Nota

Te recordamos que las aportaciones incluidas en este blog son propiedad intelectual de sus creadores y estan registradas, por lo que su uso o publicación previamente no consentida constituye una violación a los derechos de autor internacionales vigentes. Antes de "Tomarlas Prestadas" sin aviso te agradeceremos contactarnos si requieres su uso.

viernes, 20 de mayo de 2011

Por el bien de la firma. Cap.1 - 1a Pte.

Por el bien de la Firma  ( Mi esposa, La representante de mi  oficina )
© Ludo Mentis

Capítulo 1.  1ª parte  ( Un choque de culturas )

…Lo cierto es que no era una cuestión para ir a dar a la cárcel pero lo había hecho.   No estaba permitido pero lo había hecho.  Supongo que bien podría decirse que todo esto había y ha sido mi culpa.  



Después de varios años de casado con mi esposa, luego del nacimiento de nuestro último hijo, las cosas comenzaron a ponerse un tanto cuanto difíciles con la economía.  Y mientras yo trataba de mantener a flote la filial regional de una importante firma de asesoría financiera con la que me había asociado casi en exclusividad, los resultados habían bajado tanto que de pronto con la intención de preservar sus intereses empezaron a mandar algunos auditores desde la oficina matriz para que revisaran el desempeño de la misma y planear alguna nueva estrategia de negocios para nuestro mercado.

El problema de alguna forma se suscitó cuando la promotora ejecutiva principal que había estado trabajando con nosotros desde el principio sin más aviso previo que una semana, me había notificado que dejaría de laborar con nosotros y yo decidido a no perder algunos de los clientes que ella misma había conseguido durante su larga estancia,  transgrediendo las políticas establecidas para el caso, había optado por  incluir a mi esposa dentro de la lista de promotores para ir trasladándole buena parte  de la cartera que ésta había dejado vacante en vez de reasignarla íntegramente entre los demás asesores que aún permanecían laborando bajo mi dirección.

Así pues las cosas, resultó que al hacer eso y contratar a mi esposa como secretaria y asignarle aquella cartera de clientes, había quebrantado algunas de las directrices de transparencia más remarcadas dentro de las políticas de la empresa a la que representaba localmente, cuando un buen día llegó uno de los primeros enviados de la firma desde NuevaYork.

Obviamente que la razón por la que yo había decidido hacer esto y ofrecer algunas condiciones especiales  a algunos de nuestros clientes selectos para que no abandonaran nuestros servicios se debía principalmente a la serie de fuertes gastos que habíamos estado teniendo para sostener nuestro buen nivel de vida, tanto como a la necesidad de mi mujer por conseguir un trabajo que la alejara un poco de casa después de que nuestro hijo menor de cuatro años entrara al kindergarten.   Y que esperando que ninguno de mis subordinados pudiera llegar a delatar o complicarme la operación, luego de tanto reclamo por parte de ella y contraviniendo mi buen juicio, había yo decidido terminar incluyéndola dentro de la nómina para matar dos pájaros de un mismo tiro, con aquella jugosa cartera y que ella tuviera un empleo de medio tiempo que le permitiera no desatender tanto a los niños, en vez de andar teniendo que buscar algo en la calle.

El caso es que  ya con los dos primeros enviados de la firma, me resultaba sumamente difícil deshacer lo hecho en tanto que estos anduvieran husmeando dentro de nuestros archivos y modo de operación sin que levantara sospechas.  Y antes de que comenzara la segunda semana de su indeseable estancia., uno de ellos, no viendo ningún problema en hacerlo empezó a invitarla a salir a comer por la tarde.

¿Quién podía culparlo?—    Después de todo él no sabía quién era ella, ni quién era yo.    Salir a tomarse la copa con un asociado de otra región bien podía entenderse como una mera cortesía y a diferencia de lo nuestro, no estaba prohibido de ninguna manera ni violaba regla alguna dentro de los acartonados estatutos de la compañía.  Y muy aparte de todo, aunque Andrea, mi esposa usaba siempre su sortija de matrimonio y anillo de compromiso, su relativamente pequeña aunque agraciada y bien cuidada figura en la que para el gusto sajón y propiamente latino, se destacaban principalmente su invitante busto y amplias caderas eran algo difícil de pasar por alto sin intentar hacer alguna movida con ella.

