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miércoles, 18 de mayo de 2011

Mi recatada esposa. 1a Parte Cap. 01 Escena 4 ( A todo o nada )

Mi Recatada Esposa.

1ª Parte.  Cap. 1,  4ª  Escena  ( -A todo o nada- )

Así, reunidos alrededor de la pequeña mesa redonda de la sala, comenzamos a jugar, acercándose unos a tirar sus dados cuando les tocaba su turno., y otros como Erick y yo, esperando acomodados sobre el mullido tapete persa floreado a que nos tocara por fin probar suerte., y sin mayor contratiempo llegamos a completar las cinco primeras fases del juego, hasta que de pronto él fue el primero en perder seguido por mí, que a diferencia del reloj que escogió para quitarse yo me zafé los zapatos.

Para la siguiente ronda perdió por fin Ricardo que se  desanudó la corbata y sin mayor ceremonia la botó sobre el sillón, cerca de donde se hallaba sentado.

…Los zapatos deberían contar como una sola pieza.    Mira a tu esposo que se quitó los dos. —   Comentó entonces Ricardo, divertido de la situación cuando por fin en la séptima fase Maribelle perdió  y sin pararse de su asiento se disponía a quitarse uno de sus tacones.

—¡Ay¡,  ¿si?...    ¡No!...   —  Exclamó sorprendida.   — ¿Y los aretes también según tú?.    Yo había pensado quitármelos pero si valen lo mismo que mi cinturón de la falda, ¿Qué caso tiene?... —   Busco quejarse con sus dos jefes, volteando ingenuamente a mirar a Tomás en un vano y casi pueril intento de conseguir apoyo por parte de él.

—Si quieres puedes quitarte entonces el saco o el cinturón cosita…—    Ignorándome se dirigió a ella como si le estuviera hablando a una acompañante que él hubiera llevado a mi casa y no a mi esposa.   Aunque al no haber sido requerida mi opinión, tampoco intervine ni dije una sola palabra  cuando volteando a mirarme por un breve momento, después bajó la mirada y buscando con sus finos dedos el broche que lo sujetaba, se decidió a removerse el delicado cinturón de arillos me dorados que rodeaba la cintura de su faldita.

Supongo yo que para todos, incluidos Erick y yo, al ver que lo hacía tuvimos la misma sensación de que sin objetarle más, al no rechazar ella las indicaciones del determinado moreno, estaba sentando un precedente y entrando por completo a su juego. Y aunque no comenté nada al respecto, y supongo que no lo notó nadie, al verla a ella sometiéndose a la voluntad de aquel ventajoso sujeto mi corazón dio un vuelco que me ocasionó ahogar dentro de mí un fuerte  suspiro.

De esa manera, después de que Isabelle cumpliera con el pago acordado y continuamos jugando, pronto me di cuenta de que para ninguno de los presentes era importante pensar en perder o avanzar a la siguiente ronda con los dados,  si no esperar a ver que sucedía en el turno de mi mujer.    Y siendo que ya para estas alturas de nuestras vidas puedo dejar de ser un poco hipócrita acerca de mis propias emociones.,  tomando un nuevo sorbo a mi trago para calmarme los nervios, algo muy dentro de mí ansiaba ver que podría ocurrir a continuación, y que ella perdiera.

El pequeño saquito vino poco después cuando en su tercer intento por completar de nuevo dos juegos de cuatro números, no pudo lograrlos y todos los demás avanzamos sin tener que despojarnos de ninguna otra prenda.

Afortunadamente para ella, de pronto su suerte cambió al tercer intento de completar la fase que tenía pendiente, sin que el negro Tomás hubiese aún perdido una sola mano.  Y no fue sino hasta la siguiente fase cuando habiendo fallado ahora para completar siete dados del mismo color, en los que después de cuchichearse entre ellos Ricardo con el cubano,  decidieron que no sería valido usar comodines que no fuesen del color de los otros.

