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miércoles, 24 de diciembre de 2014

Amor y Lujo Parte 5 ( Intro y Cap 1 )


Con mi eterno agradecimiento y reconocimiento para José, “El implacable y feroz escrutador de palabras”; sin cuya colaboración y geniales aportes, este nuevo proyecto quizá, se encontraría aun en estado embrionario, vaya este relato a la memoria de Don Alberto, mi suegrito de siempre.

In Memoriam    AFA 27 Jun 1935- 21 Dic 2014

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Amor y Lujo©
Parte 5  Introducción                    ( El 59, o poco más del 55 por ciento )
Ludo Mentis

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Según datos que recientemente leía acerca del aumento reportado por la infidelidad femenina en tiempos recientes, que inusitadamente ha ido a la alza de unos cuantos años a acá; hasta que ahora más del 59 por ciento de las mujeres con relaciones estables, ya sea de noviazgo, comprometidas para matrimonio próximo, casadas o hasta casadas y con hijos, entre las que se incluye a la mía, han confesado que si bien no todas han llevado hasta las últimas consecuencias alguna aventura que ocultan de sus parejas, sí al menos, reconocen, que durante el intercurso sexual habitualmente suelen imaginar que se entregan a algún otro hombre distinto al que se encuentran enlazadas emocionalmente.   En tanto que, por 7 puntos más del 55 por ciento del universo femenino de mi país, admitió haber engañado a su pareja al menos en alguna ocasión; según datos arrojados por las entrevistadas, un 5 por ciento confesó hacerlo de manera habitual o frecuente, reincidiendo constantemente en el adulterio o engaño en contra de sus parejas.

Si bien dicha encuesta menciona que las entrevistadas esgrimieron la decepción, venganza e insatisfacción como causa principal de los ilícitos lances amorosos en los que se enredan con otros hombres fuera de sus matrimonios, y que a la mayoría de éstas, el remordimiento suele aquejarlas hasta que finalmente terminan por confesarlo a sus parejas. El estudio no sugiere o menciona la actitud que los afectados adoptan al tomar consciencia plena de las infidelidades, ni mucho menos cuando, como he mencionado anteriormente, ésta se da manera reiterativa y no como mero acto de una sola ocasión.

El asunto por el que hago esta breve pausa para exponer lo anterior, se debe a que para el momento en que por fin cayó dicho artículo entre mis manos, ya muchas cosas habían pasado en nuestras vidas; no obstante, al leerlo de alguna manera obtuve el alivio del tonto que al menos  se consuela de saber que a otros también les ocurre el mal que a él mismo le aqueja, y aunque con ello no encuentre la cura del mal, por lo menos le hace sentir un poco más comprendido y no el único ser del planeta que sin saber cómo resolver la medida de su drama, moralmente se va consumiendo de a poco ante la tremenda ignominia que resulta al saber que algo para lo que desde temprana edad se le ha preparado a no tolerar, súbita y contrariamente a lo que esperaba sería su propia reacción, como ha sido mi caso, ha comenzado no sólo a  serle admisible si no hasta incluso, llegar a resultarle extrañamente placentero por alguna de las retorcidas razones que su subconsciente sólo comprende.



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Amor y Lujo©
Parte 5 Capitulo 1                                     ( La Gente Rumora )
Ludo Mentis

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Habían transcurrido apenas unos meses luego de que mi Esposa de pronto de ser una intachable mujer digna de todo respeto tanto en el trabajo, como la familia y el vecindario, hubiera brincado a convertirse en la amante del  hombre que aparte de ser no sólo su jefe, a la postre se convertiría en el Esposo de su madre.  Muchas cosas habían sucedido en un periodo tan corto de tiempo.


En el trabajo se había convertido en la noviecita del jefe que incluso a instancias de éste para ayudar a solucionar el problema laboral en que me encontraba había salido con él y mi jefe a una noche de juerga en la que todo ocurrió también entre ella y el hombre del que dependía mi negocio; con la familia -supongo Yo- que alguien aparte de mí y de su nuevo pariente, bien podría haberse enterado ya de lo que sucedía; mientras que con los vecinos, tal como ya lo conté, de durante algún tiempo, de pronto se convirtió en algo habitual que ella pasara a visitar al par de muchachos que habitaban la casa de al lado mientras que Yo, procurando que nuestros hijos no se dieran cuenta de lo que ocurría entre los jovencitos con los que ellos jugaban por las tardes, luego de que los niños ya se hubieran ido a la cama a dormir, su madre lo hacía buena parte de la noche metida entre las sabanas del que deseara entretenerse con ella cuando, las diversas ocupaciones del par de jóvenes atletas no los tuvieran alejados de la ciudad.