Y así estábamos, conmigo con los nervios de punta esperando que pronto acabaran y regresaran al otro lado de  la frontera con sus ideas cuando una noche, luego de que ella asistiera acompañada por ellos a visitar a un cliente y ya a solas en casa después de que volviera, y tanto la niña como el pequeño se hubieran ido a dormir, fue que tomando en cuenta que  nos hallábamos en aguas poco profundas, le pregunté si no consideraba conveniente que en vez de permitirles al par de extranjeros que siguieran intentando hacerle la ronda, les dijera yo algo para que no la invitaran a salir más.

—Bueno, ¿pero ya pensaste que puedes decirles?.—   Me contestó luego de unos cuantos segundos, antes de voltear a mirarse al espejo y tras apagar la discreta marquesina de focos que usaba para maquillarse cuando no usaba el del cuarto de baño o su vestidor , y dirigirse a la cama donde yo la esperaba intentando seguir las noticias del día en el televisor. 

 Sentándose sobre el colchón cubierta nada más pos su bata de noche, despejo su garganta y evadiendo un poco mi vista pareció inventarse todo tipo de excusas por lo que aquello no sería una buena idea.  —  Mira, apenas van a estar unos cuantos días más.  No son tan malas personas…   De hecho Alex aunque parece un gruñón es bastante simpático y dice que no creé que todo esto sea mas que una exageración de la matriz.   Y dice que todas las oficinas extranjeras han bajado con lo de la crisis.   Y… —  Hizo por fin una pausa para mirarme directo a los ojos antes de decirme:   —…Y yo creo que después de todo no tiene nada de malo que salga con ellos.   Nosotros casi no hemos estado saliendo.   Ellos me invitan…  Y si haciéndose ilusiones se van tranquilos, ¿Qué malo puede pasar?.

—Oye sí…  ¿Cómo no me había dado cuenta?., ¿verdad?...   Si ellos salen con mi mujer mientras yo cuidando a los niños después del trabajo te espero a que te regresen a casa cuando hayan acabado de turistear…      Así ellos ya no me dan lata…  ¿Cómo no lo pensé antes?—  Sarcástico le increpé.

—¿Cómo se te ocurre eso  Andrea?...  ¡No inventes!.   Ya sabes como son los gringos que piensan que todas las mujeres son tan golfas como las suyas…  Te han visto tus anillos y aún así te andan tirando la idea a ver si se meten en tus pantaletas de señora casada.

—¡Ayysh!...  ¡¿Cómo eres?!...  — Se quejó antes de pretender aclarar su postura   — ¡Ni que ellos quisieran y yo fuera decirle que sí al primero que pase!...   ¿Que te hace suponer que yo los dejaría pasar de algún simple piropo?  O ¿algunas insinuaciones si me sacan a bailar?...   Pero nada de meter mano…

Simplemente me dejó shockeado la crudeza y determinación con que ella defendía el punto., terminando por aclararme que lo hacía por el bien de la causa.  Pero era mi decisión aceptar o no:—   Es cómo tú quieras…   Pero creo que sería mejor para todos si mientras están aquí encuentran hospitalidad en vez de tensión por parte de todos y los acompañamos a ver lo que quieran que no sea la oficina hasta donde se pueda.

Argumento ante el cual ya no tuve más que alegar y doblando mi postura tuve que aceptar que tenía bastante razón.