…¡Oigan no!.  ¡Eso es trampa!...  ¿En donde dice que los comodines deben de ser del mismo color?...  Ricardo, dile algo…  ¡Este señor me quiere encuerar delante de mi marido!...    —       Temblé al escuchar a mi mujer quejarse ante ellos., pidiendo el auxilio de mi amigo que ahora suponía que al ser jefe de ambos, tenía más autoridad ante él.

No obstante lo cual, disponiéndose a cumplir su condena, al momento en que Maribelle se agachaba para zafarse el primero de los zapatos,  Ricardo le dijo que esperara un segundo y tras consultarlo con el de color  le ofreció:   — Esos, los aretes, el collarcito y tus anillos…   ¡No valen!...     Son como comodines…  Puedes quedártelos…—

—¡¿Qué, qué?!...  ¡No  Ricardo, no!...   ¿Cómo crees?...   ¡ Ay si, que lindo!...  ¿No?...   O sea., ustedes traen sacos, corbatas , calcetines, relojes. Que ya hasta a Erick si le dejaron poner y a ti quitarte la corbata  pero yo ni los zapatos…  ¿Qué tú también quieres verme en calzones?...—   Se lamentó ella.

No mujer…   Entiéndeme.   Yo no te estoy diciendo eso…  Sólo te digo que si quieres te tomamos todas esas dos o tres cosas como comodines y si pierdes te los tomamos como si ya te los hubieras quitado aunque te  los dejes puestos si quieres…—  Le aclaró el aludido en tono sereno antes de tomar de su trago y dirigirse ahora hacia mí:

… O usted  señor diga que opina…—

—Bueno  si, creo que me parece justo Isa…—   Le contesté mirando  a mi esposa para ver si  había comprendido y se atrevía a continuar con el juego o ya renunciaba.

—Bueno, si.    De acuerdo…  Pero sólo con la condición de que me valgan los de color y me cuenten esta fase para que ya pase a la de la quinteta y el par…—   Exhortó ella aliviada.

…Ah  no,  ¿así que chiste tiene esto?…   Las otras fases ya están más fáciles...   Mínimo que algo te cueste…—    Reclamó entonces divertido Erick entrometiéndose en lo que no le concernía.

— ¡Tú no me ayudes Erick!...  ¡Mejor cállate  mocoso!...  Ves que ni mi esposo me ayuda a lo que estos dos me quieren hacer y todavía les ayudas…  —   Entre risitas nerviosas mi señora le reclamó ahora al atrevido muchacho.  Pero ya era muy tarde.

—Ándale., si.    Me parece buena idea esa…  ¿No Richard?...     Si quieres cambiar de fase te tomamos a cuenta todo eso aunque no te lo quites, pero lo que sigue es un castigo, las medias o alguna otra más de tus ropas—   Ofreció Tomás para regocijo de sus otros comparsas.

…Híjole, que malos de veras…—  Pensé que por fin había llegado a su límite Isabelle, pero cuando aceptó comprendí que quizás el alcohol ya le había comenzado a cobrar definitivamente la factura.   De un solo golpe la muy tonta había aceptado comprometer todos sus colguijes, zapatos  y bien juicio a cambio de continuar jugando en tan desventajosas circunstancias.

“¿Que no te das cuenta que estos lo único que quieren es verte en paños menores?”   —  Aun recuerdo , como sin poder quedarme callado con aquellas palabras la hice notar aquel craso error.   Aun cuando para ese momento yo había comenzado a temer que bien pudieran no conformarse sólo con eso.

—¡Ay tú, ni que no la hubieras tú o nadie más visto ya en traje de baño cuando van a la playa!—  Entre risotadas comentó el más joven del trío de mañosos.

…Si tú.,  como si de seguro fuera lo mismo baboso. —    Increpé al inoportuno mentecato.

—Está bien mi cielo., no importa  de veras…  las que siguen son más fáciles y no puedo perder.—   Entre mas risitas y sonrisas intentó calmarme los ánimos mi inocente María Isabelle.

Pero esto no fue así y las cosas al menos supongo yo que no salieron como ella esperaba pues cuando por segunda y penúltima vez en el turno cayeron los dados sin conseguir la tirada que le ayudaría a hacer una quintilla y par con los diez  cubos,  todos se rieron regocijados de su mala fortuna.