Prefiriendo mantener cierta decencia o decoro respecto a las distintas posturas en las que la vida nos había situado poco habíamos hablado ella y Yo acerca del súbito cambio que de pronto había sucedido después de aquella noche en la que Yo mismo la había visto en aquel burdel de altos vuelos siendo ofrecida, usada y abusada como un simple juguete sexual por Eduardo y aquel otro baboso que -sin más- se había aprovechado de mi situación para beneficiarse de la desgracia que yo estaba pasando aun antes de que el par de jóvenes promesas deportivas de nuestro país también probaran suerte con ella cuando se mudaron por algún tiempo a la privada en la que vivimos, o el mismísimo señor que sin poner límites a sus aberrantes lujurias de hombre mayor había venido a poseerla delante de mí una noche en la que los niños no estaban mientras yo haciéndome como el que no estaba o marido que no se enteraba de nada; y agazapado  entre las sombras de nuestra casa mientras la arrebatada escena ocurría, paso a paso observaba  como había sucedido toda la entrega.

Si bien ya no tanto en mi propia imagen o autoestima de macho dominante al que le resultaría siquiera inadmisible considerar la posibilidad de tolerar para sí una circunstancia como la mía, en la que había aprendido a lidiar con los celos y la ansiedad que produce ya no saberse único en el derecho y consciencia de haber estado con ella, al menos en lo económico después de haber consentido que ella estuviera con el jovencito del que dependía la prestación de mis servicios dentro de la embotelladora y algunas de sus filiales, parecía ya haber comenzado a aliviarse un poco, y no obstante aun no tenía el mismo nivel de ingresos, la promesa de una nueva licitación tras de la que sería re instalado en la matriz arrojaba una nueva luz a esa porción de nuestras vidas.

A instancias de Eduardo que después de aquella escena ocurrida en mi casa lo había hablado con el intemperante muchachito ése había conseguido que en una de las filiales aceptaran que me presentara a realizar un proyecto de mejoramiento de sus instalaciones, decidimos que, siendo que Eduardo no tenía ningún compromiso para el que requiriera la presencia de Patricia como su acompañante, aprovecharíamos la ocasión para relajarnos un poco de las tensiones y tomando unos días del fin de semana largo que se avecinaba, iríamos en plan familiar hasta el destino turístico cerca del cual se encontraba la Planta que revisaría.  Así tal vez, si todo salía como lo tenía previsto, yéndonos en la camioneta de mi mujer, podría Yo pasar el jueves o viernes a conocer las instalaciones para hacer algunos cuantos cálculos mentales y darme una idea más clara de lo que se necesitaba presupuestar y nos quedarían al menos dos o tres días más para pasear y despejar un poco la mente de todo lo que había sucedido.

No sé, quizás también pensé que hallándonos lejos de todas las difíciles circunstancias que habíamos tenido que encarar, pudiéramos aprovechar para hablar un poco sobre toda la situación que, aunque lo dijéramos o no, pese a que intentábamos aparentar que no era necesario se comentara mucho al respecto, bien sabía Yo que a ambos nos incomodaba tanto como el sentido de culpabilidad había derivado en un bastante tácito y subrepticio nuevo estado de nuestro acuerdo matrimonial.  Que mi mujer aceptara las insinuaciones o ya francas invitaciones que otros hombres le habían hecho para llevarla a la cama, había generado un cambio profundo en nuestra relación y la actitud general de Patricia.

Durante años de bonanza las cosas habían sido diferentes en nuestras vidas, ella había sido el ama de hogar ideal al cuidado de nuestros dos hijos; habíamos viajado por muchos lugares de nuestro país y el extranjero, yo había costeado nuestra vida de lujos y mimos, hasta que hacía apenas unos cuantos meses atrás todo había cambiado; por un lado, Yo perdiendo mi lugar preponderante en la casa primero había tenido que aceptar que ella volviera a trabajar, luego al quedarme momentáneamente sin recursos económicos, tolerado que ella aceptara dinero del hombre con el que su madre se casaría, para enseguida poco después enterarme de que por mal visto y reprobable que esto fuera junto con el dinero y supuestas ayudas que habíamos recibido por parte de él, llevaba aparejada la aceptación de mi nueva condición de marido que dada la magnitud de la desventaja ante la que me encontraba, de pronto había visto caer mi imagen de hombre dominante y seguro de su posición ante los demás y su propia mujer, cediéndole espacios a otros que, como ocurrió con Eduardo, otros tantos vinieron a aprovecharse del momento para seducir a mi Esposa, y antes de que me diera bien a bien cuenta del cómo era que todo aquello hubiera ocurrido, entre otras cosas había tenido que aprender a tolerar que ella estuviera saliendo con otros o verla arreglarse especialmente para salir con alguno de ellos y aceptar toda clase de regalos e invitaciones que a menudo le hacían aun sabiendo que estaba casada conmigo.