Así al día siguiente ya estando en la corresponsalía durante un receso en sus revisiones a los manuales de procedimientos, mientras tomaban un café, delante de todos Alexander, el mayor de los dos asesores  la invitó a salir a tomar algo como ya lo había hecho durante la semana, pero para sorpresas de todos los de mi personal que en cuanto ella recibió la nueva propuesta con una sonrisa nerviosa voltearon a verme de un modo entre muy desconcertado y disimuladamente divertido ante mi predicamento y el inesperado desliz de aquel sobrino del tío Sam., que aunque ella queriendo parecer evadirle tuvo que terminar aceptando el ofrecimiento del gringuito que se pavoneó como un pavo real mostrando sus plumas delante de sus posibles rivales, aun cuando ella le dijo que tendría que avisarle a su esposo para saber si no le importaba o tenía otros planes para la tarde.

Para sorpresa mía, sin haber tenido tiempo de comentar con ella sobre lo incomodo que me había resultado ante mis discípulos que ella aceptara tan fácilmente delante de ellos, ni haber podido verla después del almuerzo por asistir a una visita con el otro de los representantes, llegué a casa para encontrar por primera vez en quince años de matrimonio a Andrea alistándose para salir a la calle con otro hombre que aunque algo mayor a las treinta y cinco primaveras de ella, había aprovechado la oportunidad de invitarla a cenar y quizás tomarse alguna copa más tarde.

¿Qué haces aquí?...    Pensé ibas a salir con el gringo loco ese que te invitó.—    La saludé viéndola ante el espejo ataviada tan sólo con un jueguito de ropa interior blanca mientras checaba su figura.

—Así es.   Cómo habíamos quedado.     Pero él va a pasar por mí a las ocho.—   Aclaró apenas sin dejar de mirar su reflejo antes de inclinarse hacia el sillón donde yo acostumbraba ver la televisión y  buscar el vestido que se pondría.

—¿Ah si?.     ¿Y cómo piensa venir hasta acá el loco ese?   ¿Que es taxista o mago?—   Repusé bastante molesto de verla tan dispuesta a salir.

No sé en realidad que esperaba o cómo explicar lo que me  sucedía.  Se bien que yo mismo  había consentido a que ella lo hiciera y saliera con él después del trabajo para socializar un poco y aliviar algo de la tremenda presión que mi errónea decisión de incluirla dentro de la nómina me había producido., pero verla vistiéndose y arreglándose para salir me resultaba un fuerte y amargo bocado difícil de digerir.  Pero de todas maneras el caso, pensé desde ese momento, es que era absolutamente muy  poco lo que pudiera yo haber hecho ya en ese momento.

—No…   Creo que contrató a un chofer de allí en el hotel donde se han estado quedando para que lo traiga…  O algo sobre un carro rentado con GPS y que un chofer lo trajera por si perdía…   ¡No sé, si quieres luego le pregunto y te digo como le hizo!—  Me dejó callado ante la sagacidad del sujeto. 

Y así fue que al menos para tranquilidad mía celebré cuando en vez de cualquier otra cosa apareció un vestido floreado sumamente amplio y con un cuello redondo blanco de gran tamaño, que para mi buena fortuna la hacia lucir como si en vez de a una cita fuera a asistir a un bautizo, primera comunión o cualquiera de las múltiples ceremonias religiosas que sobran en nuestro país    Al menos irradiaba tal pulcritud e iba tan apropiadamente vestida que , aunque con nervios la vi salir de nuestra habitación ya con sus zapatos de medio tacón alto,  pensé que el galante gringo entendería que no tenía ninguna oportunidad de llegar a ninguna parte con ella.

Aunque recuerdo que aún con todo, cuando saliendo de nuestra casa para bajar los cuatro  escalones que la llevarían a las amplias baldosas que sobre el jardín frontal conducían hacia la acera donde ya la esperaba un lujoso auto de reciente modelo., tuve que contener un súbito ataque de celos  que me recorrió de pies a cabeza al verla abriendo la puerta trasera del automóvil para subirse y desaparecer de mi vista dentro del coche en el que ya la esperaba aquel hombre.

