supone que las llevan allí a algunas de las damitas que vienen aquí a visitarnos.     Sonriéndole un poco al apurado Alejandro, en tono un tanto indolente el despreocupado muchacho soltó la sobrecogedora indicación que de inmediato aturdió al afectado marido.

– Digo… y ni modo de que la voceemos a la Señora o preguntando entre la gente a ver si nadie la ha visto, o usted se las describa a los socios, ¿Sí, Encanto…?   O que anduviéramos entrando a buscarla a todos los privaditos pa´ saber a cuál o con quien se metió…  –Con una especie de descuidado desparpajo e insolencia que dejaba asomar cierta retorcida alegría e inicua malicia ante el apesadumbrado talante del desconcertado  esposo le dijo el imprudente mesero sonriente pretendiendo por un momento con ello dar por zanjada aquella conversación ante el boquiabierto Alejandro que aun no se sobreponía de verlo y oírlo mientras gesticulaba aquel de la voz mientras continuaba manoteando delante de él; hasta que casi sin disminuir en mínima parte sus exagerados aspavientos se acercó un  poco hacia  la barandilla del balconete abierto donde hasta ese momento se hallaban los dos sosteniendo la tan inusitada e incómoda conversación surgida entre ambos.

‑Pero ya te dije que no te apures Papi chulo… Tu chica de seguro debe de andar por ahí o habrá ido al tocador de las damas... ‑     Quiso parecer mas condescendiente y amable al insistir ahora tuteando al pobre  y angustiado individuo en tanto que como si oteara al vacío parecía buscar algo.

 –“Si quieres por qué no…” ‑ Iba a ofrecerle al nervioso señor que mientras él iba preguntar  a los sanitarios  de las mujeres Alejandro esperara allí mismo buscando desde aquel sitio a ver si en algún momento se aparecía  la extraviada mujer, cuando de repente algo o la vista de alguien a quien de seguro había encontrado le hizo callar y cambiar e incluso sonar alertado y distraído con otra cosa a  la vez; cuando en vez de concluir el ofrecimiento, optó por decir otra cosa.

“¡Ay, Papacito, a ver si con ella te alcanza!, y ella a ver si no se  atraganta o se espanta cuando te vea el verdadero tamaño de esa cosota que tienes, Mi Vida!” –Aunque  casi mascullando entre dientes  toda aquella sarta de obscenidades que el atolondrado mesero fingió proferir en voz alta en dirección hacia aquel punto donde miraban sus ojos en esos momentos mientras realizando un femenino y muy delicado ademán con una de sus manos cubría parte de su propia persona llevando esta hacia el pecho al tiempo que como loro parlanchín o de feria  pareció que le hubieran dado más cuerda para de soltar de nuevo la boca con otra andanada de angustiosas y desmedidas sandeces cuando volvió a decirle.

“Ay bueno, y si  no ya no se aflija tanto por ella… Que ya  me supongo yo que no la trajo a aquí a que aprendiera a rezar  a su esposa… De seguro que ya ha de andar por ahí pasándola bien con alguno bailando o hasta sí está muy buena su esposa, en un descuido ya algún Chucho la ha de tener a la chula bien empinada o en cuatro dándole su buena ración de camotote enmielado, como el del Reni… Que ése si está bien narigón el santo  muchacho.

‑“¡Mírelo… allí está…!” .‑ Exclamó el joven y entusiasmado mesero, haciendo espacio para que se acercara Alejandro.  – Es el que está allá atrás dándole su arremangón a la nalgona esa de allá abajo.  Ahí  está, ¿ya ves?... Si te dije que estaba ocupado. ‑ 

Y modulando la voz en un manierismo que hasta el Gran Liberace hubiera podido llegar a copiarle de haberlo escuchado emplearlo pero que dadas las circunstancias que a Alejandro, ‑que en definitiva y en su estado de nervios no estaba para esa clase de juegos‑, sólo sonó entre chillantón y fingido por parte del grandilocuente y afeminado muchacho,  del que aparte de todo ya de éste también le estaba ya hartando la errática e inestable manera de dirigirse hacia su persona a veces llamándolo con propiedad y otras más con inadecuada cercanía en el hablar; así como luego lo hizo de nuevo utilizando aquel  modo.