Al aceptar ella todas aquellas atenciones por parte de sus galanes de pacotilla y demás tipos que sin importarles su condición de señora casada y madre de dos, para otros, se convertía simplemente en un número más dentro de las encuestas que ahora ubican a las mujeres latinas como unas de las más infieles, pero no para mí que siendo ella mi Esposa no es solamente un punto más del porcentaje sino la mujer especial en la que todo se añora, atesora y anota.  En la que sin importar lo que ella sea, quizá uno mismo buscó excusarlo; o al menos, darle un distinto cariz que fuese más allá de lo estadístico que simplemente marca, que al ser ya en estos tiempos las mujeres mucho más autosuficientes económicamente, buscan la igualdad de condiciones y oportunidades, incluyendo la variedad sexual y multiplicidad de compañeros que antes -por no ser mal vistas- se negaban a sí mismas.  Mientras que cada vez, son o somos más los hombres como Yo o parecidos a mí, los que aceptan verse envueltos en semejante tipo de situaciones sin poner alto.

Durante los meses en los que esto había comenzado a tomar forma, a querer o no que Yo hubiera tomado parte de su nueva actitud de mujer, por decirlo de alguna manera, más “desenvuelta y consciente del efecto que su cuerpo causa en los hombres”, la confianza en sí misma había crecido rápidamente hasta transformarla meridianamente, de una simple y conservadora Esposa, madre de dos, y convertirla en una señora joven, imán de las más diversas atracciones, principalmente carnales.  Empero, la diferencia que mayormente, de acuerdo a lo que he leído respecto del tema, he encontrado entre mi Patricia y las demás mujeres, trata al bajo perfil que casi todas ellas tienen o sostienen ante sus maridos y conocidos acerca de sus aventuras, pese a lo súbito del cambio que nosotros hemos experimentado al haberme enterado de todo, por alguna extraña cuestión me parece haber procrastinado, pretendiendo hablar lo menos que se pudiera del asunto y evitar de esa manera tener que aclarar o entrar en debates en los que no tenía ni tengo aún muy clara cual es mi postura, aunque sí mi situación; pero sabiendo que por mas que esto se postergase, en algún momento tendría que ser hablado. Pensé que tal vez, aprovechar la neutralidad que daría transitar por la carretera o la estancia en el hotel durante el viaje, sería la mejor ocasión para aclarar, -sin tantas presiones- algunas posturas o aspectos de nuestra relación que no solamente sería bueno ya que precisáramos entre los dos, sino urgente.
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En esta ocasión veníamos en otro plan; con los niños, a despejarnos y divertirnos como una familia.  No estarían ni su madre, ni Eduardo ni ningún otro de los hombres que a mi parecer, intervenían en nuestra relación.  No obstante, en casa las cosas parecieran ahora tan cambiadas como ella, suponía Yo que principalmente todo estaba en nuestras cabezas, y salvo por aquellos muchachos que habían estado con mi mujer, en el fondo no creía Yo, o al menos quería pensar para mí, que para el resto de los vecinos que nos conocían así tanto como algunos de los conocidos con los que ella trabajaba en la oficina de aquel hombre, poco podrían realmente saber o intuir acerca de las aventuras que había estado teniendo mi Esposa con los hombres con los que salía; supongo que, de haberse imaginado ella que alguien fuera de los que habíamos intervenido  o presenciado algunas de sus escapadas hubiese podido imaginar siquiera, que aquella mujer con la que me hallaba casado desde cerca de diez años, y la asumían como bien portada, honorable y decente, de un tiempo a la fecha se había convertido en algo no más que el juguete sexual de su propio padrastro y cosa segura para un par de hombres más, aparte de los avispados jovencitos de al lado, seguramente se habría muerto de vergüenza.  Pero así era ya en ese momento; aquella  linda mujer de cabello rojizo, ligeramente claro, por el que le llamaban “güera” o “güerita”, saliéndose del convencionalismo del matrimonio, en menos de un mes se había entregado a ese sujeto con el que estaba casada su madre, y antes de tres meses después, había ya duplicado la cantidad de hombres con los que había estado en la cama aparte de mí.