Tal como ella me dijo que se lo había indicado el sujeto, él había pasado a recogerla cuando las sonoras campanadas de nuestro reloj de pasillo sobre su pesado pedestal anunciaban las ocho de la noche., y aunque yo intenté distraerme con el niño y la niña, resignado a mi suerte tuve que esperar cuando más delante de los doce campaneos que impaciente escuché ya desde la cama en la que habitualmente estaría con ella ya acostado a esas horas, sesenta minutos después sólo una solitaria campanada sonó antes de que ella volviera poco más tarde y yo, alertado por mi estado de ansias escuché un auto detenerse sobre la plancha de concreto que conducía hacia las puertas cerradas de nuestra cochera y me apresuré a dirigirme hacia una de las ventanas de nuestro cuarto para observarla llegar.

Resultando que como yo ya bien sabía, precisamente  en aquella ventana la luz de un farol de la calle y la suficiente intensidad de una luminaria que instalada sobre la pared lateral de nuestro vecino de manera automática se encendía también por las noches me harían posible observarla llegar de su cita y detectar si algo inesperado ocurría.

Desde mi punto de observación pronto descubrí que en vez de bajarse en cuanto llegó mi mujer., buscándola yo ver descender por alguna de las dos portezuelas traseras, sin que ello ocurriese en esta ocasión me di cuenta de que ella venía en el asiento del lado junto al conductor.  Y con angustia me percate del momento en que disponiéndose ella a ir abriendo la puerta, sin importar lo recatado de su vestimenta, el atrevido güerote de orejas lupinas la atrajo hacia si para abrazarla y plantarle un beso directo en la boca al que ella  reaccionó con sorpresa según desde donde yo la veía.

Sin atreverme a hacer cualquier ruido para interrumpirlos o revelar mi presencia.,  con  la garganta cerrándoseme y una inquietante y desconocida reacción que de pronto se reveló dentro de mis pantalones., noté que aún pese a la sorpresa y un leve forcejeo inicial por parte de Andrea,  se dejó besar por aquel aventurero que ahora pensando también que las mujeres casadas de nuestro país eran como las golfas del suyo,  se había arrojado a mi esposa no sólo en cualquier sitio, si no precisamente afuera de la casa donde ella vivía.

Sobrecogido por la sorpresa de sus inesperadas conductas,  permanecí clavado en el sitió observando como él continuaba besando cada vez con mayor libertad a su nueva conquista, que haciéndome preguntar en qué momento ella volvería a sus sentidos de prudencia y decoro, hasta que para mi alivió él rompió totalmente el encanto de su buena fortuna al intentar avanzar con una de sus manos hacia los pechos de la mamá de mi hijo mientras yo lo veía, y ella decidida a no dejarlo llegar más lejos terminó el abrazo separando su cuerpo de el del apresurado galán, y sonriéndole, antes de bajar finalmente del auto., tiernamente acarició su rosada mejilla para despedirse de él.

Sin embargo, después de bajar del auto, mi esposa en vez de apresurarse a entrar a la casa, esperó a verlo evolucionar  con su vehículo en reversa, antes de hacerlo girar sobre los adoquines de la privada en que vivimos y hasta que una vez haberlo visto enfilando  el automóvil  en dirección a la salida que daba a la calle., por fin abreviando los pasos se precipitó a regresar al cobijo de nuestra morada.

No bien habían pasado cinco o tal vez  a lo sumo diez segundos después de que el fulano aquel partiera en su auto de la entrada de nuestra casa cuando habiendo abierto y cerrado con un portazo la pesada puerta principal de la casa para enseguida cerrar la chapa con el seguro, mi esposa subió con toda prisa hacia nuestra recamara, entrando  apenas con el vestido aun puesto.

…¡Ay que bueno que estás despierto papito!—  Tras titubear apenas y perceptiblemente al hallarme allí parado delante de ella se abalanzó encima de mí diciéndome que se encontraba especialmente inspirada y de antojo, besándome mientras se desnudaba lo mas pronto que le era posible sin dejar apartar del todo sus labios de los míos, que la recibían sorprendidos.