“¡Ayy Dios , pero si mira  no más que cosa!... ¡¿Te imaginas que una así, o esa fuera tu esposa a la que andas buscando?!...”  Ve no más como la tiene a la loba…  La ha de tener toda empapada con tanto arrimón;  bien mojadita y escurriéndose en la tela de sus calzoncitos la muy güila, güilota… ‑  Acabó enfatizando el  morboso mesero.

 

*°**** 4 ****°*

 

(*1)  

♪♪♪ ‑Esto es ´pa que disfruten, pero sin acose; gente discreta saliendo del Closet… Esto es ´pa que gocen…♪♪♪ -

Por demás está aquí señalar el modo en que tras escuchar Alejandro todo aquel impúdico galimatías de corrosivas palabras e imágenes que sin mayor empacho el mesero soltaba una tras otra;  cuando de golpe y en cuanto ‑dudoso de lo que vería‑ se animó a mirar aquella soez escena que aparte de hacerle sentir cono si su mandíbula fuese a zafársele para ir a dar hasta el piso de la planta inferior por poco que apenas falto para hacer de las cuencas sus ojos desorbitados al momento primero en que sin serle necesario mas que un mínimo atisbo para en un simple  instante reconocer a la  mujer que entre los brazos de aquel que la tenía ya acorralada contra del muro de una columna mientras que tal y como el muy entaconado mesero del sitio que lo acompañaba se lo hubiera ya casi descrito lo que vería al asomarse él a mirar desde allá arriba; el que cortejaba a su esposa bailando y arrinconándola a ella para que sin que nadie de las personas que les quedaban a mano o cerca de ellos pareciera siquiera pensar en la posibilidad de querer atreverse a decir algo o interrumpirles en ninguna manera mientras el incontenible sujeto continuaba manoseándola y muy próximo a despacharse a placer y entera mansalva con los femeninos encantos que ella tenía para ofrecer a los hombres.  

–Cómo salida de un película o cuento de porno sobre esposas candentes e infieles, la escena era arrebatadora aun para Alejandro, el sorprendido marido de aquella criatura asediada… –

Salvo por la presencia del afeminado mesero; la música y todo el entorno que lo rodeaba al aturdido marido de Susana pareció detenerse en rededor suyo para por algunos instantes eternos solo quedar  cual pasmarote  observando  lo que a continuación pudiera ocurrir entre ella y aquel hombre que al parecer la tenía acorralada.    

Y así quedó entonces consumiéndose desde adentro hasta que sólo por confirmar éste otro sus suposiciones se animó a preguntar aquello que de manera cuasi evidente adivinó nada más al puro notar por la reacción del sorprendido marido.

‑ O yo me equivoco mucho, o me supongo ella es tu esposita a la que andabas buscando… ¿No es cierto?...  Digo; esa que está ahí…

–Sí es ella, esa es mi esposa…–  Casi nada más balbuceando contestó el abrumado marido dejando casi en el aire sus apagadas palabras sin saber que otra cosa añadir ante la abrumadora escena que se encontró

‑ Sí;  si ya sé…  Y   mira nada mas con quien anda..  Ese es el Reni… Al que querías  saludar o que te hallara a encontrarla.‑ En modo quizás ya más moderado pero sin darle apenas ni tiempo para reaccionar de otra manera, comentó el mesero ante el absorto marido que se quedó de una pieza cuando éste le acabó rematando:   ‑ ¡¿ Ves?!... Si allá andaba; ¡Tú  buscándola y aquél ya la encontró!