A pesar que he mencionado que realmente no habíamos hablado o fijado posturas concretas respecto a nuestro matrimonio, ni antes de aquella ocasión en la que ya habiéndola visto vestirse para salir a la calle me dijo que lo hacía para que Eduardo la viera vestida como a él le gustaba que fuera al trabajo, o después cuando en aquella noche en la que la acompañé a aquel lupanar la había visto siendo tomada por los dos hombres que sobre los que ahora descansaba buena parte de nuestra tranquilidad, al menos hasta esos días había sido claro que delante de los pequeños ella procuraba que no ocurriese alguna escena a la que no hubiera lugar.  Y así, habiendo permanecido el balance de nuestra relación entre su nueva personalidad y mi tácita aceptación, definía que no hiciera falta aclarar aspecto sobre tal punto.

Continuamos el trayecto tranquilizando cada hora a los niños hasta que casi al llegar a la desviación de la autopista que tendría que tomar para llegar hasta el boulevard de la zona hotelera sobre el que entre otros, también con todos los lujos y estrellas, se ubicaba el hotel donde Patricia había reservado hospedaje, justo al lado las playas de arena dorada que disfrutarían los pequeños sin siquiera tener que cruzar la avenida; al detenerme a cargar un poco de combustible me percaté de que la Planta a la que tendría Yo que acudir para hacer la revisión ocular de las instalaciones en las que se trabajaría, se encontraba en un pequeño poblado situado a la orilla del mar que en realidad no estaba lejos del sitio donde nos hallábamos; por lo que, notando que dada la hora que señalaban las manecillas de mi reloj, bien podría robar algunos minutos al día de mañana, si en vez de dirigirme al hotel, giraba hacia el lado contrario y aprovechaba para pasar a presentarme y realizar mis primera revisión.

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…¿Y qué se supone que podamos ver en este pueblito o la playa a esta hora?. ‑  Sin que pareciera tan profunda su queja, a Patricia le molestó lo imprevisto de mi decisión, cuando después de maniobrar con el volante por encima de algunos baches que había al lado de la carretera, enfilé su camioneta hacia el letrero de colores rojos y blancos que mis suposiciones indicaban, sería donde –seguramente- se hallaba el inmueble al que debía dirigirme.

…Mira: ¿Por qué no, si quieres vas Tú con los niños a ver que hay por aquí o en la playa mientras veo quién está encargado de esto y doy un vistazo?...  Les prometo que no tardo. ‑  Después de sortear otros cuantos baches y algunos charcos que se hallaban en el camino que conducía hacia el enorme letrero que anunciaba el principal producto que vendía la compañía en la región, pregunté a mi Esposa al ir deteniéndome frente al enorme portón metálico pintado con los mismos colores del refresco, volteé a verla para insistir que no se aburriera esperándome en el sitio con los niños mientras Yo iniciaba lo que había venido a hacer al lugar.

‑Sí, pero es que, Yo esperaba llegar primero al hotel para cambiarme, los niños ni siquiera traen puestos sus bañadores.‑  Mostró nuevamente su ligero descontento volteando a mirarse los desnudos muslos  que mórbidos descansaban sobre el mullido asiento.

‑ Sólo serán unos minutos, lo prometo… Así estás bien, toda de blanco con ese shortcito que te compraste para… eh…     Pretendía convencerla de que no tardaría; ni hacía falta que se cambiaran-  cuando de pronto, no obstante que quizás no lo hubiera ella notado, al sentir que se me hubiese hecho un nudo en la garganta al mencionar la finalidad del pantaloncillo, tartamudeé súbitamente antes de quedarme callado, al venirme como a centella que hubiera estallado por completo dentro de mi cabeza, al caer en cuenta que, aún a pesar de que no era precisamente que lo hubiera usado para mí o para estar conmigo durante este viaje o siquiera comprado ella como Yo iba a decirle, aquella prenda era la que le había regalado uno de nuestros vecinos.  Por lo que en cuanto me recuperé, rápidamente quise salvar la situación recomponiendo:

   ¿O para qué quieres cambiarte si así te ves  bien?... ‑  ¿O quién supones Tú que te va a ver si aquí no está ni E…‑  Iba a salir aún mucho peor mi intento de no ocasionar un problema o se sintiera cuestionada por mí como habíamos quedado, cuando descubrí que estaba a punto de decirle que no la vería ni Eduardo ni alguno de los otros con los que ya había estado.

‑Daniel…  Por favor no empieces otra vez con lo mismo. ‑   Me recriminaba atenta de que los niños no percibieran el motivo de los recíprocos reclamos cuando alguien nos interrumpió

‑¿A quién vienen a ver?...  ¿ Es usted quien viene a ver lo de las instalaciones?... ¿Quiere pasar?‑

Un moreno de la localidad, vestido con uniforme reluciente se había acercado hacia mi ventanilla para ofrecerme pasar con todo y vehículo.