Encima del inaudito desconcierto que me producía la impensada excitación que me había ocasionado haber visto a mi mujer besándose con otro hombre afuera de nuestra propia casa.,  la inesperada actitud de ella que tirándome encima de la cama se me lanzó encima para colocar a ambos lados de mi cuerpo sus piernas abiertas y montarse a horcajadas sobre mi miembro luego de dirigirlo hacia su anhelante feminidad y hundirse hasta el fondo mientras comentaba lo excitado y bien dispuesto que me encontraba para penetrarla y darle el placer que ella buscaba en mi pene.

Aquello era algo totalmente diferente a lo que habitualmente ocurría en nuestra habitación sobre nuestro conyugal lecho y nuestras almohadas.   Mi esposa que normalmente se mostraba un tanto reservada durante nuestras relaciones sexuales, en esta ocasión no sólo era atrevida, si no que hasta ella misma era la que parecía ir guiando nuestro encuentro amoroso, mientras que yo aun con lo mucho que me mortificaban y sin poder alejar de mi mente aquellas imágenes que había visto con aquel sujeto besándola e intentando jugar con sus pechos, me encontraba totalmente excitado con ella y su conducta me había instigado a poseerla de manera salvaje o como fuera que me lo pidiera.

Antes de hacerme que la penetrara , había usado la cabeza de mi pene para hacerla pasearse a lo largo de sus enardecidos labios mayores y jugar con la rizada mata de vellos que anunciaban la proximidad con venerado reducto de su feminidad., y luego haciéndome encontrar la húmeda y candente hendidura amorosa para hacerme notar la lubricación que su cuerpo había formado para recibirme dentro de ella antes de alzarse sobre sus piernas para acomodárselo justo a la entrada de su  abrasadora caverna divina, se hizo descender a todo lo largo de mi enardecida virilidad para que la poseyera mientras ella me cabalgaba como una amazona.

Repentinamente mi erección pareció ser tragada y zambullirse dentro de la más cálida y completamente empapada sensación que hubiera sentido jamás hasta ese momento cobijándole por el cuerpo de ninguna mujer.    Andrea movida por el delirio amoroso de encontrarme totalmente dispuesto y preparado para ella, inclinó hacia delante la parte superior de su cuerpo para apoyar con firmeza las manos sobre mis hombros y empujándolos con su peso clavarlos hacia la cama que había comenzado a mecerse con nuestros movimientos.  Hasta que perdida entre las incesantes oleadas de placer que recibía dentro de ella, y usando las manos para apoyarse mientras levantaba su cuerpo encima del mío hasta hacerlo parecer que estaba a punto de salirse del suyo, y  permaneciendo únicamente unidos por la cabeza de mi enardecido falo, dejarse caer hasta el tope gimiendo al sentirlo invadirla de tan violenta manera y golpear con su pelvis la mía restregándose encima de ésta antes de volver a alzarse alrededor de mi miembro y aprovechando la extrema lubricación que con sus jugos había bañado mi miembro encajarse  una y otra vez para continuar cabalgándome enloquecida.

…Ahh.  Ah – ah.   Papi…   Papi… Así papi, dámelo todo…   Lo tengo hasta dentro papito.   Que rico.,  dámelo todo para que pueda sentirlo…  —   Aquello también me parecía nuevo.

    ¡Ooohh  oghh!…   ¡Sí…  sí, sí,  sí-iiii!... — Con aquellas cuatro afirmaciones que acompañadas de sendas y profundas estocadas que se auto infligió ella alcanzándose hasta lo más profundo de su ser., el cuerpo de Andrea se estremeció en el paroxismo de un atronador orgasmo que se cimbró hasta sentirse en las mismas patas de nuestro lecho revuelto en tanto yo la veía con su alborotado cabello cayéndole sobre la frente resoplar antes de colapsarse aturdida y contenta encima de mí, con mi enhiesto pene aun alojado dentro de ella comenzando a estallar en una sucesión de borbotones que confirmando mi extremo placer por un momento, de no terminar parecieron amenazarme con arrancarme la vida al palpitarme las sienes.