¡Ora si Chabelita…  Ya valió madres!...    A quitarse las medias—   Soltó el inapropiado comentario el socarrón del muchacho, celebrando por otro lado la buena suerte de ellos, en cuanto la vio enderezarse de sobre la mesa para levantarse de su sillón y agacharse de nuevo para tomar de su vaso y darse valor antes de lanzar por última vez los cinco dados que le restaban

Pero para ser honestos, cuando luego de darle un trago a su copa y los dados cayeron brincoteando sobre la mesa yo ya intuía que difícilmente lo conseguiría., y también quería ver cómo conseguiría ella ahora salir ahora del atolladero en el que por si sola había conseguido meterse.     De modo que al momento en que por fin los dados se detuvieron sin que se lograra la combinación necesaria de estos., movido por un cada vez más inquietante y acucioso oscuro deseo, calladamente dentro de mí también celebré de su predicamento.   Y la observé como al ver el triste resultado de su jugada, casi sin inmutarse y tomando consigo de nuevo su vaso volvió a enderezarse y  se apresuró a tomar el resto de licor que aún le quedaba y se lo terminó de un solo trago.

— ¡Ya!...   si quieren yo me quito ya la camisa…  —   Siendo que para esas alturas también había perdido los calcetines y mi reloj, en un rapto de cordura ofrecí moviendo mis manos hacia los botones para pagar la deuda en vez de mi esposa.

—¡Nada!., ¡nada!...  ¡¿Qué?!., ¡si la de la deuda es Chabelita!…  —  De inmediato se opuso Erick, casi levantándose de la alfombra, ya con el torso desnudo.  

 —¿A dónde vas?...—      Le preguntó  Tomás a su vez al ver que ella se giraba para dirigirse hacia el cuarto de baño de visitantes.    A lo que ella explicó que sólo iba a quitarse las pantimedias.

—Oye Daniel.,  ¿nos puedes servir otro trago en lo que tu mujercita regresa?—     De inmediato me pidió ahora Ricardo en cuanto ella desapareció para ir a cumplir  su castigo.    Y yo sin modo de negarme me levanté  para ir a servirles.

“Ya, aquí están”—   Desde la cocina escuché a María Isabelle decirles poco antes de que yo, habiendo acabado de prepararles sus bebidas volviera a acercarme.  

Cuando por fin regresé con los vasos ya todos se hallaban esperándome., y a un lado sobre la mesa, ante mis ojos aparecieron las pantimedias que mi mujer acaba de quitarse, allí tiradas encima de los  relojes, cinturones y calcetines de sus invitados.  

Para ese momento todos los hombres, con la sola excepción de Tomás que únicamente había tenido que quitarse su saco,  nos habíamos desprendido de zapatos, calcetines, corbatas, relojes, y en el caso de Erick, hasta la camisa.     Por lo que luego de cumplir con su pago y aquella prolongada pausa, supuse que mi linda Isabelle daría por terminado el atrevido encuentro y se rehusaría a que siguieran el juego pero no fue así., y para cuando después de que el sonriente moreno de  los blancos dientes me solicitara que también fuera a servirle un nuevo trago a mi esposa, y por fin regresé,  tanto ella como Erick habían aceptado seguir jugando.   Lo que significaría que no importando lo que yo pudiera sacar en mi turno, ocasionaría que de seguro cualquiera de ambos para pagar por su pérdida en caso de que no consiguieran avanzar a la última fase de alguna u otra manera pronto tendrían que quitarse alguna prenda que ya los dejara en paños menores expuesto ante todos.

Celos, tengo celos… Cuando los otros te miran tengo celos”…   Recuerdo la letra canción que se escuchaba en ese momento por los altavoces del aparato de alta fidelidad, mientras yo intentaba figurarme que clase de ropa interior o prendas íntimas usaría el alebrestado muchacho o llevaría puestas debajo mi atolondrada Isabelle. Y cómo podía haber sido que siendo tan habitualmente reservada hubiera llegado a tal situación.