‑Eh ehr… N n-o… No sé.‑  Indeciso titubeé queriendo dar tiempo a que Patricia se decidiera mientras el lugareño abría la puerta para que pasáramos.

‑¿Sabe usted si está el Señor Ramón Gómez?...   No me esperaba hoy, sino hasta mañana… Yo soy Daniel de la O.‑   Le expliqué antes de decidirme a avanzar.

…Dígales que pasen.   Acuérdense que no pueden tener esa puerta abierta más que para cuando entren o salgan los camiones.    Desde el otro lado del enorme portón se escuchó la ronca voz de tono severo que aproximándose, llamaba la atención del encargado.

‑Yo soy Ramón…   El nuevo Gerente a quien Lanzagorta encargó cuidar la plaza.    Se presentó a sí mismo con aire de pocos modales y diplomacia un hombre bastante joven que por mucho rondaba los 25 años a lo sumo, y con todo el color de costeño, curtido por años de sol que sumándose al profundo tono de su piel, el negro característico de la Tercera Raíz de nuestro gente, daba un matiz subido hacia el negro rojizo; aunándose a su fornida figura con brazos completamente marcados por los músculos y el corte castrense del cabello ensortijado del fenotipo negroide , lo hacían parecer más que el empleado de una compañía, el lugarteniente de la zona militar, encargado de vigilar e imponer el orden en el lugar.

Ahh… Sí, Yo soy Daniel.   Acordamos que vendría a evaluar las instalaciones para presupuestar algunos cambios que quieren hacer…  Ésta es mi Esposa Marta Patricia; y ellos mis hijos Jorge y Daniel… ‑  Presenté a la familia

‑Ah; hola… ¿A-a ustedes como les va allá atrás?... En un instante les traigo una soda, veo que tienen los labios secos. Saludó primero a los niños que de inmediato sonrieron asintiendo con la cabeza, antes de dirigirse a mi Esposa de manera un tanto curiosa:    ‑Buh –eh- enas tardes Mar… Señora Patricia…  ¿Cómo está señora?... ¿También desea una soda?  ¿Listos para irse a la playa con su mamá?‑    Me pareció extraña la manera que usó para saludar a mi Esposa antes de volver a hablarle a los niños mientras Yo comenzaba a mover la camioneta para permitir que sus subordinados cerraran la puerta como él había indicado que hicieran.

Ya una vez adentro del estacionamiento, en tanto que él se acercaba hacia nosotros, me apresuré a apearme para saludarlo de forma más correcta y proceder a preguntarle si tendría algún inconveniente en que mi Esposa usara algún sitio donde pudiera cambiar a los niños para llevarlos a conocer la playa y ella viera que más encontraba.

‑Sí, claro…  ¿Pueden usar el baño de mi oficina, aunque no recomiendo ir a la playa y menos la señora Patricia sola con ellos entre semana…   A veces entre semana está muy vacío, la gente no llega sino hasta mañana o el sábado. ‑   Debo de confesar que me alarmó bastante con la advertencia que hizo.

‑¿Qué?... ¿Es muy peligroso por aquí?... Pensábamos ir a la playa…  Y ya sabe…  Que se pusieran sus trajes de baño…  nadar un poco y comer algo antes de ir al hotel.‑  Interpuse queriendo parecer amistoso pero atento a las indicaciones.

‑No bueno; no…  Si sale mucho en las noticias que ahora este lugar es peligroso pero depende más bien del sitio al que vaya o con quien ande; no pasa nada si sabe uno adónde no debe acercarse.    Con hosquedad contestó al tiempo en que estrechaba la mano que le tendí para concretar el protocolo.

‑No, pues ya siendo así creo que será mejor que si a usted no le molesta, mejor vea lo que vine a ver, tome algunas fotos seguramente tienen ya preparado un archivo con croquis y medidas. Aseguro no entretenerlo. ‑    Sugerí no queriendo parecerle impertinente.

‑ No.  Por mí no se apure que para eso estoy aquí a cargo de todo, si quiere puedo mandar a alguno de los muchachos con la señora para que los acompañe; igual si quieren ir al mercadito o para que la lleve a su hotel mientras revisamos las instalaciones.‑  Ya en tono más amigable aunque no por ello menos formal se ofreció a ayudarnos, cuando sin haberlo supuesto vi que se abría una de las portezuelas traseras seguida de la de Patricia que se apresuró a llamar la atención del pequeño David.

 ‑¡David!...  No…  ¿A dónde crees que vas?... ¡sube a la camioneta y cierra la puerta!... ¿Por qué te bajas sin permiso?...  Aquí es peligroso…    Le recriminaba seriamente al más pequeño de nuestros menores.