Y fue sólo después de algunos, o quizás meramente un par minutos en que sin hacerme salir del cobijo que su feminidad tibiamente encharcada brindaba a mi extenuada virilidad, ella usó para recuperarse descansando en aquella postura encima de mí, cuando habiendo recuperado lo suficiente para volver a sus sentidos., ella comenzó a moverse de nuevo alrededor de mi aletargado miembro y apretando sus músculos vaginales me hizo terminar de delirar por mi estado.

— ¿ Y ahora que se te metió dentro?...   ¿Mejor llamo a un cura?...   Qué cosa tan rica Andrea.   Nunca te había visto así…  ¡¿ que cosa tomaste o a donde fuiste con el gringo baboso ese!?—    Quise preguntarle aunque sin revelar lo que suponía y bien sabía yo que había visto que sucediera.

—¿Fue por salir con él?—  Intenté hacerla llegar a que me confesara lo que había yo visto por  la ventana o aun más.

…N-no.  No sé—    Vaciló ella un tanto apenada por mis preguntas.    Aunque no sé yo si debido tal vez a lo que yo consideraba una virtud en ella de no saber mentir o  que se le notara en los ojos cuando no sabía cómo decir las cosas sin herir a la gente con sus respuestas, aparentemente sabiéndose descubierta, no encontraba como decirme lo que le había sucedido.

— Anda, dímelo por favor.   ¿Qué cosa pasó?., ¿ a dónde fueron o que cosa pasó Andrea?—    Busqué darle confianza para que me dijera todo.   Consiguiendo que me contara tímidamente acerca de la cena que había tenido con él,  lo que habían bebido y adonde la había llevado a bailar en la discreta discoteque del hotel donde se hospedaba con su compañero.  Hasta que finalmente luego de haber pasado su límite acostumbrado de rusos blancos y Baileys al bailar unas canciones románticas pegada a la alta y vigorosa figura del norteamericano,  éste se le había insinuado abiertamente.

… E imagino que él habrá hecho algo más que meramente insinuársete mientras bailaban., ¿ no es cierto?—  Me sorprendí a mi mismo preguntándole y queriendo saber.

—Bueno si…—  Se sonrojó al mirarme antes de apartar la vista hacia las sabanas.

…¿Qué cosas te hizo?., o ¿Qué cosas te dijo?...  Por favor Andrea, dímelo, necesito saber. —    Le pedí completamente trastornado al enterarme  y suponer todas las posibilidades de lo que hubiera podido ocurrir en aquella pista de baile entre mi mujer y aquel hombre mientras yo la esperaba con nuestros hijos en casa, escuchando el pasar de las horas.

—Sí…   Pero es que no sé qué cosa decirte René…  Me da algo de pena y no quiero que te molestes conmigo.—  Buscó excusarse afligida de recordar.  Por lo que yo dominando mis emociones y angustia lo mas tiernamente que pude tomé en mi mano su delicado mentón para comprometerla a voltear hacia mí y que notara mi profunda inquietud antes de asegurarle que no pasaría nada si me lo decía.

—En serio Andrea.    Por favor dímelo…   Quiero saber. — Le pedí.

…Te prometo no molestarme—    Aun recuerdo  las palabras con que se me ocurrió prometerle que no pasaría nada cuando llegara a enterarme de algo para lo que no estaba preparado a escuchar.

— ¿Pero de verdad prometes no enojarte ni pelearte conmigo o decirle algo mañana cuando lo veas?...  No quiero que tengamos problemas con ellos.  —   Me pidió mirándome profundamente a los ojos.

…¿Por qué?.,  ¿Qué cosa te dijo?.—   Le volví a preguntar.

—No nada, sólo es que mientras bailábamos me pegó a su cuerpo para que yo…—   No pudo completar en aquella primera intención de sincerarse, por lo que le insistí otro poco antes de que se atreviera.

—¿Para que tú qué?—

…Para que yo sintiera lo que él decía que tenía para mí si lo acompañaba a su cuarto.—   Por fin, como una pila de ladrillos cayó encima de mí todo el peso de la indecente propuesta.