Ay no sí,  pero si ya vi porque  la andabas buscando… ¡Ay no sí, sí está bien mona y tiene un cuerpazo tu esposa… Ya vi!...  ¡Con razón te  la andan perreando! – Apuntó el locuaz mesero atenuando de pronto y ya en ese momento el nivel de carroña y desmedida procacidad de los comentarios que hacía, en cuanto notó el rostro desencajado del joven esposo que pareció acabar de desdibujarse todo completo cuando a primera vista descubrió lo que durante su ausencia andaba haciendo su esposa:

Caso que acentuándose incluso a  pasos agigantados en manera ya cuasi total y determinante para el marido  se agravó un poco más todo al momento que enseguida se vino cuando, con él imbuido dentro del marasmo en que se hallaba de pronto extraviado  Alejandro, en principio quizás no atinó o dudo en poder comprender las preguntas que –cual batería de un cuestionario–éste le hacía:

 ‑ “¿…Y qué o qué?, ¿ustedes a quien o quienes les deben, o qué?, ¿Quién los recomendó o porqué los mandaron a ustedes dos para acá?”...– Le oyó cuestionar aunque sin poder comprender  en verdad a  lo que se referían  aquellas preguntas.

–Palabras y preguntas dispares que palidecían  por completo ante el apremio obcecado  que se vino encima de él al ver a Susana apoyada de espala contra  el muro donde aquel hombre que la traía por entero y casi totalmente pegada hacia sí parecía manipularla a su antojo al tiempo que –a la vez que – meciéndose con ella delante de todo aquel que pudiera llegar a mirarles,  éste aprovechaba el vaivén de sus cuerpos para trastearla a mansalva a su esposa

¿Están ustedes pagándole un favor o  algo a alguien?, ¿o el capitán ese por qué los mandó con el Reni? ‑  Todo enredado Alejandro en dichos instantes ya tan confusos, dentro su estado mental parecía  no ser capaz de poder continuar procesando todas aquellas preguntas que sin alcanzar a entender a cabalidad dentro de su conciencia, se sucedían unas otras de la  persona del meserito que pareciendo simpatizar otro poco con él palmeó una vez más el hombro izquierdo de Alejandro al momento que ofreciéndole otra alternativa al trastornado marido de nueva cuenta la voz interesada le preguntó : ‑  ¿Si, es eso?,  ¿o eres de  esos a los que les gusta  mirar? … ‑

Insistió el joven mozo al lanzar aquella pregunta, sorprendido ante la inocente actitud del apesadumbrado Alejandro, al irse dando cuenta de que –al menos al parecer, – éste muy poco o de nada parecía estar enterado acerca de ése lugar y los turbios enjuagues que entre otras cosas y casos se daban allí.  –Casos que de manera muy principal con algunos de los socios menores y aquel hombre al que motejaban como “El Bebé” que bajo las apariencias no era más que un taimado sujeto del que se decía que ya andaba debiendo más de alguna que otra cuenta con su pasado, para lo que ahora tomando una  nueva oportunidad para rectificar al menos un poco el mal andado camino, usaba el amparo de la fachada de un negocio legal y tan cuasi normal como lo puede ser cualquier buen antro nocturno de moda como el de Su amigo, El Reni; a quien la mayor parte del tiempo servía como enlace y gestor ante las autoridades que con relativa frecuencia acudían al lugar bajo la supuesta intención de hacer valer las normas  establecidas por los reglamentos y realizar inspecciones periódicas de seguridad.     – Autoridades que de tan retorcidas que son, y salvo por la respectiva a la restricción del tabaco que es la única que al parecer se empeñan en hacer valer en  en algunos de los establecimientos de la  ciudad,  dada la buena reputación del lugar en verdad poco o muy nada llegan a revisar… –Incluido parte del historial del hombre que en alguna ocasión hubiera sido imputado por sospechas de lenocinio.

   Imputaciones de  las que aunque después terminara siendo absuelto por falta de pruebas acerca de estas, para más tarde luego  de aquel lío, al tener que buscar una cara nueva con la que lavarse al menos algunas de las desafortunadas partes oscuras de su pasado  e imputaciones incomodas que de alguna mancharan su imagen,  fue entonces que por medio de un conocido mutuo acabara “El Bebé” yendo a parar con el joven y ventajoso Renato; reservado y muy mujeriego empresario, al que aparte de los panties de las jóvenes damas y los buenos negocios que a veces hacía, le atraían las esposas de algunos socios y demás clientes del club.   Sito  donde los que acudían con relativa frecuencia sabían que apenas, - y así como para guardar un poco las apariencias y desviar la atención de los reflectores hacia otro lado que no fuera el de él, agazapado como cualquier Fring lo hiciera en aquella serie de televisión al permanecer  virtualmente de incognito y, o a lo mucho dando un bajo u anónimo perfil de su oscura persona y sus posibles vínculos  con otros negocios riesgosos que pudiera llegar a tener, entre los empleados pedía que se le conociera bajo el sobrenombre o apocopes de, el Don, Reni.      –Esto aunque en realidad era toda una hiena o chacal carroñero, si no casi, talvez tan marrullero como el amigo y Jefe de seguridad del lugar.