‑Mira…  el señor se va a enojar y te va a regañar a ti o a papá para decirle que aquí no puede haber niños… ¿Verdad Don Ramón?‑    No pudiendo haber usado un apelativo que dada la edad del muchacho pudiese haberme parecido menos apropiado para referirse hacia, entendí que lo que intentaba era espantar al pequeño David, cuando habiendo pasado ella ya por el frente del capot lo vio titubear y quedársele viendo al hombretón que siguiendo un poco el juego a mi Esposa se le quedó mirando a mi niño.

‑¿Ya ves?...  Ya se enojó porque te quieres ir sin pedirle permiso. ¿Verdad Don Ramón?...‑   Terminó de espantarlo cuando por fin se extendió para tomarlo de la mano y volver a hacerlo subir a su asiento.

‑No, no me enojo; pero si es peligroso, circulan montacargas con tarimas pesadas y bultos voluminosos.  Mejor hazle caso a tu mami morrito… Aquí mismo les traeré la soda, en este preciso momento; alzó el brazo y chasqueo los dedos de la mano izquierda al tiempo que grito: Silvano, tráeme cuatro bien frías.

Por fin miré sonreír al moreno al dirigirse a mi hijo mientras Patricia giraba su cuerpo para volver a subirlo y acomodarlo, volviéndose entonces aquella sonrisa que dejaba ver parcialmente sus dientes de un blanco perfecto y sólido, en algo más tenue que una ligera mueca de labios ligeramente torcidos al detener la vista sobre el pantaloncillo blanco bajo el que se dejaban entrever las apretujadas y firmes curvas de mi mujer que aun intentando amoldarse al desmedrado y tenso tejido de la ajustadísima vestimenta, en la postura en que ella se hallaba empinada hacia adelante, parecía estar próximo a reventarse por las costuras y la hacía lucir de manera por demás desmoderada e insolente, a tal grado, que aparte de causar una reacción de sorpresa en el joven costeño que solo alcanzó a medio disimular su apreciativa sonrisa al ver cómo, al continuar ella moviéndose con medio cuerpo dentro de la camioneta, la tela del estrecho shortcito iba adhiriéndose como una segunda piel cada vez más pegada a las redondeces de su trasero conforme más hacia dentro se empinaba mi Esposa.

Sin querer aventurarme a interrumpirlo y sustraerlo de sus contemplaciones, entendí que aunque aquella mujer era una visita y por tanto un cierto respeto le estaba garantizado, a la que él tanto veía ya sin prestarme la menor atención o lo que fuera que Yo hubiese venido a hacer a aquel sitio, sin importar que ella fuera conmigo y mis hijos, quizá debido a lo limitado de su cultura o sus sencillo origen y escaza educación, para él, ella simplemente no era más que un simple bocado digno de admirar, seguramente el mejor que veía en su vida, y por lo menos acariciar con la vista cuanto pudiera ya que quizás, ni en sus sueños más tórridos tendría otra manera de hacerlo.  Y así, tal cual, fue que lo hizo de la misma forma en que cualquier otro, anónimamente, habría hecho al verla pasar en la calle; hasta que me dispuse a interrumpir tan impertinente entretenimiento.

Mientras que además de lo bochornoso que ya de por sí era entender lo que él veía con tanta atención y que ahora lo había distraído de nuestro encuentro sin que yo pudiera apelar nada más que el propio sentido de su gentil discreción, que lo hiciera volver en sí para dejar de observar las nalgas de mi Esposa como lo hacía, ya sin prestarme atención; o al menos, hacerlo con un gesto de disimulada caballerosidad, y aparentar ante mí como lo había hecho al principio que estaba por procurarles las ya ofrecidas sodas; como era de suponerse, volvió a causarme bastante incomodidad no poder decir nada a ni a él, ni a ella para que antes de que con la intención de reaparecer en escena como si ni cuenta me hubiese dado de nada Yo me acercara hacia mi portezuela, y simplemente en vez de pedirle que se diera cuenta del espectáculo que estaba dando y recompusiera su imagen de manera más adecuada ante este hombre con el que trabajaría, llamar su atención al pedirle que me pasara mi cuaderno de notas.