—¡Yhh- hh!...  Y-y…  ¿Tú que le dijiste?...   ¿Te tenía pegada a su…?—  No quise atreverme a terminar de preguntar.

—Sí., me tenía pegada a su cosa…  Bailaba muy pegado a mí …—  No la dejé terminar antes de interrumpirla para preguntarle:

— ¿Y tú lo dejaste?.—  

…No me dejaba soltarlo.  —   Me explicó ella mientras yo atento a sus palabras y corroído por la ansiedad deseaba no tener que imaginarme la sórdida escena.   Con mi esposa siendo abrazada por aquel bruto ignorante de nuestras buenas costumbres, que seguramente confundiéndola con una cualquiera había intentado abusar de ella con su superioridad física para pasear por todas partes posibles  su miembro y rozarla con éste sobre el vestido , apoyándolo contra su estómago, muslos y muy probablemente los mismos glúteos de mi mujer.

—¡Mañana mismo le parto la madre a ese pendejo!...— Exclamé alterado de imaginarlo regodeándose con el cuerpo de la madre de mis hijos.   — ¿Qué se ha creído ese imbécil?...   ¿Qué puede venir y pensar que nuestras mujeres son tan putas y fáciles como las de sus estúpidas películas que en la primera salida son capaces de irse a la cama con el que se los proponga?

— No papi.   ¿Ya ves por qué no quería yo decirte?...   Recuerda que prometiste no enojarte   y no puedes reclamarle nada…  Él no sabe ni siquiera que yo soy tu esposa…—    Insistió ella para calmarme al tiempo en que aprisionando entre las paredes de su vagina mi miembro, me hizo notar que aunque acababa yo de explotar dentro de ella mi pene había vuelto a inflarse.

Seguramente, supuse y aun creo que así sucedió, fue que al escucharla hablar de la clase de bajezas que aquel insensato gañan había intentado al bailar pegado con mi esposa pegada a su cuerpo sin dejarla apartarse de él mientras paseaba encima de ella su alebrestada erección, había ocasionado que algo muy oculto dentro de mí disparara un morboso deseo de sentirme ofendido y abusado por él en ausencia a través del manoseado cuerpo de mi mujer.  Y supongo que de alguna  forma en Andrea ocurrió algo muy semejante cuando repasando la escena que había ocurrido sin que yo pudiera haber estado presente para impedirlo y salvado su honra al tener que sentir aquel miembro abusivo apretujándose contra su figura, comenzó a abandonarse en un nuevo tremor que volvió a recorrerla de pies a cabeza hasta terminar de sentirse alrededor de mi aturdida masculinidad que se sintió acariciada en suaves oleadas que pronto cedieron al sucumbir ella ante un nuevo y cálido orgasmo que aunque más tierno y suave que el anterior apareció para derretirla conmigo dentro de su aturdida persona.

Tras sentirla abatirse ya enteramente agotada encima de mí como una muñeca de trapo sin vida, yo movido por la lujuria que apoderándose de mi capacidad de razonar debidamente las cosas, decidí continuar arponeando su desfallecida cavidad vaginal con mi enardecido aparato viril mientras que sin poder apartar de mi mente aquella atroz situación me empujaba cada vez más dentro de ella con cada embestida hasta que luego de un par de estocadas profundas que me llevaron al borde del clímax, y sin presentir que de alguna forma la vida vendría a cobrarme la tremenda osadía de usar su abandonado cuerpo de tan obscena manera, me apresuré a salirme de aquella aterciopelada y húmeda funda amorosa que ella proveía para mi placer,  y una vez fuera de ella, al sentir la tibieza que había entre sus piernas y glúteos comencé a derramármele en medio de estos.     Pero  aunque no lo suponía en ese momento de tan extrema y bochornosa lujuria, pronto sabría qué tendría que pagar la nefasta divisa de haber permitido que ella encontrara aquella nueva sensualidad de saberse deseada por otros y que yo hubiera gozado con ello en vez de impedirlo.

°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°
 Continuara...

No hay comentarios:

Publicar un comentario