Carroñero y  muy mujeriego bribón ‑pese a sus aún menos de 35 años cumplidos …‑

Entonces sucedió algo que  sin haber presentido nunca antes nada similar a lo que se le vendría enseguida llegó acompañado de un súbito escalofrío que  lo recorrió por completo al sobrecogido marido al momento en que escuchando a su acompañante volver a replantearle la inquietante pregunta sus ojos casi se desorbitan al mirar lo que sucedía allá abajo al tiempo en que bastante pegado a su oreja izquierda éste le repetía :  ‑“¿Y a ti, te  gusta mirar, o qué?...” –¿Si vas a decirme? ‑

“¡¿…Eh?! – Ehrr, n-nn o –o… sé…” –Sorprendido ante su propia indefinición de respuesta, Alejandro se encontró a punto de poder contestar cuando por demás exaltado y lleno de dudas que se agolpaban dentro de él, sintió que su voz se quebraba. 

–“ Yh…yohooo”…‑ Rehilando empezó de nuevo a intentar responder. Pero era ya tarde ese momento. 

En un instante el mesero volteaba a mirar hacia otro lugar, de donde surgió una luz.

… ¡Espera!!!, ¡ Creo que me  llaman!... –  Como un chasquido ni esperar otro segundo por su respuesta aquel de la afeminada presencia se había ido dejándolo solo en la umbrosa penumbra de aquella área casi vacía del lugar.

*°***** 5 *****°*

(*1) 

♪♪♪ ‑  Cumbia ´pa que muevan, cumbia  ´pa que gocen…Movimiento dámelo que Tú ya  lo conoce…♪♪♪ -

Como un bucle repetitivo de aquella canción que parecía no poder terminar, allá arriba  se escuchaba también el cadencioso compas de la melodía que salvo por las sombras en las que al final había quedado solo, ahora eran lo único que acompañaba al marido que en vez de acudir al auxilio a rescatar a su esposa de los enardecidos e impúdicos arrimones que recibía ella a manos de aquél extraño al que ni conocía prefirió quedarse como un simple mirón para desde las alturas seguir observando lo que pudiera ocurrir entre ambos y, sin exponerse a ser descubierto por nadie poder  ver así el curso que pudieran ir tomando las cosas.  –O  eso pensaba él allá solo ‑.

°*°*°*°

Así, mientras que sin ella dejar de buscarlo con la mirada a su esposo para que de un momento a otro éste acabara rescatando la noche apareciendo al final de algún lado para salvarla del ultraje que estaba sufriendo a manos de aquel mañosísismo hombre al que aparte de no haber conocido en la vida de ningún otro lado antes, ni tan solo apenas minutos atrás en que sin siquiera conocer ni su nombre, aprovechando la  ausencia de aquel que ahora les espiaba desde   lo alto, había sacado a bailar para divertirse un poco con  ella en tanto que desde el supuesto nido de halcón en que el furtivo marido miraba el proceso de seducción que aquel hombre intentaba sobre su esposa, al tiempo que con ella allá abajo, sin dejar de mecerse al cadencioso ritmo de la canción con pasmosa e inusual pesadez, por algunos momentos a Susanita le pareció estar viviendo algo inusitado y extraño entre ella y aquel sujeto de pronto pareció contentarse con  permanecer parado delante de ella sin que en realidad limitarse a un mero bailar mas que flexionando sus piernas para entretenerse el mañoso arrimándole con mayor firmeza el bulto formado dentro de su pantalón.