Pero al acercarme de vuelta hacia la camioneta, debo reconocer, que aún bajo aquella chocante circunstancia, de suponer lo que el otro seguramente veía o querría imaginar que podría ver o hacer con ella ahí parada frente a él; si a mí mismo me resultaba algo difícil nada más aproximarme sin querer detenerme a mirar -aunque fuera por unos cuantos instantes-, no sólo el relumbrante color de los estrechos pantaloncillos, los que de no ser por un falso bolsillo con aletilla militar que cubría sus glúteos, sino también aquellos níveos trazos angostos que daban cuenta clara de estos, delineaban la exacta silueta de las diminutas pantaletas que dibujándose bajo la descocada prenda, de pronto, invitaban a continuar la mirada hacia el suave hundimiento que empero, formando primeramente, nada más que por un manso aunque tirante badén cerca de la tensa pretina, parecía estar siendo halada hacia abajo por alguna mano invisible, que o bien quisiera asegurarse de que alcanzaría a ser vista la tenue sombra que revelaba la separación entre aquellos orbes, o tirar de ésta hacia arriba para que, en la descuidada postura que se exponía, aparte de develar la precisa forma de su torneada redondez, la prenda terminara de encajársele ‑ya por completo‑ por en medio de ambos, y ciñéndose los mismos aún más a la invitante hendidura marcada, que surgía al juntarse los apetecibles almohadones de trémula carne, evidenciara también de manera más que certera, la disyunción de las delicadas curvas demarcando con sombras gemelas sendos y dóciles pliegues semicirculares, producidos por la terminación de sus nalgas que de repente parecían desvanecerse en rumbo hacia el tentador montículo femenino evidenciando la proximidad de la vista hacia el ansiado objetivo, que ocultándose bajo los pliegues de la ajustada tela que le cubría en dichos momentos, de pronto, surgía allí en medio, justo al centro del tentador altozano, con forma de madalena o suave e incauta conchita, moldeada y dispuesta por Dios en aquel sitio para que – salvo en ocasiones contadas tal como la de aquel día, u otras poses de abandono distinto, propias de momentos más íntimos entre las piernas de Patty‑, en vez de vulnerable y expuesto ante los ojos de todos su nido amoroso, el mismo pudiera apartarse para evadir desatinadas miradas, como las que queriendo inundar sus propias pupilas, aquel hombre colaba a la habitualmente reservada y tersa región interior de los muslos maduros de mi mujer para atrapar en su mente cuanta efímera imagen consiguiera llevarse grabada consigo luego de verla en tan impúdica circunstancia, e incluso, si se pudiese, ver qué más descubría entre los incitantes perniles que franqueaban el paso de nuestra mirada.

En esas me hallaba, también yo perdido y algo confundido no sólo ante el inconveniente espectáculo que mientras aseguraba el cinturón de seguridad de David, aparentemente mi mujer daba sin percatarse de ello, sino sumido en mis propias e inapropiadas cavilaciones acerca de los encantos que dejaba adivinar de su cuerpo retacado dentro de la ajustadísima prenda o la cada vez mayormente indiscreta mirada de aquel intemperante sujeto, que más que parecerme ya que quisiera simplemente guardar en su memoria registros tan íntimos de la anatomía de mi Esposa, o el modo en que lucía su trasero enfundado de aquella manera, más bien, daba la franca impresión de querer familiarizarse con las curvas de su figura, cuando, interponiéndome entre sus ojos oscuros y las arrebujadas redondeces de Patricia, por fin le interrumpí forzándolo a dejar de mirarla y atenderme dirigiendo su vista hacia mí.

S-i…   si quieren pueden cambiarse en el baño de mi oficina y mientras usted revisa lo que sea que quiera revisar…le‑   Al bruto parecía costarle trabajo hilar siquiera sus ideas para ofrecerme de nuevo lo que instantes antes de aquel impromptu había concedido, casi con las mismas palabras. Pero luego acotó:

…Digo; revisar lo que quiera de las instalaciones y que alguien los acompañe para qué vean por aquí cerca o en la playa y vengan el fin de semana con más tiempo…   Hay un restaurancito que vende muy buen pescado ahí, junto al mar; no es del mercado, sino sacado muy temprano por pescadores de aquí, así que esta bien fresco y tiene sabor distinto del refrigerado…desde luego, a la Talla; les recomiendo probar cocinado sólo a las brazas; ya luego me dirán.

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7 comentarios:

  1. Se nota que has regresado con tu pluma Ludo, es solo que leer por pedazos y en desorden no es exactamete lo mio, me corto al sentir que me falta leer de los vecinos atletas, como se la llevo el suegro a la cama, o el vecino que le regaló el short blanco... en fin, me recuerda al manoseo de los chinos que nunca leimos :) ojo, que soy uno de tus fieles lectores, y se de lo que hablo, los piqueos serian buenos si se trataran de cuentos individuales y con historia propia y completa, pero en una historia como la tuya, es como verse The walking dead pero ya empezamos viendo a los zombies y no sabemos como paso, bueno es mi punto de vista amigo Ludo, no te molestes, lo escrito esta super pero la concatenación de hechos me descoloca. Saludos!