“…No., no puede ser. De ninguna manera creo que alguno de estos dos o este baboso de Erick vayan a verla en o les pueda llegar a tocar ver lo que ella se pone debajo”…    —  Pensaba para mí, intentando apartar de mí el temor de que el inoportuno jovencito o sus jefes, con los que convivía a diario pudieran realmente llegar a verla en semejantes condiciones.

Pero aunque primero Ricardo, seguido por mí, conseguimos pasar, al notar que durante su turno Tomás se hallaba en aprietos para conseguir la combinación de colores y números.,  envalentonado y con deseos de no hacerle ver lo mucho que me incomodaba y en realidad me arredraba su presencia, le bromeé:     — ¿Problemas Mister Obama?...  Esperen., manden los portaviones… Yes Sir Sir!!!    God Bless America…

A lo que todos, incluido el mismo, y de manera menos efusiva aún que él, mi mujer, que con una risa más bien nerviosa, respondieron con una carcajada, que se convirtieron en risotadas por parte de Erick cuando inesperadamente el fulano, en el último tiro de los dados, obtuvo la combinación requerida.

Pero tal como había anticipado y temido, cuando la canción apenas iría a la mitad, Erick ya había perdido y con angustia observé como mi esposa tomaba los dados para lanzarlos.

¿Quién podría haber adivinado que aún con un par de comodines a su favor, pagaría yo tan cara mi gracia?...Creo que nunca sabré,   aunque lo que si sé es que antes de que terminara de escucharse la monótona y agudamente melosa voz de la cantante, mi destino estaba cambiando y a diferencia de mi mujer yo si pagaría de alguna manera muy caro por andar tentando a la suerte.

¡Pelos, tengo pelos… Cuando mis amigos me miran tengo pelos!”...—     Extasiado cantó Erick al ver el resultado de la última tirada y aquel dado que inclinado quedó casi montado sobre uno de los relojes que se habían quedado en la mesa. 

—¡No, no… Espérense!.     ¡Es ocho!., ¡es ocho!...   —   Grité al  ver que ese era el número que  mi mujer necesitaba para no despejarse de la blusa o su falda.

—No caballero…   Está más del lado del tres o del nueve o del cinco…   —   Con voz seria declaró quien  hasta hacía poco tiempo  a su vez también había sido mentor mío.

—¡Si, pero no Richard!... No le hagas caso a este mocoso…    Si caen así  los dados debería de volver a tirarse—  Intenté argüir .

—…¡No que!...  ¡Mira yo ya me quité el pantalón!—   Gritó alborotado el aludido al tiempo en que terminando de levantarse los dejaba caer hacia la alfombra para quedar parado allí a la mitad de la sala tano sólo cubierto por sus calzoncillos blancos.

—Shhh Erick,  baja la voz…  Vas a despertar a los niños. —     Le pedí., pensando en evitar  la posibilidad de una circunstancia aun más problemática…

—No mi amigo…    ¿Su casa mi casa?...  ¡Señorita preciosa, ¿cómo se llama?—       Se rió y celebró mas serenamente ahora el morenazo  antes de aclarar ante su jefe y los demás:   — De eso no se aclaró pero de donde yo vengo no es así…

—Si, pero no Tomás, “¡Mi casa, su casa…   Mi vieja, mi vieja!”—      Busqué callarlo e interceder una vez más por Isabelle.

—¡Ándale Isabelita, ya me quité lo mío ahora vas  tú y ya me calló  para que acá tu marido no se encabrone conmigo—  Erick continuaba azuzándola para que cumpliera.

—No Richard…  Que vuelva a tirar por lo menos ese dado.—     Pedía yo a la persona más ecuánime que se hallaba presente y que podía hacer que quien yo creía que era su subordinado cambiara de parecer.

—“Está bien Dan”… “No te apures”…   “Les pago”… —  Con esas palabras recuerdo como increíblemente mientras yo intentaba defenderla, de repente escuché a mi mujer aceptar cumplirles el gusto.