 Y así, frotándose contra la tela del vestidito de Susy; que con tanto arrimón que éste le daba, desde que había comenzado a sobajarla con el notorio tamaño de su erección en un evidente vaivén que, un poco intentando seguir acompañando sus cada vez ardorosas y descaradas acometidas hacia adelante y arriba, en modo tal que aparte de aguijonear contra el bajo vientre y  área cercana al pubis de ella éste con enjundia mayor, luego le paseaba en la zona aquel prodigioso fardo con forma de excitada y recia bala de carne viva y vibrante en tan pertinaz modo que pronto aparte de ardores comenzaron a causar algunos otros indeseables estragos en la atolondrada mujer quien sin bien a bien percatarse ya de todo o mucho de lo que aparte de su alrededor, le sucedía ya casi tampoco a su coqueto y de por sí mismo insinuante ceñido y bastante corto vestido ante tal acoso del que estaba siendo sujeto, hasta que apartándose de ella el divertido hombre apenas  lo suficiente para  mirar hacia abajo, ella  lo vio sonreír ante su vista.

Así de tal modo fue que hasta ese momento en siguiendo con sus pupilas el rastro de la  mirada de él fue a darse ella apenas cuenta de lo que con tanto magreo de su retaguardia y aquella encubierta lanza de carne escondida bajo del pantalón del atrevido sujeto no había alcanzado a notar, ni dádose idea plena de lo que sucedía a su vestido cuando a aquellos arrimones, y a estos siguieron otros en contra de ella y éste en modo tal que al continuar el muy marrullero individuo restregándose sobre aquella región de la reticente mujer, partiendo con rumbo hacia arriba para luego apoyándose esta con gran desvergüenza sobre el área de las dos capas de tela que cubría el pubis de ella paseársela por encima, hasta que con su tremendo bultazo de hombre, consiguió alzarle el cortísimo dobladillo  del vestidito que hasta  momentos antes le cubriera a Susana el diminuto triangulito de tela del frente de su pantaletita que aunque  mas  bien apenas alcanzo a imaginar que ella había llegado a mirar, en aquel trance era cierto que ya se veían asomándose un poco a la vista de todo curioso e impertinente que andando allí cerca quisiera dedicar una  mirada al morboso espectáculo que ella protagonizaba.

‑“¡…De veras que, que rica estás, Mi Nalguita!” ‑  Le soltó  él soez contra ella .

‑Me gusta cómo te sientes y que sepas quien es tu Papi, Nalguita‑Continuó avasallándola también con palabras y  no solo fricciones de cuerpo a cuerpo en contra de ella.

‑“Mi esposo…”‑  Luchó ella por oponer al menos algo de resistencia y no sucumbir.

…”Shhshh, Shhshh” … Tu esposo no está aquí, Nalguita…‑ Retrucó él enseguida vulnerando cualquier otra capacidad  de reacción o salida por parte de ella, llamándola de tal forma tan por completo cargada de misógino morbo.    –Pero se vino aún peor…–

“… ¡¿¡O que!?!, ¡¿quieres que lo llame para que vea como te fajo primero un poquito, y luego te arrancó los tirantes de este vestidito tan mono que traes puesto; te saco esas dos leches grandotas y aquí delante  de todos me pongo a mamarte las tetas hasta que te vengas o te escurra algo  de leche..,?!” –  Soltó el impúdico insulto en contra de la aturdida  mujer.

…¡No!, ¡por favor no! Aquí no.  ¡Por favor no!  …No, delante de todos no. ¡Aquí no!...‑ Con una especie de apagado sollozo reveló la perdida Susana que los cada vez más bajos e intensos ataques verbales con los que aquel atrevido acompañaba los incisivos manoseos y lúbricas  manipulaciones hacia su persona, a querer o no de ella habían alcanzado a debilitar y trastocar  en forma tal la consciencia de ella que al oír aquellas fuertes palabras que él profería al referirse a tan llamativa área de su anatomía femenina, había causado el efecto de hacerla caer en plena cuenta del obsequioso tamaño de estas.   –Aquel par de fascinantes pechos de señora casada, elegante y habitualmente decente, a los que en la ofuscada cabeza de ella el muy barbaján ese, había afrentado una  vez  más llamándolos “lechotas grandotas” –  

 * Esa  vez al tener que agacharse sobre los altos tacones para recoger las cosas que habían ido a dar hasta  el suelo de tierra...*