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  2. Te puedo entender Luis, te puedo entender:

    El asunto es que te pido que tomes este relato como una especie de Star Wars -o Halo mas recientemente -., en donde, con la historia que empezó a mostrarnos George Lucas por el capítulo 4 de Una Nueva Esperanza,alrededor de unos treinta años después , concluyó con el capítulo 3.


    Te pido que tomes a modo de "teasers", los detalles que salpico sobre el pasado reciente de Patricia y Daniel. Deliberadamente los he puesto en el capítulo 5 y 4, para crear precisamente esas dudas acerca de tales incidentes previos.

    Entre otras cosas, la decisión de hacerlo así fue mi propio gusto al leer ciertos relatos, que , teniendo bastante sustancia por si mismos, me "dibujaban" breves detalles que me dejaban con ganas de saber las escenas "alternativas completas", las cuales sin tenerlas, echaban a volar aún más mi imaginación.

    Un saludote Luis

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    1. Por cierto:

      ¿Cual es ése relato de los "chinos" que dices?.

      ¿Es mío?

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  3. Pero que verguenza Ludo, no capte tu parte innovadora, claro, he visto series e incluso peliculas que empiezan asi y van dando los hechos por partes para al final armar todo el rompecabezas, excelente! me sorprendistes, pero me da verguenza que me lo hayas tenido que explicar y no lo haya descubierto por mi mismo. Sorry! en cuanto a los japoneses:
    Monica y los japoneses, yo no se si se la festinaron pero que al menos la manosearon a su antojo eso esta claro, y yo me imagino un gang bang de los japoneses haciendole finalmente un bukake , esto se me vino a la cabeza al leer lo siguiente en el capitulo seis de Monica: cito literalmente

    "el auto continuaba avanzando y se acercaba a la zona donde ella trabajaba, hasta que en un semáforo en rojo ella pudo reconocer que se encontraban a menos de un par de calles de donde seguramente su jefe se encontraría en ese preciso momento., celebrando la victoria que había tenido sobre ella y sus contrapartes asiáticos, al hacerla aceptar sus caricias durante aquella junta con los japoneses que al principio se habían mostrado un tanto confundidos por la manera en que se desarrollaba el encuentro. Y recordando como todo cambio en cuanto ella a insistencia de su jefe, había aceptado quitarse el saco que cubría la casi transparente blusa color rojo que el Señor Hernández le había obsequiado por la mañana., descubriendo ante los invitados aquel par de "poderosas razones y armas secretas" que el hombre les había mencionado y que ella apenas alcanzaba a ocultar dentro del bajísimo escote que la media copa de su Brassiere alcanzaba contener como si de un preciado tesoro se tratara. Causándoles una inmediata sonrisa mezcla de nerviosismo y excitación ante su presencia..."

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  4. Nada que disculpar Luis:

    Te conozco siempre respetuoso y cordial, por lo mismo en absoluto tomo a mal tu reclamo o petición.

    Sé que este intento puede tal vez resultar algo un tanto confuso, pues yo mismo, entiendo que o bien puede ser una genialidad o mi peor fracaso a la fecha.

    Pero siempre que voy retomando viejos proyectos ( este lo inicié en el 2010 o 2009, se me ocurre que pueden hilarse con situaciones que he dejado previmente sembradas.

    Al final, espero que sea del agrado de todos, incluido yo mismo.

    Ludo el desmemoriado.


    Ya vi lo de los "chinitos" japoneses. Y aunque reconozco que efectivamente dejé todo en estado de ascuas, ( indebidamente ), tambien podríamos reconocer que las cabezs de varios se pusieron a trabajar horas extras, imaginando en sus mentes toooodo lo que pudo haber sucedido a Mónica en tal ocasión.

    La verdad es que eso estaba tan bueno, que ni parece que lo haya escrito Yo.

    PS: A mi muchas veces de veras me encanta leer algo intenso que sin detallar a fondo determinada situación, solo lo deja a uno levantar la mirada del parrafo para ver si en la pared se dibuja la imagen de lo que uno supone que pudo haber ocurrido en las letras faltantes.

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  5. Que buena platica, Disfrute leerla Los felicito.
    Ya que aprecio y coincido con mucho de lo que dijeron.
    P.D-1.-No quiero interferir, Pero…? Recuerdo mucho "el pecho" de Mónica, ya que por aquellos años yo estaba obsesionado con una compañera de trabajo "pechugona" y al leerlos era un verdadero éxtasis.

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  6. De ninguna manera Federico:

    Sabes que debes siempre invitado a aportar tus opiniones e ideas.

    Del mismo modo invito tambien al resto que ya con el simple hecho de detenerse a considerar y opinar, me halagan.

    Ludo

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