…Pe-e…r…  pe-e.   Pe-ero… es que no…  —  Ahora le alegué a ella para defenderla.
—“Está bien…    Quiero hacerlo”…   —    De pronto ella misma me dejó helado al admitir que se encontraba dispuesta a hacerlo y lo haría.

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Ahora bien.    Y porque sé que originalmente había comenzado este relato comentando acerca de  lo incomoda que durante algún tiempo se sintió mi mujer acerca del tamaño de sus senos de acuerdo a la proporción adecuada que ella estimada apropiada para su estatura y disposición de los detalles de su anatomía.     Y que, supongo que debido a lo anterior, fue que  aún cuando yo no había terminado todavía de oponerme a que ella continuara con la idea de cumplir aquella parte del pago que ahora le requerían,  con la más  profunda sorpresa que me hubiera llevado nunca antes acerca de ella,  espero que comprenderán mi completo asombro cuando además del alcohol ingerido, a mi confusión vino a sumarse la complicada visión de verla incorporarse sin saber exactamente del todo lo que sucedería.   Y para aumentar mi estupor la vi comenzar a buscar el broche de la falda para zafársela.

Me hallaba literalmente boquiabierto y de manera absoluta pasmado cuando sin más queja por parte de ella, observé a Isabelle soltarse la falda, pero en el momento en que tras un breve instante que para mí no duró suficiente, la vi caer hacia el alfombrado piso de nuestra sala, incluso la respiración me falló.     Estaba seguro de que aún cuando ella había traspasado una invisible frontera y por ningún otro motivo se atrevería ya ir más lejos allá de permitir que la vieran con nada menos de lo que ahora tenía puesto en ese momento, pero de pronto verla delante de ellos agacharse para recoger el descartado atavió que había estado cubriéndola y alzando lo que ahora parecía un simple pedazo de tela sin importancia a tirarlo encima del resto de las demás prendas que aparecían en la mesa., aunque agradecí el hecho que la confección de su blusa fuese lo suficientemente largo como para que aun cuando toda la extensión de sus piernas y exquisitamente bien torneados y firmes muslos hubiesen quedado expuestos casi en su totalidad, sus pantaletas apenas fueran visibles a los ojos de nuestros invitados.

…  “Pelos…  tengo pelos”.   — Maravillado de lo que veía, de nuevo el imprudente muchacho  hizo el burlón comentario.

—¡Vaya!...  Mujer de veras que ni me imaginaba todo lo que te escondías allí abajo—   Añadió más mesurado y ecuánime Ricardo,  también sorprendido de lo que ahora veía..

—¡Pero si mira no más que maravilla de piernas  tienes mamita!... Siempre lo he dicho desde que llegué a la oficina… ¿Tú si que estas bien buena cosita!...    ¡Ve nada más que muslos Ricardo! …   ¿A poco no están cómo te dije?—   Exclamó  enseguida el exaltado cubano.

…“Bien, bien buena, tú te ves bien buena.   Pareces una botella de Coca Cola.  Y con mi camote tú te ves bien bien buena. Mira como lo menea”—   Tuve que  soportar  el morboso fragmento de canción que ahora el alterado y por demás alcoholizado pariente de mi mujer entonaba con la mirada perdida en sus muslos.

…¡Ay,  ya!.   ¡No, que pena!...      Ya cállense o si no me la pongo de nuevo y no juego…—   Por fin escuché a mi mujer quejarse con ellos y sonrojarse por lo que había hecho.   Pidiendo enseguida:

—Dany mi vida.,  ¿Si apagas la luz?...  —  Dirigiéndose a mí mientras que ella volteándose hacia el más apartado rincón de la  sala, permaneciendo con un pie sobre la alfombra, acomodó una de sus rodillas sobre nuestro mullido sillón esquinero para estirarse a encender la tenue luminosidad de la lámpara de pie que se hallaba justo detrás de este y acercándose hacia Ricardo al hacerlo, accionar el interruptor.