Caso que como desde la escuela secundaria a menudo le sucedía respecto a la propia presencia del cuerpo tanto en lo referente a su invitante trasero, como apenas meses luego de entrar a estudiar ya la preparatoria también llegara a afectarle de formas a veces extrañas en situaciones en las que sin ella pedirlo o buscar llamar la atención en ninguna manera, le había ocurrido que al ir caminando sola en la calle, fuese ella la ocasión en que debido a sus esplendidas formas de mujer y hembra ya lista –y por lo demás‑, receptiva y apta para procrear; tanto cómo el delicioso tamaño de los sobresalientes atributos de su anatomía a la que no siéndole fácil ya poder ocultar de la vista de las personas todos aquellos encantos, por lo llamativo del basto tamaño de estos, en una ocasión le ocurriera el desafortunado incidente que inocentemente queriéndose sentir aún más femenina y encantadora de lo que sin dudas a sus menos de dieciséis de por si ya era ella, en aquella ocasión en la que luego de salir del colegio, y decidida a volver a casa luciendo sus primeros tacones de perfil extra alto, mientras caminaba por una de aquellas calles por las que a diario pasaba, esa tarde al pasar por una obra en remodelación de un edificio de apartamentos, fue sito donde –a pesar de haber caminado por aquella acera cercana a su domicilio ya cientos de veces ‑por alguna extraña razón que la hizo trastabillar y soltar algunas  de las cositas que trayendo en las manos fueron a dar hacia el suelo entre algunos escombros del material que allí se encontraba regado por toda el área cercana a la remodelación‑,  por lo que aunque sin culpa de ella, esa vez al no tener ella  mas otro remedio que aun montada sobre los altos tacones agacharse a recoger las cosas que habían ido a dar hasta el suelo de tierra incluso más baja que aquel que sobre el que ella misma  pisaba; tan sólo para en un momento dado en que al hacer esto acabar dándose cuenta de la postura en que entonces se hallaba cuando de pronto se sintió inmediata e irremediablemente asediada por las pesadas miradas y silbidos de algunos de los hombres que allí laboraban; y así como ahora –esa mismísima noche le sucedía con éste individuo–, alguno de aquellos majaderos, en vez de ayudarla a salir del apuro, al ver a la uniformada y joven muchacha empinada sobre las cosas que ahora debería recoger para proseguir su camino, en tal suerte de predicamento, optó por divertirse y hacer burla de ella al hacer un atroz y patético comentario de vileza tal que a sus oídos llegó entonces aquello que  sobremanera la apenó y rebasó por completo.  Quedando grabado de manera por completo retorcida y perversa dentro de su consciencia el momento en que sin dirigirse precisamente hacia ella sino a algún compañero de obra, un albañil le dijo a su par :  ‑¡¡¡ Mira que Ricas Leches se carga esa nalguita !!!...  ¡¡¡Con esas dos y esta que tengo aquí bien cargada y llena de mecos si me hago una buena malteada…!!!”

Palabras procaces y de naturaleza tan baja y soez, que aún bajo la circunstancia  de apremio que  le causaba el sentirse observada por aquel incontable grupo de furtivas miradas que sintió sobre sí en tales momentos, fue que en primera o segunda instancia, y tomándola por sorpresa las mismas no alcanzó a comprender Susana que también iban dirigidas a su persona sino hasta que apurándose lo más que pudo sobre sus tacones de estreno se dio verdadera cuenta de la situación cuando para su mayor desconcierto desde algún lugar que no alcanzó a divisar dentro del edificio surgió una segunda voz que escupió :  ‑ ¡Ay sí , no mames Buey!,  ¡Si ahí, con esas hasta nos acabamos de criar todos aquí!… ¿No?...¨‑  