…!Oohhgghh¡.    ¡Mira no más eso Chabela! …   ¡No inventes!...     ¡Que cola!...  —     Estalló Erick  en el comentario,  que incapaz de contenerse ante el espectáculo que ahora sus ojos veían, al menos hizo en voz baja  para que lo escucharan sus compañeros de juego.

—Maribele, Bela  la maravillosa…—    Con un entusiasmado acento fingidamente italiano, comentó entusiasmado Ricardo enseguida en cuanto sus ojos detectaron justo a su lado el amplio trasero de mi mujer empinado hacia el voluminoso respaldo de nuestro sillón, y se percataron de las minúsculas pantaletas que usaba.  Y después, saliendo por vez primera de su flemático aplomo preguntarle:

—¿De estreno mamita?...   Me encantan ese tipo de calzoncitos…—    Saboreando la inesperada visión que también tenía yo por primera vez de mi mujer en aquellos panties que le había regalado apenas unos cuantos días atrás.

— Si, mi maridito me los regaló para que me  los pusiera…    ¿Por qué? , ¿les gustan?...   ¡¿Qué tanto miran?! ., ¡Par de viejos mañosos!…?—   Con incredulidad y desconcierto le escuché contestarle al sentirse observada.  Mientras yo, alterado por lo mucho que de repente la ingenua de mi mujer estaba enseñando en aquella postura y con los panties que supuestamente  había aceptado que  le comprara para que sólo yo disfrutara la oportunidad de vérselos puestos.

—Pero si mira no mas que nalgotas Divina…  Y se te ve muy rico el bollo allí en medio entre las piernitas con esos calzoncitos  tan bonitos que te compró tu marido para que nos los enseñaras…   Hasta se antoja darle una buna mordida o comértelo aquí delante de todos…—    Como en una sucesión de rápidas y fugaces descargas a mansalva se me figuró escuchar la sucesión de insolentes y descaradamente obscenos comentarios que el grotesco sujeto le hacía a mi descocada Isabelle y venían a reventar en contra de mis aturdidos oídos.

¿Y quién podía culpar a aquel hombre por la artera andanada de cosas que suponía y decía de ver a mi esposa de aquella manera?.   Si creo que yo mismo hubiera hecho o dicho comentarios tan desmedidos si justo a mi lado y  alcance de mis manos hubiera tenido la tentadora presencia de una mujer y a esta pese a hallarse su marido presente parecía no importarle el espectáculo que estaba dándole a sus invitados.    Allí se encontraba mi esposa semidesnuda, vestida ya únicamente con su blusa, tacones y aquellos tentadores panties que salvo por la tentadora fajita de encaje que ciñéndosele  a la cintura y sus glúteos, poco hacían por ocultar algo mas que la simple porción superior de los mismos  y dejaba completamente a la vista de dos de los que consideraba unos de mis mejores amigos, y un perfecto desconocido la casi irrestricta desnudez de su  fenomenal grupa, interrumpida únicamente por la pequeña banda de tela que,  tal como aquel hombre moreno decía, de pronto brotaba de entre las formidables formas de los globos de carne con apariencia de pera.,  y claramente, más como una promesa que como una garantía de impenetrabilidad y reserva.,  por la incitante manera en que el delicado montículo de su feminidad, partía de estar escondido entre la privacidad de sus piernas,  surgía y se revelaba para ser observado por los ojos de ellos y míos, apenas cubierto por el breve tejido que se esforzaba por ocultarlo de nuestras encendidas miradas.

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… “Mamí.  ¿Estás allá abajo?”  —     De repente todos nos quedamos helados al escuchar la voz de mi hijo por encima del volumen de la canción que ahora sonaba en los altavoces…

¡¿Qué pasó chiquito!?...     ¡No bajes , allá va tu papá!—     Sobresaltada le indicó mi mujer al tiempo en que girando su cuerpo lo dejó caer al sillón y pelando los ojos, con la simple mirada me hizo reaccionar para que me apresurara hacia la escalera  antes de que otra cosa sucediera o el niño por su inquietud bajara hacia donde nos encontrábamos y nos sorprendiera.

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Continuará…

Ludo_Mentis@msn.com                             Ludo_Mentis@yahoo.com

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