Recordaba en ese momento la abochornada Susana de ahora, como ese día repuso el otro pelado albañil hacia el otro tras soltar una carcajada grotesca que alcanzó a la apenada chicuela,  sellando el misógino y por demás cerril comentario cuando como sin pudor alguno  y la educada puberta de uniforme escolar; blanco de sus descarriadas lujurias no se hallase presente en el sitio mas que como una suerte de objeto sobre el cual descargar aquella carretonada de bajezas de tremenda imágenes y situaciones emanadas de la silvestre boca de aquel que sin dudas  hasta esa noche ganó a cualquier otra primitiva y vulgar expresión, el muy lamentable y pedestre individuo acabó de completar en contra de ella diciéndole a voz en cuello antes de que Susanita pudiese haber terminado de recuperar las cosas que llevaba consigo, y  no oírlo diciendo:

  ¡¡¡ Yo creo que hasta el pinche Arqui que ya ves que quedó bien enano el cabrón, y de seguro le faltó su lechita, de seguro le entraba con esa vaquita, así como para acabar de crecer ese Buey”…  “Si se ve que le han de quedar justo a la altura de la jetota de ese pinche chaparro… ¿¡Qué no?!...”

‑“Pos si no, y si se nos pasa un poco de altura mi Arqui, nosotros se las subimos a la morrita pa que él se le pegue como becerrito y pueda tomar así toda la lechita que se ande esa cargando allí arriba esa chiquita! “…

“¡Sí!... ¡ estas chiquita pero se ve que ya la aguantas toda completa Mamita Bonita:::!”  

Todo para acabar con un puerco y aun más vil comentario que la apurada Susana ya bien enderezada y recuperando el completo equilibrio sobre su eje bipedestación y aquellos tacones  todavía  medio alcanzó a escuchar la frase que más salpicó y la asustó para quedarse después  guardado en su mente ya para siempre cuando desde la fría construcción emergió de nuevo aquella siniestra voz diciendo en contra de ella…‑ ¡”No , que Bonita ni que madres”! “Si esa hasta de veras que parecía vaquita lechera; así  empinadita como estaba  acomodadita aquí mero  frente de mí…”   “¡Ira así!”; “lista  para acomodarme ahí no mas “ai”debajito de la cabrona; masajearle las ubres para luego ordeñarla bien chido jalándoselas, y luego apachurrándoselas ´pa calentárselas acá bien sabroso y luego pellizcarle sus pezones ´pa sacarle toda su lechita bien tibia y sabrosa”… “Yo ya se  lo he hecho alguna otra vaquita así como esta  cabrona nalgona  y hasta a borbotones  le salían y escurrían de  las tetas a esa otra y me caían en la boca…”   .. “La hubieras visto güey…. Neta que te juro por esta que no se acababa  la leche !” ‑  

‑“ ¡¡¡ Son ustedes un par de cochinos vulgares pelados !!!” ‑     Fue lo único que dirigiendo su nerviosa voz de colegiala asustada hacía un punto incierto ubicado entre las penumbras del edificio, la joven y voluptuosa Susana intentó oponer en defensa contra la villanía verbal del ataque de aquella dupla de abusivos y barbajanes…

‑Pero aunque nada más ocurrió esa tarde, el mal ya había sido causado.‑

Quedando de modo tal grabado en el subconsciente de Suzy, junto con la estridencia de aquellas voces y risotadas emitidas por el par de individuos, el recuerdo casi palpable de tan agrios e impactantes momentos, que pese haber tenido lugar alrededor de tres lustros atrás, desde entonces surgir y asaltarla en formas a veces inesperadas como en la que aún dentro del apuro que estaba viviendo en esos instantes, le pareciera rememorar aquello que casi repitiéndose de la ponzoñosa y artera expresión o anterior, para que alcanzara a escucharle corregir y aumentar el grotesco uso de aquellas palabras que terminaron surgiendo de la viperina boca de uno de los ruines y malignos sujetos.

  ‑“¡Sí!... ¡ estas chiquita pero se ve que ya la aguantas y te la comes  toda completa con esa boquita.  Mamita Bonita:::!”  

°*°*°*°

 °*°*°*°

¡No, como cree! … Por favor…  ¡Mi marido…!‑   Volviendo al presente, la debilidad  de Susana aumentaba a pasos agigantados mientras en vano aun trataba de encontrar con la vista a su esposo saliendo de algún sitio.   –Necesitaba ella que alguien viniera a poner orden y detener todo esto.‑

Lo necesitaba porque al parecer ella ya casi no podía detenerlo.

 

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